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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

FACULTAD DE ARTES Y HUMANIDADES


DEPARTAMENTO DE LITERATURA
TESIS DE GRADO

EL AMOR ENFERMIZO Y LA PASIÓN QUE CONSUME


Representación de la tuberculosis en Teresa la limeña de
Soledad Acosta de Samper

Presentada por: Camila Salamanca


Dirigida por: Carolina Alzate

Bogotá, Septiembre 5 de 2003

1
ÍNDICE

Introducción

1. La enfermedad del alma: Representación y usos metafóricos de la tuberculosis en

la literatura, la música y la pintura del siglo XIX................................................Pág. 10

2. Teresa la limeña: El amor enfermizo, la pasión que consume.

2.1 Lucila y la enfermedad del alma...........................................................................Pág. 31

2.2 Teresa y la incurable melancolía...........................................................................Pág. 64

2.3 Teresa y Lucila: Dos heroínas románticas reales en un mundo difícil.................Pág. 77

Bibliografía.......................................................................................................................Pág. 84

2
EL AMOR ENFERMIZO Y LA PASIÓN QUE CONSUME
Representación y usos metafóricos de la tuberculosis en Teresa
la limeña de Soledad Acosta de Samper

“Los síntomas de una enfermedad son


la manifestación disfrazada del
poder del amor; y toda enfermedad
no es más que el amor transformado”
(La Montaña Mágica (1924), Thomas
Mann).

INTRODUCCIÓN

Durante varios siglos, la enfermedad causada por el bacilo de

Koch fue conocida, en las ocasiones en que era nombrada, con

el nombre de tisis, consunción y languidez. El término

tuberculosis viene del latín tuberculum, que significa pequeña

protuberancia y se usó por muchos siglos para indicar la

presencia de un tumor, en ocasiones cancerígeno. Con el

descubrimiento del bacilo de Koch en 1882, el término

tuberculosis dejó de usarse para nombrar tumores y pasó a ser

exclusivo de la enfermedad que hoy conocemos como

tuberculosis. En 1882 Robert Koch descubrió que la

tuberculosis, también llamada tisis o consunción, era causada

por una bacteria, hoy conocida como el bacilo de Koch. El

descubrimiento del bacilo terminó con siglos de especulación

3
sobre la causa de esta enfermedad que ha acompañado a los

hombres desde la antigüedad hasta nuestros días.

La historia de la tuberculosis se remonta a la prehistoria.

Restos de la enfermedad han sido encontrados en esqueletos

prehistóricos y momias egipcias. También se encontraron las

primeras representaciones de la misma en tumbas egipcias.

Según Thomas Dormandy, se han encontrado pinturas en las

tumbas egipcias que representan jorobados que parecen sufrir

de la enfermedad de Pott, la forma de la tuberculosis que

afecta la espina dorsal(Dormandy, 2).

Los griegos fueron los primeros en hablar de la enfermedad. La

palabra tisis viene del griego Φϑισις que significa mengua,

decaimiento, agotamiento lento, extinción. La tuberculosis

apareció primero en la literatura médica griega con

Hipócrates, y después con Arataeus de Cappadocia y Galeno el

Pergamita.

En la Edad Media, el médico Paracelsus (1490-1541) escribió

una monografía sobre la tisis en los mineros. Girolamo

Fracastoro (1483-1553), quien además de ser médico, también

era filósofo y poeta, escribió en 1546 De contagione, en donde

exponía la importancia de la herencia en la trasmisión de la

tuberculosis, creencia que estuvo arraigada hasta finales del

siglo XIX.

4
En el Renacimiento, también se escribieron textos médicos

sobre la enfermedad. Pero lo que diferencia este periodo de

los otros es que a finales del mismo, empezaron a aparecer las

primeras representaciones literarias de la tuberculosis, como

en The Man of Mode (1676) de Sir George Etherege.

Al final del siglo XVII, según Dormandy, “(…) there emerges

from the mist the head of that extraordinary procession of

artists, poets, writers, thinkers and scientist about whom one

can reasonably say that they suffered and died from

tuberculosis”1 (10), entre ellos Jean-Baptiste Poquelin

(Molière), Baruch Spinoza, Jean Antoine Wattea y Giovanni

Battista Pergolesi.

Durante el siglo XVIII, la tuberculosis empezó a introducirse

de manera más evidente en la literatura, en la pintura y en la

música. Ludwig Hölty2, Christian Fürchtegott3, Friedrich von

Schiller, Adalbert von Chamizo4, Elisabeth Kulmann5 y Novalis

escribieron textos inspirados en la enfermedad, y a su vez

esos textos inspiraron o fueron parte de las obras de grandes

compositores de la época como Beethoven, Shubert y Schumann.

1
Traducción autora: “…salió de la niebla la cabeza de una extraordinaria procesión de artistas, poetas, escritores,
pensadores y científicos de los cuales uno razonablemente podía decir que sufrieron y murieron de tuberculosis”.
2
Poeta romántico alemán: fue uno de los primeros en usar la metáfora de las hojas en otoño para hablar de la
tuberculosis (Dormandy, 84).
3
Escribió Die Himmel rühmen des Ewigen Ehren y Die Ehre Gottes an der Natur, odas usadas por Beethoven en
sus composiciones (84).
4
Lingüista, Botánico y poeta alemán: escribió la letra de Frauenliebe und Leben compuesta por Schubert (87).
5
Poetisa rusa (88).

5
Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando la representación de

la tuberculosis pasó a ocupar un espacio relevante en la

literatura europea y se volvió el tema de moda entre los

escritores y artistas. En Asia y América, también se

escribieron varias novelas donde se tocaba el tema. “By the

mid nineteenth century tuberculosis had pervaded literature

even in far-off China. In The Dream of the Red Chamber, said

to be the first realistic novel in the Chinese Language, it is

the symptoms of tuberculosis which symbolize the emotional

crisis of the heroine Black Jade”6 (Dormandy, 92).

La representación de este mal en la literatura no fue

exclusiva de ningún género o movimiento literario en

particular; sin embargo, se tiende a asociar más la enfermedad

con el movimiento romántico tanto en Alemania como en Francia.

Esto en parte se debe a que románticos comos como Thoreau,

Keats, Shelley y las hermanas Bronte, la idealizaron,

volviéndola la enfermedad del alma, ligándola a la melancolía

(Sontag, 18).

Para ellos, esta enfermedad podía ser causada por una pasión

extrema, pero también podía ser causada como señala Susan

Sontag, por represión de las pasiones, frustración, amor no

6
Traducción de la autora: “A mediados del siglo XIX la tuberculosis había penetrado la literatura incluso en la
lejana China. En The Dream of the Red Chamber, considerada la primera novela realística en una lengua China,
los síntomas de la tuberculosis simbolizan la crisis emocional de la heroína Black Jade”.

6
correspondido y sobre todo, por la resignación. También

idealizaron la imagen de los tuberculosos; la extremada

palidez, la debilidad y la delgadez se volvieron el ideal de

belleza de ciertos círculos sociales. La tuberculosis volvía

interesante a la gente por ser la enfermedad de la gente

sensible y genial. La mayoría de estos artistas se cree que

murieron víctimas de este mal.

La literatura colombiana del siglo XIX también dejó

interesantes representaciones de la tuberculosis. De José

Asunción Silva nos queda la beatífica Helena, objeto de deseo

y veneración de José Fernández en De Sobremesa (1896); José

María Vargas Vila nos muestra la terrible y dolorosa muerte de

Natividad, la mamá de Luisa, la heroína caída de Flor del

Fango; y Soledad Acosta de Samper, nos cuenta la vida de

Teresa y Lucila, dos románticas soñadoras que terminan siendo

víctimas de la enfermedad, en Teresa la Limeña (1868).

Esta última retoma la idea romántica de la tuberculosis como

enfermedad del alma, y la incorpora en su novela por medio del

personaje de Lucila. Lo interesante es ver cómo se habla de

la tuberculosis, sin referirse nunca a ella, y cómo se

plantean las principales causas de la enfermedad de esta joven

mujer, haciendo uso de las creencias de la época en torno a la

misteriosa enfermedad.

7
Este trabajo pretende hacer una breve presentación de la

importancia que tuvo la representación de la tuberculosis

dentro de la literatura occidental en el siglo XIX, incluyendo

las novelas colombianas que ya se han mencionado. Esto con el

fin de hacer un marco que permita hacer una lectura de la obra

de Soledad Acosta de Samper, Teresa la Limeña, teniendo como

objeto principal de estudio la representación de esta

enfermedad.

El trabajo estará dedicado en su mayoría al estudio de la

representación de la tuberculosis dentro de Teresa la limeña.

En especial a la importancia que tiene la enfermedad en el

desarrollo de la novela y en la construcción de los dos

personajes principales, Lucila y Teresa.

Una parte estará dedicada a Lucila, en donde se hará un

estudio de la representación de la enfermedad dentro de la

novela, y cómo éste se relaciona con las metáforas, mitos y

creencias populares creadas alrededor de la enfermedad en el

siglo XIX. También se estudiará qué puntos tiene la novela en

común con la representación de la tuberculosis dentro de

literatura romántica y en cuáles se aleja de este movimiento,

intentando descifrar cuál es la posición de la autora en

cuanto al manejo del tema. Finalmente se estudiará por qué el

manejo del tema de la tuberculosis dentro de la novela es

8
innovador, teniendo en cuenta el manejo de la voz y la mirada

desde el punto de vista femenino.

Otra parte de este trabajo estará dedicada a Teresa, teniendo

en cuenta que su personaje posiblemente no sufre de

tuberculosis, pero sí de una enfermedad romántica que presenta

síntomas similares. En este caso se hará un breve estudio de

la melancolía como enfermedad, y lo que esto significa para el

personaje de Teresa.

9
1. La enfermedad del alma: Representación y usos metafóricos
de la tuberculosis en la literatura, la música y la pintura
del siglo XIX.

Ninguna otra enfermedad ha sido representada tantas veces y de

formas tan diferentes en el arte y la literatura como la

tuberculosis. Hasta finales del siglo XIX era una enfermedad

misteriosa para todos incluyendo a la medicina. Alrededor de

ésta se crearon un gran número de mitos, fantasías y

metáforas, que no dejaron de existir hasta pasada la década de

los cuarenta en el siglo XX con el descubrimiento de la

estreptomicina en 1944 y de la isoniazida en 1952 (Sontag,

35).

Los seres humanos siempre han tenido la necesidad de

encontrarle una respuesta a las cosas que la lógica no puede

explicar; si la ciencia falla en dar esas respuestas, la

sociedad las busca en otros lados. De la búsqueda de esas

respuestas en la ficción es donde nacen los mitos. Para Hayden

White “a given culture is only as strong as its power to

convince its least dedicated member that it’s fictions are

truths” 7(153).

Precisamente eso fue lo que pasó con la tuberculosis en el

siglo XIX; como no se podía explicar científicamente la causa

7
Traducción de la autora: “(…)una cultura dada es solamente tan fuerte como su poder para convencer al
miembro menos dedicado de que sus ficciones son verdades”.

10
de la misma, la sociedad se inventó sus causas y todo el

mundo, desde los científicos, los artistas y la gente común,

empezaron a creerse lo que ellos mismos habían inventado. La

gente comenzó a atribuir la enfermedad a literalmente

cualquier cosa. Al clima, la personalidad, las pasiones, la

edad, la posición social, entre otras. Trataban de

justificarla con lo que pudieran encontrar a la mano, algo muy

parecido a lo que pasó en los años ochenta con el SIDA.

La sociedad empezó a tomar esas ficciones como verdades y de

ahí nació lo que hoy conocemos como los mitos alrededor de la

tuberculosis. Lo interesante es que la mayoría de esos mitos

fueron creados o reforzados por el arte y la literatura. Los

románticos, por ejemplo, crearon una imagen de la tuberculosis

muy lejana a la cruda realidad; la idealizaron, la volvieron

un ideal de belleza y una forma de vida.

Para Linda y Michael Hutcheon: “Art creates images of disease

based on history, popular belief, and medical science; these

images in turn provide the models for that same science to

understand and articulate its own goals. Art’s image of the

sick, they argue, becomes images of the disease itself”8

(Hutcheon, 18). La imagen representada de la tuberculosis en

la literatura se volvió la misma imagen de la enfermedad. No


8
Traducción de la autora: “El arte crea imágenes de las enfermedades basadas en la historia, las creencias
populares, y la ciencia médica; esas imágenes a su vez proveen los modelos para que esa misma ciencia entienda
y articule sus propias metas. Ellos dicen que la imagen artística de los enfermos, se vuelve la imagen misma de
la enfermedad”.

11
es raro que los libros actuales sobre la historia de la

tuberculosis, hablen más de las novelas del siglo XVIII y XIX,

que de los mismos libros de literatura médica de estos siglos.

La tuberculosis empezó a ser representada en el arte y la

literatura a finales del siglo XVIII; aunque existen algunas

representaciones de siglos anteriores, éstas no eran tan

comunes, ni tan renombradas. La enfermedad empezó a adquirir

importancia en la literatura gracias a los escritores

románticos alemanes de finales del siglo XVIII. Este periodo

en el cual los jóvenes poetas alemanes, enfermos de

tuberculosis, se dedicaron a escribir inspirados por este mal,

se ha asociado con la palabra alemana Lied, que significa

canción.

La poesía romántica y la música estuvieron estrechamente

ligadas en esa época. Christian Fürchtegott y Friedrich von

Schiller inspiraron importantes composiciones de Beethoven.

Ludwig Hölty por su lado inspiró a Franz Schubert quien

también incorporó en sus obras los poemas de Schiller,

incluyendo Die Hoffnung (la esperanza), “(…)the most

tuberculous of titles” según Thomas Dormandy. Schumann

compuso, Frauenliebe und Leben inspirado en los poemas de

Adalbert von Chamisso y en la última composición de su carrera

usó las palabras de la poetisa rusa, también enferma de

tuberculosis, Elisabeth Kulmann (Dormandy, 87-88).

12
La metáfora más usada por los poetas alemanes para hablar de

la tuberculosis y lo que ésta significaba dentro de sus vidas,

fue la del otoño. Las hojas cayendo se volvieron sinónimo de

las esperanzas caídas de los jóvenes enfermos que veían cómo

su vida se iba consumiendo rápidamente (Dormandy, 85).

Para Thomas Dormandy, “The poet who more than any other

expressed- though he also transcended- the spirit and disease

of the age was Friedrich Leopold Freiherr von Hardenberg,

better known as Novalis”9(89). La muerte de su joven prometida

a causa de la tuberculosis inspiró algunas de sus obras más

importantes, Blumenstaub y Glauben und leben (1798). La flor

azul presente en su novela inconclusa Heinrich von

Ofterdingen, se volvió el símbolo de la unión entre

romanticismo y tuberculosis. La obra de Novalis también

inspiró a Schubert para componer Nachthymne.

Pero la representación de la tuberculosis no fue exclusiva de

la literatura romántica alemana. Este tema empezó a ganar gran

importancia también en la literatura romántica francesa e

inglesa de comienzos del siglo XIX, y después se extendió por

todo el mundo al igual que lo hizo la enfermedad.

9
Traducción de la autora: “El poeta que más que cualquier otro expresó – aunque tambien trascendió- el espíritu
y la enfermedad de la época, fue Friedrich Leopold Freiherr von Hardenberg, más conocido como Novalis”.

13
Las hojas muertas, las hojas que caen de los árboles en

invierno, también fueron usadas como metáforas del sufrimiento

causado por la tuberculosis por los románticos franceses.

Charles Hubert Millevoy quien sufría de esta enfermedad

escribió La chute des feuilles, usando imágenes del otoño para

describir su propio sufrimiento (Dormandy, 90).

Varios poemas de Lamartine (1790-1869) están inspirados en su

joven amada Julie, quien murió a los veintidós años de

tuberculosis. “After her death the love she had inspired lived

on in his melancholy verse in which the glowing, multicolored

foliage of autumn became the image of life and the mourning of

nature”10 (Dormandy, 90). Julie inspiró a Lamartine para

escribir Jocelyn, Raphael y Méditations (1820).

Después de Lamartine, otros grandes escritores franceses

seguirían hablando de la tuberculosis en sus obras. Víctor

Hugo en Les misérables (1862); Balzac en La peau de Chagrin

(1831); Stendhal en Armance; George Sand en Un hiver en

Majorque (1852), en el cual recuerda el accidentado viaje que

hizo a Mallorca con Chopin cuando éste ya estaba muy enfermo;

Los hermanos Goncourt en Renée Mauperin (1864) y Soeur

Philoméne, escrita después de pasar algún tiempo en el Hôpital

de la charité en París tratando de obtener material para su

10
Traducción de la autora: “Después de su muerte, el amor del cual ella había sido fuente de inspiración, siguió
viviendo en sus versos melancólicos, en donde el brillante y colorido follaje de otoño se volvió la imagen de la
vida y del luto de la naturaleza”.

14
novela (Dormandy,93); Alejandro Dumas (Hijo) en La Dame aux

Camelias, quizás la novela más representativa en lo que se

refiere a la tuberculosis, por ser también la inspiración de

la opera La Traviata.

En Inglaterra fueron Keats (1795-1821), Shelley (1792-1822),

Byron (1788-1824) y Blake (1757-1827) los que escribieron

poemas en torno a la tuberculosis. Shelley al igual que sus

predecesores románticos alemanes también usó el otoño como

metáfora de la enfermedad en Ode to the west (1819); mientras

que Keats nunca relacionó esta estación con su enfermedad.

Keats y Shelley no sólo compartieron una estrecha amistad,

sino también esta penosa enfermedad. La correspondencia que

mantuvieron entre los dos durante el famoso viaje de Keats a

Italia en busca de alivio para su enfermedad, estaban llenas

de frases alentadoras alusivas a sus dolencias. “(…) Shelley

consoled Keats that ‘this consumption is a disease

particularly fond of people who write such good verses as you


11
have done…’” (Sontag, 32).

En 1847 se publicó una de las novelas más importantes de la

literatura romántica inglesa, Wuthering Heights, escrita por

Emily Brönte. Varios de los personajes de la novela sufrían de

11
Traducción de la autora: “Shelley consolaba a Keats diciendo que ‘esta consunción es una enfermedad
particularmente interesada en la gente que escribe versos tan buenos como los que tú has escrito’”.

15
tuberculosis. Sobre la esposa de Hindley, uno de los

personajes centrales de la novela, ella escribió:

Era más bien delgada, pero joven y de tez fresca, y sus ojos

centelleaban como dos diamantes. Observé por cierto, que el

subir las escaleras le entrecortaba la respiración, que el

menor ruido repentino la hacía temblar, y que a veces tosía

penosamente; pero yo nada sabía de lo que estos síntomas

significaban, (…). (Brönte, 44)

Emily Brönte conocía muy bien los síntomas de la tuberculosis;

ella y sus seis hermanos, todos ellos escritores, incluyendo a

Charlotte quien escribió Jane Eyre (1847), murieron a causa de

la enfermedad. La familia Brönte corroboraba la teoría,

ampliamente aceptada en el siglo XIX, de que la tuberculosis

era una enfermedad que se transmitía por herencia.

Emily Brönte, al igual que todos estos escritores mencionados,

ayudaron a crear la imagen romántica de la tuberculosis. No

sólo se dedicaron a escribir sobre la tuberculosis, sino que

hicieron de esta enfermedad una forma de vida. Según Susan

Sontag, los románticos pusieron de moda estar enfermo de

tuberculosis y la usaron como pretexto para vivir de la forma

en que lo hacían y a la vez como excusa para su carácter y su

forma de ser.

16
Los románticos hicieron de la tuberculosis la enfermedad de

los artistas, de los genios, de la gente con sensibilidad

especial. “The melancholy character-or the tubercular- was a


12
superior one: sensitive, creative, a being apart” (Sontag,

32). Según Jorge Bejarano, los autores que se han dedicado al

estudio de la tuberculosis y su influencia en los artistas o

escritores, están de acuerdo en afirmar que sus obras más

importantes fueron creadas en plena evolución de la

enfermedad. “La mayoría de ellos lo fueron cuando los

pacientes estaban febricitantes, como si la tuberculosis y su

síntoma la fiebre, activaran las facultades creadoras” (38).

Para estos artistas tener tuberculosis era una forma de ser

atractivos. No solo la enfermedad los hacía atractivos

artística e intelectualmente, también los volvía atractivos

físicamente. La imagen del tuberculoso, la palidez, la

delgadez, la debilidad, la tristeza reflejada en la cara, los

labios y las mejillas rojas por la fiebre, se convirtieron en

el ideal de belleza del siglo XIX.

Verse como tuberculoso comenzó a ser sinónimo de estatus

social; era glamoroso verse enfermo. Como lo explica Susan

Sontag, la idea del cuerpo influenciada por la tuberculosis

era un nuevo modelo para la imagen de la aristocracia, “(…) at

12
Traducción de la autora: “El carácter melancólico- o tuberculoso- era uno superior: sensitivo, creativo, un ser
aparte”.

17
a moment when aristocracy stops being a matter of power, and
13
starts being mainly a matter of image” (Sontag, 28).

Para Sontag, la imagen de los tuberculosos empezó a volverse

atractiva cuando se empezó a considerar una marca de

distinción y de crianza (29). La apariencia tuberculosa se

volvió el ideal de belleza de la mujer del siglo XIX; las

mujeres llegaban a extremos para verse de esa forma. Algunas

dejaban de comer o comían cosas inimaginables para acabar con

el apetito.

La imagen de la mujer tuberculosa se asoció con el atractivo

sexual. “Having tuberculosis was imagined to be an aphrodisiac

and to confer extraordinary powers of seduction”14 (Sontag,

13). Marguerite Gautier de La Dama de las Camelias, era la

mujer más deseada sexualmente de todo París. Su increíble

palidez y delgadez eran el sueño de muchos hombres. Su imagen

era la envidia de todas las damas de la alta sociedad de

París, quienes veían con rabia que una cortesana hiciera

enloquecer de amor a hombres muy poderosos, a los cuales no

les importaba derrochar toda su fortuna por complacer los

caprichos de esta dama. Armando, el gran amor de la vida de

Margarita, así la describía:

13
Traducción de la autora: “En un momento en el cual la aristocracia dejaba de ser un asunto de poder y
comenzaba a ser un asunto principalmente de imagen”.
14
Traducción de la autora: “Se creía que tener tuberculosis era afrodisíaco y que confería poderes
extraordinarios de seducción”.

18
Cuanto más miraba a aquella mujer, más me

enloquecía su admirable belleza; hasta su

delgadez, verdaderamente excesiva, parecíame un

encanto más. (…) Finalmente, bien por

naturaleza, o ya como consecuencia de su estado

enfermizo, cruzaban de cuando en cuando por sus

ojos relámpagos de deseos cuya expansión

hubiera sido un anticipo de cielo para el feliz

a quien ella amara. (Dumas, 94)

La tuberculosis estaba asociada con la pasión, tanto con el

exceso como con la falta de la misma. La pasión parecía

consumir al enfermo de tuberculosis aún más rápido que la

enfermedad. No era raro encontrar en la literatura del siglo

XIX personajes muriendo de pasión, en general de amor, pero en

otras ocasiones, como lo señala Susan Sontag, de pasión

política o moral, como Insarov, el héroe de On the eve (1860)

de Turgenev.

“According to the mythology of tuberculosis, there is

generally some passionate feeling which provokes, which

expresses itself in, a bout of tuberculosis. But the passions


15
must be thwarted, the hopes blighted” (Sontag, 22). El exceso

de pasión y la agitada vida que ha llevado Margarita Gautier,

15
Traducción de la autora: “De acuerdo con la mitología de la tuberculosis, es generalmente un sentimiento
apasionado el que provoca o se expresa, en un ataque de tuberculosis. Sin embargo las pasiones tienen que ser
frustradas, las esperanzas cegadas .

19
ha hecho que ella, una mujer muy joven, se enferme de

tuberculosis; sin embargo, aunque se esté muriendo de

tuberculosis, lo que de verdad la está matando, es haber

perdido a su amado.

Once días que no duermo, que me ahogo, once

noches durante las cuales creo que voy a morir

de un momento a otro. (…) ¿Es que no volverás

antes de mi muerte? ¿Nuestra separación es

eterna? ¿Ha concluido para siempre todo entre

nosotros? Me parece que si vinieras, me

curaría… Pero, ¿de qué me serviría

curarme?.(Dumas, 246-47)

Para los románticos la tuberculosis era una variante de la

enfermedad del amor. El amor mataba, enfermaba. Si se amaba

con locura, se corría el riesgo de contraer la enfermedad;

pero también si no se conocía el amor y el placer sensual, se

podía correr el riesgo de enfermarse. Sin embargo, la mayoría

de las víctimas fatales de la enfermedad, según la creencia

popular, eran las que tras haber perdido al objeto de su amor,

se resignaban a su suerte y la tuberculosis las acababa

rápidamente.

Pero no todas las representaciones de la tuberculosis eran

románticas; no todas tenían que ver con el amor, con la

20
belleza, con la genialidad. En el siglo XIX también se

hicieron representaciones realistas de la enfermedad, donde se

veía la verdadera cara de la tuberculosis; la de la pobreza y

la del dolor. Un grupo de artistas y escritores, que se

conocen hoy como los bohemios, fueron los encargados de

mostrar la realidad que ellos mismos sufrían a causa de esta

enfermedad.

Los bohemios vivían en comunidad en el Hotel Pimodan, en el

Impasse du Doyenne y en Montmartre; según Thomas Dormandy

empapados de absynthe (ajenjo), una droga psicoactiva hecha de

alcohol y wormwood (artemisia absinthium), y enfermos de

sífilis y tuberculosis. Entre los bohemios más importantes se

encuentran los escritores franceses Petrus Borel, Theophile

Gautier, Baudelaire, Gerard de Nerval, Rimbaud, Jules Valles y

Paul Verlaine.

Henry Mürger escribió Scenes de la Bohême (1851) en donde

relata la vida en bohemia, inspirada en sus vivencias y en la

de sus amigos, quienes vivían en terribles condiciones de

pobreza y de hambre (Hutcheon, 49). Mürger después de haber

padecido de tuberculosis por más de diez años, murió en 1861 a

los treinta y ocho años. Mürger llevó sus historias al teatro

en La vie de Bohême y finalmente llegó a la ópera en La Bohême

(1896) de Puccini.

21
En Oslo, antes llamada Christiania, nació uno de los bohemios

más importantes, el pintor Edvard Munch. Munch, al igual que

muchos de sus contemporáneos, vivió obsesionado con la

tuberculosis; su mamá y su hermana Sophie murieron a causa de

la enfermedad (Dormandy, 96). Sus cuadros The sick girl, el

cual pintó como homenaje a su hermana muerta, y Spring,

reflejan la importancia que tuvo la tuberculosis en su vida.

En alguna oportunidad Munch dijo:

My whole art was rooted in the contemplation of

disease: without fear and illness my life would


16
have been without a rudder. (Munch, en The

White Death, 96)

Otros escandinavos que representaron la tuberculosis en sus

pinturas fueron Christian Krogh, maestro de Munch, quien al

igual que él perdió a su hermana a causa de la enfermedad, y

Hans Heyderdahl, de Noruega. Ernst Josephson de Suecia,

Michael Archer y Ejnar Nielsen de Dinamarca (Dormandy, 96).

Para Thomas Dormandy, la obra de Ejnar Nielsen es

posiblemente la representación más fiel y desgarradora de la

tuberculosis en sus etapas finales.

16
Traducción de la autora: “Todo mi arte está basado en la contemplación de la enfermedad: sin miedo y sin
enfermedad mi vida no habría tenido dirección”.

22
Mientras los bohemios trataban de sobrevivir en Francia, en

Inglaterra la gran mayoría de la población vivía en

condiciones aún peores que las de ellos. La pobreza, el

hambre, el hacinamiento y las malas condiciones de trabajo

debidas al acelerado crecimiento industrial de ciudades como

Londres, hacían que la tuberculosis y otras enfermedades se

propagaran con mayor rapidez dentro de la población. Los más

afectados según Thomas Dormandy eran los niños y los jóvenes,

quienes se veían obligados a vivir y trabajar en situaciones

de extrema insalubridad.

Dickens, pasó su vida en Londres mientras se desarrollaba la

revolución industrial. La ciudad que conoció Dickens era una

ciudad donde los ricos y los pobres convivían en las

hacinadas y ruidosas calles, llenas de humo y polvo

proveniente de miles de chimeneas de carbón. Dickens que

conocía muy bien la ciudad, también estaba al tanto de la

terrible enfermedad que mataba diariamente a una gran parte de

su población. En sus obras no podía dejar aparte a la

tuberculosis; de ella escribió en Nicholas Nickleby (1839):

(…) disease in which death and life are so

strangely blended that death takes the glow and

hue of life, and life the gaunt and grisly form

of death; a disease which medicine never cured,

wealth never warded off, or poverty could boast

23
exemption from (…). (En Illness as a Metaphor,

18-19)

Dickens escribió otras obras en donde la tuberculosis mata a

algún personaje. En Uncle Tom´s Cabin, Little Eva muere casi

beatificada por esta enfermedad; en Dombey and Son (1848)

Paul, en Oliver Twist (1838) Smike, y en David Copperfield

(1849) Little Blosoom.

En la misma Inglaterra victoriana en la que vivió Dickens,

nació la hermandad de los pre-rafaelitas. Este grupo de

artistas fue creado por el pintor Dante Gabriel Rossetti,

John Everett Millais y William Holman Hunt; sus modelos eran

jóvenes tuberculosas.

La modelo del grupo era Elizabeth Siddal, “(…) a pale, fragile

beauty with abundant red hair, (…)” (Dormandy, 96-97).

Elizabeth posó para el cuadro Ophelia de John Everett Millais

cuando ya estaba enferma de tuberculosis, y se casó cerca de

su muerte con Dante Gabriel Rossetti. Murió a causa de una

sobredosis de láudano, opio macerado en spirit diluido, una

droga que usaban muchas personas tuberculosas para disminuir

el dolor que les causaba la enfermedad.

Uno de los pintores más destacados en Inglaterra, Aubrey

Beardsley, perteneció a la hermandad pre-rafaelita en su

24
juventud; unos años antes de morir de tuberculosis. Berdsley

pintó uno de sus cuadros más importantes en el lecho de

muerte, en donde se representa como Pierrot, acompañado de los

demás comediantes, Arlechino, Pantaleone, il Dottore y

Columbina (Dormandy, 98).

En Escocia nació en 1850 Robert Louis Stevenson, el recordado

autor de Treasure Island y Dr Jekyll and Mr Hide. Desde muy

joven se dedicó a la escritura y a viajar por el mundo. La

afición por los viajes comenzó cuando sus pulmones empezaron a

estar muy afectados por la tuberculosis. An Inland Voyage

(1878) y Travel with a Donkey in the Cévennes (1879) los

escribió en sus primeros viajes a Francia a donde fue en busca

de alivio para su enfermedad (Dormandy, 115). Stevenson en su

libro A child´s Garden of verses (1885) habla de forma más

concreta sobre su enfermedad.

I have a little shadow that goes in and out with me

And what can be the use of him is more than I can

see.

(En The White Death, 116)

Quizás dos de los testimonios más importantes escritos sobre

la enfermedad fueron los diarios de Maria Bashkirtsev y Henry

Amiel. Para Thomas Dormandy, Maria Bashkirtsev “(…) was

twenty-two when she joined the dead, leaving behind not a

25
masterpiece but one of the enduring literary memorials to

tuberculosis”17 (Dormandy, 113).

María Bashkirtsev nació en Rusia en 1860, descendiente de una

familia de tuberculosos. Cuando era muy joven emigró a

Francia, donde empezó a escribir el diario que sería publicado

después de su muerte con el nombre Journal of a Young Artist.

Según Thomas Dormandy, María tenía un gusto especial por la

ropa, la sociedad y el glamour. Aún cuando estaba muy enferma

asistía a la ópera de París con vestidos hermosos, viéndose

más pálida que los muertos. En su diario resaltaba aspectos

“positivos” de la enfermedad como la creencia de que la

enfermedad volvía a la gente más hermosa.

I cough continually! But for a wander, far from

making me look Ugly, this gives me an air of

languor that is very becoming. (En Illness as a

Metaphor, 29)

Dejando atrás Europa, Estados Unidos, también se vio

gravemente afectada por la mortal enfermedad. Las ciudades con

más casos de tuberculosis fueron, al igual que en Europa, las

que estaban en proceso de industrialización, como Boston, San

Francisco y Nueva York.

17
Traducción de la autora: “ (…) tenia veintidós años cuando se unió al mundo de los muertos, dejando atrás no
solo uno gran obra maestra, sino uno de los grandes monumentos literarios a la tuberculosis”.

26
Tres grandes escritores estadounidenses del siglo XIX

representaron la enfermedad que sufrían, en sus obras.

Washington Irving (1783-1859), en The Bride of the Village;

Thoreau (1817-1862), en sus versos, en donde al igual que

muchos de sus contemporáneos apreciaban la belleza que

producía la tuberculosis:

Decay and disease are often beautiful like the

hectic glow of consumption. (En The White

Death, 91)

Y Edgar Allan Poe, del que no se sabe exactamente si murió a

causa de la tuberculosis o del alcohol. Poe se casó con

Virginia, su prima cuando ésta era casi una niña y la cual

murió a los veinticuatro años, víctima de tuberculosis. Según

Thomas Dormandy Poe quedó fascinado por la enfermedad. Sobre

su esposa Poe escribió:

Suddenly she stopped, clutched her throat and

wave of crimson blood ran down her breast… It

rendered her even more ethereal!. (En The White

Death, 94)

Pasando a América Latina, en De Sobremesa de José Asunción

Silva, Helena, quien es apenas una niña, muere de lo que se

27
podría suponer es tuberculosis. Helena es el prototipo de la

mujer frágil y espiritual del siglo XIX, que muere virgen,

pura y casta a causa de la enfermedad. José Fernández, el

protagonista de la novela describe así a su amada:

El otro perfil, el de ella, ingenuo y puro como

el de una virgen de Fra Angélico, de una

insuperable gracia de líneas y de expresión,

(…). Completaban su belleza los cabellos, que

se le veían y le caían sobre la frente estrecha

en abundosos rizos, las débiles curvas del

cuerpecito de quince años, (…) las manos

blanquísimas y finas. Al bajar los párpados, un

poco pesados, la sombra de las pestañas crespas

le caía sobre las mejillas pálidas, de una

palidez sana y fresca como la de las hojas de

una rosa blanca pero de una palidez exagüe,

profunda, sobrenatural casi, (…). (Silva, 189-

90)

En Flor del Fango de José María vargas Vila, Natividad, la

mamá Luisa, muere víctima de la tuberculosis en la pobreza

total después de haber vivido una vida dura y cruel. Vargas

Vila plasmó la enfermedad de una forma cruda y real,

totalmente opuesta a la representación romántica de la

enfermedad de Helena en De Sobremesa.

28
La madre enfermó al fin: su oficio acababa con

ella, y cayó al lecho. Luisa no se hacía

ilusiones; sabía bien lo que tenía su madre,

sabía que era la tisis la que la mataba, y nada

les quedaba ya para vivir; (…). (Vargas Vila,

229)

Natividad se iba… poco a poco, en silencio como

había vivido, aquella alma resignada y triste

se extinguía. (240)

Natividad se moría; tendida sobre el jergón que

la servía de lecho, su cuerpo enflaquecido, su

pequeño cuerpo de niño agonizante, apenas se

veía bajo los cobertores; su cuello delgado,

enjuto, cuasi transparente; su pecho hundido,

cavernoso, pecho de tísica, seno como insexual,

(…) los ojos hundidos, febricitantes; las

mejillas enjutas; sobre el rostro todo impreso

ya el siniestro, el sello indestructible de la

muerte; (…). (251)

En el siglo XX, aun después de que se descubriera la causa

verdadera de la enfermedad y empezaran a morir los mitos

alrededor de ésta, se siguieron escribiendo obras donde se

29
representaba la tuberculosis. La obra más representativa del

siglo XX es sin lugar a duda La Montaña Mágica (1924) de

Thomas Mann.

30
2. Teresa la limeña: El amor enfermizo, la pasión que
consume.

2.1. Lucila y la enfermedad del alma.

Teresa la Limeña es la historia de dos jóvenes románticas,

Teresa y Lucila, quienes al pasar de los años descubren que la

vida que habían soñado para ellas no puede existir más que en

su imaginación. Las dos jóvenes se hacen amigas inseparables

cuando Lucila, quien pertenece a una familia aristocrática que

ha perdido su fortuna, llega a estudiar en el mismo convento

en París donde estudia Teresa. Teresa y Lucila pasan dos años

juntas antes de que las dos tengan que separarse para seguir

caminos distintos. A Lucila y Teresa las une su pasión por la

literatura romántica, pasión que Teresa descubre gracias a la

biblioteca de Lucila. Esta biblioteca no sólo está compuesta

de libros de autores románticos; en ella se encuentran

diversos autores como Racine, Corneille, Mademoiselle de

Scudéry, Madame de Lafayette, Byron y Lamartine.

Al igual que Lamartine y un gran número de escritores

románticos y personajes de ficción del siglo XIX, Lucila muere

antes de los veinticinco años de tuberculosis. A pesar de que

la palabra tuberculosis nunca aparece en la novela, la forma

en que está representada la enfermedad de Lucila nos da a

entender que lo que está matando a Lucila es la tuberculosis.

31
La representación literaria de la enfermedad de Lucila en

Teresa la Limeña, tiene muchas cosas en común con las que se

hicieron en la literatura europea en la misma época. La novela

está llena de mitos y creencias populares sobre la enfermedad.

Lucila hace parte del prototipo de joven virgen enferma de

tuberculosis creado por la literatura romántica.

La primera descripción de Lucila ya nos da la idea de la

naturaleza frágil y enfermiza de la joven. Un lector del siglo

XIX podía asociar fácilmente la descripción de Lucila con la

de una persona propensa a sufrir de tuberculosis:

Lucila de Montemart pertenecía a una familia

normanda, según lo demostraba su tez blanca

como la leche, cabellera rubia como la de Venus

y ojos de un azul oscuro medio abatido por una

melancolía genial que conmovía los corazones.

Su aspecto débil y delicado interesó desde el

primer día a Teresa. (Acosta de Samper, 80)

La sola referencia a la Venus ya nos da una idea de cómo era

Lucila físicamente. Hay que recordar que una de las primeras

representaciones de la tuberculosis se hizo en el Renacimiento

en el cuadro Simonetta Vespucci pintado por Piero di Cosimo,

en el cual la serpiente alrededor de su cuello, representa la

enfermedad (Dormandy, 115). Simonetta Vespucci también fue la

32
modelo de La Venus de Botticelli; ella murió a los veintitrés

años víctima de la tuberculosis.

La referencia a una “melancolía genial”, nos recuerda a

artistas románticos tuberculosos como Shelley, Keats o Chopin.

El carácter melancólico estuvo por mucho tiempo ligado a los

artistas, las personas sensibles capaces de crear, las

personas a las que el mundo las conmueve tanto, las impresiona

tanto, que terminan enfermándose.

Como señala Jackson, el término melancolía viene del griego

µελαγχολια que significa miedo y depresión, y del griego

µελαινα χολος que significa bilis negra, uno de los cuatro

humores según la teoría utilizada en la antigüedad por los

médicos griegos. La bilis negra estaba asociada con el

temperamento melancólico, ésta producía un estado de tristeza

profunda, una gran depresión que podía llegar a causar la

muerte (Jackson).

Charles Mercier, un médico del siglo XIX, definía la

melancolía como “un desorden caracterizado por una sensación

de sufrimiento profundo mayor de lo que justifican las

circunstancias en que se halla el individuo” (Jackson, 170).

La melancolía tuvo una gran importancia en la literatura

renacentista, en especial en Inglaterra. La literatura

33
Isabelina le dio dos interpretaciones a la melancolía: la

primera fue la melancolía como una anomalía mental degradante

asociada con el miedo y la tristeza; y la segunda como una

manera de ver que dota de agudeza y profundidad intelectual,

capacidad artística y a veces de inspiración divina (Jackson,

99). Esta última forma de ver la melancolía fue la que

retomaron los artistas románticos del siglo XVIII y XIX.

Lucila es una soñadora, al igual que su amiga Teresa; sus

sueños e ideales están inspirados en las novelas románticas

que lee. Según la narradora de la historia, es precisamente

esa clase de literatura la que ejerce una influencia muy

fuerte en las personas jóvenes. La narradora se pregunta si la

influencia de esta literatura es positiva o negativa, dejando

la pregunta abierta al lector, para que sea éste quien decida.

¿se debe permitir que germinen en el alma de

las jóvenes, ideas románticas, inspirándoles un

sentimiento erróneo de la vida, pero noble,

puro y elevado? O al contrario se han de cortar

las alas a la imaginación en su primer vuelo; y

hacerles comprender que esos héroes que pintan

los poetas no existieron sino idealmente? Con

el primer sistema se debilita el alma,

suprimiendo la energía para la lucha de la

vida, y causando mil desengaños; y con el

34
segundo, se forman corazones poco elevados,

infundiendo un elemento de aridez y de sequedad

en los sentimientos y el carácter. (Acosta de

Samper, 81-82)

Sin embargo, la narradora responsabiliza a los autores

románticos de llenar de “(…) cierta languidez y ternura

exagerada” (80) los corazones de los jóvenes; de hacer que las

adolescentes como Lucila y Teresa sueñen con cosas imposibles

y se desilusionen terriblemente cuando se dan cuenta de que

lo que ellas pensaban que era la vida, era lo contrario. La

narradora parece dar a entender que no está muy de acuerdo con

que los jóvenes se apasionen con la literatura romántica, a la

cual se refiere como “Literatura de Sensiblería” (80).

En el segundo capítulo de la novela, Lucila, de dieciséis

años, y Teresa, de quince, se separan. Las dos jóvenes salen

del convento llenas de ilusiones y esperanzas. El sueño de

Lucila era pasar su vida al lado de su héroe romántico, su

primo Reinaldo.

Lucila, con aquel carácter dulce que la

distinguía, soñaba con un porvenir de paz, al

amparo de algún castillo viejo, feliz con el

amor del ser que amaba con su imaginación, ser

que para decir verdad había tomado forma

35
palpable de un primo suyo, á quien no había

visto desde que estaba muy chica, pero á quien

adornaba con todas las virtudes y la belleza de

un paladín de la edad media. (Acosta de Samper,

81)

Sin embargo, nunca va a poder ver realizado su sueño, el

destino le tiene preparada otra vida diferente. Lucila se ve

obligada a irse a vivir a una pequeña casa en el campo, el

único patrimonio que ha podido conservar la familia, y vivir

allí una existencia aburrida y monótona al lado de su madre y

de su padre, quien muestra claros síntomas de locura.

Desde allí empieza a escribirle a Teresa, quien se encuentra

viviendo en Lima. La primera carta que Lucila le escribe, ya

deja entrever el estado anímico en el que se encuentra debido

a su situación. Ya desde los primeros días de su llegada,

Lucila se da cuenta de que allí no va a poder ser del todo

feliz y va a tener que vivir una existencia distinta de la que

había soñado. Así comienza la carta de Lucila:

“… No te mentiré, decía, disculpándome con que

no había tenido tiempo para escribirte, lo que

no sería cierto; te confesaré que el motivo de

mi silencio ha sido otro: temía descubrirte el

36
fondo de mi alma y hacerte conocer mi

desengaño…”. (Acosta de Samper, 82)

“El ambiente suave, el perfume de las flores,

el medio en que me hallaba, me hacían pensar en

que sería muy feliz; sin embargo, a veces mis

ojos se humedecían: esta vida quieta y monótona

satisfacía á mi alma… pero algo faltaba á mi

corazón. (…) y me asustaba un porvenir como

aquel; me hacía falta un alimento más fuerte;

sentía que “l’ennui naquit un jour de

l’uniformité”. (Acosta de Samper, 83)

Aunque Lucila diga que no está muy conforme con lo que le toca

vivir, tampoco parece decidida a hacer algo para cambiar su

suerte. En la carta da a entender que está resignada. En el

siglo XIX, se pensaba que la quietud, la pasividad y la

resignación, eran unas de las causas de la tuberculosis.

Sin embargo, por unos días (como Lucila le cuenta a Teresa en

su carta) su vida cambia al enterarse de que Reinaldo va a

visitar a la familia. Lucila espera con tanta ansiedad la

llegada de su primo, que termina enfermándose.

“Al mirarme en el espejo me encontré cambiada

con esa noche de insomnio: tenía una mancha

37
negra en torno de los ojos, y las mejillas

ardiendo; (…) Durante el almuerzo, mi padre

notó mi agitación; me creyeron indispuesta y me

mandaron retirar a mi cuarto y permanecer

tranquila; tranquila! … no podía estar quieta

un momento y cada hora parecía un siglo”.

(Acosta de Samper, 84)

El encuentro que Lucila llevaba esperando por tanto tiempo y

con tanta ilusión, termina por ser un fracaso. Reinaldo no es

lo que ella se había imaginado. En vez de encontrarse con su

príncipe azul, Lucila se encuentra con un hombre indiferente,

que la trata como a una niña. Además de eso se entera de que

Reinaldo está comprometido con una alemana rica y que el

matrimonio va a hacerse por conveniencia. Lucila, quien cree

fielmente en el amor romántico, se ve terriblemente

desengañada.

“(…) pero la verdad es que el desengaño que

había sufrido no dejaba de causarme pena

sintiéndome mortificada y ridícula ante mí

misma. El mundo se me presentaba muy diferente

de lo que había soñado; pero en fin, después

veremos…”. (Acosta de Samper, 89)

38
El romanticismo “se oponía a la racionalidad erótica de la

ilustración, la cual proponía que el corazón fuese gobernado

por la inteligencia. El romanticismo puso en primer lugar las

fuerzas irracionales, las intuiciones, los ensueños, los

instintos y la pasión amorosa. Consideró el matrimonio

tradicional como un monopolio odioso (…)” (Orlandini, 178).

Tanto para Lucila como para Teresa el matrimonio como un

negocio, algo que se acostumbraba a hacer en el siglo XIX, era

algo inconcebible.

Sin embargo, Lucila aun sabiendo eso, por el momento no pierde

las esperanzas. Después de unos meses, se ve obligada a viajar

a París antes del matrimonio de Reinaldo. Desde su llegada a

París su salud empieza a verse afectada por sus emociones. Al

día siguiente de su llegada ella y Reinaldo van a dar un paseo

a caballo.

Después del paseo en donde han tenido una conversación muy

íntima y sincera, en la que Reinaldo le confiesa que no está

enamorado de su futura esposa, Lucila llega un poco

descompuesta. El primer síntoma de la tuberculosis, la

palidez, aparece por primera vez en su cara.

“Esta frase tan breve me conmovió, en términos

que aún no me había serenado cuando llegamos á

la casa, y al ayudarme a desmontar Reinaldo me

39
preguntó si el paseo me había hecho daño, pues

estaba muy pálida”. (Acosta de Samper, 120)

De acuerdo con la mitología de la tuberculosis, como ya lo

había mencionado en el primer capítulo, se creía que la

tuberculosis era provocada por un sentimiento apasionado. En

este caso el sentimiento apasionado es el amor que Lucila

siente por Reinaldo. El día del matrimonio de Reinaldo, cuando

las esperanzas de Lucila se ven finalmente destruidas, la

enfermedad empieza a volverse más evidente. De aquí en

adelante la enfermedad gana fuerza en la historia, pues

empieza a ser una pieza clave en el desarrollo de la misma y

las acciones de Lucila se empiezan a ver afectadas por su

estado de salud.

Lucila le cuenta en la carta a su amiga Teresa que en la

fiesta de bodas, a pesar de sentirse abrumada de sentimientos

por el matrimonio de su amado, ella había causado una buena

impresión en el sexo opuesto.

“(…) Reinaldo no me volvió a hablar, y cuando

me senté me palpitaba el corazón. Seguramente

este sentimiento de agitación me era favorable,

pues me valió algunos cumplimientos lisonjeros

y frecuentes invitaciones á bailar…”. (Acosta

de Samper, 122)

40
Lucila atribuye a la agitación producida por las emociones

fuertes que ha recibido durante el día, el hecho de que su

apariencia sea atractiva a los hombres presentes en la fiesta.

Pero al seguir adelante leyendo la novela, se puede pensar que

la verdadera atracción era producida por los principios de su

enfermedad. Hay que recordar que la figura tuberculosa fue por

algún tiempo en el siglo XIX, el ideal de belleza femenina.

“Having TB was imagined to be an aphrodisiac, and to confer

extraordinary powers of seduction. These powers had a lot to

do with the erotic appeal of what was called “phthisic beauty”

by the French and the Germans: extreme thinness, long neck and
18
hands, shining eyes, pale skin, and red cheeks” (Hutcheon,

38).

Toda la escena de la fiesta de matrimonio, narrada por Lucila

en la carta, es muy emotiva. El sufrimiento de Lucila es muy

intenso; cada vez que Reinaldo se acerca a hacerle alguna

confidencia termina lastimándola. La confesión más dramática

la hace Reinaldo en el momento de la despedida, cuando le dice

que a él no le queda más remedio que resignarse. Lucila le

confiesa a su amiga:

“Mi corazón latía locamente, y sentía un dolor

horrible en el alma mientras que el coche

18
Traducción de la autora: “Se pensaba que tener tuberculosis era afrodisiaco y que ésta daba un extraodinario
poder de seducción. Estos poderes tenían que ver con el atractivo erótico de lo que los franceses y alemanes
llamaban `belleza tísica`: extrema delgadez, cuello y manos largas, ojos brillantes, piel pálida y mejillas rojas”.

41
rodaba suavemente por el camino real”. (Acosta

de Samper, 123)

Lucila habla de un dolor en el alma; esta frase es interesante

porque indirectamente asocia lo que le está pasando a Lucila

con la tuberculosis. Para los románticos, la tuberculosis era

la enfermedad del alma. Metafóricamente, una enfermedad de los

pulmones es una enfermedad del alma (Sontag, 18). La

tuberculosis también se conocía con el nombre de tuberculosis

amatoria y se relacionaba con la juventud por ser ésta la

etapa del primer amor (Hutcheon, 36).

Entre las causas de consunción enumeradas por el doctor James

Copland en 1861 “were many features that became part of the

“code” or meaning of the disease itself: nostalgia,

disappointed hopes and affections, depressing mental emotions,


19
(…)” (Hutcheon, 38). Según la mitología creada alrededor de

la tuberculosis en el siglo XIX, se podía pensar que la causa

de la enfermedad de Lucila es el amor no correspondido que

ella siente por su primo.

Unos días después del matrimonio de Reinaldo, la salud de

Lucila empeora hasta el punto de que su familia tiene que

llamar a un médico. Antes de 1882 los médicos no conocían la

19
Traducción de la autora : « muchas características se volvieron el código o el significado de la enfermedad en
sí misma: nostalgia, desilusiones, estados mentales depresivos`(…) ».

42
verdadera causa de la tuberculosis. Un libro de medicina de

1881 afirmaba que entre las causas de la enfermedad estaban la

herencia, el clima, la vida sedentaria, la poca ventilación,

la deficiencia de luz y las emociones deprimentes (Sontag,

54); según Thomas Dormandy también se creía que las

vestimentas impropias, la indulgencia sexual, la masturbación,

el celibato, montar a caballo, el alcoholismo y el tabaquismo

y bailar waltz y polka podían causar tuberculosis.

Todas estas causas hacían parte del mito creado por la

sociedad alrededor de la enfermedad. “When a society does not

understand- and cannot control- a disease ground seems to open

up for mythologizing and mystifying it”20 (Hutcheon, 39). La

literatura del siglo XVIII y XIX es responsable en gran parte

de esta mistificación y mitificación de la enfermedad.

Si se ignoraba la causa de la enfermedad, también se ignoraba

la forma de curarla. Los remedios recomendados por los médicos

eran a veces absurdos y en ocasiones eran peores que la

enfermedad. Algunos remedios incluso causaban la muerte. En el

mejor de los casos, el remedio solo proporcionaba unos días de

alivio al paciente, pero estaba comprobado que ninguno curaba

la tuberculosis. Entre los remedios recomendados por los

médicos estaban las sangrías, las ventosas, el aceite de

20
Traducción de la autora: “Cuando una sociedad no entiende –ni puede controlar- una enfermedad se abre la
posibilidad para que ésta sea mitificada y mistificada”.

43
hígado de bacalao, tomar sangre fresca de animales o humanos,

drogas hechas a base de trementina, yodo, excremento de boa

constrictor, quinina, mercurio y láudano entre otros

(Dormandy).

Entre los remedios recetados por los médicos estaban los

viajes a lugares secos y cálidos. Los lugares más

recomendados por los médicos eran el sur de Francia, Italia,

España, Egipto (Dormandy); en el caso de Lucila, el médico le

recomendó irse a Suiza a pasar el verano.

“Mi aspecto es cada día más frágil, según dicen

en términos que al fin en casa se alarmaron, y

el médico que llamaron declaró que tengo

síntomas de una afección pulmonar y que es

preciso el cambio de clima y de método de vida;

mi tía, que desea pasar el verano en Suiza, se

ha encargado de mí, y dentro de algunos días

partiré con ella”. (Acosta de Samper, 123)

Aunque los románticos fueron los que popularizaron los viajes

al sur, no fueron los primeros en hacerlos. Ya desde el siglo

primero antes de Cristo se aconsejaba viajar a climas cálidos

a los enfermos de tuberculosis (Dormandy). Lo que hicieron los

románticos fue establecer la idea de que la ciudad era un

lugar nocivo para la salud. La ciudad se volvió una metáfora

44
para un lugar insano, contaminado y viciado; estas metáforas

aparecen regularmente en la retórica romántica que opone el

corazón a la cabeza, la espontaneidad a la razón, la

naturaleza al artificio y la ciudad al campo (Sontag, 73). Es

interesante ver que la enfermedad de Lucila se empieza a

manifestar precisamente en París y no en el campo donde ella

vive.

Lucila después del viaje a Suiza, regresa a su vida usual, al

lado de sus padres. Durante este tiempo sigue escribiéndole

cartas a Teresa, en las que sólo habla de la vida monótona que

lleva y del deterioro progresivo de su salud. Cuatro años

después de haberse separado de su amiga, Lucila le escribe a

Teresa una carta muy desesperanzada, en donde es evidente que

el ánimo de Lucila ha decaído terriblemente y su salud

también. Lucila sospecha que ya no le quedan muchos años de

vida y cree que ya no podrá volver a ver a su querida amiga.

“Querida mía: - Hoy hace cuatro años que nos

despedimos, probablemente para siempre! Cuatro

años se han pasado desde aquel día en que,

llenas de esperanzas, emprendimos el camino de

la vida!... y cuantas penas, tristezas y

desengaños hemos recogido, en vez de las flores

que sembramos en el jardín de nuestros

ensueños!”. (Acosta de Samper, 150)

45
El médico de Lucila, al ver que el clima del campo le está

haciendo mal, le aconseja que se vaya a uno más cálido; esta

vez el lugar a donde se va es Niza. Según Lucila le cuenta a

Teresa, el cambio de clima la ha mejorado y también ha sido

muy beneficioso para la hija de Reinaldo, quien al igual que

Lucila tiene una constitución muy frágil y enfermiza.

“Interrumpí mi carta empezada en días pasados

porque me enfermé nuevamente y estuve de

muerte; pero ahora que este clima que me ha

mejorado quiero seguir escribiéndote. Un fuerte

ataque al pecho me debilitó tan completamente

que creí que todo había concluido; pero ya ves

que no fue así, y encontrando el médico que mi

reposición era muy lenta, aconsejó un clima más

cálido. Mi tía, que deseaba también llevar a la

niñita de Reinaldo á Niza, ha querido que yo la

acompañe”. (Acosta de Samper, 153)

Sin embargo, Lucila está consciente de que nunca se recuperará

del todo; ella sabe que su enfermedad no tiene una cura

definitiva. Los pacientes de tuberculosis como ella, tenían

momentos de total desesperanza, en los que estaban conscientes

de que la enfermedad los iba a matar rápidamente. En La

Traviatta Violetta dice “con tal morbo ogni speranza e morta”

46
(En Opera Desire, Disease and Death, 43). Y Little Eva en

Uncle Tom’s Cabin le dice a su padre “My strength fades away

every day, and I know I must go” (En Illness as a Metaphor,

24). En la misma carta Lucila le dice a Teresa:

“Si me vieras ahora tal vez no me conocerías;

el rosado de mis mejillas ha desaparecido

completamente, y éstas, si no han desaparecido,

han desmedrado tanto que al través de la cutis

casi se ven los huesos; en cambio mis ojos se

han agrandado y los rodea una sombra azul… Es

tal mi debilidad que el viento me llevaría y el

menor esfuerzo me postra. Pero dicen que aquí

recuperaré algún tanto mis fuerzas; y digo

algún tanto, porque no hay la menor esperanza

de que mi constitución vuelva a su antiguo

estado de robustez”. (Acosta de Samper, 154)

Es interesante ver que desde esta parte de la novela, la

representación de la enfermedad tiende en ocasiones a ser

realista. Al contrario de lo que pasa en la mayoría de

representaciones románticas de la misma, la enfermedad no

vuelve más bella ni deseable a Lucila. Por el contrario ella y

sus familiares afirman que la enfermedad está acabando

realmente con ella y definitivamente los resultados no son

halagadores.

47
“-¡Pobre Lucila, decía Reinaldo; cómo ha

cambiado! Es la sombra de lo que era, su propio

espectro!”. (Acosta de Samper, 156)

“Lucila había perdido en una noche casi todas

las fuerzas y la salud que le habían dado los

pocos días de contento, y parecía en su

abatimiento una flor marchita” (Acosta de

Samper, 177).

La enfermedad empieza a tener mayor protagonismo en la

historia cuando se convierte en un tema obligado en las

conversaciones de Lucila y su familia. En una de las

conversaciones que Lucila tiene con Reinaldo, ella le dice que

ya no hay ninguna esperanza de que se recupere. Sin embargo,

aquí la palabra esperanza tiene una doble connotación: por un

lado se refiere a la enfermedad y por el otro al amor por

Reinaldo.

“– “¿Acaso teme usted que la enfermedad no se

cure radicalmente?

-“No temo… estoy segura.

-“No diga usted eso, Lucila! Exclamó tomándome

la mano; no pierda la esperanza así.

48
-“Esperanza de qué? Pregunté con energía

mientras que sentía que los ojos se me llenaban

de lágrimas”. (Acosta de Samper, 155)

En las novelas del siglo XIX donde hay personajes

tuberculosos, es normal que el tema de mayor interés entre los

familiares y amigos del paciente sea la enfermedad. La

tuberculosis deja de ser del interés del paciente para

convertirse en un problema para la gente que lo rodea. En

parte los mismos allegados de los pacientes fueron los

responsables de que los mitos y creencias alrededor de la

tuberculosis sobrevivieran hasta la primera mitad del siglo

XX. Eso se debía al gran desconocimiento que había de la

enfermedad en el siglo XIX, el cual provocaba que los

familiares de las víctimas especularan sobre las causas de

ésta y sus posibles curas. Precisamente eso es lo que pasa en

una conversación entre Reinaldo y la tía de Lucila, en la cual

hablan del “mal” que literalmente está haciendo desaparecer en

vida a Lucila:

“-¡Pobre Lucila, decía Reinaldo; cómo ha

cambiado! Es la sombra de lo que era, su propio

espectro!

-“Efectivamente, contestó mi tía, pero si la

hubieras visto cuando llegó aquí!…

-“Es cierto que su mal es muy grave?

49
-“Sí: dicen los facultativos que la han visto

que nunca recobrará la salud; con muchos

cuidados y tranquilidad de ánimo vivirá algunos

años; pero siempre sufriendo,

-“Y cuál habrá sido la causa de su enfermedad?

Cuando yo la veía antes parecía gozar de buena

salud.

-“Es de constitución débil. El primer ataque

que tuvo fue poco después de tu casamiento; te

acuerdas?”. (Acosta de Samper, 156)

La tía sólo puede especular sobre las posibles causas del mal

que sufre Lucila. Para ella, el primer responsable es su

constitución débil, que sumada a una pena sufrida

aparentemente después del matrimonio de Reinaldo la hizo

susceptible a la enfermedad.

-“Además de su debilidad natural, el médico

dijo que alguna pena puede haberle desarrollado

el mal.

-“Alguna pena! Contestó mi primo con acento de

admiración; qué pena puede tener?

-“No sé… su vida ha sido siempre tan monótona,

tan sencilla. Es cierto que su carácter es

melancólico; pero esa es una triste herencia de

50
nuestra familia y la de su madre”. (Acosta de

Samper, 157)

En esta conversación entre la tía y Reinaldo, ésta reitera la

idea de que la constitución débil predisponía a la gente a

sufrir de tuberculosis. “For more than a century and a half,

tuberculosis provided a metaphoric equivalent for delicacy,

sensitivity, sadness, powerlessness ;(…)”21 (Sontag, 61). En

Dombey and Son, de Dickens, el narrador dice de Paul: “There

was a great want of vital power… and great constitutional

weakness” (Dickens, en Illness as a Metaphor, 62).

Al final de la conversación, la tía vuelve a mencionar el

carácter melancólico de Lucila, afirmando también la idea

romántica de que el carácter melancólico era un factor

decisivo en el contagio de la enfermedad. “The myth of

tuberculosis constitutes the next-to-last episode in the long

career of the ancient idea of melancholy –which was the

artist’s disease, according to the theory of the four

humours”22 (Sontag, 32).

A partir de los románticos, tristeza y tuberculosis se

volvieron sinónimos (Sontag, 32), “(…) it takes a sensitive

21
Traducción de la autora: “Por más de un siglo y medio la tuberculosis sirvió de equivalente metafórico a la
delicadeza, la sensibilidad, la tristeza y la falta de poder; (…)”.
22
Traducción de la autora: “El mito de la tuberculosis constituye el penúltimo episodio en la larga carrera de la
antigua creencia de la melancolía- la cual era la enfermedad de los artistas, de acuerdo con la teoría de los cuatro
humores”.

51
person to feel such sadness or, by implication, to contract
23
tuberculosis” (32). Balzac, uno de los autores que lee Lucila

en compañía de Reinaldo, expresa más claramente la idea que se

tenía en el siglo XIX de la tristeza:

“La tristeza, motivada por la ruina de todas

nuestras esperanzas es una enfermedad, y a

veces causa la muerte. La fisiología actual

debería procurar descubrir de qué modo un

pensamiento llega á producir la misma

desorganización que un veneno, y cómo la

desesperación destruye el apetito y cambia

todas las condiciones de la mayor fuerza

vital…”. (Balzac, en Teresa la Limeña, 157)

Siguiendo con el desarrollo de la novela, cuando la enfermedad

de Lucila está en sus últimas etapas, llega su amiga Teresa a

visitarla. Según el narrador, con la llegada de su amiga,

Lucila recupera rápidamente su salud:

“Lucila mejoraba rápidamente, halagada por el

placer de vivir al lado de Reinaldo y de su

amiga, contenta y colmada de atenciones

cariñosas”. (Acosta de Samper, 169)

23
Traducción de la autora: “Se necesita ser una persona sensible para sentir tanta tristeza y por lo tanto, para
contraer tuberculosis”.

52
Según las creencias populares del siglo XIX, los enfermos de

tuberculosis tenían un último momento de esperanza de curarse

y seguir viviendo. “A typical description of what was called

‘spes phthisica’ notes that those who suffer from consumption

‘are filled at time with vain and delusive hopes- seduced by

fancies that change of some kind would effect a cure, (…)’24

(Hutcheon, 44).

Uno de los casos más famosos de “spes phthisica” es el de

Violetta en La Traviatta, quien estando ya al borde de la

muerte, recupera las esperanzas de vivir con la llegada de

Alfredo, creyendo que va a sobrevivir, pero muriendo al poco

tiempo.

Teresa se queda un tiempo con su amiga, pero en ese tiempo

descubre que Reinaldo se ha enamorado de ella. Para tratar de

evitarle un dolor peor a su amiga, Teresa decide viajar a

París a estar con su padre, pero ya es muy tarde porque Lucila

sospecha de los sentimientos de Reinaldo.

Después de un tiempo Teresa decide volver al lado de su amiga;

por esa época Reinaldo está pensando partir de Montmart, lo

24
Traducción de la autora: “Una descripción típica de lo que se conocía como ‘spes phtisica’ dice que aquellos
que sufren tuberculosis están llenos de esperanzas vanas y engañosas- seducidos por imaginaciones de que
cualquier cambio en sus vidas los va a curar”.

53
cual hace pensar a Lucila que él no está tan enamorado de

Teresa como ella cree. Lucila al enterarse de la próxima

llegada de Teresa, le escribe una carta a su amiga, en donde

le dice que su esperanza ha renacido con la noticia de su

llegada y la partida de Reinaldo, y que por lo tanto su salud

ha empezado a mejorar. Aquí se puede ver otro caso típico de

“spes phthisica”.

“Estuve enferma algunos días, pero tú sabes que

la esperanza renace con facilidad; mi tía dijo

en mi presencia que Reinaldo quería irse de

Montmart por algún tiempo, y fijaba su partida

para algunos días antes de la época en que tú

debías venir… Respiré más libremente ¿acaso me

habría equivocado? … Mi salud empezó entonces

a recuperar alguna fuerza y pude recibir a

Reinaldo que vino a despedirse”. (Acosta de

Samper, 185)

Sin embargo, la esperanza de Lucila muere rápidamente cuando

se ve otra vez desengañada con la vida, al darse cuenta de que

Reinaldo se ha enamorado de su amiga Teresa. Esa noticia es

para Lucila el golpe final que la llevará a la muerte; esa

misma noche, según ella, sufre un ataque, signo de que su

muerte está cerca.

54
“(…); la resignación nació de repente en mí.

Qué podía esperar ya?… Al oírle hablar de tu

belleza, de tu gracia y talento, y recordar lo

que era yo (un espejo que teníamos al frente

reflejaba mi triste y marchita imagen)

comprendí que el mundo no era para mí… No me

sentía capaz de luchar para conservar una

existencia tan inútil; el golpe esta vez fue

mortal, y esa noche tuve un ataque que me

demostró que la muerte se acercaba…”. (Acosta

de Samper, 186)

Aquí otra vez se vuelve a mencionar el aspecto físico poco

favorecedor de Lucila. Para ella es evidente que al verse tan

mal por los estragos que ha hecho la enfermedad en su cuerpo,

no tiene la posibilidad de ser amada y deseada por Reinaldo.

La comparación entre su aspecto demacrado y el aspecto

saludable y hermoso de Lucila es terriblemente doloroso para

ella. Aquí Lucila se aleja del prototipo de heroína romántica

enferma de tuberculosis, para convertirse en una víctima más

de la terrible realidad que era la tuberculosis. Esto la

vuelve una mujer real, una mujer de carne y hueso, diferente a

las mujeres idealizadas por los héroes románticos

representadas en la mayoría de novelas románticas del siglo

XIX. Lo mismo que pasa con Lucila pasa con la enfermedad, aquí

la tuberculosis deja de ser la enfermedad idealizada de los

55
románticos y se habla de ella en términos más reales. Sin

embargo, tampoco se representa de una manera muy cruda, ni muy

impactante para el lector.

Después del último ataque, la salud de Lucila no se recupera y

empieza un lento período de agonía. “It has been suggested

that ‘at first glance, death by consumption or pulmonary

tuberculosis seems to present limited narrative options. The

victim’s lungs gradually cease to function, and- in literary

portrayals at least- the decline is so regular that its course


25
can be predicted with accuracy’” (Hutcheon, 58).

No todos los enfermos de tuberculosis se morían rápidamente,

algunos duraban décadas enfermos y morían viejos. Sin embargo,

había clases de tuberculosis que mataban en pocos meses a su

víctima. La agonía de la tuberculosis era en ocasiones muy

dolorosa, como se ve representada en La Dama de las Camelias.

¡Todo ha terminado!

Margarita entró en el periodo agónico a eso de

las dos de la madrugada pasada. A juzgar por

los gritos que lanzaba, dudo que haya habido

mártir cuyas torturas pudieran compararse con

las suyas. (Dumas, 252-53)


25
Traducción de la autora: “Se ha sugerido que ‘a primera vista’ la muerte por consunción o tuberculosis
pulmonar presenta opciones narrativas limitadas. Los pulmones de la víctima gradualmente dejan de funcionar y
– en representaciones literarias por lo menos- ese descenso es tan regular que el desenlace resulta ser fácilmente
predecible”.

56
La muerte por tuberculosis debía ser una muerte lenta,

dolorosa y estéticamente poco agradable. Sin embargo, la

literatura del siglo XIX “(…) is stocked with descriptions of

almost symptomless, unfrightened, beatific deaths from


26
tuberculosis, (…)” (Sontag, 16).

La representación de la muerte de Lucila entra dentro del

grupo descrito arriba, la de la muerte romántica por

tuberculosis. A pesar del supuesto sufrimiento por el que

debería estar pasando, Lucila parece estar tranquila. En

ningún momento se ve que se estremezca de dolor, ni que esté

pasando por alguna tortura difícil de soportar; al contrario,

el narrador dice que sonríe dulcemente:

Las sombras de la muerte se extendía sobre la

pobre niña; su respiración era penosa y tenía

los ojos cerrados. Cuando entró Reinaldo,

precedido de Teresa, se estremeció, trató de

sentarse pero volvió a caer sobre las

almohadas… Un color sonrosado invadió sus

mejillas y una dulcísima sonrisa iluminó su

fisonomía al dar la mano a Reinaldo, (…).

(Acosta de Samper, 190)

26
Traducción de la autora: “(…) está llena de descripciones de muertes beatíficas por tuberculosis, casi
asintomáticas y sin sentimientos de miedo.

57
Donde se distancia un poco de la representación romántica, es

en la imagen estética de Lucila. Al contrario de muchos

tuberculosos moribundos representados en la literatura que

mueren más hermosos, Lucila antes de morir es comparada con

una flor marchita. Su respiración es penosa y su cara está muy

pálida.

Lucila había perdido en una noche casi todas

las fuerzas y la salud que le habían dado los

pocos días de contento, y parecía en su

abatimiento una flor marchita (Acosta de

Samper, 177).

Estaba ésta reclinada en sus almohadas, rodeada

de blancas cortinas; y en su agitada

respiración, el brillo demasiado vivo de sus

grandes ojos y la palidez de su frente, se leía

una cercana disolución (Acosta de Samper, 182).

Lucila muere feliz al estar acompañada de sus seres queridos.

Al final nos da la impresión de que en los últimos instantes

de vida encuentra la tranquilidad y la paz que no tuvo en toda

su existencia. Según Susan Sontag “(…) tuberculosis death (…),

58
27
etherealized the personality and expanded consciousness” (19-

20). La enfermedad de Lucila expande su conciencia de modo

que pueda hacer las paces con su vida antes de su muerte.

Lucila en los últimos segundos de su vida aparentemente se da

cuenta de que sufrió por mucho tiempo, sin haberse dado cuenta

de que a su lado tenía gente que la amaba, así fuera de otro

modo al que ella hubiera deseado. De esa forma Lucila puede

morir en paz consigo misma y con el mundo, contenta de morir

al lado de la gente que más ha querido en su vida, Teresa y

Reinaldo.

Un relámpago de felicidad pasó por los ojos de

la moribunda, que con el último esfuerzo apretó

la mano de Reinaldo, y mirando a todas las

personas queridas que la rodeaban murmuró:

-Morir así rescata una vida de sufrimiento…

(Acosta de Samper, 190).

Como hemos podido ver, la enfermedad ocupa un espacio

importante dentro del desarrollo del personaje de Lucila. Es

interesante ver que el tratamiento del tema de la enfermedad

no se puede enmarcar claramente en una escuela. Podemos decir

que Lucila es el prototipo de heroína romántica “Anulada por

su sufrimiento y dominada por sus emociones” (González), pero

27
Traducción de la autora: “(…) la muerte por tuberculosis (…), eterealiza la personalidad y expande la
conciencia”.

59
el tratamiento de su enfermedad en algunas ocasiones tiende

más hacia el realismo que hacia el romanticismo.

Como ya lo había señalado antes, la representación de la

enfermedad se aleja del romanticismo en la forma en que se

representa la imagen física de Lucila. Sólo en una ocasión,

Lucila dice que la enfermedad la ha vuelto más atractiva, en

el resto de la novela la enfermedad deja de ser un símbolo de

belleza. La enfermedad en vez de volver más bella a Lucila, la

acaba rápidamente, volviéndola un fantasma en vida.

Otro punto en el que la novela se aleja de la representación

romántica, es en que en ningún momento se idealiza en alguna

forma a la enfermedad. Aquí la enfermedad no tiene ningún

rasgo positivo; ésta no hace a Lucila ni más hermosa, ni más

distinguida, ni más interesante. Tampoco para ella es un

símbolo de estatus social, ni de una vida socialmente

interesante, ni de tener una personalidad genial.

En donde la representación de la enfermedad se encuentra con

el romanticismo es en el manejo de la enfermedad como una

forma de la enfermedad del amor. Es evidente que Lucila está

enferma en parte por una desilusión amorosa. Al perder al

objeto de su amor, se enferma de tuberculosis y muere. Además

Lucila, como ya lo había señalado antes, pertenece al grupo de

60
heroínas románticas castas que mueren puras sin haber conocido

en su vida ningún placer sensual.

Dejando a un lado las consideraciones sobre la escuela a la

que más se acerca la representación de la enfermedad, es

interesante ver que hay algunas innovaciones en cuanto al

manejo del tema, más que todo relacionado con la voz femenina

que se apropia de éste y su forma de narración.

Algo que llama la atención es que todo lo relacionado con la

enfermedad siempre está narrado en primera persona, por

Lucila, la víctima directa de la enfermedad. Lucila encuentra

en las cartas un medio para expresar todo lo que siente,

piensa, ve y oye alrededor de ella. Para Martha Gonzáles: “Un

rasgo innovador para la literatura de su época es el hacer que

las protagonistas de sus novelas (de Soledad Acosta de Samper)

se apropien de la escritura para mejor representar el mundo

femenino” (González, 101). Y me parece aun más interesante que

una mujer se apropie de la escritura para hablar de un tema

tan delicado y personal como lo es la enfermedad.

Soledad Acosta de Samper en sus obras “evidencia su audaz afán

de transgredir los obstáculos sociales impuestos sobre la

mujer, tanto en la selección de los temas que trata como en

las técnicas narrativas que elige” (González). La forma en que

ella maneja el tema de la tuberculosis en la novela es de

61
cierta forma una manera de transgredir esos obstáculos. Con

algunas excepciones, las pocas experiencias de mujeres

tuberculosas del siglo XVIII y XIX en su mayoría fueron

narradas por personajes masculinos. A las mujeres tuberculosas

siempre se les miraba como objeto, generalmente sirviendo como

el objeto de amor de algún hombre o como modelo para su arte.

En ese sentido Soledad Acosta de Samper también está rompiendo

con ese esquema de mujer enferma como objeto y la está

poniendo como sujeto, intentando representar su mundo interior

y su forma de ver el mundo exterior. Es quizás por eso que

Martha González afirma que Acosta de Samper es pionera de la

llamada novela psicológica en América Latina.

En esta novela estamos ante un personaje arquetípico de la

tuberculosa romántica, pero viéndola desde su propio punto de

vista. Lucila no es en ningún momento un objeto, al contrario,

es representada como un sujeto complejo, que sufre, siente y

piensa.

Lucila es un personaje pasivo que tiene que resignarse a vivir

en el medio que le tocó y que en parte es víctima de los

patrones sociales de la época. Al venir de una familia

aristocrática venida a menos, ella no tiene los medios

económicos para ser una opción atractiva para los jóvenes

solteros en busca de un buen matrimonio. Por eso está

condenada a cuidar de sus padres hasta que estos se mueran y

62
pasar toda su existencia sola en una modesta casa en el campo.

Los mismos patrones sociales son los que imponen que una mujer

como ella no pueda ser más de lo que está destinada a ser por

su condición como mujer y por su situación económica. Lucila

no tiene la oportunidad de surgir como posiblemente la tendría

un hombre, ni tiene la oportunidad de revelarse contra la vida

que le tocó vivir e ir en busca de sus sueños. La enfermedad

refuerza esa imposibilidad de ser algo más en su vida, pero

también, y aunque suene contradictorio, le proporciona la

única salida que ella tiene de cambiar su destino, la muerte.

63
2.2 Teresa y la incurable melancolía.

Decidí incluir en este trabajo el personaje de Teresa, por ser

ella al igual que Lucila, víctima de una enfermedad romántica,

que aunque no se pueda afirmar que es tuberculosis, sí

comparte muchos rasgos con la enfermedad de Lucila. Los

síntomas que presenta Teresa y la causa de su mal podían

sugerirle a un lector del siglo XIX que ella sufre, más que de

tuberculosis, de melancolía. Lo que diferencia principalmente

la enfermedad de Teresa con la de Lucila es que Teresa nunca

tiene síntomas relacionados con los pulmones. Esto nos hace

pensar que la melancolía que ella sufre no va a desarrollarse

hasta el punto de convertirse en tuberculosis.

Al estar ligada la melancolía de Teresa a problemas amorosos,

se puede pensar que ella sufre en parte de una forma de

melancolía conocida como melancolía amorosa. Esta clase de

melancolía también era conocida o asociada con la enfermedad

del amor, la locura de amor, la enfermedad del enamorado o

erotomanía. Por muchos siglos el amor fue visto por algunos

médicos como una enfermedad o como causa de una (Jackson,

323).

Según Jackson los síntomas más comunes de la melancolía eran

el insomnio, la tristeza, la palidez y la pérdida de peso. Las

causas de la misma guardaban una gran semejanza con las de la

64
tuberculosis. En el siglo XIX se creía que algunas de las

causas de la melancolía eran: ambiciones frustradas,

desilusiones profundas, desengaños, fracasos, desilusiones

amorosas, predisposición hereditaria, problemas familiares y

reveses de fortuna (Jackson).

Al comienzo de la novela vemos a Teresa en su casa de

Chorrillos al lado del mar, allí termina después de haber

pasado por muchas desilusiones y desencantos que le ha tocado

vivir desde su separación de Lucila en París cuando eran

adolescentes. El resultado de esas experiencias la ha dejado

enferma y acabada.

Desde su ancho balcón que miraba hacia el mar,

Teresa contemplaba en silencio aquel

espectáculo, que tantas veces había mirado sin

cuidarse de él. Una larga y penosa enfermedad

había velado el brillo de sus ojos y daba una

languidez dolorosa a sus pálidas mejillas; su

abundante y sedosa cabellera, desprendida, se

derramaba sobre sus hombros, con un descuido o

indiferencia que indicaban sufrimiento. (Acosta

de Samper, 74)

Una narradora omnisciente, presente durante toda la novela,

nos dice que su corazón ha sido vencido en una lucha consigo

65
misma. Teresa parece estar muerta en vida porque ha perdido

todas las esperanzas y ya no tiene fuerzas para seguir

luchando consigo misma ni contra el mundo.

La expresión de su fisonomía después de

serenarse (pues su emoción duró solo un

instante) no era de tristeza ni de pesar

profundo, sino más bien de una persona cuyo

corazón ha sido vencido en la lucha consigo

misma: dolor vago pero más penoso que un

verdadero infortunio vivo y palpable. (Acosta

de Samper, 75)

Esa lucha consigo misma había sido entre la razón y el

corazón, entre la realidad y el mundo romántico en el que le

habría gustado vivir, pero que tuvo que dejar a un lado por

las circunstancias de su vida. Teresa al igual que Lucila,

soñaba con una vida diferente cuando estaban estudiando en

París; pero al contrario de Lucila ella quería una vida llena

de aventuras al lado de su héroe romántico. Así describe la

narradora a Teresa al principio de la historia:

Teresa de índole ardiente y entusiasta, no

deseaba esa tranquila paz: soñaba con una vida

agitada; deseaba hallar en su camino algún

joven romántico, desgraciado, a quien debería

66
sojuzgar después de mil aventuras peligrosas.

(Acosta de Samper, 81)

Ya desde el principio de la novela se nos hace evidente que el

sueño de Teresa no se cumplió y que es por eso que seguramente

está enferma. El carácter de Teresa también empieza a

develarse desde ese momento. Se hace evidente su gran

sensibilidad, según la narradora Teresa se “enternecía con

facilidad” (75). Más adelante vemos como Teresa en su primer

viaje a la casa de su madre en Chorrillos, se conmueve

profundamente con la música y se deja llevar de una vaga

melancolía, mostrando así una predisposición a la melancolía.

Se dejó llevar, pues, de una vaga melancolía y

abriendo su piano recordó los trozos más

sentimentales de su repertorio. (Acosta de

Samper, 102)

El carácter melancólico como ya lo había señalado antes, era

signo de una personalidad excepcionalmente sensible como la de

los artistas. Teresa tiene ese temperamento sensible que la

hace apreciar la literatura romántica y la música. Esta última

es la que más la afecta y la conmueve y va a ser determinante

en el desarrollo de su vida.

67
La música le sirve a Teresa como medio de expresión de sus

sentimientos, un medio de comunicación entre ella y su

enamorado Roberto Montana y un medio para recordar su pasado.

Al principio de la novela, Teresa al oír a lo lejos los

acordes de tres óperas, Lucia di Lammermoor (1835) de

Donizetti, Norma (1831) de Bellini y La Traviata de Verdi,

comienza a recordar toda la historia que la llevó a su estado

actual.

Teresa podía oír por intervalos algunos trozos

de la Lucía y de la Norma; después un valse

entero de la Traviata llegó a sus oídos con una

fuerza e insistencia singulares, como si un

espíritu misterioso se hubiera propuesto

golpear en su mente para producir un recuerdo

importuno. (Acosta de Samper, 76)

Es interesante ver cómo estas tres óperas se relacionan

intertextualmente con la novela, pues las tres tienen en común

con ésta una heroína en conflicto interior entre el amor y las

convenciones sociales, la sociedad y la familia. La Traviata

comparte con la novela el tema de la enfermedad; como habíamos

visto antes Violeta muere de tuberculosis después de haber

hecho un gran sacrificio y de haber sufrido una terrible pena

de amor.

68
La historia de Lucía es evidentemente parecida a la de Teresa

la Limeña. Lucía al igual que Teresa, se ve obligada a

contraer matrimonio por conveniencia aun sabiendo que ama a

otro hombre. El hermano de Lucía junto con un cómplice

falsifican una carta del enamorado de Lucía haciéndola creer

que él le es infiel; lo mismo hace el padre de Teresa con la

ayuda de Rosita, la amiga de ésta. Al final los enamorados

terminan separados, Lucía loca y Teresa enferma.

Los ideales románticos de Teresa no le permiten entender el

matrimonio como un negocio. Sin embargo, se ve obligada a

casarse con León para que su padre se recupere económicamente.

Teresa es consciente del sacrificio que está haciendo y de que

casándose con León está renunciando a todos sus sueños e

ideales y en parte acabando con su vida.

Es por eso que en ese momento el Adiós de Schubert que toca en

su despedida de soltera es tan significativo. Schubert fue uno

de los compositores románticos más importantes del siglo XVIII

y muchas de sus composiciones fueron inspiradas por los

melancólicos versos de Novalis. Con el Adiós, Teresa se

despide del sueño romántico y recibe con resignación la nueva

vida “realista” que le toca vivir.

Era un adiós supremo a su vida de niña, a sus

aspiraciones y esperanzas, al Manfredo de sus

69
ensueños, a la Teresa, amiga de Lucila, que iba

a transformarse en la esposa de León. (Acosta

de Samper, 108-109)

Teresa se había casado con la seguridad de no

amar a su esposo, pero con la resolución de

cerrar los ojos aun a la realidad

desconsoladora de sus sentimientos, y cumplir

sus deberes, si no con entusiasmo, a lo menos

con resignación. (Acosta de Samper, 124)

Teresa, al igual que Lucila, también se resigna; se resigna a

vivir en una sociedad superficial y vacía, y a regirse por sus

normas y estándares. Se resigna a cumplir el papel que le ha

sido designado a una mujer de su clase dentro de la cultura

latinoamericana del siglo XIX. Y con esa resignación aparecen

los primeros signos de la melancolía.

Al abandonar sus sueños y sus ideales Teresa se siente vacía.

En varias ocasiones la narradora habla del estado de ánimo en

que se encuentra Teresa después de su matrimonio. Son tantas

las penas y dolores que ella siente, que se habla de esos

sentimientos en términos de “veneno”:

Aquellos dolores palpables, penas que se pueden

decir, también tienen remedio, se consuelan, se

70
mitigan al exhalarlas; pero cuando, como

nuestra heroína, lo que uno sufre es un secreto

para todos; cuando lo que siente es un pesar

que lleva encubierto en el fondo del alma como

un objeto robado: entonces tal sentimiento de

dolor incierto, vago, muchas veces sin nombre,

echa una sombra duradera sobre el espíritu y el

corazón joven y sencillo; no puede, después de

haber pasado por este desolador sentimiento,

conocer la felicidad, porque un sentimiento así

corroe como veneno, y la cicatriz que forma no

se borra jamás. (Acosta de Samper, 146)

Teresa queda viuda al poco tiempo de haberse casado. Después

de eso viaja a Europa a encontrarse con Lucila, y durante su

estadía allí Lucila muere. La muerte de su mejor amiga deja su

corazón aún más vació que antes. Con la muerte de Lucila,

Teresa comprende que está sola en el mundo y que nunca va a

encontrar una amiga como ella.

(…), en todas partes sentía vació el corazón,

pues aunque se le habían brindado otras

amistades, tal vez sinceras, comprendió que

jamás encontraría una amiga como la que había

perdido. (Acosta de Samper, 191).

71
Teresa emprende el regreso a Lima más desesperanzada de como

se fue. Sin embargo, se vuelve a encontrar con Roberto Montana

y recupera las esperanzas de poder vivir la vida que ha soñado

al lado de su amado. Teresa decide casarse con Roberto sin

importarle lo que piense su padre. Este desaprueba ese

compromiso porque sabe que si su hija se casa tendrá que

renunciar a la herencia de León y el perderá su posición

económica. Su decisión se la comunica a su padre y éste

furioso le dice que deje esas ideas románticas absurdas.

-(…) no pido ni deseo nada, ni aun lo que

poseo;… lo único que quiero es libertad para

ser pobre…

-Libertad para ser pobre! … interrumpió Santa

Rosa, con ironía; vaya una frase romántica! …

pero de romántica con los cascos a la jineta!28

(Acosta de Samper, 202).

Su padre, el señor Santa Rosa no va a permitir ese matrimonio;

por eso decide mandar a su hija a Chile. Mientras que Teresa

está en Santiago, Santa Rosa con la ayuda de Rosita, adultera

las cartas que intercambian Teresa y Roberto, haciendo que esa

relación se acabe.

28
Con los cascos a la jineta: Tener poco asiento y reflexión. (Diccionario de la Real Academia de la Lengua ,
320).

72
El que acaba la relación es Roberto, quien cree que el corazón

de Teresa le corresponde a otro. Teresa sospecha que su padre

es responsable de la reacción de Roberto y hacia él se dirige

estando enferma, para reclamarle por sus acciones.

Casi sin saber lo que hacía se presentó delante

de su padre, pálida, débil, moribunda y le dijo

entre sollozos: (…). (Acosta de Samper, 220)

La salud y el ánimo de Teresa se deterioran rápidamente. En la

última carta que le escribe a Roberto le dice que la última

ilusión de su vida ha muerto y le da a entender que su vida

también, que ya no tiene ninguna razón para seguir viviendo:

“Todo ha acabado ya, todo! Al fin he quedado

tranquila: la tranquilidad de la muerte es

cierto; ha muerto en mi alma la última ilusión,

y ya la vida para mí es árida y desnuda y la

veo en su yerta realidad. Siento que mi

espíritu ha perdido el resorte que lo movía y

que en pocas horas he llegado moralmente a la

senectud. La lámpara de amor ha quemado hasta

la última gota de su combustible y ha brillado

con su postrera luz, la flor de mi juventud ha

perdido su último pétalo, el desengaño ha

venido al fin”. (Acosta de Samper, 223)

73
Varios meses después, Teresa ve a Roberto al lado de otra

mujer. La impresión que le causa esta visión es tan fuerte que

se enferma hasta el punto de llegar a estar en peligro de

muerte. Ella al final se recupera pero afirma que hubiera

querido morir, pues no le encuentra ningún sentido a su vida.

Un fuerte ataque al cerebro, seguido de fiebre,

la puso tan cerca de la muerte que durante

algunos días se creyó que no viviría;(…).

(Acosta de Samper, 229)

A pesar de haberse recuperado, su estado de ánimo y su salud

nunca van a ser los mismos. Con la enfermedad, la belleza que

antes había conquistado a tantos corazones se acaba, se seca,

al igual que su alma.

(…) y aunque llevaba la muerte en el corazón

nadie lo supo; (…) Durante mucho tiempo su

salud continuó débil; su mirada perdió el

brillo y su belleza la frescura; una mórbida

palidez invadió sus mejillas y su hermosura se

apagó. (Acosta de Samper, 229).

El único hombre que sigue a su lado es Carlos Pareja, un joven

que desde su llegada a Lima empieza a frecuentar su casa, aun

74
sabiendo que no tiene ninguna esperanza con ella. Pero ni

siquiera él logra devolverle la esperanza a su corazón. Al

contrario, él ve que no puede hacer nada por sacar a su amada

de esa melancolía que la tiene muerta en vida.

(…)Pareja (…), veía con terror fijarse en la

fisonomía de la que amaba con tanta abnegación,

una incurable melancolía. (Acosta de Samper,

229)

La novela termina como empezó, con Teresa apoyada en el balcón

de Chorrillos. La narradora nos deja la duda de si Teresa al

fin se pudo recuperar del todo de la enfermedad y vivir feliz

por el resto de sus días, o si por el contrario estaba a pocos

días de su muerte.

Hay varias similitudes entre el personaje de Teresa y el de

Lucila. Teresa, al igual que Lucila, puede ser considerada una

heroína romántica, pero al igual que su amiga guarda algunas

diferencias con las heroínas románticas convencionales del

siglo XIX y ella.

Dentro de la novela, Teresa nunca es tratada como un objeto y

aunque no se apropie de la escritura como lo hace Lucila, el

lector siempre está al tanto de lo que pasa dentro de su

interior, y de cómo concibe el mundo. Ya sabemos que Teresa

75
está destinada a vivir en una sociedad que no cumple con

ninguno de sus ideales, pero al contrario de Lucila, Teresa

adopta una actitud menos pasiva que su amiga.

Teresa se enfrenta a las cosas que ella piensa que no están

bien, y aunque no triunfa en su empresa, lo sigue intentando

hasta el final. Ella al contrario de Lucila, intenta por sus

propios medios volver realidad los sueños de su adolescencia;

desafortunadamente el mundo contra el que está luchando es

mucho más poderoso que ella.

La enfermedad aparece como un símbolo de impotencia y

desesperanza. Ya cuando se da cuenta de que es inútil seguir

luchando, su cuerpo y su mente parecen unirse para dejarse

acabar simultáneamente. Sin embargo, su cuerpo parece ser más

fuerte que su alma y termina ganándole la batalla a esta

última. Finalmente termina curándose físicamente de la

enfermedad, pero su corazón nunca va a tener remedio.

76
2.3 Teresa y Lucila: Dos heroínas románticas reales en un
mundo difícil.

Teresa la Limeña no es una novela conocida para la mayoría de

lectores de nuestro siglo; muy pocos lectores tienen la

oportunidad de encontrarse con esta novela escrita por Soledad

Acosta de Samper, una de las escritoras más importantes que ha

tenido Colombia y que, sin embargo, ha permanecido en el

anonimato como la mayoría de sus obras.

En Teresa la Limeña, como señala Monserrat Ordoñez, se

encuentran los temas más frecuentes de la novela del siglo

XVIII y XIX, “la educación y las lecturas de la mujer,

amistades y soledad, vida social, amor y matrimonio, ambición,

envidias e intrigas” (21). Faltaría agregar un tema más a esa

lista: la enfermedad. Y en este caso, como ya hemos visto, la

tuberculosis y la melancolía, dos de las enfermedades más

tratadas en la literatura del siglo XIX.

Teresa la Limeña hace parte del extenso grupo de textos del

siglo XVIII y XIX en los cuales se hace mención de la

tuberculosis. Como se pudo ver en el primer capítulo, un gran

número de escritores y artistas sufrieron de esta enfermedad y

escribieron sobre ella. De este grupo me parece importante

destacar al compositor romántico Schubert y a los escritores

franceses Lamartine, Balzac y Alejandro Dumas (Hijo), por

77
estar ligados íntertextualmente con la novela, apareciendo en

momentos clave de la vida de sus protagonistas.

Lamartine y otros escritores románticos de la época, sirven

como fundamento de la ideología romántica que acogen Lucila y

Teresa como ideal de vida. Como vimos en el primer capítulo,

la obra de Lamartine estuvo marcada por la muerte de su amada

Julie a causa de la tuberculosis. De forma involuntaria la

novela empieza a hacer pequeñas alusiones a la tuberculosis,

aunque no de forma directa, ni expresa.

El Adiós de Schubert aparece en el uno de los momentos más

decisivos de la vida de Teresa, cuando se va a casar con León

en contra de sus principios. Recordemos que varios poemas de

Hölty y Schiller inspirados en la tuberculosis fueron usados

por Schubert en sus composiciones.

Balzac por su parte es nombrado y leído por Reinaldo a Lucila

en el momento en que su salud se deteriora rápidamente y el y

su familia parecen estar muy preocupados por su enfermedad.

Reinaldo le da a entender a Lucila con esta frase de Balzac:

“La tristeza motivada por la ruina de todas nuestras

esperanzas es una enfermedad; y a veces causa la muerte (…)”

(Teresa la Limeña, 157), que conoce la verdadera causa de su

enfermedad, y que ésta no es más que una profunda pena en su

corazón.

78
La otra mención importante que se hace en la novela a otra

obra relacionada con la tuberculosis, es a La Traviatta, ópera

basada en La Dama de las Camelias de Alejandro Dumas. Esta

novela tiene quizás el personaje tuberculoso más recordado de

todos los tiempos, Margarita Gautier. La Traviatta aparece en

uno de los momentos más importantes de la vida de Teresa, al

día siguiente de haber conocido personalmente al amor de su

vida Roberto Montana. Más adelante La Traviatta la hará

recordar toda la historia de su vida mientras se encuentra

convaleciente en la casa de Chorrillos.

Como hemos podido ver, durante toda la novela hay una alusión

casi imperceptible a la tuberculosis. Estamos en todo momento

en presencia de la enfermedad, del dolor, de las penas y de la

muerte, indirectamente por medio de estas obras; Lucila y

Teresa se conmueven constantemente con estas manifestaciones

artísticas, y éstas a la vez refuerzan lo que ellas dos

sienten en cada momento.

Las obras mencionadas aquí y en el primer capítulo fueron

responsables en parte de la creación y afirmación de los

diferentes mitos alrededor de la tuberculosis; Teresa la

Limeña afirma el mito de la tuberculosis como una enfermedad

causada por una gran desilusión o pena de amor. Tanto Lucila

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como Teresa se enferman al ver perdidas todas las

posibilidades de encontrar un amor como el de sus ensueños.

Pero ése no es el único mito que la novela afirma; también en

diferentes momentos de la novela se ratifica el mito de que el

carácter melancólico, la debilidad, la vida monótona y la

herencia causaban tuberculosis. Para la tía de Lucila es

evidente que su enfermedad se debe a su carácter melancólico,

a la debilidad heredada de su familia y a la monotonía de su

vida.

Para un lector de nuestro siglo familiarizado con la historia

de la tuberculosis en el siglo XIX, se hace evidente que la

novela también ratifica los mitos de la pasividad ante la

vida, la resignación, la pasión, la juventud asociada con la

virginidad y la pureza, como causas de tuberculosis, aunque no

se nombren como tales en la novela.

Sin embargo, aunque todos estos mitos fueron considerados

verdades por la gente común y por los médicos de la época, no

creo que la intención de la novela sea hacer una descripción

muy realista de lo que de verdad significaba tener esta

enfermedad. La novela no está pensada para que gire alrededor

de la enfermedad, como en las novelas de los hermanos

Goncourt, sino para que ésta sea un elemento más en el

desarrollo de la vida de los personajes.

80
¿Pero qué significa realmente para el personaje de Lucila

estar enferma de tuberculosis y para el del Teresa estar

enferma de melancolía? Antes de contestar esta pregunta

tenemos que tener en cuenta que estamos ante unos personajes

complejos; las dos tienen rasgos muy marcados de la heroína

romántica típica, pero se diferencian de ésta en el papel que

juegan dentro de la novela. Como señala Lucia Guerra

Cunnningham, la heroína romántica típica es hermosa,

espiritual, pura (353) –todos estos rasgos los comparten

Teresa y Lucila-, y tiene la función de ser la proyección

imaginaria de un sujeto androcéntrico, un otro inmovilizado en

la perfección y que carece de identidad propia. Sin embargo,

ni Teresa ni Lucila cumplen esa función dentro del desarrollo

de la novela.

Como lo habíamos visto antes en la descripción de los

personajes de Lucila y Teresa, las dos tienen una identidad

propia muy marcada y no son el objeto de identificación de

ningún héroe romántico. Al contrario, ellas, en especial

Teresa tratan como muchos héroes románticos de trascender “las

limitaciones de una sociedad utilitaria por medio de una

búsqueda de carácter espiritual” (Guerra Cunningham, 353).

La enfermedad en el caso de Teresa y Lucila deja de tener en

cierta forma la connotación que tiene en otros textos

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románticos del siglo XIX, donde como señala Guerra Cunningham,

la enfermedad en una mujer anula “toda expresión de poder, (…)

volviéndose un atributo que embellece al cuerpo sumiso y débil

subordinado a la ley del padre y a la ley del esposo” (355).

En el caso de Lucila, la enfermedad anula toda expresión de

poder, que por cierto nunca ha tenido, pero no la embellece ni

la hace más interesante para Reinaldo. Ella por su condición

de mujer y por su situación económica aparece como un

personaje débil, la enfermedad sólo refuerza esa idea. Su

cuerpo al no volverse más bello ni más deseable para los

hombres, hasta cierto punto deja de estar subordinado ante la

ley de su padre ni de su esposo, en la medida que no hay

ningún aspecto positivo en su fragilidad, ni en su debilidad.

En el caso de Teresa, la enfermedad tampoco tiene ningún rasgo

positivo para los hombres que la rodean. En su caso la

enfermedad la aleja del mundo, sirve como un muro entre ella y

la sociedad. La enfermedad la aleja de los hombres y la vuelve

capaz de sobrevivir sin ellos, de ser independiente. La

enfermedad muestra su fragilidad, pero a la vez muestra su

poder; al sobrevivir Teresa muestra que es fuerte y que es

capaz de soportar todas las inclemencias de la vida y que no

se va a morir a causa de ningún hombre.

El cuerpo de Lucila y el de Teresa sirve para mostrar el dolor

que tienen en el alma. El desengaño, la desarmonía entre lo

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vivido y lo deseado se manifiesta físicamente bajo la forma de

tuberculosis y de melancolía respectivamente. Como ya lo había

mencionado antes, la tuberculosis es metafóricamente una

enfermedad del alma. El dolor que siente en el alma Lucila se

manifiesta físicamente en una enfermedad pulmonar.

La enfermedad en Teresa la Limeña hace lo contrario que en

otras novelas románticas del siglo XIX, individualiza a Teresa

y a Lucila; las hace unas heroínas reales, de carne y hueso.

Lucila y Teresa se enferman porque tiene un carácter diferente

al de las otras mujeres de la sociedad, representadas en la

novela por Rosita y la esposa de Reinaldo. Teresa y Lucila al

contrario de las otras mujeres todavía sueñan con unos

ideales, creen profundamente en el amor romántico y no en el

amor como un negocio, son mujeres que no están dispuestas a

dejarse llevar por las banalidades de la sociedad de la época

y que quieren una vida más plena y significativa.

Podríamos pensar que para la novela, Teresa y Lucila son

personajes superiores que viven en un mundo inferior y que ese

mundo inferior es el que las lleva a la muerte en vida y a la

muerte respectivamente; y que no es el carácter débil

atribuido a todas las mujeres el que las lleva a enfermarse,

sino las penas provocadas por la desilusión y por las

circunstancias que les tocó vivir.

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La novela nos presenta dos formas de ver el mundo totalmente

opuestas: por un lado la visión romántica del mundo

representada por Teresa y Lucila, y por el otro una forma más

realista basada en las convenciones sociales y los intereses

económicos y representado por los círculos sociales que rodean

a Teresa y Lucila. Parecería que la novela reafirmara la

segunda opción de vida y no la primera, dado que las dos

representantes de la primera terminan muy enfermas y una de

ellas muere, dando a entender que este estilo de vida es

perjudicial en todo sentido. Sin embargo, no creo que la

intención de la novela sea condenar ninguna de las formas de

vida; lo que trata de hacer es dar una visión de las dos y

dejar al lector decidir qué clase de lectura le quiera dar a

ese problema. Sin embargo, aunque no condena la forma

romántica de ver la vida, sí parece señalar que los tiempos

están cambiando y que la visión romántica del mundo está

desapareciendo. Que ya no hay espacio para seres como Lucila.

Ya vimos que Teresa y Lucila se alejan de la heroína romántica

típica. Ahora es importante señalar las innovaciones de Teresa

la Limeña en cuanto al manejo del tema de la enfermedad

teniendo en cuenta cómo la voz femenina se apropia de éste.

Todo lo relacionado con la enfermedad es narrado en primera

persona por Lucila. El medio que usa para esto son las cartas

que escribe a Teresa; en general cuando se mira un poco la

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historia de la tuberculosis, se puede ver que la mayoría de

testimonios sobre la misma fueron escritos por hombres. Las

correspondencias son generalmente entre hombres, como en caso

de Keats y Shelley y de Kafka y Max Brod. Es interesante que

en este caso, aunque sea ficción, la correspondencia sea entre

dos amigas y que se trate este tema tan trascendental.

Hay muy pocas voces femeninas dentro de la representación de

la tuberculosis en la literatura del siglo XIX. A excepción

del Diario de María Bashkirtsev los demás textos son narrados

por voces masculinas. Lucila es de los pocos personajes que

habla personalmente de su enfermedad. En el caso de Teresa, la

que parece estar hablando de su enfermedad es una narradora

omnisciente. De todas formas todo lo relacionado con la

enfermedad está visto y contado por una voz femenina.

Quizás esta novela intenta darle importancia a la mujer dentro

de una sociedad donde no la tiene. Soledad Acosta de Samper

parece en esta primera etapa de su obra querer darle un sitio

importante a la mujer y por eso en Teresa la Limeña ellas son

las que hablan de sus problemas, ellas son las que sienten y

ellas dejan de ser un objeto para verse como un sujeto

complejo y dar a conocer al mundo una imagen real de las

mujeres.

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OBRAS CITADAS Y CONSULTADAS

Acosta de Samper, Soledad. Teresa la Limeña en Novelas y


cuadros de la vida suramericana. Gante: Imprenta de
Vanderhaeghen, 1869.

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subjetividad romántica en la narrativa de Soledad Acosta de
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86
Silva, José Asunción. Obra completa. Medellín: Editorial
Bedout, 1968.

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