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Había una vez un pequeño planeta llamado Tierrita, que viajaba alrededor del brillante

Sol en un baile cósmico sin fin. En Tierrita vivían muchas criaturas maravillosas: los
árboles altos, los animales curiosos y las flores coloridas.
En Tierrita, cada año, llegaba un momento especial llamado el Equinoccio de
Primavera. Era como un gran abrazo entre el Sol y la Tierra, un momento en el que el día
y la noche duraban lo mismo, cuando el Sol brillaba directamente sobre el ecuador de
Tierrita.
Todo comenzaba cuando la Tierra inclinaba su eje hacia el Sol. Era como si se inclinara
para darle un beso cálido al astro rey. Esta inclinación especial hacía que el Sol
iluminara por igual ambos hemisferios de Tierrita, haciendo que el día y la noche
tuvieran la misma duración.
En el bosque mágico de Tierrita, vivía una sabia hada llamada Aurora, que cuidaba de
las estaciones y de los cambios que ocurrían en la Naturaleza. Aurora tenía una varita
mágica que pintaba los cielos con colores brillantes al amanecer y al atardecer.
Un día, mientras pintaba los pétalos de las flores con luz dorada, los animalitos del
bosque se acercaron a Aurora y le preguntaron: "Hada Aurora, ¿qué es un equinoccio
de primavera?"
Con una sonrisa tierna, Aurora les explicó: "Queridos amigos, el equinoccio de
primavera es un momento mágico en el que la Tierra se equilibra delicadamente entre
el día y la noche. Es como si el Sol y la Tierra se tomaran de la mano y bailaran juntos
en perfecta armonía".
Los animalitos asintieron con curiosidad mientras Aurora continuaba: "Durante el
equinoccio, la Tierra se prepara para despertar de su largo sueño invernal. Los campos
se llenan de flores, los árboles reverdecen y los pájaros regresan de su viaje al sur para
construir sus nidos".
Los animalitos escuchaban con atención, maravillados por las palabras de Aurora. "Es
un momento de renovación y esperanza", concluyó Aurora. "Es cuando la Naturaleza
nos recuerda que, aunque las estaciones cambien, siempre habrá luz y vida en nuestro
querido planeta Tierrita".
Desde entonces, cada año, los animalitos del bosque celebraban con alegría el
equinoccio de primavera, recordando siempre el mágico abrazo entre el Sol y la Tierra
que llenaba sus corazones de asombro y gratitud por el milagro de la vida.

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