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Un liderazgo bueno y fuerte es lo que necesita el mundo hoy. Dondequiera que miramos
–desde nuestros gobiernos hasta nuestros negocios, barrios y hogares, nos encontramos
rodeados por los devastadores resultados de la inestabilidad, la indecisión y la
corrupción; todo porque falta liderazgo. Los secretos del liderazgo no son nuevos. De
hecho, los encontramos a lo largo de toda la biblia. Nehemías, un hombre que vivió
alrededor del año 450 a.C., y por medio de su experiencia vamos a entender todos los
elementos del liderazgo que necesitamos hoy.
Cuántas veces les había advertido Dios a los israelitas a través de sus profetas que se
volvieran a Él, que dejaran los ídolos y las costumbres malvadas que aprendieron de sus
vecinos. Pero ellos no quisieron. Sus oídos se volvieron sordos. El pueblo que Dios
había apartado para El, como pueblo especial, fue alejado de su presencia y llevado al
cautiverio. 2 Reyes 17,1-23 nos revela la situación tan delicada que obligó a Dios a
esparcir a Israel sobre las naciones bajo un régimen de cautividad. Ahora, el pueblo de
Israel era esclavo, cuyo mayor opresor fue el imperio babilónico. En este momento de la
historia aparece un líder: Nehemías.
Los líderes son sensibles ante las necesidades de la gente que los rodea. Este es el
primer principio de liderazgo que hallamos en el libro de Nehemías. Dios usa personas a
las que les interese lo mismo que a Él le importa. A Dios le importó que los muros de
Jerusalén estuvieran por el suelo. A Nehemías le importó lo que le importó a Dios, y eso
hizo de él un líder.
Cuando se necesitó un líder, Nehemías dijo: “yo me ofrezco, aquí estoy, envíame a
mí”.
Tenía el cargo más envidiable de todo el reino, y el problema estaba a mil seiscientos
kilómetros de distancia. Le llevaría dos meses llegar allí en camello. Habría sido mucho
más fácil quedarse donde estaba, llevando la vida fácil y placentera de palacio. Pero
Nehemías dice: “yo voy. No soy constructor, pero voy a reconstruir los muros”. Él no
tenía las habilidades necesarias para ese trabajo, pero si tenía un corazón bien dispuesto.
Dios lo escogió porque era sensible y de confianza, y se había puesto a su disposición.
“Que tus ojos miren de frente y no se desvíe tu mirada. Mira donde pisas y todos tus
caminos estarán seguros. No te desvíes a derecha ni a izquierda y aleja tus pasos de la
verdad” (Pr. 4,25-27).
a. Compasión. “Ante estas palabras (que los muros de Jerusalén estaban por el suelo y
el fuego había consumido las puertas), me senté y me puse a llorar. Estuve afligido
sobremanera durante algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo” (Neh 1,4). A
Nehemías le interesaba realmente a la gente. De no haber sido así, ¿por qué un hombre
que llevaba una vida muy buena se iba a entristecer tanto con el informe que había unos
muros derrumbados en una ciudad situada a miles de kilómetros de allí? A Nehemías le
importó porque era un hombre compasivo; cuando oyó la noticia, sintió que tenía que
hacer algo para ayudar.
b. Oración. Los líderes saben que tienen que equilibrar su tiempo; necesitan pasar
tiempo con la gente para guiarla y necesitan pasar momentos a solas con Dios. El
tiempo de meditación es crítico para la eficacia del líder.
“Le dije: Señor, Dios del cielo, grande y terrible, fiel a la alianza y generoso para los
que te aman y cumplen tus mandamientos!. Mantén tus oídos atentos para escuchar la
plegaria que tu siervo te dirige día y noche por tus siervos los israelitas…” (Neh. 1,5-
6a). Nehemías era un hombre de oración y meditación. Oraba por todo: por cada
decisión que tenía que tomar, por cada crisis que tenía que enfrentar, por cada crítica
que recibía.
Cuando hizo su cabalgata de media noche por Jerusalén, se pasó tres días en su
habitación, saliendo solo de noche para inspeccionar los muros; el resto de tiempo lo
pasaba orando. Sin lugar a dudas, este periodo lo paso como un tiempo de meditación.
Igualmente Nehemías sabía poner en funcionamiento el cerebro antes de hablar. “al oír
todo esto, me llene de ira y, después de reflexionar, reprendí así a los jefes y a las
autoridades” (Neh 5,6-7a). Era un hombre de meditación; esperaba que Dios le diera la
perspectiva correcta.
c. Actitud positiva. “en el mes de Nisán… tomé el vino y se lo serví al rey… Como
nunca había estado triste en su presencia…” (Neh 2:1).
Nehemías tenía una actitud positiva; al parecer era una persona positiva y de buen
ánimo. Había estado sirviendo al rey Artajerjes toda la su vida y aquella era la primera
vez que había llegado con el ceño fruncido y una actitud abatida. Siempre había
mostrado buen ánimo y optimismo; no tenía el hábito de quejarse.
Todos preferimos seguir a un líder que tenga una actitud positiva. Los líderes deben ser
animadores, no desanimadores. La función del líder es levantar a la gente, no dejar que
se caigan. Aunque usted no sea por naturaleza una persona de buen ánimo, debe
esforzarse por llegar a serlo. El líder debe sonreír aun en las dificultades.
¿Cómo puede un líder tener buen ánimo cuando trabaja con la gente con la que no se
siente a gusto? ¿Cómo puede ser un líder de buen ánimo cuando se siente cansado y
agotado? El secreto está en Neh 8,10: “Pues este día ha sido consagrado a nuestro
Señor. ¡No estén tristes, que el Señor se alegra al verlos fuertes!”. A pesar de todos los
enemigos, Nehemías tenía buen ánimo porque tenía el gozo de Dios. El gozo es
diferente a la felicidad. La felicidad depende de lo que suceda. Es gozo es interno; no se
basa en circunstancias.
Para ser un buen líder como Nehemías, hay que ser compasivo, orar y gozar de buen
ánimo.
Los líderes siempre piensan en el futuro. Siempre van por delante de todos los demás.
Eso es lo que lo separa de los seguidores. Esa manera de pensar, anticipar los problemas
y tener ya una solución para enfrentarlos, exige concentración. Es una de las
características del liderazgo.
e. Creatividad. Nehemías era creativo a la hora de resolver problemas. Hay gente que
piensa que se nace creativo, y es cierto, sin embargo, la creatividad es una habilidad que
se puede aprender.
Cuando los enemigos se oponían a la reconstrucción de los muros, Nehemías ideó una
solución creativa: “… puse a la gente por familiar, con sus espadas y lanzas, detrás de
las murallas, en los lugares más vulnerables y desguarnecidos” (Neh 4,13). Cuando los
enemigos se idearon los conflictos internos, Nehemías tomó un enfoque creativo para
resolverlos: “…a partir de aquel día la mitad de mi gente trabajaba en la obra, mientras
la otra mitad permanecía armada con lazas, escudos, arcos y corazas” (Neh 4,14-16).
Esto se logra con la ayuda decidida del pueblo como lo señala Pablo a los Romanos
12,11: “Trabajen con mucho ánimo, y no sean perezosos. Trabajen para Dios con
mucho entusiasmo”.
f. Valor. Cuando pensamos que todo lo que soportó Nehemías mientras alcanzaba sus
metas, vemos un hombre de valor. Dejo un trabajo tranquilo, seguro y bien pago en el
momento más elevado de su carrera, para ir donde nunca había estado antes, y hacer
algo para lo cual no había sido adiestrado. Sin embargo, la tomo porque creía que Dios
lo había llamado para aquella tarea.
Cuando el enemigo vino y dijo que lo iba a tacar, Nehemías le dijo: “luego de examinar
la situación, me levanté y dije… ¡no les tengan miedo! Acuérdense del Señor, que es
grande y temible, y peleen…” (Neh 4,14).
¿Qué es el valor? Realmente no es más que un sinónimo de fe. Ser valiente significa
estar dispuesto a correr un riesgo; dispuesto a dar un paso de fe. Eso es lo que hizo
Nehemías.
Pedro al caminar sobre las aguas nos da una muestra de valor. Fue necesario bajarse de
la barca; tiene que arriesgarse, y algunas veces, esto significa que va a tener que dar un
paso de fe. El valor es característico en los grandes líderes.
h. Conciencia limpia. Nehemías era un hombre íntegro. Sabía manejar muy bien el
éxito. “En cambio, los gobernadores que me precedieron habían impuesto cargas sobre
el pueblo, y cada día les habían exigido comida y vino por un valor de cuarenta
monedas de plata. También sus criados oprimían al pueblo. En cambio yo, por temor a
Dios, no hice eso” (Neh 5,15). Nehemías había sido nombrado gobernador de aquella
región por Artajerjes, el rey de Persia, el hombre más poderoso de ese tiempo. Eso lo
convertía en el hombre más poderoso de toda Judea. Durante los doce años que ocupó
aquel cargo, había podido hacer cuanto quisiera; había podido ser como muchos
dictadores modernos, y reunir una considerable fortuna personal; era el hombre más
poderoso de aquellas tierras, no tenía que informar a nadie, ni tenía que rendir cuentas a
nadie. Sin embargo, por el contrario decidió rechazar la tentación de las riquezas, en
favor de la compasión hacia el pueblo.
i. Convicciones. Los grandes líderes tienen fuertes convicciones. Se puede discutir por
opiniones, pero las convicciones son algo por lo que uno está dispuesto a morir.
Nehemías era un hombre con convicciones; creía que Dios lo había llamado a realizar
aquel trabajo y no había nada que lo pudiera detener. Nada de lo que intentaron sus
enemigos pudo impedir que se levantara aquellos muros. Probaron con las burlas, el
desaliento, el temor, la discordia, las divisiones, las distracciones, la difamación e
incluso la amenaza. Sin embargo, nada pudo sacar a Nehemías de sus profundas
convicciones.
Nehemías siguió adelante a pesar de todo. Aunque él y Pablo nunca se conocieron, por
supuesto porque fueron de épocas diferentes, ambos comprendieron lo mismo: “No nos
cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos
por vencidos” (Gálatas 6:9).
Dios no busca tanto en los líderes las capacidades como la credibilidad, la confianza y la
disponibilidad. Esas cualidades son todas, cuestión de decisión. Tal vez muchos digan:
yo no tengo los dones, el talento o el intelecto necesario. Sin embargo no es esa la
pregunta que Dios está haciendo. Dios está diciendo: ¿Se puede creer en los lideres que
hoy se presentan para las elecciones? ¿Tienen carácter? ¿Se halla su carácter en
crecimiento? ¿Estos líderes son sensibles ante la gente? ¿Son dignos de confianza?
¿Puede Dios apoyarse en ellos para salvar este pueblo?