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Preguntas
1 Presenta el argumento de la película en doce líneas
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hasta el punto de que cuando Simon regresa le cuesta mucho devolverle al perro. Las
relaciones entre los tres neoyorquinos se van estrechando hasta desembocar en un
viaje de “educación” en el amor y la amistad en el que cada uno aprenderá el valor de
los demás.
2 ¿Cuál ha sido el objetivo de utilizar esta película como herramienta didáctica?
Varias películas nos describen algunos trastornos mentales. Ésta en concreto se
centra sobre el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Jack Nicholson (como
Melvin Udall) nos muestra todo un repertorio de conductas repetitivas, impulsivas, no
controlables, que interfieren seriamente con su vida normal.
La película mantiene como hilo conductor de toda la trama la necesidad de afecto que
despliegan todos los personajes, desde el perro Vendrell hasta Helen Hunt (la
camarera Carol), pasando por los vecinos (Greg Kinnear como Simon, y Cuba Gooding,
Jr) y acabando en el propio Jack. Es el afecto, en cuanto supone aceptación
incondicional, lo que parece “curar” a Jack. Este aspecto de la película nos viene muy
bien para introducirnos en el psicoanálisis y después enlazar con las distintas teorías
psicológicas que se han propuesto a lo largo de la historia de la psicología.
Esa relación afecto-curación no es un componente esencial en los tratamientos
terapéuticos del TOC pero es muy interesante que se plantee. A fin de cuentas, la
necesidad de afecto y su satisfacción sana y equilibrada está en la base de la
estructuración de nuestro ser y nuestra personalidad, y por ende en la base de
muchos trastornos. En concreto, la falta de afecto y la presencia consecuente de
falta de seguridad, apoyo y contención, especialmente en edades muy tempranas, bien
puede generar estados de ansiedad que se pueden patologizar. Una de las
explicaciones que se dan al TOC, situación encuadrada dentro de los Trastornos de
Ansiedad, es que “sirve” a la persona para desviar la atención del problema ansiógeno
principal, elaborando todas esas conductas cuya finalidad suele ser la de aliviar y
descargar esa enorme ansiedad acumulada, pero de una forma indirecta y transitoria.
Esto es, en el caso de la película hay una posible conclusión que nos brindan: la falta de
afecto en Jack genera tal ansiedad que no puede soportar y que siente que no puede
manejar ni solucionar; por ello su mente “fabrica” todo ese repertorio de conductas
que por un lado le dan la sensación de control, por otro le distraen de su necesidad
imperiosa central, y por otro le alivian –aparente y transitoriamente- la fuerte
ansiedad (se siente mejor tras lavarse las manos de la forma en la que lo hace, o tras
comprobar que ha encendido y apagado las luces exactamente cinco veces).
Algo importante es notar como todos los personajes en la película (igual que en la vida
real) tienen sus más y sus menos. A fin de cuentas los estados mentales no son
cuestión de blanco o negro, de todo o nada, sino que todos nos situamos en un continuo
de grises más o menos oscuros/claros (todos somos un poquito obsesivos a veces,
tendemos a algunas compulsiones o “manías”, alguna que otra vez nos sentimos
deprimidos… y también felices, alegres, y ajustados, sufriremos algún que otro delirio
o alucinación, romperermos alguna norma).
Bien, y por si acaso, lo más recomendable es que demos y recibamos afecto en
abundancia.
Compulsiones
las típicas conductas relacionadas con la higiene (lavarse las manos con agua
hirviendo, tener las estanterías llenas de jabones usando uno cada vez que se
las lava, no tocar nada con sus manos sin guantes, no ser tocado por otros)
las relacionadas con la seguridad y el peligro (pasar 5 veces la llave, no pisar
las líneas que separan las baldosas o las grietas del suelo, usar sus propios
cubiertos de plástico esterilizados)
el orden y la planificación milimétrica de todos los detalles (tener los montones
de papeles, botellas de agua, botes de comida, CDs, perfectamente ordenados y
alineados, colocar los cubiertos siempre en la misma posición, necesitar que le
atienda siempre la misma persona en el restaurante o sentarse justo siempre a
la misma mesa, pedir siempre la misma comida y cantidad, la lista de ropa para
llevar que ordena meticulosamente en la cama, la música perfectamente
planificada para el viaje en coche y los CD etiquetados para la ocasión) o
los rituales (encender y apagar 5 veces las luces, ponerse las zapatillas al
levantarse de la cama sin que los pies lleguen a tocar el suelo).
4 ¿Què relación podemos establecer entre la película y el psicoanálisis? Describe
psicoanalíticamente el personaje principal.
Es la historia de un cuarteto, Melvin Udall (Jack Nicholson), Simon (el homosexual),
Carol (Helen Hunt, la camarera) y Verdell, el perrito de Simon.
Los tres, o los cuatro, tienen una problemática en común, problemática bastante
común desde la Revolución Industrial hasta nuestros días y que es la piedra de toque
de la neurosis moderna: la falta de padre, el déficit de la presencia del padre en la
vida de una persona.
Recordemos que a Melvin (Jack Nicholson) el padre le pegaba con una regla cada vez
que se equivocaba una nota en el piano.
Simon, cuando el padre lo descubre observando extasiado el cuerpo desnudo de la
madre, copiándola en sus dibujos, lo golpea hasta dejarlo inconsciente y luego le da
dinero para que no vuelva nunca más.
Carol (Helen Hunt) no tiene padre y su hijo, Spence, tampoco tiene padre, están tan
ausentes como inombrados.
Si bien esta cuestión del padre es una problemática en común no es sólo esto lo que los
unirá, porque muchas personas padecen este mal y sin embargo no por ello se juntan.
Entonces, ¿qué factores hacen que personas tan dispares socialmente,
económicamente, axiológicamente, es decir, desde el punto de vista de sus valores y su
cosmovisión se junten y se necesiten y cumplan funciones afectivas el uno para el
otro?
Comencemos por el personaje que encarna Jack Nicholson, como hemos dicho antes,
Melvin Udall es un escritor de novelas amorosas y eróticas, está concluyendo la novela
n° 62.
Realicemos un estudio arqueológico de su personalidad. Veamos las ruinas de su vida
afectiva, los restos de lo que podría haber sido una persona. Los gestos, actitudes y
sus palabras permiten reconstruir una historia. Lógicamente esta película nos depara
un buen final, el encuentro múltiple con los otros personajes le hará despertar, hará
renacer en él los rasgos de un ser humano, aparecerán sentimientos de necesidad,
piedad y consideración hacia las otras personas, antes impensables.
El Melvin que se nos presenta inicialmente persigue al perrito porque no quiere que
haga pis, para el psicoanálisis el hacer pis es el equivalente infantil de usar el pene,
luego Melvin tira al perrito por el incinerador. Si juntamos el comentario que luego
hace del sadismo de su padre que le pegaba cuando se equivocaba en las notas al tocar
el piano, reconstruimos en Melvin a su padre prohibiéndole el uso del pene y mostrando
qué pensaba en general acerca de lo que conviene hacer con un hijo: tirarlo a la basura,
los hijos son mierda. Por eso Melvin está lejos de la sexualidad adulta, por eso es un
ermitaño cascarrabias con la convicción de no tener hijos.
Todo esto se rige por una ley psicológica que dice: lo sufrido pasivamente se realiza
activamente. Es decir que lo que hemos sufrido como niños pequeños, lo que nos
hicieron y causó daño tenderemos, quieran que no, a hacérselo a otros, algo así como
que los otros “disfruten”, que tengan de mi propia medicina. Entonces en la radiografía
de Melvin encontramos el esqueleto del padre.
Contar las veces que cierra los cerrojos, encender y apagar la luz, etc.
Se trata de lo que se llaman actos y rituales obsesivos. Freud los denomina “la religión
privada”, pues al igual que en un culto religioso hay rituales, pasos a seguir que tienen
una significación simbólica. En la religión conocen ese significado los estudiosos de la
religión, los sacerdotes, etc. En la religión privada el significado es inconsciente y
secreto, pero se trata una vez más de tendencias sexuales prohibidas que mediante
los rituales tratan de frenarse y ocultarse. El pensamiento es “si no hago tal cosa
( encender y apagar la luz 5 veces o si no evito las rajaduras) sobrevendrá una
desgracia”. La lista de desgracias posibles es enorme: “si no hago esto me vuelvo
homosexual”, “si no hago aquello mi padre morirá”, “si no hago esto me vendrán ganas
de masturbarme”, etc.
Melvin encontró un sistema de estabilización de estos actos obsesivos con el n° 5, si
no lo hace viene la angustia. Debe hacerlo 5 veces. Es un gran avance porque sino no
hay solución y es eterno, no hay hendidura posible. Por ejemplo una persona con
pensamiento obsesivo piensa “¿y si el teléfono no tiene tono?”, entonces lo levanta y
tiene tono, corta… “¿pero ahora tendrá tono?” Levanta otra vez, “ah, sí tiene tono”,
corta, “pero ¿y ahora?” ¿Nunca os ha pasado no estar seguros de haber cerrado el
coche, o la casa?... Bueno así se empieza. Un amigo me hizo caer en la cuenta de que el
n° 5 es un número freudiano, es el número del complejo de Edipo, que es a los 5 años,
entonces si cumple con las 5 veces queda liberado hasta el próximo y cercano acto
obsesivo. La vida de este hombre es un continuo sucederse de actos obsesivos. Saltar
las rajaduras o hendiduras está relacionado con el complejo de castración, esto es
como los psicoanalistas denominan al resultado del temor a que el padre se cobre por
los crímenes o pecados incestuosos de que hablamos antes. Además también se
denomina de ese modo a la separación entre el hijo y la madre que el padre debe
efectuar, y esto queda retratado simbólicamente y en el inconsciente de Melvin las
rajaduras que salta y que quieren decir: no hay castración yo sigo haciendo según mis
deseos, toco y miro lo que quiero. Pero en realidad es un miedoso que hace pinta de
valiente.
Melvin evita los sentimientos, pero los sentimientos se expresan en el cuerpo. Cuando
le anuncia que van a venir a buscar al perrito, no puede pensar simplemente “qué pena
me da” sino que transpira copiosamente. Para evitar el dolor psíquico que implica el
reconocimiento de que no se puede obtener ciertas satisfacciones pues éstas están
prohibidas (como tocar a la madre o verla desnuda por ejemplo) Melvin anula sus
actos, se anestesia, niega los sentimientos, se hace “realista”: “Todos vamos a morir,
por lo que oí tu hijo también”, le dice a Carol. Ha perdido la piedad, se identifica con
un padre inmisericordioso. Realiza “sincericidios”, es decir homicidios de sinceridad
que son formas de sadismo, de ataque al otro al que quieren conservar como objetos
útiles, y los inútiles se los tira. Tiene dificultades para ponerse en el lugar del otro.
Claro que cuando Carol le agradece y lo transforma en alguien generoso, todo esto se
irá modificando un poco, lo suficiente para empezar.
Melvin pretendía vivir dentro de una bolsita de polietileno y alimentado por la madre
/la camarera, el rechazo al contacto y el temor al contagio hablan de una fantasía de
reinfetación, es decir vivir en el vientre materno, un mundo solitario e idealizado
dentro de la bolsita de la madre. Las rajaduras son el mundo tal cual es con sus
rajaduras, ser parido, ser lanzado al mundo lleno de bacterias, de rivales, de
desencantos… pero también, y sólo pasando, pisando la rajadura, comienza el mundo de
la relación con el otro y el amor posible y real, imperfecto y conflictivo.
Melvin querrá permanecer intrauterino, pero la realidad es que ha salido al mundo,
prefiere obtener las cosas del mundo, incluso amor y sexo en la fantasía (hasta que
luego con Carol se le juntarán ambos mundos). Escribe libros de amor y sensualidad
erótica, allí, aislado nos relata qué es lo que hay en su mundo interno, sublima
escribiendo, tiene, sin saberlo, un gran conocimiento de los anhelos que hombres y
mujeres tienen, pero sólo los puede aceptar a condición de que sean una ficción. Dirá
algo así como “todo esto son pavadas, no me importa nada, escribo esto porque a la
gente tonta le gusta y yo me aprovecho”.
Bueno, gracias a Verdell, el perrito, y su “mamá” Simon y también con Carol se le
juntará un poco de su mundo interior ficcional y un poco de su realidad, aunque al final
de la película hay un guiño, mientras Carol ya entró a la confitería en esa madrugada,
él está todavía con una pata en su mundo solitario, una vez más sortea la rajadura
antes de entrar. El guiño es “no vayan a creer que renuncié totalmente a mi religión”.
Esta película me ha gustado siempre por dos razones: su guión y su reparto, va más
allá de un drama con dosis de comedia negra. El guión se zambulle con una lucidez
sorprendente en las vidas de tres personajes, podríamos incluso incluir al perrito
Verdell como un cuarto personaje. Los personajes están muy bien escogidos y
maravillosamente descritos: el obsesivo-compulsivo, misántropo y casi ermitaño Melvin
Udall; la camarera, madre soltera de un pequeño asmático y casi siempre enfermo,
Carol Connely y el pintor homosexual de doloroso pasado y terrible presente, Simon
Bishop.
Bishop y Udall son vecinos de edificio, y Udall es habitual comensal en el restaurante
en el que trabaja Carol. Lo que altera, sin llegar a trastocar, las vidas del pintor y la
camarera, es el comportamiento amoral de Udall, que comienza la película lanzando al
vertedero al perro de su vecino Bishop. Un perro adorable, por cierto, que va a
resultar un personaje muy importante en la historia. Pero lo que perturba las vidas de
la pintora y el camarero son sendos desastres vitales en los que intervendrá, porque
no tendrá más remedio (porque finalmente adora al perro y le encanta comer en el
restaurante…) que echarles una mano.
Udall es el Jack Nicholson más desatado en mucho tiempo. Un papel expresamente
creado para él. Sólo un actor de su talento podía dar vida a un personaje tan en el
borde del disparate, y hacerlo creíble y emocionante. Udall es un individuo con
transtorno de personalidad que dice lo primero que se la pasa por la cabeza. Cosas que
a lo mejor diríamos pero que nos callamos por respeto y empatía. Pero también
despliega una habilidad asombrosa para tocar los cojones. Antológica la respuesta a
una fervorosa lectora suya que le pregunta por su capacidad para escribir sobre
mujeres: “pienso en un hombre, y le quito la sensatez y la responsabilidad”. O la
provocación racial al personaje de Cuba Gooding Jr., o el desprecio sistemático hacia
la orientación sexual de Simon. Melvin es un tipo que no quiere a nadie cerca, por
mucho que en el fondo le gusta Carol, y lo deja claro con sus malas maneras y sus
respuestas maleducadas.
Hunt es una de las mejores actrices también para la interpretación de su personaje ,
su papel es duro de interpretar porque era muy difícil no caer en lo melodramático, ya
que su camarera es una mujer al límite del cansancio y la desesperación, que además
tiene que aguantar al tarado más insoportable de la ciudad (Udall/Nicholson) todos los
días. Su drama, el de un hijo precioso que padece de un asma grave, pero que no puede
acceder a buenos cuidados porque carecen del dinero para pagarlos, es una crítica
brutal a ese chiste que es el sistema sanitario norteamericano, y Hunt es tan creíble
en ese papel de madre desbordada, regala a la pantalla tal derroche de belleza,
dignidad, vitalidad y frescura que hay que verlo para creerlo.
Y Kinnear, un actor que hasta entonces había hecho muy pocas películas, clava un papel
también muy difícil, porque en él se da la mano el patetismo con la reconciliación, el
orgullo con el amor fraternal, el perdón, la aceptación, la madurez interior. Por eso
este relato de buenos sentimientos, en que las diferencias y los complejos se superan
para alcanzar una mejor comprensión del otro, no se queda en la típica cursilería. Se
eleva hacia una hermosa representación de la soledad y la capacidad de sacrificio, en
una ciudad que es más un crisol de múltiples posibilidades de abrirse a los demás, que
una jaula en la que aislarse. Y todo esto narrado con sentido del humor, con ritmo, con
humildad. Sin grandes aspavientos, de forma serena y comprensiva.
No hay una sola escena que el espectador que no la haya visto pueda anticipar su final,
como no hay nada que sobre, ni que falte, en esta comedia dramática, o de drama
cómico. O simplemente cine realista, con más vida que la misma realidad, y cuyo
abierto final nos deja con una sonrisa de satisfacción que nada tiene que ver con los
finales felices, porque sigue siendo parte de la vida misma, y porque seguro que Melvin
la vuelve a fastidiar en el futuro.