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Arquidiócesis

de Barquisimeto
Parroquia San Antonio de Padua
Humocaro Alto – Municipio Morán
Estado Lara – Barquisimeto
Retiro de Cuaresma
Oración de Cuaresma
Padre nuestro, que estás en el Cielo,
durante esta época de arrepentimiento,
ten misericordia de nosotros.
Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras,
transforma nuestro egoísmo en generosidad.
Abre nuestros corazones a tu Palabra,
sana nuestras heridas del pecado,
ayúdanos a hacer el bien en este mundo.
Que transformemos la obscuridad
y el dolor en vida y alegría.
Concédenos estas cosas por Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
No dejarnos vencer por el miedo
El miedo forma parte de nuestra naturaleza. Sentir miedo, padecerlo, pensar
en él… es algo propio de las personas. En algún momento de nuestras vidas,
todos los seres humanos hemos sentido miedo. Todos, sin excepción,
también Jesús. El miedo tiene matices diversos y provoca reacciones
diferentes, pues sus causas son variadas y los modos de experimentarlo y
afrontarlo también. Cuando el miedo no está vinculado a algo que lo provoca,
estamos hablando de que la persona padece algún tipo de enfermedad.
Esta Cuaresma 2024 viene con una invitación muy concreta: no dejarnos
vencer por el miedo, que no nos pueda, que no guíe nuestra vida y escuchar
cómo Jesús nos anima a ello desde su propio miedo. Pocas palabras se
repiten más en los Evangelios que estas de Jesús: “No tengáis miedo”,
“confiad”, “No se turbe vuestro corazón”, “No seáis cobardes”, “No temas…”
Nuestros miedos
Sin irnos a situaciones límites de guerras o desastres naturales, cuántas
personas, por ejemplo, se enfrentan al miedo de que el dinero no les llegue a
fin de mes; o los padres de familia pensando en el futuro de sus hijos; o qué
decir de esa situación tan repetida de encontrarnos en una consulta médica y
que empiecen a hablarnos con esos términos raros que evocan que, a partir
de ahora, nuestra vida va a cambiar.
Cada etapa de la vida trae sus propios miedos, aunque algunos se repiten:
miedo a la vejez, a la enfermedad, la muerte, al fracaso, al desamor, la
soledad… La incertidumbre que provoca la situación mundial de guerras y
catástrofes… Reconocer ese miedo no es algo negativo.
Tener miedo no es malo y no es peor creyente quien lo siente. El problema
del miedo es que tiene un elemento paralizador que estamos llamadas a
superar porque si no, hace daño. Si el miedo vence, paraliza a la persona,
detiene su crecimiento, provoca desconfianza.
Si el miedo nos vence anula nuestra energía interior, ahoga nuestra
creatividad, nos hace vivir en una actitud de autodefensa, puede hacernos
imaginar cosas que no son verdad, nos impide afrontar la vida con paz… El
miedo no vencido agiganta los problemas, despierta añoranzas del pasado,
nos lleva a culpabilizar a los demás; genera control y ahoga la alegría;
fomenta la obligatoriedad y hace desaparecer la fraternidad. Donde comienza
ese miedo termina la fe.
Quizá nuestro mayor pecado contra la fe sea dejarnos guiar por el miedo, es
decir, por la tentación de buscar el propio bienestar, eludiendo nuestra
responsabilidad individual y comunitaria en el logro de la fraternidad universal.
Reflexión personal: Con honestidad, delante de Dios, le presento mis miedos
de hoy.
El miedo de los discípulos de Jesús
Mc 4,35-40: La tempestad calmada.
Este episodio es sobrecogedor. La barca se encuentra en medio del mar.
Comienza a echarse encima la oscuridad de la noche. De pronto se levanta
un fuerte huracán. Las olas rompen contra la barca. El agua lo va llenando
todo. Los discípulos están angustiados, en cualquier momento se pueden
hundir. Mientras tanto, Jesús “duerme”. No se siente amenazado. Los
discípulos le despiertan: “¿No te importa que nos hundamos?”. El miedo les
impide confiar en Jesús. Sólo ven el peligro. Dudan de Jesús. Le reprochan
su indiferencia. La respuesta de Jesús es doble: “¿Por qué tenéis tanto
miedo?”, “¿Cómo no tenéis fe?”. A los discípulos les falta confianza en Jesús,
no tienen valor para correr riesgos junto a Él; viven la tempestad como si
estuvieran solos, abandonados a su suerte, como si Jesús no los amara.

Lc 5,1-11: La Pesca milagrosa.


Al llegar al lago de Genesaret la gente se agolpaba alrededor de Jesús. El
acontecimiento no ocurre dentro de una sinagoga sino en medio de la
naturaleza. La multitud escucha desde la orilla. Lucas culmina la narración
con una escena conmovedora que tiene como protagonista a Simón Pedro.
Pedro es un hombre de fe seducido por Jesús. Sus palabras tienen para él
más fuerza que su propia experiencia. Pedro sabe que nadie se pone a
pescar al mediodía en el lago, sobre todo si no han capturado nada por la
noche. Pero se lo ha dicho Jesús y Pedro confía totalmente en Él: “Apoyado
en tu palabra, echaré las redes”. Pedro es al mismo tiempo un hombre de
corazón sincero. Sorprendido por la enorme pesca obtenida, “se arroja a los
pies de Jesús” y con una espontaneidad admirable le dice: “Apártate de mí,
Señor, que soy pecador”. Pedro reconoce ante todos sus pecados y su
indignidad para ser seguidor de Jesús. No se siente digno, ese es su miedo.
Pero Jesús no se asusta de tener junto a sí a un discípulo pecador. Al
contrario, si se siente pecador, Pedro podrá comprender mejor su mensaje de
perdón y su acogida a pecadores e indeseables. “No temas. Desde ahora
serás pescador de hombres”. Jesús le quita el miedo a ser un discípulo
pecador y, además, le hace partícipe de su misión.

Mt 17,1-8: Transfiguración de Jesús:


Jesús toma consigo a sus discípulos más íntimos y los lleva a una “montaña
alta”. El rostro de Jesús está transfigurado, resplandece con la luz que le
viene de Dios Padre. Junto a Él aparecen Moisés y Elías. Pedro propone a
Jesús hacer tres tiendas porque se encuentra muy bien, pero antes de que
termine de hablar oyen una voz misteriosa: “Este es mi hijo amado…
escuchadle”.
Los discípulos caen por los suelos “llenos de miedo”. Les da miedo escuchar
solo a Jesús y seguir su camino humilde de servicio al Reino hasta la cruz.
Los discípulos escucharán muchas voces en su vida pero sólo la Voz de
Jesús merece la pena. Es el mismo Jesús quien los libera de sus temores.
“Se acercó” a ellos como solo Él sabía hacerlo; “los tocó” como tocaba a los
enfermos y “les dijo”: “levantaos, no tengáis miedo” y, sobre todo, no os dejéis
engañar, sólo yo tengo palabras de Vida eterna.

Jn 20,19-31: Jesús resucitado se aparece a sus discípulos.


Tras la pasión y muerte de Jesús, los discípulos se encierran por miedo. Pero
el miedo venía ya de antes: después del prendimiento de Jesús en el huerto,
el evangelista Mateo dice “en aquel momento todos los discípulos le
abandonaron y huyeron” (Mt 26,56) y posteriormente Pedro niega por tres
veces a Jesús, también por miedo. Este miedo no es censurable, era lógico
tener miedo a la muerte, a que les ocurriera lo mismo que a Jesús. El texto
comienza hablando de uno de los efectos de dejarse llevar por el miedo:
encerrarse. A veces, como en este caso, es un encerrarse físico, un
esconderse; otras veces, es un encerrarse en lo conocido, lo que controlamos
y nos da seguridad, y tenemos pavor a lo desconocido o a lo que no
controlamos; otras veces es encerrarse en sí misma. El problema no es
“tener” miedo, el problema es “dejarnos dominar” por el miedo, decidir desde
el miedo, hacer que el miedo condicione nuestra vida. Juan describe de
manera insuperable la transformación que se produce en los discípulos
cuando Jesús, resucitado, se hace presente en medio de ellos. Con Él todo
es posible: vencer el miedo, abrir las puertas, salir por los caminos…
Reflexión personal: ¿Con qué texto de los cuatro me identifico más porque el
miedo de los discípulos es más parecido al mío?

El miedo de Jesús:
Mt 26,36-46 La escena de Getsemaní resulta chocante.
Ahí nos encontramos con un Jesús que no es un héroe todopoderoso, ni un
mártir alegre, sino un simple ser humano horrorizado ante lo que se le viene
encima. Aunque los Evangelios generalmente son parcos a la hora de ofrecer
información, en Getsemaní no escatiman expresiones que subrayan la
intensidad de ese momento de sufrimiento y miedo de Jesús.
Mateo nos cuenta que, en medio de las sombras de la noche, Jesús se
adentra en el “Huerto de los Olivos”. Poco a poco “comienza a entristecerse y
angustiarse”. Luego se aparta de sus discípulos buscando, como es su
costumbre, un poco de silencio y paz. Pronto “cae al suelo” y se queda
arrodillado tocando con su rostro la tierra. Marcos habla de “tristeza”: Jesús
está profundamente triste, nada puede poner alegría en su corazón; una
queja se le escapa “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”. Se habla
también de “angustia”: Jesús se ve desamparado y abatido; un pensamiento
se ha apoderado de Él: va a morir. Juan habla de “turbación”: Jesús está
desconcertado, roto interiormente.
Lucas subraya la “ansiedad” ante lo que le espera. Jesús experimenta el
fracaso de su misión -el proyecto del Reino de Dios-, el abandono de sus
seguidores más cercanos y la posibilidad real de una muerte cruel que cada
vez está más cerca. Jesús vislumbra el momento de su muerte, intuición que
se confirma, pues será apresado y ajusticiado al día siguiente. Este
pensamiento no está exento de motivos, pues, a medida que ha ido
avanzando su misión, la hostilidad por parte de ciertos grupos ha ido
creciendo.
Jesús teme ante aquello que atenta contra su vida, pero sentir angustia y
miedo no es signo de desconfianza sino de salud mental. Y, a pesar de todo
lo que está viviendo, Jesús no huye, permanece. En este sentido, Getsemaní
se presenta como un espacio de libertad para Jesús. Y Él decide. Ni siquiera
el miedo y la angustia, justificados, lo paralizan.
La forma en que Jesús asumió su muerte no es algo improvisado. Getsemaní
presenta, en grado máximo, la experiencia que fue haciendo a lo largo de
toda su vida: no dejarse abatir por las amenazas, la incomprensión, la
soledad, el poco agradecimiento... sino seguir fiel al proyecto del Reino.
Getsemaní no sólo indica que Jesús siente miedo, indica también la lucha
interna que sostiene y cómo lo supera. Podemos apreciar tres elementos: ora
al Padre buscando en soledad el consuelo del amor de Dios: “Si es posible,
aparta este cáliz…pero hágase tu voluntad”. Por otro lado, anhela el afecto
del grupo de discípulos; se acerca a ellos deseando ser acogido en su
angustia y miedo, pero los halla dormidos.
Y el tercer elemento es la dinámica del amor, la fidelidad a su misión, que da
sentido a lo que va a vivir. Su entrega en Getsemaní expresa un darse por
amor, un amor capaz de proporcionar sentido al miedo y a la angustia que
padece. En Mateo Jesús desde la cruz ora al Padre sin comprender “¡Dios
mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”, al final, en Lucas aparece
otro grito de Jesús: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu”. La angustia
vivida por Jesús no había anulado su confianza y abandono total en el Padre.
Nada ni nadie lo puede separar de Él.
Reflexión personal: Contemplo a Jesús en su propio miedo y cómo lo superó;
qué sentimientos provoca en mí.
¡No nos dejemos vencer por el miedo!
Todo ser humano vive su propio Getsemaní. Momentos de angustia, de
tristeza y de miedo que, casi sin saber cómo, se logran traspasar en paz. Yo
lo he vivido así y estoy convencida de que muchas otras personas también.
La gracia de Dios que nos alcanza interiormente es capaz de apaciguar un
miedo emocional que desgarra.
Contemplar que Jesús tiene miedo no solo resulta consolador, sino que
ayuda a reconocer en nosotros esa emoción legítima ante cualquier peligro,
problema o ante la posibilidad de perder la vida y, desde ahí, trabajarnos, es
decir, poner nuestro mayor esfuerzo por no dejarnos abatir. El miedo no lo
vivimos en soledad. Nunca estamos solos, la presencia amorosa de Dios nos
habita. Y a Dios lo único que le interesa somos nosotras. Nos crea solo por
amor y busca siempre nuestro bien. No hay que convencerle de nada. No
busca contrapartidas. Lo único que le interesa es nuestro bien y felicidad. Lo
que le da verdadera gloria es que las mujeres y los hombres vivamos en
plenitud. Dios está siempre contra cualquier mal porque va contra nuestro
bienestar. No “envía” ni “permite” la desgracia. No está en la enfermedad,
sino en la enferma. No está en el accidente, sino en el accidentado. Ser
consciente de la presencia de Dios no nos exime de un trabajo personal
grande de superación, tampoco nos quita el miedo ni su causa, pero nos
ayuda a vencerlo, nos ayuda a atravesar la situación mostrándonos que no
estamos solos, que está con nosotros y en nosotros. La clave es descubrir
que hay un amor más grande que nos sostiene; entonces todo se vuelve
posible. Dios es más grande que nuestros miedos.
Reflexión personal: “Dios es más grande que nuestros miedos”.

El Tiempo De Cuaresma
Un Tiempo Con Características Propias.
La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la
Pascua. Tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de
preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con los
hermanos, de recurso más frecuente a las "armas de la penitencia cristiana":
la oración, el ayuno y la limosna (ver Mt 6,1-6.16-18).
De manera semejante como el antiguo pueblo de Israel marchó durante
cuarenta años por el desierto para ingresar a la tierra prometida, la Iglesia, el
nuevo pueblo de Dios, se prepara durante cuarenta días para celebrar la
Pascua del Señor. Si bien es un tiempo penitencial, no es un tiempo triste y
depresivo. Se trata de un tiempo especial de purificación y de renovación de
la vida cristiana para poder participar con mayor plenitud y gozo del misterio
pascual del Señor.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para intensificar el camino de la
propia conversión. Este camino supone cooperar con la gracia, para dar
muerte al hombre viejo que actúa en nosotros. Se trata de romper con el
pecado que habita en nuestros corazones, alejarnos de todo aquello que nos
aparta del Plan de Dios, y por consiguiente, de nuestra felicidad y realización
personal.
La Cuaresma es uno de los cuatro tiempos fuertes del año litúrgico y ello
debe verse reflejado con intensidad en cada uno de los detalles de su
celebración. Cuanto más se acentúen sus particularidades, más
fructuosamente podremos vivir toda su riqueza espiritual.
Por tanto habrá que esforzarse, entre otras cosas:
- Porque se capte que en este tiempo son distintos tanto el enfoque de las
lecturas bíblicas (en la santa misa prácticamente no hay lectura continua),
como el de los textos eucológicos (propios y determinados casi siempre de
modo obligatorio para cada una de las celebraciones).
- Porque los cantos, sean totalmente distintos de los habituales y reflejen la
espiritualidad penitencial, propia de este tiempo.
- Por lograr una ambientación sobria y austera que refleje el carácter de
penitencia de la Cuaresma.

Sentido de la Cuaresma.
Lo primero que debemos decir al respecto es que la finalidad de la Cuaresma
es ser un tiempo de preparación a la Pascua. Por ello se suele definir a la
Cuaresma, "como camino hacia la Pascua". La Cuaresma no es por tanto un
tiempo cerrado en sí mismo, o un tiempo "fuerte" o importante en sí mismo.
Es más bien un tiempo de preparación, y un tiempo "fuerte", en cuanto
prepara para un tiempo "más fuerte" aún, que es la Pascua. El tiempo de
Cuaresma como preparación a la Pascua se basa en dos pilares: por una
parte, la contemplación de la Pascua de Jesús; y por otra parte, la
participación personal en la Pascua del Señor a través de la penitencia y de la
celebración o preparación de los sacramentos pascuales -bautismo,
confirmación, reconciliación, eucaristía-, con los que incorporamos nuestra
vida a la Pascua del Señor Jesús.
Incorporarnos al "misterio pascual" de Cristo supone participar en el misterio
de su muerte y resurrección. No olvidemos que el Bautismo nos configura con
la muerte y resurrección del Señor. La Cuaresma busca que esa dinámica
bautismal (muerte para la vida) sea vivida más profundamente. Se trata
entonces de morir a nuestro pecado para resucitar con Cristo a la verdadera
vida: "Yo les aseguro que si el grano de trigo. muere dará mucho fruto" (Jn
20,24).
A estos dos aspectos hay que añadir finalmente otro matiz más eclesial: la
Cuaresma es tiempo apropiado para cuidar la catequesis y oración de los
niños y jóvenes que se preparan a la confirmación y a la primera comunión; y
para que toda la Iglesia ore por la conversión de los pecadores.
Estructuras del tiempo de Cuaresma.
Para poder vivir adecuadamente la Cuaresma es necesario clarificar los
diversos planos o estructuras en que se mueve este tiempo.
En primer lugar, hay que distinguir la "Cuaresma dominical", con su
dinamismo propio e independiente, de la "Cuaresma de las ferias".

a. La "Cuaresma dominical".
En ella se distinguen diversos bloques de lecturas. Además el conjunto de los
cinco primeros domingos, que forman como una unidad, se contraponen al
último domingo -Domingo de Ramos en la Pasión del Señor-, que forma más
bien un todo con las ferias de la Semana Santa, e incluso con el Triduo
Pascual.

b. La "Cuaresma ferial".
Cabe también señalar en ella dos bloques distintos:
- El de las Ferias de las cuatro primeras semanas, centradas sobre todo en la
conversión y la penitencia.
- Y el de las dos últimas semanas, en el que, a dichos temas, se sobrepone,
la contemplación de la Pasión del Señor, la cual se hará aún más intensa en
la Semana Santa.
Al organizar, pues, las celebraciones feriales, hay que distinguir estas dos
etapas, subrayando en la primera los aspectos de conversión (las oraciones,
los prefacios, las preces y los cantos de la misa ayudarán a ello).
Y, a partir del lunes de la V Semana, cambiando un poco el matiz, es decir,
centrando más la atención en la cruz y en la muerte del Señor (sobre todo las
oraciones de la misa y el prefacio I de la Pasión del Señor, toman este nuevo
matiz).
En el fondo, hay aquí una visión teológicamente muy interesante: la
conversión personal, que consiste en el paso del pecado a la gracia
(santidad), se incorpora con un "crescendo" cada vez más intenso, a la
Pascua del Señor: es sólo en la persona del Señor Jesús, nuestra cabeza,
donde la Iglesia, su cuerpo místico, pasa de la muerte a la vida.
Digamos finalmente que sería muy bueno subrayar con mayor intensidad las
ferias de la última semana de Cuaresma -la Semana Santa- en las que la
contemplación de la cruz del Señor se hace casi exclusivamente (Prefacio II
de la Pasión del Señor). Para ello, sería muy conveniente que, en esta última
semana se pusieran algunos signos extraordinarios que recalcaran la
importancia de estos últimos días. Si bien las rúbricas señalan algunos de
estos signos, como por ejemplo el hecho que estos días no se permite
ninguna celebración ajena (ni aunque se trate de solemnidades); a estos
signos habría que sumar algunos de más fácil comprensión para los fieles,
para evidenciar así el carácter de suma importancia que tienen estos días:
por ejemplo el canto de la aclamación del evangelio; la bendición solemne
diaria al final de la misa (bendiciones solemnes, formulario "Pasión del
Señor"); uso de vestiduras moradas más vistosas, etc.

Para Alcanzar Amor


Madre del Divino Amor,
Tú que tan bien supiste aprender de Él
las lecciones de misericordia,
de extraordinaria bondad
y de suprema caridad,
obténme la gracia
de entrar a esa misma escuela
y aprender de Ti, que tan maravillosamente reflejas
la grandeza del amor,
a acercarme dia a dia
interiorizando más y más
a Áquel que siendo Él mismo todo amor
es también para nosotros
Ia puerta de acceso a Ia Comunión amorosa.
Que asi sea.

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