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Retoma tu ánimo

Cinco razones para un valor renovado

“Ten ánimo”. Imagina escuchar esas dos palabras, como a menudo lo hacían los discípulos,
de la boca de Dios Mismo en carne.

Y, sin embargo, cuán llanas pueden parecer cuando las decimos a nuestros propios
corazones. Si tan solo pudiéramos redirigir nuestros corazones. Ninguno de nosotros
quiere estar desanimado. Sin embargo, con demasiada frecuencia, nuestros corazones
parecen yacer fuera de nuestro alcance, fuera de nuestro control.

Por muy desanimado que te sientas, tu corazón flaqueante nunca yace más allá del alcance
de Cristo. Sin importar lo preocupado, inquieto, inconstante, desorientado o abatido que
esté, Jesús puede tratar tu corazón enfermo. “Hay muchos tipos de corazones rotos”, dice
Charles Spurgeon, “y Cristo es bueno para sanarlos a todos”.

Jesús conoce el corazón humano. Él lo hizo, y después Él Mismo tomó uno cuando Se hizo
hombre. Él sabe, como Dios y como hombre, cómo infundir valor a un corazón que teme.
Sabe cómo distribuir gozo a un corazón triste. Él es alguien experimentado y probado en
dar fuerza, en perfecta porción, a un corazón débil; paz a un corazón ansioso; perdón a un
corazón culpable; y recomponer un corazón roto.

¿Y de qué manera elige hacerlo, una y otra vez? Hablando. ¿Qué quiere que hagamos
cuando nuestros corazones se estén marchitando? Volver a escuchar Sus palabras.

Él conoce tu corazón

Él creó nuestros corazones y almas humanos de forma que respondieran al toque de Sus
palabras, con la ayuda de Su Espíritu. Cuando nuestra fuerza está baja y nuestra fe está
fallando, quiere que recibamos la gracia de Sus palabras. En nuestro dolor, somos
propensos a subestimar el poder de Sus palabras —a ponerlas a un lado en favor de otros
consuelos, ya sea entretenimiento, comida, bebida, trabajo o simples relaciones humanas.

Cuando Jesús nos habla, una de las palabras más comunes y distintivas que escuchamos es
ten ánimo (que puede también traducirse como “alienta tu corazón”). No dice “Sigue a tu
corazón”, sino aliéntalo —sácalo del abismo, del engaño sutil y aparentemente ineludible
bajo el que está y recuérdale quién es Él, lo que ha hecho y hará. Él hace rodar la piedra y
habla hacia la tumba de nuestras almas. Él crea lo que ordena, cuando dice con dominio
soberano: “Ten ánimo”.

Espera al SEÑOR; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al SEÑOR. Sal 27.14

En particular, los Evangelios nos dan cinco ejemplos concretos de Jesús diciendo: “Ten
ánimo”. Cada uno viene con una razón preciosa, poderosa y atemporal que nos muestra
cómo las palabras de Jesús obran para reforzar las almas cansadas.
Esforzaos, y aliéntese vuestro corazón, todos vosotros que esperáis en el SEÑOR. Sal 31.24

1. *El que dice: “ten ánimo”, dice: “YO SOY” *

Mateo 14 y Marcos 6 nos informan de uno de los eventos más asombrosos en el ministerio
de Cristo —un milagro peculiar reservado para Sus discípulos. No fue una sanidad
acompañada de palabras, sino simplemente una revelación sorprendente de quién es Él.

Había enviado a Sus hombres en un bote al otro lado del mar, mientras Él Se quedó en
tierra para orar. En el agua, los discípulos se enfrentaron con vientos feroces y no podían
avanzar. Entonces, en medio de la noche, Jesús “vino a ellos andando sobre el mar. Y los
discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, y decían: ¡Es un fantasma! Y de
miedo, se pusieron a gritar” (Mateo 14.25-26, LBLA).

Sus corazones están profundamente sacudidos. Están aterrorizados. Gritan de miedo. Pero
Jesús les dice una palabra: “Tened ánimo [alentad vuestros corazones], soy Yo; no temáis”
(Mateo 14.27; Marcos 6.50). Literalmente, sus palabras son “Tened ánimo; Yo Soy”, que
tiene un doble significado: “Soy Yo, Jesús, a quien conocen” y “Yo soy el Gran Yo Soy”.
Como cuando Moisés preguntó por el nombre de Dios, y Él dijo: “Yo Soy El Que Soy”
(Éxodo 3.14), Jesús ahora declara a Sus discípulos: “Yo Soy”.

Cuando Jesús nos dice que tengamos ánimo, lo hace como Dios mismo. Yo soy Dios, y no
hay otro, dice. Yo soy tu Creador. Yo soy el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Yo soy Dios
Mismo, hecho hombre, morando entre vosotros —y estoy por vosotros. *No tengáis
miedo. Estáis bajo Mi vigilancia y cuidado, y ninguna tormenta, por grande que sea,
puede igualar Mi poder y protección. Tened ánimo; Yo Soy*.

2. Tienes la atención de Dios Mismo.

Él no solo es el mismo Dios en forma completamente humana, sino que, si declaras a Jesús
como Señor, puedes saber que Él Se ha fijado en ti y Te está llamando.

Marcos 10 nos habla de un mendigo ciego que estaba sentado al lado del camino, esperando
que Jesús pasara por ahí. Cuando escuchó que Jesús finalmente Se había acercado,
comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!” (Marcos 10.47). La
multitud lo vio como una molestia. “Muchos lo reprendían para que se callara” (Marcos
10.48). Pero Jesús Se fijó en él. Él no estaba molesto. En vez de alejar a la multitud, los
llamó y les ordenó que extendieran Su invitación a aquel hombre: “Llamadle”. Entonces se
volvieron al ciego y le dijeron: “¡Anímate! Levántate, que te llama” (Marcos 10.49).
*Anímate. Él te ve. Él te oye. Él está atento a tus súplicas. Aunque tus ojos no puedan
verlo, los Suyos están fijos en ti. En medio de la multitud bulliciosa, tienes Su atención
y tienes Su invitación. Él te está llamando, y caminando hacia ti, para sanarte, para
bendecirte, para extender Su gracia, compasión y misericordia hacia ti. ¡Anímate!
Levántate, que te llama*.

3. Tus pecados son perdonados.

Dos veces en Mateo 9, Jesús dice: “Ten ánimo” —primero a un hombre paralizado al que
cariñosamente llama “hijo” (Mateo 9.2), luego a una anciana a la que llama “hija” (Mateo
9.22).

El paralítico no podía llegar a Jesús, pero sus amigos lo trajeron. “y Jesús, viendo la fe de
ellos, dijo al paralítico: ‘Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados’” (Mateo 9.2). Ser
perdonado, por Dios Mismo es uno de los más grandes dones imaginables. ¿Cuán
propensos somos a tomar el perdón a la ligera, como si Dios nos lo debiera —como si de
alguna manera Su perdón fuera nuestro derecho? ¿Y cuánto descontento se podría disipar
en nuestras vidas si tomásemos más en serio, en lo profundo de nuestras almas, la gracia
espectacular de Su perdón?

Todos somos pecadores —por nacimiento y por elección. Y en nuestro pecado, la ira
omnipotente de Dios estuvo contra nosotros justamente. Es una condenación
indescriptiblemente terrible. Y, sin embargo, Dios, en pura y magnífica misericordia, no
escatimó a Su propio Hijo, sino que Lo entregó por nosotros, para que pudiésemos ser
perdonados de nuestros infinitamente atroces delitos capitales contra la Persona más valiosa
del universo.

He aquí, en maldad fui formado, Y en pecado me concibió mi madre. *Sal 51.5*

“Tus pecados te son perdonados” es algo trillado solo para aquellos que subestiman
gravemente su propio pecado y malinterpretan trágicamente la gloria del perdón. Cuanto
más nos conozcamos a nosotros mismos como personas perdonadas —y a las que se les ha
perdonado mucho— más difícil será para las raíces del descontento crecer en la tierra de
nuestras almas. Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados.

4. No necesitas confiar más en ti mismo.

Más tarde, en Mateo 9, Él dice ten ánimo a una hija. Cuando un gobernante local apresura a
Jesús para que resucite a su hija de doce años, Jesús saca el tiempo, en medio del frenético
caos, para girarse hacia una mujer que había sufrido de un flujo de sangre durante doce
años. “Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado”. Y al instante, como informa Mateo, “la mujer
quedó sana” (Mateo 9.22).

¡Por sobre todas las cosas —fe! No tu bondad. No lo que haces. No tu virtud. No tu
merecimiento. La fe —la virtud peculiarmente receptora, como la llamó Andrew Fuller—
es una razón para tener ánimo. La palabra de Jesús, “Ten ánimo”, no se basa en nuestro
conjunto de habilidades y nuestro historial comprobado. Jesús no nos pide que miremos
hacia nuestro interior y tengamos ánimo. Más bien, Él dice que miremos hacia afuera —tal
es la naturaleza de la fe— para ver en Él, fuera de nosotros, el fundamento del valor y la
razón de la verdad.

El llamado de Jesús a la fe no consiste en una invocación a reunir nuestras propias


fuerzas, sino a apoyarnos en las Suyas. El llamado a la fe no es un reto a profundizar
dentro de nosotros, sino una invitación a descansar en las profundidades del poder
fuera de nosotros en Él. Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado.

5. Tu Dios ya ha vencido.

Finalmente, Juan 16.33 puede ser la más conocida, y la más arrolladora, de las
declaraciones de Jesús a “tener ánimo”. En el aposento alto, la noche antes de morir, les
dice a Sus discípulos al final de Su discurso de despedida:
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero
confiad, yo he vencido al mundo.

Muchos de nosotros hemos sido tomados por sorpresa, casi de repente, al llegar a una edad
más avanzada y darnos cuenta de la magnitud y profundidad de la caída de nuestro
mundo. Tribulación no es la desgracia de algunos, sino la promesa para todos. Es solo
cuestión de tiempo. “En el mundo tenéis tribulación” —por lo menos, si no constantemente,
sí de forma intermitente. Jesús no quiere que Su pueblo se sorprenda por el enorme y
desgarrador dolor del siglo actual.

Pero, dice —qué contraste tan glorioso. ¡Qué buenas nuevas le siguen a los grandes
contrastes en boca de Dios! “Estabais muertos, pero…” “Estabais apartados, pero…” Y
aquí: “Tenéis tribulación; pero confiad [tened ánimo]”. Alma abatida, no te pierdas esto.
Corazón cansado, presta atención a la promesa que sigue. El escucharla y entenderla
correctamente, te dará valor. Esta será una verdad para repetir una y otra vez. Será una
realidad para recordarte regularmente, especialmente cuando tu corazón esté débil y tu
valor vacile. Toma en cuenta esta verdad, llévala nuevamente a tu alma y ten ánimo: Él ha
vencido al mundo.

Su promesa no significa que el presente no nos golpeará horriblemente. No significa que el


dolor no será real, horrible y sofocante. No significa que no nos sentiremos agitados por
una ola implacable tras otra de dificultades, frustración y pérdida. Pero sí significa que la
sombra de ahora pasará. La noche está avanzada, y se acerca el día (Romanos 13.12). Él
ha vencido al mundo —y Su triunfo acabará llegando a cada rincón y grieta de nuestras
vidas.

En Él, el reloj no solo hace tictac en nuestra aflicción, sino que ahora mismo, en medio de
ella, Él está haciéndolo girar por nuestro bien eterno. El que venció está obrando en nuestra
tribulación y “nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación” (2
Corintios 4.17). Así pues, ten ánimo; tu Dios ha vencido al mundo.

Cántenle una canción nueva; toquen con destreza, y den voces de alegría. Sal 33.3

Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Sal 37.4

El justo se alegrará en Dios y confiará en El. Se gloriarán todos los rectos de corazón. Sal
64.10

¡Alegraos justos en YHVH, Y dad gracias a la memoria de su santidad! Sal 97.12

Alégrense en el SEÑOR y regocíjense, justos; Den voces de júbilo todos ustedes, los rectos
de corazón. Sal 32.11

¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de
alabarle. Dios mío Yehshua. Sal 42.5

Den gracias al SEÑOR con la lira; Cántenle alabanzas con el arpa de diez cuerdas. Sal 33.2

Puso luego en mi boca un cántico nuevo, Alabanza a nuestro Elohim. Sal 40.3

¡Señor, tú eres mi Dios! Te exaltaré; alabaré tu NOMBRE, porque has hecho maravillas.
Desde antaño tus designios son fieles y verdaderos. Is 25.1

¡Todo lo que respira alabe al Señor! Sal 150.6

¡Alabad a YHVH, porque Él es bueno, Porque para siempre es su misericordia! Sal 107.1

Con cántico alabaré el nombre de Dios, y con acción de gracias le exaltaré. Sal 69.30

Alábenle los cielos y la tierra, los mares y todo lo que en ellos se mueve. Sal 69.34

Deléitense, gloríense, alégrense, den gracias, cántenle, alábenlo, regocíjense, exáltenlo.

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¡Si alguno no ama al Señor, sea anatema! ¡Maran-atha! *1Co 16.22*


Pablo no admite ninguna escapatoria para el que no ama a Cristo. No deja ningún resquicio
ni ninguna excusa. Un hombre puede carecer de un claro conocimiento intelectual y sin
embargo estar salvado. Puede fracasar en su valor y quedar vencido por el temor del
hombre, como Pedro. Puede fracasar terriblemente, como David, y con todo volverse a
levantar. Pero si alguien no ama a Cristo, no está en el camino de la vida. La maldición está
aún sobre él. Está en el camino ancho que lleva a la destrucción.

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