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Santo Viacrucis

+ En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo


ACTO DE CONTRICIÓN
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta
hoy y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que, por tu infinita misericordia, me
has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amen.

PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE


(MC15, 12-13. 15)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Iniciamos el camino hacia la cruz, que empieza con la condena a muerte de Jesús. Este
camino es doloroso, pero, aunque Jesús parece débil en fuerza física, sigue firme, con el
vigor de la fidelidad a su Padre y el amor a los suyos. Jesús sigue el camino del Gólgota
como un ejemplo para nuestra vida. Hermanos, meditemos en esta primera estación los
padecimientos que Jesús soportó en el Huerto de los Olivos hasta su condena a muerte:
abandono de los suyos, negación de Pedro, flagelación, corona de espinas, vejaciones y
desprecios sin medida. Y todo por amor a nosotros, por nuestra salvación.
Oración: Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al <<que dirán>> ha
sofocado la voz de la conciencia. Siempre ha sucedido así a lo largo de la historia.
¿Cuántas veces hemos preferido nuestra reputación a la justicia? Danos, Señor, fuerza
para escuchar la voz de la conciencia, para acercarnos a Ti en todo momento, míranos
como lo hiciste con Pedro después de la negación; danos también a nosotros de nuevo la
gracia de la conversión. Amen.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
(MC 15, 20)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
En el recorrido del calvario, Jesús carga su propia cruz. Debemos asumir nuestras propias
cruces; si no lo hacemos, a alguien estamos traicionando: a quien espera ayuda de
nosotros, a Dios o a nosotros mismos. Vivir sin superar las dificultades de la vida no es vivir
auténticamente, sino huir y escondernos de los retos que se nos presentan. Jesús se ha
convertido en un espectáculo para sus enemigos. No obstante, se abraza a su gran deseo
de cumplir hasta el final la voluntad de su padre. Contemplemos a Cristo cargando la cruz;
oigamos su voz: <<Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día y sígame>>.
Oración: Señor, los ultrajes que has recibido nos entristecen. Enséñanos a responder
como Tú ante las burlas de quienes no creen. Ayúdanos a reconocer tu Rostro en los
humillados y marginados. Danos la fuerza para no desanimarnos ante las burlas del
mundo cuando se ridiculiza la obediencia a tu voluntad, Concédenos la gracia de aceptar
la cruz de cada día, para que, con el amor que nos has demostrado, podamos enfrentar las
dificultades de la vida. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ


(IS 53, 4-6)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
¿Cuántas caídas hemos tenido en la vida y, con la fuerza del Señor, nos hemos vuelto a
levantar? ¿Nos hemos imaginado el Camino de Cristo hacia el Calvario? La cruz puede
parecer más fuerte que Él, Pero siempre se levanta. En cambio, a nosotros nos pasa que a
veces la vida nos aplasta y no tenemos ánimos para seguir. Jesús nos enseña que nosotros
podemos caer, y que debemos comprender y ayudar a los que caen. Ninguno debe quedar
postrado; todos hemos de levantarnos buscando ayuda y perdón. Hermanos, dejemos que
Jesús y su palabra nos animen, y aprendamos de Él a encontrar nuestra verdadera
grandeza, humillándonos y dirigiéndonos hacia Dios y los hermanos oprimidos.
Oración: Señor Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. El peso de nuestro pecado y de
nuestra soberbia, te derriba. Pero tu caída no es signo de un destino adverso, no es la
pura y simple debilidad de quien es despreciado. Has querido venir a socorrernos porque
a causa de nuestra soberbia caemos muchas veces. Ayúdanos a renunciar a ella y
levantarnos de nuevo. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE


(LC 2, 34-35. 51B)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Para conocer a Jesús, es necesario acercarnos a la Virgen María. No podríamos entender
los últimos momentos del Señor, estando ausente su madre; hemos de sentir la presencia
de María en nuestro caminar. Ella sintió el dolor de su hijo. Desde ese sentimiento nos
acompaña en los momentos duros; por eso, en nuestra oración, pedimos su compañía. No
es fácil adivinar lo que padecerían Jesús y María pensando en lo que toda buena madre y
todo buen hijo sufrirían en semejantes circunstancias. Necesitamos recobrar fuerzas con
la compañía de nuestra buena Madre, Aquella que nos lleva a encontrarnos con su Hijo.
Oración: Santa María, Madre del Señor, al igual que creíste cuando el ángel te anunció
que serías la Madre del Altísimo, también has creído en el momento de su mayor
humillación. Por eso, en la hora de la cruz, te has convertido en la Madre de los creyentes.
Enséñanos a creer y ayúdanos, para que la fe nos impulse a servir y dar muestras de un
amor que sabe compartir el sufrimiento. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
QUINTA ESTACIÓN: JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRINEO
(LC 23,26)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Hermanos, es difícil pensar que Jesús iba a encontrar una mano amiga -aunque obligada-
en medio de tanto enemigo, pero existió el Cirineo. Su presencia es una invitación a
ayudar a llevar el peso de los demás y como esperanza de que siempre existe alguien que
puede echarnos una mano. El Cirineo ha venido a ser como la imagen viviente de los
discípulos de Jesús, que toman su cruz y lo siguen. Además, su ejemplo nos invita a llevar
las cargas de los demás. En los que más sufren, hemos de ver a Cristo cargando con la cruz
que requiere nuestra ayuda amorosa y desinteresada. Cada vez que nos acercamos con
bondad a quien sufre, ayudamos a llevar la cruz de Jesús.
Oración: Señor, Tú le has abierto los ojos y el corazón a Simón de Cirene, dándole, al
compartir la cruz, la gracia de la fe. Enséñanos a consolar a nuestro prójimo que sufre.
Danos la gracia de reconocer como un don el poder compartir la cruz de los otros, y
experimentar que así caminamos contigo. Confiamos que, compartiendo tu sufrimiento,
nos hacemos servidores de la salvación. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

SEXTA ESTACIÓN: LA VERONICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS


(SAL 27, 8-9)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
El gesto de la Verónica nos lleva a reflexionar si de nosotros surge la actitud de enjugar
tantos rostros ensangrentados donde hemos de ver el de Jesús. ¿Nos acercamos al dolor
ajeno para enjugarlo, aliviarlo y hacerlo nuestro? Nosotros, hermanos, podemos repetir
hoy el gesto de la Verónica en el Rostro de Cristo, que se nos hace presente en tantos
hermanos que comparten de diversas maneras la Pasión del Señor. La Verónica no se deja
contagiar por la brutalidad de los soldados, ni por el miedo de los discípulos. Es la imagen
de la mujer buena que mantiene el brío de la bondad, sin permitir que su corazón se
oscurezca.
Oración: Danos, Señor, la inquietud del corazón que busca tu Rostro. Concédenos la
sencillez y la pureza que nos permiten ver tu presencia en el mundo. Cuando no seamos
capaces de cumplir grandes cosas, danos la fuerza de una bondad humilde. Graba tu
Rostro en nuestros corazones, para que así podamos encontrarte y mostrar al mundo tu
imagen. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

SEPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ


(LM 3, 1-2. 9. 16)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús ha caído de nuevo y manifiesta la debilidad de su condición humana. La reiteración
en la caída pertenece a nuestra historia. Sucede cuando no vemos que la cruz es camino a
la luz, a la salvación, a la verdad. La caída debe hacernos conscientes de que necesitamos
ayuda de Dios y de los demás. En el camino que hace el Señor, no es extraño que cayera si
se tiene en cuenta cómo había sido castigado desde la noche anterior y cómo se
encontraba en aquel momento. Este paso nos muestra lo frágil que es la condición
humana, aun cuando lo aliente el mejor espíritu. Las flaquezas ni las caídas, cuando
seguimos a Cristo cargando con nuestra cruz, no deben desmoralizarnos. Para Él, no es tan
grave el caer, sino el no levantarnos.
Oración: Señor Jesucristo, son nuestros pecados los que te han hecho caer, pero
levántanos, porque solos no podemos reincorporarnos. Danos un corazón de carne y
levántanos para poder levantar a los demás. Infunde en nosotros esperanza en medio de
la oscuridad, para que podamos llevarla al mundo. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
(LC 23, 28-31)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús, aún tiene fuerzas para decir a las mujeres de Jerusalén que no se preocupen por Él,
sino por ellas y sus hijos. Es la muestra de la generosidad de quien mira a los demás más
que a sí mismo. El episodio nos conmueve a nosotros, que, ante el dolor, creemos que el
mundo entero ha de estar a nuestro servicio, como si fuera el único dolor existente.
Mientras muchos insultan a Jesús, las mujeres lloran y lamentan la suerte del condenado.
Jesús quiso orientar la nobleza de estos corazones hacia lo más urgente: la conversión de
ellas y la de sus hijos.
Oración: Señor, a las mujeres que lloran les has hablado del día del juicio cuando nos
encontremos en tu Presencia. Nos llamas a superar la concepción del mal como algo
banal, con la cual nos tranquilizamos para poder continuar nuestra vida de siempre. Nos
muestras la gravedad de nuestra responsabilidad, el peligro de encontrarnos culpables y
estériles en el Juicio. Has que caminemos junto a Ti sin limitarnos a ofrecerte solo palabras
de compasión. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ


(2 Co 5. 14-15)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
La caída de la que es difícil levantarse, es la del que se creía sin necesidad de nadie para
superar obstáculos. La vida cristiana no consiste en no caer nunca, sino en caer y
levantarse. Jesús agota sus facultades en el cumplimiento de la Voluntad del Padre, hasta
llegar a la meta y desplomarse. Nos enseña que hemos de seguirlo con la cruz a cuestas,
por más caídas que se produzcan y hasta entregarnos en las manos del Padre vacíos de
nosotros mismos. Las caídas de Jesús son la lucha por no quedarse en el piso, (el dolor, los
problemas y dificultades). Cada vez que nos levantamos, sentimos y mostramos que Dios
no nos dejará solos.
Oración: Señor, frecuentemente tu iglesia nos parece una barca a punto de hundirse en la
que vemos más cizaña que trigo; también en ella, el hombre cae una y otra vez. El mal
espera que Tú, siendo arrastrado en la caída de tu iglesia, quedes abatido para siempre.
Pero Tú te levantas; Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Ten
piedad de tu Iglesia; sálvala y santifícala. Sálvanos y santifícanos a todos. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS


(SAL 22,19)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús está desnudo, vulnerable ante los ojos de los hombres; sin embargo, así se percibe
mejor la grandeza del hombre perfecto que es Él. Nosotros nos apegamos con frecuencia
al tener vestidos, honores, aplauso social, medios para la vida cómoda, que tantas veces
nos distraen de cultivar nuestro ser, que es donde está lo que somos y donde se
encuentra a Dios. ¿Estamos dispuestos a abandonar riquezas, prestigios, posiciones y
poder, para seguir a Jesús en pobreza, menosprecios y humildad?
Oración: Señor Jesús, has sido despojado de tus vestiduras. Tú has cargado con los
sufrimientos y necesidades de aquellos hermanos nuestros que están excluidos del
mundo. Pero es así como nos haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos.
Concédenos un profundo respeto hacia el hombre en todas las etapas de su existencia y
en las situaciones en que se encuentre. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
(JN 19, 16A- 19)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
La cruz es el símbolo de que Jesús murió como un marginado. Pero para los cristianos no
existe la maldición de la cruz, sino que bendecimos con la señal de la cruz. El suplicio de la
cruz era extremadamente doloroso, como podemos imaginar. Su crucifixión lleva a la
compasión a cualquiera que la complete y sea capaz de nobles sentimientos. Pero siempre
ha sido difícil entender la locura de la cruz, necedad para el mundo y salvación para el
cristiano.
Oración: Señor Jesucristo, te has dejado clavar en la cruz, aceptando la terrible crueldad
de este dolor, la destrucción de tu Cuerpo y de tu dignidad. Ayúdanos a no desertar ante
lo que debemos hacer, a unirnos estrechamente a Ti. Ayúdanos a aceptar tu libertad
<<comprometida>> y a encontrar en la estrecha unión contigo la verdadera libertad.
Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

DUODÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ


(LC 23, 46)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús muere ofreciendo el perdón al mundo entero y pidiendo perdón por quienes le dan
muerte. Con la conciencia de que todo se ha cumplido, entrega su espíritu al Padre. Es
muerte dada por la ignorancia y la maldad humana, justo al ser humano más perfecto.
Pero el sacrificio de quien muere, incluso por quienes acaban con su vida, y la absoluta
fidelidad al proyecto del Padre, consigue un mayor bien que el mal de todos los que lo
crucificaron: el amor. Cristo ha vencido en la cruz; ha triunfado la humanidad; la cruz se
convierte en signo de victoria.
Oración: Señor Jesucristo, en la hora de tu muerte, se oscureció la tierra. En este
momento histórico, vivimos en la oscuridad de Dios, por el gran sufrimiento y por la
maldad de los hombres. Pero en la cruz te has hecho reconocer; porque eres el que sufre
y el que ama, el que ha sido ensalzado. Ayúdanos, Señor, a reconocer tu Rostro, a creer en
Ti y a seguirte en el momento de las oscuridades y tinieblas que acechan nuestro caminar
y acercamiento a Ti. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN: JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN


LOS BRAZOS DE SU MADRE
(JN 19, 26-27A)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Tras la muerte de Jesús, el protagonismo pasa a María. Ella tuvo al niño Jesús en sus
brazos; lo vuelve a tener en brazos, ahora como un hombre sin vida. No pocas veces nos
hemos podido ver en situaciones semejantes cuando se han venido abajo nuestros
intereses, o han desaparecido de la vida personas que daban sentido a la nuestra. Nos
cuesta ver que hay razones para seguir adelante. Esta es precisamente la escena
conmovedora de una madre que contempla, siente y llora a su Hijo martirizado. Una lanza
había atravesado el costado de Cristo, y la espada que anunció Simeón atravesó el alma
de María.
Oración: Señor, que fácil es que los hombres nos alejamos de Ti y digamos: <<Dios ha
muerto>>. Has que en la hora de la oscuridad reconozcamos que Tú estás presente y que
no nos dejas solos cuando nos acecha el desánimo. Danos, Señor, una fidelidad constante
que resista en el extravió y un amor que te acoja en el momento de tu necesidad más
extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES SEPULTADO.
(JN 19, 39-40)
V/. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Quienes lo crucificaron no quisieron ensañarse con su cadáver. Ya no era un hombre, dejó
de ser peligroso. Jesús, sin embargo, había triunfado. Su lugar no era el sepulcro, sino la
plenitud de la vida. El sepulcro pasa de ser un signo del muerto a ser el signo visible de lo
que luego sucederá: la presencia viva de Jesús, resucitado, dotado ya de un cuerpo
glorioso
al que no tocará la muerte. A nosotros nos queda la esperanza de que, si morimos con
Cristo, resucitáremos con Él. En todas las situaciones humanas que se asemejen al paso
que ahora contemplamos, la fe en la resurrección es el consuelo más firme y profundo
que podemos tener.
Oración: Señor Jesucristo, Tu nos has concedido acompañarte, con María tu Madre, en los
misterios de tu pasión, Muerte y Sepultura, para que te acompañemos también en tu
Resurrección; concédenos caminar contigo por los nuevos caminos del amor y de la paz
que nos has enseñado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
Y los dolores de su santísima madre al pie de la cruz!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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