Está en la página 1de 7

EDIPO REY, TRAGEDIA GRIEGA DE SÓFOCLES

Luego de resolver el enigma de la Esfinge Edipo contrae matrimonio con Yocasta, reina
de Tebas, viven durante varios
años juntos y procrean a 4 hijos, pasa el tiempo y de pronto una gran peste arrasa a toda la
región sin que haber
remedio alguno. Edipo como rey de Tebas decide tratar de dar soluciones a las
calamidades.
Frente al palacio de Edipo, un grupo de Tebanos, en actitud suplicante y portando ramas
de olivo se acercan. El
Sacerdote de Zeus se adelanta solo hacia el palacio. Edipo sale y contempla al grupo en
silencio. Después les dirige la
palabra.
EDIPO: ¿Por qué vienen apresuradamente con ramos suplicantes? ¿Cuál es el
motivo
de esta reunión? ¿Que temen? ¿Que desean?
SACERDOTE: La ciudad como ves, está invadido de pestes, y estos jóvenes y yo
venimos a implorarte, que nos socorras de esta desgracia, porque tú fuiste
nuestro libertador. Ahora pues te suplicamos que busques remedio a nuestra
desgracia.
EDIPO: Sus males me son conocidos; ustedes sufren, y la única solución que
encuentro es enviar a mi cuñado Creonte al templo de Delfos para que se informe
de los sacrificios que debamos hacer, pero su ausencia tarda mucho más de lo que
debería.
NARRADOR: Ingresa Creonte.
EDIPO: ¿Que respuestas nos traes de parte del Dios? ¿Qué medio nos librara de la
desgracia?
CREONTE: Desterrando al culpable y limpiar con su muerte el asesinato que
impurifica a la ciudad.
EDIPO: ¿A qué hombre se refiere al mencionar ese asesinato?
CREONTE: Teníamos aquí un rey llamado Layo, antes de que tu gobernaras la
ciudad
y nos manda el oráculo que se castigue a los homicidas.
EDIPO: ¿Cómo encontraremos las huellas de un crimen tan difícil de probar?¿Fue
en la ciudad?¿en el campo?¿en otra tierra?
CREONTE: Se fue a consultar al oráculo y no volvió a casa.
EDIPO: ¿Y no hay ningún mensajero ni compañero de viaje, que presenciaran el
asesinato?
CREONTE: Han muerto todos excepto uno, que no sabe decir más que lo
asaltaron
unos ladrones y mataron a Layo.
EDIPO: ¿Y qué desgracia una vez muerto vuestro rey, impidió descubrir a los
asesinos?
CREONTE: La Esfinge con sus enigmas nos hizo olvidar un crimen tan
misterioso.
EDIPO: Pues yo procurare indagarlo desde su origen, pues quien mato a Layo,
puede que también me quiera matar.
NARRADOR: Sale el sacerdote y sus acompañantes.
CORO: Se va arruinando todo el pueblo, y no aparece idea feliz que nos ayude a
librarnos del mal.
NARRADOR: Entra Tiresias y su acompañante.
EDIPO: ¡Oh Tiresias! Bien sabes en que ruina yace la ciudad, y no halle otro,
sino tu, que pueda socorrerla y salvarla.
TIRESIAS: No debería haber venido, deja que vuelva a casa.
EDIPO: No rehúses decirnos todo lo que sabes; pues te lo pedimos en actitud
suplicante
TIRESIAS: No quiero afligirme, ni afligirte, de mi nada sabrás .Porque eso que
deseas saber, ya vendrá, aunque yo me lo callo.
EDIPO: Pues eso que ha de venir, es preciso que me lo digas; y si no estuviera
ciego, afirmaría que tu solo has cometido el asesinato.
TIRESIAS: ¿Verdad? Pues desde hoy te ordeno que no me dirijas la palabra, pues
tu eres el ser impuro que mancilla esta tierra.
EDIPO: ¿Que has dicho? Repítelo para que lo entienda bien.
TIRESIAS: Es que hable, a una piedra? eres tú el asesino de Layo, a quien deseas
encontrar.
EDIPO: Te aseguro que no repetirás dos veces la mortificante injuria que me has
lanzado.
TIRESIAS: ¿Quieres que te diga otras cosas, que aumentara tu desesperación? tu
ignoras la desgracia en que vives, con los seres que te son más queridos.
EDIPO: ¿Tiene algo que ver Creonte en todo esto?
TIRESIAS: Ningún daño te ha hecho Creonte.
EDIPO: (Solo) Sin haberlo yo solicitado, el fiel Creonte, amigo desde el
principio conspira en secreto contra mí y desea suplantar, sobornando a este
mágico embustero y astuto charlatán.
CORO: Parece Edipo, que tus palabras y también las de este, han sido proferidas
a impulsos de cólera.
TIRESIAS: Aunque tú seas rey, te contestare como si fuera tu igual ¿Tú no te das
cuenta que eres un ser odioso ante todos los individuos de tu familia, tanto
como los que han muerto como a los que viven; ni que la maldición de tu padre y
de tu madre te arrojara de esta tierra, y no veras más que tinieblas?
EDIPO: ¿Cómo no mando que te manden enseguida?
TIRESIAS: Yo nunca habría venido aquí si no me hubieses llamado, para tus
padres
que te engendraron yo era un sabio, y a tu parecer soy un necio.
EDIPO: ¿Quién fue el que me engendro?
TIRESIAS: Hoy lo conocerás y lo mataras, me voy ya, niño guíame.
EDIPO: Si, que te guie lejos de aquí, que tu presencia me atormenta.
TIRESIAS: Me voy, así pues te digo: Ese hombre que tanto tiempo buscas y a
quien
amenazas y pregonas como asesino de Layo, está aquí; se le tiene por extranjero;
pero pronto se descubrirá que es tebano de nacimiento. El mismo se reconocerá,
hermano y padre de sus propios hijos, hijo y marido de la mujer que lo pario, y
co-marido y asesino de su padre.
NARRADOR: Sale Tiresias
CORO: Ya es hora de que emprenda la huida el que llevo a cabo el más horrendo e
infame crimen, pues se lanzan contra él, terribles e inevitables furias.
NARRADOR: Ingresa Creonte
CREONTE: Ciudadanos, me he enterado de las terribles acusaciones que el tirano
Edipo ha lanzado sobre mí, si en medio de las desgracias él cree que yo he sido
capaz de causarle algún perjuicio, no quiero vivir cargados de deshonras.
EDIPO: Hey! Tú, ¿Cómo te atreves a venir por aquí? ¿Creías acaso que yo no
descubriría esas intrigas tuyas, o que aunque las descubriera, no te iba a
castigar?
CREONTE: Primero debes oír mi contestación, dime que daño es ese que te
inferido
yo.
EDIPO: ¿Cuánto tiempo hace que Layo desapareció?
CREONTE: Muchos años desde entonces
EDIPO: Pero hiciste investigaciones, para descubrir al culpable?
CREONTE: Lo hicimos, y nada logramos averiguar
EDIPO: Entonces ¿Por qué el sabio no revelo antes, lo que ahora dice?
CREONTE: No lo sé, no quiero hablar de lo que ignoro.
EDIPO: Cuando el enemigo procede en su conspiración, yo tomo resoluciones,
porque si me quedo tranquilo, mis proyectos serán en vano.
CREONTE: ¿Qué quieres pues, desterrarme del reino?
EDIPO: No, más bien matarte por ser un traidor.
CREONTE: Y si estuvieses mal informado…?
CORO: Cesad príncipes, porque Yocasta se dirige hasta aquí.
NARRADOR: Ingresa Yocasta
YOCASTA: No se avergüenzan, el odio mutuo en medio de esta desgracia.
CREONTE: Hermana, Edipo tu marido, acaba de amenazarme con uno de estos
dos
castigos: la muerte o el destierro.
EDIPO: Es verdad mujer, porque lo he sorprendido, tramando un complot contra
mi
persona.
CREONTE: Yo jamás planee algo contra ti, y si fuera verdad lo que tú me dices,
que me muera lleno de maldiciones.
YOCASTA: Cree en lo que este te dice.
CORO: Deseo que a un pariente, no lo acuses, ni lances una deshonra por una vana
sospecha
EDIPO: Si me pides eso, pides mi muerte, o mi destierro.
CORO: Muera yo abandonado, si tal es mi pensamiento. No quiero que se añadan
más
sufrimientos.
EDIPO: (Hacia Creonte) Que se vaya, aunque yo deba morir o ser lanzado de esta
tierra,
pero en donde se halle, me será odioso.
CREONTE: Se ve que cedes con despecho. Me iré si lograr convencerte de mi
inocencia.
CORO: (Mientras Creonte sale) ¡Mujer!, que esperas que no lo llevas al palacio.
YOCASTA: Saber lo que ha ocurrido.
EDIPO: Te diré mujer el complot que Creonte ha tramado contra mí: Dice que yo
soy el asesino de Layo.
YOCASTA: Te lo dijo el mismo, o algún otro.
EDIPO: De un miserable adivino.
YOCASTA: Te probare, que no todas las adivinaciones son ciertas.
*//// Un oráculo, predijo a Layo, que su destino era morir a manos de un hijo
que tendría de mi. Pero Layo murió en manos de los bandidos de un paraje que se
cruzaba tres caminos; respecto al niño no tenia aun tres días cuando su padre lo
ato de los pies y lo entrego a otras manos, para que loa arrojaran a un
monte. ////*
Ahí tienes, ni el hijo fue el asesino de su padre, ni Layo se atormento con la
profecía de morir a manos de su hijo; por lo tanto no puedes hacer caso a las
predicciones, porque cuando un dios quiere hacer una revelación, el mismo la da
a conocer.
NARRADOR: Edipo se siente confundido
EDIPO: ¿Creo haberte oído que Layo murió en un cruce de tres caminos? ¿Cuánto
tiempo ha pasado desde entonces?
YOCASTA: Así se dijo en Fócida
EDIPO: ¡Oh Zeus! ¿Qué has decidido hacer de mí?
YOCASTA: ¿Qué pasa Edipo? ¿En qué piensas?
EDIPO: (ignorando la pregunta de Yocasta) Dime, ¿Cuál era el aspecto de Layo, y
que edad tenía?
YOCASTA: Era alto, con canas y su fisionomía era parecida a la tuya.
EDIPO: ¡Oh Dios mío! Creo que he acabo de lanzar maldiciones hacia mí. (Hacia
Yocasta)Pero me aclararas el asunto, si me dices una cosa: ¿Quién es el que les
dio la noticia?
YOCASTA: Un criado, que fue el único que se salvo
EDIPO: ¿Y se encuentra ahora en el palacio?
YOCASTA: No, porque cuando volvió, te vio a ti en el trono y a Layo muerto, y
me
suplico que lo enviara al campo.
EDIPO: Entonces, ¿Cómo haremos para que venga lo más pronto posible?
YOCASTA: Fácilmente, pero ¿Para qué lo quieres?
EDIPO: Me hallo en una incertidumbre:
*////Mi padre era Pólibo, y mi madre Mérope; fui el hombre más respetado, hasta
que ocurrió el siguiente caso: En un banquete, un hombre había bebido demasiado
y me dijo que yo era hijo fingido de mi padre, lo aguante a duras penas; aquel
día les pregunte a mis padres y se sintieron ofendidos, sus palabras me
calmaron, pero aun sentía incertidumbre, y sin que supieran me fui a Delfos
donde Febo me rechazo sin creerme digno, pero me rebelo los males más terribles,
diciendo que yo había de casarme con mi madre y también sería el asesino del
padre que me engendro, desde que oí esas palabras , me escondía pero en mi
marcha llegue al sitio donde dices que mataron a Layo. Se encontraban en el
coche el anciano que me describiste, y el cochero me empujo violentamente, por
lo que yo le di un golpe con furia, pero el anciano, me infirió dos heridas con
el aguijón en medio de la cabeza. No pago el de la misma manera, porque le golpe
que le di con el bastón que llevaba en la mano, cayo rodando muerto: Enseguida
los ante a todos. ////*
Si quienes lo mataron fueron varios, entonces no fui yo; pero si dice que lo
mato uno solo, claro está que el crimen recae sobre mí.
NARRADOR: Edipo sale
CORO: Todos estamos llenos de espanto, pero hasta que te enteres del testigo de
estos hechos, ten esperanza.
YOCASTA: El pastor jamás probara, que tú eres el asesino de Layo, porque el
oráculo dijo que debía morir en manos de su hijo, pero su hijo murió antes que
él.
NARRADOR: Entran los mensajeros
MENSAJERO: Tengo buenas nuevas para tu familia y para tu marido. Los
habitantes
de Istmo, van a proclamarlo rey, ya que Pólibo murió
YOCASTA: ‘‘Dirigiéndose hacia una criada = Llama rápido a rey’’. Edipo huyo
hace tiempo de
ese hombre por temor a matarlo, y ahora ha muerto por su propia suerte y no en
sus manos.
NARRADOR: Entra Edipo
EDIPO: ¿Para qué me haces venir aquí desde el palacio? ‘‘Dirigiéndose al
mensajero’’
¿Quién es este? ¿Qué me quiere decir?
YOCASTA: Viene de Corintio, para anunciarte que tu padre Pólibo a muerto a
causa
de la vejez.
EDIPO: Él ya ha muerto, y no soy yo el que lo ha matado, a menos que haya
muerto
a causa de mi ausencia. Pero todavía temo por Mérope.
MENSAJERO: ¿Por qué aun temes, acaso tienes miedo cometer algún sacrificio
por
ellos?............ ¿Y sabes que no tienes ninguna razón para que temas?...
Porque Pólibo no tenía ningún parentesco contigo.
EDIPO: Entonces, ¿porque me llamaba hijo?
MENSAJERO: Porque un día te recibió de mis manos como un presente, ya que le
afligía el no tener hijos.
EDIPO: ¿Y tú me habías comprado o me encontraste?
MENSAJERO: Te encontré en las cañeras del Giterón y te salve.
EDIPO: ¿Qué dolores me afligían cuando me recogiste?
MENSAJERO: Las articulaciones de tus pies, como que por eso se te puso el
nombre
que tienes.
EDIPO: ¿Quién me lo puso, mi padre o mi madre?
MENSAJERO: No lo sé, el que lo puso en mis manos sabe mejor que yo.
EDIPO: ¿Quién es ese, lo sabes para decírmelo?
MENSAJERO: Solo decía que era uno de los criados de Layo.
EDIPO: (Dirigiéndose a todos) ¿Hay alguno de vosotros que conozca al pastor al
que se refiere este hombre? Para aclarar todo de una vez.
YOCASTA: ¡Hay malaventurado! Ojala nunca sepas quien eres! ¡ay!¡ay!
infortunado
de aquí en adelante no te hablare más.
NARRADOR: Sale corriendo Yocasta
CORO: ¿Por qué Edipo, se ha ido tu mujer arrebatada de desesperación? Temo
que
tales lamentos, estallen en grandes males.
NARRADOR: Entra el Criado
EDIPO: Eh! tu anciano, ¿Fuiste tú criado de Layo?
CRIADO: Si, cuide los rebaños en Citarón.
EDIPO: (Señalando al mensajero) ¿Has tenido algún trato con este?
CRIADO: No te lo puedo decir, no lo recuerdo
MENSAJERO: Pues yo te lo hare recordar, cuando yo estaba recogiendo mi
rebaño,
me entregaste a un niño para que lo criase como si fuera mío.
CRIADO: Ojala que te mueras, ¿no te callaras?
EDIPO: Atadle enseguida las manos por detrás de la espalda, ya que no quiere
hablar de buen grado.
CRIADO: ¿Qué quieres saber?
EDIPO: Si entregaste a aquel niño por quien pregunta.
CRIADO: Se lo entregue, ojala hubiese muerto aquel día
EDIPO: ¿Y dónde lo recogiste, era tuyo o de otro?
CRIADO: Lo recibí de otro, había nacido en el palacio de Layo.
EDIPO: Era ciervo, o hijo legitimo de aquel.
CRIADO: ¡Hay de mi!, me horroriza el decirlo.
EDIPO: Y a mí el escucharlo.
CRIADO: Se decía que era hijo, pero tu mujer te dirá mejor que yo, como fue
esto.
EDIPO: ¿Ella misma fue quien te lo entrego? ¿Para qué?
CRIADO: Si, para que lo matara. Por qué se decía que él había de matar a sus
padres.
EDIPO: Ya todo está aclarado, fui yo quien contrajo relaciones con quienes
estaban prohibidas, y mato a quien no debía.
2DO MENSAJERO: Vengo a anunciarles otra mala noticia: ha muerto Yocasta.
CORO: ¿Quién la ha matado?
2DO MENSAJERO: Ella misma, porque no aguantaba el dolor que sentía por
dentro.
EDIPO: ¿Para qué me servía la vista, si nada grato mire?
CORO: Como quisiera nunca haberte conocido.
EDIPO: Ojala muera quien me salvo de aquel monte.
NARRADOR: Salen los mensajeros e ingresa Creonte
CREONTE: No he venido aquí para reírme, ni para burlarme de tus pasadas
desgracias.
EDIPO: Concédeme un último deseo: Échame de la tierra lo más prisa posible,
donde muera sin que nadie me hable.
NARRADOR: Entra las hijos e hijas de Edipo, Etéocles, Polinice, Antígona e
Irmene. Edipo echa a llorar
EDIPO: Destiérrame.
CREONTE: Eso depende de los dioses.
EDIPO: Pues para los dioses, soy muy odioso. Llévame a esa tierra.
CREONTE: Sigue pues, y apártate de tus hijas
EDIPO: (Suelta a sus hijas, y tanto dolor se desgarra los ojos).
CORO: ¡Oh habitantes de Tebas, tengan consideración a Edipo que adivino los
famosos enigmas y fue el hombre más poderoso, pero siendo mortal antes de llegar
al término de su vida, tiene que haber sufrido alguna desgracia.
NARRADOR: ESTA OBRA CONCLUYE DE LA SIGUIENTE MANERA:
Dos de sus hijos le expulsaron de Tebas y Edipo se fue al Ática donde vivió de la
mendicidad y como un
pordiosero, durmiendo en las piedras.
Con él viajaba una de sus hijas, Antígona que le facilitaba la tarea de encontrar
alimento y le daba el cariño
que requería. Una vez, cerca de Atenas, llegaron a Colono, santuario y bosque
dedicado a las Erinias, que
estaba prohibido a los profanos. Los habitantes de la zona lo identificaron e
intentaron matarlo pero las
hermosas palabras de Antígona pudieron salvar su vida. Edipo pasó el resto de sus
días en casa de Teseo,
quien le acogió misericordiosamente.
Otra versión afirma que murió en el propio santuario, pero antes de fallecer Apolo
le prometió que ese lugar
sería sagrado y estaría consagrado a él y sería extremadamente provechoso para
todo el pueblo de Atenas.
 PERSONAJES:
EDIPO
SACERDOTE
CREONTE
CORO DE ANCIANOS TEBANOS
TIRESIAS
YOCASTA
MENSAJEROS (2)
SERVIDOR DE LAYO (CRIADO)
NARRADO

También podría gustarte