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¿JESÚS SÓLO?

Una respuesta al pentecostalismo


unicitario

Fernando E. Alvarado

Maranatha Books
Contenido

Página del título


DEDICATORIA
INTRODUCCIÓN
ORIGEN Y DESARROLLO DEL PENTECOSTALISMO
UNICITARIO O MOVIMIENTO “JESÚS SOLO”
CREENCIAS DISTINTIVAS DEL PENTECOSTALISMO
UNICITARIO
LA RAÍZ DEL CONFLICTO: ¿ES DIOS UNA TRINIDAD?
EL BAUTISMO EN AGUA: ¿EN NOMBRE DE QUIÉN?
EUSEBIO, SHEM-TOV Y LA FÓRMULA BAUTISMAL
TRINITARIA DE MATEO 28:19
¿ES NECESARIO EL BAUTISMO EN AGUA PARA SER
SALVO?
EL HABLAR EN OTRAS LENGUAS
CAMINOS QUE PARECEN DERECHOS
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
DEDICATORIA
Dedico esta obra a Dios, nuestro Padre Celestial; a Su
Hijo Jesucristo, nuestro Redentor; al Espíritu Santo, nuestro
dulce y fiel Consolador.
¡Honor y gloria para siempre al Rey eterno, al inmortal,
invisible, único y Trino Dios! Amén.
INTRODUCCIÓN
La Trinidad, la doctrina que afirma la triple personalidad
de Dios, es exclusivamente una doctrina cristiana y una
verdad de la Escritura. No obstante, ningún hombre puede
explicar completamente la Trinidad, aunque en cada era los
eruditos han formulado teorías y adelantado hipótesis para
explorar y definir esta misteriosa pero fascinante enseñanza
bíblica.
Pero a pesar de los valiosos esfuerzos de estos eruditos,
la Trinidad es todavía largamente incomprensible a la mente
humana. Y no podría ser de otra forma: ¡Se trata de explicar
la naturaleza misma de Dios! ¡El ser más grandioso,
fascinante y complejo del universo!
Tal vez la principal razón por la que muchos rechazan la
doctrina de la Trinidad reside en el hecho de que ella está
más allá de la lógica y no puede sujetarse a la razón
humana. Debido a esto, los oponentes de la doctrina
argumentan que la doctrina de la Trinidad debe ser
rechazada como insostenible.
Tal manera de pensar, sin embargo, hace a la corrupta
razón del hombre el único criterio para determinar la verdad
de la revelación divina.[1] Pero nuestra pobre y limitada razón
jamás podrá alcanzar a descubrir o comprender en su
totalidad lo divino. En Isaías, Dios habla acerca de esto y
dice:
“Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo
Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así
son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis
pensamientos más que vuestros pensamientos.” (Isaías
55:8-9).
Hasta que una persona reconoce que su propia sabiduría
e inteligencia no son suficientes, esta no se encuentra lista
para escuchar la sabiduría de Dios que es más grande.
Jesús aludió a esto cuando, dirigiéndose a su Padre, dijo:
“En esa misma ocasión, Jesús se llenó del gozo del
Espíritu Santo y dijo: Oh Padre, Señor del cielo y de la
tierra, gracias por esconder estas cosas de los que se
creen sabios e inteligentes y por revelárselas a los que
son como niños. Sí, Padre, te agradó hacerlo de esa
manera.” (Lucas 10:21).
Desafortunadamente, no todos están dispuestos a
aceptar aquello que su mente finita es incapaz de procesar y
comprender en su totalidad. Este es el caso con grupos como
el movimiento pentecostal unicitario o “Jesús Sólo”, el cual
rechaza la doctrina de la Trinidad por no encajar en su lógica,
razonamientos, interpretaciones particulares o incluso las
visiones de sus líderes.
¿Deberíamos esperar que la doctrina de la Trinidad sea
totalmente comprensible y explicable en términos humanos?
Sí, si es una doctrina inventada por el hombre o elaborada
por su mente finita. No, si la doctrina procede de un Dios
trascendente, infinito, sobrenatural y Creador que se ha
autorrevelado a sí mismo.
La doctrina de la trinidad o de la triunidad es parte de la
revelación de Uno que es infinito hacia aquellos que son
finitos. Así que de nuevo debemos preguntarnos: ¿No parece
lógico que en nuestro estudio acerca de Dios vamos a
encontrar cosas que son incomprensibles, misteriosas, y
súper-racionales para la finita capacidad racional de
pensamiento del hombre? ¡Definitivamente! Y Dios en Su
existencia como el Tres-en-Uno está más allá de los límites
de la compresión humana.[2]
Probablemente por eso es que ninguna doctrina ha sido
objeto de más controversia en la iglesia que la de la Trinidad.
Ciertamente la enseñanza de “un solo Dios en tres Personas”
fue aceptada en la iglesia primitiva, pero solamente al ser
desafiada esta enseñanza fue que emergió una doctrina
sistemática que conocemos hoy en día.
Pero mientras que muchos hoy, incluso después de siglos
de debates para aclarar esta doctrina, niegan o desprecian el
trinitarismo cristiano, los verdaderos creyentes en la Palabra
somos llamados a defenderla de sus oponentes. ¿Por qué?
Porque es la doctrina clave de nuestra fe:
“La doctrina de la Trinidad es la marca distintiva de la
religión cristiana, la que la coloca aparte de todas las
otras religiones del mundo. Aun trabajando sin el
beneficio de las revelaciones hechas en las Escrituras,
es verdad que los hombres han llegado a algunas
verdades limitadas en relación con la naturaleza y la
persona de Dios. Las religiones paganas, así como las
especulaciones filosóficas, están basadas sobre la
religión natural y pueden, de este modo, deducir un
concepto que no es más alto que el de la unidad de
Dios. En algunos sistemas encontramos monoteísmo
con su creencia en un solo Dios. En otros encontramos
politeísmo con su creencia en muchos dioses separados.
Pero ninguna de las religiones paganas, ni ninguno de
los sistemas de filosofía especulativa ha llegado nunca al
concepto trinitario de Dios. El hecho acerca de este
asunto es que aparte una supernatural revelación no hay
nada en la experiencia o en la conciencia humana que
pueda darle al hombre la más pequeña pista acerca del
distintivo Dios de la fe cristiana, el triuno, encarnado,
redentor y santo Dios. Algunas religiones paganas han
establecido tríadas de dioses, tales como, por ejemplo,
la tríada egipcia de Osiris, Isis y Horus, la cual es de
alguna manera análoga a la familia humana con padre,
madre e hijo; o la tríada hindú de Brahma, Visnú and
Shiva, la cual en el ciclo de la evolución panteísta
personifica el poder creativo, preservador y destructivo
de la naturaleza; o la tríada establecida por Platón, de
bondad, intelecto y voluntad –– los cuales no son
ejemplos de una verdadera y propia tri-personalidad, ni
personas reales a quienes podemos dirigirnos y adorar,
sino solamente personificaciones de las facultades o
atributos de Dios. Ninguna de estos sistemas tiene nada
en común con la doctrina cristiana de la Trinidad excepto
la noción de tríada.”[3]
El cristianismo evangélico ha creído en la Trinidad, o
Triunidad Divina, no por mera lealtad a tradiciones humanas
o a concilios eclesiásticos de antaño, sino a causa de la
enseñanza de la Biblia como un todo (Antiguo y Nuevo
Testamento). La fe trinitaria ortodoxa no depende de uno o
dos pasajes particulares como sucede con las sectas. Como
se mostrará a través de las páginas de este libro, la totalidad
de las Escrituras dan testimonio de esta doctrina.
En el proceso de explicar la doctrina bíblica de la Trinidad
refutaremos también las herejías propagadas por el
movimiento “Jesús Sólo” o pentecostalismo unicitario. Dicho
movimiento religioso antitrinitario se desarrolló en el
transcurso del siglo XX en los márgenes del movimiento
pentecostal clásico. Como movimiento, ha existido en varias
formas y organizaciones denominacionales, y su más amplia
manifestación actual es la Iglesia Pentecostal Unida
Internacional. En la mayoría de sus formas principales se ha
distinguido por:
(1) Un compromiso con el bautismo en el nombre de
Jesús en vez de en el nombre del Padre, Hijo y
Espíritu Santo (incluyendo el rebautizo para aquellos
bautizados de forma “incorrecta” la primera vez);
(2) Un rechazo agresivo de la doctrina trinitaria
tradicional sostenida por las iglesias cristianas
históricas;
(3) Algunas veces (pero no siempre) estas iglesias
también se caracterizan por un legalismo que se
manifiesta en hacer que la salvación dependa del
bautismo en agua con la fórmula sólo “en el nombre
de Jesús”; un bautismo en el Espíritu Santo con la
evidencia inicial de hablar en lenguas que se
considera esencial para ser salvo, y mantener
estándares específicos de conducta.
El pentecostalismo unicitario, como una forma de
modalismo, es una negación ultraconservadora de la
Trinidad. Los evangélicos, instantáneamente, reconocemos el
error liberal, el subordinacionismo, como herético, y lo
consideramos una idea sub-cristiana de Dios, la cual no
puede ser suficiente para la salvación. Diríamos que, ya que
los subordinacionistas (los arrianos, los socinianos o los
Testigos de Jehová, por ejemplo) no adoran al Dios correcto,
no son salvos. Pero encontramos aún más difícil decir esto
acerca de los modalistas, especialmente aquellos como los
pentecostales unicitarios quienes oran, cantan y se
comportan de forma tan parecida a los evangélicos
tradicionales o al resto de pentecostales trinitarios.
Una razón para nuestra dificultad puede ser que estemos
tan comprometidos con la deidad de Cristo que, mientras
podemos ver fácilmente cómo esta doctrina puede ser
subestimada, es difícil para nosotros imaginar cómo sería
posible enfatizarla demasiado. No obstante sobreestimar o
malentender la deidad de Cristo es exactamente lo que los
pentecostales unicitarios han hecho. Sin duda, el estudio de
este libro puede resultar beneficioso para aquellos que han
caído en dicho error o deseen ayudar a un amigo modalista a
volver al camino correcto.
ORIGEN Y DESARROLLO DEL
PENTECOSTALISMO UNICITARIO
O MOVIMIENTO “JESÚS SOLO”
El concepto de la trinidad de Dios está presente a través
de toda la Escritura. No es un concepto que sea fácilmente
comprendido por la mente finita. Y debido a que el hombre
quiere que todo tenga sentido en su teología, regularmente
se levantan movimientos heréticos para tratar de explicar la
naturaleza de Dios. Desde luego, esto sencillamente no
puede lograrse sin violentar el texto bíblico.
Los cristianos han llegado a aceptar que la naturaleza de
Dios no está sujeta a limitaciones que nos gustaría
imponerle. Simplemente le creemos cuando nos dice:
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más
altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos.” (Isaías 55:8-9). Si no podemos entender Sus
pensamientos y caminos, aceptamos que tampoco podemos
comprender Su naturaleza.
En esta lucha continua por entender a Dios, el
pentecostalismo no ha estado exento de la aparición de
grupos heréticos antitrinitarios dentro de sus filas. Prueba de
ello es la existencia del movimiento conocido como “Solo
Jesús”.
El movimiento “Solo Jesús,” también conocido como
Pentecostalismo Unicitario, o teología de la unicidad, enseña
que solo hay un Dios, pero niega la trinidad de Dios. En otras
palabras, la unicidad teológica no reconoce a las diferentes
personas de la Trinidad; Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tiene
varias formas – algunos ven a Jesucristo con el único Dios,
quien a veces se manifiesta a Sí Mismo como el Padre o el
Espíritu Santo. La doctrina central del pentecostalismo
unicitario /solo Jesús, es que Jesús es el Padre y Jesús es el
Espíritu. Hay un Dios que se revela a Sí Mismo en diferentes
“maneras.”
Esta enseñanza de Solo Jesús/Pentecostalismo Unicitario
ha estado vigente por siglos, de una u otra forma, como
modalismo o sabelianismo. El modalismo enseña que Dios
se ha revelado a Sí Mismo en tres modalidades o formas en
diferentes momentos – a veces como el Padre, otras como el
Hijo, y otras como el Espíritu Santo. Pero pasajes como
Mateo 3:16-17, donde dos o las tres Personas de la Trinidad
están presentes, contradice la visión modalista.
El modalismo fue condenado como herético ya en el siglo
IIi d.C. La iglesia primitiva condenó fuertemente la opinión de
que Dios es estrictamente una Persona singular que actuó en
formas diferentes en diferentes momentos. Ellos afirmaban
que, en base a la Escritura, la tri-unidad de Dios es evidente
en que más de un Persona de la Divinidad es vista a menudo
simultáneamente, y con frecuencia interactúan una con la
otra (Génesis 1:26; 3:22; 11:7; Salmos 2:7; 104:30; 110:1;
Mateo 28:19, Juan 14:16). Por tal razón, la doctrina del
Pentecostalismo Unicitario/Solo Jesús, es considerada
antibíblica de acuerdo con la ortodoxia cristiana.
A algunos practicantes aislados del pentecostalismo
unicitario se les ha criticado incluso por sostener ciertas
posturas arrianas. No obstante, las acusaciones de herejía
han sido insuficientes para frenar el crecimiento de dicho
grupo religioso. Actualmente, el número de creyentes
pentecostales unicitarios supera ya los 40 millones de
adherentes alrededor del mundo.
SABELIO, EL GÉNESIS DE UNA
HEREJÍA
Aunque podría parecer que la herejía propagada por el
pentecostalismo unicitario es nueva, esta es en realidad muy
antigua. De hecho, surgió por primera vez en el siglo III de
nuestra era, siendo enseñada por Sabelio, un sacerdote y
teólogo bereber[4] que, muy probablemente, ejercicio su
ministerio sacerdotal y de enseñanza en Roma.
De acuerdo con algunos historiadores, Sabelio pudo
haber sido un norteafricano de Libia. Esto se fundamente
principalmente en el hecho de que Basilio (obispo de
Cesarea y preeminente clérigo del siglo IV) y otros lo llaman
un libio de Pentápolis. Esto, sin embargo, no es concluyente,
pues parece basarse en el hecho de que Pentápolis era un
lugar donde prosperaron las enseñanzas de Sabelio, según
Dionisio de Alejandría.[5] Lo que se sabe de Sabelio se
extrae principalmente de los polémicos escritos de sus
oponentes.
De acuerdo con las fuentes históricas, Sabelio enseñó
que Dios era único e indivisible, siendo el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo tres modos o manifestaciones de una Persona
divina. Sabelio afirmaba que el Dios Único se había revelado
sucesivamente al hombre a lo largo del tiempo como el Padre
en la Creación; el Hijo en Redención; y el Espíritu en
santificación y regeneración.
Los adversarios de Sabelio afirmaban que éste extrajo su
doctrina de los libros apócrifos, especialmente del Evangelio
de los Egipcios donde se pone en boca de Jesús
afirmaciones de carácter unicitario, enseñando a sus
apóstoles que el Padre y el Hijo no eran sino una sola
persona. Según Epifanio de Salamina[6], Sabelio usó las
características del sol como una analogía de la naturaleza de
Dios. Así como el sol tiene "tres poderes" (calor, luz y forma
circular), Dios tiene tres aspectos: el poder que calienta
responde al Espíritu Santo; el poder iluminador, al Hijo; y la
forma o figura, al Padre.[7] Sabelio usó el término "prosopa"
que en griego significa "rostros" para describir cómo la
persona de Dios tiene tres rostros, esta idea se encuentra en
2 Corintios 4: 6 "... la gloria de Dios mostrada en el rostro
(prosopon - forma singular de prosopa) de Cristo.
Von Mosheim describió así las opiniones de Sabelio:
“Pero aunque Sabelio sostenía que había una sola
persona divina, todavía creía que la distinción de Padre,
Hijo y Espíritu Santo, descrita en las Escrituras, era una
distinción real, y no una mera apelación o nominal. Es
decir, creía que la única persona divina que reconocía
tenía tres formas distintas, que son realmente diferentes
y que no deberían confundirse.”[8]
Las enseñanzas de Sabelio hallaron una oposición
enérgica en teólogos como Tertuliano en el norte de África e
Hipólito en Roma, quienes propusieron una trinidad
jerárquica de personas subordinadas.[9] Se cree que fue
Tertuliano quien le dio a la doctrina de Sabelio el nombre de
Patripasianismo , que significa "el padre sufrió", ya que
Sabelio no hizo una verdadera distinción de personas entre el
Padre y el Hijo. En un férreo ataque contra el sabelianismo,
Tertuliano afirmó:
"Con esto, Praxeas[10] [defensor de las enseñanzas
de Sabelio] hizo un doble servicio al diablo en Roma:
ahuyentó la profecía y trajo la herejía; puso en fuga al
Paráclito y crucificó al Padre".[11]
La oposición de Sabelio a la doctrina ortodoxa de la
Trinidad llevó a su excomunión como hereje por Calixto I
(obispo de Roma) en el 220 d.C. Su doctrina, sin embargo,
no moriría con él. Sus discípulos se encargarían de propagar
la herejía sabeliana. Epifanio (fallecido en 403) afirma en sus
escritos que en su época los sabelianos todavía eran
numerosos en Mesopotamia y Roma, un hecho confirmado
por una inscripción descubierta en Roma en 1742,
evidentemente erigida por cristianos sabelianos.[12]
En su lógica unicitaria, los sabelianos se bautizaban el
nombre de Jesús únicamente, rechazando la fórmula
bautismal trinitaria enseñada por el mismo Jesús (Mateo
28:19). Cipriano escribió acerca de los sabelianos:
"¿Cómo, cuándo Dios el Padre no es conocido, es
más, incluso es blasfemado, pueden los que entre los
herejes se dice que se bautizaron en el nombre de Cristo
solamente, ser juzgados como que han obtenido la
remisión de los pecados?"[13]
Dionisio (c.200-265 d. C.) escribió:
"Los bautizados en el nombre de tres personas ...
aunque sean bautizados por herejes ... no serán
rebautizados. Pero los convertidos de otras herejías
serán perfeccionadas por el bautismo de la Santa Iglesia
".[14]
"Sabelio ... blasfema al decir que el Hijo mismo es el
Padre y viceversa".[15]
Y Tertuliano añade:
"Jesús les manda bautizar en el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, no en un Dios unipersonal".[16]
De todos los escritores antiguos, sin duda Dionisio de
Alejandría fue el más fiero adversario del sabelianismo.
Dionisio compuso excelentes tratados contra este error, el
cual condenaron diversos concilios, y entre otros el de
Alejandría, en el año 261 de nuestra era.

¿CÓMO SURGIÓ EL MOVIMIENTO


PENTECOSTAL UNICITARIO ACTUAL?
La herejía sabeliana sobrevivió por siglos, y aunque se
creyó extinta por años, resurgió con mayor vigor dentro del
joven y aun en formación movimiento pentecostal. Lo que
hoy conocemos como pentecostalismo unicitario surgió como
un hijo más del movimiento pentecostal primitivo, el cual tiene
sus orígenes en las enseñanzas de Charles Parham en
Topeka, Kansas y del Avivamiento de la Calle Azusa liderado
por William J. Seymour en 1906. Rechazados por las iglesias
históricas, los pentecostales comenzaron a formar sus
propias organizaciones. No todas de ellas se conservarían en
la ortodoxia trinitaria.
Los orígenes del pentecostalismo unicitario se remontan
al año 1913 con el evangelista pentecostal R.E. McAlister,
quien siguiendo la fórmula para el bautismo que se encuentra
en los Hechos de los Apóstoles (2:38) en lugar de la del
Evangelio según Mateo (28:19), enseñó que el bautismo en
agua en la iglesia primitiva no se hacía de acuerdo con la
fórmula trinitaria familiar (es decir, en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo), sino sólo en el nombre de
Jesucristo.
Ese mismo año, en un campamento pentecostal de lo que
luego serían las Asambleas de Dios, ubicado en Arroyo
Seco, al Sur de California, R.E. McAlister predicó
nuevamente sobre sus dudas acerca del "bautismo en el
nombre de Jesús narrado Hechos". Uno de los participantes,
John G. Scheppe, afirmó haber experimentado el poder del
nombre de Jesús y recibido "una revelación" sobre el asunto:
El bautismo cristiano debería administrarse en el nombre de
Jesús solo. La Trinidad debía ser rechazada completamente.
La enseñanza de McAlister y el emotivo testimonio de
Scheppe y otros marcaron el surgimiento del movimiento
Solo Jesús, que finalmente condujo a la negación de la
doctrina tradicional de la Trinidad y a la afirmación de que
Jesús es la única persona en la Deidad. Muchos aceptaron
su revelación, y encontraron apoyo para su creencia en el
bautismo "en el nombre de Jesús" mencionado en Hechos
2:38.

EL PENTECOSTALISMO SE DIVIDE Y
LA HEREJÍA SE PROPAGA
Algunos predicadores y evangelistas pentecostales
comenzaron a aceptar y predicar la doctrina de la unicidad y
el bautismo el nombre de Jesús durante ese tiempo, lo que
condujo a fricciones dentro del nuevo movimiento. Cuando
las Asambleas de Dios oficialmente afirmaron la doctrina
tradicional de la Trinidad en su Cuarto Concilio General en
octubre de 1916, los pentecostales unicitarios se vieron
obligados a retirarse. Dos meses más tarde, varios ministros
unicitarios se reunieron en Eureka Springs, Arkansas, y el 2
de enero de 1917, formaron una organización Pentecostal
Unicitaria llamada Asamblea General de las Asambleas
Apostólicas.[17]
La Asamblea General de las Asambleas de la Sede
Apostólica se fusionó con otra iglesia, las Asambleas
Pentecostales del Mundo (Pentecostal Assemblies of the
World – PAW) y aceptó el liderazgo de G. T. Haywood, un
afroamericano. Este grupo celebró la primera reunión en
Eureka Springs en 1918. Esta organización interracial adoptó
el nombre de la PAW y permaneció como el único organismo
Pentecostal Unicitario hasta finales de 1924.[18]
Las leyes Jim Crow del sur, junto con otras normas
raciales y culturales, condujo a que muchos dirigentes
blancos salieran de la PAW en vez de permanecer bajo el
liderazgo afroamericano. Muchas congregaciones locales en
el Sur, no obstante, quedaron integradas mientras que
intentaran cumplir con las leyes de segregación local.
En 1925, se formaron tres nuevas iglesias unicitarias: las
Iglesias Apostólicas de Jesucristo, la Alianza Ministerial
Pentecostal, y la Iglesia de Emmanuel en Jesucristo. En
1927, se dieron pasos hacia la reunificación de estas
organizaciones. Reunidos en un convenio conjunto en
Guthrie, Oklahoma, la Iglesia de Emmanuel en Jesucristo y
las Iglesias Apostólicas de Jesucristo se fusionaron, tomando
el nombre de la Iglesia Apostólica de Jesucristo.
Esta fusión unió alrededor de 400 ministros pentecostales
de la Unicidad. En 1931, una conferencia de unidad con
representantes de cuatro organizaciones unicitarias se
realizó en Columbus, Ohio, tratando de unificar a todos los
pentecostales Unicitarios de Estados Unidos. La Alianza
Ministerial Pentecostal votó a favor de fusionarse con la
Iglesia Apostólica de Jesucristo, pero los términos de la
fusión propuesta fueron rechazados por ese organismo. Sin
embargo, una unión entre la Iglesia Apostólica de Jesucristo
y la PAW se consumó en noviembre de 1931. El nuevo
organismo mantuvo el nombre de las Asambleas
Pentecostales del Mundo.[19]
En 1932, la Alianza Ministerial Pentecostal cambió su
nombre a la Iglesia Pentecostal Incorporada para reflejar su
estructura organizativa. En 1936, ministros de la Iglesia
Pentecostal Incorporada, votaron para trabajar hacia una
fusión con las Asambleas Pentecostales de Jesucristo. La
unión final, sin embargo, resultó difícil de conseguir hasta
1945 cuando estas dos organizaciones Pentecostales
unicitarias se integraron para formar la Iglesia Pentecostal
Unida Internacional.
La fusión de estos dos organismos pentecostales de la
Unicidad unió a 1.838 ministros y aproximadamente 900
iglesias. En los últimos años, la IPUI se ha vuelto
étnicamente más diversa. Numerosos pastores, presbíteros y
superintendentes de distrito afroamericanos ocupan
posiciones de liderazgo en la IPUI hoy día. La comunidad
hispana/latina tiene su propio organismo de la IPU llamada
Iglesia Pentecostal Unida Hispana Inc., con congregaciones
localizadas por todos los Estados Unidos.
La IPUI es, hoy por hoy, la mayor de las iglesias del
pentecostalismo unicitario, pero no es la única. Otras
denominaciones pentecostales unicitarias de importancia
numérica son la Iglesia Apostólica Internacional, la Iglesia de
Jesús en Filipinas, la Asamblea del Señor Jesucristo, la
Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo de la Fe Apostólica, los
Cristianos Evangélicos en el Espíritu de los Apóstoles, la
Verdadera Iglesia de Jesús, las Asambleas Pentecostales del
Mundo, Inc., la Iglesia del Espíritu Santo de Jesús, la
Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, la Iglesia
Apostólica de Pentecostés de Canadá, las Asambleas
Pentecostales de Jesucristo y la Iglesia Apostólica de la Fe
en Cristo Jesús, entre muchas otras.
CREENCIAS DISTINTIVAS DEL
PENTECOSTALISMO UNICITARIO
El pentecostalismo unicitario, también llamado
pentecostalismo del nombre de Jesucristo o Solo Jesús, es
una de las cinco ramas del pentecostalismo moderno.[20] Se
caracteriza por practicar la doctrina de la Unicidad de Dios,
es decir, por no creer en la Santísima Trinidad y considerar al
«Padre», «Hijo» y «Espíritu Santo» como manifestaciones de
YHWH, EL Dios del Antiguo Testamento, siendo su principal
manifestación la figura de Jesucristo. Este es, sin duda, su
mayor distintivo.
En consecuencia, al rechazar la doctrina trinitaria, sus
adherentes practican el bautismo en el nombre de Jesús, en
lugar de seguir la forma trinitaria del bautismo en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los pentecostales
unicitarios fundamentan su unitarismo en pasajes del Antiguo
Testamento como Deuteronomio 6:4; sin embargo, el
modalismo de los pentecostales unicitarios ha sido
duramente criticado por los movimientos pentecostales
trinitarios.
Pero su antitrinitarismo y su objeción al bautismo en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no sus únicos
distintivos. También suelen afirmar que el bautismo en agua y
el hablar en lenguas equivalen a nacer de nuevo y, por lo
tanto, son indispensables para la salvación. Al hacer esto los
pentecostales unicitarios se alejan enormemente de la
ortodoxia pentecostal. Su legalismo y contradictorio sistema
soteriológico también han sido cuestionados duramente, ya
que muestran un alejamiento de la teología protestante
ortodoxa. Por tal motivo, muchos evangélicos no vacilan en
catalogar como sectas a las diversas iglesias pentecostales
unicitarias.
Analicemos brevemente algunas de las doctrinas
peculiares del pentecostalismo unicitario a la luz de la Biblia.

I.- UNICIDAD DE DIOS


El pentecostalismo unicitario se adhiere al concepto de
Unicidad de la Deidad, en contraste a católicos, ortodoxos y
protestantes de entendimiento tradicional, que incorporan el
dogma trinitario. Por lo tanto, un entendimiento de la Unicidad
es fundamental para comprender la posición del
pentecostalismo unicitario.
Mientras que los Trinitarios creemos que Dios es un ser
que existe eternamente como tres personas que son uno en
esencia, la enseñanza de la Unicidad afirma que Dios es un
espíritu singular. «Padre», «Hijo» y «Espíritu Santo» no son
más que los títulos que reflejan las diferentes
manifestaciones del Único Dios Verdadero en el universo.
El Padre y el Espíritu Santo son uno y el mismo, dice esta
doctrina; «Padre» se refiere a Dios en relación paternal,
mientras que «Espíritu Santo» se refiere a Dios en su
actividad. Según este entendimiento de la Deidad, estos dos
títulos no reflejan personas distintas en la Deidad, más bien
dos diferentes maneras en que el único Dios se revela a sus
criaturas.
Según el entendimiento de la Unicidad, el «Hijo» no existe
en alguna forma antes de la encarnación de Jesús de
Nazaret, excepto en la presciencia de Dios. En Jesús, Dios
tomó carne humana en un momento preciso en el tiempo, sin
dejar de ser plena y eternamente Dios: «Porque en él habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Juan 1:1-14; 1
Timoteo 3:16, Colosenses 2:9).
Así, el Padre no es el Hijo (esta distinción es
fundamental), pero está en el Hijo como la plenitud de su
naturaleza divina (Colosenses 2:9). Para el pentecostalismo
unicitario, Jesús es el único Dios verdadero, manifestado en
la carne. Por esta razón, prefiere usar el título «Hijo de Dios»
en lugar de «Dios el Hijo» para referirse a Cristo.
El pentecostalismo unicitario cree que su concepción de
la Deidad es fidedigna al monoteísmo estricto del cristianismo
primitivo, lo cual es cuestionable tanto bíblica como
históricamente. Ellos contraponen sus puntos de vista no sólo
con el Trinitarismo, sino también con el arrianismo adoptado
por la Santos de los Últimos Días (mormones), que creen que
Cristo era «dios» totalmente separado del Padre y del
Espíritu Santo, y los Testigos de Jehová, que lo ven como
una deidad menor que su padre.
El entendimiento de Dios dentro del pentecostalismo
unicitario es similar al modalismo sabeliano, aunque no
puede ser exactamente caracterizado como tal. Así pues,
esta diferencia entre el pentecostalismo unicitario y otros
pentecostales y evangélicos ha provocado que las iglesias
nacidas del pentecostalismo unicitario sean caracterizadas
como sectas.

II.- SOTERIOLOGÍA
El pentecostalismo unicitario deriva su soteriología de
Hechos 2:38 y Juan 3:3-5. Creen que, a fin de recibir la
salvación bíblica, una persona debe ser espiritualmente
nacida de nuevo. Para ellos, esto se logra por morir al
pecado mediante el arrepentimiento, siendo sepultado con
Jesucristo en el bautismo en agua, y ser resucitado mediante
la recepción del bautismo del Espíritu Santo, evidenciado por
el hablar en lenguas. Por tal motivo, el bautismo en agua y el
hablar en lenguas son considerados esenciales para la
salvación.
El pentecostalismo unicitario no reconoce la soteriología
aceptada por la mayoría de protestantes y evangélicos
(incluidos otros pentecostales), particularmente la creencia
en la salvación por fe solamente. Para los pentecostales
unicitarios, uno recibe a Cristo cuando sigue su mandamiento
de arrepentirse, es bautizado en agua en su Nombre (usando
la fórmula del Nombre de Jesús) y recibe el bautismo en el
Espíritu Santo evidenciado por el hablar en otras lenguas. Sin
estos 3 requisitos no hay salvación. Sólo aquellos que
«perseveren hasta el fin» (Mateo 24:13) en esta relación con
Cristo serán salvos. Mientras tanto, no hay verdadera
seguridad ni certeza de la salvación.
Este sistema soteriológico es considerado herético por los
evangélicos ortodoxos, quienes ven en el mismo un sistema
de salvación por obras, muy cercano al semipelagianismo.
Los pentecostales unicitarios, sin embargo, insisten en negar
tal acusación, afirmando que ellos creen que uno es salvado,
no por obras, sino por la gracia de Dios. No obstante, insisten
en afirmar que la gracia se recibe no sólo por la fe en
Jesucristo sino por la obediencia a su mandamiento de nacer
de nuevo (ser bautizado en agua en el nombre de Jesús y
hablar en lenguas, según su interpretación) y seguir la paz
con todos y la santidad sin la cual nadie será salvo. Estas
obras, insisten, son hechas por fe en lo que ya está
establecido en la Palabra de Dios.

III.- EL ARREPENTIMIENTO
Los pentecostales unicitarios creen que el arrepentimiento
es esencial para la salvación, como se indica en Lucas 13:5 y
Hechos 2:38. El arrepentimiento es definido por ellos como
un total alejamiento del pecado y con dirección a Dios. Según
el pentecostalismo unicitario el arrepentimiento exige al
pecador arrepentido tomar los próximos pasos bíblicos hacia
el perdón y la reconciliación con Dios: el bautismo en agua
en el Nombre de Jesucristo y el bautismo del Espíritu Santo.
Por otra parte, el arrepentimiento debe ir acompañado de
«quebranto divino». Esto no es solo pesar, sino un gusto
genuino interno del desagrado de Dios sobre el estilo de vida
pecaminoso de uno, que a su vez rompe su corazón y lleva a
la determinación de abandonar absolutamente el pecado sin
remordimientos ni dudas.
El arrepentimiento es considerado un prerrequisito para
recibir el Espíritu Santo. Los pentecostales unicitarios
enfatizan que nadie puede arrepentirse por su propio poder,
sino que requiere un don sobrenatural de la gracia de Dios.
Consideran, sin embargo, que el arrepentimiento no conlleva
por sí mismo el poder de la salvación, pues a menos que se
siga con el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo y
del bautismo del Espíritu Santo, el creyente sigue perdido y
condenado.

IV.- BAUTISMO EN EL NOMBRE DE


JESÚS
El bautismo en agua en el Nombre de Jesús es un
componente esencial de la doctrina del pentecostalismo
unicitario. Ellos afirman la necesidad indispensable del
bautismo en agua, citando Juan 3:5, Hechos 2:38 y Mateo
28:19. Apuntan a Mateo 3:13-16 como evidencia de que
incluso el mismo Jesús fue bautizado. El modo de bautismo
es por inmersión completa en agua, efectuado en el nombre
de Jesucristo para perdón de los pecados.
Esta doctrina de Nombre de Jesús es un punto de
discordia entre los pentecostales unicitarios y los cristianos
trinitarios. Los pentecostales unicitarios bautizan «en el
nombre de Jesucristo», mientras que los trinitarios utilizamos
la fórmula enseñada por el mismo Jesús: «en el Nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Curiosamente, los
pentecostales unicitarios utilizan Mateo 28:19 para apoyar
sus afirmaciones, sosteniendo que el nombre singular del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es Jesús.
Insisten en que el nombre en la Escritura es singular, e
implica que los tres títulos se refieren a Jesús. Otros
creyentes de la Unicidad afirman que Mateo 28:19 fue
cambiado a la fórmula tradicional triuna por la Iglesia
Católica, pero tal afirmación es falsa e infundada desde la
perspectiva bíblica e histórica.
La creencia del Nombre de Jesús se origina en Hechos
2:38, y los miembros también ponen énfasis en Hechos 8:16,
Hechos 10:48, y Hechos 19:5, afirmando que estas son las
únicas escrituras que muestran cómo la Iglesia primitiva hizo
bautismos, y que la Biblia no autoriza el desvío de esa
fórmula.
V.- HABLAR EN LENGUAS
Los pentecostales unicitarios abrazan la creencia de que
el hablar en lenguas es la inmediata, externa, observable, y
audible evidencia de la llenura inicial del Espíritu Santo, y es
el cumplimiento del mandamiento de Jesús de ser «nacido
del Espíritu» en Juan 3:5. En concordancia con el
pentecostalismo clásico, consideran que la experiencia de
hablar en lenguas implica hablar en una lengua que nunca se
ha aprendido antes, y puede darse a todos,
independientemente de raza, cultura o idioma. Sus creencias
al respecto se derivan de Hechos 2:4, 17, 38-39; 10:46; 19:6,
y 1 Corintios 12:13.
Al igual que los grupos pentecostales ortodoxos, los
unicitarios consideran que la lengua se convierte en el
vehículo de expresión para el Espíritu Santo (Santiago 3), y
simboliza el control completo de Dios sobre el creyente. Su
doctrina distingue entre el acto inicial de hablar en lenguas
que acompaña al bautismo en el Espíritu, y el don de
«diversos géneros de lenguas» mencionado por Pablo en 1
Corintios 12:10, 28-30.
Mientras que el primero se considera evidencia
indispensable del Bautismo en el Espíritu Santo, el regalo
último no es necesariamente mantenido para todos los
creyentes una vez que han hablado en lenguas inicialmente.
Consideran que los incidentes de hablar en lenguas descritos
en Hechos, aunque son lo mismo en esencia, son diferentes
en operación y propósito de las lenguas dichas en 1 Corintios
12 -14. Estos últimos son dados a los creyentes
seleccionados como el Espíritu decide.
Sin embargo, se separan de la ortodoxia pentecostal al
afirmar que el hablar en otras lenguas sirve como signo y es
además considerado una parte indispensable del proceso de
salvación de una persona: Nadie es considerado salvo si
nunca ha hablado en otras lenguas.[21]

VI.- VIDA CRISTIANA


Los pentecostales unicitarios enfatizan teóricamente que
la salvación se logra por la gracia mediante la fe en Cristo,
pero añaden que esta no es posible sin la obediencia a su
orden de «nacer de agua y del Espíritu» (Juan 3:5); es decir,
bautizarse en el Nombre de Jesús solo y hablar en lenguas.
Afirman creer, al menos de palabra, que ninguna cantidad de
buenas obras u obediencia a las leyes o las normas pueden
salvar a nadie (Tito 3:5). Sin embargo, en contradicción con
lo que dicen creer, enseñan un código de conducta que debe
ser observado si se desea ser salvo. Ellos creen que dicho
código fue ordenado en la Escritura por los Apóstoles.
Según su interpretación, la santidad interior, como
demostración de los frutos del Espíritu en la vida del
cristiano, se acompaña de signos externos de santidad.
Estos incluyen la creencia de que las mujeres no deben
cortarse el cabello, además, que deben usar vestidos o
faldas en lugar de pantalones. Según su interpretación, tal
prohibición está en conformidad con el mandato bíblico dado
en Deuteronomio 22:5, el cual manda que “la mujer no vestirá
ropa de hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer”.
En cuanto al largo de las faldas se espera generalmente
que lleguen por debajo de la rodilla. Mujeres y hombres por
igual son alentados a «adornarse [ellos mismos] de ropa
decorosa, con pudor y modestia», y son disuadidos de usar
cosméticos o joyas, bíblicamente definido como «oro, o
perlas, o adornos ostentosos» (1 Timoteo 2:9-10). La
severidad precisa para que estas normas sean acatadas.
Algunas denominaciones como la IPUI incluso llegaron en
un tiempo a considerar pecado la posesión de un televisor.
Esto podría parecer trivial para nosotros, pero no lo es dentro
de dicho movimiento. Por ejemplo, en un intento de agilizar la
causa de la evangelización, la Conferencia General de 2007
de la IPUI vio una mayoría de ministros votar a favor de una
resolución que permita el uso de la televisión en la
publicidad. Esta propuesta fue aprobada por sólo 84 votos, y
actualmente permite la publicidad a través de este medio.
La resolución fue examinada por un año por un comité
especial antes de la votación final y no se adoptó sino hasta
después de una cuidadosa consideración. Esta resolución
causó que muchos ministros amenazaran con abandonar la
IPUI. Por lo menos una nueva organización, la Comunidad
Pentecostal Mundial, se formó en Tulsa, Oklahoma por este
motivo. Otros temas controvertidos incluyen: hombres
vestidos con pantalones cortos, la asistencia a cines y baños
mixtos.[22]

VII.- LITURGIA EN EL
PENTECOSTALISMO UNICITARIO
Los servicios de adoración en las iglesias pentecostales
unicitarias son a menudo descritos como de naturaleza
festiva y emocional, con miembros saltando, danzando,
cantando, gritando y aplaudiendo, como en todas las iglesias
pentecostales. Algunas personas corren por los pasillos de la
iglesia, lo que se conoce como «marcha de victoria».
Los servicios a menudo son interrumpidos por actos de
hablar en lenguas (glosolalia), interpretación de lenguas,
mensajes proféticos, e imposición de manos para propósitos
de sanidad. Estos acontecimientos pueden ocurrir
espontáneamente. A menudo se realizan masivas “llamados
al altar” donde la congregación entera es animada a venir y
orar juntos en el frente de la iglesia.
El pentecostalismo unicitario es, sin duda, más colorido y
peculiar de lo que muchos suponen. Tiene numerosos puntos
de acuerdo con el pentecostalismo ortodoxo, pero también
numerosas diferencias que obligan a marcar una línea
divisoria entre ambos. Sus errores doctrinales van más allá
de su antitrinitarismo o su forma de bautizar. Su soteriología,
su pneumatología y toda su praxis cristiana se encuentran,
en alguna medida, en conflicto con el cristianismo ortodoxo.
LA RAÍZ DEL CONFLICTO: ¿ES
DIOS UNA TRINIDAD?
Como pudimos constatar en los capítulos anteriores, la
herejía amenazó con infectar el pentecostalismo desde sus
inicios. La doctrina trinitaria, pilar del cristianismo ortodoxo y
bíblico, fue cuestionada en el pentecostalismo primitivo a
través de la doctrina heterodoxa conocida como
«Modalismo». Dicha herejía cristológica enseña que Dios no
es una esencia compartida por tres personas, sino que existe
un solo ser en tres modos, en diferentes tiempos.
Los pentecostales unicitarios creen que en el Antiguo
Testamento Dios se manifestó como Padre, en el Nuevo
Testamento durante su encarnación se manifestó como Hijo y
desde pentecostés como Espíritu Santo. El modalismo
también es conocido como Monarquianismo Modalista. Dicha
herejía identifica a Jesucristo como Dios mismo (el Padre)
manifestado en carne.
El modalismo, se opone férreamente al dogma de la
Trinidad. De acuerdo con la concepción trinitaria, Padre, Hijo
y Espíritu Santo, son cada una de las tres personas de la
Trinidad. En cambio, los modalistas afirman que estos
términos nunca pretendían hacer distinciones de tres
personas eternas dentro de la naturaleza de Dios, sino que
simplemente se referían a modos o manifestaciones de Dios.
En otras palabras, Dios es un ser individual y único y los
diversos términos usados para describirle (tales como Padre,
Hijo y Espíritu Santo) son designaciones aplicadas a sus
diferentes formas de actuar o a las diferentes relaciones que
Él tiene para con el hombre.
La principal corriente del modalismo en los primeros
siglos del cristianismo fue el patripasianismo o sabelianismo.
El patripasianismo (del latín pater, patris, padre, y passus,
padecer) fue una doctrina cristiana monarquianista de los
siglos II y III que negaba el dogma de la Trinidad al
considerar la misma como tres manifestaciones de un ser
divino único, sosteniendo que fue el mismísimo Dios Padre
quien había venido a la Tierra y había sufrido en la cruz bajo
la apariencia del Hijo.
Esta doctrina, considerada herética tras ser condenada en
el 261 d.C. por el Concilio de Alejandría, es también conocida
como sabelianismo al ser su principal defensor el obispo
Sabelio, sacerdote y teólogo del siglo III. Hoy en día, esta
doctrina sobrevive a través del pentecostalismo unicitario.

¿ES LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD


UN INVENTO DE LA IGLESIA
CATÓLICA ROMANA?
En su intento por negar la doctrina de la Trinidad de Dios,
los pentecostales unicitarios suelen recurrir a falsas teorías,
sofismas y mentiras descaradas. La más popular de esas
teorías dice que la Trinidad fue maquinada por la iglesia
católica.
En líneas generales, el argumento expresa que la doctrina
de la Trinidad fue formulada en el siglo IV, en el Concilio de
Nicea (325 d.C.), bajo el patrocinio del emperador
Constantino. Los pentecostales unicitarios afirman que fue a
partir de ese entonces que la doctrina de la Trinidad fue
impuesta a las masas por la iglesia católica romana que,
según ellos, para ese entonces era ya una iglesia apóstata.
Este argumento, popular pero falso, tiene varios errores e
inexactitudes. Para empezar, la Iglesia Católica Romana
como tal, con una estructura jerárquica, es decir, un obispo
en Roma con jurisdicción sobre muchas iglesias en una
amplia área geográfica no llegó a existir sino hasta finales del
siglo VI.
Peor aún, el obispo de Roma (pues en ese tiempo era
sólo eso, un obispo, ya que el papado aún no había surgido
como tal) ni siquiera estuvo presente en el Concilio de Nicea,
cuya concurrencia estuvo exclusivamente formada por
obispos de las iglesias orientales. No fue sino hasta cientos
de años después de Nicea que la historia reporta los
primeros vestigios de una organización con alguien en Roma
funcionando como cabeza de la Iglesia Católica.
La iglesia católica no podría jamás haber creado la
doctrina de la Trinidad pues dicha doctrina es anterior al
mismo catolicismo. Ni siquiera puede decirse que fue
Constantino, en complicidad con los obispos congregados en
Nicea, quienes la crearon. Ellos simplemente dieron
reconocimiento oficial a una doctrina considerada vital por la
iglesia cristiana desde los tiempos de los apóstoles.
Si examinamos la Biblia y la terminología esencial que
conocemos hoy para referirnos a la doctrina trinitaria, la
encontramos mucho antes de Nicea. Los términos “tres
personas, una sustancia, trinidad” fueron usados por
Tertuliano, quien escribió entre el 200 y el 240 d.C. Esbozos
bastantes definidos de la Trinidad pueden ser encontrados
también en los escritos de Teófilo de Antioquía (115-181
d.C.), Hipólito (170-235 d.C.) e Ireneo (120-202 d.C.).
Si bien el término Trinitas fue popularizado por Tertuliano
en el contexto de su debate con el hereje modalista Praxeas,
él no fue el primero en usar el vocablo. La primera mención
de la palabra que tenemos en forma escrita data del 160
d.C., por mano de Teófilo en su epístola a Autólico.[23]
Pese a la oposición de los pentecostales unicitarios, la
doctrina de la Trinidad sigue siendo, hoy por hoy,
salvaguarda contra las diferentes herejías, las antiguas y las
modernas, y por ello persistimos diligentemente en
enseñarla. Es a partir de ella que demarcamos el límite entre
un grupo doctrinalmente sano y un grupo herético.
Puesto que la historia de la iglesia ha probado la falsedad
de los argumentos unicitarios, es la biblia y sus enseñanzas
la que tiene la última palabra en relación con la Trinidad. La
pregunta sería: ¿Apoya la Biblia la teología pentecostal
unicitaria? o ¿Puede probarse con la Biblia que la doctrina de
la Trinidad es auténtica y de origen divino?

LA TRINIDAD EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO
En la doctrina de la Trinidad se encuentra incluido el
monoteísmo, lo cual es la enseñanza de que en todo el
universo existe un ser único conocido como Dios el cual tiene
una existencia propia e inmutable (Isaías 43:10; 44:6, 8). Es
importante notar que la doctrina de la Trinidad no es politeísta
como algunos de los críticos proclaman.
Por definición el trinitarismo (o, mejor dicho, triunitarismo)
es monoteísta y aquellos que claman que es politeísta,
demuestran una falta de entendimiento de lo que es ésta
realmente. Dios es una Trinidad de personas la cual consiste
de una sustancia y una esencia. Dios, numéricamente es
uno; aun así, dentro de la esencia divina individual hay tres
individuos subsistiendo a los cuales llamamos personas.
Cada una de las tres personas es completamente divina
en naturaleza, aunque cada uno no es la totalidad de la
Divinidad. Cada una de las tres personas no es las otras dos
personas. Cada una de las tres personas está relacionada a
las otras dos, pero son diferentes entre ellas.[24]
El Credo Atanasiano explica la doctrina trinitaria de la
siguiente manera:
“Veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la
Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni
separar las sustancias. Porque una es la persona del
Padre, otra la del Hijo y otra (también) la del Espíritu
Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen
una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual
el Padre, tal el Hijo, tal (también) el Espíritu Santo;
increado el Padre, increado el Hijo, increado (también) el
Espíritu Santo; inmenso el Padre, inmenso el Hijo,
inmenso (también) el Espíritu Santo; eterno el Padre,
eterno el Hijo, eterno (también) el Espíritu Santo. Y, sin
embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como
no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo
increado y un solo inmenso. Igualmente, omnipotente el
Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente (también) el
Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres omnipotentes,
sino un solo omnipotente. Así Dios es el Padre, Dios es
el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin
embargo, no son tres señores, sino un solo Señor;
porque, así como por la cristiana verdad somos
compelidos a confesar como Dios y Señor a cada
persona en particular; así la religión católica nos prohíbe
decir tres dioses y señores. El Padre, por nadie fue
hecho no creado ni engendrado. El Hijo fue solo por el
Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu
Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado ni
engendrado, sino que procede.
“Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres;
un solo Hijo, no tres Hijos; un solo Espíritu Santo, no tres
espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni
después, nada mayor o menor, sino que las tres
personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte
que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo
mismo la unidad en la Trinidad que la Trinidad en la
unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de
la Trinidad.
Pero es necesario para la eterna salvación creer
también fielmente en la encarnación de nuestro Señor
Jesucristo. Es, pues, la fe recta que creemos y
confesamos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia
del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de la
madre en el siglo 1, perfecto Dios, perfecto hombre,
subsistente de alma racional y de carne humana, igual al
Padre según la divinidad, menor que el Padre según la
humanidad. Más aun cuando sea Dios y hombre, no son
dos, sino un solo Cristo, y uno solo no por la conversión
de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la
humanidad en Dios; uno absolutamente, no por
confusión de la sustancia, sino por la unidad de la
persona. Porque a la manera que el alma racional y la
carne es un solo hombre; así Dios y el hombre son un
solo Cristo. El cual padeció por nuestra salvación,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre
los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra
de Dios Padre omnipotente, desde allí ha de venir a
juzgar a los vivos y a los muertos, y a su venida todos
los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar
cuenta de sus propios actos, y los que obraron bien, irán
a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno.”[25]
Pero más allá de los credos de la iglesia, la Biblia en su
totalidad nos enseña la doctrina de la Trinidad. En la Biblia si
podemos encontrar evidencias que demuestran el concepto
trinitario, y realmente no necesitamos investigar muy a fondo
las Santas Escrituras para encontrar tales pruebas.
Ya desde el mismo comienzo de la Biblia, en Génesis 1:
1, encontramos que Moisés utiliza el nombre plural de Dios:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Aquí, en este
versículo, la palabra hebrea equivalente a Dios es
Elohim(‫ אלהים‬o ‘ĕlohı̂̂ ym), en la forma plural ‫ אל‬El o ‫אלה‬
Eloah, la cual ha sido tradicionalmente interpretada como la
pluralidad de la condición divina del mismo Dios.
Pero Génesis 1: 1 no es la única cita en las Santas
Escrituras hebreas que describe a nuestro Dios en una forma
plural. Esta palabra en plural se encuentra en la Biblia unas
tres mil veces, mientras que su equivalente en singular solo
cincuenta y siete veces. ¿Es todo esto una contradicción?
¿Quiere decir esto que en realidad hay varios Dioses y no
solo Uno? De ninguna manera.
Es provechoso el conocimiento del idioma hebreo, para el
mejor entendimiento de los pasajes del Antiguo Testamento.
En Génesis 1:1, se utiliza el nombre plural “Elohim”. En
Génesis 1:26; 3:22; 11:7 y en Isaías 6:8, se usa el pronombre
plural para “nosotros”. Sin duda, “Elohim” y “Nosotros” se
refieren a más de dos.
En el idioma español tenemos dos formas, singular y
plural. En el idioma hebreo existen tres formas: singular,
doble y plural. Doble es solamente para dos. En hebreo, la
forma doble es utilizada para cosas que vienen en pares
como los ojos, orejas y manos. La palabra “Elohim” y el
pronombre “nosotros” son formas plurales (definitivamente
más que dos) y deben estarse refiriendo a tres o más (Padre,
Hijo, y Espíritu Santo).
En Génesis 1:26 podemos ver también como aparece la
forma plural imperativa de la primera persona del verbo hacer
(“hagamos”) y también la forma plural nominativa de la
primera persona (“nuestra”): “Entonces dijo Dios: Hagamos al
hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en
las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra
sobre la tierra”. Nuevamente, vale la pena recordar que hay
aproximadamente unos tres mil casos en que la palabra
hebrea equivalente a Dios (Elohim) aparece en su forma
plural en el Antiguo Testamento.
Algunos argumentan que en Génesis 1:26 Dios les
hablaba a los ángeles, seres espirituales inteligentes y
semejantes a él, pero inferiores, con los cuales consultó
acerca de la creación. Esto sin embargo, no podría ser
posible por dos razones: En primer lugar, los ángeles no son
creadores; en segundo lugar, no estamos hechos a la imagen
de los ángeles.
Otros pasajes trinitarios del Antiguo Testamento son:
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno
de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que
no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida,
y coma, y viva para siempre.” (Génesis 3:22)
Génesis 11:7 dice:
“Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su
lengua, para que ninguno entienda el habla de su
compañero.”
También se destaca Salmos 45:6-7:
“Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de
justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y
aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios
tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros…”.
Esto es citado en Hebreos 1:8: “…Mas del Hijo dice; Tu
trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es
el cetro de tu reino”.
Otro pasaje trinitario es Isaías 6:8:
“Después oí la voz del Señor, que decía: ‘¿A quién
enviaré, y quién irá por nosotros?’ Entonces respondí yo:
‘Heme aquí, envíame a mí’”.
También en Isaías 48:16 leemos:
“Acercaos a mí, oíd esto: ‘desde el principio no hablé
en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y
ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu’”.
El texto hebreo y arameo del Antiguo Testamento nos
revela aún más conocimiento sobre la Trinidad del que
podríamos deducir del texto en español. Por ejemplo:
TEXTO EN FONÉTICA TRADUCCIÓN
ESPAÑOL HEBREA LITERAL
JOSUÉ 24:19 TRADUCCIÓN
FONÉTICA:
LITERAL:
ESPAÑOL:
KI ELOHIM
“Porque Él es Dios PORQUE DIOSES
KEDOSHIM HU
Santo.” SANTOS (ES) ÉL

PROVERBIOS 9:10 FONÉTICA: TRADUCCIÓN


LITERAL:
ESPAÑOL:
“y el conocimiento VEDAAT Y CONOCIMIENTO
del Santo es KEDOSHIM DE LOS SANTOS (ES)
inteligencia.” BINAH INTELIGENCIA

PROVERBIOS 30:3 TRADUCCIÓN


FONÉTICA: LITERAL:
ESPAÑOL:
“. . . ni tengo VEDAAT Y CONOCIMIENTO
conocimiento del KEDOSHIM EDA DE LOS SANTOS (NO)
Santo.” CONOCÍ

SALMO 58:11 FONÉTICA: TRADUCCIÓN


LITERAL:
ESPAÑOL: YESH-ELOHIM
“. . . hay un Dios SHOFTIM HAY DIOSES QUE
que juzga en la tierra.” BA’ARETS JUZGAN EN LA TIERRA

ECLESIASTÉS
TRADUCCIÓN
12:1 FONÉTICA:
LITERAL:
ESPAÑOL: UZEJOR ET-
Y ACUÉRDATE DE
“Acuérdate, pues, BOREJA
TUS CREADORES
de tu Creador . . .”

SALMO 149:2 FONÉTICA: TRADUCCIÓN


LITERAL:
ESPAÑOL: YISMAJ
“Alégrese Israel en YISRAEL ALÉGRESE ISRAEL
su Creador . . .” BEOSAV EN SUS HACEDORES

JOB 35:10 TRADUCCIÓN


FONÉTICA:
LITERAL:
ESPAÑOL:
AYEH ELOAH
“. . . Dónde está DONDE (ESTÁ)
OSAY
Dios mi Hacedor . . .” DIOS MIS HACEDORES

ISAÍAS 54:5 FONÉTICA: TRADUCCIÓN


ESPAÑOL: KI BOALAYIJ LITERAL:
“Porque tu esposo OSAYIJ YAHVEH
es tu Hacedor, TSEVAOT PORQUE TUS
el SEÑOR de los SHEMO MARIDOS (SON) TUS
ejércitos es su nombre. HACEDORES YAHVEH
. .” DE LOS EJERCITOS
(ES) SU NOMBRE

TRADUCCIÓN
GÉNESIS 20:13 FONÉTICA
LITERAL:
ESPAÑOL: VAYEHI
Y SUCEDIÓ QUE
“Y sucedió que KA’ASHER HITU
CUANDO LOS DIOSES
cuando Dios me hizo OTI ELOHIM
ME HICIERON SALIR
salir . . .” MIBET AVI
DE CASA DE MI PADRE

MALAQUÍAS 1:6 TRADUCCIÓN


FONÉTICA:
LITERAL:
ESPAÑOL:
VEIM-ADONIM
“. . . y si yo soy Y SI SEÑORES
ANI . . .
señor . . .” (SOY) YO

TRADUCCIÓN
2 SAMUEL 7:23 FONÉTICA:
LITERAL:
ESPAÑOL: ASHER
AL CUAL FUERON /
“al cual viniste . . .” HALJU-ELOHIM
VINIERON DIOSES . . .

ÉXODO 33:14 Y 15 FÓNETICA: TRADUCCIÓN


LITERAL:
ESPAÑOL: PANAY
Mi presencia irá YELEJU MIS ROSTROS /
contigo, y yo te daré VAHANIJOTI LAJ PRESENCIAS TE
descanso . . . IM-EN PANEJA ACOMPAÑARÁN Y TE
Si tu presencia no HOLJIM AL- DARÉ DESCANSO . . .
va con nosotros no nos TAALENU MIZEH SI TUS ROSTROS /
hagas partir de aquí PRESENCIAS NO NOS
ACOMPAÑAN NO NOS
SAQUES DE AQUÍ

DEUTERONOMIO
4:7 FONÉTICA: TRADUCCIÓN
LITERAL:
ESPAÑOL: MI-GOY
“¿Qué nación GADOL ASHER- ¿QUÉ NACIÓN
grande hay que tenga LO ELOHIM GRANDE QUE TENGA
un dios tan cerca de KEROVIM ELAV DIOSES CERCANOS A
ella como está el KAYAHVEH ÉL COMO YAHVEH
Señor nuestro Dios . . ELOHEYNU NUESTROS DIOSES?
.?”

TRADUCCIÓN
GÉNESIS 35:7
FONÉTICA: LITERAL:
ESPAÑOL:
SHAM NIGLU ALLÍ SE
“. . . allí Dios se le
ELAV HAELOHIM MANIFESTARON A ÉL
había manifestado . . .”
LOS DIOSES

GÉNESIS 33:20 FONÉTICA: TRADUCCIÓN


LITERAL:
ESPAÑOL: VAYIKRA-LO
“y lo llamó: El- EL ELOHEI Y LO LLAMÓ DIOS
Elohe-Israel.” YISRAEL DIOSES DE ISRAEL

JOSUÉ 22:22
FONÉTICA: TRADUCCIÓN
ESPAÑOL: LITERAL:
EL ELOHIM
“El Dios de los
YAHVEH EL DIOS DIOSES
dioses, Yahveh, el Dios
ELOHIM YAHVEH YAHVEH DIOS DIOSES
de los dioses, Yahveh,
HU YODEA YAHVEH ÉL SABE
lo sabe . . .”

JEREMÍAS 10:10 FONÉTICA: TRADUCCIÓN


LITERAL:
ESPAÑOL: HU-ELOHIM EL ES DIOSES
“Él es el Dios vivo y JAYIM UMELEJ VIVOS Y REY ETERNO
el Rey eterno.” OLAM

TRADUCCIÓN
LITERAL:
OSEAS 11:2 FONÉTICA:
ELLOS LES
ESPAÑOL: KAREU
LLAMABAN Y DE LA
“Cuanto más yo los LAHEM KEN
MISMA MANERA SE
llamaba, tanto más se HALEJU
IBAN DE SUS
alejaban de mí” MIPENEHEM
ROSTROS /
PRESENCIAS

TRADUCCIÓN
OSEAS 11:12b FONÉTICA:
LITERAL:
ESPAÑOL: VIHUDA OD
Y JUDÁ AÚN
“Judá aún gobierna RAD IM-EL VEIM-
GOBIERNA CON DIOS
con Dios, y es fiel con KEDOSHIM
Y CON LOS SANTOS
los santos.” NEEMAN
ES FIEL

DANIEL 7:18 FONÉTICA: TRADUCCIÓN


LITERAL:
ESPAÑOL: VIKABELUN
“Pero los santos del MALJUTA Y RECIBIRÁN EL
Altísimo recibirán el KADISHEI REINO LOS SANTOS
reino . . .” ELYONIN DE LOS ALTÍSIMOS

Fuente: Los 21 testigos de la Trinidad:


http://www.ministerioluzalasnaciones.com/index.php/la-trinidad-la-
hashilush-hakadosh/50-los-21-testigos-de-la-trinidad

Es justo preguntarnos: ¿Cuál sería el propósito de usar


verbos y pronombres en plural para referirse al único Dios
verdadero? El creyente trinitario sabe muy bien la respuesta:
¡Dios es tres en uno, y uno en tres!
Estudiar el texto en el idioma original nos da una gran
lección acerca de la Trinidad. Deuteronomio 6:4, conocido
como el Shemá, nos dice: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios,
Jehová uno es». El original hebreo dice «Shemá Israel,
Adonai Eloheinu, Adonai Ejad». Palabra por palabra
tenemos:
(1.- Shemá: Es la palabra que se usa para «escuchar una
noticia», como si dijera «oye la novedad».
(2.- Israel: El pueblo de Israel.
(3.- Adonai: Esta palabra se traduce como «Señor»
aunque también se puede traducir como «amo». Algunos han
sugerido que se traduce como el plural «Mis» y el singular
«Señor»: «Mis Señor».
(4.- Eloheinu: Es un plural que se traduce en singular. Es
como si leyéramos «árboles» pero traduciendo «árbol». Esta
palabra se traduce como «Dios», pero es un plural que
realmente quiere decir «Dioses». Aunque, como sabemos
que Dios es Uno debemos llamarlo en singular. En ninguna
parte de la Biblia se traduce de Dios en plural.
(5.- Ejad: Esta palabra se traduce como «uno». Lo
relevante de esto es que no quiere decir «uno» en singular,
sino como unidad. ¿Un ejemplo? Vayamos a Génesis, donde
se nos dice: «dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una (ejad) sola carne? (Génesis
2:24)».
Los pentecostales unicitarios se apresurarían, sin duda, a
reconocer que Ejad significa uno, pero ignorando que se
refiero a una unidad compuesta. El hombre y la mujer forman
uno (ejad). Matemáticamente eso se expresa así: 1+1=1.
Otro ejemplo lo vemos en el mismo libro: «Y llamó Dios a la
luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la
mañana un (ejad) día». Aquí la tarde es un elemento y la
mañana es otro elemento, pero ambos forman un día.
Nótese que no dice «y fueron un…» sino que dice: «y fue
un día». Se repite la fórmula matemática 1+1=1. La palabra
«ejad» quiere decir Uno formado por varios. Y es la misma
palabra que se usa aquí en Deuteronomio 6:4 para afirmar
“nuestro Dios, Uno es”. Si pudiéramos traducir palabra por
palabra tendríamos algo así: «Presta atención Israel, el
Señor nuestros Dioses, es Un solo Señor formado por
Varios.». Dios es Uno. No podemos negarlo (ni queremos
hacerlo). Pero esa misma Biblia que nos dice que Dios es
Uno, también nos dice que el Padre es Dios, el Hijo es Dios,
y el Espíritu Santo es Dios. Y esto sólo tomando en cuenta el
Antiguo Testamento.

LA TRINIDAD EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Si el Antiguo Testamento insinúa la Trinidad, el Nuevo la
enseña de manera clara y sin rodeos. El Nuevo Testamento
registra sucesos y formulaciones que ponen en claro la
Trinidad Divina en su accionar dentro de la historia de la
salvación. Un ejemplo de la presencia del trino Dios se puede
ver inmediatamente al comenzar la actividad pública de
Jesús, cuando en su Bautismo el Padre y el Espíritu Santo
atestiguan el envío del Hijo de Dios hecho hombre:
“Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los
cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre
él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi
Hijo amado; en ti tengo complacencia.» (Marcos 1:10-11,
véase también Mateo 3:16-17).
Este pasaje demuestra que el Hijo de Dios obra en unidad
con el Padre y el Espíritu Santo. Pero no es el único.

I.- LA ANUNCIACIÓN
La Anunciación (el episodio de la vida de María en el que
el ángel Gabriel le anuncia que va a ser la madre de Jesús)
constituye, en la autorrevelación de Dios, el punto clave
mediante el cual se desvela el indecible misterio de un Dios
único en la Santísima Trinidad. De hecho, según la Carta a
los Hebreos, cuando Dios, “en estos postreros días nos ha
hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1-2), ha desvelado la realidad
de su vida íntima, de esta vida en la que Él permanece en
absoluta unidad en la divinidad, y al mismo tiempo es
Trinidad, es decir, divina comunión de tres Personas:
“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá,
será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35)
Según el ángel Gabriel, quien habría de nacer de la
Virgen es el Hijo del Altísimo, el Hijo de Dios. Con estas
palabras, Dios es revelado como Padre y el Hijo de Dios es
presentado como aquel que debe nacer por obra del Espíritu
Santo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lucas 1:35). Así,
en la narración de la Anunciación se contiene el misterio
trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
De esta comunión da testimonio directo el Hijo: “Salí del
Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al
Padre." (Juan 16:28). Solamente Él. En el Antiguo
Testamento, cuando Dios habló “por ministerio de los
profetas” (Hebreos 1:1), no conocía este misterio íntimo de
Dios. Ciertamente, algunos elementos de la revelación
veterotestamentaria constituían la preparación de la
neotestamentaria y, sin embargo, sólo el Hijo podía
introducirnos en este misterio. Ya que “a Dios nadie lo vio
jamás”: nadie ha conocido el misterio íntimo de su vida.
Solamente el Hijo:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está
en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (Juan
1:18).
La Encarnación, aunque hace referencia directamente al
Hijo, es “obra” de Dios Uno y Trino. Lo testimonia ya el
contenido mismo de a anunciación (Lucas 1:26-38).

II.- EL BAUTISMO DE JESÚS


Mateo 3:16-17 es otro pasaje bastante ilustrativo:
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del
agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al
Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía
sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.”
La presencia de la Trinidad en ese acontecimiento está
afirmada explícitamente en todas las redacciones
evangélicas del episodio. En el centro de la escena destaca
la figura de Cristo, el Mesías que realiza en plenitud toda
justicia (Mateo 3:15). Él es quien lleva a cumplimiento el
proyecto divino de salvación, haciéndose humildemente
solidario con los pecadores.
Su humillación voluntaria le obtiene una exaltación
admirable: sobre él resuena la voz del Padre que lo
proclama: " Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia" (Mateo 3:17). Es una frase que combina en sí
misma dos aspectos del mesianismo de Jesús: el davídico, a
través de la evocación de un poema real (Salmo 2:7), y el
profético, a través de la cita del primer canto del Siervo de
Jehová (Isaías 42:1). Por consiguiente, se tiene la revelación
del íntimo vínculo de amor de Jesús con el Padre celestial así
como su investidura mesiánica frente a la humanidad entera.
En la escena irrumpe también el Espíritu Santo bajo forma
de paloma que desciende y se posa sobre Cristo. Se puede
recurrir a varias referencias bíblicas para ilustrar esta imagen:
a la paloma que indica el fin del diluvio y el inicio de una
nueva era (Génesis 8:8-12; 1 Pedro 3:20-21); a la paloma del
Cantar de los cantares, símbolo de la mujer amada (Cantares
2:14; 5:2; 6:9); a la paloma que es casi un símbolo de Israel
en algunos pasajes del Antiguo Testamento (Oseas 7:11;
Salmo 68:14).
Es significativo un antiguo comentario judío al pasaje del
Génesis (Génesis 1:2) que describe el aletear con ternura
materna del Espíritu sobre las aguas iniciales:
"El Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de
las aguas como una paloma que aletea sobre sus
polluelos sin tocarlos."[26]
Sobre Jesús desciende el Espíritu Santo, ese mismo
Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción,
ahora viene a "posarse" sobre Él. De Jesús manará este
Espíritu para toda la humanidad.
Así pues, en el Jordán se halla presente toda la Trinidad
para revelar su misterio, autenticar y sostener la misión de
Cristo, y para indicar que con Él la historia de la salvación
entra en su fase central y definitiva. Esa historia involucra el
tiempo y el espacio, las vicisitudes humanas y el orden
cósmico, pero en primer lugar implica a las tres Personas
divinas. El Padre encomienda al Hijo la misión de llevar a
cumplimiento, en el Espíritu, la "justicia", es decir, la salvación
divina.
Cromacio, obispo de Aquileya, en el siglo IV, en una de
sus homilías sobre el bautismo y sobre el Espíritu Santo,
afirma:
"De la misma forma que nuestra primera creación fue
obra de la Trinidad, así también nuestra segunda
creación es obra de la Trinidad. El Padre no hace nada
sin el Hijo y sin el Espíritu Santo, porque la obra del
Padre es también del Hijo y la obra del Hijo es también
del Espíritu Santo. Sólo existe una sola y la misma
gracia de la Trinidad. Así pues, somos salvados por la
Trinidad, pues originariamente hemos sido creados sólo
por la Trinidad."[27]
Así pues, aunque a primera vista la escena del bautismo
de Jesús pareciera que nada tiene que ver con la Trinidad
sino con la unidad de Dios (pues la única divinidad
claramente manifestada sería la del Padre), sin embargo,
cuando examinamos más detenidamente el texto
descubrimos la del Hijo y la del Espíritu Santo también.
En efecto, porque el Padre está haciendo una confesión o
declaración solemne acerca de la persona que acaba de ser
bautizada y esa declaración es la más extraordinaria y
conspicua que se pueda hacer. Algo que, como dice el autor
de la carta a los Hebreos, ni siquiera ha hecho acerca de las
criaturas más excelsas, los ángeles (Hebreos 1:5).
Y si de esas criaturas no ha hecho esa confesión, cuanto
menos de ninguno de los hombres, incluso de los mayores
hombres de Dios. Ni de Abraham, ni de Moisés, ni de David
ha dicho Dios nunca nada parecido. Y es que la palabra Hijo
alude a una comunión de naturaleza, no sólo de voluntad o
de propósito.
Puede haber coincidencia de voluntad o propósito entre
amo y siervo, pero de naturaleza sólo entre padre e hijo y eso
es precisamente lo que el Padre está declarando aquí sobre
Jesucristo. Ahora bien, la comunión de naturaleza supone
comunión de divinidad, lo que implica igualdad de atributos;
luego la divinidad del Padre es la misma del Hijo también,
porque se trata de una filiación no adoptiva, sino de esencia.
La otra referencia en este pasaje es al Espíritu Santo. Si
el espíritu del hombre es el hombre mismo, es evidente que
el Espíritu de Dios tiene que ser Dios mismo. Y si Dios no
está constituido de partes, se deduce que hay una identidad
de naturaleza entre Dios y su Espíritu, no siendo una cosa
uno y otra cosa el otro sino ambos lo mismo, aunque
distinguiéndose el uno del otro por la preposición “de” en la
expresión Espíritu de Dios, que indica relación.
Por tanto, hay igualdad y distinción a la vez. Igualdad por
la única esencia, distinción por la relación mutua. Algo que
sobresale en este texto del bautismo de Jesús es que la
presencia de Padre, Hijo y Espíritu Santo es simultánea, es
decir, se produce al mismo tiempo, lo cual echa por tierra la
teoría de que Padre, Hijo y Espíritu Santo no son sino
manifestaciones de un ser unipersonal, que ejerce esos
papeles de forma sucesiva, según convenga.

III.- LA FÓRMULA BAUTISMAL Y LA


GRAN COMISIÓN
Padre, Hijo y Espíritu Santo también son mencionados en
el mandato del bautismo dado por Jesucristo a los Apóstoles
antes de su ascensión (Mateo 28:18-19). La fuerza que tiene
este pasaje no puede ser negada.
En primer lugar, se trata del acto por el que una persona
queda consagrada a Dios, como es el bautismo. Por tanto,
perfectamente Jesús podía haber dicho que el bautismo se
hiciera en el nombre de Dios, lo cual habría sido correcto.
También podría haber empleado otras fórmulas, como en
el nombre del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, o en el
nombre del Dios de Israel, lo que igualmente habría sido
pertinente. Sin embargo, en lugar de usar esas u otras
fórmulas va a usar la de en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo.
Nótese que emplea el término nombre en singular, para
denotar la unidad de Dios, pero al mismo tiempo introduce
las distinciones personales que hay en esa unidad. Otras
referencias a la correlación existente entre las personas
divinas se hallan en el Evangelio de Juan cuando se
menciona la unidad del Hijo con el Padre, donde Jesucristo
dice: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30, comparar
también con Juan 1:1 y 14). Asimismo, la promesa del
Espíritu Santo hace referencia a la Trinidad de Dios (Juan
16:13-15).

IV.- LAS CARTAS DE PABLO


En las epístolas del Nuevo Testamento hay más alusiones
a la Trinidad de Dios. Las encontramos en las alabanzas a
Dios o también en las fórmulas de bendición. Así dice en 1
Corintios 12:4-6:
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu
es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el
Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones,
pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el
mismo.”
Aquí se menciona tanto la unicidad de Dios, como las
diferentes auto manifestaciones personales. También Efesios
4:4-6 testifica que el obrar de Dios contiene señales de su
naturaleza trinitaria:
“Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también
llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;
un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos,
el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.”
También podemos mencionar aquí otros textos trinitarios
en las cartas paulinas:
“Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol,
apartado para el evangelio de Dios, que él había
prometido antes por sus profetas en las santas
Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que era del linaje de David según la carne, que fue
declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de
santidad, por la resurrección de entre los muertos.”
(Romanos 1:1-4)
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas. Por tanto, acordaos de que en otro tiempo
vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais
llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha
con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin
Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el
mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro
tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por
la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de
ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia
de separación, aboliendo en su carne las enemistades,
la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,
para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo
hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar
con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella
las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de
paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban
cerca; porque por medio de él los unos y los otros
tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así
que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino
conciudadanos de los santos, y miembros de la familia
de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles
y profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien
coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el
Señor; en quien vosotros también sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (Efesios
2:8-22)

V.- LAS CARTAS DE PEDRO


Asimismo, en 1 Pedro 1:2 se habla acerca del obrar de
salvación del trino Dios:
“Elegidos según la presciencia de Dios Padre en
santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados
con la sangre de Jesucristo.”
1 Pedro 1:2 resume el plan de salvación en tres actos:
Elección, santificación y expiación. Es decir, diseño,
aplicación y ejecución.
El primer acto es del Padre, el segundo del Espíritu y el
tercero de Jesucristo. Si se reduce la divinidad al Padre,
entonces la tarea de Dios en la salvación se reduce a que la
ha pensado, nada más, siendo su aplicación y ejecución
tarea de dos criaturas.
Del mismo modo, si se reduce la divinidad a Jesucristo,
como hacen algunos unitarios modernos, llegamos a la
misma conclusión, que dos partes de la salvación han sido
efectuadas por entes fantasmales que no tienen realidad
personal propia.

VI.- LAS CARTAS DE JUAN


Asimismo, las epístolas joánicas nos testifican de la
Trinidad. Juan nos dice:
“Y este es su mandamiento: Que creamos en el
nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a
otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus
mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en
esto sabemos que él permanece en nosotros, por el
Espíritu que nos ha dado.” (1 Juan 3:23-24)
Otro pasaje trinitario que merece ser destacado en las
epístolas joánicas es 1 Juan 5:6-10, el cual nos dice:
“Este es Jesucristo, que vino mediante agua y
sangre; no mediante agua solamente, sino mediante
agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio;
porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que
dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu
Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan
testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y
estos tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los
hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es
el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su
Hijo. El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio
en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho
mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios
ha dado acerca de su Hijo.”
No obstante, es necesario señalar algo en relación con
dicho pasaje. Específicamente sobre los versículos 7-8.
Algunos manuscritos introducen, entre los versículos 7 y 8
del capítulo 5 de la primera epístola de Juan, un texto que se
llama la «Coma Joánica» o «el apócrifo joánico». Por largo
tiempo los doctos bíblicos han puesto en tela de juicio la
autenticidad de dichas palabras. Pero puesto que estas
palabras sí aparecen en el Textus Receptus (“Texto
Recibido”)[28], se encuentran en las versiones Reina-Valera,
Torres Amat y otras, en español, y versiones como la King
James y la Douay en inglés, las cuales fueron traducidas a
partir del Textus Receptus.
Otras traducciones bíblicas que no usaron el Textus
Receptus omiten la coma joánica en el texto de 1 Juan 5:7-8.
El texto oficial de la versión Dios Habla Hoy (una traducción
que utilizó como guía original los textos bíblicos en hebreo,
arameo y griego, más no el Textus Receptus), por ejemplo,
dice:
“Tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre;
y los tres están de acuerdo.” (1 Juan 5:7-8, DHH).
Nótese que el texto de la DHH no incluye la «Coma
Joánica», que se añade al versículo 7 en otras versiones. La
coma joánica añade al texto lo siguiente: «EN EL CIELO: EL
PADRE, LA PALABRA Y EL ESPÍRITU SANTO, Y ESTOS
TRES SON UNO; Y SON TRES LOS QUE DAN
TESTIMONIO EN LA TIERRA».
De tal manera que en algunas biblias entre el siglo XVI y
el siglo XIX (como nuestra Reina-Valera) vemos fusionados
este texto con la versión original de la Biblia, quedando de
esta manera: “Tres son los testigos: (EN EL CIELO: EL
PADRE, EL VERBO Y EL ESPÍRITU SANTO, Y ESTOS
TRES SON UNO; Y SON TRES LOS QUE DAN
TESTIMONIO EN LA TIERRA): el Espíritu, el agua y la
sangre; y los tres están de acuerdo.”
Con respecto a la autenticidad de este texto hay mucha
discrepancia. Unos estudiosos de la Biblia dicen que la
«Coma Joánica» sí forma parte de la epístola original de 1
Juan. Otros biblistas, por el contrario, afirman que la «Coma
Joánica» es un texto apócrifo introducido posteriormente,
hacia el siglo V-VI, para sustentar la doctrina trinitaria; por lo
cual no se podría afirmar que sea parte del texto original de 1
Juan.
Esta última hipótesis es la aceptada principalmente por
dos motivos:
1.- La coma joánico no aparece en la versión original de la
Vulgata latina.[29] Recordemos que el Nuevo Testamento fue
escrito en griego, no en el latín. Como no hay ni un solo texto
griego antiguo que contenga la «Coma Joánica» tampoco
aparece en la versión original de la Vulgata latina (del siglo
IV). En la Vulgata sólo aparece el texto que conocemos hoy
tal como es vertido en la versión Dios Habla Hoy (DHH), la
Nueva Versión Internacional (NVI), la Nueva Traducción
Viviente (NTV), la Palabra de Dios para Todos (PDT), Biblia
La Palabra (BLP), la Reina-Valera Actualizada (RVA) o
incluso la Traducción en Lenguaje Actual (TLA) y otras más:
“quia tres sunt qui testimonium dant Spiritus et aqua et
sanguis et tres unum sunt”.[30]
2.- Esta «Coma Joánica» no era conocida durante los
concilios de Nicea y Constantinopla (s. IV) en los que se
discutió la doctrina sobre la Santísima Trinidad. De haber
escrito Juan la ‘Coma Joánica, este texto hubiera brillado por
su protagonismo durante dichas controversias conciliares. La
«Coma Joánica» empezó a aparecer en el siglo V en los
manuscritos latinos, pero no fue incluida sino hasta el siglo
VIII en la versión más tardía de la vulgata de san Jerónimo.
[31]
Es por esto por lo que cada vez más versiones modernas
de la Biblia han omitido la «Coma Joánica» por completo por
considerarla una añadidura apócrifa y otras la han relegado a
una nota a pie de página, explicando las dudas sobre su
autenticidad.
Esto último es lo que constatamos en las notas de, por
ejemplo, versiones como la Nueva Biblia de Jerusalén (1998)
en que se halla la siguiente anotación:
“El texto en los vv. 7-8 está recargado en la Vulgata
por un inciso (La Coma Joánica) ausente de los mss
griegos antiguos, de las antiguas versiones y de los
mejores mss de la Vulgata y que parece una glosa
marginal introducida tardíamente en el texto”.[32]
¿Deberíamos descartar 1 Juan 5:6-10 como texto de
defensa a favor de la Trinidad? No, eso sería un error.
Ciertamente, dicho pasaje no necesita de los versículos 7 y 8
para sostener sus afirmaciones trinitarias. Incluso omitiendo
completamente 1 Juan 5:7-8, los versículos anteriores y
posteriores a la coma joánica nos enseñan claramente la
doctrina trinitaria: Leamos nuevamente el texto descartando
por completo los versículos 7 y 8:
“Este es Jesucristo, que vino mediante agua y
sangre; no mediante agua solamente, sino mediante
agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio;
porque el Espíritu es la verdad […] Si recibimos el
testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de
Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha
testificado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de
Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a
Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el
testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.”
Hasta el lector más descuidado notará que se dice que “el
Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la
verdad” y que “Dios ha testificado acerca de su Hijo”. ¿Qué
es esto sino una admisión clara de la doctrina trinitaria? Y es
que la doctrina de la Trinidad no se sostiene o cae por 1 Juan
5:7-8. El trinitarismo es enseñado a lo largo de toda la Biblia
no forma implícita en ciertas ocasiones o explícita en otras.

VII.- LA BENDICIÓN APOSTÓLICA


Una alusión clara a la Trinidad de Dios la constituye la
fórmula de bendición que se encuentra al final de la segunda
epístola a los Corintios:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la
comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.” (2
Corintios 13:14).
Ciertamente, 2 Corintios 13:14 es una fórmula en la que
se contienen tres grandes bendiciones que sólo Dios puede
otorgar: La gracia, el amor y la comunión. La gracia es el
medio de la salvación, el amor es la causa de esa salvación y
la comunión el resultado de dicha salvación.
Pues bien, el medio de la salvación es la gracia impartida
por Jesucristo, su causa es el amor de Dios y su resultado es
la comunión del Espíritu Santo. Esta bendición que es la
salvación, algo que por definición solamente Dios puede
impartir, el apóstol Pablo la atribuye aquí a Dios, también a
Jesucristo, al que le añade el nombre Señor, y asimismo al
Espíritu Santo. Si sólo el Padre o sólo Jesucristo fuera Dios,
sería blasfemo que de alguien que no es Dios se dijera que
es autor de la salvación, ya que ésta es una obra
exclusivamente divina.

VIII.- LA CARTA A LOS HEBREOS


En la actualidad, hay acuerdo entre los especialistas en
cuanto a que el autor de la Carta a los Hebreos no es Pablo
de Tarso. Muchas ideas teológicas presentes en la Epístola a
los Hebreos no son propias del pensamiento paulino. Por
ejemplo, no aparece en las epístolas de Pablo el tema,
central en la Epístola a los Hebreos, de Cristo como sumo
sacerdote. Tampoco se plantea el problema, importantísimo
para Pablo, de si el cumplimiento de la ley mosaica es o no
necesaria para la salvación.[33]
Sobre la verdadera identidad del autor de la Epístola a los
Hebreos, no existe ninguna certeza. Ni siquiera se puede
estar seguro de si era o no judío o de si conocía el hebreo o
no. Maneja, desde luego (y cita en la carta), la traducción al
griego del Antiguo Testamento, la llamada Biblia de los
Setenta (Septuaginta)[34], como otros muchos autores del
Nuevo Testamento, y no la versión original en hebreo.
Entre otros candidatos a ser considerados autores de la
epístola, se ha citado a Lucas, Bernabé, Clemente de Roma
y Apolos.
La idea de que fue este último fue propuesta por Lutero, y
es considerada una hipótesis verosímil por algunos autores
actuales.
Apolo, judío alejandrino mencionado en los Hechos de los
apóstoles y en la Primera epístola a los corintios, había sido
discípulo de Filón[35], con cuyo pensamiento tiene afinidades
la epístola. También se sabe que en sus prédicas Apolo
hacía frecuentes referencias al Antiguo Testamento.[36]
Quienquiera que haya sido el autor de la carta a los
Hebreos, ciertamente creía en la Trinidad. En Hebreos 9:14
leemos:
“Porque si la sangre de los machos cabríos y de los
toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se
han contaminado, santifican para la purificación de la
carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el
Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
purificará vuestra conciencia de obras muertas para
servir al Dios vivo?”

IX.- EL TESTIMONIO DE
JESUCRISTO MISMO
Nuestro Señor Jesucristo enseñó claramente la distinción
de personas dentro de la Trinidad. Así, en Juan 14:16-31
Jesús habla del Padre y del Espíritu Santo como personas
distintas a Él. En los capítulos 15 y 16 de Juan continúa
hablando del Padre y del Espíritu Santo, y en el 17 tenemos
su oración al Padre.
Constantemente Jesús se refirió a sí mismo como
enviado por el Padre, haciendo una distinción de personas
(Lucas 2:49; Juan 3:16-17, 34; 5:43; 6:38-39; 9:3-4; 12:49;
16:28; 20:21). Jesús siempre afirmó que las obras que hacía
no eran suyas, sino de Su Padre (Juan 5:19, 30, 36; 6:38;
7:16).
Además, Jesús menciona cosas, acontecimientos y
actividades que corresponden definitivamente a un miembro
de la Trinidad pero no al otro, con lo que demostraba que Él y
el Padre eran dos personas distintas (Marcos 13:32; Juan
3:35; 5:20; 5:22; 8:50, 54; 10:17; 14:31; 17:23-24).
¡Jesús incluso hizo distinción de lugares entre Él y el
Padre! Lo cual prueba que ambos son personas distintas ¿o
cómo podrían estar en lugares diferentes? (Juan 14:12, 28;
16:28; 20:17; Mateo 6:9). Jesús oraba al Padre, lo cual sería
absurdo si fuesen la misma persona. Las oraciones de Jesús
serían nada menos que una farsa, un engaño, pues nadie
estaba en los cielos para responderle ¿o es que acaso se
oraba a sí mismo? (Marcos 1:35; Lucas 5:16; 6:12; 9:28;
11:1; 22:39-44; Mateo 26:39; Juan 11:41-42; 17:1-26;
Hebreos 5:7). Sin duda, Jesús no sólo oraba para darnos el
ejemplo como suelen argumentar los unicitarios para justificar
su error. Jesús oraba para tener comunión con su padre y
recibir respuestas a sus peticiones.
Como bien lo señalan diversos autores cristianos, si el
modalismo sabeliano enseñado por los unicitarios de hoy
fuese cierto, todo el sistema simbólico del sacerdocio pierde
su significado si sólo existe Jesús en la Deidad:
“La epístola a los Hebreos enseña que Jesús
convirtió en realidad ese simbolismo al presentarse a sí
mismo en sacrificio ante Dios Padre, donde intercede por
nosotros. Los de Sólo Jesús, al ser confrontados con
este hecho, niegan que haya oración en el cielo. Léanse
al respecto Hebreos 4:14; 5:10; 6:20; 7:17; 8:6; 10:22.
Hebreos 7:25 nos enseña que Él vive para interceder por
nosotros. Cristo es el Mediador entre Dios y los hombres
(1 Timoteo 2:5; 1 Juan 2:1-2).”[37]
Así pues, la doctrina de Jesús Sólo le quita sentido a las
Escrituras. ¿Qué sentido tiene la hermosa oración de Juan
17 si Jesús y el Padre son el mismo? Juan 3:16 también
carece de sentido en caso de aceptar la interpretación
unicitaria ¿Quién sería el Hijo Unigénito? ¿Quién lo envió
entonces si son la misma persona? ¿Acaso no sonaría
absurdo? ¿Y qué hay con Juan 1:1-2 y 1:14? Además, si
Jesús es la única persona de la Trinidad ¿Qué significa Juan
1:18? Cualquier intento de explicar dichos textos dejando de
lado el trinitarismo bíblico es simplemente ridículo.
Pero las contradicciones de la doctrina unicitaria no
terminan ahí. Si solo Jesús conforma la Deidad, la promesa
que Jesús hizo a sus discípulos de que les enviaría otro
Consolador no era más que una burla o un cruel engaño si Él
era el Espíritu Santo:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de
verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le
ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora
con vosotros, y estará en vosotros.”
O peor aún, si Jesús era el Espíritu Santo que descendió
el día de Pentecostés ¿dónde quedó su cuerpo resucitado?
Los ángeles prometieron a los discípulos que Jesús volvería
de nuevo tal como lo habían visto ir al cielo, con su cuerpo
físico, no como un espíritu inmaterial:
“Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo,
entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a
ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales
también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis
mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado
de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo.” (Hechos 1:10-11)
“Y derramaré sobre la casa de David y sobre los
habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de
súplica, y me mirarán a mí, a quien han traspasado. Y se
lamentarán por Él, como quien se lamenta por un hijo
único, y llorarán por Él, como se llora por un
primogénito.” (Zacarías 12:10)
“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá,
y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra
harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la
Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era
y que ha de venir, el Todopoderoso.” (Apocalipsis 1:7-8)
Esto no sucedió así cuando vino el Espíritu Santo. Si
Jesús se hubiera desmaterializado nuevamente y perdido su
cuerpo para convertirse después en el Espíritu Santo, esto
nos crea otro problema. La Biblia afirma:
“Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre
los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene
dominio sobre Él.” (Romanos 6:9, LBLA)
Si Cristo abandonó su cuerpo después de resucitar y
regresó solamente en Espíritu, esto implicaría que murió dos
veces, ya que la Biblia afirma que:
“Porque así como el cuerpo sin el espíritu está
muerto, así también la fe sin las obras está muerta.”
(Santiago 2:26, LBLA)
Así pues, el pentecostalismo unicitario debe recurrir a una
contradicción tras otra para defender sus postulados
erróneos. Esto, por sí mismo, debería hacer a sus
adherentes cuestionarse sobre la veracidad de su doctrina.

¿Y ENTONCES QUÉ? ¿DEBEMOS


CREER EN LA TRINIDAD?
En este punto, la respuesta a la pregunta anterior debería
ser obvia. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento no
vacilan en enseñar con claridad la doctrina trinitaria. Judas
20-21 nos dice:
“Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra
santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en
el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro
Señor Jesucristo para vida eterna.”.
En resumen, la doctrina de la Trinidad no es un invento de
la Iglesia de los primeros siglos ni una copia de sistemas
paganos, sino la enseñanza clara y evidente del Nuevo
Testamento, respaldado por el Antiguo, sobre Dios. Toda la
Biblia se une en defensa de la doctrina trinitaria. La Biblia en
su conjunto nos enseña que:
(1) Hay un Dios: Deuteronomio 6:4; 1 Corintios 8:4;
Gálatas 3:20; 1ª Timoteo 2:5.
(2) La Deidad está compuesta de tres Personas: Génesis
1:1; 1:26; 3:22; 11:7; Isaías 6:8; 48:16; 61:1; Mateo 3:16-17;
28:19; 2 Corintios 13:14. En Isaías 48:16 y 61:1, el Hijo está
hablando mientras hace referencia al Padre y al Espíritu
Santo. Compare Isaías 61:1 con Lucas 4:14-19 y se dará
cuenta de que es el Hijo hablando. Mateo 3:16-17 describe el
evento del bautismo de Jesús. En este se ve a Dios el
Espíritu Santo descendiendo sobre Dios el Hijo mientras Dios
el Padre proclama Su complacencia en el Hijo. Mateo 28:19 y
2ª Corintios 13:14 son ejemplos de 3 personas distintas en la
Trinidad.
(3) Los miembros de la Trinidad se distinguen el uno del
otro en varios pasajes: En el Antiguo Testamento, Jehová
afirma tener un “Hijo” (Salmos 2:7, 12; Proverbios 30:2-4). El
Espíritu se distingue de Jehová (Números 27:18) y de Dios
(Salmos 51:10-12). Dios el Hijo se distingue de Dios el Padre
(Salmos 45:6-7; Hebreos 1:8-9). En el Nuevo Testamento,
Juan 14:16-17 es donde Jesús ruega al Padre que envíe un
Consolador, el Espíritu Santo. Esto muestra que Jesús no se
consideró el Padre o el Espíritu Santo. Tome en cuenta
también todos los otros tiempos en los Evangelios, en donde
Jesús habla al Padre. ¿Estaba hablándose a Sí mismo? No.
El habló a otra persona de la Trinidad – al Padre.
(4) Cada miembro de la Trinidad es Dios: El Padre es
Dios: Juan 6:27; Romanos 1:7; 1ª Pedro 1:2. El Hijo es Dios:
Juan 1:1, 14; Romanos 9:5; Colosenses 2:9; Hebreos 1:8; 1
Juan 5:20. El Espíritu Santo es Dios: Hechos 5:3-4; 1
Corintios 3:16; Romanos 8:9; Juan 14:16-17; Hechos 2:1-4).
(5) La subordinación dentro de la Trinidad durante el
estado presente: La Escritura muestra que el Espíritu Santo
es subordinado al Padre y al Hijo, y el Hijo es subordinado al
Padre. Esta es una relación interna, y no niega la deidad de
ninguna persona de la Trinidad. Esta es simplemente un área
en el cual nuestras mentes finitas no pueden entender lo
concerniente al Dios infinito. Concerniente al Hijo veamos:
Lucas 22:42; Juan 5:36; Juan 20:21; 1 Juan 4:14.
Concerniente al Espíritu Santo veamos: Juan 14:16; 14:26;
15:26; 16:7 y especialmente Juan 16:13-14.
(6) Las labores de los miembros individuales de la
Trinidad: El Padre es el recurso o causa esencial de: el
universo (1 Corintios 8:6; Apocalipsis 4:11); la revelación
divina (Apocalipsis 1:1); la salvación (Juan 3:16-17); y las
obras humanas de Jesús (Juan 5:17; 14:10). El Padre pone
en marcha todas estas cosas.
El Hijo es el agente a través de quien el Padre hace las
siguientes obras: la creación y mantenimiento del universo (1
Corintios 8:6; Juan 1:3; Colosenses 1:16-17); la revelación
divina (Juan 1:1; Mateo 11:27; Juan 16:12-15; Apocalipsis
1:1); y la salvación (2 Corintios 5:19; Mateo 1:21; Juan 4:42).
El Padre hace todas estas cosas a través del Hijo, quien
hace las veces de Su agente.
El Espíritu Santo es el medio por el cual el Padre hace las
siguientes obras: la creación y mantenimiento del universo
(Génesis 1:2; Job 26:13; Salmos 104:30); la revelación divina
(Juan 16:12-15; Efesios 3:5; 2 Pedro 1:21); la salvación (Juan
3:16; Tito 3:5; 1 Pedro 1:2); y las obras de Jesús (Isaías 61:1;
Hechos 10:38). De este modo el Padre hace todas estas
cosas por el poder del Espíritu Santo.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son formas de
Dios, cada uno de ellos es Dios. De manera que, ninguna
ilustración puede darnos una representación de la Trinidad,
pues por muy buena que sea, ninguna representación es
completamente certera. Un Dios infinito no puede ser descrito
completamente, por una ilustración finita. En lugar de
enfocarse en lo que no comprendemos de la Trinidad,
debemos enfocarnos en el hecho de la grandeza de Dios y
en la naturaleza infinitamente superior a nosotros mismos:
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de
la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la
mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?”.
EL BAUTISMO EN AGUA: ¿EN
NOMBRE DE QUIÉN?
Una característica peculiar del pentecostalismo unicitario
es su proselitismo entre otros cristianos. Esto resulta
vergonzoso si se toma en cuenta que hay un mundo que se
pierde en el pecado y los cristianos somos llamados a
alcanzarlo, no a dividirnos entre nosotros o saquear otros
grupos religiosos.
Muchos adherentes del movimiento ‘Jesús Sólo’
(pentecostales unicitarios), prefieren trabajar y hacer
proselitismo entre los miembros de otras iglesias cristianas,
difundiendo así su herejía destructiva y causando división en
las iglesias. Tal actitud no sólo es sectaria, sino también
digna de reprensión.
Ellos afirman ser poseedores exclusivos de la verdad y
consideran que los demás cristianos estamos en error. El
bautismo en el Nombre de Jesús suele ser la punta de lanza
en sus argumentos sectarios. Pero bautizar en el nombre de
Jesús es sólo uno de los muchos errores de los
pentecostales unicitarios. Como ya se mencionó con
anterioridad, ellos tampoco creen en la Trinidad y, como es
de esperarse, no bautizan en el triple nombre ordenado por
Jesús en Mateo 28:19 sino “en el nombre de Jesús solo”,
extrayendo algunos textos fuera de su contexto para
justificarlo.
SUPUESTAS BASES BÍBLICAS PARA
LA HEREJÍA SABELIANA O
MODALISMO
Analicemos brevemente las bases de los pentecostales
unicitarios:
Hechos 2:38
«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo».
Basta leer el contexto para darse cuenta de que el
mensaje central no es negar la Trinidad o enseñar que solo
existe Jesús o que el bautismo correcto deba realizarse
únicamente en su nombre.
En el discurso del apóstol se destaca que Dios había
prometido derramar el Espíritu Santo y ahora lo había
derramado y por eso ellos hablaban en lenguas y presenta a
Jesús como el salvador enviado por Dios. Por ningún lado
dice o da a entender que solo existe Jesús. Eso lo asumen
solo los pentecostales unicitarios porque en el discurso
aparece la mención de las tres personas (Padre, Espíritu
Santo y Jesús).
Además, basta leer el discurso para darse cuenta de que
el apóstol en su sermón destaca como los israelitas mismos
le habían quitado la vida a Jesús, por lo que ellos se sintieron
compungidos de corazón y le preguntan acerca de qué
debían hacer ante su gran pecado, y es cuando el apóstol les
hace el llamado a arrepentirse y bautizarse en el nombre de
Jesús para ser perdonados y recibir el Espíritu Santo.
El contexto indica que el llamado a bautizarse en el
nombre de Jesús es una invitación a reconocerlo como su
mesías; porque para ser aceptados por Dios debían primero
aceptar a Jesús como Salvador, ya que él es el Cristo
enviado por Dios. Esto servía para identificar que ahora eran
seguidores de Jesús.
Es de esperarse que Pedro, al efectuar la ordenanza del
bautismo, lo haría siguiendo la fórmula y el mandato dado por
Cristo antes de su ascensión. Esto resulta lógico porque, en
primer lugar, Pedro predicaba a personas que creían en Dios.
Pedro predicaba a personas que, aunque vagamente, tenían
idea de la existencia de un Espíritu Santo. De los muchos
pasajes en que podemos considerar al Espíritu Santo en el
Antiguo Testamento como distinto e independiente de Dios el
Padre, hallamos los siguientes:
“Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las
tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de
Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2).
“Su espíritu adornó los cielos; su mano creó la
serpiente tortuosa” (Job 26:13).
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y
todo el ejército de ellos por el aliento de su boca”
(Salmos 33:6).
“No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu
santo Espíritu” (Salmos 51:11).
“Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo
espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo
peleó contra ellos. Pero se acordó de los días antiguos,
de Moisés y de su pueblo, diciendo: ¿Dónde está el que
les hizo subir del mar con el pastor de su rebaño?
¿dónde el que puso en medio de él su santo espíritu”
(Isaías 63:10, 11).
Esta doctrina iba a tener su floración perfecta en el Nuevo
Testamento. Además, Pedro predicaba a personas que no
creían en Jesús y que antes, al contrario, lo habían
escarnecido, despreciado y crucificado.
Pero ahora, Pedro les dice que ese Jesús era nada
menos que su Mesías y que toda relación con Dios tenía
como fundamento el nombre de Jesucristo y que por lo tanto,
en el nombre de Él debían recibir el bautismo. Era pues, para
aquella multitud, la oportunidad que tenían de resarcirse de
su mal contra su Mesías, y de recibir, como prueba de su
arrepentimiento y fe, el bautismo teniendo como base la
Persona que 50 días antes habían crucificado. Era la
exaltación y elevación de la Persona que aborrecieron y que
desde ahora sería la más amada.
Cipriano (200 D.C.) dice: «Pedro menciona aquí el
nombre de Jesucristo, no para omitir al Padre, sino para que
el Hijo no falte de ser unido con el del Padre».[38] En los
discursos sucesivos que encontramos especialmente en los
primeros capítulos de Hechos, los discípulos están tratando
de hacer resaltar a la persona de Jesucristo, porque ella era
la que había tomado cuerpo humano para poder ofrecer por
los hombres el sacrificio perfecto.
En cuanto a los tres mil se debe pensar que no fueron
bautizados en el acto, lo que no había sido posible. La
expresión “y se añadieron aquel día”, no implica
necesariamente que su bautismo haya sido celebrado el
mismo día. Una instrucción completa les fue dada más tarde
según Hechos 2:42: “Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento
del pan y en la oración”.
Hechos 8:16
«Porque aún no había descendido sobre ninguno de
ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el
nombre de Jesús.»
Este pasaje bíblico tampoco menciona que solo exista
Jesús como suponen los pentecostales unicitarios, o que sólo
en su nombre es el bautismo correcto. Por el contrario, si
leemos todo el relato podemos darnos cuenta de que se
mencionan a Dios el Padre, al Espíritu Santo y a Jesús.
Felipe había llegado a Samaria donde hizo muchas
señales y presentó a Jesús como el Salvador; pero luego
Pedro y Juan fueron enviados y hallaron que sólo habían sido
bautizados en señal de reconocimiento de que Jesús era el
mesías, pero no habían recibido el Espíritu Santo.
Al leer el relato podemos darnos cuenta de que se refiere
a que ellos habían aceptado el nombre de Jesús como el
Salvador personal y que habían sido bautizados con la
autoridad dada por Jesús. Esto servía para identificar que
ahora eran seguidores de Jesús. No pretende establecer
fórmula bautismal alguna.
Hechos 10:48
«Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús.
Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.»
En este texto la Biblia tampoco está negando la existencia
del Padre y del Espíritu Santo, ni presentado la sola
existencia de Jesús solamente. Pedro por indicación divina
había ido a casa de Cornelio, un gentil temeroso del Señor, y
al llegar se da cuenta que no debía hacer excepción de
personas y comienza a predicarle a él y a muchos otros más
gentiles, y aún a algunos judíos presentes en la casa de
Cornelio.
Su mensaje principal es mostrar como Dios ungió a Jesús
con el Espíritu Santo y le envió como Salvador de la
humanidad al resucitarle el tercer día. Los pentecostales
unicitarios parece que no leen el contexto completo en el que
se destaca que Jesús fue el mesías de Dios y por ningún
lado dice que solo existe Jesús.
Cuando dice que el apóstol les manda a ser bautizados
en el nombre de Jesús se está destacando que al haber
recibido el Espíritu Santo y hablado en lenguas sin duda
debían dar el paso del bautismo, aceptando a Jesús como
salvador y enviado de Dios. Esto servía para identificar que
ahora eran seguidores de Jesús. Sin embargo, a la hora de
efectuar el bautismo, los apóstoles no desobedecerían jamás
el mandato de Su Señor ni cambiarían la fórmula bautismal
trinitaria dada por el mismo Jesús.
Hechos 19:5
«Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el
nombre del Señor Jesús.»
El apóstol Pablo llegó a Éfeso y halló a algunos discípulos
o seguidores, pero encontró que no habían recibido el
Espíritu Santo y que sólo conocían el bautismo de Juan y
ahora procede a hablarles de Jesús y luego fueron
bautizados.
En ningún versículo del texto se menciona que solo existe
Jesús como suponen los pentecostales unicitarios.
Claramente se revela la existencia de otro Ser: el Espíritu
Santo; del que los seguidores no sabían nada porque no
habían sido instruidos. Los creyentes no habían escuchado ni
del Espíritu Santo ni de Jesús y solo sabían acerca del
bautismo de arrepentimiento de Juan el Bautista; razón por la
que ahora el apóstol les habla de Jesús y les presenta a
Jesús como el Cristo y luego que ellos aceptan a Jesús como
su Salvador personal les bautiza. Pero, obviamente, no en el
nombre de Jesús sólo.
Es evidente que lo que se destaca es la necesidad de
reconocer a Jesús como Salvador como requisito previo e
indispensable para recibir el bautismo cristiano. El apóstol les
pregunto ‘¿En qué fuisteis bautizados?’ Ellos no le dijeron en
el nombre de Juan, sino en el bautismo de Juan. En
respuesta, ahora el apóstol les presenta la nueva forma
ordenada por Dios, la cual era aceptando a Jesús como
Salvador.

REFUTANDO LA DOCTRINA
SABELIANA
La postura pentecostal unicitaria, y de algunos otros que
pretenden enseñar que sólo se debe bautizar en el nombre
de Jesús, deja algunas dudas:
(1) Jesús mandó bautizar en nombre de la Trinidad y
sus palabras son normativas:
Según Mateo 28:19, Jesús mandó bautizar a sus
discípulos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo; pero según ellos los discípulos lo hicieron solo en el
nombre de Jesús. Como quien dice fueron desobedientes.
No creo que ellos hayan sido ejemplo de desobediencia y
mucho menos en un tema tan importante.
Por ejemplo, Dios mandó a Noé a construir un arca de
madera de gofer: “Hazte un arca de madera de gofer; harás
aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y
por fuera” (Génesis 6:14). Virtualmente se le prohibía el uso
de cualquier otra madera. Si Noé hubiera usado distinta clase
de madera a la ordenada era una desobediencia abierta a
Dios.
La institución de la Pascua proporciona varias
ilustraciones de esta máxima (Éxodo 12). Había de
sacrificarse un cordero, no una ternera; había de ser de un
año, no de dos o tres; macho, no hembra; perfecto, no
defectuoso; había de sacrificarse el 14 del mes, no ningún
otro día; la sangre debía ponerse en los postes y en los
dinteles de la puerta, no en ninguna otra parte.
Cuando el Señor ordena: “Id, y haced discípulos…
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo” y se cambia la fórmula por otras palabras, así
sean santas, se está desconociendo la autoridad de
Jesucristo. Si él mandó bautizar en el nombre de las Tres
Personas se debe hacer así y no de ninguna otra manera,
pues hacerlo es suplantar la Palabra de Dios y
desobedecerle flagrantemente.
(2) El principio de la no contradicción:
De acuerdo a lo anterior, si la postura de los unicitarios
fuese correcta, esto querría decir que la Biblia, Jesús y los
discípulos se contradicen entre sí. No creo que la Biblia se
contradiga. Mucho menos tan garrafalmente. Eso es poner
en dudas la palabra de Dios.
No hay evidencia de que alguien, en la era apostólica,
bautizar a siquiera una vez a otro creyente en el nombre de
Jesús solo
En la Biblia no hay un solo ejemplo de una persona en la
que se expresen las palabras pronunciadas en el momento
del bautismo ¿Por qué asumir que Jesús enseño una cosa y
los apóstoles hicieron y enseñaron otra? No hay un solo texto
en el que Pedro, Pablo o alguno de los otros apóstoles diga
“Yo te bautizo en el nombre de Jesús”
(3) Padre y Espíritu Santo no son sólo diferentes
títulos para la misma persona (Jesús):
Los pentecostales unicitarios argumentan que en Mateo
28:19 cuando dice “en el nombre” es indicando que el Padre
y el Hijo y el Espíritu Santo son un título de una misma
persona; pero, para su desacierto, lo que se resalta es la
unidad de los tres: “nombre” (singular) del Padre, del Hijo y
Espíritu Santo (plural).
La regla idiomática griega dice que cuando hay dos
sustantivos conectados por el copulativo kai (y) el primer
nombre tiene el artículo “el” delante y el segundo no lo tiene
ambos nombres describen a la misma persona (ejemplo:
“nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo” Tito 2:13) pero en
Mateo 28:19 tanto Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen el
artículo “del” que es una contracción de “de” y “el” delante, lo
que significa que son tres personas distintas.
(4) El testimonio de Eusebio:
Algunos antitrinitarios niegan la fórmula bautismal de
Mateo 28:19 basados en que Eusebio, un padre de la iglesia
no la registró en ninguno de sus escritos antes del concilio de
Nicea (325 d.C.) y luego si la usó en sus escritos; pero eso
no constituye ninguna evidencia porque los manuscritos
bíblicos griegos más antiguos, los cuales son más confiables,
si la registran. Este argumento merece especial atención, por
lo que será abordado con mayor amplitud en el siguiente
capítulo.
(5) Los manuscritos antiguos apoyan la fórmula
trinitaria:
Existen aproximadamente cinco mil manuscritos griegos y
todos dicen “en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo” y no hay uno solo que diga “bautizándolos en mi
nombre”.
Incluso manuscritos extrabíblicos antiguos mencionan el
Triple Nombre, entre ellos: Epístola de Ignacio a los
Filipenses, capítulo 2 (siglo II), Tertuliano, De bautismo,
capítulo 13 (200 d.C.), Tertuliano, Contra Praxeas, capítulo 2
(200 d.C.), Cipriano, Los siete concilios de Cartago (siglo II),
Gregorio taumaturgo, Confesión de fe (siglo II), Didajé, 7, (70
d.C.) e Ireneo siglo II, entre muchos otros.
Ireneo (Siglo II) escribió:
"He aquí lo que nos asegura la Fe, tal como los
presbíteros, discípulos de los apóstoles nos la
transmitieron. Lo primero de todo, recomienda que nos
acordemos de que hemos recibido el bautismo para el
perdón de los pecados en el nombre del Padre y en el
nombre de Jesucristo y del Espíritu Santo."[39]
Vemos claramente que la Iglesia primitiva practicaba el
bautismo con la misma fórmula que seguimos usando, en
nuestros días, aquellos que cumplimos con lo que Jesús nos
ordena hacer.
La Didajé[40] o Didaché, también afirma:
“En cuanto al bautismo, he aquí como hay que
administrarle: Después de haber enseñado los anteriores
preceptos (evangelizar), bautizad en el agua viva, en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si no
pudiere ser en el agua viva (por inmersión) puedes
utilizar otra; si no pudieres hacerlo con agua fría, puedes
servirte de agua caliente; si no tuvieres a mano ni una ni
otra, echa tres veces agua sobre la cabeza, en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Antes
del bautismo, debe procurarse que el que lo administra,
el que va a ser bautizado, y otras personas, si pudiere
ser, ayunen.” (Didajé Capítulo VII)[41]
Justino Mártir (165 d.C.) escribe:
“A quienes aceptan y creen que son verdad las cosas
que enseñamos y exponemos, y prometen vivir de
acuerdo con estas enseñanzas, les instruimos para que
oren a Dios, con ayunos, y pidan perdón de sus pecados
pasados, mientras nosotros, por nuestra parte, oramos y
ayunamos también juntamente con ellos. Luego los
conducimos a un lugar donde hay agua, para que sean
regenerados del mismo modo que fuimos regenerados
nosotros. Entonces reciben el baño del bautismo en el
nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y de
nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo.”[42]
Basilio de Cesarea[43], aclara aún más el asunto al decir:
“Nadie sea engañado, ni suponga que porque los
apóstoles frecuentemente omitan los nombres del Padre
y del Espíritu Santo en hacer mención del bautismo (no
en la formula cuando están bautizando) no sea
importante invocar estos nombres”.[44]
Cipriano de Cartago[45] (200 d.C.) hablando sobre
Hechos 2:38, dice:
“Pedro menciona aquí el nombre de Jesucristo, no
para omitir el del Padre, sino para el Hijo no deje de ser
unido al Padre. Finalmente, cuando después de la
resurrección el Señor envía a los apóstoles a las
naciones, manda a que bauticen a los gentiles en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.[46]
(6) La vida y ministerio de Jesús:
Como ya se mencionó con anterioridad, en el nacimiento
de Jesús vemos la acción de los tres miembros de la
Trinidad. Lucas 1:35 nos dice:
“Respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra por lo cual el Santo Ser que nacerá será llamado
Hijo de Dios.”
También, en el bautismo de Jesús vemos la acción de los
tres. Mateo 3:16,17 nos dice:
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del
agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu
de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y
hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo
amado, en quien tengo complacencia.”
En la resurrección de Jesús vemos la acción de los tres:
El Padre, según Efesios 1:20 “operó en Cristo, resucitándole
de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares
celestiales.” Jesús dijo en Juan 2:19-21:
“Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y
en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En
cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en
tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su
cuerpo.”
Luego, del Espíritu Santo se nos dice en Romanos 8:11:
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos
a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos
a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”
La palabra “Nombre” tenía un significado diferente en el
contexto judío al que le dan los pentecostales unicitarios hoy.
La expresión “el nombre” es presentada en las Escrituras
como el medio por el cual se hacen milagros y se obtiene la
salvación. Pero la palabra “nombre” tenía un significado
diferente en el contexto judío al que le dan los pentecostales
unicitarios hoy, por ejemplo:
(a.- Se creía que la mención de un nombre era
especialmente poderosa para que se efectuaran milagros.
Josefo relata haber visto a un tal Eleazar que pretendía echar
fuera demonios usando el nombre de Salomón
(Antigüedades VIII, 2.5). Los siete hijos de Esceva intentaron
en Éfeso usar el nombre de Jesús con el mismo propósito
(Hechos 19:13-14).
(b.- En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea “Shem”,
(«nombre»), algunas veces se emplea con el sentido de
«carácter» (Jeremías 14:7, 21), y puede ser casi un sinónimo
de la persona misma (Salmos 18:49). Esta estrecha relación
entre el nombre y el carácter se ilustra con la abundancia de
nombres del Antiguo Testamento que indican el carácter de
quienes los tenían.
(c.- Otro aspecto de esto puede verse en tiempos del
Nuevo Testamento, cuando la palabra griega “Ónoma”
(«nombre»), puede significar «persona».
Todo esto indica que al pronunciar el nombre de Jesús
para realizar milagros y para proclamar salvación, o incluso
mencionarlo en relación con el bautismo, los apóstoles
declaraban que el poder de sanar y de salvar o bautizar se
empleaba en una relación vital con la persona y el carácter
de Jesucristo.

EL BAUTISMO EN AGUA COMO


NECESARIO PARA LA SALVACIÓN
Un error engendra a otro. Puesto que los pentecostales
unicitarios enseñan que el bautismo debe efectuarse en el
nombre de Jesús, creen que sus hermanos que no han sido
bautizados de dicha forma están en error y ponen en peligro
su salvación eterna. Pero al enseñar que el bautismo salva,
limpia o perdona pecados, el bello significado de esta
ordenanza se pierde.
Para los verdaderos cristianos, el bautismo expresa, por
figura, la muerte al pecado del creyente y su resurrección a
novedad de vida:
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en
su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos
6:3, 4).
El bautismo es también un testimonio de que
pertenecemos a Cristo:
“Porque habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis revestidos” (Gálatas 3:27).
Porque somos de él, hemos sido “revestidos” de Cristo,
del carácter de Él. También es el bautismo un paso de
obediencia:
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos
2:38)
“Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo
el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea
bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien
puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el
Hijo de Dios” (Hechos 8:36-37)
El bautismo en sí no tiene poder salvador. La gente se
bautiza porque es salva, no para ser salva. No hay en la
Biblia siquiera una idea que dé base para decir que el
bautismo salva, limpia o perdona pecados.
Veamos algunos hechos que nos enseñan la
imposibilidad del bautismo para otorgar limpieza o salvación:
(1) Jesucristo fue bautizado:
“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán,
para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía,
diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a
mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así
conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.
Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del
agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al
Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía
sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo
3:13-17)

Si el bautismo lava, limpia y quita los pecados, ¿De


qué pecados Jesucristo fue limpio o perdonado?
Hablando de Cristo la Biblia dice:

“El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su


boca.” (1 Pedro 2:22).
“Santo, inocente, sin mancha, apartado de los
pecadores, y hecho más sublime que los cielos.”
(Hebreos 7:26).
Siguiendo la lógica de los “unicitarios” de que el
bautismo es necesario para la salvación, Jesucristo fue
un pecador. ¿No raya esto en blasfemia?

(2) Si el bautismo salva, ¿Por qué el ladrón en la cruz


fue invitado por Cristo al cielo sin someterse a ese
acto?

En Lucas 23:39-43 leemos:

“Y uno de los malhechores que estaban colgados le


injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo
y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió,
diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma
condenación? Nosotros, a la verdad, justamente
padecemos, porque recibimos lo que merecieron
nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. 42 Y dijo a
Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás
conmigo en el paraíso.”

Ellos dicen que es una excepción por las


circunstancias. Esto todavía es más erróneo porque para
la salvación las circunstancias no hacen concesión a
nadie. Arrepentimiento y fe tuvo el ladrón y eso le bastó.
Lo mismo que la Biblia exige para cada pecador en todo
tiempo y lugar.

(3) El bautismo no regenera a nadie y, por lo tanto,


carece de poder salvador:

En Hechos 8:9-24, tenemos el caso de Simón el


mago. Él fue bautizado, pero vemos que el agua no le
hizo nada, no cambió su corazón, no lo sacó del lugar
tenebroso en que se encontraba. Pedro hablando a
Simón después de ser bautizado le dice:

“Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que


el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte
ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto
delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y
ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento
de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión
de maldad veo que estás.” (Hechos 8:20-23).
Sin duda, Pedro pensaba muy distinto del bautismo
de lo que piensan hoy los “unicitarios”.

(4) Pablo tampoco creía que el bautismo tuviese


poder salvador en sí mismo:

Pablo dice en 1 Corintios 1:14-17 “que a ninguno de


vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo…
También bauticé a la familia de Estéfanas.” Y agrega:
“Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el
evangelio” ¿No tendría Pablo interés en que las
personas se salvaran? Esto es lo que deberíamos creer
si seguimos las enseñanzas del movimiento ‘Jesús Solo’.

Para Pablo el bautismo tenía su lugar propio como


símbolo de una verdad mayor, pero nunca debía ocupar
el lugar que le corresponde al arrepentimiento y la fe. En
las epístolas no se hace énfasis en el bautismo. El
silencio habla en esta ocasión. Es raro, si el bautismo
salva, que las cartas que rigen a la cristiandad, que
regulan su conducta, se queden mudas en cuanto al
bautismo. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamentos se enseña que la fe es el medio que trae la
salvación al creyente:
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”
(Juan 1:12)
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16)
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no
cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el
nombre del unigénito Hijo de Dios… El que cree en el
Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo
no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”
(Juan 3:15, 16, 18, 36)
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y
cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, más ha pasado de muerte a vida” (Juan
5:24)
“Y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos,
purificando por la fe sus corazones” (Hechos 15:9)
“Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás
salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31)
“Testificando a judíos y a gentiles acerca del
arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro
Señor Jesucristo” (Hechos 20:21)
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es
poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al
judío, primeramente, y también al griego. Porque en el
evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe,
como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos
1:16-17)
“Siendo justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús…
Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin
las obras de la ley” (Romanos 3:24, 28)
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos
5:1)
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8)
“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que
nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”
(Apocalipsis 1:5)
La Biblia tiene que ser su propio intérprete. Eso de aislar
versículos para hacerles decir lo que no fue la intención del
Espíritu Santo que dijera, es sumamente peligroso. Así se
conocen las corrientes falsas y ese método también lo usan
los “modernos sabelianos”.

EN EL NOMBRE DE LA TRINIDAD
Los pentecostales unicitarios y otros antitrinitarios,
argumentan que la formula correcta de bautizar era solo en el
nombre de Jesús, pero los textos dentro de su contexto y las
evidencias bíblicas e históricas, nos revelan que se hacía en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y que,
cuando en el libro de los Hechos se menciona solamente el
nombre de Jesús en relación con el bautismo, no se está
dando una nueva fórmula bautismal, sino afirmando que era
con la autoridad dada por Jesús que dicha ordenanza se
efectuaba y, a la vez, era una invitación a aceptarle como
Salvador. Los pentecostales unicitarios, por lo tanto, están
sumamente equivocados en su interpretación doctrinal.
Además, al afirmar que el bautismo en agua posee poder
salvador, su error se vuelve aún peor y no debemos
prestarles atención a sus herejías.
EUSEBIO, SHEM-TOV Y LA
FÓRMULA BAUTISMAL TRINITARIA
DE MATEO 28:19
En ausencia de mejores argumentos, algunos
antitrinitarios (unitarios, Movimiento “Solo Jesús”, algunos
judíos mesiánicos y otros grupos sectarios más) están
recurriendo últimamente a la ridícula afirmación de que
Mateo 28:19-20 “no está en los textos bíblicos originales y
que fue agregado por Constantino o alguien más en el siglo
IV.” Estos grupos sectarios afirman erróneamente que los
discípulos nunca bautizaron en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, sino únicamente “en el nombre de Jesús
solo”. El texto en cuestión dice:
“Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.” (Mateo 28:19, NBLA)
Dicho pasaje, conocido por contener lo que llamamos la
Gran Comisión, es uno de los pasajes más conocidos en la
Biblia. Aquellos que creemos en la Trinidad vemos allí la
igualdad de Dios, la presencia de las Tres Personas de la
Trinidad actuando y confirmando la autoridad bajo la cual
debemos ir a anunciar las buenas nuevas a todas las
naciones. Para los antitrinitarios, dicho versículo es el
enemigo por vencer, el texto a refutar y, por qué no, exiliar de
la Biblia.
Con dicha intención en mente, los antitrinitarios incurren
en deshonestidad intelectual y a veces en descaradas
mentiras y ataques contra la Palabra de Dios misma.
Al mejor estilo de las sectas, algunos grupos antitrinitarios
están propagando la mentira de que este verso es una
interpolación, que no existía en los escritos originales, que
Mateo nunca lo escribió, pero que luego del Concilio de
Nicea fue añadido por algún escriba para apoyar la creencia
de la Trinidad.
Esto, obviamente, es falso. Sin embargo, es importante
que analicemos su argumento en detalle para resolver
cualquier duda.

CITANDO A EUSEBIO
Eusebio de Cesarea (263- 339 d.C.) también conocido
como Eusebius Pamphili fue obispo de Cesarea, exégeta y
se le conoce como el padre de la historia de la Iglesia porque
sus escritos están entre los primeros relatos de la historia del
cristianismo primitivo. De la extensa actividad literaria de
Eusebio una parte relativamente grande perduró. Aunque era
considerado sospechoso de arrianismo, sus escritos
resultaban indispensables, debido a que Eusebio solía
emplear citas textuales de obras que no sobrevivieron a su
época.
Lo interesante de citar a Eusebio es que, según algunas
sectas, Eusebio citó varias veces de la Biblia el pasaje de
Mateo 28:19, pero que nunca escribió «el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo» como parte de dicho texto. De ahí, que
afirman que tal frase es una interpolación posterior.

Ciertamente Eusebio citó este pasaje dieciocho veces


antes del Concilio de Nicea, por allá en el 325 d.C., pero
nunca mencionó la frase “el Padre, el Hijo o el Espíritu
Santo.” No obstante, en citas posteriores, luego de Nicea,
Eusebio sí cita dicho versículo tal como aparece en nuestras
versiones hoy en día. Para los sectarios esto constituye una
evidencia de conspiración o fraude ya que, según creen, la
doctrina de la Trinidad no se había formulado antes de Nicea.
Eusebio, según ellos, fue obligado a incorporar dicha
frase en Mateo 28:19 porque la iglesia había “inventado” en
Nicea la doctrina de la Trinidad. En su mente, los sectarios
prefieren aceptar teorías de conspiración que les favorezcan
antes que considerar siquiera la posibilidad de que Eusebio
no citó el texto completo (una costumbre que Eusebio tenía)
porque sencillamente no quiso, no tuvo oportunidad o no era
necesario en el contexto de lo que estaba afirmando.
Aceptando como válida la falsa premisa de que Eusebio
no citó Mateo 28:19 tal cual lo tenemos hoy porque no existía
en su época, es fácil para los sectarios ignorar las numerosas
veces que Eusebio sí mencionó la fórmula trinitaria en Mateo
28:29 después del año 325. Es justo y necesario
preguntarnos: ¿Existe alguna razón válida, más allá de una
mera suposición, de que Mateo 28:18 fue interpolado?
Y también debemos preguntarnos: ¿Es legítimo creer que
nuestra Biblia contiene añadidos y falsificaciones sobre
temas vitales sólo porque alguien guardó silencio sobre
algunos temas abordados en la misma? O peor aún,
¿debemos creer que la Biblia carece de valor sólo por las
palabras de un “Padre de la iglesia”? No, porque la autoridad
divina es inherente al texto bíblico mismo, no a lo que
cualquier Padre de la iglesia haya dicho o dejado de decir.
Pero, si estas sectas insisten en usar a Eusebio como
prueba, ¿por qué no toman en cuenta que en sus escritos
Eusebio también declaró la deidad de Cristo, la Trinidad y
otras grandes verdades de la fe cristiana? Los sectarios
adoptan aquí una actitud visiblemente irresponsable (y a la
vez incoherente), ya que creen en lo que Eusebio no dice (u
omite voluntariamente) y no creen en lo que sí dice.
Pero ¿Cómo sabemos que los cristianos antes de Nicea
creían en la Trinidad? El concilio de Nicea tuvo lugar entre el
20 de mayo y el 19 de junio de 325 en la ciudad de Nicea de
Bitinia (la actual İznik en la provincia de Bursa en Turquía).
Para saber lo que los cristianos pre-nicenos creían sobre la
Trinidad basta con estudiar sus escritos.
La Didaché o Doctrina de los Doce Apóstoles,
considerado uno de los más antiguos escritos cristianos no-
canónicos, considerado incluso por mucho tiempo anterior a
muchos escritos del Nuevo Testamento, y recientemente
fechado no más allá del 160 d.C., es un excelente testimonio
del pensamiento de la Iglesia primitiva:
“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera:
Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en
agua viva” (Didaché, VII,1)[47]
El Martirio de Policarpo, un manuscrito escrito en forma
de carta que relaciona el martirio religioso de Policarpo,
obispo de Esmirna y discípulo de Juan el Apóstol en el siglo II
d. C. y que fue escrito entre el 155 y el 177 d.C. afirma:
“A Él [Jesucristo] sea la gloria con el Padre y el
Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.”
(Martirio de Policarpo, XXII,3)[48]
El Pastor de Hermas, una obra cristiana del siglo II que no
forma parte del canon neotestamentario y que gozó de una
gran autoridad durante los siglos II y III (Tertuliano e Ireneo
de Lyon lo citan como «Escritura», el Codex Sinaiticus lo
vincula al Nuevo Testamento y en el Codex Claromontanus
figura entre los Hechos de los Apóstoles y las cartas de
Pablo) también afirma:
“Al Espíritu Santo, que es preexistente, que creó toda
la creación. Dios le hizo morar en el cuerpo de carne que
Él quiso. Ahora bien, esta carne en que habitó el Espíritu
Santo sirvió bien al Espíritu, caminando en santidad y
pureza, sin mancillar absolutamente en nada al mismo
Espíritu. Como hubiera, pues, llevado ella una conducta
excelente y pura y tenido parte en todo trabajo del
Espíritu y cooperado con El en todo negocio, portándose
siempre fuerte y valerosamente, Dios la tomó por
partícipe juntamente con el Espíritu Santo. En efecto, la
conducta de esta carne agradó a Dios, por no haberse
mancillado sobre la tierra mientras tuvo consigo al
Espíritu Santo. Así, pues, tomó por consejero a su Hijo y
a los ángeles gloriosos, para que esta carne, que había
servido sin reproche al Espíritu, alcanzara también algún
lugar de habitación y no pareciera que se perdía el
galardón de este servicio. Porque toda carne en que
moró el Espíritu Santo, si fuere hallada pura y sin
mancha, recibirá su recompensa.” (El Pastor de Hermas,
Comparación Quinta 6,5)[49]
Ignacio de Antioquia, quien fue ordenado obispo de
Antioquia por las mismas manos de Pedro y Pablo según
Crisóstomo (aunque las Constituciones Apostólicas afirman
que Pedro consagró a Evodio y Pablo a Ignacio) y cuyo
obispado fue ejercido entre el año primero de Vespasiano (70
d.C.) y el décimo de Trajano (107 d.C.) escribe:
“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la
bendecida en grandeza de Dios con plenitud: a la
predestinada desde antes de los siglos a servir por
siempre para gloria duradera e inconmovible, gloria
unida y escogida por gracia de la pasión verdadera y por
voluntad de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Dios; a la
Iglesia digna de toda bienaventuranza, que está en
Éfeso de Asia, mi saludo cordialísimo en Jesucristo y en
la alegría sin mácula.” (Ignacio, Carta a los Efesios I)[50]
“Un médico hay, sin embargo, que es carnal a par
que espiritual, engendrado y no engendrado, en la carne
hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, primero pasible
y luego impasible, Jesucristo nuestro Señor.” (Ignacio,
Carta a los Efesios VII,2)[51]

“La verdad es que nuestro Dios Jesús, el Ungido, fue


llevado por María en su seno conforme a la dispensación
de Dios; del linaje, cierto, de David; por obra, empero,
del Espíritu Santo. El cual nació y fue bautizado, a fin de
purificar el agua con su pasión.” (Carta a los Efesios
XVIII,2)[52]
“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la
Iglesia que alcanzó misericordia en la magnificencia del
Padre altísimo y de Jesucristo su único Hijo: la que es
amada y está iluminada por voluntad de Aquel que ha
querido todas las cosas que existen, según la fe y la
caridad de Jesucristo Dios nuestro.” (Ignacio, Carta a los
Romanos, I)[53]
Arístides (siglo II), escritor eclesiástico del cual escribe
Eusebio de Cesárea en Historia Eclesiástica (IV,3,3) y a
quien describe como un “varón fiel en la profesión de nuestra
religión”, redactó una apología de la fe. En dicha apología
Arístides utiliza la fórmula Trinitaria mencionando a las tres
Personas Divinas.
“Esté tuvo doce discípulos, los cuales, después de su
ascensión a los cielos, salieron a las provincias del
Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que
uno de ellos recorrió nuestros mismos lugares
predicando la doctrina de la verdad, pues conocen al
Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y
en el Espíritu Santo, y no adoran a ningún otro Dios
fuera de éste.” (Arístides, Apología XV,2)[54]
Atenágoras de Atenas (siglo II), reconocido apologeta
cristiano primitivo del siglo II, aún sin usar el término Trinidad
es bastante explícito al definirla. También rechaza el
subordinacionismo, y la tendencia que posteriormente
tomaría el arrianismo al considerar a Cristo un ser creado, tal
como se deduce del siguiente texto escrito alrededor del 177
d.C.:
“Y si por la eminencia de vuestra inteligencia se os
ocurre preguntar qué quiere decir “hijo,” lo diré
brevemente: El Hijo es el primer brote del Padre, no
como hecho, puesto que desde el principio, Dios, que es
inteligencia eterna, tenía en sí mismo al Verbo, siendo
eternamente racional, sino como procediendo de Dios,
cuando todas las cosas materiales eran naturaleza
informe y tierra inerte y estaban mezcladas las más
gruesas con las más ligeras para ser sobre ellas idea y
operación.” (Atenágoras de Atenas, Súplica en favor de
los cristianos, 10)[55]
He aquí su forma de explicar la Trinidad:
“Así, pues, suficientemente queda demostrado que
no somos ateos, pues admitimos a un solo Dios increado
y eterno e invisible, impasible, incomprensible e
inmenso, sólo por la inteligencia a la razón
comprensible… ¿Quién, pues, no se sorprenderá de oír
llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre y a un
Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia
en la unidad y su distinción en el orden?” (Atenágoras de
Atenas, Súplica en favor de los cristianos, 10)[56]
Ireneo (140 d.C.- 202 d.C.), Obispo de Esmirna y mártir,
quien tuvo contacto con la era apostólica al ser discípulo de
Policarpo que a su vez fue discípulo del apóstol Juan,
escribió un célebre tratado llamado “Contra las Herejías”
donde combate las herejías de su tiempo, en especial las de
los gnósticos. En dicha obra expresa con claridad la fe
Trinitaria de la Iglesia en un Solo Dios Padre, un Solo Señor
Jesucristo y en el Espíritu Santo. El testimonio de Ireneo es
particularmente importante ya que es bastante anterior al
concilio de Nicea.
“La Iglesia, extendida por el orbe del universo hasta
los confines de la tierra, recibió de los Apóstoles y de sus
discípulos la fe en un solo Dios Padre Soberano
universal «que hizo los cielos y la tierra y el mar y todo
cuanto hay en ellos» , y en un solo Jesucristo Hijo de
Dios, encarnado por nuestra salvación, y en el Espíritu
Santo, que por los profetas proclamó las Economías y el
advenimiento, la generación por medio de la Virgen, la
pasión y la resurrección de entre los muertos y la
asunción a los cielos del amado Jesucristo nuestro
Señor; y su advenimiento de los cielos en la gloria del
Padre para recapitular todas las cosas y para resucitar
toda carne del género humano; de modo que ante
Jesucristo nuestro Señor y Dios y Salvador y rey, según
el beneplácito del Padre invisible «toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua lo
confiese». El juzgará a todos justamente, los «espíritus
del mal» y los ángeles que cayeron y a los hombres
apostatas, impíos, injustos y blasfemos, para enviarlos al
fuego eterno, y para dar como premio a los justos y
santos que observan sus mandatos y perseveran en su
amor, unos desde el principio, otros desde el momento
de su conversión, para la vida incorruptible, y rodearlos
de la luz eterna.”
“Como antes hemos dicho, la Iglesia recibió esta
predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con
cuidado la custodia como si habitara en una sola familia.
Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma y
un solo corazón, y la predica, enseña y transmite con
una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca.
Ciertamente son diversas las lenguas, según las
diversas regiones, pero la fuerza de la Tradición es una y
la misma. Las iglesias de la Germania no creen de
manera diversa ni transmiten otra doctrina diferente de la
que predican las de Iberia o de los Celtas, o las del
Oriente, como las de Egipto o Libia, así como tampoco
de las iglesias constituidas en el centro del mundo; sino
que, así como el sol, que es una criatura de Dios, es uno
y el mismo en todo el mundo, así también la luz, que es
la predicación de la verdad, brilla en todas partes e
ilumina a todos los seres humanos que quieren venir al
conocimiento de la verdad. Y ni aquel que sobresale por
su elocuencia entre los jefes de la Iglesia predica cosas
diferentes de éstas -porque ningún discípulo está sobre
su Maestro, ni el más débil en la palabra recorta la
Tradición: siendo una y la misma fe, ni el que mucho
puede explicar sobre ella la aumenta, ni el que menos
puede la disminuye.” (Ireneo Contra las herejías I,10,1-2)
[57]
Ireneo interpreta que cuando Dios dice “Hagamos al
hombre a imagen y semejanza” habla al Hijo y al Espíritu
Santo. Además, se opuso con más de dos siglos de
antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría que hubo
un tiempo en que el Hijo no estuvo con el Padre. También
con antelación rechaza el modalismo diferenciando entre las
Tres Divinas Personas:
“Que el Verbo, o sea el Hijo, ha estado siempre con
el Padre, de múltiples maneras lo hemos demostrado. Y
que también su Sabiduría, o sea el Espíritu estaba con
El antes de la creación.” (Ireneo, Contra las herejías
IV,20,3)[58]
Clemente de Alejandría (Mediados del siglo II – antes del
215), considerado cronológicamente como el primer sabio
cristiano y conocedor profundo no sólo de la Sagrada
Escritura sino de las obras cristianas anteriores a él, e incluso
obras de literatura profana, en su obra El Protréptico o
Exhortación a los Griegos escribe:
“La palabra, entonces, el Cristo, es la causa de
nuestro antiguo principio – porque El Estaba en Dios – y
de nuestro bienestar. Y ahora esta misma palabra ha
aparecido como hombre. Él solo es Dios y Hombre, y la
fuente de todas las cosas buenas. Es por él que nos
enseña a vivir bien y entonces somos enviados hacia la
vida eterna….Él es la nueva canción, La manifestación
que ahora nos ha sido hecha, de la palabra que existió
en el principio y antes del principio. El salvador, que
existió antes, ha aparecido solo posteriormente. Él que
ha aparecido está en Él que es, por la Palabra que
estaba con Dios, la Palabra por la cual todas las cosas
fueron hechas, ha aparecido como nuestro maestro, y él,
que nos concedió vida en el principio, cuando, como
nuestro creador, Él nos formó, ahora que Él ha aparecido
como nuestro maestro, nos ha enseñado a vivir bien de
modo que, luego, como Dios, podría darnos abundante
con vida eterna.” (Clemente de Alejandría, Exhortación a
los griegos 1,7,1)[59]
En su comentario sobre a la primera epístola de Juan
escribe “El Hijo de Dios, siendo, por igualdad de sustancia,
uno con el Padre, es eterno e increado”.
Teófilo de Antioquia (siglo II), sexto obispo de Antioquia tal
como atestigua Eusebio en Historia Eclesiástica 4,20,
defendió también la enseñanza trinitaria. Se conservan tres
libros de su autoría escritos alrededor del 180 d.C. titulados
Ad Autolycum. Así como Tertuliano sería el primero en utilizar
el vocablo latino Trinitas, Teófilo sería el primero en utilizar la
palabra Τριας (trinitas) para expresar la unión de las tres
Divinas Personas en Dios.
“Los tres días que preceden a la creación de los
luminares son símbolo de la Trinidad, de Dios, de su
Verbo y de su Sabiduría.” (Teófilo de Antioquia, Ad
Autolycum, II,15)[60]
“Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus
propias entrañas, le engendró con su propia sabiduría,
emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo
El por ministro de su creación y por su medio hizo todas
las cosas…Este se llama principio, pues es Príncipe y
Señor de todas las cosas por El fabricadas.” (Teófilo de
Antioquia, Ad Autolycum, II,10)[61]
“Dios, sí, el Padre del universo, es inmenso y no se
halla limitado a un lugar, pues no hay lugar de su
descanso; más su Verbo, por el que hizo todas las
cosas, como potencia y sabiduría suya que es, tomando
la figura del Padre y Señor del universo, ése fue el que
se presentó en el jardín en figura de Dios y conversaba
con Adán. Y, en efecto, la misma divina Escritura nos
enseña que Adán dijo haber oído su voz. Y esa voz,
¿qué otra cosa es sino el Verbo de Dios, que es también
hijo suyo? Hijo, no al modo que poetas y mitógrafos
dicen que nacen hijos de los dioses por unión carnal,
sino como la verdad explica que el Verbo de Dios está
siempre inmanente en el corazón de Dios. Porque antes
de crear nada, a éste tenía por consejero, como mente y
pensamiento suyo que era. Y cuando Dios quiso hacer
cuanto había deliberado, engendró a este Verbo
proferido como primogénito de toda creación, no
vaciándose de su Verbo, sino engendrando al Verbo y
conversando siempre con Él. De ahí que nos enseñan
las santas Escrituras y todos los inspirados por el
Espíritu, de entre los cuales Juan dice: En el principio
era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios; dando a
entender que en los comienzos estaba Dios solo y en El
su Verbo. Y luego dice Y Dios era el Verbo.” (Teófilo de
Antioquia, Ad Autolycum, II,22)[62]
Tertuliano (160d.C – 220 d.C.), si bien no es considerado
un padre de la Iglesia, sino un apologeta, fue el primero en
aplicar el vocablo latino Trinitas (Trinidad) a las tres divinas
Personas. En De pudicitia (Sobre la modestia) escribe:
“Para la misma iglesia es, propiamente y
principalmente, el Espíritu mismo, en el cual es la
Trinidad de Una Divinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo.”
(Tertuliano, Sobre la modestia, 21)[63]
En Adversas Praxeas (Contra Práxeas) da una
explicación de la doctrina Trinitaria aún más completa:
“Sin embargo, como hemos hecho de hecho siempre
(y más especialmente desde que hemos sido mejor
instruidos por el paráclito, que conduce a los hombre
hacia toda la verdad), creemos que hay un solo Dios,
pero bajo la siguiente dispensación, o οἰκονομία, como
es llamado, que este único Dios tiene también un Hijo,
Su Palabra, que procede de Él mismo, por quien todas
las cosas fueron hechas, y sin el cual nada fue hecho.
Creemos que Él ha sido enviado por el Padre a la
Virgen, y ha nacido de ella – siendo Dios y Hombre, el
Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, y ha sido llamado
Jesucristo; creemos que ha sufrido, muerto, herido, de
acuerdo a las Escrituras, y, después ha resucitado por el
Padre y llevado al cielo, para sentarse a la derecha del
Padre, y él vendrá a juzgar a vivos y muertos, quien
envió también desde el cielo del Padre, de acuerdo con
su promesa, al Espíritu Santo, el Paráclito, el santificador
de la fe de aquellos que creen en el Padre, y en el Hijo y
en el Espíritu Santo. Esta es la regla de fe que ha venido
hasta nosotros desde el principio del evangelio, incluso
antes de todas las viejas herejías” (Tertuliano, Contra
Práxeas, 2)[64]
Más adelante en el mismo capítulo escribe:
“La herejía, la cual supone por sí misma poseer la
verdad pura, pensando que no se puede creer que Un
Solo Dios en ninguna otra vía que diciendo que el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo son la misma Persona. Como
si en esta vía también uno no fueran Todos, en la que
Todos son de Uno, por unidad de substancia; mientras el
misterio de la dispensación es todavía guardado, el cual
distribuye la Unidad en la Trinidad colocando en sus
orden las tres Personas – El Padre, el hijo y el Espíritu
Santo: tres, sin embargo no en condición, sino en grado,
no en sustancia, sino en forma, no en poder, sino en
aspecto” (Tertuliano, Contra Práxeas, 2)[65]
Este texto es particularmente importante porque explica la
concepción que Tertuliano tiene de la Trinidad: 3 Personas,
pero no 3 naturalezas, no diferentes en cuanto a poder sino
en cuanto a aspecto. Esto lo confirma también el capítulo 4
de la misma obra donde vuelve a afirmar que el Hijo es “de la
substancia del Padre”: Filium non aliunde deduco, sed de
substantia Patris, y el Espíritu es “del Padre por el Hijo”:
Spiritum non aliunde deduco quam a Patre per Filium.
“Si la pluralidad en la Trinidad te escandaliza, como si
no estuviera ligada en la simplicidad de la unión, te
pregunto: ¿cómo es posible que un ser que es pura y
absolutamente uno y singular, hable en plural: “Hagamos
al hombre a imagen y semejanza nuestra”? ¿No debería
haber dicho más bien: “Hago yo al hombre a mi imagen y
semejanza,” puesto que es un ser único y singular? Sin
embargo, en el pasaje que sigue leemos: “He aquí que el
hombre se ha hecho como uno de nosotros.” O nos
engaña Dios o se burla de nosotros al hablar en plural, si
es que así El es único y singular; o bien, ¿se dirigía
acaso a los ángeles, como lo interpretan los judíos,
porque no reconocen al Hijo? O bien, ¿sería quizás
porque El era a la vez Padre, Hijo y Espíritu que hablaba
en plural, considerándose múltiple? Por cierto, la razón
es que tenía a su lado a una segunda persona, su Hijo y
su Verbo, y a una tercera persona, el Espíritu en el
Verbo. Por eso empleó deliberadamente el plural:
“Hagamos… nuestra imagen… uno de nosotros.” En
efecto, ¿con quién creaba al hombre? ¿A semejanza de
quién lo creaba? Hablaba, por una parte, con el Hijo, que
debía un día revestirse de carne humana; de otra, con el
Espíritu, que debía un día santificar al hombre, como si
hablara con otros tantos ministros y testigos” (Tertuliano,
Contra Práxeas, 12)[66]
Orígenes (185 d.C. – 254 d.C.), un preeminente escritor
eclesiástico, teólogo y comentarista bíblico, quien fuese el
mayor maestro de la doctrina cristiana en su época y quien
ejerció una extraordinaria influencia como intérprete de la
Biblia. Orígenes utiliza frecuentemente el término Trinidad (In
Ioh. 10,39,270; 6,33,166; In Ies. Hom. 1,4,1) y que el Hijo
procede el Padre, y dado que Dios es eterno, sigue que este
acto de generación es también eterno, por lo que el Hijo no
tiene principio y no hubo un tiempo en que El no existiera (se
opone con antelación a la herejía del arrianismo que
afirmaría posteriormente lo opuesto, a saber, que hubo un
tiempo en que el Hijo no existía (De princ. l,2,9s; 2; 4,4,1; In
Rom. 1,5).
“No se puede concebir luz sin resplandor. Y si esto es
verdad, nunca hubo un tiempo en que el Hijo no fuera el
Hijo. Sin embargo, no será, como hemos dicho de la luz
eterna, sin nacimiento (parecería que introducimos dos
principios de luz), sino que es, por decirlo así, resplandor
de la luz ingénita, teniendo a esta misma luz como
principio y como fuente, verdaderamente nacido de ella.
No obstante, no hubo un tiempo en que no fue. La
Sabiduría, por proceder de Dios, es engendrada también
de la misma substancia divina. Bajo la figura de una
emanación corporal, se le llama así: “Emanación pura de
la gloria de Dios omnipotente” (Sap. 7,25). Estas dos
comparaciones manifiestan claramente la comunidad de
substancias entre el Padre y el Hijo. En efecto, toda
emanación parece ser ομοούσιος, ο sea, de una misma
substancia con el cuerpo del cual emana o procede”
(Orígenes, In Hebr. frag. 24,359)[67]
Nótese que utiliza la palabra ομοούσιος (homoousios) que
significa “una sustancia”, la cual posteriormente sería tan
utilizada en el concilio de Nicea para definir solemnemente
como el Padre y el Hijo tienen una misma naturaleza. Se
refiere a Cristo también con la expresión θεάνθρωπος (Dios-
Hombre). No fue Nicea la que creó la doctrina de la Trinidad.
Esta ya era creída por la iglesia primitiva.
Justino (165 d.C.), mártir de la fe cristiana hacia el año
165 (decapitado), es considerado el mayor apologeta del
Siglo II. En diálogo con Trifón se refiere a Cristo como “Dios
engendrado del Padre del universo”, y parte de textos del
Génesis donde Dios habla en primera persona del plural,
para demostrar la pluralidad de las personas divinas.
Descarta aquí que hablara con ángeles, ya que es
inconcebible que el hombre haya sido hecho por ellos, y
descarta también que hablara con los elementos de la tierra.
Concluye que hablaba con Cristo quien estaba con el Padre
antes de todas las criaturas.
“Os voy a presentar, Oh amigos – dije – otro
testimonio de las Escrituras sobre que Dios engendró
principio antes de todas las criaturas, cierta potencia
racional de sí mismo, la cual es llamada también por el
Espíritu Santo Gloria del Señor, y unas veces Hijo, otras
Sabiduría; ora Ángel, ora Dios, ya Señor, ya Palabra, y
ella misma se llama a sí misma Capitán General, cuando
se aparece en forma de hombre a Josué, hijo de Nun. Y
es así que todas esas denominaciones le vienen de
estar al servicio de la voluntad del Padre y de haber sido
engendrada por querer del Padre…Mas será la palabra
de la sabiduría la que me prestará su testimonio, por ser
ella ese mismo Dios engendrado del Padre del universo,
que subsiste como palabra y sabiduría y poder y gloria
del que le engendró… Eso mismo, amigos, expresó la
palabra de Dios por boca de Moisés al indicarnos que el
Dios que nos manifestó, habló en ese mismo sentido en
la creación del hombre, al decir estas palabras:
Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza….Y
porque no torzáis las palabras citadas y digáis lo que
dicen vuestros maestros, que Dios se dirigió a sí mismo
al decir “hagamos”, del mismo modo que nosotros,
cuando vamos a hacer algo decimos : hagamos” o que
habló con los elementos, es decir, con la tierra y demás
de que sabemos se compone el hombre, y a ellos dijo el
“hagamos”; os voy a citar ahora otras palabras del
mismo Moisés, por las cuales, sin discusión posible,
tenemos que reconocer que conversó Dios con alguien
que era numéricamente distinto y juntamente racional.
Helas aquí: Y dijo Dios: He aquí que Adán se ha hecho
como uno de nosotros para conocer el bien y el mal.
Luego, al decir “como uno de nosotros”, indica el número
de los que entre sí conversan, y que por lo menos son
dos. Porque no puedo yo tener por verdadero lo que
dogmatiza la que entre vosotros se llama herejía ni los
maestros de ellas son capaces de demostrar que habla
Dios con los ángeles o que el cuerpo humano es obra de
ángeles. Sino que este brote, emitido realmente del
Padre, estaba con El antes de todas las criaturas y con
ése conversa el Padre, como nos lo manifestó la Palabra
por boca de Salomón, al decirnos que antes de todas las
criaturas fue por Dios engendrado como principio y
progenie este mismo que por Salomón es llamado
sabiduría.” (Justino, Diálogo con Trifón, 61-62)[68]
En su primera apología distingue claramente y por orden
a las Tres Personas Divinas, lo que descarta que Justino
tuviera alguna tendencia modalista:
“Y luego demostraremos que con razón honramos
también a Jesucristo, que ha sido nuestro maestro en
estas cosas y que para ello nació, el mismo que fue
crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de
Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido
ser el Hijo del mismo verdadero Dios y a quien tenemos
en segundo lugar, así como al Espíritu profético tenemos
en el tercero”. (Justino, Apología I, 13,3)[69]
“Porque los que dicen que el Hijo es el Padre, dan
prueba de que ni saben quien es el Padre ni se han
enterado de que el Padre del universo tiene un Hijo, que
siendo Verbo y Primogénito de Dios, es también Dios.
Este fue quien primeramente apareció a Moisés y a los
otros profetas en la forma de fuego o por imagen
incorpórea, y que ahora, en los tiempos de vuestro
imperio, …, nació hombre de una virgen….Ahora, lo que
desde la zarza se le dijo a Moisés: Yo soy el que es, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob,
significaba que, aún después de muertos, aquellos
hombres seguían siendo de Cristo mismo” (Justino,
Apología I, 63,15)[70]
Gregorio de Taumaturgo (siglo III), nacido hacia el año
213 y quien fue obispo de su ciudad natal Neocesárea,
compuso un breve símbolo de fe que, aunque se limita al
dogma de la Trinidad, es notable por su exactitud en sus
conceptos, afirmando que jamás “ninguna de las Personas
Divinas ha estado sin la otra, sino que sin mudanza han
existido siempre”.
“Hay un solo Dios, Padre del Verbo viviente, de la
Sabiduría subsistente, del Poder y de la Imagen eterna;
Engendrador perfecto del perfecto Engendrado, Padre
del Hijo Unigénito. Hay un solo Señor, Único del Único,
Dios de Dios, Figura (carácter) e Imagen de la Divinidad,
Verbo Eficiente, Sabiduría que abraza todo el universo y
Poder que crea el mundo entero, Hijo verdadero del
verdadero Padre, Invisible del Invisible, Incorruptible del
Incorruptible, Inmortal del Inmortal, Eterno del Eterno. Y
hay un solo Espíritu Santo, que tiene su subsistencia de
Dios y fue manifestado a los hombres por el Hijo: Imagen
del Hijo, Imagen Perfecta del Perfecto, Vida, Causa de
los vivientes, Manantial Sagrado, Santidad que comunica
la santificación, en quien se manifiestan Dios Padre, que
está por encima de todos y en todos, y Dios Hijo, que
está a través de todos. Hay una Trinidad perfecta, en
gloria y eternidad y majestad, que no está dividida ni
separada. No hay, por consiguiente, nada creado ni
esclavo en la Trinidad, ni tampoco nada sobreañadido,
como si no hubiera existido en un período anterior y
hubiera sido introducido más tarde. Y así ni al Padre le
falló nunca el Hijo, ni el Espíritu Santo al Hijo, sino que,
sin variación ni mudanza, la misma Trinidad ha existido
siempre” (Gregorio de Taumaturgo, Exposición de la fe)
[71]
Cipriano de Cartago (siglo III), nacido hacia el año 200
d.C., probablemente en Cartago, de familia rica y culta,
escribió:
“Si alguien pudiera ser bautizado por los herejes, él
podría ciertamente recibir también el perdón de sus
pecados. Si él hubiere recibido el perdón de los pecados,
él podría ser santificado. Si él fuera santificado, él podría
ser hecho un templo de Dios. Si él fuera hecho templo
de Dios – ahora yo te pregunto: ¿De que Dios? ¿Del
Creador? Pero eso no es posible, porque él no cree en
El. ¿De Cristo?. Quien niegue que Cristo sea Dios no
puede llegar a ser su templo. ¿Del Espíritu Santo?.
Desde que Tres son Uno, ¿Como fuera posible para el
Santo Espíritu ser reconciliado con él que es un enemigo
del Hijo o del Padre?” (Cipriano de Cartago, Carta 73,12)
[72]
Cipriano nos da una prueba irrefutable de que Mateo
28:19 contenía la fórmula trintaria tal cual aparece en
nuestras biblias actuales:
“Después de la resurrección, cuando el Señor envió
los apóstoles a las naciones, Él les ordenó bautizar a los
gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo… Cristo mismo ordenó que las naciones sean
bautizadas en la completa y unida Trinidad.” (Cipriano de
Cartago, Carta 73,18)[73]
¿Son todas estas citas de los cristianos de los primeros
siglos suficientes para probar la legitimidad de Mateo 28:19?
Sí, más que suficientes, y, de hecho, aún podrían citarse
muchas más. De modo que las sectas que niegan la Trinidad
atacando Mateo 28:19 y negando su canonicidad ya no
tienen excusa para su ignorancia.

EL EVANGELIO DE SHEM TOV


Cuando citar parcialmente a Eusebio fracasa, los
antitrinitarios a menudo recurren a un recurso desesperado
para sostener su herejía unicitaria: El falso Evangelio de
Mateo de Shem-Tov. ¿Qué es eso? Es una traducción hebrea
del Evangelio según Mateo. Fue escrita a más tardar en la
segunda mitad del siglo XIV, y se incluyó en la obra Eben
Bojan (Piedra Probada), la cual es un polémico tratado
anticristiano escrito en hebreo por el rabino sefardí, Shem-
Tov ben Isaac Ibn Shaprut.[74] La obra, a veces llamada «la
lógica de Shem Tov», ataca la idea del mesianismo y
divinidad de Jesucristo y se completó en 1380 y se revisó en
1385 y 1400.
Pero ¿Quién era Shem-Tov? Shem Tov fue un médico
judío del s. XIV nacido en Tudela, Castilla. Su libro de Mateo
fue escrito durante la Inquisición Española con el propósito
expreso de refutar las enseñanzas de la iglesia católica. Para
ello buscó deficiencias en el texto de Mateo para presentarlas
a su manera y evitar las conversiones judías al cristianismo.
Con tal propósito, Shem-Tov adulteró el evangelio de Mateo y
presentándolo como una copia del «evangelio de Mateo
original hebreo» en el cual se niega tanto la Trinidad como la
Divinidad de Cristo.
En su intento por desvirtuar la fe cristiana falsificando sus
Escrituras, Shem-Tov no fue ni siquiera original. Se pueden
encontrar citas de traducciones hebreas de partes de varios
libros del Nuevo Testamento, incluidas las epístolas de Pablo,
en tratados rabínicos contra el catolicismo. Estos tratados se
multiplicaron donde los judíos vivían cerca de los cristianos,
como España antes de la expulsión de los judíos de España
en 1492. Entre ellos se pueden citar:
(1) Sefer Nestor ha-Komer; «El libro de Néstor el
sacerdote», Siglo XVII. Contiene citas significativas de
Mateo, aparentemente de un texto latino.[75]
(2) Toledot Yeshu; «La vida de Jesús», Siglo XVII.
(3) Milhamoth ha-Shem; «Las guerras del Señor», de
Jacob Ben Reuben, Siglo XII, en donde cita textos entre los
que se incluye Mateo 1:1-16, 3:13-17, 4:1-11, 5:33-40, 11:25-
27, 12:1-8, 26:36-39, 28:16-20.
(4) Sefer Nizzahon Yashan; «El libro de la Victoria», Siglo
XIII.
(5) Sefer Joseph Hamekane; «El libro de José el Oficial»
del rabino José ben Nathan, Siglo XIII (París MS).
El caso es que, a diferencia de las anteriores, la obra
anticristiana conocida como el Mateo de Shem-Tov, no pasó
desapercibida para los grupos sectarios que niegan la
Trinidad, los cuales (muy a menudo) lo citan como evidencia
para negar la validez de Mateo 28:19 (Shem-Tov omite la
fórmula bautismal trinitaria de Mateo 28:19).
Lo cierto es que, tanto Shem-Tov como las obras citadas
arriba, carecen de credibilidad total. ¿Por qué? Porque la
mayoría de los estudiosos consideran que tales manuscritos
hebreos medievales se derivan de la traducción de
manuscritos griegos o latinos también medievales, y por lo
tanto, es extremadamente improbable que alguna de las
lecturas únicas encontradas en estos manuscritos hebreos
medievales pueda ser antiguas.
Esto, sin embargo, no desanima a los sectarios. Haciendo
uso de la peor forma de deshonestidad intelectual, dichos
grupos antitrinitarios eligen ignorar que Shem-Tov es una
obra judía del medioevo (no de la era apostólica) y que fue
compuesta como relato que pretendía crear un nuevo
«Mateo» fraudulento escrito contra el catolicismo y los
mumarim (conversos al cristianismo) para persuadirlos a
abandonar el cristianismo y volver a la religión judía. El
propósito original de Shem-Tov era demostrar lo ridículo del
cristianismo y del judaísmo mesiánico, y para ello recurrió al
fraude.
Incluso un estudio superficial del Mateo de Shem-Tov
basta para darnos cuenta que tal escrito no es digno de
credibilidad. Shem-Tov no sólo adulteró Mateo 28:19 en su
copia de Mateo, sino varios pasajes donde se nos habla de
«Jesús el Cristo», lo cual sustituyó simplemente por
«Yeshua». Ejemplo de esto es 1:1 y 1:18. En 11:2 se nos
habla de «hechos de Cristo», lo cual sustituyó por «trabajo de
Yeshua». ¿Por qué Shem-Tov hizo tal cosa? No olvidemos
que Shem-Tov era judío, y como tal negaba la divinidad de
Jesús y su mesiazgo. ¡Shem-Tov simplemente no pudo
disimular su odio hacia la persona de Jesús y su divinidad!
Tan obvia actitud delata sus verdaderas intenciones.
No obstante, algunas personas usan a Shem-Tov como
prueba textual de que Mateo nunca tuvo la fórmula trinitaria
en el capítulo 28. Quienes dicen que el evangelio de Shem-
Tov es una copia fidedigna de la hecha por Mateo se olvidan
de que existen miles de manuscritos y fragmentos que
hablan de la fórmula trinitaria en Mateo 28:19, y que Shem-
Tov, un judío anticristiano no puede acallar la voz de toda la
historia de la Iglesia.
La vasta existencia de documentos y copias de las
Escrituras avalan nuestra cita de Mateo tal como la
conocemos. No hay pruebas en ningún manuscrito ni en la
historia que apoyen la veracidad del evangelio de Mateo de
Shem-Tov. Mateo 28:19, con su fórmula trinitaria tal aparece
en nuestras biblias actuales, no sólo figura en nuestros
mejores y más tempranos manuscritos, sino que también es
apoyado por miles de manuscritos griegos.
Si fuere cierto que Mateo 28:19 es interpolado, ello
debería ser, según los mismos sectarios, a partir del año 325
d. C., que fue cuando se celebró el Concilio de Nicea. Pero
tal afirmación es falsa, como ya se ha demostrado a través
de las citas de los Padres de la iglesia y otros autores
cristianos de los primeros siglos, todos los cuales preceden a
Shem-Tov por varios siglos de antigüedad.
Pero eso no es todo. En la Segunda Epístola de Pablo a
los Corintios, por ejemplo (la cual se cree que fue escrita
entre el 54 y 57 d.C.), el apóstol dice: «La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
sean con todos vosotros» (2 Corintios 13:14). Esta es la frase
trinitaria más primitiva que se conoce. Esto fue escrito antes
del evangelio de Mateo, el cual se cree se escribió alrededor
del año 70. Pasajes como este prueban que la fórmula
trinitaria se empleaba desde los albores del cristianismo.
Decir que fue a partir de Nicea que se comenzó a emplear la
fórmula «en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo»
es una burda mentira.
Evidencia adicional a favor del trinitarismo puede hallarse
en versiones como la Peshitta, el Diatessaron y la Vetus
Syra. La traducción más antigua, probablemente es el
Diatessaron («uno mediante cuatro»), de Taciano. El texto
que data del año 175 d.C., es una narración continua y
armónica que integra los cuatro Evangelios, en una época en
que tal vez cada Evangelio por separado no tenía un carácter
oficial. Teodoreto de Ciro, en el Éufrates, en 423, recolectó y
archivó más de 200 copias del Diatessaron que contenían los
cuatro Evangelios. La fórmula trinitaria de Mateo 28:19 está
presente en todos ellos.
Otra versión antigua, conocida como «Antigua siríaca»
(Vetus Syra) contiene también la fórmula trinitaria. Se
conservan dos manuscritos del siglo V de los Evangelios
(Palimpsesto Sinaítico y Evangelios Curetonianos),
traducciones libres de cada libro griego, influenciadas por el
Diatessaron. Estas traducciones posiblemente datan del siglo
III o comienzos del Siglo IV. Curiosamente, la versión Antigua
siríaca utiliza otra versión antigua, la Peshitta, para las citas
del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento y no la
versión griega, siendo este hecho un testimonio de la gran
antigüedad de la Peshitta. La Historia Eclesiástica (4.29.5) de
Eusebio evidencia la antigüedad de la Peshitta, y afirma que
esta versión incluyó traducciones de los Hechos de los
Apóstoles y de las cartas de Pablo. Esta antigua versión
(muy superior y mucho más antigua que el falso Mateo de
Shem-Tov) nos dice en Mateo 28:19:
“Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las
naciones, y bautícenlos en el Nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.”[76]
Esta es la cruda verdad. Una verdad que seguramente
destroza las pretensiones de los unicitarios.
¿ES NECESARIO EL BAUTISMO
EN AGUA PARA SER SALVO?
Gran parte del problema con los pentecostales unicitarios
se debe a su creencia de que el bautismo en el nombre de
Jesús solamente es esencial para la salvación. Ellos afirman
la necesidad indispensable del bautismo en agua, citando
Juan 3:5, Hechos 2:38 y Mateo 28:19. Apuntan a Mateo 3:13-
16 como evidencia de que incluso el mismo Jesús fue
bautizado.
Al igual que la mayoría de los pentecostales trinitarios, el
modo de bautismo practicado por los pentecostales
unicitarios es por inmersión completa en agua, pero, como es
de suponerse, los pentecostales unicitarios bautizan «en el
nombre de Jesucristo», mientras que los trinitarios utilizamos
la fórmula enseñada por el mismo Jesús: «en el Nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
Pero ¿es el bautismo en agua esencial y necesario para
ser salvo? No para los pentecostales trinitarios. Para los
pentecostales clásicos trinitarios el bautismo cristiano es el
medio por el cual una persona hace una proclamación
pública de fe y discipulado. En las aguas del bautismo, una
persona dice sin palabras: «Confieso mi fe en Cristo; Jesús
ha limpiado mi alma del pecado, y ahora tengo una nueva
vida de santificación”.
Debe entenderse que el bautismo siempre ha poseído un
significado simbólico, mas no un poder salvador. Este incluso
fue practicado en otras formas antes de la existencia del
cristianismo. El rito del bautismo fue un ritual en la cultura
judía desde el principio. El lavado ceremonial de los
sacerdotes y el sumergir los utensilios del templo en agua era
parte de la ley.
Por ejemplo, un sacerdote era "bautizado" en su oficio
como sacerdote, y se hacía para dedicar e identificar al
sacerdote en su posición. Este bautismo separaba al
sacerdote para tomar parte en la adoración y sacrificios en el
templo. El bautismo de los utensilios los separaba para un
uso específico en la adoración.
Cuando Juan el Bautista llegó a la escena, los judíos
vinieron a él para ser bautizados por la confesión de sus
pecados. Esto no era para la salvación, porque el Señor
Jesucristo no había aún pagado el precio del pecado. El
bautismo de Juan el Bautista era un bautismo de las
costumbres del Antiguo Testamento y sólo indicaba la
voluntad del participante de confesar su pecado. Por lo tanto,
el bautismo de Juan el Bautista era por arrepentimiento
(Hechos 19:4). Es interesante notar que Jesús no bautizó:
"Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos
habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos
que Juan (aunque Jesús no bautizaba, sino sus
discípulos)" (Juan 4:1-2).
Si el bautismo de agua fuera necesario para la salvación
¿no habría Jesús bautizado? Jesús se presentó a los judíos
como su Mesías con señales y milagros mesiánicos, pero no
los bautizó. Al marcharse, él nos dejó el bautismo como “rito
de entrada” a su iglesia y como marca del discípulo cristiano,
más no como un requisito para ser salvos:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el
que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:15)
Nótese que aunque al principio se dice que “el que
creyere y fuere bautizado, será salvo”, el énfasis no reside en
el bautismo en agua, sino en creer: “más el que no creyere,
será condenado.” Y aquí el bautismo es omitido de forma
intencional.
Así pues, la ordenanza del bautismo en agua ha sido
parte de la práctica cristiana desde los orígenes de la Iglesia,
y dicha práctica era parte tan corriente de la vida en la Iglesia
Primitiva, que la sola idea de un cristiano sin bautizar es
sencillamente absurda y no se considera siquiera en el
Nuevo Testamento.[77] Aún así, jamás se le consideró un
asunto de salvación, sino más bien de testimonio público.
Para nosotros los pentecostales, Cristo marcó la pauta del
bautismo cristiano cuando fue bautizado Él mismo por Juan
al comienzo de su ministerio público (Mateo 3:13–17). Más
tarde, les ordenó a sus seguidores que fuesen a todo el
mundo e hiciesen discípulos, “bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Por
tanto, fue Cristo quien instituyó la ordenanza del bautismo
cristiano, tanto con su ejemplo como con su mandato.
En la teología pentecostal, uno de los principales
propósitos por los que se bautiza a los creyentes en agua, es
que esto simboliza su identificación con Cristo. Los creyentes
del Nuevo Testamento, al ser bautizados, indicaban que
estaban entrando en el ámbito del señorío soberano y la
autoridad de Cristo. A través del bautismo, el nuevo creyente
se identifica con Cristo en su muerte, que su vieja naturaleza
fue sepultada con Él, y que ha sido levantado a nueva vida
en Él.
Así pues, el bautismo cristiano ilustra, con estilo
dramático, la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Al
mismo tiempo, también ilustra nuestra muerte al pecado y
nuestra nueva vida en Cristo. Cuando el pecador confiesa al
Señor Jesús, muere al pecado (Romanos 6:11) y es elevado
a una vida nueva (Colosenses 2:12).
En el bautismo cristiano, la acción de ser sumergido en el
agua representa ser muerto al pecado, y la acción de salir del
agua representa la vida limpia y santa que sigue a la
salvación. Romanos 6:4 lo dice de esta manera:
«Porque somos sepultados juntamente con él para
muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó
de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva».
De esta manera, el bautismo indica que el creyente ha
muerto a la antigua forma de vivir y entrado en “novedad de
vida” por medio de la redención en Cristo. No obstante, en la
teología pentecostal, el acto del bautismo en agua no es el
que realiza esta identificación con Cristo, pero la presupone y
simboliza. De esta forma, el bautismo simboliza el momento
en el cual alguien que anteriormente había sido enemigo de
Cristo presenta su rendición definitiva.[78]
El bautismo en agua simboliza también que los creyentes
se han identificado con el cuerpo de Cristo, la Iglesia. Los
creyentes bautizados son iniciados en la comunidad de la fe
y, al hacerlo, dan testimonio público ante el mundo de su
fidelidad al pueblo de Dios. Ésta parece ser una de las
razones más importantes por las que eran bautizados los
creyentes del Nuevo Testamento casi inmediatamente
después de su conversión.
En un mundo que era hostil a la fe cristiana, era
importante que los nuevos creyentes tomaran partido junto
con los discípulos de Cristo y se integraran de inmediato en
la vida total de la comunidad cristiana. Así pues, recibir el
bautismo es más que obedecer el mandato de Cristo; es algo
relacionado con el acto mismo de convertirse en discípulo
suyo.[79]
Dicho lo anterior, es importante recalcar que el bautismo
en agua no salva. Sencillamente, el bautismo cristiano es un
testimonio externo de lo que ha ocurrido internamente en la
vida de un creyente. El bautismo cristiano es un acto de
obediencia al Señor después de la salvación; aunque el
bautismo está estrechamente asociado con la salvación, no
es un requisito para ser salvo.
La biblia muestra en muchos lugares que el orden de los
eventos es 1) una persona cree en el Señor Jesús y 2) es
bautizada. Esta secuencia se ve en Hechos 2:41, «Los que
recibieron el mensaje [de Pedro] fueron bautizados» y se
repite también en Hechos 16:14-15.
Vemos el mismo orden en Hechos 16, cuando el carcelero
de Filipos y su familia fueron salvos. Ellos creyeron, fueron
salvos y después fueron bautizados (Hechos 16:29-34), no a
la inversa. Nadie era bautizado para salvarse, sino porque ya
eran salvos.
En la última cena, dijo: «porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de
los pecados» (Mateo 26:28). Todo lo que se necesita para
hacer que los pecadores culpables sean justos delante de
Dios, es la fe en el poder de Su sangre derramada. Romanos
5:8-9 dice, «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en
que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues
mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él
seremos salvos de la ira». Es la sangre de Cristo, no el agua
del bautismo la que nos salva santifica y justifica ante Dios.
Darle tal poder a una ceremonia sería una afrenta contra
Cristo y su obra, pues así como nuestra salvación no
depende de obras, tampoco depende de ceremonias o ritos
externos.
Algunos pentecostales unicitarios suelen citar 1 Pedro
3:18-21 en defensa de su enseñanza. Dicho texto dice:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios,
siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en
espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus
encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron,
cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de
Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas
personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El
bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no
quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración
de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de
Jesucristo.”
Esto, sin embargo, está lejos de probar la necesidad del
bautismo para salvación o de enseñar la regeneración
bautismal. De hecho, ocurre todo lo contrario. El apóstol
Pedro habló de la construcción del arca de Noé y dijo: “El
bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (l1 Pedro
3:20, 21). El arca sirvió para demostrar a la vista de todo el
mundo que Noé estaba dedicado a hacer la voluntad de Dios.
Tenía fe e hizo lo que le mandó Jehová. Gracias a eso, él y
su familia sobrevivieron al Diluvio. ¿Qué quiso enseñar
Pedro?
Cuando las personas veían el arca, sabían que Noé tenía
fe en Dios. De manera parecida, cuando la gente ve a
alguien bautizarse, sabe que es un discípulo cristiano y que
se ha dedicado a Dios porque tiene fe en Cristo resucitado.
Al igual que Noé, los discípulos dedicados obedecen a Dios y
llevan a cabo la obra que les ha dado.
Dios salvó a Noé cuando llegó el Diluvio. Del mismo
modo, salvará a sus siervos de la ira venidera porque
ejercieron fe en Él y en el sacrifico de Cristo (Apocalipsis 7:9,
10; 12:10). El bautismo fue solo una demostración exterior de
su fe y confianza en el Señor. Así que es muy importante dar
ese paso de dedicación y bautizarse, pero no porque nuestra
salvación dependa de ello.
Así pues, creemos que la regeneración bautismal no es
un concepto bíblico. El bautismo no salva del pecado, sino de
una mala conciencia. Creemos palabra por palabra lo dicho
en 1 Pedro 3:21 y enseñamos claramente que el bautismo no
es un acto ceremonial de purificación física, sino la prueba de
una buena conciencia hacia Dios.
El agua es incapaz de salvar el alma de nadie, de modo
que el bautismo es nada más el símbolo de lo que ya ha
ocurrido en el corazón y la vida de uno que ha confiado en
Cristo como Salvador (Romanos 6:3-5; Gálatas 3:27;
Colosenses 2:12). Sí, el bautismo es un paso importante de
obediencia que debe tomar cada cristiano, pero al mismo
tiempo, el bautismo no puede ser un requerimiento para la
salvación. El considerarlo así, es un ataque a la suficiencia
de la muerte y resurrección de Jesucristo.
¿Estamos con ello restándole valor a la ordenanza
bautismal? ¡Por el contrario! Le asignamos más bien su valor
correcto a la luz de la Biblia. Creemos que quien retrasa sin
necesidad su bautismo merece ser cuestionado en cuanto a
su sinceridad, compromiso y entrega al Señor (Hechos 8:35,
36), pero también afirmamos que aquellos que mueren sin
esta ordenanza, o no pueden recibirla en esta vida por
motivos ajenos a su voluntad y poder, jamás pondrán en
peligro su salvación por ello. De ello nos da fe el relato del
ladrón crucificado junto al Señor y la palabras de Jesús
mismo:
“Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni
aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque
recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más este
ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te
digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas
23:40-43)
Para el ladrón no hubo rito que valga. No hubo necesidad
de ceremonias ni de ministros que la oficiaran. La fe en el
Mesías bastó para salvarle, ya que la salvación es por fe, no
por obras (y entre esas obras se encuentra el bautizarse).
El caso de Pablo es también ilustrativo. En el libro de los
Hechos se nos relata su conversión y bautismo:
“Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso
según la ley, que tenía buen testimonio de todos los
judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me
dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella
misma hora recobré la vista y lo miré. Y él dijo: El Dios
de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su
voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo
que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes?
Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su
nombre.” (Hechos 22:12-16)
A Pablo se le invita a bautizarse y lavar sus pecados, pero
nótese que el énfasis se pone no en el bautismo en agua,
sino en la fe en Cristo: “lava tus pecados, invocando su
nombre.” (v. 16). Pablo fue salvo y perdonado no por haberse
bautizado, sino por invocar el nombre del Señor, por eso él
mismo escribió que “todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo.” (Romanos 10:13, véase también: Hechos
2:21), y esto sin hacer mención alguna del bautismo en agua.
Al igual que Pablo, los pentecostales clásicos y trinitarios,
creemos y reafirmamos que el bautismo en agua no es
esencial para la salvación, sino que esta es por fe y por
gracia. Creemos asimismo que cualquier cosa que se añada
a la fe en Jesucristo como requerimiento para la salvación, es
una salvación basada en obras. Añadir cualquier cosa al
Evangelio (así sea el bautismo en agua o cualquier otra
ceremonia o rito), es decir que la muerte de Jesús en la cruz
no fue suficiente para comprar nuestra salvación:
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe." (Efesios 2:8-9)
El decir que debemos ser bautizados para ser salvos, es
decir que debemos añadir nuestras propias buenas obras y
obediencia a la muerte de Cristo, a fin de hacerlo suficiente
para la salvación. Sólo la muerte de Jesús pagó por nuestros
pecados (Romanos 5:8; 2 Corintios 5:21). El pago de Jesús
por nuestros pecados es adjudicado a nuestra “cuenta”
únicamente por la fe (Juan 3:16; Hechos 16:31; Efesios 2:8-
9). Por lo tanto, afirmamos categóricamente que el bautismo
es un paso importante de obediencia después de la
salvación, pero no puede ser un requerimiento para la
salvación.
El cristiano que ama la Palabra y la estudia con sinceridad
llegará a reconocer que, afirmar la necesidad del bautismo
para la salvación, resultaría es una contradicción en nuestra
fe y en las mismas Escrituras. Si el bautismo es necesario
para la salvación, ¿por qué habría dicho Pablo, “Doy gracias
a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a
Crispo y a Gayo” (1 Corintios 1:14)? ¿Por qué habría dicho,
“Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el
evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se
haga vana la cruz de Cristo” (1 Corintios 1:17)?
Es cierto que en este pasaje, Pablo está argumentando
contra las divisiones que plagaban la iglesia de Corinto. Sin
embargo, ¿cómo era posible que Pablo dijera, “Doy gracias a
Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado...” o “Pues
no me envió Cristo a bautizar...” si el bautismo fuera
necesario para la salvación?
Si el bautismo es necesario para la salvación, Pablo
estaría diciendo literalmente, “Doy gracias de que ustedes no
fueron salvos...” y “Porque Cristo no me envió para salvar...”.
Esa habría sido una declaración increíblemente ridícula por
parte de Pablo.
Más aún, cuando Pablo da un resumen detallado de lo
que él considera el Evangelio (1 Corintios 15:1-8), ¿por qué
no menciona el bautismo? Si el bautismo es un requerimiento
para la salvación ¿cómo podría cualquier presentación del
Evangelio dejar de mencionarlo? La respuesta es simple: el
bautismo es importante, mas no esencial para la salvación, y
mucho menos violando la fórmula trinitaria enseñada por
Jesús.
Los pentecostales unicitarios se equivocan doblemente,
no sólo negando la fórmula trinitaria, sino también añadiendo
el bautismo como un requisito para la salvación y rechazando
con ello la salvación por gracia sin necesidad de obra alguna
a excepción de la fe en Cristo.
EL HABLAR EN OTRAS
LENGUAS
¿INDISPENSABLE PARA LA
SALVACIÓN?
Tal como se mencionó en un capítulo anterior, los
pentecostales unicitarios abrazan la creencia de que el hablar
en lenguas es la inmediata, externa, observable, y audible
evidencia de la llenura inicial del Espíritu Santo. Esto no tiene
nada de extraordinario, todos los pentecostales clásicos
abrazan dicha doctrina. Lo que diferencia a los pentecostales
unicitarios del resto de pentecostales clásicos es su
afirmación de que el hablar en lenguas es el cumplimiento del
mandamiento de Jesús de ser «nacido del Espíritu» en Juan
3:5. Por lo tanto, si alguien no ha hablado en lenguas no ha
nacido de nuevo.
Al hacer de la experiencia de hablar en otras lenguas una
parte indispensable del proceso de salvación de una persona
(en el pentecostalismo unicitario, o en la mayoría de sus
ramas, nadie es considerado salvo si nunca ha hablado en
otras lenguas), los pentecostales unicitarios se separan una
vez más de la ortodoxia pentecostal.[80] Tan extraña creencia
puede trazarse hasta Charles Fox Parham, uno de los
Padres del Movimiento Pentecostal,[81] quien afirmaba que
sólo los cristianos bautizados por el Espíritu (con la evidencia
de hablar en otras lenguas) serían los únicos en ser llevados
en el arrebatamiento o rapto de la iglesia.[82]
LAS LENGUAS COMO EVIDENCIA
INICIAL
¿Qué es lo primero, o lo inicial, que le sucede a quien es
bautizado en el Espíritu? ¿Cuál es la primera señal física,
visible y notoria? ¿Cuál es la primera evidencia física, o la
prueba, de que uno puede decir con confianza: “He recibido
la promesa del Padre”? En respuesta a esta pregunta los
pentecostales clásicos respondemos que la evidencia inicial
del bautismo en el Espíritu Santo es hablar en otras lenguas.
Es necesario aclarar este punto: A pesar de disentir de los
pentecostales unicitarios en su afirmación de que hablar en
lenguas es un requisito para la salvación, los pentecostales
clásicos sí concordamos con ellos en que estas son la
evidencia inicial de haber recibido el bautismo en el Espíritu.
Las Confesiones de Fe de las principales denominaciones
pentecostales así lo afirman:
“[Creemos que] El bautismo de los creyentes en el
Espíritu Santo se evidencia con la señal física inicial de
hablar en otras lenguas como el Espíritu los dirija.”[83]
“[Creemos] En hablar en otras lenguas, como el
Espíritu dirija a la persona, lo cual es la evidencia inicial
del bautismo en el Espíritu Santo.”[84]
“Creemos que el bautismo Pentecostal y el fuego del
Espíritu Santo son obtenidos por el acto definitivo de la
apropiación de la fe por parte del creyente plenamente
purificado, y la evidencia inicial de la recepción de esta
experiencia es hablar en otras lenguas según el Espíritu
Santo dirija (Lucas 11:13; Hechos 1:5; 2:1-4; 8:17; 10:44-
46; 19:6).”[85]
“Creemos en el bautismo del Espíritu Santo para
todos los creyentes con la evidencia inicial de hablar en
lenguas (Joel 2:28, 29; Hechos 2:3,4,38,39; Hechos
10:44-46; Hechos 19:16), y en la operación de los dones
y frutos del Espíritu Santo (Romanos 12:6-8; Gálatas
5:22,23 y 1 Corintios 12:8-11; 28-30).”[86]
¿Por qué creemos esto? Porque las Escrituras así lo
enseñan. En el libro de los Hechos hay una conexión directa
entre las lenguas y el bautismo en el Espíritu Santo. Debido a
esta conexión, la naturaleza de las lenguas es la adecuada
para el bautismo en el Espíritu como entrega de poder para
testificar. Lucas menciona las lenguas de manera explícita en
tres casos que recoge en el libro de los Hechos: en
Jerusalén, en el día de Pentecostés (Hechos 2:4); en
Cesarea, en la casa de Cornelio (10:46), y en algún lugar de
Éfeso (19:6). Estos tres casos son sumamente instructivos a
fin de descubrir la naturaleza y los propósitos que tienen las
lenguas en los escritos de Lucas.
En primer lugar, con respecto al día de Pentecostés,
vemos que los discípulos recibieron la plenitud del Espíritu
Santo y hablaron en lenguas (Hechos 2:1–4). Con la
excepción de Marcos 16:17, esta es la primera vez que se
mencionan las lenguas en el Nuevo Testamento. Lucas
escribe:
“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén
judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el
cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y
estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su
propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados,
diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que
hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada
uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos,
medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia,
en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia
y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá
de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como
prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en
nuestras lenguas las maravillas de Dios” (Hechos 2:4–
11).
¿Cuál fue la naturaleza de las lenguas en el día de
Pentecostés? El derramamiento del Espíritu en el día de
Pentecostés se produjo como cumplimiento de Joel 2:28, 29.
La mayoría de los eruditos sostienen que, en el día de
Pentecostés, las lenguas tomaron milagrosamente la forma
de los dialectos e idiomas de las personas que estaban
presentes. No obstante, hay quienes sostienen que, en
realidad, lo que se produjo fue un milagro de audición. Los
discípulos pronunciaban unas palabras desconocidas para
ellos, y ellos los escuchaban hablar en sus propios idiomas.
Aunque este punto de vista sea gramaticalmente posible,
lo que destaca este pasaje es el milagro de hablar en otras
lenguas, desconocidas para los que las hablaban, pero
conocidas para los que las escuchaban. La conclusión de
algunos que los oyeron fue que estaban borrachos. Pedro
refutó esa acusación diciendo que ése era el cumplimiento de
la profecía registrada en Joel 2. Las lenguas fueron la
evidencia audible de tal fenómeno espiritual.
En la casa del gentil Cornelio, en Cesarea, ocho años
después del día de Pentecostés, los judíos creyentes se
sorprendieron de que los gentiles fueran bautizados en el
Espíritu Santo (Hechos 10:44-46). Dios “dio testimonio”
dándoles el Espíritu Santo. El hablar en lenguas fue la
evidencia observable.
El propósito de las lenguas como señal se hizo más
evidente aún en Cesarea. Puesto que Pedro estaba abriendo
nuevos horizontes al llevarles el Evangelio a los gentiles, la
Iglesia necesitaba una fuerte evidencia de que todos los
dones de Dios estaban al alcance de todos los seres
humanos. En Hechos 10:47, Pedro declara:
“¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no
sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo
también como nosotros?”
EL famoso erudito pentecostal Stanley M. Horton afirma:
“La evidencia que los convenció fue que los oyeron
hablar en lenguas, y glorificar a Dios”.[87]
A partir de esto, podemos llegar a la conclusión de que
todo aquel que habla en lenguas genuinas y exalta a Dios, ha
recibido el bautismo en el Espíritu Santo. Y el bautismo en el
Espíritu Santo era testimonio de que Dios había aceptado a
los gentiles de Cesarea. Este testimonio era esencial para
echar abajo la barrera que mantenía alejados a los gentiles.
Tal vez nos preguntemos por qué habría de escoger Dios
algo tan frágil como las lenguas para atestiguar sobre cuál
era su posición, pero Dios usa lo que Él decide usar.
Cuando Pablo oró por los discípulos de Éfeso, estos
“hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hechos 19:6). De
nuevo, el libro de los Hechos presenta las lenguas como
evidencia de la recepción del bautismo en el Espíritu Santo.
Hasta donde sabemos, esas lenguas eran ininteligibles, tanto
para los que las hablaban, como para los que las
escuchaban. No obstante, eran señal de la presencia del
Espíritu.
En Éfeso se destaca la seguridad de la presencia del
Espíritu. Vemos aquí a Pablo en acción dentro de un
escenario distinto a la iglesia local a la que se había dirigido
en Corinto. Cuando observó que los discípulos de Éfeso eran
deficientes en su experiencia, les hizo una pregunta que
tenía que ver con su experiencia: ¿Podían dar testimonio de
haber recibido el Espíritu cuando habían creído (o después)?
Cuando ellos hablaron en lenguas y profetizaron, esta
evidencia les dio a estos discípulos la seguridad de que su
experiencia personal con el Espíritu Santo era válida.
Incluso pasajes del libro de los Hechos que parecen no
enseñar de forma explícita las lenguas como evidencia inicial,
terminan por confirmar esta doctrina pentecostal. En la
ciudad de Samaria, según Hechos 8, Felipe el evangelista
predicó de Jesús a los samaritanos. Ellos creyeron y fueron
bautizados en agua. La noticia llegó a los apóstoles en
Jerusalén acerca del avivamiento, por lo cual Pedro y Juan
fueron allá para orar por ellos de modo que recibieran el
Espíritu, porque “el Espíritu Santo aún no había descendido
sobre ninguno de ellos” (Hechos 8:16), aunque habían sido
salvos y recibido el bautismo en agua.
Simón, el mago, observó que, a través de los apóstoles,
algo muy obvio sucedía, así que les ofreció dinero para que
le concedieran el poder para que produjera resultados
similares. ¿Qué vio Simón? Podemos suponer que observó
que hablaban en lenguas.
En Hechos 9, después de la experiencia de salvación de
Saulo de Tarso en el camino a Damasco, él estuvo orando
por tres días cuando Ananías recibió el encargo de ir a orar
por él. Ananías protestó, pero fue persuadido para ir cuando
el Señor le informó que Saulo oraba. Entró en la casa, se
dirigió a Saulo como ‘hermano’, y le dijo: “El Señor Jesús,
que se te apareció en el camino por donde venías, me ha
enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu
Santo.”
Las evidencia no se da en Hechos 9, sino en 1 Corintios
14:18, donde Pablo dice: “Doy gracias a Dios que hablo en
lenguas más que todos vosotros.” ¿Cuándo comenzó a
hablar? Probablemente cuando Ananías oró por él para que
recibiera el Espíritu. Razonablemente, si se ha establecido un
patrón, la ausencia ocasional de repetir cada elemento del
patrón realmente refuerza el patrón, ya que se supone que
los lectores harán las apropiadas inferencias del patrón
establecido.
La verdad de las lenguas como la evidencia físico inicial
del bautismo en el Espíritu Santo está basada en la Sagrada
Escritura. Esto es así porque todo lo que decimos y hacemos
como pentecostales debe ser juzgado por la Escritura.
Creemos que Hechos, que es historia sagrada, tiene la
intención de enseñar la doctrina de las lenguas como la
evidencia física inicial.
Algunos dicen que es incorrecto hermenéuticamente
utilizar la historia narrativa como una base doctrinal. Afirman
que la doctrina puede basarse sólo en material más
abiertamente didáctico, como de las epístolas. Sin embargo,
el nacimiento virginal, una doctrina cardinal de todos los
evangélicos, se refiere sólo en la narrativa histórica de los
evangelios (Mateo 1 y Lucas 1). El emplear esta narrativa
histórica como doctrina, se justifica bíblicamente “Porque las
cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se
escribieron” (Romanos 15:4).
La metodología de Pablo nos permite llegar a esta misma
conclusión, ya que él usó las experiencias históricas
relacionadas con el peregrinaje de Israel en el desierto para
enseñar o reforzar puntos doctrinales afirmando que todas
esas cosas “les acontecieron como ejemplo, y están escritas
para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los
fines de los siglos” (1 Corintios 10: 11). Si para Pablo los
relatos históricos del Antiguo Testamento tuvieron lecciones
didácticas para los cristianos del Nuevo Testamento,
entonces sería muy sorprendente si Lucas, que modeló su
historiografía conforme a la historiografía del Antiguo
Testamento, no aportara su propia historia del origen y la
expansión del cristianismo con un significado didáctico.
Pero eso no es todo. Al examinar el testimonio de los
primeros lideres cristianos, cuyo ministerio representa
prácticamente cada área del imperio romano desde
aproximadamente 100 a 400 d. C., descubrimos que la
glosolalia como evidencia física del bautismo en el Espíritu
Santo, era entendida como una experiencia cristiana normal
y esparcida en el cristianismo auténtico:
Ireneo (Esmirna, Asia Menor, c. 140 – Lyon, c. 202), quien
fuese obispo de la ciudad de Lyon, escribió en su obra Contra
las herejías 5.6.1 (alrededor del año 180 d. C.) lo siguiente:
«Por eso dice el apóstol: “Entre los perfectos
predicamos la sabiduría” (1 Corintios 2:6). Con el
nombre de “perfectos” designa a los que han recibido el
Espíritu de Dios y hablan todas las lenguas gracias a ese
Espíritu, como él [es decir, “el apóstol”] mismo las
hablaba, y como oímos hablar también a muchos
hermanos que tienen carismas proféticos en la Iglesia,
hablando toda clase de idiomas gracias al Espíritu,
ponen al descubierto los secretos de los hombres para
su provecho, e interpretan los misterios de Dios.»[88]
Tertuliano, considerado padre de la Iglesia y un prolífico
escritor durante la segunda parte del siglo II y primera parte
del siglo III, también dijo:
“Porque los apóstoles tienen apropiadamente al
Espíritu Santo, quienes lo tienen a Él completamente, en
las operaciones de la profecía, y la eficacia de las
virtudes (sanadoras), y la evidencia de las lenguas, y no
parcialmente, como todos los demás.”[89]
El hablar en lenguas fue una parte integral del bautismo
en el Espíritu en el Libro de los Hechos. Es la única
manifestación asociada al bautismo en el Espíritu Santo que
se presenta explícitamente como evidencia que prueba la
autenticidad de la experiencia, y sobre esa base debe
considerarse normativa (Hechos 2:1–21; 10:44–48; 19:1–7).
La evidencia histórica también se inclina a favor de esta
doctrina tan característica del pentecostalismo clásico.

EVIDENCIA INICIAL SÍ, PERO NO UN


REQUISITO INDISPENSABLE PARA LA
SALVACIÓN
Sin duda, nadie que se diga cristiano pero que no posea
el Espíritu Santo en su vida puede afirmar que es salvo:
“Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en
el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en
vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el
tal no es de Él.” (Romanos 8:9, LBLA)
Sin embargo, equiparar el hablar en lenguas con tener o
no el Espíritu Santo es un error. Para los pentecostales
clásicos, la doctrina de la evidencia inicial no significa que los
cristianos que no han hablado en lenguas no tienen el
Espíritu Santo morando dentro de ellos. Y es aquí donde nos
separamos de los pentecostales unicitarios.
Como pentecostales clásicos concordamos en que el
Espíritu Santo nos sella como propiedad divina al momento
de la conversión. El Espíritu Santo nos es dado en calidad de
«depósito”, “sello,” o «garantía» de nuestra redención. El
Espíritu Santo es dado como “arras” en los corazones de los
cristianos (2 Corintios 1:22; 5:5; Efesios 1:13-14; 4:30). El
Espíritu Santo es el sello de Dios sobre Su pueblo, Su
derecho sobre nosotros como Su propiedad.
De hecho, la palabra griega traducida como “arras” en
estos pasajes es arrhabōn que significa “prenda,” esto es,
parte del dinero de la compra o propiedad dada como
enganche o anticipo para garantizar la seguridad de lo que
resta. El don del Espíritu a los creyentes, es el pago inicial de
nuestra herencia celestial, que Cristo prometió y aseguró
para nosotros en la cruz.
Los pentecostales clásicos afirmamos que todos los
cristianos reciben el Espíritu cuando ponen su fe en Dios y
que el Espíritu estará activo en sus vidas de muchas
maneras diferentes, ya sea que hablen en lenguas o no. Esto
es así porque el Espíritu Santo no es externo para los
creyentes que todavía no han sido bautizados en el Espíritu.
El Espíritu obra internamente en una persona que se
arrepiente y cree para efectuar el nuevo nacimiento; Él no se
aleja para regresar en el momento en que la persona recibe
la plenitud. El bautismo en el Espíritu es más bien una
experiencia incontenible del Espíritu que ya mora en el
creyente.
Lo que los pentecostales clásicos sí creemos es que el
bautismo en el Espíritu Santo abre al receptor a una amplia
gama de dones espirituales cada vez más frecuentes como
consecuencia natural de haberse ya sometido a algo
sobrenatural y supraracional al dejarse saturar por el Espíritu.
Esto, sin embargo, no excluye de los dones espirituales a
quienes no han recibido la plenitud del Espíritu.
El Antiguo Testamento y los evangelios muestran que la
mayoría de los dones fueron ejercidos antes del Día de
Pentecostés (Mateo 10:1; Marcos 3:15; Lucas 9:1), lo cual
explica por qué muchos creyentes que no han recibido el
bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia inicial de
hablar en otras lenguas pueden, ejerciendo su fe, efectuar
sanidades o manifestar cualquier otro tipo de dones
espirituales. Sin embargo también es evidente que fue sólo
después del derramamiento del Espíritu ese día que entre el
pueblo de Dios operaron con mayor frecuencia y una
variedad más amplia de dones espirituales.
La doctrina de la evidencia inicial tampoco significa que el
bautismo en el Espíritu Santo se trata solo de obtener la
capacidad de hablar en lenguas. Más bien, los pentecostales
clásicos generalmente enfatizamos que aquellos que son
bautizados en el Espíritu reciben poder para testificar
(Hechos 1:8).
Muchos hablaron en lenguas una sola vez en su vida y no
pueden volver a hacerlo porque fueron bautizados en el
Espíritu Santo pero no tienen el don de lenguas (aunque
manifiesten claramente otros, como los dones de sanidades,
milagros, palabra de ciencia, etc.), ya que la glosolalia como
evidencia inicial y las lenguas como don del Espíritu otorgado
a algunos creyentes, son dos cosas distintas y muy
distinguibles en Hechos 2 y 1 Corintios 12-14. Si el hablar en
otras lenguas fuese requisito para la salvación, Pablo sin
duda jamás hubiera dicho:
“Ni todos tienen el don de sanar a los enfermos. No
todos pueden hablar en lenguas ni todos pueden
interpretarlas.” (1 Corintios 12:30, PDT)
Que la salvación no depende de haber recibido o no el
bautismo en el Espíritu Santo, evidenciado por la señal inicial
de hablar en otras lenguas, es fácil de corroborar en las
Escrituras. En una ocasión Jesús dijo a setenta y dos de sus
discípulos:
“Regocijaos de que vuestros nombres están escritos
en los cielos” (Lucas 10:20)
Tal afirmación fue hecha antes de que ellos recibieran el
bautismo en el Espíritu Santo el día de Pentecostés. No es
necesario localizar con exactitud el momento preciso de su
regeneración en el sentido que el Nuevo Testamento le da a
la palabra. Si hubieran muerto antes del descenso del
Espíritu en Pentecostés, ellos seguramente habrían ido a la
presencia del Señor. La doctrina de los unicitarios en este
tema de nuevo carece de sentido y soporte bíblico.
Es significativo que en ningún caso el Nuevo Testamento
iguala la expresión “llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4)
con la salvación o el momento en que esta se recibe.
Siempre se usa en conexión con personas que ya son
creyentes. El caso de los samaritanos es ilustrativo (Hechos
8:14–20).
El pentecostés samaritano muestra que uno puede ser un
creyente, salvo por gracia y seguro de la salvación, y aun así
no haber tenido una experiencia del tipo pentecostal. Las
siguientes observaciones muestran que los samaritanos eran
genuinos seguidores de Jesús antes de la visita de Pedro y
Juan:
(1) Felipe claramente les proclamó las buenas nuevas del
evangelio (versículo 5).
(2) Ellos creyeron y fueron bautizados (versículos 12,16)
(3) Ellos habían “recibido [dekomai] la palabra de Dios”
(versículo 14), una expresión sinónima de conversión
(Hechos 11:1; 17:11; véase también 2:41)
(4) Pablo y Juan les impusieron las manos para
“recibieran el Espíritu Santo” (versículo 17), una práctica que
el Nuevo Testamento nunca asocia a la salvación.
(5) Los samaritanos, después de su conversión, tuvieron
una dramática y observable experiencia del Espíritu
(versículo 18).
La experiencia de Saulo de Tarso también demuestra que
ser bautizado o lleno del Espíritu Santo es una experiencia
identificable que no equivale a la salvación del alma. Tres
días después de su encuentro con Jesús en el camino a
Damasco (Hechos 9:1–19), recibió la visita de Ananías. Las
siguientes observaciones son importantes:
(1) Ananías se dirigió a él como “Hermano Saulo”, que
probablemente indica una relación mutualmente fraterna con
el Señor Jesucristo. ¿O porqué llamar “hermano” a un no
creyente y, por consiguiente, no salvo?
(2) Ananías no instó a Pablo al arrepentimiento ni a creer,
aunque sí lo animó a ser bautizado (Hechos 22:16).
(3) Ananías puso las manos sobre Saulo para que
recibiera sanidad y para que fuera lleno del Espíritu.
(4) Hubo un lapso de tres días entre la conversión y el
momento en que fue bautizado o lleno del Espíritu y que, sin
dudarlo, Pablo habló en otras lenguas.
La casa de Cornelio en Cesarea nos aclara un poco más
este punto (Hechos 10:44–48). La narración acerca de
Cornelio alcanza su punto cúspide en el derramamiento del
Espíritu Santo sobre él y los de su casa. Él no era cristiano
antes de la visita de Pedro; él era un hombre temeroso de
Dios, un gentil que había dejado el paganismo y había
adoptado importantes aspectos del judaísmo sin convertirse
en prosélito, es decir, plenamente judío.
Aparentemente, quienes eran de la casa de Cornelio
creyeron y fueron regenerados en el momento en que Pedro
habló de Jesús como aquel a través del cual “todos los que
en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”
(versículo 43). Al parecer, simultáneamente experimentaron
un derramamiento del Espíritu como el que hubo el Día de
Pentecostés, como Pedro después informó a la iglesia de
Jerusalén (Hechos 11:17; 15:8,9).
Las expresiones con que se describe esta experiencia no
se usan en ninguna parte de los Hechos para describir el
proceso de salvación o el momento en que uno es salvo: “el
Espíritu Santo cayó sobre” (Hechos 10:44; 8:16); “el don del
Espíritu Santo” (Hechos 10:45; 11:17; 8:20); “sobre los
gentiles se derramase” (Hechos 10:45); “bautizados con [en]
en el Espíritu Santo” (Hechos 11:16).
El bautismo en el Espíritu de los creyentes en Cesarea es
paralelo al de los creyentes en Jerusalén (Hechos 2),
Samaria (Hechos 8), y Damasco (Hechos 9). Pero a
diferencia de la experiencia de sus antecesores, ellos
vivieron una experiencia unificada en que la conversión y el
bautismo en el Espíritu sucedió en una rápida sucesión, pero
manteniéndose siempre como dos hechos separados.
En Éfeso, Pablo encontró un grupo de discípulos que no
habían experimentado el bautismo en el Espíritu (Hechos
19:1–7) pero que obviamente eran creyentes genuinos,
verdaderamente salvos. De este suceso derivan tres
importantes preguntas que bien podríamos hacerles a los
pentecostales unicitarios que creen que si no se habla en
lenguas no se es salvo ni se levantarán con Cristo en el
arrebatamiento que ocurrirá a su segunda venida:
(1) ¿Eran estos hombres seguidores de Jesús o
seguidores de Juan el bautista? En el libro de los Hechos, en
casi cada ocurrencia de la palabra “discípulo” (mathe-te-s),
con sólo una excepción, se refiere a los seguidores de Jesús.
La razón de Lucas para referirse a estos hombre como
“ciertos discípulos” es que no estaba seguro del número
exacto: “Eran por todos unos doce hombres” (versículo 7).
Ellos eran creyentes cristianos que necesitaban enseñanza;
como Apolos (Hechos 18:24–27), ellos necesitaban que se
les expusiera “más exactamente el camino de Dios” (18:26).
(2) Qué quiso decir Pablo con la pregunta: “¿Recibisteis el
Espíritu Santo cuando creísteis?” (una traducción estricta del
versículo 2). Él percibió en ellos una carencia espiritual, pero
no cuestionó la validez de su fe en Jesús. Considerando que
en el libro de los Hechos la cláusula “recibir el Espíritu Santo”
se refiere al bautismo (Hechos 8:15,17,19; 10:47; 2:38),
Pablo está preguntando si han tenido la experiencia de la
venida del Espíritu Santo sobre ellos en una manera
carismática, cómo sí sucedió después (versículo 6).
(3) ¿Está de acuerdo Pablo con la enseñanza de Lucas
de que hay una obra del Espíritu en los creyentes que se
distingue de su obra en la salvación? Este suceso en Éfeso,
como también la propia experiencia de Pablo, requiere de
una respuesta afirmativa.
En tres de las cinco instancias (Samaria, Damasco,
Éfeso) las personas que tuvieron una experiencia del Espíritu
identificable ya eran creyentes, salvos, a pesar de nunca
haber hablado en lenguas. En Cesarea, esa experiencia fue
casi simultánea con la fe salvadora de Cornelio y los de su
casa. En Jerusalén, los receptores (los apóstoles y demás
discípulos) ya eran creyentes en Cristo.
En los tres relatos hubo un lapso entre la conversión y el
bautismo en el Espíritu (Samaria, Damasco, Éfeso)
evidenciado por la señal de las lenguas. Así pues, la posición
ideal y bíblicamente recta en este asunto es que el bautismo
en el Espíritu Santo evidenciado por la señal de hablar en
lenguas es necesario como empoderamiento del creyente,
más no como requisito para la salvación.
La salvación y el bautismo en el Espíritu Santo no son lo
mismo ni ocurren, necesariamente, al mismo tiempo. La
doctrina que enseña que aquellos que no hablan en lenguas
no son salvos, o no poseen el Espíritu Santo en sus vidas,
debe ser descartada totalmente por ser antibíblica. Si Cristo
volviese a la Tierra hoy, los cristianos fieles que jamás en su
vida han hablado en lenguas, serían tan dignos de recibirle
en las nubes como aquellos que hablan en lenguas
periódicamente.
CAMINOS QUE PARECEN
DERECHOS
El error del pentecostalismo unicitario ha sido, en gran
medida, poner las ideas, interpretaciones y supuestas
revelaciones de líderes humanos falibles al mismo nivel que
la Biblia. Esto, sin embargo, es transitar por caminos
peligrosos. La Biblia nos advierte:
“Hay camino que al hombre le parece derecho, pero
al final es camino de muerte.” (Proverbios 16:25, LBLA)
Al rechazar la fe histórica del cristianismo dando
preferencia a las ideas del hereje Sabelio, o al tomar como
superior a las Escrituras (ya sea que lo admitan o no) las
revelaciones, visiones y sueños de R.E. McAlister o John G.
Scheppe, los pentecostales unicitarios se excluyen a sí
mismos de la ortodoxia cristiana.
Dicho error no es exclusivo del Movimiento “Jesús Sólo”.
Muchos grupos, tanto pentecostales como no pentecostales,
corren el riesgo de caer en el mismo error.
Algunos conceden validez suprema a las palabras de sus
«videntes» y «profetas», dándoles el mismo y a veces mayor
valor, que a la misma Biblia.
Esto es una herejía destructora que expone a sus
víctimas al engaño. La manera principal en la que Dios nos
habla es por medio de su Palabra.
La Biblia no es solo un libro antiguo, también es la
inerrante e infalible Palabra de Dios. Es al leerla que
recibimos su mensaje de manera directa.
Todos los demás métodos para escuchar a Dios deben
ser discernidos por medio de las Sagradas Escrituras, para
poder así determinar si en verdad lo hemos escuchado.
La regla para discernir la verdad del error es simple: Si
contradice la enseñanza bíblica no es de Dios, y hemos de
rechazar cualquier sueño, visión o mensaje «profético» que
contradiga la sana doctrina bíblica. La Biblia es la única
revelación infalible.
¿Puede Dios darle a alguien un mensaje para otra
persona? ¡Desde luego! ¿Le revela Dios la verdad a alguien
de una manera sobrenatural y le permite dar ese mensaje a
otros? ¡Desde luego!
Pero nunca le revelará nuevas verdades doctrinales
ajenas a las Escrituras ni pretenderá que sus revelaciones
tienen igual o mayor peso que la Biblia.
Al ignorar esto, los pentecostales unicitarios se
extraviaron en el camino, y lo mismo puede pasarnos a
nosotros.
Cuando una persona afirma estar hablando de parte de
Dios, la clave es comparar lo que él o ella dicen con lo que
dice la Biblia.

Si Dios hablara en la actualidad a través de una persona,


el mensaje concordaría completamente con lo que Dios ya ha
dicho en la Biblia. Dios no se contradice. 1 Juan 4:1 nos dice:
«Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas
han salido por el mundo.»
1 Tesalonicenses 5:20-21 declara:
«No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo.
Retened lo bueno.»
Entonces, ya sea una «palabra del Señor» o una
supuesta profecía, visión o sueño de “origen divino”, nuestra
respuesta debe ser la misma. Compare lo dicho con lo que
dice la Palabra de Dios.
Si contradice la Biblia, deséchela. Si concuerda con la
Biblia, pida sabiduría y discernimiento para saber cómo
aplicar el mensaje (2 Timoteo 3:16-17; Santiago 1:5). ¡Ojalá
este consejo se hubiese seguido con las supuestas
revelaciones de John G. Scheppe!
Los pentecostales de sana doctrina creemos que la Biblia
es completa, autoritativa y verdadera, nuestra única regla
infalible de fe y conducta. En palabras de Pablo:
“Toda la Escritura es ‘inspirada por Dios’ (dada por la
inspiración de Dios) y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).
Fieles al principio de Sola Scriptura, los pentecostales
creemos que ninguna supuesta palabra profética actual es
inspirada de la misma forma que las Escrituras, y no es
inerrante.
Obedecer este simple principio hubiera evitado la
existencia de los pentecostales unicitarios y otros grupos
heréticos.
Los cristianos, y de forma particular los pentecostales,
debemos ser muy cautelosos con aquellos que afirman tener
un «nuevo» mensaje de parte de Dios.
Una cosa es creer que Dios nos hable actualmente a
través de sueños, visiones e incluso profecías y mensajes en
lenguas, y otra cosa muy diferente es afirmar «Dios me
reveló algo y toda la iglesia debe obedecerlo, pues es
revelación fresca de parte de Dios para su pueblo».
Ninguna declaración del hombre debe ser considerada
igual o superior a la Palabra escrita de Dios. El canon bíblica
está cerrado. Debemos aferrarnos a la Palabra que Dios ya
ha dado y comprometernos a Sola Scriptura – solo a la
Escrituras.
Cuando se les señala que su doctrina es antibíblica, a
menudo los unicitarios suelen argumentar que la doctrina de
la Trinidad no puede ser verídica porque la palabra Trinidad
no aparece en la biblia.
Aunque sea cierto que la palabra “Trinidad” no se
encuentra en la Escritura, tal argumento es irrelevante. ¿O es
que acaso la palabra “Biblia” se encuentra en la Biblia?
Ciertamente, la palabra griega “graphos” (escritura) se halla,
pero “Biblia” no. ¿Significa eso que no debemos utilizar la
palabra “Biblia” para nombrar las Sagradas Escrituras? ¡En
ninguna manera!
La ausencia de un término usado para describir una
doctrina no significa necesariamente que el término no es
bíblico. El asunto es más bien preguntarnos: ¿refleja el
término utilizado exactamente lo que la Escritura enseña?
Aunque la palabra no aparezca en la Biblia, el concepto
de la Trinidad ciertamente sí. Después de todo, la Biblia
declara que
(1) Hay un solo Dios (Deuteronomio 6:4; Marcos 12:29)
(2) El Padre es Dios (Génesis 1:1, Isaías 43:10, 44:6, 8;
etc.)
(3) El Hijo es Dios (Juan 1:1-14; Juan 8:58; Juan 10:30;
Juan 20:28; Colosenses 1:15-17; 2:9; Filipenses 2:5-
11; etc.)
(4) El Espíritu es Dios (Génesis 1:2; Juan 16:5-16;
Hechos 5:4, 10:44; etc.)
Mientras que los pentecostales unicitarios merecen todo
nuestro elogio por su devoción, sinceridad y entrega a
difundir su fe, jamás debemos dejar que persistan en sus
errores doctrinales o, peor aún, que los difundan
abiertamente o hagan proselitismo en otras iglesias
pentecostales de doctrina trinitaria.
Como predicadores de un Evangelio completo, nuestro
deber es alertarles sobre sus errores y ayudarles a
comprender más plenamente esas verdades que parecen
estar ignorando. Prevenir a nuestras congregaciones locales
del engaño sabeliano es también crucial.

¡Proclamemos con valentía nuestra fe trinitaria!

“Santo, Santo, Santo


Señor omnipotente
Siempre el labio mío
Loores te dará
Santo, Santo, Santo
Te adoro reverente
Dios en tres personas
Bendita Trinidad.”[90]
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

[1] Walter Martin, Essential Christianity, Vision House,


Santa Anna, 1975, p. 21
[2] Charles C. Ryrie, Basic Theology, Victor Books,
Wheaton, IL, 1987.
[3] Loraine Boettner, Studies in Theology, The
Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1976, pp.
80-81.
[4] Los bereberes o amaziges son las personas
pertenecientes a un conjunto de etnias autóctonas de África
del Norte, denominado Tamazgha. A menudo se prefiere
utilizar la denominación amazig, pues bereber viene de la
adaptación al árabe del vocablo griego βάρβαρος, que quiere
decir bárbaro.
[5] Dionisio de Alejandría fue patriarca de Alejandría entre
el 248 y el 264. Fue, después de Cipriano de Cartago, el
obispo más eminente del siglo III.
[6] Epifanio de Salamina fue obispo y escritor bizantino,
considerado como Padre de la Iglesia y defensor de la
ortodoxia contra aquellas enseñanzas consideradas como
heréticas, durante la difícil época para el cristianismo que
siguió al Concilio de Nicea.
[7] Von Mosheim, JL, Comentarios históricos sobre el
estado del cristianismo durante los primeros trescientos
veinticinco años de la era cristiana , Wipf & Stock Publishers,
2006, p220. ISBN 1-59752-704-1 Publicado originalmente por
Trow & Smith Book Manufacturing Co, 1868.
[8] Von Mosheim, JL, op cit , p. 218
[9] Mattison M. M., Jesús y la Trinidad , Universidad de
Auburn, Alabama. Consultado el 19 de abril de 2022.
[10] Práxeas fue un antiguo teólogo cristiano, creyente en
la Unicidad de Dios, que predicó por Roma y Cartago. Para
Práxeas, el único Dios es el Padre. "El Hijo —y, por lo mismo,
el Espíritu Santo— no son más que nombres, formas de
hablar con las que nos referimos a un único ser" («vox et
sonus orís»: Adv. Praxeam, 7).
[11] Tertuliano, Adversus Praxeas, Capítulo I.
[12] Northcote, JS , Epitafios de las catacumbas ", 1878, p.
102.
[13] Cipriano, c. 250, W, 5.383.484
[14] Dionisio, Cartas y tratados, p. 54
[15] Dionisio de Roma, c.264, W, 6.365
[16] Tertuliano, C. 213, W, 3.623
[17] Thomas A. Fudge: Christianity Without the Cross: A
History of Salvation in Oneness Pentecotalism. Universal
Publishers, 2003.
[18] Bernard, David K. (2011). The Apostolic Life.
Hazelwood, Missouri: Word Aflame Press.
[19] Bernard, David (1999). A History of Christian Doctrine,
Volume Three: The Twentieth Century A.D. 1900–2000.
Hazelwood, MO: Word Aflame Press.
[20] Según algunos estudiosos de la materia, en la
actualidad, el pentecostalismo tiene cinco corrientes
importantes: el pentecostalismo histórico, el pentecostalismo
clásico, el pentecostalismo unicitario, el movimiento
carismático (que incluye movimiento carismático evangélico
de segunda ola y la renovación carismática católica) y el
neopentecostalismo (neo-carismáticos de la tercera ola).
[21] Bernard, David K., 2011. The Apostolic Life.
Hazelwood, Missouri: Word Aflame Press.
[22] An Overview of Basic Doctrines, Section IV «Holiness
and Christian Living,» Word Aflame Press, 1979.
[23] J.P. Moreland y William Lane Craig, Philosophical
Foundations for a Christian Worldview, IVP, 2003.
[24] Granados, Juan José Fernández, Pluralidad de
Personas en la Deidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo (2017).
[25] The Book of Concord: The Confessions of the
Evangelical Lutheran Church. Theodore G. Tappert (traductor
y editor). Philadelphia: Fortress Press, 1959. ISBN 0-8006-
0825-9. Primera traducción al inglés de los textos publicados
en Die Bekenntnisschriften (en inglés)
[26] Talmud, Hagigah 15 a.
[27] Cromacio de Aquileya, sermón 18 A.
[28] Textus Receptus es el nombre por el cual se conoce
el texto griego del Nuevo Testamento editado por Erasmo de
Róterdam e impreso por primera vez en 1516 y luego,
corregido, en 1519, 1522, 1527 y 1533.
[29] La Vulgata es una traducción de la Biblia al latín,
realizada a finales del siglo IV, por Jerónimo de Estridón.
[30] Scrivener, Frederick Henry Ambrose (1883) A Plain
Introduction to the Criticism of the New Testament: 187.
Cambridge.
[31] Finegan, Jack (1974) Encountering New Testament
Manuscripts: A Working Introduction to Textual Criticism: 57.
Grand Rapids.
[32] Nueva Biblia de Jerusalén, Nota al pie de la página
sobre 1 Juan 5:7-8.
[33] Antonio Piñero (2006). «Guía para entender el Nuevo
Testamento». Madrid: Trotta. p. 440
[34] La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia
Septuaginta o Biblia de los Setenta, y generalmente
abreviada simplemente LXX, es una antigua recopilación en
griego koiné de los libros hebreos y arameos del Tanaj o
Biblia hebrea y otros libros, incluidos algunos escritos
originalmente en griego.
[35] Filón de Alejandría fue un filósofo judío helenístico
nacido alrededor del año 20 a. C. en Alejandría, donde murió
alrededor del 45 d. C. Contemporáneo al inicio de la era
cristiana, vivió en Alejandría, entonces el gran centro
intelectual del Mediterráneo.
[36] BROWNING, W.R.F. (2006). «Diccionario de la Biblia.
Guía básica sobre los temas, personajes y lugares bíblicos».
Pp. 212.
[37] Alice Luce, ¿Cuál Camino?, Editorial Vida (Miami, FL),
1994, pp. 201-202.
[38] Citado en: David K. Bernard, J.D., The Oneness of
God, Pentecostal Publishing House, 1983, Hazelwood, MO.
[39] Estas citas de los Padres de la Iglesia son tomadas
del libro “Bautismo en el Nombre de Jesús”, por Alice E.
Luce, pp. 9-12.
[40] La Enseñanza de los doce apóstoles o Enseñanza del
Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles,
conocida comúnmente como Didaché, es un tratado muy
corto que algunos Padres consideraban como muy cercano a
las Sagradas Escrituras. Bryennio, metropolitano ortodoxo
griego de Nicomedia, lo redescubrió en 1873 en el mismo
códice de donde, en 1865, él había copiado el texto completo
de las Epístolas de San Clemente. El título en el manuscrito
es Didache kyriou dia ton dodeka apostolon ethesin, pero
antes de este título aparece el encabezamiento Didache ton
dodeka apostolon.

La vieja traducción latina de los cc. I-V, encontrada por el


Dr. J. Schlecht en 1900, tiene el título más largo, omite
“doce”, e incorpora la rúbrica De doctrinâ Apostolorum. Por
conveniencia el contenido puede ser dividido en tres partes:
la primera es los “Dos Caminos”, el Camino de la Vida y el
Camino de la Muerte; la segunda parte es un rituale que trata
sobre el bautismo, el ayuno y la Sagrada Comunión; la
tercera habla del ministerio. La obra supone conocimientos
doctrinales previos, y no imparte ninguno nuevo.

Eusebio menciona el Didajé después de los libros de la


Escritura (Hist. Ecl., III.25.4): “Que se pongan entre los
apócrifos los escritos de los Hechos de Pablo, el llamado
Pastor y el Apocalipsis de Pedro, y junto a éstos la epístola
conocida como de Epístola de Bernabé, y los que son
llamados Enseñanza de los Apóstoles, y también….el
Apocalipsis de Juan, si se considera conveniente…” Atanasio
y Rufino añaden la “Enseñanza” a los sapienciales y otros
libros deuterocanónicos. (Rufino le da el curioso título
alternativo de "Judicium Petri".) Tiene un lugar semejante en
las listas de Nicéforo, el Pseudo-Anastasio y el Pseudo-
Atanasio (Sumario).
El Pseudo-Cipriano "Adversus Aleatores" lo cita por su
nombre. Las citaciones no reconocidas son muy comunes,
aunque de menor certeza. Los “Dos Caminos” aparece en
Bernabé, cc. XVIII-XX, algunas veces palabra por palabra,
otras veces con añadidos, desarticulado, o resumido y
Bernabé, IV,9 es copia de la Didajé, XVI,2-3, o inversamente.
Hermas, San Ireneo, Clemente de Alejandría y Orígenes
parecen haber usado la obra, también fue usada en
Occidente por San Optato y en el "Gesta apud Zenophilum".
La “Didascalia Apostolorum” se basa en la Didajé. Las
ordenanzas de la Iglesia Apostólica han usado una parte y
las Constituciones Apostólicas han incorporado la Didascalia.
Hay ecos de la Didajé en los escritos de Justino, Taciano,
Teófilo, Cipriano y Lactancio.
[41] Ibid..
[42] Ibid.
[43] Basilio de Cesarea, llamado Basilio el Magno o Basilio
el Archimandrita, fue obispo de Cesarea y preeminente
clérigo del siglo IV. Es santo de la Iglesia ortodoxa y uno de
los cuatro principales Padres de la Iglesia Griega, junto con
San Atanasio, San Gregorio Nacianceno y San Juan
Crisóstomo.
[44] Alice Luce, “Bautismo en el Nombre de Jesús”, pp. 9-
12.
[45] Tascio Cecilio Cipriano fue un clérigo y escritor
romano, obispo de Cartago, santo y mártir de la Iglesia. Autor
importante del Cristianismo primitivo de ascendencia bereber,
muchas de cuyas obras en latín se han conservado.
[46] Alice Luce, “Bautismo en el Nombre de Jesús”, pp. 9-
12.
[47] Padres Apostólicos, Daniel Ruiz Bueno, (BAC 65),
Pág. 84
[48] Ibid. Pág. 688.
[49] Ibid. Pág. 1020.
[50] Ibid. Pág. 447.
[51] Ibid. Pág. 451.
[52] Ibid. Pág. 457.
[53] Ibid. Pág. 474.
[54] Tomado de Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz
Bueno (BAC 116), Pág. 130.
[55] Ibid. Pág. 660-661.
[56] Ibid. Pág. 661.
[57] Contra los herejes, Ireneo de Lyón, Edición preparada
por el P. Carlos Ignacio Gonzáles para la Conferencia del
Episcopado Mexicano.
[58] The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A.
Jurgens, Pág. 176.
[59] NewAdvent Encyclopedia,
http://www.newadvent.org/fathers/02091.htm
[60] Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 236.
[61] Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC
116), Pág. 796.
[62] Ibid. Pág. 813.
[63] Tomado de New Advent Encyclopedia,
http://www.newadvent.org/fathers/0407.htm
[64] Ibid. http://www.newadvent.org/fathers/0317.htm
[65] Ibid. http://www.newadvent.org/fathers/0317.htm
[66] Ibid. http://www.newadvent.org/fathers/0317.htm
[67] Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 389.
[68] Tomado de Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz
Bueno (BAC 116), Pág. 409-412.
[69] Ibid. Pág. 194.
[70] Ibid. Pág. 294.
[71] Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC
206), Pág. 433.
[72] Tomado de The Faith of the Early Fathers, Vol. I,
William A. Jurgens, Pág. 232-233.
[73] Ibid. Pág. 232-233.
[74] «Ewangelia św. Mateusza po hebrajsku». kmt.pl.
Consultado el 9 de febrero de 2017.
[75] Horbury, W. Appendix in Matthew 19-28 ed. William
David Davies, Dale C. Allison.
[76] Mateo 28:19, Biblia Peshitta (Spanish Edition)
[77] F. F. Bruce, The Book of Acts, The New International
Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Wm. B.
Eerdmans, 1954), p. 77.
[78] Henry C. Thiessen, Lectures in Systematic Theology,
ed. rev. (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1979), p. 320. G.
R. Beasley-Murray, Baptism Today and Tomorrow (Nueva
York: St. Martin’s, 1966), p. 43.
[79] Robert L. Saucy, The Church in God’s Program,
Moody Publishers (1972), p. 196.
[80] Bernard, David K., 2011. The Apostolic Life.
Hazelwood, Missouri: Word Aflame Press.
[81] Charles Fox Parham fue un predicador y evangelista
estadounidense. Junto con William J. Seymour, fue una de
las dos figuras centrales en el desarrollo y la difusión
temprana del pentecostalismo.
[82] Gary B. McGee, "Lenguas, la evidencia bíblica: el
legado del avivamiento de Charles F. Parham" Archivado el
19 de septiembre de 2017 en la Wayback Machine ,
Enrichment Journal .
[83] Declaración de Verdades Fundamentales de las
Asambleas de Dios, Art. 8.
[84] Declaración de Fe de la Iglesia de Dios en
Latinoamérica, Art. 9.
[85] Manual de la Iglesia Internacional de Santidad
Pentecostal, pp. 15.
[86] Tenets Of The Church Of Pentecost, Art. 7.
[87] Stanley M. Horton, “El Espíritu Santo revelado en la
Biblia”, Vida, 1993, p. 156
[88] De Lo mejor de Ireneo, ed. A. Ropero (Barcelona:
CLIE, 2003), 566.
[89] De La exhortación a la castidad, nuestra traducción de
ANF 4:53.
[90] Letra de Holy, Holy, Holy, compuesto por Reginald
Heber, © Capitol CMG Publishing, Integrity Music, Sony/ATV
Music Publishing LLC, Universal Music Publishing Group,
Warner Chappell Music, Inc, Wixen Music Publishing

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