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Revista Iberoamericana
Volumen LXXXIX, Números 282-283, Enero-Junio 2023, 291-309
por
Juan G. Ramos
College of the Holy Cross
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Este artículo fue completado con el apoyo de la beca M.H. Abrams otorgada por el National
Humanities Center (2021-2022) y con el apoyo de la O’Leary Faculty Research Award
otorgado por el College of the Holy Cross (2019-2022).
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Véase “El otro ‘boom’ latinoamericano es femenino” de Paula Corroto, en el cual se
presentan varios puntos de vista de escritoras y editoras que cuestionan si en realidad se
pueda hablar de un nuevo boom latinoamericano, pero esta vez liderado por mujeres.
contemporánea con las redes sociales, para que el lector se enfrente a discusiones
incómodas sobre la violencia de género. En el caso de Rodríguez, específicamente
en sus cuentos “A tiempo para desayunar” y “Paladar”, la autora trabaja con
elementos cotidianos urbanos para crear una atmósfera claustrofóbica. Para
hilvanar el nexo entre lo gótico y la región andina, se propone estudiar cómo
las autoras anteriormente mencionadas emplean una gama de símbolos para
discutir la relación íntima entre la especificidad geográfica (la región andina) y
símbolos de la tradición gótica que les permite explorar el incesto y el feminicidio
como formas de violencia de género, así como cuestionamientos sobre la frágil
línea divisoria entre animalidad-humanidad y confrontaciones entre el mundo
sensorial y lo espectral. De esta manera, el gótico andino se activa como una
herramienta de lectura que sirve para explorar los resquicios existentes entre
elementos del género gótico, lo abyecto y diferentes manifestaciones de figuras
espectrales.
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En dicho festival, fueron incluidos 39 narradores tales como Valeria Luiselli, Liliana Colanzi,
Samanta Schweblin, Juan Cárdenas, entre otros.
¿Por qué tendría que hacerlo? Si uno murmura es porque teme o porque se
avergüenza, pero yo no temo. Yo no me avergüenzo. Son otros los que sienten
que tengo que bajar la voz, achicarla, convertirla en un topo que desciende,
que avanza hacia abajo cuando lo que quiero es ir hacia arriba, ¿sabe?, como
una nube. (11)
Con estas palabras empieza este cuento breve, el cual señala temas como
el silencio, la voz de la mujer y el poder que tiene la mujer para decidir por
sí misma cuándo debe hablar y con qué volumen de voz. Estos temas se
van develando a medida que la narradora explica que “las voladoras no son
mujeres normales. Para empezar tienen solo un ojo. No es que les falte uno,
sino que solo tienen un ojo, como los cíclopes” (12). Aquí, Ojeda ya presenta
una variación de su propia hechura al alejarse de la leyenda que le da partido
al cuento e introducir la figura monstruosa. Como apunta Andrea Carretero
Sanguino en referencia a la obra de Ojeda, “[e]l monstruo se sitúa entre el
terreno de lo liminal –cultural, corporal, simbólico, experiencial– ofreciendo
una visión de lo real desde el margen de tal forma que transgrede los modos
de percepción tradicionales” (179). Las voladoras en la leyenda oral no tienen
un solo ojo, a diferencia de la representación monstruosa elabora por Ojeda. A
renglón seguido la narradora nos remonta al mundo onírico, otra característica
proveniente del género gótico. En este sueño, la narradora describe de forma
muy vívida cómo una voladora ha podido tener un efecto tan profundo en casa.
Por un lado, está el aspecto sensorial, ya que la voladora “trajo los zumbidos
a su familia”, sus axilas están “chorreando miel” y al papá de la narradora “le
disgusta su olor a vulva y a sándalo, pero cuando mamá no está le acaricia el
que la niña (voz narrativa del cuento) se convierte en tentadora, es decir en una
voladora más, la figura materna mantiene su silencio sobre el acto incestuoso.
Pasando del uso de una leyenda para abarcar temas sobre dinámicas
intrafamiliares en la región norte andina, específicamente en un espacio que
podría ser rural, en el tercer cuento titulado “Cabeza voladora”, perteneciente a
la misma colección, nos enfrentamos a una trama que entreteje el feminicidio,
el filicidio, el sadismo y la partenofilia dentro de un contexto urbano que bien
podría ser Quito. Este cuento describe la obsesión que tienen los medios de
comunicación frente al macabro crimen del doctor Gutiérrez, quien descuartizó a
su propia hija, Guadalupe, en un barrio de una clase acomodada. La protagonista
es una profesora universitaria sin nombre que descubrió accidentalmente el
filicidio del doctor Gutiérrez, “un hombre de sesenta y reputado oncólogo”,
cuando este último “envolvió la cabeza de su hija con plástico y cinta de
embalaje; de que estuvo, según determinaron los forenses, jugando pelota con
ella durante cuatro días en el patio de su casa” (“Cabeza” 34). Al comenzar
la semana laboral, la profesora se despertó con lo que ella creía era el sonido
de una pelota de fútbol retumbando en contra del muro que dividía su casa
con la de la familia Gutiérrez. Sin embargo, la cabeza envuelta de Guadalupe
vuela por sobre el muro y cae en el jardín de la profesora. Ante el espeluznante
descubrimiento del asesinato de su propia hija, los policías se llevan detenido
al doctor, quien no exhibe ningún signo de remordimiento.
Sin embargo, el acto de revivir el trauma de haberse encontrado con la
cabeza decapitada y la forma en que los medios de comunicación merodean
por su casa para hacerle preguntas sobre los hechos y la familia Gutiérrez, le
impiden a la profesora alejarse de todo lo vivido. A esto se le puede añadir
la cacofonía mediática de los noticieros que “[h]ablaban de feminicidios en
las clases medias y altas, pero, sobre todo, de la forma en que se descubrió el
crimen” (34); así también como las redes sociales comienzan a filtrar fotos de
la familia Gutiérrez y viralizan dichas imágenes y “el modo en el que bajo el
hasthtag #justiciaparalupe los demás retuiteaban imágenes privadas, mensajes
personales que la hija del doctor le había enviado a sus amigos, información
sobre sus gustos y hobbies” (35). Lo que se despliega en estas citas es aquello
por lo que Rita Segato aboga cuando escribe:
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El feminicidio y la violencia de género también han sido trabajados recientemente por Laity
Velásquez Fandaño, quien propone el concepto “acontecimiento-feminicidio”, postulado
que parte desde las teorías de Alain Badiou y Gilles Deleuze sobre el acontecimiento para
proponer una postura bioética sobre la violencia de género. Véase el libro de Velásquez
Fandaño, El acontecimiento-feminicidio, particularmente los dos primeros capítulos.
atropellado, dejando las mejores ideas a medias” (“A tiempo” 9). En estas líneas,
el narrador establece su fascinación por recordar el pasado y por escribir sobre
este, a la vez que deja claro que no es capaz de controlar ni el paso del tiempo
ni habituarse a la nueva rutina sobre la cual tiene escaso control. Asimismo, la
voz narrativa, al asumir su “nueva existencia”, ofrece varias líneas narrativas
que se entremezclan y que dejan al lector en estado de incertidumbre. Como
voz narrativa poco fiable, el narrador escribe y repite varias veces en el cuento
la siguiente frase: “Cuando tenía diez años, mi padre mató a alguien” (10).
Esta frase se repite con algunas variaciones, como el cuento mismo lo indica,
porque el narrador intenta entender un posible evento traumático al haber sido
testigo de cuando su padre cometió un homicidio. Este evento traumático se
describe de la siguiente manera:
El mercado era una feria colorida donde se vendían hilos, se cortaba el pelo y
se faenaban gallinas. Y por todos lados, siempre presente, el tufillo de la sangre;
un olor muy particular que se ocultaba tras las fragancias aún más fuertes
de flores y especias, a las que se sumaba el olor de aguas servidas, pescado
descompuesto, vómito y lodo. Sobre todo eso, la música y el carnaval, que
hacían que lo demás pareciera inofensivo y folclórico. Así es como recordaba
yo a América Latina. Por suerte, casi siempre estábamos bastante lejos, en
nuestra casa de Wyoming rodeada de pinos. (“Paladar” 17-18)
Algo impreciso que se conectaba en alguna parte con mis recuerdos, levemente
dulce, levemente ácido bajo el aderezo delicioso. Mastiqué, mastiqué, mastiqué
hasta las lágrimas, pero no pude tragarlo. Tuve una arcada, pero Ian sujetó
mi brazo y la contuvo.
Entonces, entre la sensación de desmayo y de mis párpados pesados, pude
ver al chef, reluciente e impecable salir de la cocina con los brazos en alto.
Lo esperaba una ovación de sibaritas, que hablaban de la buena textura y del
sabor de lo que habían elegido para la cena. (39-40)
Conclusión
Una de las características del llamado boom latinoamericano de narradoras
del siglo XXI es la posicionalidad geográfica desde la cual escriben sobre su
país de origen, sobre América Latina o acerca de otras partes del mundo. Por
ejemplo, Ojeda escribe desde España sobre el Ecuador en particular, así como
sobre la región andina y espacios cosmopolitas en general. Rodríguez Pappe,
en contraste, escribe desde Guayaquil sobre temas y espacios que pueden ser
andinos o indeterminados para darles cierta orientación cosmopolita. Si bien
los cuentos que forman parte de La primera vez que vi un fantasma se sitúan
en lugares sin nombre, en Lima, o en el desierto del suroeste de los Estados
Unidos, como es el caso del último cuento que le da el nombre a la colección
de cuentos, lo andino aquí toma un sentido que se acerca más al significado
que se le da a conceptos geográficos y políticos amplios, tales como países
andinos o zona andina. En el caso de Ojeda, particularmente en Las voladoras,
sus cuentos tienen una especificidad cultural y geográfica que los sitúa dentro
de un espacio andino. Lo curioso de ambas escritoras es su lugar de origen:
Guayaquil, un espacio urbano, puerto principal y topográficamente distante
del mundo andino.
Por ende, al usar la categoría del gótico andino para leer los textos de Ojeda
y Rodríguez Pappe, se entiende que lo andino sirve como concepto unificador
y metafórico para un país como Ecuador, como otros de la región, que desde
sus orígenes ha sido atomizado por divisiones geográficas y culturales que
se han instrumentalizado para marcar las diferencias irreconciliables que no
permiten que el proyecto de nación (con todas sus fallas y problemas) se termine
de forjar. En otras palabras, el locus de enunciación de Ojeda y Rodríguez
Pappe les sirve a ambas como herramienta para mercadear su narrativa en una
red editorial a nivel mundial que tradicionalmente ha ignorado la producción
narrativa ecuatoriana. Es así, entonces, que la publicación por casas editoriales
españolas de Las voladoras de Ojeda y de La primera vez que vi un fantasma de
Rodríguez Pappe, les permite a las autoras tener mayor alcance de distribución
en países hispanohablantes.
Para conseguir este alcance, estas autoras también recurren a temas
transgresores, incómodos, a elementos que se enmarcan en lo abyecto y en
lo gótico. En los cuentos discutidos a lo largo de este artículo, se puede notar
que tanto Ojeda como Rodríguez Pappe emplean elementos tradicionales de lo
gótico, pero los transforman y los transculturan para abarcar temas tabúes de
actualidad como el abuso sexual a menores de edad, el feminicidio, el trauma en
el cuerpo de la mujer, el papel que juega la memoria, entre otros. Dichos temas
se cifran en la tensión que Ojeda y Rodríguez Pappe crean entre lo abyecto y
lo aceptado por la sociedad, entre la “anormalidad” y la supuesta “normalidad”
en los comportamientos del ser humano. Al explorar los intersticios entre
estos extremos y al producirle incomodidad a los lectores que se enfrentan a
estos textos, tanto Ojeda como Rodríguez Pappe activan el gótico andino para
dotar de especificidad geográfica y cultural a temas como los anteriormente
mencionados que transcienden la región andina. De esta manera, la producción
literaria de mujeres provenientes de la región andina deja su marca concreta
que la distingue de otras regiones de producción cultural latinoamericana. A la
vez, esta nueva generación de escritoras es capaz de conjugar la especificidad
geográfica andina y latinoamericana con los mecanismos cosmopolitas de
producción, circulación y consumo de libros escritos por mujeres, que están
formando un nuevo boom literario que privilegia voces femeninas como agentes
de la esfera cultural del siglo XXI.
Bibliografía
Alemán, Álvaro. “Una muestra del gótico andino: Sangre en las manos de
Laura Pérez de Oleas Zambrano”. Casa de la Cultura Ecuatoriana 27
(2017): 247-265.
Anónimo. “‘Las voladoras’, un acercamiento al género gótico andino’. El
Informador, 13 de abril de 2021, s.p., <www.informador.mx/cultura/Las-
voladoras-un-acercamiento-al-genero-gotico-andino-20210413-0029.
html>.
Blanco, María del Pilar y Esther Peeren. “Introduction: Conceptualizing
Spectralities”. The Spectralities Reader: Ghosts and Haunting in
Contemporary Cultural Theory. María del Pilar Blanco y Esther Peeren,
eds. Nueva York: Bloomsbury, 2013. 1-27.
Carretero Sanguino, Andrea. “El encuentro entre el monstruo y el mito: el
gótico andino y la realidad en Las voladoras de Mónica Ojeda”. Cuadernos
de Aleph 13 (2021): 169-185. <www.asociacionaleph.com/index.php/
numerospublicados2/volumen-13-2021>.