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Escritoras y nigromantes: nuevo gótico

latinoamericano
La ficción escrita por mujeres vuelve sus ojos a la fantasía.
Tras años de realismo y autoficción, se usa la imaginación
más oscura para retratar problemas sociales, políticos y de
género

De arriba
abajo y de izquierda a derecha, Samanta Schweblin, María Fernanda Ampuero, Rita Indiana,
Jennifer Thorndike, Liliana Colanzi y Mariana Enriquez.
ANA LLURBA
30 OCT 2020 - 19:30 EDT

Samhain. All Hallow’s Eve. Halloween. Víspera de Todos los Santos. Día de los Muertos.
Heredera de una milenaria tradición celta que celebraba el fin de la cosecha, esta festividad
también auguraba la llegada del invierno como un signo inevitable de la muerte. Y por eso
se consideraba que las fronteras entre los mundos de los vivos y los muertos se diluían
durante estos días. A pesar de su progresiva cristianización desde el siglo VIII y su devenir
en una variopinta sucesión de festividades entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre a
escala global, algo de esta tradición sincrética pervive hasta el presente. Y lo hace en el
campo fértil de la imaginación como portal a otros mundos, sobre todo, en la ecléctica y
ambiciosa literatura hispanoamericana contemporánea escrita por mujeres.
El terror como nueva normalidad

A falta de un lenguaje y un imaginario fructífero para enunciar la actual crisis global


sanitaria, la vida parece imitar al arte, pero al arte en su versión menos sublime: la de las
distopías de serie B y el género catástrofe. Como si encarnaran una versión redimida del
síndrome de Casandra, en los últimos años, una serie de escritoras latinoamericanas
refractan en los espejos negros de la ficción una versión de la vida que emula y quizás
supere la eficacia emocional del realismo psicológico.

Catástrofes ecológicas, viajes en el tiempo, parábolas sobre la incomunicación


contemporánea o tópicos góticos clásicos como la transmigración de las almas son temas
centrales de las multipremiadas Distancia de rescate y Kentukis (Literatura Mondadori),
de Samanta Schweblin, así como en La mucama de Omicunlé (Periférica), de Rita Indiana.
Novelas corales, donde sus protagonistas son madres y mujeres transexuales espoleadas al
desastre por arriesgados pactos que involucran transmutaciones biológicas.

Los cuerpos son, además, la materia que encarna diferentes tipos de violencias
interseccionales, como las que son el vórtice de los relatos de Pelea de gallos (Páginas de
Espuma), de María Fernanda Ampuero; la cruda narrativa de Jennifer Thorndike; la
intensidad vertiginosa de Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor (Literatura
Mondadori), o la alianza entre la pulsión carnívora y el terrorismo de Estado en Nación
Vacuna (Candaya), de Fernanda García Lao. La enajenación humana por nuestros estilos de
vida se consuma en esa elegante fábula de humor negro que es Cadáver
exquisito (Alfaguara), de Agustina Bazterrica; así como el sistema de mataderos, el régimen
carcelario o el perturbador oficio de removedor de cadáveres animales son las columnas
vertebrales de la obra de la brasileña Ana Paula Maia, traducida al castellano por Eterna
Cadencia y Siruela.

Miedo local, miedo global

El lenguaje literario en estas voces no es un virus del espacio exterior como decía William
Burroughs, sino una multiplicidad de organismos simbióticos que anidan, transformando
los entornos lingüísticos donde conviven. Así parece expandirse la singular alquimia
poética con que han aterrizado en el ecosistema editorial español la narrativa de Valeria
Correa Fiz con La condición animal (Páginas de Espuma), Ariana
Harwicz con Degenerado (Anagrama), Natalia García Freire con Nuestra piel muerta (La
Navaja Suiza) y Giovanna Rivero con Para comerte mejor (Aristas Martínez). Las
perversiones, los duelos irresueltos y otras formas resbaladizas de la incertidumbre son
auscultados con el afilado instrumental quirúrgico de la ficción por estas narradoras.

Catástrofes ecológicas, parábolas sobre la incomunicación y transmigración de las almas


son sus temas centrales

Herederas de una genealogía que reúne tanto a María Luisa Bombal, Silvina Ocampo, Sara
Gallardo o la Alejandra Pizarnik más dark, otras escritoras reimaginan leyendas ancestrales
alumbrando la tensión entre lo local y lo global con gran eficacia transculturadora,
como Mariana Enríquez en los sugestivos relatos de Las cosas que perdimos en el
fuego (Anagrama) y Liliana Colanzi en Nuestro mundo muerto (Eterna Cadencia). Más
recientemente, Mónica Ojeda lo hizo reinventando el gótico andino con una sensual pulsión
poética en Las voladoras (Páginas de Espuma) y Marina Yuszczuk con una vuelta de tuerca
contemporánea de la tradición de novelas de vampiros en La sed (Blatt y Ríos).

Contagiadas por esta tradición latinoamericana, autoras como Ariadna


Castellarnau innovan con un lenguaje impermeable a fronteras geoculturales, con su
esperado libro de cuentos La oscuridad es un lugar (Destino); así como editoriales jóvenes
como In Limbo conjuran nuestros miedos más ancestrales con Ars Moriendi. Cuentos de la
no vida, reuniendo a autoras de ambos lados del Atlántico para invocar a la muerte como
uno de los grandes temas literarios. A través del ensayo, la experta en cine fantástico y de
terror Desirée de Fez nos guiará en un tour de force por los miedos femeninos en Reina del
grito (Blackie Books) y Erica Couto-Ferreira nos descubrirá sorprendentes mitologías
ajenas al cristianismo en Infierno. El más allá en la Mesopotamia antigua (Aurora Dorada).
Como médiums, nigromantes, guardianas de portales entre mundos diversos,
heterogéneos, pero con tentadores puentes hacia el nuestro, al igual que los rituales de
Samhain, estas escritoras nos acompañarán en esta transición hacia el invierno, la época
más oscura del año.
LETRAS

El fulgor del nuevo gótico


latinoamericano
Un curso de La Casa Encendida reflexiona sobre esta corriente literaria
y conversa con sus autoras más representativas
29 enero, 2021 17:05GUARDAR
Ana Pina

Espejos negros: imaginación política y nuevo gótico latinoamericano es


el título del curso online que organiza La Casa Encendida y que comienza
el próximo martes 2 de febrero. “A medio camino entre el seminario
teórico y el taller de lectura”, nos presenta el trabajo de cuatro autoras
latinoamericanas cuyo punto en común es su forma de reflejar
en los espejos negros de la ficción su versión de la vida. Ellas
son Giovanna Rivero, Fernanda García Lao, Michelle Roche Rodríguez y
Mónica Ojeda.
“El fin último del taller es reflexionar sobre el presente y el futuro desde
las múltiples posibilidades de la ficción como espejo y ventana. Es decir,
como un lugar donde nos reflejamos a la vez que nos proyectamos hacia
afuera. […] La idea es que además de reflexionar sobre estas autoras, su
trabajo en los géneros, los imaginarios, las mitologías y el
lenguaje sirvan como estímulo para que quienes se interesen en el
curso desarrollen sus propios proyectos”. De esta forma introduce el
curso su coordinadora Ana Llurba (Córdoba, Argentina, 1980), escritora
y editora argentina afincada en Barcelona. Su primer libro de
cuentos, Constelaciones familiares, se publicó en otoño de 2020 en
España.
“El fin último del taller es reflexionar sobre el presente y el
futuro desde las múltiples posibilidades de la ficción como
espejo y ventana”. Ana Llurba
El curso se divide en 8 sesiones que tendrán lugar todos los
martes desde el 2 de febrero al 23 de marzo. En ellas se abordarán
cuestiones teóricas, lecturas y conversaciones con las autoras.
“Lamentablemente he tenido que hacer una selección lo más
representativa posible y algunas escritoras excelentes se quedaron fuera,
pero por supuesto las comentaremos en el programa”, explica Ana
Llurba.
Giovanna Rivero, Fernanda García Lao, Michelle Roche Rodríguez y
Mónica Ojeda han creado un nuevo acercamiento a los géneros de
terror y distópico, denominado gótico latinoamericano, desde
ópticas muy personales. Además “lideran esta tendencia porque son
excelentes innovadoras del lenguaje y la ficción en castellano” y por “su
capacidad de imaginación” destaca la coordinadora del taller. A su vez,
Ana Llurba matiza que “no creo que sea una corriente nueva, ya que
pertenecen a una genealogía de autoras como María Luisa Bombal, Sara
Gallardo, Alejandra Pizarnik, en su versión más dark, Pilar Pedraza o la
Emilia Pardo Bazán en sus relatos góticos”.
Temas como las distopías latinoamericanas, la transculturación, las
experiencias migrantes o la reinvención de las mitologías se
entremezclan con la lectura de fragmentos de obras de Samantha
Schweblin, Mariana Enríquez, Liliana Colanzi, Rita Indiana, Ana
Paula Maia, Ariana Harwicz o Natalia García Freire y, por su puesto, de
las autoras invitadas.
Giovanna Rivero (Montero, Santa Cruz, Bolivia 1972) comentará su
obra Para comerte mejor (Aristas Martínez, 2020) en la sesión
“Transculturación y experiencias migrantes”. La escritora ha sido
galardonada con premios y becas y fue elegida en 2011 por la Feria del
libro de Guadalajara de México uno de los 25 nuevos talentos
latinoamericanos. Para comerte mejor es un libro de dos cuentos
a caballo entre el género fantástico y el realismo psicológico en
los que se reflexiona sobre la identidad, la experiencia migratoria y la
transculturación.
Malasangre (Anagrama 2020) es la obra de la escritora
venezolana Michelle Roche Rodríguez (Caracas, Venezuela, 1979)
que será objeto de coloquio en la sexta sesión del curso, titulada
“Encarnar al monstruo”. Galardonada con el Premio Francisco Ayala de
Narrativa en 2017 por Gente decente, publicó el pasado año Malasangre,
una novela sobre una joven vampira que madura durante la dictadura
militar de Juan Vicente Gómez, en los años veinte.
La tercera autora invitada es Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina,
1966), escritora, dramaturga y poeta. Aunque hoy pueda sorprendernos,
el título elegido para el curso, Nación vacuna (Candaya, 2019),
“surgió del más puro ejercicio de irrealidad. Creo fervientemente
en la imaginación como recurso crítico. Lo que nos cuentan los medios
no es otra cosa que un relato ficcional con pretensiones de verismo. Cada
país sufre en loop sus pecados. Hay algunas cuestiones que regresan
disfrazadas en Argentina, me interesaba desnudarlas. […] El uso de las
mujeres como vacuna y envase reproductivo con su consentimiento me
pareció un campo inquietante sobre el que sembrar pequeños monstruos
de lenguaje”.
El gótico andino
Dentro del gótico latinoamericano llama la atención el gótico
andino, estilo que definió Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador,
1988) y por el cual le preguntamos. “No hay mucho pensamiento o
trabajo teórico en torno al gótico andino. Es una categoría que escuché
una vez a un académico ecuatoriano, Álvaro Alemán, durante un
congreso. Desde entonces la categoría estuvo rondándome la cabeza y
tuve ganas de escribir pensando en cómo yo lo entendía: un tipo de
literatura que trabaja la violencia (y por tanto el miedo)
generada en una zona geográfica específica: la Cordillera de
los Andes, con todas sus narraciones, mitos, símbolos y su desnuda
contemporaneidad. En cualquier caso, entiendo el gótico andino como
una literatura que aborda la violencia y los miedos particulares de ese
territorio, con toda su historia y su contexto”.
“Entiendo el gótico andino como una literatura que aborda
la violencia y los miedos particulares de ese territorio, con
toda su historia y su contexto”. Mónica Ojeda
En la última sesión del taller, titulada “Reescribir los mitos, refundir el
lenguaje”, Mónica Ojeda comentará y leerá fragmentos de Las
voladoras (Páginas de Espuma, 2020), “un ejercicio de gótico
andino, que no es lo mismo que decir que sea literatura gótica”
afirma la autora. “Siento que lo que me da más posibilidades narrativas
(y poéticas) es precisamente estirar los límites genéricos, no solo
formales sino temáticos. Eso acaba por hacer que mis libros no sean tan
fácilmente categorizables”.
Con relación a los límites del género, Fernanda García Lao tiene una
opinión similar. Por su faceta de dramaturga, le preguntamos por los
géneros teatrales, si, debido a la pandemia, las distopías pueden crear
tendencia en los teatros: “Esta noche, precisamente, voy al teatro. Iré con
máscara. Ahora son los espectadores quienes las usan. […] El aquí y
ahora del teatro está mediado por protocolos de salud. Hay más
actuación abajo que en el escenario. Pero creo que una vez más, la
dramaturgia de los cuerpos encontrará el modo de recuperar
su ferocidad. Y será a la intemperie, como al principio. Cualquier
balcón, puente o explanada se cargará de poesía y de riesgo. El celular es
el nuevo espejo. No hay más que narcisismo ahí. El teatro y la literatura
necesitan de la fiebre que produce lo áptico. El sudor, lo áspero de una
voz cercana, la presencia y el tacto. El ombligo de la autoficción, las
autofotos, son entretenimientos para nada inocuos. Matan al otro. Este
virus es tan literal que no produce más que imágenes huecas. Creo que la
palabra y la ficción son el único antídoto. No importa el género”.
Preguntamos a Ana Llurba si aprecia una tendencia literaria similar al
“no tan nuevo” gótico en España: “Por supuesto, Emilia Pardo Bazán
escribió cuentos góticos, como también Pilar Pedraza, la abanderada del
terror en España. Sus ensayos también son magníficos. Otra maestra es
Cristina Fernández Cubas, en el género fantástico. […] También Silvia
Terrón en Umbra (Caballo de Troya, 2018) o algunos relatos de
Almudena Sánchez o Cristina Jurado y Laura Fernández, en la ciencia
ficción. La única diferencia es que en España entre el canon del siglo XIX
y la alargada sombra de la novela realista, el realismo sigue siendo el
estándar de la calidad literaria. En cambio, en Latinoamérica, en el
canon de cada uno se encuentra más literatura de vanguardia,
o considerada de vanguardia en su época, o con relaciones más
fluctuantes con el realismo, acunados por el realismo mágico, aunque es
una tradición que se puede remontar hasta las mitologías prehispánicas
y también en las crónicas de Indias. No se puede generalizar porque
estamos hablando de más de veinte países, con historias culturales
específicas, pero un rasgo general puede ser el sincretismo, la mezcla, la
transculturación, aunque reconozco que todos estos conceptos
académicos enuncian solo la punta del iceberg del fenómeno en sí”.Este
taller brinda la oportunidad a los asistentes de ampliar sus
conocimientos y perspectivas literarias. Con total seguridad, será
un espacio de análisis de la palabra, de lo poético y de su
relación con la realidad. Un lugar de intercambio en el que las
conversaciones enriquecerán la escritura y la sensibilidad lectora.
Raíces y desinencias del nuevo gótico latinoamericano

Numerosas escritoras latinoamericanas protagonizan una nueva


tendencia en la literatura actual que se conoce como nuevo gótico
latinoamericano. Una forma de narrar que toma tópicos del terror y las
distopías para reflexionar de una manera diferente sobre nuestro
presente.

ÁLVARO MINGUITO
Carlos Madrid
@Carlosmartnez90
4 JUL 2021 06:00

En los últimos años, varios nombres de escritoras latinoamericanas copan las listas de
novedades y son ampliamente leídas por el público y aplaudidas por la crítica. Autoras
como Mariana Enríquez, Mónica Ojeda, Michelle Roche Rodríguez, Fernanda García Lao,
Ana Llurba, Natalia García Freire o Giovanna Rivero están creando una nueva tendencia en
la literatura actual que se conoce como nuevo gótico latinoamericano. Una forma de narrar
que toma tópicos del terror y las distopías para reflexionar de una manera diferente sobre
nuestro presente.
“Lo transhumano y la ansiada fusión con otros reinos
—el animal, el vegetal, el reino cósmico— es el sello
de estas búsquedas de la imaginación”, sostiene
Giovanna Rivero
Pero, ¿es realmente una tendencia? ¿Es algo nuevo? Para Giovanna Rivero, que ha
publicado bajo este género obras como Tierra fresca de su tumba (Candaya, 2021), hablar
únicamente de gótico latinoamericano podría suponer una trampa que excluyera los
matices. Sin embargo, sí que encuentra una “gran coincidencia, o incluso, una gran
sincronía, en un buen número de escritoras que están revisitando desde ciertas
especificidades geográficas y políticas algo que ya hizo Mary Shelley con Frankenstein. Este
llamado gótico latinoamericano del siglo XXI está dando cuenta de un nuevo abismo que no
es otra cosa que el fin de nuestra especie. Lo transhumano y la ansiada fusión con otros
reinos —el animal, el vegetal, el reino cósmico— es el sello de estas búsquedas de la
imaginación”, sostiene.

Ana Llurba, autora de Constelaciones familiares (Aristas Martínez, 2020), cree que este
género no es algo nuevo, sino que se podría remontar hasta las crónicas de Indias, “como
Guamán Poma de Ayala o la de Bartolomé de las Casas y su registro de las crueldades de la
conquista y la colonización, que se podrá comparar bastante
al gore y splatter contemporáneo”. Y, más cercano a nuestro tiempo, un antecedente
importante para ella podría ser La amortajada de María Luisa Bombal (1938), que inspiró a
Juan Rulfo para su Pedro Páramo (1955), una obra canónica sobre las fronteras entre la
vida y la muerte, entre el realismo mágico, lo costumbrista y lo fantástico.

ANA LLURBA
El Salto estrena el relato ‘Las vírgenes
negras’ de Ana Llurba
Una descripción a la que la escritora Natalia García Freire, autora de Nuestra piel
muerta (La Navaja Suiza, 2019), añade nuevos matices. En su opinión, existe desde el siglo
XIX cierta literatura que puede verse como los cimientos de este nuevo gótico. “Una base en
la que se encuentran escritores como Borges, Silvina Ocampo, Bioy Casares, Julio Cortázar,
Rosario Ferré, Felisberto Hernández, Juan Rulfo, Armonía Somers y muchísimos más que ya
tocaban temas que entran en lo gótico: lo fantasmagórico, las casas embrujadas, los lugares
oscuros, laberínticos. Pero en este siglo esa tendencia es quizá la que más predomina. Ese
gótico latinoamericano ha venido a instalarse en la literatura, tomando a estos y estas
autoras y también a los americanos como Faulkner o Stephen King, pero reinventando los
escenarios para adecuarse perfectamente a temas locales”, sostiene.

Una tendencia liderada por mujeres


Como se puede apreciar, todas las autoras que se han citado en el artículo son mujeres. Un
hecho que las tres escritoras relacionan con el signo de los tiempos: ya no se puede ignorar
a las mujeres y son muchas las editoriales, sobre todo las pequeñas, que apuestan por
escritoras jóvenes. “Esto hace que sea posible, por primera vez, que se vea ese boom. Pero
si vamos a otras épocas también hubo muchas mujeres escribiendo fuera del canon y que
están siendo hoy recuperadas, como Armonía Somers o Shirley Jackson”, apunta Natalia
García Freire.

Unas palabras que también defiende Giovanna Rivero, quien añade que a esta visibilidad se
ha llegado a través de muchísimas batallas. “Creo que sin los feminismos no estaríamos hoy
hablando de este tema. Los feminismos han activado percepciones, incomodado formas de
leer, cuestionado ideas enquistadas, y esto está formando otras sensibilidades lectoras. Y
cuando digo ‘sensibilidades lectoras’ no me refiero solo a quien compra y lee un libro, sino
también a quien decide publicarlo desde el ámbito editorial, a quien lo reseña, a quien lo
incluye en un canon, en una lista o en la conversación pública”, sostiene.
Mariana Enríquez: “El terror hoy tiene que
incorporar una dimensión contemporánea”
IRENE G. RUBIO
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Ana Llurba, por su parte, cree que es simplemente un momento en el que se está dando
más visibilidad a las escritoras. “Una visibilidad que está tomando más fuerza por el efecto
de eco de cierto periodismo caza tendencias y la necesidad ludópata de las editoriales por
etiquetar y apostar por the next big thing”, apunta. “Aun así, hay calidad, escritoras
excelentes y el reconocimiento internacional y las traducciones a otras lenguas son una
prueba contundente de eso. Creo que es un buen momento para la literatura
latinoamericana, en general. Es decir, que hay vida más allá de Bolaño” [risas].

Puntos en común y desavenencias


Como es natural, son muchos los temas que guardan en común los libros que se agrupan
bajo esta etiqueta. Temas como la muerte, la violencia sobre las mujeres, la importancia de
las almas o el uso del terror. Natalia García Freire sostiene que el más común es el
sobrenatural, el cual se muestra como un elemento que más allá de que nos pueda hacer
daño, nos atrae. “Un elemento que se aprecia muy bien en Las voladoras, de Mónica Ojeda.
En este libro existe una seducción por las criaturas místicas en el que es el ser humano el
que se vuelve un ser más monstruoso”, dice la autora.
“Estamos atravesando una época iconoclasta donde
muchas autoras estamos volviendo a escribir sobre
eso con nuestros estilos y obsesiones personales”,
opina Ana Llurba
Unos puntos en común que Ana Llurba, más allá de los elementos, asocia a qué se hace con
ellos. “Es decir, cómo se reactualizan, desde qué horizontes de lectura, con qué claves
estéticas. Y creo que estamos atravesando una época iconoclasta donde muchas autoras
estamos volviendo a escribir sobre eso con nuestros estilos y obsesiones personales”,
sostiene.

Giovanna Rivero, en la línea de lo que dice Llurba, cree que no hay unos temas más
importantes que otros, sino que ella apuesta por la complejidad, por la contradicción, por la
contaminación y las distintas membranas. “Así, la violencia sobre los cuerpos de mujeres
involucra métodos de muerte y la muerte siempre es política, es filosófica, es terrible”,
matiza.

Y, respecto a sus diferencias, las tres muestran dificultad a la hora de señalarlas. Natalia
García Freire encuentra esa distancia en sus referentes, los cuales son muy específicos y en
el lugar en el que enmarca su obra. “Me refiero a Shirley Jackson o William H. Gass o el
mismo Juan Rulfo, pero también a temas muy personales, familiares y del paisaje donde
vivo”.

Ana Llurba, sin embargo, se desmarca de sus coetáneas por su “exploración temática de la
religión como mitología y como fenómeno que da forma inconsciente a gran parte de
nuestras experiencias vitales y, sobre todo, la tendencia a la sátira y el humor negro”. Y
añade: “Me repele la solemnidad: si no me río, no es mi revolución”.

Por último, Rivero va un paso más allá y defiende que la escritura siempre busca ese
pliegue, esa diferencia. “La utopía es encontrar la diferencia en eso que volvemos a contar”,
sostiene. Así, no sabe qué la diferencia específicamente a estas escrituras del resto, pero
tiene claro que “ese descubrimiento siempre sucede durante la lectura”. Leámoslas pues.

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