Está en la página 1de 3

PREGUNTAS EBAU

1. Contextualización del fragmento en el movimiento al que pertenece el autor y su


obra.
2. Localización del fragmento en la estructura externa e interna de la obra.
3. Tema o temas del fragmento en relación con los temas de la obra.
4. Técnica narrativa (tipo de narrador, puntos de vista, tratamiento del espacio y
tiempo) en el fragmento y relación con la técnica de la obra.
5. Análisis de los personajes de la obra presentes en el fragmento.
6. Análisis del estilo del fragmento en relación con la obra a la que pertenece.

FRAGMENTO 1
10
El abogado sustentó la tesis del homicidio en legítima defensa del honor, que fue admitida
por el tribunal de conciencia, y los gemelos declararon al final del juicio que hubieran vuelto a
hacerlo mil veces por los mismos motivos. Fueron ellos quienes vislumbraron el recurso de la
defensa desde que se rindieron ante su iglesia pocos minutos después del crimen. Irrumpieron
15 jadeando en la Casa Cural, perseguidos de cerca por un grupo de árabes enardecidos, y
pusieron los cuchillos con el acero limpio en la mesa del padre Amador. Ambos estaban
exhaustos por el trabajo bárbaro de la muerte, y tenían la ropa y los brazos empapados y la
cara embadurnada de sudor y de sangre todavía viva, pero el párroco recordaba la rendición
como un acto de una gran dignidad.
20 —Lo matamos a conciencia —dijo Pedro Vicario—, pero somos inocentes.
—Tal vez ante Dios —dijo el padre Amador.
—Ante Dios y ante los hombres —dijo Pablo Vicario—. Fue un asunto de honor.
Más aún: en la reconstrucción de los hechos fingieron un encarnizamiento mucho más
inclemente que el de la realidad, hasta el extremo de que fue necesario reparar con fondos
25 públicos la puerta principal de la casa de Plácida Linero, que quedó desportillada a punta de
cuchillo. En el panóptico de Riohacha, donde estuvieron tres años en espera del juicio porque
no tenían con que pagar la fianza para la libertad condicional, los reclusos más antiguos los
recordaban por su buen carácter y su espíritu social, pero nunca advirtieron en ellos ningún
indicio de arrepentimiento. Sin embargo, la realidad parecía ser que los hermanos Vicario no
30 hicieron nada de lo que convenía para matar a Santiago Nasar de inmediato y sin espectáculo
público, sino que hicieron mucho más de lo que era imaginable para que alguien les impidiera
matarlo, y no lo consiguieron.
FRAGMENTO 2
35
De modo que cuando Plácida Linero le preguntó por él, Divina Flor la tranquilizó.
—Subió al cuarto hace un minuto —le dijo.
Plácida Linero vio entonces el papel en el suelo, pero no pensó en recogerlo, y sólo se
enteró de lo que decía cuando alguien se lo mostró más tarde en la confusión de la tragedia. A
40 través de la puerta vio a los hermanos Vicario que venían corriendo hacia la casa con los
cuchillos desnudos. Desde el lugar en que ella se encontraba podía verlos a ellos, pero no
alcanzaba a ver a su hijo que corría desde otro ángulo hacia la puerta. «Pensé que querían
meterse para matarlo dentro de la casa», me dijo. Entonces corrió hacia la puerta y la cerró de
un golpe. Estaba pasando la tranca cuando oyó los gritos de Santiago Nasar, y oyó los
45 puñetazos de terror en la puerta, pero creyó que él estaba arriba, insultando a los hermanos
Vicario desde el balcón de su dormitorio. Subió a ayudarlo.
Santiago Nasar necesitaba apenas unos segundos para entrar cuando se cerró la puerta.
Alcanzó a golpear varias veces con los puños, y en seguida se volvió para enfrentarse a manos
limpias con sus enemigos. «Me asusté cuando lo vi de frente — me dijo Pablo Vicario—,
50 porque me pareció como dos veces más grande de lo que era.» Santiago Nasar levantó la
mano para parar el primer golpe de Pedro Vicario, que lo atacó por el flanco derecho con el
cuchillo recto.
—¡Hijos de puta! —gritó. El cuchillo le atravesó la palma de la mano derecha, y luego se le
hundió hasta el fondo en el costado. Todos oyeron su grito de dolor.
55 —¡Ay mi madre!
Pedro Vicario volvió a retirar el cuchillo con su pulso fiero de matarife, y le asestó un
segundo golpe casi en el mismo lugar. «Lo raro es que el cuchillo volvía a salir limpio —declaró
Pedro Vicario al instructor—. Le había dado por lo menos tres veces y no había una gota de
sangre.» Santiago Nasar se torció con los brazos cruzados sobre el vientre después de la
60 tercera cuchillada, soltó un quejido de becerro, y trató de darles la espalda. Pablo Vicario, que
estaba a su izquierda con el cuchillo curvo, le asestó entonces la única cuchillada en el lomo, y
un chorro desangre a alta presión le empapó la camisa. «Olía como él», me dijo. Tres veces
herido de muerte, Santiago Nasar les dio otra vez el frente, y se apoyó de espaldas contra la
puerta de su madre, sin la menor resistencia, como si sólo quisiera ayudar a que acabaran de
65 matarlo por partes iguales. «No volvió a gritar —dijo Pedro Vicario al instructor—. Al contrario:
me pareció que se estaba riendo.» Entonces ambos siguieron acuchillándolo contra la puerta,
con golpes alternos y fáciles, flotando en el remanso deslumbrante que encontraron del otro
lado del miedo. No oyeron los gritos del pueblo entero espantado de su propio crimen. «Me
sentía como cuando uno va corriendo en un caballo», declaró Pablo Vicario. Pero ambos
70 despertaron de pronto a la realidad, porque estaban exhaustos, y sin embargo les parecía que
Santiago Nasar no se iba a derrumbar nunca. «¡Mierda, primo —me dijo Pablo Vicario—, no te
imaginas lo difícil que es matar a un hombre!» Tratando de acabar para siempre, Pedro Vicario
le buscó el corazón, pero se lo buscó casi en la axila, donde lo tienen los cerdos. En realidad
Santiago Nasar no caía porque ellos mismos lo estaban sosteniendo a cuchilladas contra la
75 puerta. Desesperado, Pablo Vicario le dio un tajo horizontal en el vientre, y los intestinos
completos afloraron con una explosión. Pedro Vicario iba a hacer lo mismo, pero el pulso se le
torció de horror, y le dio un tajo extraviado en el muslo. Santiago Nasar permaneció todavía un
instante apoyado contra la puerta, hasta que vio sus propias vísceras al sol, limpias y azules, y
cayó de rodillas.

También podría gustarte