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El Saber filosófico

Síntesis de “Introducción al Saber” Colección Pre-Universitaria UCA

A todos se nos presenta la oportunidad, casi a diario, de ejercitar algún tipo de planteo o
reflexión filosófica, no obstante resulta infrecuente que alguien sea capaz de responder a la
pregunta ¿qué es la filosofía?. Para muchos la filosofía es entendida o simplemente vivida como
una serie de pautas o normas de conducta que son en última instancia consecuencia de una escala
de valores, lo que llamamos filosofía de vida.
Esta caracterización más bien coloquial y espontánea tiene mucho que ver con lo que
realmente es la filosofía. Por una parte en cuanto pretende llegar a la razón última de las cosas, es
natural esperar que la filosofía nos proporcione la idea justa acerca del bien, y de ahí es posible
extraer una jerarquía de valores.
La pregunta filosófica va más allá de lo que llamamos información. La información es
una respuesta definitiva y expresada de un modo exhaustivo. La distancia entre la tierra y la luna
es un número y nada más. La causa del Sida es un virus y una vez identificado ya no tiene sentido
buscar nada más.. En general los problemas así entendidos son objeto de las ciencias particulares,
y por este sentido las cuestiones científicas suelen restringirse a una época determinada, la
estructura del Sistema Solar, el tamaño de la tierra, el antídoto contra la poliomielitis, son temas
ya superados que seden sus puestos a otros todavía no resueltos. A veces es posible que no
lleguemos a una respuesta. Algunos problemas pueden estar más allá del alcance natural de la
razón humana, tal vez nunca sepamos como se originó el universo o cuando apareció el hombre
sobre la tierra, pero ello no quita que esa respuesta sea expresable de un modo concreto y
determinante alguna vez.
Aquellas preguntas que van más allá de lo que llamamos información constituyen los
planteos filosóficos. Hay en ellos algo de inasible y misterioso, pero no en el sentido de lo oscuro
o irracional. No podemos comprender del todo la respuesta a esas preguntas porque tienen
demasiada luz. El ser de las cosas es una fuente de luz para nuestro entendimiento, y esa
luminosidad es intrínsecamente inagotable, hay en la realidad abismos insondables, de verdades,
abismos que ningún espíritu finito podría sortear jamás. El rasgo peculiar de la verdad filosófica
es el no ser exhaustiva jamás, el dar cada vez una nueva perspectiva, un nuevo mensaje que
enriquece y perfecciona lo anterior. Los temas filosóficos a diferencia de la información son
relativamente escasos en su número pero jamás caducan y la reflexión sobre ellos se encadena de
generación en generación. Nunca podemos dar una respuesta completa al enigma de la vida y de
la muerte, del bien y del mal de Dios y del hombre, del amor y de la belleza, del ser. Es verdad
que hay problemas a cuya solución la ciencia se aproxima indefinidamente sin alcanzarla,
siempre puede mejorarse la precisión de una ley física o la determinación del valor de una
constante, pero allí es la limitación de los métodos no de la profundidad de las cosas que entran
en juego.
Podemos decir entonces que la filosofía es una experiencia de lo infinito. A diferencia de
las otras ciencias, su objeto es el centro mismo, el núcleo del que irradia la luz de las cosas y por
eso nunca puede descansar en una respuesta definitiva. El rasgo más notable de la filosofía es
quizás su incesante peregrinar, el volver una y otra vez sobre las misma preguntas, en un
progreso cada vez más profundo. Cada persona, cada época, cada cultura renuevan su pregunta
filosófica, buscan respuestas esenciales en medio de la novedad permanente de la vida y sienten
una apasionada atracción por la verdad profunda. Por eso no es de extrañarnos que los debates
actuales tengan como protagonistas a autores antiguos. Lo que debe enfatizarse no es solamente
la perennidad de las grandes demandas filosóficas, sino también la perpetua motivación que
anima al espíritu del hombre a ir en pos de una respuesta a esos misterios. “Todo hombre desea
por naturaleza saber”
Un pensador del s. XX nos dice que el origen del filosofar se encuentra en:
 El asombro que nos produce la realidad cuando dejamos de mirarla con los ojos del
acostumbramiento, cuando rompemos la caparazón de lo superficial, de lo que parece
obvio y llegamos a descubrir lo verdaderamente extraordinario que hay en las cosas. Es la
admiración por la vida, por el orden de la naturaleza, por la inmensidad del cielo
estrellado, por la sobrecogedora belleza de un paisaje, por el regalo de la mistad.
 La duda que surge cuando se conmueven nuestras certezas. El saber es un camino de
desengaños y a medida quedamos desamparados entre dos o mas respuestas posibles,
entonces queremos profundizar más nuestro saber.
 Las situaciones límites, son aquellas circunstancias cuya sola presencia es inexplicable y
ante las cuales nos sentimos impotentes sin recursos. Son vivencias especialmente fuertes,
sorpresivas ante las que nos preguntamos ¿por qué?¿porqué a mí? Estas vivencias no son
solamente negativas, como la injusticia, la enfermedad, la muerte; también pueden ser
positivas como el nacimiento de un hijo, una salvación milagrosa etc.

La filosofía como amor a la sabiduría

El término griego filosofía significa: amor a la sabiduría. Este amor es la manifestación más
íntima de aquel deseo natural del hombre de saber. El hombre no puede alcanzar su plenitud sino
por medio de la actividad de las facultades más altas, a saber, el intelecto y la voluntad y el objeto
de las mismas es el ente y el bien sin restricciones..Por eso habita en el corazón humano una
vocación insaciable por alcanzar el conocimiento de la verdad y la filosofía es la expresión más
profunda de esa tendencia, el deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre. De
acuerdo al significado de la palabra, no es posible hacer filosofía sin amor, “No hay verdad si no
hay amor”. En todos los ámbitos científicos es necesario, una actitud amorosa frente al saber,
pero en la filosofía el amor desempeña un rol esencial
.
 Para entender la actitud de amor propio de la filosofía debemos proponer algunas
característica del amor como tal:
Desinterés: el amor auténtico y maduro no es el que gira alrededor del yo sino el que sirve
incondicionalmente al amado.
 Aceptación: el principio del amor está en el conocimiento de lo amado y un amor
verdadero solo puede provenir de un conocimiento verdadero, de la realidad tal como es,
a pesar de las limitaciones, aceptar lo que el otro no tiene, lo que el otro le exige.
 Compromiso: el amor significa entrega y donación de sí, comprometerse significa amar
sin condiciones y preservar hasta el fin.
La filosofía supone desinterés, se trata de una ciencia teórica, cuya razón de ser está en la
contemplación de la verdad y no en la utilidad que ese conocimiento pueda proporcionar
La filosofía exige aceptación, debe resignarse a convivir con el misterio, con una revelación que
se posterga, asumir que sus respuestas no son acabadas que no siempre se lograd comprender la
realidad. No siempre la búsqueda de la verdad se presenta con transparencia. Pero también hay
que aceptar la realidad por más inoportuna que sea.
No puede haber filosofía sin compromiso porque las verdades filosóficas son verdades
existenciales que interpelan a la persona, exigen una afirmación desde la conducta. Las
convicciones filosóficas reclaman coherencia. En este sentido todos los autores reconocen a
Sócrates como el modelo más insigne de testimonio filosófico.
El objeto de amor es aquí la sabiduría, la forma más acabada de saber en cuanto es una
contemplación de las causas supremas, del fundamento último y definido de todo lo existente. Lo
propio del sabio no es ir al detalle, a la causa inmediata, sino que juzga según lo esencial, y en
última instancia según la relación con Dios.
En última instancia amor y sabiduría se funden porque el amor a la verdad no se detiene hasta
alcanzar la cumbre que es la sabiduría. Y el verdadero sabio no puede sino vivir según su
sabiduría, encarnarla en cada uno de los actos de su vida. Esta síntesis, esta armonía de
conocimiento y amor de verdad y testimonio es la máxima aspiración de la naturaleza humana en
esta vida.

El ocio y la vida intelectual


El ocio es la actitud propia de la vida espiritual en su relación con el mundo. Es una mirada
despojada de utilidad, de todo lo que se relaciona con el mundo circundante de nuestras
necesidades básicas. Mientras el trabajo supone una actividad trasformadora y dominante del
mundo circundante, el ocio es por el contrario, receptividad y contemplación, propio de la
actividad científica teórica, del arte, de la religión, del amor.
Ya sabemos que lo que la filosofía tiene para decirnos no es algo útil, ni funcional, ni práctico,
por eso si no contamos con esta actitud de apertura de contemplación propia del ocio no
alcanzamos la disposición necesaria para el ejercicio de la filosofía.

La filosofía como ciencia


La filosofía es la ciencia que estudia la totalidad de las cosas por sus causas últimas según la luz
natural de la razón
Es una ciencia: es un saber causal, universal y necesario, es un conocimiento metódico y
sistemático. No puede prescindir del rigor de las definiciones y demostraciones, de la reflexión
crítica sobre sus propios principios y del orden sistemático de sus conclusiones
Su objeto material, aquello que estudia, es la totalidad de las cosas, las ciencias particulares
estudian sectores de la realidad, la filosofía la estudia en su totalidad, en lo que todas las cosas
tienen en común, en cuanto que son, en cuanto seres existentes
Su objeto formal, el punto de vista o enfoque que ella adopta frente a las cosas, son las causas
últimas, las ciencias particulares buscan causas pero la filosofía busca las cusas últimas, aquellas
que le dan la realidad al ser, causa material formal eficiente y final.
La Filosofía no es la única ciencia que tiene este objeto formal y material, no es la única sabiduría
que el hombre puede poseer, dentro del campo del saber científico está el saber teológico que
versa acerca de las causas primeras de todas las cosas a partir de un conocimiento sobrenatural
que es la Revelación. Lo que distingue a la filosofía de la teología es justamente lo que se expresa
al hablar de la luz natural de la razón. La teología es una ciencia según la luz sobrenatural de la
fe, por la cual somos capaces de asumir como verdadero lo que Dios nos revela mediante su
Palabra.

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