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¿Cómo son las clases que se transmiten por televisión? Para iniciar, son sesiones
temáticas pregrabadas y organizadas en una parrilla de programación con horarios y
días definidos por nivel y asignatura. Contienen los elementos de lo que muchos
consideran la escuela ideal: exposición del tema, presentación de definiciones, uso de
diagramas y notas breves, preguntas de comprensión y —en algunas ocasiones—
sugerencias para conversar con otros acerca del tema. Los contenidos siguen la
organización de los libros de texto que sirven también de referencia y complementan
los programas. También al revés: los videos complementan al libro de texto.
¿Qué tal, cómo estás? ¡Qué bueno que estás en casa viendo este canal! Lo
padre de aprender en casa es que vamos a poder seguir aprendiendo de
una manera distinta de como lo hacemos cuando vamos a la escuela […]
Hemos seleccionado unos videos muy interesantes para ti […] ¿Qué tal
andas en la lectura? ¿Y en la escritura? […] Ponte muy listo o lista porque
al final te haremos unas preguntas sobre el video que vamos a ver.
Después de esta introducción, repetida al inicio de cada sesión —en cada nivel, en
todas las asignaturas—, se presenta una serie de videos que se alinean con los temas
curriculares. Aquí, una segunda observación: las sesiones también son altamente
repetitivas, en las indicaciones, en los saludos, en los puentes entre un segmento y
otro, en el tratamiento del contenido y en los ejercicios.
Intuyo que con estas repeticiones se intenta dar uniformidad a cada fragmento,
estandarizar el conocimiento a transmitir y normalizar la experiencia de los
estudiantes televidentes. Puede ser que le dé identidad al programa, pero también
revela una visión ampliamente difundida de lo que es aprender y una versión común
de cómo debe ser/es la escuela. La redundancia en sí no es mala: sirve para replantear
las ideas desde distintos ángulos y, bien empleada, cuida el equilibrio entre lo que se
repite y las nuevas opciones que se introducen; permite establecer vínculos
intertextuales con otras maneras de pensar y ponderar un concepto desde diferentes
contextos. Pero en este caso las abundantes reiteraciones no desarrollan el contenido
ni fortalecen la propuesta, y la participación de los estudiantes se reduce a reproducir
los contenidos.
Son montañas, unas están nevadas. Otras, en una imagen de lo que aparentemente
son los Alpes, parecen llegar al cielo. “Y otras son tan altas que cuando las escalamos
nos permiten ver paisajes tan preciosos como éste —imágenes de un valle, lagos,
bosques—”.
“Ahora, mira estos otros paisajes —paisaje plano, ciudades— No tienen montañas, son
llanos. Y por eso, los llamamos llanuras. Hoy vamos a conocer los paisajes de
montaña y de llanuras”.
“Todos sabemos que las montañas son grandes elevaciones del terreno. Varias
montañas juntas forman una sierra; sí, sí, como una sierra de cortar. Y varias sierras
juntas forman una cordillera”.
“En las montañas las personas suelen vivir en pueblos pequeños y las carreteras que
llevan hasta ellos son estrechas y con muchas curvas. En las llanuras también hay
bosques, lagos y cultivos y las personas que viven en ellas suelen hacerlo en grandes
pueblos y ciudades —se ve una animación en la que cada elemento se va apareciendo
—”.
Aparece un títere: “Ahora es momento de apuntar las preguntas y las actividades para
que terminando el programa las pueda responder tranquilamente”. Ahora, aparece la
telemaestra. Pregunta: “¿Cuál es la diferencia entre las montañas y las llanuras?”
Por razones de espacio, aquí detengo mi reproducción de esta clase; apenas son los
primeros dos minutos. Primero, vale la pena preguntarse: ¿qué se espera de los
estudiantes con esta pregunta? ¿Qué es lo que tienen que hacer? Deben responder con
un texto escrito, un dibujo o un diagrama donde señalen que las montañas son
grandes elevaciones del terreno y que las llanuras no tienen montañas. Es decir,
declarar el aprendizaje esperado repitiendo el contenido del video.
Existían otras posibilidades, aun con los límites del medio. Por ejemplo, evocar el
conocimiento de su entorno, o preguntar por los lugares que conocen; pedirles crear
algo más que un escrito o dibujo, o pedirles que formulen sus propias preguntas. ¿Por
qué algunos lugares tienen montañas y otros no? ¿Cómo se formaron las montañas?
Las llanuras, ¿alguna vez tuvieron montañas? ¿Y las montañas siempre existieron? Y,
¿cómo lo saben? ¿Cómo llegaron a saberlo?
Aquí no hay preguntas que invitan a la especulación, la búsqueda de otro tipo de
respuestas, o la producción de un artefacto cultural —sólo las definiciones de una
montaña, una sierra y una cordillera. Aunque esta es una característica particular de
este video, también es un rasgo común de muchos materiales educativos, incluyendo
muchas veces los libros de texto. Parafraseando a Bill Bryson, el autor de Una breve
historia de casi todo (http://depa.fquim.unam.mx/amyd/archivero/Bill_Bryson-
Una_breve_historia_de_casi_todo_12511.pdf ), parece haber un consenso entre los
diseñadores de materiales audiovisuales y autores de libros de texto que lo que sigue a
la exposición de los contenidos tiene que ser una sección de preguntas para
“recuperar” —léase repetir— el contenido. Los materiales no son emocionantes en
absoluto, como si se tratara de mantener en secreto lo majestuoso de nuestro planeta y
lo intrigante de la ciencia. Se exclama que lo más importante es que el alumno o la
alumna disfrute, sin contemplar qué significa esto: ¿qué es lo que lo o la involucra y
desafía? ¿Qué es lo que hace divertido el aprender? No es suficiente mostrar de
manera atractiva los contenidos, también hay que promover una propuesta
pedagógica que lleve a los alumnos al límite de sus conocimientos y los invite no sólo
a pensar en lo conocido de una manera nueva sino también a acercarse a lo
desconocido.
Sé que muchos reclamarán que Aprende en Casa se levantó con toda premura, en un
momento de emergencia y se tuvo que echar mano de lo que había. Esto es evidente:
sólo así se explica que una lección llamada El relieve mexicano inicie con un video
narrado por un español con paisajes europeos para explicar lo que son las llanuras y
montañas en México. Pero que se utilice lo que existe es exactamente lo que quiero
argumentar: este tipo de materiales es casi lo único que tenemos. Y no sólo nosotros:
este video en particular es español; hay otros argentinos, otros de confección nacional.
Corresponden a una visión anquilosada de la instrucción formal que ve a la educación
como un asunto de transmitir y acumular aprendizajes —un sustantivo— e ignora la
importancia de la actividad: aprender. Una de las grandes diferencias entre los verbos
y los sustantivos es que los primeros se alteran de acuerdo al contexto de uso y se
ajustan a los tiempos, objetos, personas y lugares mientras los segundos se dan en el
mundo de manera constante. Una mesa siempre será una mesa; entendemos que
consta de una superficie con soportes. Aceptamos algunas variantes: una mesa
redonda, cuadrada o triangular, grande o chiquita, de tres o cuatro soportes, pero mesa
evoca un objeto y un funcionamiento coherente. La diferencia entre el aprender y el
aprendizaje está en la actividad: en el primero se entiende que lo que se hace es parte
de lo que se aprende; en el segundo se cree que se puede transmitir y adquirir un
contenido constante, inerte y determinado.
Las debilidades visibles en Aprende en Casa no son de ahora, sino de mucho tiempo
atrás. En una entrevista reciente, el educador Francisco Tonucci
(https://elpais.com/sociedad/2020-04-11/francesco-tonucci-no-perdamos-este-
tiempo-precioso-dando-deberes.html) comentó que en Italia “muchos no se han dado
cuenta de que la escuela no funcionaba antes y en esta situación se nota lo poco que
funcionaba”. Y, aunque haya maestros que entienden la importancia de la actividad y
promueven situaciones complejas que implican la integración de múltiples saberes y la
articulación de diversas acciones para propiciar el aprender, muchas veces tienen que
justificarse con autoridades que sostienen una visión rígida del aprendizaje.