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LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS.

Las políticas económicas son las formas de intervención del Estado en la economía para
alcanzar unos objetivos económicos.

Cuando hablamos de elaborar políticas económicas debemos conocer los ámbitos de


actuación y los actores que intervienen en el proceso, esto nos permitirá tener una mejor
visión de las complicaciones que plantea la adopción de las medidas.

La primera acción es identificar las opciones de actuación. Aquí tiene un papel predominante
la sociedad civil, pues manifiesta por medio de su voto en las consultas electorales sus
preferencias y objetivos. Es decir, en democracia los ciudadanos eligen votando cuál será el
signo político y, por tanto, económico del gobierno.

Posteriormente, los poderes públicos deciden cuales son las prioridades. Diseñan planes de
actuación a corto y medio plazo que el aparato burocrático se encarga de ejecutar
(organismos y funcionarios pertenecientes al Sector Público). En esta fase, se analizan y
diseñan medidas, se discute en las instituciones políticas (Congreso y Parlamento) y se
aprueban o rechazan.

Por último, entra en juego un factor externo que son los grupos de presión (lobbies o
stakeholders): diferentes agentes sociales y políticos que tratan de influir para la revocación
de las medidas y/o que se adopten las medidas que más les convenga. (Por ejemplo,
sindicatos, sociedad general de autores, pescadores, taxistas, etc.). Siguiendo el refrán
“nunca llueve a gusto de todos”, las medidas económicas siempre tienen un perjudicado.
Dependiendo de la fuerza o el tamaño de ese grupo pueden ser capaces de tumbar
decisiones incluso cuando estas favorezcan claramente al conjunto de la sociedad.

Un aspecto a tener en cuenta en el diseño de las medidas es el problema de los retardos.


Desde que se detecta un problema hasta que las medidas surten efectos pueden transcurrir
periodos de tiempo bastante largos que reducen la eficacia de la medida e incluso perjudica
la situación, si los efectos se producen cuando ya no se necesita. Básicamente se señala 3
tipos de retardos:

- De reconocimiento. Cuanto tiempo tardamos en observar el problema y tomar


conciencia de que necesitamos actuar.
- De acción. El tiempo que pasa desde que observamos el problema hasta que ve la luz la
respuesta. El análisis, diseño y aprobación parlamentaria lleva en ocasiones un tiempo
excesivo porque depende de encontrar consensos en las diferentes cámaras.
- Retardo de los efectos. Muchas de las medidas no son instantáneas en efectos. Se
aplican y hasta que dan frutos transcurre tiempo. En algunas ocasiones, si el gobierno
que aprueba la medida no disfruta de credibilidad sus efectos nunca aparecen.

Los gobiernos y agentes públicos tienen por objetivos principales los siguientes:

a) Crecimiento económico sostenido y sostenible. El Estado interviene para prolongar los


periodos de actividad económica favorable y reducir las fases de recesión. El crecimiento
económico se asocia al bienestar de la población puesto que permite una mayor
capacidad de adquisición de bienes y servicios. Los indicadores más comunes son: PIB y
Renta per Capita. La sociedad civil de los países avanzados reclama, además, que ese
crecimiento sostenido en el tiempo sea compatible con la sostenibilidad
medioambiental. Es decir, no solo crecer mucho y durante largo tiempo, sino también
hacerlo sin agotar los recursos naturales de las generaciones futuras.
b) Pleno empleo. Relacionado con el anterior. A mayores niveles de actividad, mayor
cantidad de personas ocupadas. Se considera que existe pleno empleo cuando
aproximadamente el 98% de la población activa de un país está trabajando. Hay que
admitir la dificultad de este objetivo. Los indicadores más comunes son la tasa de
actividad, de empleo y paro ofrecidos por la EPA y el Registro del SEPE (antiguo INEM)
c) Estabilidad de precios. Controlar los precios de los bienes y servicios es fundamental
para que los consumidores conserven su poder adquisitivo y evitar la incertidumbre que
esta situación plantea. Si los precios son muy cambiantes, las empresas tienen
dificultades para poder planificar su actividad al no poder tener una visión del precio de
las materias primas. El indicador más común es la tasa de inflación calculada por medio
de la variación entre periodos del IPC. (Siguiente tema)

En medicina, el médico sabe de una enfermedad (posibles problemas de corazón)


estudiando un indicador (nivel de colesterol) y aplica una medida para estabilizar los niveles
en caso de desviación (pastilla). En el análisis económico ocurre lo mismo. Hemos visto los
problemas que preocupan a los ciudadanos a nivel macroeconómico y cuáles son los
indicadores que utilizamos para medir la situación. Para poder actuar, nuestra pastilla lo
representan los diferentes tipos de política económica.

- Política fiscal. Acción intencionada del Estado para aumentar o disminuir la actividad
económica, principalmente mediante la recaudación de impuestos y la aplicación del
gasto público.
- La política laboral y de rentas. Medidas dirigidas a reestructurar y mejorar la
contratación y regular los salarios para luchar contra la inflación.
- La política monetaria. Conjunto de medidas que toma el Banco Central de un país o
región para mantener la estabilidad de precios mediante la ampliación o reducción de
la cantidad de dinero de la economía.
- La política exterior. Conjunto de medidas encaminadas a regular los intercambios con
agentes dentro y fuera de las fronteras.

LA POLÍTICA FISCAL.

“Supón que sabes que vuelves a nacer, pero no sabes en qué condiciones, es decir, no sabes
si serás rico, pobre, sano o enfermo, etc. ¿Qué medidas económicas tomarías?”. En 1971
John Rawls propuso a los policy makers (los decisores de la política económica) que tomaran
sus decisiones bajo este velo de ignorancia. Actuando así, Rawls aseguraba que se
garantizaría una justicia económica puesto que las medidas adoptadas irían dirigidas a los
más desfavorecidos. Al fin y al cabo, podría ocurrir que formáramos parte de este grupo.
Se define como política fiscal las medidas adoptadas sobre gastos e ingresos públicos que
van encaminadas a facilitar el crecimiento económico y el empleo. Estas medidas son
diseñadas y plasmadas en un documento contable denominado Presupuestos Públicos.

Las administraciones públicas determinan cada año cuánto van a gastar y en qué van a gastar
el dinero. Asimismo, deben estimar como van a financiarlo. Es decir, el presupuesto es un
documento que recoge intenciones de gasto y previsiones de ingresos (cuánto creemos que
ingresaremos con impuestos este año).

Los presupuestos están equilibrados cuando los ingresos son iguales a los gastos. Cuando
los ingresos no son suficientes para cubrir los gastos se produce déficit presupuestario y en
caso contrario hablamos de superávit.

Los déficits/superávit son cíclicos y se mueven en paralelo a la actividad económica. Cuando


la economía entra en recesión se produce una caída de la actividad económica que hace que
disminuya la recaudación por impuestos (menos consumo, menos empresas, menos
salarios, etc) y aumenta los gastos por subsidios de desempleo y ayudas familiares. Cuando
la economía mejora este tipo de déficits tiende a desaparecer. Si no fuera así y se mantuviera
incluso en periodos de buena actividad económica hablaríamos de déficits estructurales,
permanentes o crónicos.

Para financiar esos déficits el Estado puede aumentar los impuestos o recurrir al
endeudamiento, es decir, pedir a las familias y/o empresas que inviertan sus ahorros en
préstamos al Sector Público. Estos préstamos se materializan en documentos que reciben el
nombre de Deuda Pública por los que el Estado se compromete a devolver en el día fijado
las cantidades recibidas y el pago de unos intereses. Por ello, el mantenimiento del déficit
año tras año añade problemas al país: la deuda se acumula y los gastos en intereses se
multiplican.

¿Para qué se gasta? Los gastos públicos se pueden clasificar atendiendo a múltiples criterios.
Si utilizamos un criterio funcional, es decir, preguntándonos cuál es la finalidad de ese gasto
concreto podemos observar que de cada 100 euros:

- 34 se dedica a la protección social: pago de pensiones, subsidios por desempleo y otras


prestaciones sociales.
- 14 euros se destinan al gasto sanitario que incluye desde salarios, medicamentos hasta
mantenimiento y construcción de nuevos hospitales.
- A servicios generales (compra de material de oficina, salario funcionarios generales,
etc.) se destinarían 13 euros.
- El gasto educativo asciende a 11 de esos 100 euros.
- Las partidas de inversión que tratan de dinamizar ciertos sectores económicos como
agricultura o turismo reciben también el 11% del gasto.
- Un 5% del dinero se destina a orden público y seguridad y un 3% adicional para gastos
militares.
- Por último, un 2% se dirige a potenciar programas medioambientales.
Evolución del gasto público. Hasta los años 70 el gasto público español, en relación a nuestros
vecinos europeos, era reducido, alrededor del 25% del PIB. En los posteriores 15 años se duplicó
su peso alcanzando en 1993 el máximo del 49%. Esto se debe al tardío desarrollo del Estado de
Bienestar así como al creciente endeudamiento del Estado y los costes de los intereses de la
deuda. A partir del 94 cambia la tendencia. La entrada en la UE exigía un esfuerzo hacia el
equilibrio fiscal. Este se alcanza en 2002 (ingresos=gastos) y hasta 2006 disfrutamos de
superávits continuados. Con la anterior crisis de 2007, el déficit fiscal ha vuelto a aparecer.

INGRESOS PÚBLICOS.

Los principales ingresos del Estado provienen de cotizaciones sociales, impuestos y tasas.

Las cotizaciones sociales son los pagos que se hacen a la Seguridad Social por los que se adquiere
un derecho a percibir determinadas prestaciones. En España el pago se realiza teniendo en
cuenta el salario del trabajador (paga más quien más gana) y se divide en dos, una parte se retira
de la nómina del trabajador y la otra parte la hace efectiva la empresa.

Los impuestos son pagos que se exigen por ley sin que el contribuyente deba recibir
contraprestación alguna. Tienen una justificación social, es decir, aplica el valor de la solidaridad
que es fundamental para una sociedad integrada, de manera que exista una mayor igualdad
entre los ciudadanos de un país. Se basa en los siguientes principios:

- Principio de justicia. Todos debemos hacer frente a las mismas obligaciones.


- Principio de capacidad económica: Todos tenemos que contribuir, pero no en la misma
proporción, habrá que atender a las características personales de cada contribuyente.
- Principio de progresividad: pagan más quienes más tienen.
- Principio de solidaridad: los impuestos no son solo el precio de los bienes públicos, son
también el precio de una sociedad mejor.
Los impuestos pueden ser clasificados en directos e indirectos. Los directos gravan la renta de
las personas o empresas teniendo en cuenta sus circunstancias personales y económicas. Los
más importantes son el IRPF, que grava la obtención de renta de los ciudadanos; y el Impuesto
de sociedades que se aplica a los beneficios empresariales. Los indirectos gravan hechos
concretos, no la generación de renta sino su utilización. Así por ejemplo tenemos el IVA que
grava el acto de consumir o los impuestos especiales que gravan el uso de determinados bienes
como la gasolina, el alcohol, etc.

Las tasas son pagos por el uso de algún servicio especial como el de recogida de basura o
alcantarillado, las tasas académicas cuando solicitamos un título o las tasas que pagamos con el
permiso de conducir.

¿Pagamos muchos impuestos? La presión fiscal. Según los últimos estudios del Centro de
Investigaciones Socioeconómicas (CIS) sobre opinión pública y política fiscal, la mayoría de
españoles cree que paga mucho a Hacienda. La realidad no parece confirmar la opinión de la
gente de la calle. Para medir el impacto de los impuestos en un país se recurre al concepto de
presión fiscal que se calcula mediante el cociente de ingresos públicos y PIB y se define como la
proporción de la riqueza nacional que se destina a impuestos.

En Europa, Suecia está a la cabeza de presión fiscal con un 50% del PIB, seguida de Francia,
Noruega, Italia o Austria que superan el 40%. España se encuentra, según datos de 2006
elaborados por la OCDE, en el 36%.

Lo importante no es valorar si se paga mucho o poco en concepto de impuestos, sino la eficiencia


de ese gasto. Es decir, muchas veces la gente solo es consciente del pago que realizan, pero
pocos tienen en consideración las ventajas que reciben por ello. La mayoría de la gente desea
pagar menos impuestos, pero al mismo tiempo exige más medidas a los gobiernos para mejorar
su bienestar. Incongruente, ¿no?

LA POLÍTICA FISCAL DE ESTÍMULO O EXPANSIVA.

Cuando la demanda agregada es insuficiente (poca actividad), hay factores productivos ociosos
(personas desempleadas) y, por tanto, capacidad productiva sin utilizar. Estamos por debajo del
potencial máximo de nuestra economía y se produce desempleo. Keynes estableció que en esa
situación el Gobierno podría hacer uso de los ingresos y gastos fiscales (la política fiscal) para
ayudar mediante dos instrumentos básicos:

- El aumento del gasto público y las transferencias. Si la demanda es insuficiente, el


Estado puede aumentar sus gastos en obras públicas (carreteras, hospitales, etc.), en
compra de bienes y servicios a las empresas y en transferencias (subsidios de
desempleo, ayudas, pensiones y subvenciones a empresas). Estas medidas hacen
influyen directamente en la actividad económica aumentando la demanda agregada.
Para poder responder a este nuevo volumen de pedidos tendrán que contratar nuevos
empleados.
- Reducción de impuestos. Al disminuir los impuestos, aumenta la renta disponible de las
familias que podrán dedicar a más consumo. A su vez, menores impuestos permiten a
las empresas reducir su coste de producción lo que las permite disponer de más recursos
para invertir. Esa inversión se encarga a terceras empresas que a su vez deberán
contratar más para poder afrontar este aumento de la producción.

LA POLITICA FISCAL CONTRACTIVA O RESTRICTIVA. Cuando hay un exceso de demanda y


existe riesgo de subida de precios, el Gobierno puede contraer la demanda utilizando los
mismos instrumentos (gasto público e impuestos) en sentido inverso.

Los estabilizadores automáticos. Sin necesidad de una participación activa en la economía, el


mero hecho de la existencia del Estado influye en la evolución de la economía sin tomar medidas
específicas.

Se dice que elementos como los impuestos y los subsidios de desempleo tienen unos efectos
estabilizadores de carácter automático sobre la evolución de la actividad económica. En épocas
de crisis, los ingresos por impuestos bajan por la menor actividad, y el gasto público aumenta en
la medida en que aumentan los subsidios por desempleo. En épocas de expansión ocurre lo
contrario.

Esta doble circunstancia produce de forma automática una cierta estabilización, reduciendo
parte de las fluctuaciones de los ciclos económicos.

¿Es un buen remedio la política fiscal para salir de las crisis? Depende de quién responda esa
pregunta. Lo que está claro es que gastar más nos puede llevar al déficit (ingresos menores a
gastos) lo que, a su vez, conlleva a emitir deuda y a pagar intereses.

Para pagar esa deuda podemos plantearnos alguna de las siguientes opciones:
- Vender patrimonio del Estado: edificios, palacios, terrenos, cuadros, etc. con el que
financiar la deuda. Hay que tener en cuenta que este no es ilimitado y que si nos
desprendemos de un bien reducimos el patrimonio cultural de TODOS los ciudadanos.
- Monetarizar la deuda. Término que se refiere a la impresión de billetes para pagar la
deuda. Hoy en día no se usa debido a las malas experiencias inflacionistas del pasado.
- Emitir títulos de deuda. Se reparte la deuda en millones de papelitos de manera que los
pequeños ahorradores puedan invertir. También plantea problemas:
 Las generaciones posteriores heredan una deuda que no han disfrutado.
 Si el crecimiento económico (medido por el PIB) no es importante, nos podemos
enfrentar al problema de la espiral de interés-deuda que supone que, si se da
esa circunstancia, no podremos hacer frente más que al pago de intereses lo
que provoca que, para pagar a los primeros prestamistas, tengamos que recurrir
de nuevo a la deuda haciendo que estos intereses sean cada vez mayores…la
bola de nieve seguirá creciendo.
 Efecto Crowding-out o efecto expulsión. El déficit y la posterior emisión de
deuda genera expulsión de la inversión privada, que es la más rentable. Esto
ocurre porque al entrar en déficit, el Estado no tiene ahorros (disminución de
los fondos prestables que el Estado podría conceder a inversores privados). Al
emitir deuda el Estado solicita ahorros de otras personas (reducción de fondos)
y hace aumentar los tipos de interés al tratar de colocar sus títulos de deuda
pues necesita atraer inversores (suben los tipos, baja la inversión).

Por todo ello, los economistas clásicos y/o monetarios critican la opción fiscal como instrumento
de política económica ya que argumentan que a la larga no es efectiva. Es como disfrutar de un
paraíso falso, una ilusión que tarde o temprano se torna en pesadilla inflacionista.

Para la escuela Keynesiana, si una economía no está en su potencial y, por tanto, existe
desempleo es porque hay insuficiencia de demanda. La solución pasa por una intervención
estatal que permita reactivar la economía y generar empleo a pesar de incurrir en déficit.
Keynes dejaba claro que ese déficit debía compensarse en años de bonanza con superávits para
que, en el largo plazo, compensásemos y camináramos en una senda de equilibrio fiscal.

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