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Las políticas económicas son las formas de intervención del Estado en la economía para
alcanzar unos objetivos económicos.
La primera acción es identificar las opciones de actuación. Aquí tiene un papel predominante
la sociedad civil, pues manifiesta por medio de su voto en las consultas electorales sus
preferencias y objetivos. Es decir, en democracia los ciudadanos eligen votando cuál será el
signo político y, por tanto, económico del gobierno.
Posteriormente, los poderes públicos deciden cuales son las prioridades. Diseñan planes de
actuación a corto y medio plazo que el aparato burocrático se encarga de ejecutar
(organismos y funcionarios pertenecientes al Sector Público). En esta fase, se analizan y
diseñan medidas, se discute en las instituciones políticas (Congreso y Parlamento) y se
aprueban o rechazan.
Por último, entra en juego un factor externo que son los grupos de presión (lobbies o
stakeholders): diferentes agentes sociales y políticos que tratan de influir para la revocación
de las medidas y/o que se adopten las medidas que más les convenga. (Por ejemplo,
sindicatos, sociedad general de autores, pescadores, taxistas, etc.). Siguiendo el refrán
“nunca llueve a gusto de todos”, las medidas económicas siempre tienen un perjudicado.
Dependiendo de la fuerza o el tamaño de ese grupo pueden ser capaces de tumbar
decisiones incluso cuando estas favorezcan claramente al conjunto de la sociedad.
Los gobiernos y agentes públicos tienen por objetivos principales los siguientes:
- Política fiscal. Acción intencionada del Estado para aumentar o disminuir la actividad
económica, principalmente mediante la recaudación de impuestos y la aplicación del
gasto público.
- La política laboral y de rentas. Medidas dirigidas a reestructurar y mejorar la
contratación y regular los salarios para luchar contra la inflación.
- La política monetaria. Conjunto de medidas que toma el Banco Central de un país o
región para mantener la estabilidad de precios mediante la ampliación o reducción de
la cantidad de dinero de la economía.
- La política exterior. Conjunto de medidas encaminadas a regular los intercambios con
agentes dentro y fuera de las fronteras.
LA POLÍTICA FISCAL.
“Supón que sabes que vuelves a nacer, pero no sabes en qué condiciones, es decir, no sabes
si serás rico, pobre, sano o enfermo, etc. ¿Qué medidas económicas tomarías?”. En 1971
John Rawls propuso a los policy makers (los decisores de la política económica) que tomaran
sus decisiones bajo este velo de ignorancia. Actuando así, Rawls aseguraba que se
garantizaría una justicia económica puesto que las medidas adoptadas irían dirigidas a los
más desfavorecidos. Al fin y al cabo, podría ocurrir que formáramos parte de este grupo.
Se define como política fiscal las medidas adoptadas sobre gastos e ingresos públicos que
van encaminadas a facilitar el crecimiento económico y el empleo. Estas medidas son
diseñadas y plasmadas en un documento contable denominado Presupuestos Públicos.
Las administraciones públicas determinan cada año cuánto van a gastar y en qué van a gastar
el dinero. Asimismo, deben estimar como van a financiarlo. Es decir, el presupuesto es un
documento que recoge intenciones de gasto y previsiones de ingresos (cuánto creemos que
ingresaremos con impuestos este año).
Los presupuestos están equilibrados cuando los ingresos son iguales a los gastos. Cuando
los ingresos no son suficientes para cubrir los gastos se produce déficit presupuestario y en
caso contrario hablamos de superávit.
Para financiar esos déficits el Estado puede aumentar los impuestos o recurrir al
endeudamiento, es decir, pedir a las familias y/o empresas que inviertan sus ahorros en
préstamos al Sector Público. Estos préstamos se materializan en documentos que reciben el
nombre de Deuda Pública por los que el Estado se compromete a devolver en el día fijado
las cantidades recibidas y el pago de unos intereses. Por ello, el mantenimiento del déficit
año tras año añade problemas al país: la deuda se acumula y los gastos en intereses se
multiplican.
¿Para qué se gasta? Los gastos públicos se pueden clasificar atendiendo a múltiples criterios.
Si utilizamos un criterio funcional, es decir, preguntándonos cuál es la finalidad de ese gasto
concreto podemos observar que de cada 100 euros:
INGRESOS PÚBLICOS.
Los principales ingresos del Estado provienen de cotizaciones sociales, impuestos y tasas.
Las cotizaciones sociales son los pagos que se hacen a la Seguridad Social por los que se adquiere
un derecho a percibir determinadas prestaciones. En España el pago se realiza teniendo en
cuenta el salario del trabajador (paga más quien más gana) y se divide en dos, una parte se retira
de la nómina del trabajador y la otra parte la hace efectiva la empresa.
Los impuestos son pagos que se exigen por ley sin que el contribuyente deba recibir
contraprestación alguna. Tienen una justificación social, es decir, aplica el valor de la solidaridad
que es fundamental para una sociedad integrada, de manera que exista una mayor igualdad
entre los ciudadanos de un país. Se basa en los siguientes principios:
Las tasas son pagos por el uso de algún servicio especial como el de recogida de basura o
alcantarillado, las tasas académicas cuando solicitamos un título o las tasas que pagamos con el
permiso de conducir.
¿Pagamos muchos impuestos? La presión fiscal. Según los últimos estudios del Centro de
Investigaciones Socioeconómicas (CIS) sobre opinión pública y política fiscal, la mayoría de
españoles cree que paga mucho a Hacienda. La realidad no parece confirmar la opinión de la
gente de la calle. Para medir el impacto de los impuestos en un país se recurre al concepto de
presión fiscal que se calcula mediante el cociente de ingresos públicos y PIB y se define como la
proporción de la riqueza nacional que se destina a impuestos.
En Europa, Suecia está a la cabeza de presión fiscal con un 50% del PIB, seguida de Francia,
Noruega, Italia o Austria que superan el 40%. España se encuentra, según datos de 2006
elaborados por la OCDE, en el 36%.
Cuando la demanda agregada es insuficiente (poca actividad), hay factores productivos ociosos
(personas desempleadas) y, por tanto, capacidad productiva sin utilizar. Estamos por debajo del
potencial máximo de nuestra economía y se produce desempleo. Keynes estableció que en esa
situación el Gobierno podría hacer uso de los ingresos y gastos fiscales (la política fiscal) para
ayudar mediante dos instrumentos básicos:
Se dice que elementos como los impuestos y los subsidios de desempleo tienen unos efectos
estabilizadores de carácter automático sobre la evolución de la actividad económica. En épocas
de crisis, los ingresos por impuestos bajan por la menor actividad, y el gasto público aumenta en
la medida en que aumentan los subsidios por desempleo. En épocas de expansión ocurre lo
contrario.
Esta doble circunstancia produce de forma automática una cierta estabilización, reduciendo
parte de las fluctuaciones de los ciclos económicos.
¿Es un buen remedio la política fiscal para salir de las crisis? Depende de quién responda esa
pregunta. Lo que está claro es que gastar más nos puede llevar al déficit (ingresos menores a
gastos) lo que, a su vez, conlleva a emitir deuda y a pagar intereses.
Para pagar esa deuda podemos plantearnos alguna de las siguientes opciones:
- Vender patrimonio del Estado: edificios, palacios, terrenos, cuadros, etc. con el que
financiar la deuda. Hay que tener en cuenta que este no es ilimitado y que si nos
desprendemos de un bien reducimos el patrimonio cultural de TODOS los ciudadanos.
- Monetarizar la deuda. Término que se refiere a la impresión de billetes para pagar la
deuda. Hoy en día no se usa debido a las malas experiencias inflacionistas del pasado.
- Emitir títulos de deuda. Se reparte la deuda en millones de papelitos de manera que los
pequeños ahorradores puedan invertir. También plantea problemas:
Las generaciones posteriores heredan una deuda que no han disfrutado.
Si el crecimiento económico (medido por el PIB) no es importante, nos podemos
enfrentar al problema de la espiral de interés-deuda que supone que, si se da
esa circunstancia, no podremos hacer frente más que al pago de intereses lo
que provoca que, para pagar a los primeros prestamistas, tengamos que recurrir
de nuevo a la deuda haciendo que estos intereses sean cada vez mayores…la
bola de nieve seguirá creciendo.
Efecto Crowding-out o efecto expulsión. El déficit y la posterior emisión de
deuda genera expulsión de la inversión privada, que es la más rentable. Esto
ocurre porque al entrar en déficit, el Estado no tiene ahorros (disminución de
los fondos prestables que el Estado podría conceder a inversores privados). Al
emitir deuda el Estado solicita ahorros de otras personas (reducción de fondos)
y hace aumentar los tipos de interés al tratar de colocar sus títulos de deuda
pues necesita atraer inversores (suben los tipos, baja la inversión).
Por todo ello, los economistas clásicos y/o monetarios critican la opción fiscal como instrumento
de política económica ya que argumentan que a la larga no es efectiva. Es como disfrutar de un
paraíso falso, una ilusión que tarde o temprano se torna en pesadilla inflacionista.
Para la escuela Keynesiana, si una economía no está en su potencial y, por tanto, existe
desempleo es porque hay insuficiencia de demanda. La solución pasa por una intervención
estatal que permita reactivar la economía y generar empleo a pesar de incurrir en déficit.
Keynes dejaba claro que ese déficit debía compensarse en años de bonanza con superávits para
que, en el largo plazo, compensásemos y camináramos en una senda de equilibrio fiscal.