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TRABAJO FINAL

SEMINARIO: Políticas de Desarrollo Local

TEMA: El futuro del trabajo

MAESTRANDO/A: Skrbec Jesica

FECHA 25/03/2022

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El futuro del trabajo e Ingresos Mínimos Universales

Introducción
El objetivo de esta monografía es, pensar y discutir sobre el futuro del Trabajo e Ingresos
Mínimos Universales. Si bien el titulo menciona universal, me quiero centrar en los jóvenes ya
que cabe destacar que en la actualidad son los más perjudicados en este contexto; en virtud que la
tecnología e innovación está moldeando el futuro del trabajo, suplantando capital humano y
dejando fuera del mercado de trabajo a muchos sectores y miles de personas.
Entonces, si bien la pobreza afecta a todos los rangos etarios, podemos observar que las
generaciones que recientemente pueden ingresar al mercado laboral, se encuentran en una
situación bastante compleja, donde un salario no alcanza para todas las necesidades básicas. Y
con la desmotivación que esto genera; la mayoría termina abandonando sus estudios, a falta de
tiempo y dinero.
Sumado ello, y en virtud de los avances tecnológicos y el reemplazo del ser humano por la
máquina, con menos puestos de trabajo, claramente esta situación afecta a toda la juventud, y
cada vez más, ya sin importar el “status social” en la que se encuentre el joven o hasta mismo su
familia.
La mano de obra está siendo reemplazada por la innovación tecnológica, motivo por el cual, el
trabajo que antes hacia el ser humano, hoy lo hace una maquina; esto conlleva a que el empleador
aumente su productividad y ganancias, pero la clase trabajadora cada vez sea más reducida,
siendo excluida al sector informal y/o desempleada. Sumado ello, se debe tener en cuenta las
tareas de cuidado y domesticas que seguramente realizan – en general las mujeres- y no son
remuneradas, desalentando a la inclusión e igualdad laboral.
Este escenario es verdaderamente alarmante si consideramos que sus causas no obedecen
exclusivamente a la situación extraordinaria de la pandemia mundial, sino que presenta rasgos
estructurales.

A corolario de lo expuesto, esta idea surge a raíz del informe del “Observatorio de la OIT
COVID 19 y el mundo del trabajo” en donde anuncia que a febrero de 2020 tres de cuatro
jóvenes trabajan en la informalidad y que más de un joven cada seis ha perdido su trabajo,
principalmente mujeres.
En materia educativa hay grandes preocupaciones en relación con las juventudes por la
interrupción o precariedad en las que han tenido que transitar sus procesos de aprendizaje, como
consecuencia de tener que desarrollar nuevas estrategias de supervivencia en términos personales
y familiares. Esta situación pone en riesgo una generación que queda relegada o demorada en sus
trayectos de formación y en sus futuras búsquedas laborales.

En la juventud la ausencia de redes de contacto y experiencia laboral dificulta la búsqueda de


trabajos dignos, quedando expuestos a tareas sin protección jurídica y social. Las jóvenes son

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quienes desarrollan la mayor cantidad de tareas de cuidado tanto al interior del hogar como a
fuera de él, siendo una de las actividades que más afecta el desarrollo de la autonomía personal.

Cabe destacar que los menores de 18 años están cubiertos por AUH y los mayores de 60 /65 años
por el sistema previsional. Se presenta como un reto de este tiempo acompañar en los concreto a
los/as jóvenes en la construcción de redes para el trabajo y la educación que consoliden su
autonomía progresiva y no exponerse a prácticas que puedan empeorar sus situaciones
individuales, familiares y sociales.

Los principales motivos de inactividad de la población en el ámbito laboral indican que un 33%
posee entre 18 y 24 años y cuya principal causa de inactividad es por encontrarse en informalidad
laboral, desocupado y/o estudiando.

Este escenario es verdaderamente alarmante si consideramos que sus causas no obedecen


exclusivamente a la situación extraordinaria de la pandemia mundial, sino que presenta rasgos
estructurales.

Nos encontramos a nivel nacional con 2.494.062 millones de jóvenes entre 18 y 24 en situación
de “vulnerabilidad” que han tenido que acceder al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Son
1.345.248 mujeres y 1.148.814 de hombres, siendo el 72,4 % de estos jóvenes desocupados.

Y en este contexto es donde se debe analizar una política pública orientada a estos jóvenes que
hoy se encuentran en una gran situación de vulnerabilidad, sin embargo, quiero desarrollar esta
idea desde la perspectiva de la economía popular y ya no como una cuestión que responda al
propio sistema capitalista, donde todo progreso tiene que ver con el aumento en el ingreso y en
consecuencia del consumo, para seguir incrementando las ganancias de grandes empresas de
pocas personas, y estas sigan explotando los recursos naturales.
Una política que vista desde dicho paradigma, surge en la posibilidad de facilitar y establecer
mecanismos de acceso a bienes y servicios básicos y necesarios, teniendo en cuenta los riesgos
sociales y vulnerabilidades que se pueden generar a lo largo de la vida, por no tener las
condiciones mínimas que cualquier persona debe tener para vivir.
En virtud de ello, en principio es importante diferenciar “trabajo” de “empleo”, es decir, el
empleo es aquella actividad que las personas realizan y es remunerada. En cambio, se podría
decir que todos los seres humanos realizamos un trabajo, ya que es toda actividad económica que
realiza una persona, dentro de este se encuentran, las tareas domésticas, de cuidado, sociales.

Entonces, y en virtud de lo señalado, es importante destacar que, a partir del reemplazo de mano
de obra por la maquinaria y el aumento de densidad poblacional, ya no se puede pensar en pleno
empleo. Motivo por el cual, los Estados, en su mayoría, se están focalizando en políticas públicas
que garanticen el trabajo remunerado.

Estamos ante generaciones que verá condicionado su ingreso al mundo laboral y el acceso a
sistema de seguridad social, poniendo en riesgo su futuro y el de la comunidad en que se
desenvuelve. En este marco, desde el Estado se debe fortalecer las redes de protección,

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articulando sus diferentes líneas de contención, desde educación, desarrollo social, seguridad
social y principalmente la promoción de empleo, que garantice el bienestar social.

En materia educativa hay grandes preocupaciones en relación con las juventudes por la
interrupción o precariedad en las que han tenido que transitar sus procesos de aprendizaje, como
consecuencia de tener que desarrollar nuevas estrategias de supervivencia en términos personales
y familiares. Esta situación pone en riesgo una generación que queda relegada o demorada en sus
trayectos de formación y en sus futuras búsquedas laborales.

En virtud de lo mencionado y tal como explica Torrado, un ciclo de vida que obliga a vivir
apurado para morirse joven, no sólo no coadyuva a la promoción social de los individuos, sino
que la obstaculiza, debido a la carga de responsabilidades familiares que es preciso asumir desde
edades tempranas.

“El abandono temprano de la escuela, la menor performance educativa, la incorporación más


precoz a actividades laborales de baja calificación y nula oportunidad de carrera —factores todos
potenciados por el ciclo familiar “apremiante”—, se traducen en destinos personales mucho más
arduos que en otras capas sociales. El resultado global es que, incluso sin tener en cuenta la
dotación económica que pueda proveer la familia (bajo las formas de capital, patrimonio, acceso
al crédito, etc.), los niños que se socializan en estos estratos soportan un gran handicap con
respecto a las probabilidades de ascenso social abiertas a los niños de otros contextos sociales”
(TORRADO 1995)

Entonces todo ello me hace preguntarme ¿es posible y sensato pensar que estos niveles de
desigualdad se van a abordar o solucionar apelando sólo a las políticas sociales clásicas?

En este contexto, quiero remarcar que nos encontramos con una brecha social en lo que respecta a
ingresos cada vez más amplia. Hoy el 1% más rico acumula el 45% de la riqueza del mundo. Ese
mismo 1% más rico posee el doble de riqueza que 6900 millones de personas, siendo 570
millones los niños y niñas que viven en extrema pobreza.

Es claro, a mi entender, que el sistema capitalista ha profundizado la desigualdad en nuestra


región y en el mundo, por eso mismo es necesaria construcción de la viabilidad política para la
instrumentación de políticas públicas que avancen en una redistribución equitativa de la riqueza a
nivel global. En efecto, esta situación provoca un replanteo general sobre la situación laboral a
futuro a nivel global.

Ahora bien, en mi opinión claramente el trabajo sigue siendo un factor de inclusión e igualdad,
pero se debe modificar el patrón de inequidad. “Establecer un criterio de equidad significa
identificar cuál es la dimensión fundamental respecto a la cual definir un horizonte de igualdad, y
en torno a la cual se estructuran todas las desigualdades resultantes” (Néstor Lopez - 2011)

En este sentido, por ejemplo es importante provocar una reflexión franca sobre aquellos trabajos
no remunerados, que son trabajos pero no reconocido como tal, por ejemplo, el trabajo no
remunerado de las mujeres – que la sociedad se lo ha impuesto por entender que las mujeres

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tienen un espíritu maternal sino son malas madres- este trabajo que deberíamos de realizar todas
las personas, favorece el costo en cuidados que sustenta a las familias, apoya a las economías y a
menudo suple las carencias en materia de servicios sociales. Sin embargo, pocas veces se
reconoce como “trabajo”.

En este punto también debemos concentrarnos en trabajar, entendiendo a las tareas de cuidado
como un factor esencial para promover la igualdad en el trabajo. Promoviendo la unidad del
pueblo, la solidaridad de todas las personas a fin de lograr una verdadera equidad entre los
trabajadores. La idea del ingreso, entiendo, que no es solo una redistribución del ingreso, también
es una redistribución de poder en la sociedad, que tengan participación activa y puedan actuar y
decidir.

Es por lo expuesto que entiendo que el trabajo claramente aun es un factor de inclusión e
igualdad, pero que necesita la intervención del Estado para nivelar la igualdad a través de
políticas públicas,

Respecto a ello, entiendo que necesitamos invertir en capital humano y social: alimentación,
salud, cuidado, educación, hábitat y espacios de socialización inclusiva. Todos estos elementos
tienen que ser de inversión prioritaria. Más que las transferencias de ingresos es fundamental
pensar cómo garantizamos la inversión. Para eso la inversión en capital humano es prioritario.
(Agustín Salvia, Debates en el Congreso: El futuro del trabajo, 2020)

Las transformaciones que trae consigo la propia naturaleza del cambio tecnológico inducen
volúmenes y tipos de demanda de empleo diferentes a las que caracterizaron el "modelo fordista",
dando lugar a una rápida obsolescencia de saberes específicos, a la destrucción de profesiones
tradicionales consolidadas, al afianzamiento de una demanda por trabajadores versátiles y a la
emergencia de formas contractuales de corto plazo. Contribuyen a estos resultados la nueva
organización del trabajo, abierto a la competencia internacional, y las consecuentes presiones por
aumentos de productividad que conducen al achicamiento de empresas, al encadenamiento de
firmas, así como a la tercerización de actividades y reducción de personal”

En este sentido, con un mercado que regula y que cada vez más en virtud de sus beneficios
genera mayor desigualdad, recomiendo un Estado que intente regular, a fin de no tener que
conciliar con este sistema que pone por encima de la vida humana, la riqueza individual en virtud
de la explotación laboral.

La brecha entre los sectores sociales tiene consecuencias en el tejido social y en el plano político
e institucional. Sociedades fragmentadas coadyuvan a que no se consoliden las instituciones y a
que surjan sistemas autoritarios y/o personalistas de gobierno. Además, la participación de la
sociedad civil se hace dificultosa y sobre bases frágiles debido a las desconfianzas que genera la
propia fragmentación y la división entre sectores sociales. (SELA-2011)

Es decir que la cantidad de inactivos, desocupados u ocupados de baja productividad marginados


en empleo de indigencia se constituyan en trabajadores activos de un proceso de crecimiento y

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desarrollo en donde incluso superemos la pobreza, y que la redistribución del ingreso no se haga
en situaciones de emergencias que requieren ingresos y transferencias.

Ahora bien analizando dicha política de inclusión, hay que tener en cuenta tres ejes centrales para
el desarrollo local. Uno es el eje productivo. “Si un plan no toma en cuenta lo productivo, no hay
desarrollo local posible. No sabemos para donde va la producción nacional ni hacia donde va la
economía argentina, pero sí podemos ver cuáles son las tres o cuatro actividades productivas que
hay que fomentar en el lugar. Este es un punto central para pensar en el desarrollo local”.
(Arroyo-"Los ejes centrales del desarrollo local en Argentina")

No podemos sostener un plan de desarrollo con un sistema de protección social que cree un piso
mínimo de renta, sino un piso mínimo de producción, de creación de valor, de bienes y servicios
que atiendan las necesidades de los más pobres, a través de emprendimientos productivos
asociativos, familiares, comunitarios, de pequeña y mediana escala; con involucramiento de
jóvenes y mujeres.

“Otro elemento para viabilizar la economía social y solidaria es que ésta requiere de un gran
diálogo entre los actores involucrados para diseñar un camino adecuado para la mayoría de la
población, donde gobiernos locales, en alianzas con organizaciones de productores y productoras,
determinen las necesidades concretas para impulsar las condiciones necesarias para mejorar la
producción, como tecnologías limpias, riego, acceso a mercados, según las condiciones de cada
localidad” (Dossier 2016)

Un programa de Empleo, que se pueda crear desde la soberanía de un Gobierno Local, enfocado
en la producción de su propio territorio, que respeten sus tierras y sus culturas, una producción
sustentada en la identidad territorial y valores tradicionales.

Es por eso que se deben generar políticas públicas que no solo proteja el trabajo, sino también
incentive y genere crecimiento en la producción regional.

Asimismo, y continuando con el análisis, el segundo eje es el empleo. “No hay programa de
desarrollo local que no pueda definir algunas características en torno al empleo, y acá hay
problemas, no solo de los desocupados y subocupados, sino de todos aquellos sectores que están
en la economía informal y que trabajan con reglas totalmente distintas a las de la economía
formal”( Arroyo-"Los ejes centrales del desarrollo local en Argentina")

Y el desarrollo local no puede dar cuenta sólo de la economía formal o no puede partir del
supuesto de que la informalidad va a terminar siendo formal; porque lo que demuestra el caso
argentino es que es exactamente al revés, que cada vez hay más informalidad y menos formalidad
económica.
Otro elemento clave para el desarrollo local en el marco de la emergencia es generar circuitos de
cadenas de valor y economía en cada uno de estos ejes, aun creyendo que esto no es exactamente
lo que habría que hacer, la emergencia obliga por lo menos a repensar estos ejes.

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Y el tercer elemento, es poder definir con claridad metodologías para poder diferenciar lo
estratégico de lo coyuntural. Esto es, qué cosa es estratégica.

Entonces, a nivel planificación, y la política debe ser pensada para la inclusión laboral de un
sector marginado con dificultades de acceder a un empleo formal. Dicha política debe estar
focalizada en un sector joven, al que a través de cursos de formación y acceso a un primer
empleo, tiende a buscar que su experiencia laboral le permita acceder a un empleo formal y en el
sector privado.

Esto significa básicamente pensar el desarrollo local en función de dos o tres líneas de trabajo
muy específicas: uno lo productivo, otra la del empleo y otro que tiene que ver con la
planificación y la integralidad.

Pero no solo basta con la intención de una política pública que busque la equidad por medio de
una mayor igualdad en las oportunidades del acceso, sino también pensar esa política pública
capaz de generar una integración en la sociedad, que cree condiciones que faciliten la interacción
entre desiguales en condiciones de igualdad.

El cambio estructural implica modificar y diversificar la estructura productiva de las economías


de la región, con fuertes innovaciones tecnológicas y fomento de sectores de alta productividad.
El desarrollo de capacidades de las nuevas generaciones es uno de los pilares básicos para
sustentar el camino hacia la igualdad y requiere aprovechar mejor el bono demográfico,
especialmente el potencial que representan los jóvenes. A tal efecto, hay dos grandes ámbitos
clave: la educación y el trabajo, que conforman los grandes eslabones del desarrollo y del avance
hacia la igualdad (CEPAL, 2015).

“La división familiar del trabajo es claramente diferencial según la pertenencia de clase. Es
fundamentalmente el trabajo de los niños y de los jóvenes el factor que neutraliza los efectos de
la mayor fecundidad sobre la relación de dependencia económica en las familias pobres. Sin
embargo, dado que esta mayor participación laboral de niños y adolescentes está también signada
por la marginalidad y la precariedad, su contribución al ingreso familiar no alcanza a modificar la
situación de pobreza crítica del hogar al que pertenecen”. (TORRADO 1995)

Continuando con los argumentos que demuestran la focalización del programa a los sectores más
postergados, es importante señalar que la mayoría de la población en esta situación no tiene la
posibilidad de acceder a un empleo formal como consecuencia de una problemática estructural.

La brecha entre los sectores sociales tiene consecuencias en el tejido social y en el plano político
e institucional. Sociedades fragmentadas coadyuvan a que no se consoliden las instituciones y a
que surjan sistemas autoritarios y/o personalistas de gobierno. Además, la participación de la
sociedad civil se hace dificultosa y sobre bases frágiles debido a las desconfianzas que genera la
propia fragmentación y la división entre sectores sociales. (SELA-2011)

Asimismo, cada vez será mayor la concentración de riqueza y eso generara mayor desigualdad
por lo cual y entendiendo que los seres humanos difieren entre sí, “su respectivo ingreso,

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patrimonio, utilidades, recursos, libertades, derechos, calidad de vida, etc., es decir, la pluralidad
de variables sobre las que podemos centramos (las variables focales) para evaluar la desigualdad
interpersonal, requiere que afrontemos, a un nivel muy elemental, una difícil decisión con
respecto a la perspectiva que debemos adoptar”, (Amartya Sen-1997)

Y sobre esta cuestión es menester señalar la implicancia del mercado en las decisiones políticas.
En tales circunstancias, nos encontramos ante un nuevo absolutismo de grandes poderes
económicos y financieros. La globalización de la económica en ausencia de reglas ha producido
de esta manera un crecimiento exponencial de desigualdades y se ha conseguido acreditar la idea
de que la autonomía empresarial no es un poder, en cuanto tal sujeto a la regulación jurídica, sino
una libertad, y que el mercado no solamente no tiene necesidad de reglas, sino que tiene
necesidad para producir riqueza.

En estas circunstancias, se podría decir que los mercados son la consecuencia de determinadas
relaciones de fuerzas entre distintos actores sociales y económicos y dirigidos a decidir cómo
distribuir el producto económico y el producto social. Puja que arbitra el Estado mediante sus
normas y políticas. (Said-2007)

Ahora bien, es importante tener en cuenta que a nivel mundial las tecnologías más sofisticadas
llevaran a un mundo sin trabajo. Tal como indica Rifkin la producción aumenta, pero el
desempleo también, esto es debido a que la producción con tecnología genera mayor rapidez,
aumentan la calidad y reducen el precio. Entonces sucede un aumento de productividad y
eficiencia, rescindiendo de trabajadores (Rifkin-2014)

Entonces, al aceptar esta realidad y para el caso que cada vez haya menos asalariados, Rifkin se
pregunta ¿que pasara con el consumo de aquellos bienes y servicios? ¿Quién los comprara?
Según el autor, los pro consumidores compraran y compartirán cada vez más esos bienes y
servicios con coste que llegaran a cero. Lo cual surgirán nuevas maneras de organizar el sistema
capitalista. En una sociedad de coste marginal casi cero podremos satisfacer nuestras necesidades
de manera casi gratuita.
En efecto, esta situación provoca un replanteo general sobre la situación laboral a futuro a nivel
global basado en este sistema capitalista en virtud de lo mencionado. Es por ello que me enfocare
desde la visión del paradigma del buen vivir.
Esto se traduce a un paradigma alternativo en el que se discute cualquier tipo de desarrollo. Sin
embargo, se cuestiona la idea de progreso desde la visión del capitalismo, ya que desde este
sistema el progreso se nivela desde los ingresos y mayor consumo.
En este sentido, lo que se plantea es “la necesidad de promover un desarrollo sostenible”, que
aparece vinculada a la necesidad de garantizar que las generaciones futuras tendrán la misma
oportunidad de disfrutar de la expansión de su libertad que las generaciones que le precedieron
(Sen, 2010, 248–252).
Así, las consideraciones sobre la protección de la naturaleza dentro del enfoque de DH están da
das principalmente por su importancia instrumental en asegurar la expansión de la libertad de las
personas, tanto de las generaciones actuales como de las futuras. El desarrollo está centrado

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exclusivamente en el individuo, y la protección de la naturaleza sólo se entiende en función de
éste” (El Buen Vivir como paradigma societal alternativo, Dossier 2016)
En este sentido, con un mercado que regula y que cada vez más en virtud de sus beneficios
genera mayor desigualdad, como hemos analizado es más necesario un Estado que regule en
virtud de los derechos humanos y de la naturaleza y garantice su cumplimiento y protección, a fin
de no tener que conciliar con este sistema que pone por encima de la vida humana, la riqueza
individual en virtud de la explotación laboral.
Se trata de no estigmatizar y tener en cuenta y reconocer la existencia de la diversidad social y la
necesidad de la integración social, para entender y generar empatía con aquellas situaciones
distintas a las de cada ser humano, desarrollando un sistema de protección social que cree un
puso mínimo de creación de valor de bienes y servicios que atiendan las necesidades de quienes
lo necesitan.

Bibliografía

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Buenos Aires, Editores del Puerto.
 Arroyo, Daniel (2012) “La política social y la inclusión de los jóvenes”.
 Arroyo, Daniel (2012) “La planificación del desarrollo local en el marco de la emergencia”
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institucionalidad pública” en Revista del Centro Latinoamericano de Administración para
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 Kaztman R. (coord), 1999; Activos y Estructuras de. Oportunidades. Estudio sobre las
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 Laura Eugenia Garcés (2010) “El ingreso ciudadano como parte de un sistema de
protección social” (compilador) Políticas Sociales: estrategias para construir un nuevo
horizonte de futuro, Vol. 1, Buenos Aires
 Levín S. et al (2021). Progresos y Desafíos II. Evaluación de avances de los derechos en la
provincia de Santa Fe: Alimentación, Trabajo y Medio Ambiente, Defensoría del Pueblo
de la provincia de Santa Fe. Capítulo 1: Contexto e incidencia en el avance de los
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 Levin Silvia (2020). “El Enfoque de derechos como horizonte de las políticas sociales” en
Washington Uranga et al (compilador) Políticas Sociales: estrategias para construir un
nuevo horizonte de futuro, Vol. 1, Buenos Aires
 Said Jose Luis- El usuario como sujeto del régimen jurídico de servicio público). Revista
Argentina del Régimen de la Administración Pública Numero 2007
 Dossier- El Buen Vivir como paradigma societal alternativo, 2016

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 TORRADO, S.: Vivir apurado para morirse joven (Reflexiones sobre la transferencia
intergeneracional de la pobreza) en Revista Sociedad, N° 7, Facultad de Ciencias Sociales
(UBA), Bs. As., 1995

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