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Pedro Nolasco Contreras en la noche trágica de la Villa

Loreto
(El botero salvador de la Imagen de la Virgen de Loreto santiagueña)

Pedro Nolasco Contreras, joven oriundo de Villa Loreto era de profesión


botero. Así era denominada su labor diaria por los habitantes de aquel ya
sepultado pueblo loretano, aquel legendario terruño que yace bajo las
aguas desde 1908.

Aún se recuerda el gran desempeño que tuvo aquel parroquiano en la


trágica noche durante la fatal inundación que la hizo desaparecer del mapa
a aquel legendario poblado.

En esa tremenda jornada, que vivieron los loretanos, las tareas fueron
arduas a tal punto que la gente subió a los techos de las casas y a todos los
lugares en donde buscaban salvarse pensando, tal vez, que ese fenómeno
sería pasajero pero eso no fue así. Todo terminó en la Villa ese trágico día.

La dramática noche del 18 de noviembre fue cuando comenzaron las


grandes avanzadas de agua en ese año. Ese día ingresaron solamente a la
Villa cuatro metros de agua y barro que arrastraba el furioso Miski Mayu
(Río Dulce), situación que terminó sepultando a la antigua ¨Llaqta Mawka¨
(Pago viejo).

Comenzó la inundación a las nueve de la noche según esta registrado en


viejas actas con las personas fallecidas. Los días posteriores, ya durante
diciembre, y después de jornadas calurosísimas siguieron copiosas lluvias y
vientos huracanados, tal lo testimonian diarios de la época. Pero aquellos
antiguos loretanos no se iban del lugar. Algunos se colgaron de árboles para
poder sobrevivir. Aceptar que sus vidas allí habían terminado, no situación
era fácil asumir pues la ayuda fue escasa.

Todo era silencio en la penumbra durante esa terrible noche del 18 de


noviembre, cuando se produjo la tragedia. Sólo los golpes del agua en las
construcciones se sentían cuando algunos botes transitaban confusamente
dada la envergadura del desastre climático.

Se veía los rostros aterrados y pensativos, que inmovilizaron a la mayoría


de aquellas personas. El cura párroco de la Iglesia, Juan María Retambay
llamó, al entonces jovencito Pedro Nolasco Contreras de apenas casi
catorce años para que con su bote pueda asistir junto a él a los
damnificados. El padre se encomendó en el Señor, se santiguó y salieron
para ayudar.

Pero temprano en esa tarde antes que llegue el agua que derivaron desde
la Capital, los pueblerinos en su mayoría corrieron hacia la Iglesia para
rezar. Los rumores de lo peor ya estaban instalandos el miedo en extremo.
Los habitantes con caras de preocupación fueron entrando por familias y en
grupos para orar.

Ya en el interior del templo loretano y como se sentían el ruido que


arrastra la corriente, un grupo de personas más grandes y respetables
comenzaron pedir que se salvara la ¨Mamaychis Loretomanta¨ ( Madre de
Loreto). La que estaba solita en su nicho, aún intacto ubicado sobre el viejo
y principal altar.

Retambay , junto al botero hicieron lo que los demás pedían, entonces se


acercó el español Eduardo Olivares, hombre alto, que fue quien bajó la
Virgen y se la entregó al Tatasitu( Padrecito) la imagen. Otros habrían
Intentado sacar más imágenes pero el agua entraba en la Iglesia rapidísimo.
Recibió la talla, el cura y la protegió en sus brazos. Él era consciente del
tesoro que primero debía cuidar. Y así la Virgen Patrona salió de aquel
lugar.

Pedro Nolasco guiado por el párroco y por su buen instinto, en la


penumbra, trataba de llegar primeramente a todos lados para asistir las
personas damnificadas. Además, el sacerdote invitaba a abandonar a los
sobrevivientes, todos los sitios estaban destruidos y totalmente mojados.
Pero muchos se negaban a los requerimientos insistentes del Párroco.

Llegaron así a casa de Jacobo Azar y lo encontraron llorando


desesperadamente. Aquel era un inmigrante sirio-libanés se había afincado
en aquellas tierras con su mujer. El matrimonio había llegado con el
ferrocarril. En esas tierras tenían ya diez hijos y Afife, su esposa
embarazada nuevamente, ahora estaba muerta, ahogada
lamentablemente. El cura, sin saber le preguntó por su familia.

-¿Cómo están?- Preguntó el sacerdote muy afligido al notar la


desesperación de Jacobo.

- La Afife murió. – contestó con dolor profundo y mucho llanto.

-¿Cómo?-mientras se paró en el bote para hablar con el inmigrante parado


sobre el techo de su casa.-

-¡Ayyy padre… no entiendo! ¡ No… entiendo!- dijo enloquecido y dolorido-


Comencé a subir a los niños- continuó el relato cuando se calmaba de a
ratos- hacia el techo de la vivienda mientras ella desde abajo me ayudaba,
más la fuerte correntada me hizo descender nuevamente y atarla a la cama
para que a ella no se la llevase .Pero subí el último changuito y cuando
quise levantarla ya flotaba ahogada.
Imagen de la Virgen de

Loreto en 1904-

El cura trató de calmarlo dentro de lo que permitía la tragedia. Pues


debía continuar la marcha. Pedro se acercó con dificultad hacia otra
precaria casa ya a punto de caer. Retambay trató de contener y preguntar.
Pero no entendía a esos quichuistas hablantes, y uno de ellos decía:

- Imatapaq Tatay Juancho wilkchuwanaanki mana kuyaaspa?( Mi


Padre Juancho porque me abandonas sin piedad alguna?)-entonces
el cura no comprendía lo que decía Shimu casi enajenada por la
situación. El párroco, confuso a miró a Pedro y le pidió que lo
ayudase como interprete.

-Wawasniyki waqachkanku! – (¡Los chicos están llorando!)- Le dijo el


botero.

-Ari-( Si) Respondió llorando Shimu, mientras lloraba desesperada.

En ese momento Shimu tomo a uno de sus hijos y lo subió al bote y le


dijo:

-Qam, Shalu,riy noqaqa kutisaq-(Shalu vos anda, en cuanto a mí, me


quedaré.)

El chico llorando con alaridos sentado en un costado circulaba hasta


que se calmó solo al ver y escuchar tantas penas y ayos de dolor por
doquier.

Eran tantas las historias tristes en aquella noche que por momentos se
sentaba para tomar fuerzas el Padre que rezaba mientras navegaba con
la compañía de un jóven prudente. Con templanza, Retambay le
solicitaba a la gente que dejen los lugares y se trasladen a la Estación
Loreto.

Más sólo lo escucharon, en ese momento sólo nueve familias, las que
ingresaron al promisorio poblado de Villa San Martín acompañados por
la Madre Nuestra de Loreto.

María Inés Soria de Neder

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