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Finalmente había llegado el día, después de una semana sin conciliar el sueño solo para alargar un

poco más lo que era inevitable, las paredes de la casa se sentían más frías que de costumbre y casi
podía verse en la isla de la cocina, molestando a otra persona mientras este reía, una simple
escena que había imaginado para calmar un poco su adolorido corazón, incluso los muebles que
habían sido comprados al gusto de otra persona seguían ahí, sin haber sido vistas por nadie más
que él. Cada paso hacia su oficina lo sentía frío, las ganas de huir se hicieron presentes pero no
desistió en ninguna ocasión, quedándose inmóvil frente a la puerta por varios minutos que para él
habían pasado volando, al ingresar a ese lugar la realidad lo golpeó, no dirigió la mirada a ninguna
de las personas de ese lugar, las había reconocido de inmediato, su abogado y el de su todavía
esposo. Su atención se mantenía en ambos papeles plegados en la mesa, la primera siendo las
cláusulas de un contrato y la segunda algo mucho más llamativa, la palabra divorcio abundaba en
ella, pasó sus dedos por la bella y elegante caligrafía, la firma de la contraparte. Se había demorado
en intentar leer los papeles de divorcio, pero no tuvo éxito, que su abogado lo estuviese leyendo
en voz alta sólo demostraba que ya era una realidad, su mano sostenía temblorosa la pluma,
intentando darle fin a ese matrimonio que consideraba tan feliz, que había durado menos de un
año y desbordaba sentimientos unilaterales, un matrimonio por simple conveniencia pero que
mantenía viva su esperanza de permanecer junto a su esposo un poco más.

—Señor Ming…

La voz de su abogado llamó su atención, por lo que desvió la mirada hacia este, quien tenía la
mirada casi tan triste como la suya mientras le regalaba una sonrisa reconfortante.

—¿Necesita un momento?

“Necesito toda una vida” quiso decir pero se contuvo simplemente asintiendo, ambas personas
salieron entonces dejándolo solo, el nudo en la garganta creció y sentía que se ahogaba, se relamió
los labios aguantando las lágrimas que querían escapar junto con su dolor. Por error levantó la
mirada y esta chocó con una fotografía que a sus ojos era hermosa, el protagonista siendo un joven
ojiazul con la sonrisa radiante y un traje blanco, observaba a su pareja, un hombre mucho más alto,
quien lo observaba como si fuese su tesoro más preciado y lo era. Se desmoronó al ver tan
hermosa fotografía, un momento que pensaba sería eterno, pero el tiempo se le escurrió entre las
manos y estaba terminando de esa manera. Hubiese dado lo que fuera por un momento más junto
al ojiazul, para verlo una última vez, pero ni siquiera se había presentado para ese momento, jamás
sintió que sus sentimientos fuesen tan opuestos hasta entonces. Por la felicidad del que
consideraba el amor de su vida tomó la pluma y dejó su corazón en una hoja de papel, en una tinta
negra algo temblorosa, se puso de pie para observar por última vez el cuadro del día de su boda,
carraspeó y salió del lugar, recibió la sonrisa triste de ambas personas al otro lado pero no pudo
responder a eso, les agradeció antes de salir de allí, era la última vez que pisaría esa casa, la que
había sido planeada por meses por él, echa al gusto de su ex-esposo y este no había alcanzado a
apreciar. Dejó atrás todos los sueños que planeó cumplir a su lado y todas las fotografías que
tenían juntos, dejó las sábanas limpias y los estantes ordenados, lo que sería un hogar para dos
personas pasó a ser solo una casa más del montón. Se prometió intentar olvidar al ojiazul y sus
sonrisas deslumbrantes, su amabilidad y la manera en que lo hacía sentir seguro, se prometió
olvídalo todo y dejarlo ser feliz.

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