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Después de los Jinetes

En una sociedad democrática, la existencia de grandes centros de


poder privado es un peligro para la continuidad vital del pueblo libre.
LOUIS BRANDEIS

Los Cuatro Jinetes simbolizan a Dios, el amor, el sexo y el consumo y


añaden valor a la vida de miles de millones de personas cada día. Sin
embargo, a estas empresas no les preocupa la condición de nuestra alma, no
nos cuidarán en nuestra vejez, ni nos tomarán de la mano. Son organizaciones
que han reunido un poder enorme. El poder corrompe, especialmente en una
sociedad que está infectada con lo que el Papa llama la «idolatría del dinero».
Estas empresas evaden impuestos, invaden nuestra privacidad y destruyen
empleo para aumentar sus ganancias porque… pueden hacerlo. El problema
no es solo que haya empresas que hagan todo esto, sino que los Cuatro hayan
llegado a hacerlo tan bien.
Facebook tardó menos de una década en llegar a mil millones de clientes.
Ahora es una herramienta de comunicación global, y está a un pelo de
convertirse en la agencia de publicidad más grande del mundo. Es una
empresa con 17.000 empleados valorada en 448 mil millones de dólares.[1],[2]
La riqueza fluye hacia las manos de unos pocos afortunados. Disney, una
compañía mediática cuyo éxito, medido según los estándares tradicionales, es
enorme, domina menos de la mitad de esa capitalización de mercado (181 mil
millones de dólares), pero tiene 185.000 empleados.[3],[4]
Esta hiperproductividad produce crecimiento, pero no necesariamente
prosperidad. Los gigantes de la era industrial, como General Motors e IBM,
emplearon a cientos de miles de trabajadores. El reparto del botín era más
justo que hoy. Los inversores y los ejecutivos se hacían ricos, pero no
multimillonarios, y los obreros, muchos de ellos afiliados a sindicatos, podían
comprarse casas y lanchas a motor y mandar a sus hijos a la universidad.
Esos son los Estados Unidos que millones de votantes enfadados quieren
ver de vuelta. Suelen culpar a la globalización comercial y a los inmigrantes,
pero tanto la economía de la tecnología como su fetichización son igual de
culpables. Ha arrojado una cantidad enorme de riqueza en el regazo de un
pequeño grupo de inversores y trabajadores con un talento increíble y ha
dejado atrás a gran parte de la fuerza de trabajo (creyendo, tal vez, que el
opio del pueblo será poder ver vídeo en streaming y tener un teléfono
disparatadamente potente).
Entre los Cuatro, los jinetes suman unos 418.000 empleados, la población
de Minneapolis.[5] Si combinas el valor de las acciones públicas de los Cuatro
Jinetes suman 2,3 billones de dólares.[6] Eso significa que nuestra versión 2.0
de Minneapolis contiene casi tanta riqueza como el producto interior bruto de
Francia, una nación desarrollada de 67 millones de ciudadanos.[7] Esta ciudad
acomodada seguirá prosperando, mientras el resto de Minnesota mendiga
inversiones, oportunidades y empleos.
Y este ajuste de cuentas está ocurriendo. Es la distorsión creada por la
marcha ininterrumpida de la tecnología digital, el dominio de los Cuatro y la
creencia de que la clase «innovadora» merece tener una vida
exponencialmente mejor.
Es peligroso para la sociedad, y no muestra signos de desaceleración.
Vacía la clase media, lo que da como resultado ciudades en bancarrota, el
auge de una política rabiosa por parte de quienes se sienten estafados, y la
consolidación del auge de los demagogos. No soy un experto en políticas
públicas, y no sobrecargaré este libro con recetas que no estoy cualificado
para extender. Sin embargo, las distorsiones son visibles y preocupantes.

Propósito
¿Cómo estamos usando el poder de nuestro cerebro y con qué propósito?
Piensa en los años de mediados del siglo XX. En lo referente a potencia de
computación, éramos bastante pobres. Los ordenadores eran grandes
tabuladores primitivos, en los que los transistores iban reemplazando
gradualmente los tubos de vacío. La inteligencia artificial no existía, y las
búsquedas se desarrollaban a paso de tortuga, en las bibliotecas, empleando
una cosa llamada catálogo de fichas.
A pesar de todas esas dificultades, conseguimos abordar grandes proyectos
para la humanidad. En primer lugar, la carrera por salvar el mundo y dividir
el átomo. Hitler empezó con ventaja, y si los nazis llegaban primero…, game
over. En 1939, el gobierno de Estados Unidos lanzó el Proyecto Manhattan.
En seis años, fueron movilizadas unas 130.000 personas. Eso constituye
aproximadamente un tercio de los trabajadores de Amazon.
En seis años, habíamos ganado la carrera por la bomba. Es posible que eso
no te parezca un objetivo muy digno. Pero ganar esa carrera tecnológica era
una prioridad estratégica, y nos movilizamos para hacerlo. Hicimos lo mismo
para llegar a la Luna, un esfuerzo que, en su momento de apogeo,
involucraba a 400.000 trabajadores de Estados Unidos, Canadá y Gran
Bretaña.
Cualquiera de los jinetes deja pequeño al proyecto Manhattan, y también al
Apolo, en inteligencia y capacidad tecnológica. Su poder de computación es
casi ilimitado, y ridículamente barato. Han heredado tres generaciones de
investigación en análisis estadístico, optimización e inteligencia artificial.
Cada uno de los jinetes nada en datos que emitimos como en una hemorragia
las 24 horas, 7 días a la semana, y que son analizados por algunas de las
personas más inteligentes, creativas y concienzudas de la historia.
¿Cuál es el desenlace de todo esto, la mayor concentración de capital
humano y financiero jamás reunida? ¿Cuál es su misión? ¿Curar el cáncer?
¿Acabar con la pobreza? ¿Explorar el universo? No, su objetivo es vender
otro maldito Nissan.
Los héroes e innovadores de antaño crearon, y crean aún, empleos para
cientos de miles de personas. Unilever tiene una capitalización de mercado de
156 mil millones repartida entre 171.000 hogares de clase media.[8],[9] Intel
tiene una capitalización de 165 mil millones de dólares y emplea a 107.000
personas.[10],[11] Compáralo con Facebook, que tiene una capitalización de
mercado de 448 mil millones de dólares y 17.000 empleados.[12],[13]
Tenemos la percepción de que estas grandes empresas deben de estar
creando muchos puestos de trabajo, pero en realidad tienen un pequeño
número de empleados bien remunerados, y todos los demás se pelean por los
desperdicios. Estados Unidos está en camino de ser el hogar de 3 millones de
señores y 350 millones de siervos. Insisto, nunca ha sido más fácil ser
multimillonario y tan difícil ser millonario. Puede resultar vano, o
simplemente incorrecto, combatirlas o etiquetar a estas increíbles empresas
como «malas». No lo sé. Sin embargo, estoy seguro de que entender cómo
funcionan los Cuatro nos da un buen conocimiento de nuestra era digital y
una mayor capacidad para crear seguridad económica para ti y para tu
familia. Espero que este libro te ayude a hacer ambas cosas.

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