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c. los fariseos?
4. Según los siguientes pasajes, ¿qué actitudes hacia el ayuno, le interesan a Dios?
a. Isaías 58:3-7
b. Mateo 6:16-18
2) Hebreos 9:15
6. Menciona alguna aplicación contemporánea o personal de lo que dice Jesús respecto a cambiar “odres
viejos” por nuevos en la iglesia.
b. ¿Qué observación hace Jesús respecto a la actitud de ellos? (Marcos 7:8-13), y ¿cómo ha creado
esto el verdadero conflicto descrito en este pasaje?
b. ¿Qué punto importante estableció Jesús al hacer Su declaración registrada en Marcos 2:27-28?
c. ¿Cómo se pueden aplicar todavía estos versículos a los seguidores de Jesús hoy?
2) en los fariseos
b. ¿Por qué piensas que los líderes religiosos temen tanto a Jesús que hasta traman matarlo?
10. a. Lee cuidadosamente Isaías 58:13-14. ¿Qué enseñaron, tanto Jesús como Isaías respecto a la obe-
diencia a la Ley de Dios?
Al llamar a Leví, Jesús de nuevo está entrando en contacto con una persona inmunda—en esta ocasión contaminada por una
profesión inmunda. La lección no podía ser más clara: el llamamiento de Jesús suele dirigirse a los que menos esperaríamos,
a aquellos que el mundo consideraría indignos. Y la comunión con Jesús viola todas las barreras creadas por los hombres:
profesión, sexo, raza o clase social. En el resto del relato, Jesús se encuentra con otras personas como Leví—“pecadores y
recaudadores de impuestos.” ¿Quiénes eran estas personas? La Mishná judía los identifica como jugadores, usureros,
personas que jugaban carreras con palomas como diversión, personas que comerciaban en sábado, ladrones, pastores, gente
violenta y por supuesto cobradores de impuestos. Algunos calificaban para ser considerados criminales, pero la mayoría
simplemente eran de la gente común, conocidos en su época como am-haretz, gente de la tierra. Eran demasiado ocupados,
demasiado pobres, demasiado ignorantes o demasiado irreverentes para estar a la altura de la élite religiosa. “Los maestros
de la Ley y los fariseos” se enfurecían cuando Jesús se juntaba con los “pecadores y recaudadores de impuestos” (2:16).
AYUNOS Y FESTEJOS (MARCOS 2:18-22) Esta sección nos ofrece dos imágenes que son incompatibles entre sí: ayunos y
festejos—uno arraigado en lo antiguo, el otro un presagio de lo nuevo. El episodio que introduce estas imágenes comienza
con una pregunta: “¿Cómo es que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, pero los tuyos no?” (2:18). La Ley del
judaísmo sólo exigía un ayuno, observado el Día de Expiación. Pero los fariseos normalmente ayunaban los lunes y los
jueves, aunque no fuera requisito. El ayuno, aunque no se requería por ley excepto en una instancia, había llegado a ser en
los tiempos de Jesús una expectativa tradicional para los comprometidos con la religión. Jesús respondió a este concepto
austero con una alternativa—el gozo de una boda rural, una celebración que normalmente se prolongaba por siete días.
Amigos e invitados no tenían más responsabilidad que disfrutar de los festejos. ¡Cualquier insinuación relacionada con
ayuno en ese tiempo, ni siquiera era considerada! La visualización de Marcos 2:19 dibuja un marcado contraste con el
ayuno de 2:18.
Después de usar la imagen de una boda, Jesús prosigue con dos parábolas acerca de dos imágenes domésticas: costura y
elaboración de vino. Lo primero representa el reino emergente de Dios como un parche de tela nueva cosido a una prenda
vieja. Al lavarse, el parche nuevo encogerá y romperá la tela vieja, arruinando la utilidad de ambas. Segundo, el reino de
Dios es como vino nuevo, que se expande durante la fermentación. Si se vierte en odres viejos, rígidos, inflexibles que ya no
se pueden expandir, todo quedará arruinado. ¡Qué metáforas tan claras! Jesús advierte contra el peligro de intentar conservar
lo antiguo y lo nuevo juntos, contra las lealtades mixtas, contra la mezcla de cosas incompatibles. Jesús y el evangelio que
Él proclama requieren de receptáculos nuevos en los cuales se pueda vivir.
MEDITA en las metáforas de un parche nuevo en una prenda antigua, y del vino nuevo en odres viejos. Jesús
intenta abrir la mente de Sus oyentes a la novedad de lo que Dios estaba haciendo. La tela de la prenda vieja ya no
tenía fuerza; no era correcto parcharla, sino reponerla. Ya había cumplido con su propósito. De igual manera, los
odres viejos ya habían servido a su propósito. La Ley y el sistema ceremonial, como odres muy usados, deben dar
paso a lo nuevo—el evangelio de Jesucristo. El problema era que los judíos estaban tan aferrados a lo antiguo que
reaccionaron negativamente a la energía, el gozo y la libertad del evangelio.
Podríamos fácilmente repetir el error de ellos si no vemos las cosas nuevas que Dios está haciendo en nuestro
mundo hoy. Debemos recordar que el vino es más importante que los odres. La manera en que adoramos, los
programas religiosos que establecemos, y nuestras estructuras eclesiásticas nos resultan familiares y son “nuestras.”
Debemos evaluar muy cuidadosamente si las cosas que tan celosamente defendemos contra el cambio son cosas
importantes para Jesús, o sólo algo familiar, cómodo e importante para nosotros. La realidad eterna es Jesucristo—
Él nunca cambia; siempre es nuevo. ¡De ninguna manera vayamos a aferrarnos a lo que no debemos!
EL SEÑOR DEL SÁBADO (MARCOS 2:23-28) El sábado no era ningún asunto secundario para los judíos. El cuarto
mandamiento, que se ocupa del sábado, es el más largo de todos los Diez Mandamientos y es fundamental para la religión
de Israel. Los rabinos judíos prohibían 39 actividades que profanaban el sábado. La principal entre ellas era “trabajar.”
Jesús y Sus discípulos violaron por lo menos dos de esas categorías en este pasaje. Para empezar, estaban viajando; todo lo
que fuera más de 1,999 pasos (800 metros) se consideraba viaje y estaba prohibido en sábado. Curiosamente, los fariseos
dejan sin mencionar esta infracción. Su queja es que Sus discípulos estaban arrancando espigas de grano de un sembradío.
Según Deuteronomio 23:25, estaba permitido arrancar espigas, pero posteriormente, los rabinos consideraron que esto era
cosechar, una forma de trabajo que estaba prohibida en sábado. Éste es sólo un ejemplo de muchos en los que la intención
de la ley del Antiguo Testamento quedó ahogada por las restricciones cada vez más estrechas de la interpretación farisaica.
Jesús responde apelando al ejemplo de David, quien junto con sus hombres, comieron el pan sagrado. El pan mencionado se
refiere a las 12 tortas de pan que se colocaban en el altar del templo cada sábado; este pan era exclusivamente para el
consumo de los sacerdotes, “Aarón y sus hijos” (Levítico 24:5-9). El punto importante es que Jesús responde al legalismo
de los fariseos con las Escrituras de su propio Antiguo Testamento, que ellos tanto respetan e intentan obedecer. David, por
supuesto, fue el más grande rey de Israel y, para los fariseos, una figura del Mesías. Este relato concluye con dos dichos de
Jesús: La gente no fue hecha para las reglas sobre el sábado; sino más bien, las reglas sobre el sábado fueron instituidas para
la protección y el enriquecimiento del ser humano. Jesús está recuperando la verdadera intención de la Ley, y al hacerlo
¡indudablemente Se está comparando a Sí mismo con Moisés! El segundo dicho es impresionantemente atrevido. Dios por
Sí mismo instituyó el sábado, ¡y ahora Jesús declara tener preeminencia sobre el sábado! “El Hijo del Hombre es Señor,
incluso del sábado” (Marcos 2:28). Ni el sábado ni la Ley que lo regula fueron diseñados como cargas para ser impuestas a
las personas, ¡sino como una ayuda que el Señor les da!
EL COMPLOT DEL SÁBADO (MARCOS 3:1-6) En una sinagoga, un sábado Jesús se encuentra con un hombre que tiene una
mano seca o paralizada. Para el judío celoso de la ley, está permitido sanar en sábado sólo bajo circunstancias de vida o
muerte. Esto, obviamente, no era una emergencia, así que los líderes religiosos “no le quitaban la vista de encima para ver
si sanaba al enfermo en sábado” (3:2). Plenamente consciente de esto, Jesús le dice al hombre discapacitado que se ponga
de pie frente a todos y luego pregunta a la multitud: “¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar
una vida o matar?” (3:4). Para Jesús es un caso de una cosa u otra: Donde hay necesidad de hacer el bien no puede haber
neutralidad; dejar de hacer el bien es contribuir al mal. La única respuesta de los fariseos es el silencio. “Jesús se les quedó
mirando, enojado y entristecido por la dureza de su corazón. … ‘Extiende la mano,’” ordena (3:5). Cuando el hombre
extiende su mano a Jesús, ¡descubre que ha sido sanado! Pero la bondad de Jesús es costosa; “Tan pronto como salieron los
fariseos, comenzaron a tramar con los herodianos cómo matar a Jesús” (3:6).
PERSONALIZA esta lección. Constantemente Dios nos sorprende con las personas que Él elige para liderazgo que
nosotros pasaríamos por alto o rechazaríamos; con las personas que Él sana y las que no sana; con la manera en que obra
en la vida de nuestros amigos o seres amados—totalmente diferente a lo que nosotros hubiéramos hecho. ¡Y Él está
obrando en tu vida para conformarte a la imagen de Él y prepararte para el cielo! ¡De verdad que Él es el Hombre que no
cabe en ninguna fórmula! Él es el Hombre que suple nuestras necesidades más profundas, desafía nuestra inflexibilidad,
nos llama a seguirle a Él y a relacionarnos con algunos condiscípulos que no nos imaginábamos. Él abre nuestra mente a
algunas nuevas maneras de pensar, nuestro espíritu a nuevas maneras de adorar, nuestros corazones a nuevas maneras
de amar. ¡Él es el Dios de lo inesperado! ¿Estás tú dispuesto a darle libertad para obrar en tu vida, en tu familia, en tu iglesia
y en tu mundo?