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LA REGLA DE ORO - ÉTICA CRISTIANA

LEY DEL TALIÓN & LEY DEL AMOR


Mateo 5:38-48

En esta oportunidad entraremos en un tema tal vez muy conocido, pero


realmente poco aplicado en la vida de muchos cristianos que no alcanzamos a
comprender que necesariamente tiene que existir una diferencia entre la vida de
un incrédulo y la vida nuestra, como dijo el mismo Señor Jesucristo cuando
predicó el Sermón del Monte: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere
mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt.
5:20). Estamos hablando de Ética y la Ética es la parte de la filosofía que trata de
la moral y de las obligaciones del hombre por lo que entendemos que la Regla
de Oro es lo que debe caracterizar la Ética de todo creyente.

Es una realidad que muchos de nosotros confiamos en nuestras propias


palabras y no en nuestras actitudes para demostrar que realmente somos hijos
de Dios. El Señor Jesucristo está en este momento tratando de establecer los
parámetros reales de nuestro comportamiento con respecto a la actitud frente a
aquellos que cometen acciones en contra de nosotros mismos.

Hemos de denotar que la frase “ojo por ojo y diente por diente” se
encuentra en Éxodo 21:24, y la usó Moisés dirigiéndose a los hijos de Israel, no con
el propósito de que cada israelita tomara la ley por su propia mano, sino con la
intención primordial de evitar los excesos en el área de la ira, la violencia y el
deseo de venganza.

Era para controlar el deseo natural del hombre de vengar y “ALGO MAS”
lo que le habían hecho, ya que su instinto le llevaba siempre a tomar en
venganza más de lo que le habían hecho; no era ojo por ojo, sino ojo por diente
o vida por mano, lo cual también era injusto dentro del parámetro divino. Como
ejemplo de esto son nuestros propios niños cuando se maltratan, siempre le
hacen al otro algo más grave que lo que el primero hizo al segundo y nunca
terminan de hacerse daño.

Ahora Jesús quiere dejar establecido que la intención de Moisés no fue


llevar al pueblo a que se sacaran los ojos o los dientes, como ellos interpretaban
ahora, sino tratar de evitar los excesos y corregir el terrible deseo de venganza y
de compensación que les llevaba a cometer pecados más graves. Además,
Jesús quiere establecer el verdadero parámetro cristiano frente a nuestros
amigos y frente a nuestros enemigos.

Hemos visto un principio de interpretación que nos sirve para hacer un


correcto análisis del texto por tanto, hemos de saber que el Sermón del Monte no
se predicó con la intención de mostrar una nueva clase de ley que sustituye a la
antigua ley de Moisés, sino con la intención de esclarecer el verdadero ESPÍRITU
de la LEY, frente a la distorsión que las sectas judías habían introducido en la
práctica de la misma.

I. LA LEY DEL AMOR


II. AMAR EN VEZ DE ABORRECER
III. VAYAMOS HACIA LA PERFECCIÓN

I. LA LEY DEL AMOR


(Mt. 5:38-42)

“Oísteis que fue dicho” (v. 38).

A. NO DEBEMOS SER VENGATIVOS

1. Ya hemos declarado la intención del Señor al pronunciar el


Sermón del Monte, en el sentido de dejar esclarecido el
espíritu verdadero de la ley, el cual estaba para este
entonces, como lo está también hoy, grandemente
distorsionado.

2. En el versículo 39 se inician los mandatos del Señor en el


verdadero espíritu de la Ley, cuando dice: “No resistáis al que
es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra”.

3. Hemos de notar, por lo que hemos analizado, que nuestro


Señor insiste en que busquemos el espíritu de la ley en el cual
debe estar nuestro corazón y no actuar como irracionales o
carnales, aunque esto no quiere decir que no esclarezcamos
la verdad de las cosas.
Ejemplo:
 La actitud recomendada por Jesús en la ofensa de
hermanos (Mt. 18:15-17).
 Jesús frente a los fariseos (Jn. 18:22-23).
 Pablo cuando fue preso (Hch. 22:22-29).

B. NO DEBEMOS IR A PLEITO

1. Es una realidad que estamos sujetos a las pasiones de la vida y


es real que cada uno se apega a todo aquello que nos da
trabajo conseguir, por lo que se constituye una reacción
natural pelear por aquello que es nuestro. Por esto dijo el
Señor: “y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica,
déjale también la capa” (v. 40).
2. Por otra parte, sabemos que las autoridades y los jueces de la
tierra, aunque quieran ser justos y circunspectos, no pueden
evitar ser engañados por los hombres de mala conciencia,
que inventan historias, falsifican hechos y aún llegan al punto
de comprar testigos para quitarle a uno la túnica por la fuerza
de la ley (Pleito es sinónimo de causa judicial).

3. Sigamos el consejo del sabio cuando en Eclesiastés 5:8 nos


dice: “Si opresión de pobres y perversión de derecho y de
justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque
sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre
ellos”.

C. HAGAMOS MÁS DE LO QUE SE NOS PIDE

1. El versículo 41 ahora nos dice: “Y a cualquiera que te obligue


a llevar la carga por una milla, ve con él dos”. Para
comprender esto, tenemos que irnos al contexto histórico del
pasaje en el que la autoridad que oprimía a las naciones
exigía a sus súbditos a ejercer el oficio de transportación, y era
una realidad que a nadie le gusta que abusen de su persona
y siempre reclamamos de la autoridad.

2. Muchas veces, nos quejamos de los gobiernos y de los


impuestos por ellos establecidos y nos rehusamos a cumplir
con nuestro deber a base de argumentos humanos. Pero
Jesús nos dice: aunque te moleste, haz el doble de lo que te
pidan. Por tanto: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar
de ti prestado, no se lo rehúses”.

3. Mucho peso cae en el corazón del creyente bueno que


quiere hacer la voluntad de Dios, cuando vemos este pasaje y
nos acordamos de él cuando viene a nosotros alguien que
nos pide.

4. Esto no quiere decir que mantengamos a los vagos o que


demos para vicios, etc., sino que tiene como objetivo censurar
el espíritu equivocado de quienes siempre piensan en sí
mismos, ya sea que reciban un golpe en la cara, ya sea que
les quiten la túnica, ya sea que se vean obligados a cargar
con algo o a dar de lo suyo para ayudar al necesitado.
II. AMAR EN VEZ DE ABORRECER
(Mt. 5:43-44)
“Oísteis que fue dicho” (v. 43).
A. AMAD A VUESTROS ENEMIGOS

1. Al igual que en el punto anterior, hemos de notar que los


judíos tenían una interpretación muy personal con respecto a
esta ley, la cual encontramos en Levítico 19:18 y no es con
respecto a la ley misma porque ella estaba clara, sino con
respecto al significado de la palabra prójimo. Los judíos
consideraban prójimo solo aquellos que eran sus amigos, por
lo que si la ley le mandaba a amar al prójimo, por deducción
le mandaba a odiar a sus enemigos.

2. Jesús declara en los versículos 43-44: “Oísteis que fue dicho:


Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os
dicho: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que os ultrajan y os persiguen”. Esto va dirigido a aclarar el
espíritu de la gran ley fundamental de la segunda tabla del
Decálogo la que se resume en: “Amarás a tu prójimo como a
ti mismo”.

3. Proverbios 25:21-22 nos ratifica este mandato cuando dice: “Si


el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, y si
tuviere sed, dale de beber agua; Porque ascuas amontonarás
sobre su cabeza, y Jehová te lo pagará”. Asimismo, declara el
apóstol Pablo en Romanos 12:20-21 diciendo: “Así que, si tu
enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale
de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás
sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con
el bien el mal”.

B. LA INTENCIÓN DEL MANDAMIENTO

1. Jesús nos declara 4 imperativos con respecto a nuestro


prójimo, pero específicamente hacia aquel tipo de prójimo
que nos hace daño maldiciéndonos, aborreciéndonos,
ultrajándonos y persiguiéndonos.

2. ¿Cuál es la intención de Jesús con nosotros sabiendo cuan


difícil es para nosotros cumplir con este mandato? Cada
padre sabe la capacidad de sus hijos y Dios nuestro Padre
sabe la capacidad de sus hijos a los cuales Él les ha dado la
capacidad especial para poder llevar esto a la práctica.

3. El propósito de Jesús con estos 4 imperativos


 Amad a vuestros enemigos,
 Bendecid a los que os maldicen,
 Haced bien a los que os aborrecen, y
 Orad por los que os ultrajan y os persiguen;
Es: “Que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover
sobre justos e injustos” (v. 45).

C. LA INTENCIÓN DE SU CUMPLIMIENTO

1. La intención del mandamiento está claramente establecido


en el versículo 45 - “Para que seáis hijos de vuestro Padre”.
Ahora hemos de establecer cuál es la intención del
cumplimiento de este mandamiento.

2. Vemos que no solamente es que seamos hijos de nuestro


Padre, sino también que hallemos la PERFECCIÓN que hay en
nuestro Padre.

3. Jesús declara en los versículos 46-47: “Porque si amáis a los


que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también
lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos
solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los
gentiles?”

III. VAYAMOS HACIA LA PERFECCIÓN


(Mt. 5:48)

A. SED, PUES, VOSOTROS PERFECTOS.

1. Este es un imperativo que va directamente hacia todos los


creyentes que se consideran hijos de Dios, y todo aquel que
crea que no tiene la capacidad de cumplirlo debe
convertirse al Señor de corazón.

2. Es cierto que este mandamiento no se refiere a la capacidad


de impecabilidad que tiene Dios, sino a aspirar a la perfección
en la gracia y en la santidad; perfección que equivale a la
MADUREZ propia de quien anda conforme AL ESPÍRITU y no
conforme a la carne (Ro. 8:4 y Gá. 5:16).
3. Dios requiere que sus hijos tengan compasión y sepan
perdonar aún a los que atentan contra nosotros así como Él
nos ha perdonado y ha tenido compasión para con nosotros.

B. NEGARSE A SÍ MISMO Y SEGUIR A CRISTO

1. Esto solo lo podemos conseguir si ponemos nuestra vista en el


actuar del Señor Jesucristo y no en nuestro propio YO, sino que
buscamos el nivel más elevado de perfección.

2. Aquí cabe una pregunta de lugar: ¿CUAL ES EL EJEMPLO A


SEGUIR? Sabemos los creyentes que es el ejemplo de Cristo
Jesús, el cual nos enseña que dejó su lugar de gloria para
morir por los pecadores.

3. Filipenses 2:5-11 nos declara la razón de la victoria en Cristo y


el ejemplo que todo creyente tiene que seguir para ser
perfecto HIJO DE DIOS.

C. LA PERFECCIÓN ES UN MANDATO NO UNA OPCIÓN

1. Dios ha sido claro en este pasaje y nos ha dicho: “Sed, pues,


vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos
es perfecto”. Por lo que un hijo de Dios no puede, de ninguna
manera, discutir con Dios, sino mas bien OBEDECER A DIOS.

2. Todos aquellos que decimos que somos hijos de Dios, no


tenemos excusa para no actuar conforme a este mandato, ya
que es un requisito para poder ser hijo de Dios.

3. Dios requiere del esfuerzo del creyente pero más que todo de
nuestra dependencia de Él. Él nos ha capacitado con su
Espíritu para que no tengamos excusa alguna para no cumplir
su santo mandamiento.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Cada vez que pensemos, no podemos, miremos a la cruz de CRISTO.
Recordemos lo que el mismo Señor dijo en Mateo 5:20: “Porque os digo que si
vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el
reino de los cielos”.
La Ética del Sermón del Monte
Para muchos podría parecerles interesante que, tratando el tema de la ética cristiana,
presentáramos situaciones particularmente críticas y ofreciéramos las soluciones
cristianas de distintas coyunturas a que pudiera conducirnos la vida.
Seguramente que el análisis de situaciones críticas sería muy provechoso, pero se
adaptaría más para el diálogo, ya que los problemas éticos espinosos pueden
presentar matices tan sutiles, que solamente la agilidad del intercambio de opiniones
podría permitirnos examinarlos en una situación concreta particular, que es la única
manera de resolverlos.
Es que la moral cristiana no puede reducirse a un código. A veces se ha pretendido
que el Sermón del Monte sea el código de ética de Jesús, entendiendo por código, una
recopilación sistematizada de leyes morales. Creemos que el Sermón del Monte está
estrechamente relacionado con la ética, pero no precisamente por ser un sistema
codificado, sino en cambio, por ofrecernos un concepto nuevo de lo que es vivir la
clase de vida que agrada a Dios.
Pablo dice que "Dios nos ha hecho capaces para servirle bajo un nuevo pacto, que no
se basa en leyes escritas sino en una vida recibida del Espíritu. La ley escrita condena
a muerte, pero el Espíritu da vida" (2 Co.3:6).
Y esto es lo que nos enseña el Señor en el Sermón del Monte: que la conducta del
cristiano no está referida a cumplir mandamientos, sino a una actitud interior que debe
conducirlo a realizar lo que Dios espera de él en las circunstancias de la vida.
Los fariseos estaban muy satisfechos porque pretendían cumplir con la ley, pero Jesús
dijo a los discípulos que debían lograr una justicia mayor que la de los fariseos para
entrar en el reino de los cielos (Mt.5:20). ¡Una justicia mayor que cumplir la ley! Sí, por
supuesto, porque ¿Quién puede pretender que cabalmente cumpla la ley? Pues "No
hay justo ni aún uno…por cuanto todos pecaron y están destituidos de la Gloria de
Dios".
Y la justicia mayor que podemos adquirir y por la que habremos de entrar en el reino
de Dios, es la justicia de Cristo, que nos es adjudicada cuando conscientes de nuestra
culpa venimos a él, e impulsados por el Espíritu Santo lo recibimos como Salvador y
Señor de nuestras vidas.
Recibir a Cristo es recibir la vida de Dios, es nacer de nuevo por el Espíritu y obtener
una nueva naturaleza y un poder que nos permite vivir en el espíritu del Sermón del
Monte, que es el Espíritu de Cristo. Todo lo que Jesús nos enseña en ese largo
discurso, representa la imagen viva de su actitud frente a la vida. No es una teorización
lo que por ejemplo hallamos en las Bienaventuranzas, sino la expresión de su forma de
ser y de pensar.
Todo el mensaje es un espejo de su alma, y es la elevadísima meta que nos propone a
los creyentes: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto".
1. Bienaventurados los pobres en Espíritu

Esto es, los que teniendo o no riquezas, espiritualmente viven desprendidos de ellas.
Jesús era el Creador del Universo y "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a
Dios como cosa a aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo".
Nació y vivió pobre, aunque era dueño del mundo. Las riquezas no son moralmente
malas, el dinero no es malo, pero el amor al dinero es la raíz de todos los males.
Vivamos alerta para no ser atrapados por las riquezas que esclavizan.

2. Bienaventurados los que lloran.


Jesús vivió manifestando su compasión con los que sufrían, y sufriendo con ellos. Le
dolía el dolor de los enfermos y los curaba. Le dolía ver como el diablo esclavizaba a
los hombres, y los libertaba. Lloró sobre Jerusalén y las ciudades en las que había
predicado, porque no se arrepintieron y sufrirían las consecuencias de su rebeldía.
Lloró junto a la tumba de Lázaro y se conmovió profundamente por el poder fatal del
mal que conduce a la muerte.
Así, la actitud cristiana frente a la vida debe hacernos sensibles al dolor y sufrimiento
que nos rodea. Nuestro mundo está sumido en miseria, y como discípulos de Jesús
debemos llorar con los que lloran, pues no hacerlo, no compartir, no compadecernos,
significará traicionar la ética cristiana. Será no manifestar el Espíritu de Cristo, y el que
no tiene el Espíritu de Cristo no es de él.

3. Bienaventurados los mansos.


La mansedumbre de Jesús nos conmueve. Teniendo el poder de fulminar a sus
enemigos, "como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus
trasquiladores enmudeció, y no abrió su boca". Rara virtud la de la mansedumbre en
nuestros días. Virtud que sólo podremos tener viviendo muy cerca del Señor, quien
dijo: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón".
Entristece ver la soberbia, la suficiencia, la vanidad de muchos a quienes
consideramos cristianos. Han logrado hacer alguna obra grande, pero no a mostrar
mansedumbre. ¡Señor, enséñame a ser manso y humilde de corazón!

4. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.


La injusticia es una constante en la historia de la humanidad. Entró el pecado y la
injusticia fue una inclinación incontrolable en el ser humano. El caballo negro y su
jinete en el Apocalipsis 6 son el símbolo de la injusticia y el egoísmo galopando en toda
la historia.
El hombre es el lobo del hombre y la injusticia se manifiesta en lo económico, lo
político, lo religioso, lo cultural y lo racial. Jesús fue la justicia hecha hombre y percibió
la tragedia de la injusticia. "Por la transgresión de uno vino la condenación, de la
misma manera por la justicia de uno vino la justificación de vida". Y la ética cristiana es
incompatible con cualquier forma de injusticia, a la vez que el creyente debe tener
hambre y sed de justicia.
5. Bienaventurados los misericordiosos.
Misericordia es amor, es gracia, es buena voluntad. Es estar bien dispuesto hacia los
demás. Jesús fue la expresión suprema de la misericordia. Siempre estuvo con los
pobres, los necesitados, los rechazados, los desvalidos, los perdidos. Los religiosos de
su tiempo recriminaron su conducta diciendo: éste a los pecadores recibe y con ellos
come.
Misericordia es una pauta de la ética cristiana. No hay misericordia en aquellos
religiosos que viven esgrimiendo la ley y castigando en sus predicaciones con la Biblia,
como si fuera un látigo. Terminantemente donde no hay misericordia, no está presente
el espíritu de Cristo. ¡Señor, líbrame del legalismo!

6. Bienaventurados los de limpio corazón.


La condición moral de Jesús fue la de limpieza total. En él no hubo engaño ni ninguna
clase de maldad. Limpio de corazón significa personalidad limpia, pues el corazón es el
símbolo del hombre interior. Jesús fue santo y puro y cuando lo llevaron ante un
tribunal recurrieron a testigos falsos. Dice hebreos 9:14 que "la sangre de Cristo, el
cual… se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras
muertas para que sirváis al Dios vivo".
De él recibimos un corazón limpio y la habilitación para servir a Dios con obras limpias.
La limpieza es una manifestación de la ética cristiana.

7. Bienaventurados los pacificadores.


Jesús nos puso en paz con Dios. Había un declarado estado de beligerancia entre el
hombre y Dios por la maldad y rebeldía humana. El concertó la paz, y nos dió su paz. Y
como discípulos suyos debemos amar la paz y ser pacificadores. Tratando que los
hombres encuentren a Dios en Jesucristo y ejerciendo continuamente un espíritu
pacificador en relación con nuestros hermanos y prójimo. Nunca provoquemos
discordia.

En conclusión

A esa altura apenas si hemos realizado un brevísimo resumen de las


Bienaventuranzas. Pero si estudiáramos el largo Sermón del Monte, y otras
enseñanzas de Jesús, y lo que los apóstoles nos dicen en sus cartas, descubriríamos
que la ética cristiana se expresa en la manifestación de la vida y del Espíritu de Cristo,
en todos nuestros actos.
El objetivo de Dios para el creyente, es que en él sea formada la imagen de Jesucristo.
Y esto es una obra que solamente el Espíritu Santo puede realizar, en la medida en
que demos libertad al Espíritu para obrar en nosotros.
"Cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita. Y el Señor es el Espíritu; y
donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso todos nosotros, como ya no
tenemos la cara tapada con un velo, somos como un espejo que refleja la gloria del
Señor; y así vamos llegando a ser más y más como Cristo, porque cada vez tenemos
más y más de su gloria. "Esto es lo que hace el Señor, que es el Espíritu" (2 Co.3:16-
18)
La ética de Jesús y la reinterpretación de la ley

Una de las características determinantes de la personalidad de Jesús de Nazaret


es su poder de convocatoria. Los relatos del evangelio reflejan repetidamente
cómo la gente acudía en masa cada vez que Jesús se hacía presente en alguno
de los pueblos y aldeas de Galilea. Cómo en alguna ocasión era tal la cantidad
de gente que lo rodeaba que su propia familia no pudo abrirse paso para
acercarse a él. Otras veces, cuando quiso retirarse del bullicio de la multitud, y
pidió a Pedro que lo llevase en la barca a un lugar más solitario, la multitud los
siguió por tierra desde la costa del lago para reencontrarlo cuando
desembarcase.
El origen de este poder de convocatoria, de este atractivo que la personalidad
de Jesús despertaba en la población de Galilea partía de que, cómo decían los
que le escuchaban, "enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los
escribas" (Mt 7,28), que se limitaban a repetir las lecciones y textos memorizados.
Esta originalidad personal de Jesús, al presentar su visión de Dios y de la religión,
consistía en que no proponía un catálogo de obligaciones y prohibiciones. Jesús
fue un fiel cumplidor de la ley. Así mismo fue un lector crítico de la ley. Crítico en
el sentido de que puso de manifiesto los absurdos a que se podía llegar
haciendo de la ley un lectura meramente literal, sin penetrar en el sentido
subyacente a sus enunciados. La frase de Jesús es significativa: "El sábado se ha
hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado".
El mensaje que Jesús transmitía era una proclamación de valores superiores
inspiradores de la vida del hombre en su camino hacia Dios. Las parábolas,
mediante las cuales pretendió explicar en forma popular su personal
concepción de la vida humana, no contienen obligaciones ni prohibiciones, sino
planteamientos globales sobre el sentido y la razón de ser de la vida. El tesoro
oculto con mayor valor que cualquier otra cosa, la semilla (palabra de Dios al
hombre) que se pierde o fructifica, el samaritano que interrumpe su viaje para
atender a un herido son formas globales de explicar por qué y para qué vivimos.
Esta forma de expresarse fue la que a unos los entusiasmaba y a otros les
causaba desconcierto. Desconcierto que les llevó a pensar que Jesús era un
personaje peligroso porque ponía en cuestión la doctrina dominante de los
teólogos de la época (los escribas), incluso las estructuras de la organización
religiosa del Templo de Jerusalén.
Haciendo una síntesis de los valores que Jesús personalmente apreció, y
pretendió transmitir a sus seguidores, pudiéramos subrayar tres fundamentales: la
pobreza, la verdad, la misericordia.
Jesús fue amante de la pobreza, no de la miseria. En una sociedad dominada
por poderosos terratenientes, por funcionarios del imperio o de los reyes
subordinados al imperio, por la clase sacerdotal de los saduceos, que cobraban
exacciones a las clases inferiores de campesinos y artesanos, Jesús se situó en
este último grupo. Sea su propia familia, sean las personas que incorporó a su
grupo, pertenecían a este sector social de menor renta. Fue crítico respecto del
comportamiento de la clase dominante de la época. No se puede servir a Dios y
al dinero afirmó en cierta ocasión, otra vez dijo que es más fácil que un camello
pase por el ojo de una aguja que un rico se incorpore al proyecto del Reino de
los Cielos, contrapuso la figura del rico que daba lujosos banquetes al pobre que
no tenía donde caerse muerto.
El segundo valor de Jesús fue la verdad. La obsesión de Jesús por la verdad le
llevó a distanciarse del grupo de los fariseos. Estos conservadores religiosos
habían reducido las relaciones del hombre con Dios a ritos y normativas legales
rigurosas. Les dijo claramente que lo que mancha al hombre no es comer carne
de cerdo, de vacuno o de pollo. Eso para Dios es insignificante. Lo que mancha
al hombre son las intenciones que alberga en su corazón.
Finalmente, la misericordia. El evangelio de Mateo resume en dos dimensiones la
actividad de Jesús adulto. "Recorría Galilea proclamando el evangelio y
sanando toda enfermedad, toda dolencia del pueblo" (Mt 4,23). Después de la
muerte y resurrección de Jesús, Pedro sintetizó su vida diciendo "pasó por el
mundo haciendo el bien" (Hech 10,38). Todos los milagros de Jesús que relata el
evangelio tienen una raíz de humanismo y de compasión. Enfermos desasistidos,
viudas que pierden al hijo único, leprosos excluidos de los núcleos urbanos,
mendigos al borde del camino, niños pequeños. Se negó rotundamente a
ejercer su poder taumaturgo en beneficio propio, ni para despertar la
espectacularidad tirándose desde la explanada del Templo al barranco del
arroyo Cedrón.
Este fue Jesús de Nazaret. Solamente a través de El podemos llegar a hacernos
idea de cómo es Dios. A Dios no lo ha visto nadie --nos dice el evangelio de Juan
-- solamente sabemos de Dios lo que Jesús nos ha contado (Jn 1,19).

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