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El lugar
El análisis del lugar tiende a ser sólo referenciado al análisis del contexto, cuando éste
incorpora un sin número de variables que permiten hacerse una idea clara respecto de
donde se emplazará una determinada obra de arquitectura.
Por ello, el lugar en sí mismo nos propone determinadas miradas que permiten, de alguna
manera, sensibilizar al proyectista respecto de las propias condicionantes que éste nos
presenta.
Por lo mismo, se hace necesaria la vivencia del lugar. Pero cabe la pregunta ¿Cómo se
vivencia un lugar si uno es ajeno a éste? ¿ Se puede hacer la lectura del usuario y sus
necesidades sin tener el ropaje de la cultura y la costumbre?
Es posible levantar la mirada y comprender que los lugares se han hecho sobre la base de
sus propias tradiciones, costumbre y usos. La comprensión de ellas se basa en la clara
observación y no en la mera constatación. El fenómeno del lugar y su propia lógica se
autoconstruye en la medida que el propio ideario de los habitantes se consolida y concreta.
El neófito del lugar debe ser capaz de realizar lecturas apropiadas en la medida que fija su
propio análisis en muchas variables simultáneas. Por ejemplo, la circulación se comprende
respecto de la clara observación de aquellos elementos ligados a ella, que la definen y la
consolidan. No es lo mismo analizar un paseo peatonal que una ciclovía, pues los actos que
en ellos ocurren son distintos, su generación responde a determinadas demandas
funcionales, comerciales o de interés ciudadano.
La intervención del lugar tiende, por ello, a ser vulnerable. la obra arquitectónica o urbana
pueden consolidar, mutar o transformar, a veces en forma irreversible, las condiciones del
lugar. En actos tan simples como la construcción de una nueva escala, modifica su
estructura espacial, o con la intervención en términos funcionales, modifica su propia lógica
o destino.
Cada proceso de diseño arquitectónico trae aparejada la decisión del individuo de tomar los
conocimientos que se le han entregado en los años de formación y generar, mediante un
proceso meta cognitivo, la solución al encargo entregado.
Por ello, los académicos se dividen en aquellos que entregan las soluciones y los que
obligan al alumno a descubrirlas. Los primeros mediante la consolidación del pensamiento
desde la puesta en marcha de todos aquellos conceptos ya aprendidos y la correcta
ejecución de éstas; los segundos, en cambio, aspiran a que el alumno conciba sobre la base
de la libertad de elección.
La estructura, las instalaciones, el manejo de la creacion entre otros, deberán ser resueltos
dentro del proceso final de diseño por cuanto proyectos existen como alumnos existan.
El proceso plano donde la técnica supera a la arquitectura establece todo lo contrario. El
alumno tiende a diseñar sobre la base de la técnica, siendo el proyecto de arquitectura una
resultante de aplicación de elementos predeterminados.
Surge la pregunta ¿es capaz el alumno de resolver todas las variables en un proyecto en la
medida que adquiere libertad en sus decisiones? Por cierto que sí, pues el proceso creativo
detona la necesidad de reinterpretar la técnica en favor de la espacialidad, del objeto
arquitectónico y de sus atributos.
¿Este alumno podrá insertarse en el mundo laboral? Ciertamente, y con mejores opciones
pues entenderá el cómo conjugar las variables determinantes, por él priorizadas, para
mejorar la obra de arquitectura.
El desafío es, entonces, de los académicos. Ellos son los llamados a fomentar el proceso
creativo del alumno, pero desde un punto de vista multidisciplinario.
“El arquitecto tiene que tomar una postura transgresora en la sociedad de la que es
parte, postura que ha de partir irremediablemente de una forma distinta de ver la
realidad”
Estrategias de Proyecto
Por ello, se hace necesario comprender la importancia de tomar una estrategia para enfocar
el proceso de diseño.
El concepto se hace realidad en la medida que los proyectos tengan clara definición del
objetivo final del espacio, teniendo claridad que el espacio es distinto al volumen. El
espacio tiene atributos, el volumen sólo reconoce los elementos que lo definen, haciéndolo
incluso mensurable.
Por ello, surge la constante pregunta del diseñador: ¿cómo hacer que el proyecto sea
contenido en un determinado contexto como parte integrante de él, y no como un elemento
posado que puede desplazarse sin compromiso alguno con su entorno?
En todos esos casos, los arquitectos realizan una reflexión respecto del entorno y las
variables que aportan a que su concepto espacial se logre. No es solo un tema de ubicación,
es más bien uno de cooperación recíproca entre el lugar y la obra de arquitectura.
Variables humanas
En ese sentido, deberíamos contemplar en el proceso de diseño una variable referida al uso
y adaptabilidad que el usuario impone a la arquitectura, tanto a nivel urbano como a nivel
de la obra edificada.
El habitante se adapta con el dinamismo propio de los tiempos. Esa adaptación permite que
los proyectos comiencen una metamorfosis poco esperada en quien proyecta, y muchas
veces, con soluciones espontáneas a problemas no contemplados.
Por ello, se abre una veta en el campo de la sociología donde cada grupo de habitantes, en
su propia asociación autónoma y e informal determina las conductas que no siempre son
coincidentes con lo que conocemos como “estudio de mercado”, derivado del marketing
para interpretar a grupos objetivos.
Las conductas tienden a generar puntos de traslapo entre grupos similares. Estos puntos de
traslado se hacen bastante específicos entre grupos disímiles. Por ello, la solución puede
tender a concretar respuestas para aquellos elementos que reconocemos, pero que no
incorporamos en nuestro análisis previo.
La enseñanza de la Arquitectura
Por ello, es posible que, a través de estas letras, uno pudiera referirse a la idea genérica de
lo que entiende debe transmitir a los estudiantes.
La pregunta que precede hace referencia a una permanente duda que a quien suscribe lo
asalta. ¿ Es esa nuestra obligación? ¿Es posible enseñar la Arquitectura? Diversas visiones
nos dan distintas respuestas.
A mi modo de ver, no es posible enseñar aquello que está referido a un proceso creativo
propio. No podemos acercarnos al proceso propio de la creación con reglas pre
establecidas. Por ello, se hace necesario comprender la lógica que el alumno tiene al
enfrentar el proyecto, de acuerdo a sus propios intereses.
La lógica del alumno es lo que nos debe motivar para enfrentar la comprensión de parte del
alumno de determinados objeticos pedagógicos. Su forma de entender aquellos elementos
que se hacen relevantes al momento de iniciar el diseño serán las variables que le permitan
concretar su propia obra arquitectónica.
Sin embargo, para enfrentar dicho procedimiento es labor fundamental del académico
invitar al alumno a comprender aquellos fenómenos que lo determinan en sí mismo.
Contexto, espacio y función son elementos fundamentales de este análisis conceptual.
La corrección debe partir por comprender la lógica del alumno. Concretar los objetivos no
pasa por realizar una declaración de aspectos constructivos o de secuencias espaciales con
intervalos determinando circulaciones. El proceso proyectual debe ir más allá.
No siempre son concordantes las soluciones, prueba de ello son los concursos de
arquitectura. Por ende, será exitoso aquel taller que tenga distintas respuestas como
alumnos tenga inscritos.
Podemos decir que en nuestra enseñanza predomina lo que llamaremos “juicio del
experto”, es decir, aquella opinión que tiene el académico acerca de la obra del alumno. Si
bien a veces tratamos de establecer pautas de trabajo, que buscan orientar al estudiante,
muchas veces éstas lo confunden, pues mezclan cantidad con calidad. El que más entrega
no siempre es el autor de la idea más relevante para el taller.
El alumno debe desarrollar algunas competencias que le permitan, por la vía de dominarlas,
servir a la idea como medio para concretar. Estos contenidos procedimentales definen
metodologías propias de cada disciplina que el alumno utiliza, desde su forma de enfrentar
un análisis hasta la confección de un determinado render.
Por último, debemos observar la actitud. El alumno genera en sí mismo críticas a su
proyecto, o las acepta y resuelve en su proyecto. La observación, la forma de profundizar
en diversos tópicos, e incluso la manera de relacionarse en su grupo son elementos a
observar.
Esa es la pregunta que cada académico debe responder. A través de las correciones debe
comprender al alumno, con la lógica que éste establece. Si bien la forma de estructurar el
pensamiento y la jerarquización que el alumno dá a determinados elementos es individual,
los criterios muchas veces son comunes o más bien genéricos.
No puede haber una Arquitectura pobre para los pobres, nos dice Niemeyer; menos es más,
nos dice Mies Van der Rohe.
Cada autor trasciende en el tiempo en la medida que su forma de diseñar adopta una línea
de acción. La consecuencia entre lo planteado y lo construido habla de la buena
arquitectura. La consecuencia en la comprensión de la forma de comprender al alumno
habla de buena docencia.
¿Qué voy a hacer? ¿Por qué lo voy a hacer? y ¿Cómo lo voy a hacer?
Siempre se tiende a responder - en forma equivocada, por cierto – con el nombre del
proyecto. Cuando nos cuestionamos qué vamos a hacer debemos ir a lo profundo del
discurso arquitectónico, obteniendo con ello el concepto a trabajar.
Por ejemplo, Jorn Utzon diseña “un velero” al proyectar la Ópera de Sydney. Pero,¿es
efectivamente un velero?
Su concepto responde a un nave, situada en la bahía de Sydney, que despliega las velas de
la cultura. Por ello, establece una estrategia de diseño que es congruente finalmente con el
proyecto realizado. Pero claramente el proyecto final es una ópera, con programa y
espacialidad acordes a su función. No cae en la caricatura del velero, ni en las
características propias de la nave.
Tras definir el concepto, justificaremos la decisión por medio de aquellos elementos que
nos ha arrojado el análisis del contexto y de la problemática en particular.
Cada uno de los elementos definidos – y jerarquizados por cierto -nos colaboran a reafirmar
nuestra estrategia de diseño.
El por qué encuentra sus respuestas en el contexto, en las variables programáticas y en las
necesidades espaciales declaradas del proyecto.
Tras procesar las anteriores preguntas, viene una respuesta que es tangible. El como lo voy
a hacer responde a la definición de aquellos elementos arquitectónicos que permitan
concretar el discurso.
Por ejemplo, la imagen del velero se concreta con estructuras cáscaras de hormigón
armado. Un límite se define con una acción arquitectónica, por ejemplo un muro. La
construcción del borde se hace a través de la interacción de un lado y otro, donde
arquitectónicamente quedan definidos.
Reflexión final
Veamos otro ejemplo. Si a nivel de discurso planteamos una cuña, la respuesta del cómo lo
voy a hacer queda condicionado a la forma, la materialidad y la esencia de ésta.
Los proyectos de arquitectura deben ser analizados desde una óptica global, donde se
contemple comprender el planteamiento del autor y el resultado final, a nivel formal ,
funcional y espacial.
Desde los tiempos de Vitrubio, que nos planteaba que la Arquitectura debía definirse según
los parámetros de UTILITAS, FIRMITAS Y VENUSTAS ( útil, firme y bella), hasta los
postulados de la Arquitectura moderna donde Estructura, Forma y Función eran los
aspectos relevantes, debemos hacernos cargo de otra manera de enfrentar el proyecto
arquitectónico.
Al analizar la variable funcional, se debe concurrir al análisis de la función para que el acto
a desarrollar se logre adecuadamente. Por ejemplo, un hotel donde las habitaciones están
mal resueltas, simplemente no funciona.
Como metodología, corresponde analizar referentes que nos orienten, definiendo las
respectivas equivalencias. Las escalas del proyecto determinan la referencia que se estudia.
La tercera variable está referida a la espacialidad. Para cada acto -que esté resuelto
planimétricamente- será necesaria una espacialidad determinada.
Para definir el espacio, se debe considerar las jerarquías que el proyecto debe tener. Por
ejemplo, la nave central de una Catedral propone un espacio para la espiritualidad. Las
características del espacio deben propender a que el acto resulte en términos funcionales,
pero a la vez espirituales.