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Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Quién es ese enemigo a quien se le debe tanto odio? O,
si gusta más, ¿Contra quién es ese odio que mueve a los movimientos revolucionarios
que intentan establecer un gobierno socialista en los territorios donde luchan?
Algunos adeptos a éstas ideas responderán con ambigüedades como que la lucha es
contra los burgueses capitalistas anti-revolucionarios opresores que someten,
marginan y explotan a la clase pobre, no solo de la nación, sino del mundo entero; pero
eso es solo un discurso fácil de vender a personas frívolas y seguidores de masas, sin
capacidad crítica, superfluas en términos de Hanna Arendt, que demandan ideologías
inescrupulosas y corrosivas para intentar ocultar sus fracasos y supino resentimiento,
justificando su voraz violencia persiguiendo una utopía.
Lo cierto es que el enemigo de los socialistas, foco de su odio, es el mismo ser humano
en su pura esencia, de naturaleza libre; persiguiendo la libertad –sabrá Dios la magnitud
de la aberración de concepto que habita en sus pensamientos sobre el término– los
socialistas se encaminan a cambiar el mundo desde la mirilla de un fusil, arremetiendo
contra todo aquel que no se adapte o enmarque en su visión de “hombre nuevo” que
supuestamente necesita la sociedad.
En todo tiempo y lugar, la violencia y el crimen movidos por el odio han sido la
característica esencial que sostiene e identifica las acciones coactivas de un grupo
hombres que someten a otros para conseguir sus fines, modificando la conducta de los
sometidos y haciéndolos volver a sus más atávicos deseos a través de la limitación de la
acción libre y voluntaria, para que actúen de formas que en otras circunstancias no
actuarían.
Sin embargo, muchos siguen observando y glorificando al Socialismo por los fines que
persigue, por los presuntos valores que profesan sus seguidores, y no por los diáfanos e
insignes resultados negativos que, a su vez, son consecuencia ineludible de los
inmorales valores que fundamentan sus creencias; mientras que, en contraste, le
adjudican al mercado la tristeza y el sufrimiento, sin tener en cuenta que es gracias a la
libre asociación y clara definición de la propiedad privada que la civilización ha
avanzado, pese a las grandes o pequeñas limitaciones impuestas por el Estado a lo largo
de la historia humana.
Como seres racionales, debemos juzgar los motivos y las acciones, no solo una cara de
la moneda. El hombre más grande de todos los tiempos dijo alguna vez que a un árbol
se le juzga por sus frutos (Lucas 6:43); si los frutos son malos, entonces el árbol no
puede ser bueno y, por consiguiente, hay que arrancarlo de raíz. Ahora, si los valores
expuestos por los mismos socialistas convergen en “odio” y sus frutos han sido, son y
serán amargos, ¿qué estamos esperando para arrancar este árbol ideológico? Es
inadmisible que en pleno siglo XXI, después de muchos años de historia socialista,
todavía lo sigamos consumiendo como sociedad.
Pero, ¿por qué digo que la naturaleza humana es ser libre? ¿Qué fundamento sostiene la
premisa? Estas son preguntas interesantes cuya respuesta escapa del fin de este artículo
serán respondidas en futuros textos. Por ahora, ten presente que el odio es la doctrina
del Socialismo y el factor de lucha de todos los socialistas, en escala de colores, es solo
negro, sin grises; a pesar de la fachada solidaria, el Socialismo mueve a sus adeptos a
convertirse en predicadores del mal en cualquier contexto, porque siempre habrá alguien
a quien odiar.
Roymer A. Rivas B.
Coordinador Local de Estudiantes por la Libertad Venezuela