Está en la página 1de 3

8.3.

La dictadura de Primo de Rivera y el final del Reinado de Alfonso XIII


Introducción: Causas y apoyos.

El 13 de septiembre de 1923 el capitán general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de estado
contra la legalidad constitucional, declaró el estado de guerra y mandó ocupar los servicios
telefónicos de Barcelona desde donde leyó un manifiesto ante los periodistas en el que exigía que el
poder pasase a manos de los militares. Dos días después, Alfonso XIII, que estaba de vacaciones en
San Sebastián, regresó a Madrid y, desoyendo la opinión de su gobierno que le propuso destituir a
los sublevados, mandó formar gobierno a Primo de Rivera. Se ponía fin, de este modo, a casi medio
siglo de poder civil.

Las causas del golpe de Estado están en su justificación, querer desbloquear el régimen
constitucional totalmente desprestigiado ante la existencia de un grave peligro de revolución social.
El dictador en su manifiesto inaugural anuncia su voluntad de limpiar el país de caciques, acabar
con el bandidaje político, la indisciplina social y las amenazas a la unidad nacional. Algunos
historiadores han apuntado recientemente que posiblemente lo que pretendía el General era evitar
que el régimen político acabara democratizándose. La dictadura fue la solución autoritaria a una
situación que se había vuelto insostenible por el desprestigio absoluto del sistema de la
Restauración. El sistema había demostrado su incapacidad para renovarse desde dentro y la
inestabilidad social no hacía más que crecer desde la crisis de 1917. Las elecciones seguían siendo
corruptas, los gobiernos eran inestables e ineficaces, y buena parte de la sociedad temía un estallido
revolucionario. Los partidos de izquierda seguían sin verse integrados en el sistema.
A todo ello había que sumar el fracaso de la política militar en Marruecos, agudizado sobre todo
desde el desastre de Annual (1921). Los militares despreciaban a los políticos civiles, a los que
hacían responsables de no haberles dado medios para acabar con la resistencia rifeña.
El golpe contó con apoyos importantes: Desde luego con el de Alfonso XIII, que veía amenazada la
propia monarquía (aunque lo excuso como forma para evitar el derramamiento de sangre; también
con la mayoría del ejército, partidario de restablecer el orden; y con el del empresariado, que
aspiraba a acabar con la violencia anarquista.
Inicialmente pretendía establecer un directorio militar, con carácter de interinidad, pero poco a poco
fue sustituido por la implantación de una dictadura Directorio Civil.

El Directorio Militar (1923 – 1925)


El régimen dictatorial de Primo de Rivera disolvió las Cortes y suspendió la Constitución –no la
derogó-, tratándose de convertir en una solución transitoria al desmoronamiento de la Restauración.
Sus objetivos venían definidos por el lema “menos política y más administración”, su actuación
gubernamental fue el resultado más de la improvisación que de la puesta en práctica de un
verdadero programa político, como se ejemplifica en la potestad de gobernar a base de decretos.
En un primer momento no contó con ninguna fuerza política, sino que formó un Directorio Militar
integrado por ocho generales y un almirante. La dictadura logró consolidarse actuando con firmeza
en los momentos iniciales y beneficiada por una coyuntura económica favorable:

• Restableció el orden público: Tras varios años de violencia extrema, Primo de Rivera
implantó el estado de guerra durante dos años; persiguió a los anarquistas, cuyos locales y
órganos de prensa fueron clausurados, la CNT quedó así desarticulada. La mayoría de la
opinión pública aplaudió la firmeza del dictador, pero la política represiva provocó una
fuerte merma de las libertades públicas, volvió la censura de prensa, se prohibieron
asociaciones, etc.Para eliminar el caciquismo creó un Estatuto Municipal y otro Provincial,
disolvió los Ayuntamientos, siendo sustituidos por Juntas de Vocales Asociados ( integradas
por los principales contribuyentes)
• Actuó contra el catalanismo: Suspendió la Mancomunidad de Cataluña, al considerar que la
unidad de España estaba amenazada. Prohibió el uso público del catalán. Todo ello creó un
gran descontento en Cataluña.
• Acabó con el problema de Marruecos: El mayor éxito del dictador fue acabar con la guerra
de Marruecos. Primo de Rivera se había pronunciado en contra de continuar ocupando un
territorio que a España sólo le aportaba problemas, pero logró beneficiarse de un grave error
táctico del líder rifeño Abd-el-Krim. En 1925, los rifeños convencidos de su triunfo militar
atacaron también a los franceses. Esto propició una contundente actuación militar conjunta
hispano-francesa en Alhucemas. La consecuencia inmediata fue la rendición de Abd-el-
Krim, que despejó el camino para la finalización de la guerra dos años después (1927).

El Directorio Civil (1925 – 1930)


Una vez resueltos los dos grandes problemas (violencia social y guerra de Marruecos) que podían
justificar la excepcionalidad de la dictadura ante la opinión pública, Primo de Rivera buscó
perpetuarse en el poder y no retornar a la normalidad constitucional. Sustituyó el directorio militar
por un nuevo directorio civil, al que se incorporaron algunos políticos civiles.
Primo de Rivera, para tratar de institucionalizar el régimen, creó un partido político, la “Unión
Patriótica”, de clara orientación antiliberal. Además, en sustitución de las Cortes, estableció una
Asamblea Nacional Consultiva, basada en el sistema de representación corporativa, es decir, que
sus miembros no representaban a los ciudadanos, sino a determinados sectores de la sociedad. No
obstante, la nueva asamblea nunca llegó a tener influencia ni llevó a cabo la misión de redactar una
nueva Constitución. El proceso de institucionalización quedó, por tanto, inconcluso.

La política social buscó lograr la “paz social”. La principal iniciativa fue la creación en 1926 del
Consejo de Trabajo (Organización Corporativa Nacional), cuya misión fundamental era formar
“comités paritarios” de patronos y trabajadores encargados de solucionar las disputas laborales. Los
principales dirigentes socialistas, que tras la muerte de Pablo Iglesias eran Largo Caballero y Julián
Besteiro, formaron parte de ese Consejo y no tuvieron, pues, reparos en colaborar con la dictadura.
Creían que la revolución socialista todavía no era posible y que era necesario reforzar la
organización de los trabajadores para lo que esos comités podían servir. Esa actitud colaboracionista
provocó la división en el seno del PSOE y de la UGT. Por supuesto los anarquistas y los comunistas
no participaron, pero su protagonismo durante la dictadura fue escaso.

La política económica de la dictadura estuvo encaminada a promover la producción nacional


mediante la intervención directa del Estado, es decir, que fue proteccionista e intervencionista.
Surgieron, de ese modo, importantes monopolios estatales como CAMPSA o Tabacalera. El Estado
invirtió notablemente en obras públicas (carreteras, centrales hidroeléctricas, industria pesada). Esta
política a corto plazo fue exitosa: Redujo el paro y mejoró la paz social. Sin embargo, el excesivo
intervencionismo también tuvo aspectos negativos posteriores: Limitó la iniciativa privada;
aumentó el déficit público; España mantuvo un importante déficit en su balanza comercial.

La oposición a la Dictadura estuvo integrada por los líderes de los viejos partidos de turno,
republicanos, comunistas, anarquistas, algún sector del ejército y casi todos los intelectuales. Así
ciertos líderes de los partidos dinásticos participaron en ciertas conspiraciones militares, los
republicanos se reorganizaron en la Alianza Republicana, que llevaron campañas propagandísticas
en el exterior, intelectuales de la talla de Unamuno, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez... suscribieron
un manifiesto con más de 100 firmas en contra de su política cultural. El mundo universitario
también se opuso y se materializó en la revuelta estudiantil, apoyada por la FUE (Federación
universitaria española). La CNT contraria al régimen no pudo limar sus enfrentamientos internos
entre los tradicionales y los violentos, éstos últimos crearon la FAI (Federación Anarquista Ibérica).
El catalanismo era contrario ante la política anticatalanista y el centralismo de la dictadura.

La dictadura era cada vez más impopular, incluso para los que inicialmente le apoyaron. Alfonso
XIII, para que no le salpicara el descrédito de la dictadura y perdiera popularidad optó por retirar la
confianza a Miguel Primo de Rivera; quien consciente de su aislamiento político el 27 de enero de
1930 presenta su dimisión.

El final del Reinado de Alfonso XIII.


Alfonso XIII aceptó de inmediato la dimisión del dictador y decidió restablecer viejo sistema
parlamentario. Pero la caída de la Dictadura terminó por arrastrar a la propia monarquía. Quince
meses después, el triunfo republicano en unas elecciones municipales condujo a la proclamación de
la II República.

Alfonso XIII encomendó al general Berenguer, retornar gradualmente a la normalidad


constitucional. Algunos intelectuales, como Ortega y Gasset manifestaron su convencimiento de
que los españoles no aceptarían una vuelta a la normalidad como si no hubiese habido dictadura
(“error Berenguer”). El gobierno no tenía credibilidad, lo mismo que la monarquía, que era vista
como más caduca por parte de la opinión pública.

Los republicanos se organizaron tratándose de ofrecer como una renovación posible (“Pacto de San
Sebastián” (Agosto 1930) firmado también por catalanistas de izquierdas y el PSOE) Pacto que se
evidenció en un alzamiento contra el régimen (Insurrección o Revolución de Jaca) que pese al
fracaso (los militares insurrectos fueron fusilados) demostraba el avance del republicanismo.
Berenguer trató de celebrar unas elecciones a Cortes, pero se encontró con que la mayoría de
partidos se negaron a participar. Incluso los monárquicos exigieron que las elecciones fueran a
Cortes Constituyentes.

En febrero de 1931, Berenguer dimitió. Alfonso XIII encargó entonces formar gobierno al almirante
Juan Bautista Aznar, que decidió aplazar las elecciones generales y convocar elecciones
municipales, para elegir nuevos ayuntamientos que garantizasen la limpieza de unas elecciones
constituyentes posteriores. La victoria de la Conjunción Republicano-Socialista (41 de las 50
capitales de provincia) provocó la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931.

También podría gustarte