Está en la página 1de 11

GRANf)ES

BróónarlaS
II,LTS'I'RAt)AS

César
Julio
El hombre

Javier C¿rlrrero Piquerc-r


XXII

lA DICfADURA DE CÉSAR Y SU OBRA POúnCA

uando todavía estaba en Hispania, en el mes de junio, fue a reu-


C nirse con su sobrino nieto Octavio. Junto a él emprendió el ca-
mino de regreso hacia Italia a finales de agosto. Antes de regresar a
Roma pasó primero por Narbona. Como cuando llegó a las proximi-
dades de la capital todavía no se habían completado los preparativos
para celebrar el triunfo sobre los hijos de Pompeyo, se retiró unos
días a Lavicana, una finca que poseía cerca de Tusculum; allí, según
Suetonio, redactó un nuevo testamento, fechado el 13 de septiembre,
que fue el que las vírgenes vestales custodiaron hasta su muerte y que
tras ella fue abierto en casa de M. Antonio a petición de Lucio Pisón.
En él, careciendo de hijos, nombraba herederos a los nietos de sus
hermanas. Tres cuartas partes irían a parar a C. Octavio, y la cuarta
parte restante se la debían repartir Lucio Pinario y Quinto Pedio. En
el mismo testamento tomába la decisión de adoptar a C. Octavio, que
a partir de ese momento recibiría su nombre.
A principios de octubre ya todo estaba preparado y César pudo pe-
netrar en la ciudad y celebrar un nuevo triunfo. Esta vez no tan gran-
dioso como el anterior ni tampoco tan alegre, al menos esto se deduce
de los escritos de Dión Casio: ·En efecto, celebró el triunfo a pesar de
que no había vencido a un ejército extranjero, y que había hecho mo-
rir a tantos ciudadanos, y ofreció de nuevo un solemne banquete a todo
el pueblo, como si todos hubieran sido tocados por la fortuna. Y no so-
lamente celebró él el triunfo, sino que permitió que también lo hicie-
ran Fabio y Quinto, a pesar de que habían sido sus lugartenientes y no
habían logrado ningún éxito especial. Fue criticado por esto y también
porque en el triunfo habían desfilado ciertas representaciones de ma-
dera y no de marfil, representando determinados hechos, y otros obje-
tos del género. Fueron por tanto celebrados por aquellos sucesos tres
espléndidos triunfos con tres desfiles de ciudadanos; por otra parte, se
llevaron a cabo ceremonias de agradecimiento a los dioses durante cin-
cuenta dias.•
250 Julio César

La labor reformadora de César

No es nuestro propósito tratar en profundidad todas las reformas


emprendidas por César, sino tan sólo hacer un breve apunte de ellas.
Ya hemos ido viendo cómo desde el año en que comenzó la guerra
civil apenas había permanecido en Roma. A pesar de ello había sido
capaz de dar comienzo una amplia labor reformadora de la consti~
tución, tan profunda en la mayor parte de los casos que la República
ya no sería capaz del volver a recuperarse. A todo ello hay que aña~
dir la experiencia acumulada durante los años anteriores a la guerra
civil, durante los cuales César recorrió prácticamente todas las pro~
vincias, lo que le permitió crear un programa político y de gobierno
que es el que poco a poco fue poniendo en práctica.

La asunción de poderes y la relación con las magistraturas

La situación a la que se vio avocada Roma, tras el estallido de la gue-


rra civil y la acumulación de poderes extraordinarios por parte de
César, fue la causa de que sus relaciones con las magistraturas fueran
del todo irregulares y no como habrían sido en condiciones de mayor
normalidad. A ello hay que añadir los ocho años que César tuvo el ím-
perium maíus, que le capacitó para realizar las numerosas campañas de
la Galia, las incursiones en Germanía y las dos expediciones a Britania.
César asumió en tiempo y forma las primeras, pero a partir del 49
a.C. todo va a cambiar. Ese mismo año fue nombrado dictador por pri-
mera vez en virtud de una ley propuesta por M. Emilio Lépido. En di-
ciembre de ese año, cuando César regresó a Roma, asumió la magis-
tratura extraordinaria, pero no nombró magíster equitum como era
preceptivo, e inmediatamente convocó los comicios para la elección de
nuevos magistrados. Él mismo salió elegido cónsul por segunda vez.
A finales del año 48 a.C., esta vez a propuesta de una ley de P. Ser-
vilio Isáurico, fue nombrado de nuevo dictador. En esta ocasión sí
que se procedió al nombramiento de un magíster equítum, Marco
Antonio; las fuentes no son unánimes al respecto de esta segunda
dictadura y parece ser que el nombramiento era por un año; proba-
blemente en ella ya se le concedían poderes que iban más allá de
los de la dictadura tradicional, como por ejemplo el de declarar la
guerra o concertar la paz sin consultar ni al Senado ni al pueblo. De
esta época data la reforma en algunas magistraturas, como la eleva~
ción hasta diez primero y luego a dieciséis el número de pretores y
La dictadura de César y su obra politica 251

el aumento de un miembro en los colegios de pontífices, augures y


quindecenviros.
El nombramiento del48 a.C. se mantuvo también en el47 a.C., al
igual que el de Marco Antonio como magíster equitum.
En al año 46 a.C. fue nuevamente elegido cónsul, por tercera vez, y
continuó ejerciendo la dictadura. A ello se añadieron una considerable
cantidad de honores concedidos por el Senado después de su victoria en
Thapsos, entre los que estaba el nombramiento como dictador por diez
años y la vigilancia de la moral por tres, nombramientos que eran de re-
novación anual. En este año renueva el sistema de mando en las magis-
traturas provinciales: las provincias consulares en adelante serán gober-
nadas por un procónsul, por un periodo máximo de dos años; y las
provincias pretorias, por un propretor durante un solo año. En ambos
casos el mando era improrrogable. Probablemente también se aumentó
el número de pretores a 14, el de cuestores a 40 y el de ediles plebeyos
a cuatro. También cayó en desuso el sorteo para la atribución de las pro-
vincias, no sabemos si por comodidad o por prescripción; sin embargo,
sí sabemos que el encargado de asignarlas era el propio César.
Al año siguiente, el45 a.C., César fue elegido cónsul en solitario.
A la vez ejerció la dictadura en la que tuvo como colega a M. Emilio
Lépido. A este respecto las reformas más importantes tuvieron lugar
a finales del 45 a.C. e inicios del 44 a.C.
En octubre César abdicó del consulado y acto seguido fue nombrado
de nuevo cónsul, pero esta vez por diez años. Se le otorgó el poder de
nombrar magistrados al margen de los comicios, incluidos los magistra-
dos plebeyos. Él rechazó este nombramiento, pero no el de disponer li-
bremente del erario público. Tras ello, se eligieron cónsules sufectos para
cubrir el vacío de poder. Finalmente, entre enero y febrero del44 a.C.,
además de cónsul, junto con su antiguo magíster equitum Marco Anto-
nio, caído en desgracia durante algunos años, fue nombrado dictador
perpetuo. La /ex Antonia de ese mismo año de nuevo le concedía a Cé-
sar poderes extraordinarios en el nombramiento de las magistraturas,
permitiéndole nombrar la mitad de ellas, excluidos los cónsules. Tam-
bién se le concedió la censura vitalicia, aunque ésta no bajo la forma de
magistratura. Se dio poder vinculante a sus edictos y se obligó a los ma-
gistrados que juraran no oponerse a los procedimientos de César.

Relaciones con el Senado

Es conocido, y lo hemos visto a lo largo de las páginas anteriores,


que las relaciones de C~sar con el Senado republicano nunca fueron
252 Julio César

buenas, y no lo fueron hasta que él personalmente logró reformar su


composición, introduciendo en él miembros que le eran muy afines,
generalmente de extracción popular o pertenecientes a las llamadas
clases inferiores: centuriones, soldados, escribas, hijos de libertos e in-
cluso ciudadanos de nuevo cuño, que apenas conocían el latín y me-
nos aún el funcionamiento de las instituciones republicanas. Para ello
aprovechó la huida de una gran parte de sus miembros en el momento
del estallido de la guerra civil en el49 a.C., muchos de los cuales lo hi-
cieron en compañía de Pompeyo. Algunos de ellos regresaron, pero la
mayoría no.
El año 46 a.C., él fue elegido prínceps senatus de por vida y en el
44 a.C. el número de senadores fue elevado hasta 900; con ello y lamo-
dificación en la extracción de los miembros que le componían, César
logró hacer del Senado un órgano dócil a sus deseos. Ésta es la visión
tradicional de las fuentes anticesarianas. Sin embargo, explicar las mo-
dificaciones introducidas en el Senado por César puede no resultar tan
simple. Los centuriones, que mencionan las fuentes como elemento de
degradación de la extracción social del Senado, no siempre eran tan
humildes como pretenden hacer creer. César no introdujo ni tantos hu-
mildes ni tantos extranjeros. La inmensa mayoría de los que ingresa-
ron procedían de las poblaciones de Italia, donde los populares tenían
gran cantidad de seguidores desde la época en que Mario y Sila estu-
vieron enfrentados. Aunque lo que es innegable es que César trató de
crear un Senado que no fuera nunca hostil a sus deseos y que se amol-
dara con facilidad a sus decisiones.
César pretendía que el Senado se convirtiera en una mera asamblea
consultiva del jefe del Estado y para ello recortó muchas de sus atribu-
ciones, como las que tenía en materia de asignación a los promagistra-
dos su futura misión, pero sobre todo le privó de sus atribuciones fi-
nancieras, que con el paso del tiempo, y de forma irregular, había ido
recibiendo. Ello quedó patente cuando por un plebiscito se autorizó a
César, en el año 49 a.C., a hacer uso del tesoro público guardado en el
templo de Saturno y después, cuando en el46 a.C. dos de los pretores,
nombrados por él directamente y no por los comicios, se hicieron cargo
de la gestión del erario, y cuando en el45 a.C. él personalmente se hizo
cargo por medio de sus libertos. Con todo esto el Senado perdía tam-
bién el derecho a nombrar los tresvirí monetales que eran los encarga-
dos de vigilar la emisión de moneda, que en adelante comenzaron a ser
nombrados directamente por César y su número paso de tres a cuatro,
desapareciendo de las monedas a partir de ese momento la leyenda ex
S. C. que llevaban todas ellas para indicar la aprobación del Senado en
su emisión.
La dictadura de César y su obra politica 253

La reforma monetaria y la política de creación de colonias


y asentamientos de veteranos

En materia económica una de las principales aportaciones de César


fue la reforma monetaria, imprescindible en una Roma acuciada por los
problemas económicos, que tenían su origen fundamental en el creci-
miento del endeudamiento de los ciudadanos y la costumbre de aca-
parar moneda, lo que hacía que ésta escaseara cada vez más y se fuera
devaluando constantemente.
Para solucionar el endémico problema de las deudas, César tomó
sucesivas medidas, de las que ya hemos hablado, perdonando parcial
o totalmente unas y atrasando los intereses de otras. Por lo que se re-
fiere a la falta de numerario, intentó limitar el acaparamiento que se
estaba produciendo e hizo grandes emisiones de moneda gracias al
cuantioso metal precioso que le proporcionaron sus campañas mili-
tares. Así, a partir de año 46 a.C., comenzó a emitir moneda de oro y
de plata con una relación y peso fijos; las piezas de oro de 8,21 g; los
denarios de plata de 3,88 g, y los sestercios 0,97 g. En adelante una
pieza de oro equivaldrá a 25 denarios y a 100 sestercios, lo que da una
relación entre los metales de 1:12. Fue una reforma monetaria que
tuvo un éxito extraordinario y pronto se difundió por todo el Medite-
rráneo, siendo incluso adoptada por los monarcas orientales del mar
Negro.
También en estrecha relación con los problemas económicos y so-
ciales de la época de César, está su política de creación de nuevas colo-
nias para asentar tanto a veteranos como a civiles, que dieran una salida
digna a los hombres que se licenciaban de las legiones y descargaran de
alguna manera la ya superpoblada Roma. Se trataba de buscar una so-
lución al problema de los desocupados que, de este modo, pudieran
mantenerse con su propio trabajo, en lugar de tener que ser subsidiados
por el Estado por medio de las reparticiones gratuitas de trigo, abun-
dantes y generosas durante los años de gobierno de César, aunque a pe-
sar de ello fue capaz de ponerles limitaciones, creando listas de reparto
de las que eran excluidos muchos que realmente no lo necesitaban y
que a pesar de ello se habían beneficiado de las donaciones hasta ese
momento. Desde el año 70 a.C., la cifra de los que solicitaban la muni-
ficencia del Estado habían pasado de 70.000 a 320.000. César, empleando
los criterios mencionados anteriormente, la redujo a 150.000, aquellos
que verdaderamente no podían ganarse la vida por sus propios medios.
Al resto había que encontrarles un trabajo, ya fuera como asalariados en
la vida civil, bien ingresando en el ejército o bien convirtiéndoles en pe-
queños campesinos. Es en este último punto donde aparece la necesi-
254 Julio César

dad de tierras públicas sobre las que fundar nuevas colonias, procediendo
a un conveniente reparto de su territorio. Campania con unas 20.000 fa-
milias; Cartago, Corinto, que habían permanecido deshabitadas desde
que fueran destruidas a mediados del siglo II a.C. y que no era la pri-
mera vez que se intentaba crear una colonia en ellas. Se proyectó ha-
cerlo ya en época de los Graco y posteriormente la idea fue retomada
en varias ocasiones; Hispania, donde algunas ciudades vieron elevado
su estatus al de colonia, corno Ulia en el valle del Betis, y Cartago Nova,
Tarraco y Celsa en la Citerior, e Hispalis, Urso, Itucci y Ucubi en la Ulte-
rior. En el África Vetus, aparte de Cartago y de La Malga, también se es-
tablecieron colonias a lo largo de la costa en Carubis, Clupea, Carpis e
Hippo Dirrhytus, y tal vez también en Thysdrus y Neápolis. Más occi-
dentales serían Cirta y probablemente Rusicade Chullu y Milev. También
la Galia, origen del imperio militar de César, recibió un cierto número de
colonias, como Arelate y Forum Iulii. El estatus de estas colonias y su ca-
rácter y funcionamiento, lo conocemos fundamentalmente gracias a las
llamadas Leyes de Urso, procedentes de la colonia hispana, formadas,
probablemente, por nueve tablas de bronce, la mayoría de las cuales por
desgracia se han perdido.
No todos los excedentes de mano de obra encontraron acomodo
en la colonización. Un importante porcentaje de ella buscó otras sa-
lidas, y a este respecto jugó un papel destacadísimo la intensa labor
edilicia de César, que requería una mano de obra considerablemente
numerosa para poder llevarse a cabo. Estas obras públicas dieron
comienzo a partir de año 54 a.C., con la construcción de los Saepta
Julia, para la celebración de los comicios, al tiempo que se res-
tauraba la basílica Emilia y se construía la basílica Julia, una frente a
otra en el Foro, cerca de la Curia; en el 51 a.C. se comenzó la cons-
trucción del Foro de César, y dentro de éste, en el46 a.C., el templo
de Venus Genétrix. A ello se añadieron los trabajos de restauración
de numerosos edificios y templos, como la realizada en el mismo
Foro, la del templo de Quirino; las nuevas construcciones de los tem-
plos de la Felicidad, la Clemencia, la Concordia y la Libertad; la del
templo de Marte; la pavimentación y la construcción de numerosas
calles; los trabajos en la canalización del Tíber para evitar las inun-
daciones en el campo de Marte; el derribo de una parte de la mura-
lla serviana para ampliar la ciudad. Fuera de Roma, según apunta
Suetonio, pretendía ·desecar el pantano Pontino, vaciar el lago Fuc-
cino, construir una vía desde el mar Adriático, atravesando los Ape-
ninos hasta el Tíber, cortar con un canal el istmo de Corinto y exca-
var un puerto en Ostia•.
La dictadura de César y su obra politica 255

La reforma provincial y municipal

Uno de los puntos importantes del programa politico de César era


acabar con los continuos abusos que los magistrados y los funcionarios
romanos cometían en las provincias.
César deseaba crear una especie de organismo supranacional, que
permitiese la igualdad en todas las provincias. La disparidad cultural
de los países que en esos momentos componían los territorios domi-
nados por Roma podía ser un obstáculo, pero César intentó por todos
los medios que esto no fuera así. Era consciente de que no se podían
erradicar las raíces culturales griegas de las ciudades de Oriente, del
mismo modo que la latinización del Occidente en muchas zonas to-
davía era incipiente. Era partidario de intentar llegar a una unión cul-
tural de todos los territorios sin intentar la imposición de unos sobre
otros, sino la amalgama de todos ellos.
En época de César el número de provincias aumentó hasta diecio-
cho. En Oriente se definieron cinco individuales: Macedonia, Creta,
Asia, Siria, Cirenaica, y tres más resultantes de la unión de Acaya y
Epiro, Bitinia y Ponto, y Cilicia y Chipre. Diez más se establecieron en
Occidente: Sicilia, las tres Galias (Cisalpina, Narbonense y Cornata), las
dos Hispanias (Citerior y Ulterior), las dos Áfricas (Vetus y Nova), Iliria
y la unión de Córcega y Cerdeña. Todas ellas quedaron protegidas con-
tra los abusos de magistrados y funcionarios por la Lex Julia de repe-
tundis del 59 a.C., creada por César durante su primer consulado.
La gobernabilidad de las provincias quedaba asegurada por los die-
ciocho magistrados superiores, los dos procónsules y los dieciséis pre-
tores. Cuando abandonaban su cargo todos estos magistrados debían
rendir cuentas en profundidad de la gestión llevada a cabo durante su
año de gobierno (dos en el caso de los procónsules). Una manera de
asegurar la gobernabilidad de todas estas provincias fue la paulatina
concesión de derechos de ciudadanía, primero la latina y luego la ro-
mana. Así, en Hispania concedió la ciudadanía romana a Gades, Ulia,
Tarraco y Olisipo, y la latina a Cástula y Ébora. En la Galia Narbonense
recibieron la ciudadanía romana Ruscina, Tolosa, Vienna, Avenio, An-
típolis y Cabellio; en África, Útica; también pretendía concederla a al-
gunas ciudades de Córcega y de Cerdeña, y a toda Sicilia.
También se preocupó por dar una organización a los municipios
que fuera semejante, si no igual, en todos ellos. Esto lo realizó por me-
dio de una ley, la Lex Jutía Municipalis, completada por una inscrip-
ción de Heraclea, en la que se fijan las normas para la elección de los
magistrados y sus atribuciones. Con ella se unificaban los sistemas ad-
ministrativos ciudadanos de todos los municipios de Italia.
256 julio César

Reforma del calendario

Pero, sin duda, una de las reformas de César que tuvo una mayor
repercusión, pues ha llegado con muy leves variaciones hasta nuestros
días, fue la reforma del calendario.
El primitivo calendario romano sufrió numerosas modificaciones a
lo largo de la Historia. Sabemos que en un primer momento, instituido
según la tradición por el legendario Rómulo, el año constaba de diez
meses regidos por el ciclo lunar, y que en conjunto sumaban 304 días,
empezando en marzo y terminando en diciembre. Thdavía el nombre
de los últimos cuatro ·meses de nuestro año, septiembre (séptimo), oc-
tubre (octavo), noviembre (noveno) y diciembre (décimo) tiene su ori-
gen en este primitivo calendario que numeraba los meses, a excepción
de los cuatro primeros dedicados a los dioses Marte (Martius, marzo),
Júpiter (Maius, mayo) y Juno (lunius, junio). El mes de abril es algo más
complejo y su etimología aún insegura. En los calendarios rústicos este
mes aparece bajo la protección de Venus, aunque es comúnmente acep-
tada la opinión de Varrón, Cincio y Macrobio de que su nombre pro-
cede del vocablo latino aperire (abrir).
Pronto quedaría desfasado este primigenio calendario romano, dado
que no tenía en cuenta la sucesión de las estaciones climatológicas. La
tradición atribuye al rey Numa Pompilio su reforma, que llevó a cabo
añadiendo dos nuevos meses, enero (Ianuarius) y febrero (Februa-
rius), dedicados a }ano y Februo, respectivamente. Así mismo modi-
ficó la duración de todos ellos, obteniendo un año de 355 días. Como
el nuevo año obtenido de este modo seguía sin coincidir con el solar
de 365 días, decidieron intercalar entre febrero y marzo un mes de 22
o 23 días (Mercedino). Todo ello llevó a que resultara un año medio
de 366 días y cuarto, en esta ocasión algo superior al año solar, lo que
tuvo como consecuencia que el año civil así establecido tuviera un mes
de adelanto cada 35 años.
En época de César el desfase entre las estaciones y los meses era tal,
que se hacía imprescindible una reforma. Esta reforma, con pequeños
retoques, es la que ha llegado hasta nuestros días y es la que usamos
en Occidente.
El desbarajuste se había ido agravando por las correcciones ar-
bitrarias que hacían los pontífices. César, en el año 46 a.C., encargó
al matemático Sosígenes el estudio de una concordancia precisa y
reglamentada entre el año civil y el solar. El primer paso era solu-
cionar el desfase acumulado, por lo que su primera medida para cua-
drar el desfase estacional fue intercalar, en septiembre del 46 a.C.,
un periodo de 67 días. Después estableció un año de 365 días en lu-
La dictadura de César y su obra política 257

g;¡,r de los 355 que duraba hasta el momento; para ello, esos diez días
de diferencia deberían repartirse entre los doce meses, con lo que
desaparecía la igualdad en la duración de los meses. Aun así, que-
daba todavía una diferencia de poco menos de un cuarto de día en-
tre el año civil y el solar. Para solucionar este problema, Sosígenes
propuso que se añadiera cada cuatro años un día más. El resultado
fue un año en el que los meses impares tenían 31 días, y los pares
30, a excepción de febrero que contaba 29 ó 30 en el año.en que se
debía añadir el día complementario, y que recibió en nombre de año
bisiesto.
Esta estructura sufrió una leve vari;tción en época de Augusto,
motivada más por la vanidad que por la necesidad. El mes de Quin-
tilis había sido dedicado a César tras su muerte, y para que el orgu-
llo de Augusto no se sintiera herido, se decidió dedicarle a él el mes
de Sextilis (julio y agosto en adelante), pero la dedicación debía ser
en todo igual, así pues, como julio era mes impar contaba con 31
días, por lo que era necesario que agosto contara con el mismo nú-
mero de días, así que se le quitó uno a febrero, que contó a partir de
entonces con 28. Por otro lado, para evitar la coincidencia de tres
meses seguidos con 31 días se decidió cambiar la duración de los
meses siguientes y así septiembre y noviembre pasaron a tener 30,
y octubre y diciembre, 31.
Pero este calendario aún tenía un pequeño problema, y es que
posee unos minutos más que el solar, lo que le lleva a adelantarse
en un día cada 128 años; la solución llegó con la reforma gregoriana
de 1582, en la que se decidió que cuando el año bisiesto coincida
con el final de siglo, esto es en los múltiplos de 100, no será consi-
derado como tal, y por tanto febrero tendrá 28 días, con la excep-
ción de aquellos que sean múltiplo de 400, que sí contarán con el
día añadido.
Con la llegada del año 44 a.C., los acontecimientos se iban a enca-
denar unos con otros e iban a jugar en contra de César. La oposición
política al dictador había crecido dentro de la ciudad de modo consi-
derable, sobre todo favorecida por el acaparamiento de poderes y de
honores que estaba realizando. No es de extrañar que en este ambiente
enrarecido, en el que el dictador organizaba una nueva expedición mi-
litar, esta vez contra los partos, se preparasen numerosas tramas, unas
para atentar contra su vida y otras simplemente para quilarle el poder.
Tampoco es de extrañar que, finalmente, una de éstas pudiese llevarse
a cabo y tener éxito.

También podría gustarte