(Svartalheimer, LNF & ISN) La Mayor Aventura Del Mago Más Grande. Desperté de Un Letargo de 300 Años A Un Mundo Decepcionante

La mayor aventura del mago más grande: Desperté de un letargo de 300 años a un mundo decepcionante
La mayor aventura del mago más grande:

Desperté de un letargo de 300 años a un
mundo decepcionante
Volumen 1
Autor: Matsue Fukuyama

Ilustrador: Genyaky
Traducción al inglés: Grant Uren | J-Novel

Club LLC
Traducción/Corrección/Maquetado:
Svartalheimer
Edición de imágenes: Svartalheimer y Danns

(Legends no Fansub)
Patrocinio: Ilusion Shuri Novels
Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 3


Contenido
Prólogo ..................................................................... 10
Capítulo uno: Renacimiento ...................................... 15
Capítulo dos: Rosa, la caballero imperial ................. 56
Capítulo tres: Volver a dominar el mundo ............... 113
Capítulo cuatro: El vínculo de los trescientos años 142
Capítulo cinco: El que gobierna la noche eterna..... 173
Epílogo .................................................................... 217
Palabras del autor .................................................. 221
Material agregado por el traductor ........................223
Anexo I. Belerofonte .............................................223
Créditos...................................................................226

No hay nada en la existencia tan dañino como un rey que ha perdido

su autocontrol. Eso es exactamente lo que yo, Kai Lekius, podría haber
sido considerado en aquel entonces. Había dejado de lado mis deberes y
me había enfrascado en el libertinaje, relacionándome con mujeres a las
que sólo les importaba mi estatus de rey.
Un humo púrpura flotaba caprichosamente en la vacua caverna de
mi alcoba. Era el humo de un narcótico, que yo mismo había prohibido,
en busca de indulgencias más depravadas. Los gemidos y las risas
desenfrenadas de las mujeres resonaban en la habitación. Las mujeres
tenían la belleza y el vacío del cristal, y yo las adoraba a todas con igual
desinterés.
De repente, unos pasos voluminosos se unieron a los gemidos y las
risas. Eran de los guardias reales, unos veinte, todos con armaduras
pesadas. Irrumpieron en mi alcoba, guiados por un joven apuesto… mi
hermanastro, Al Shion.
Tenía veintiséis años, sólo un año menos que yo. Aunque éramos
de madres diferentes, teníamos el mismo rostro, y en el suyo había una
mirada de rabia incesante. Completamente desnudo, me senté con las
piernas cruzadas e hice que las mujeres se hicieran a un lado. Al y el
resto de la guardia real se arrodillaron en el suelo, como si se tratara de
una audiencia oficial.
“Su Majestad, mi hermano mayor el estimado Kai Lekius. El que
ha dominado lo arcano. Unificador de las innumerables legiones reales y
su mago más fuerte. El que trajo la estabilidad a la nación en una sola
generación. Soberano absoluto de los nueve circuitos y doscientas
cuarenta y una provincias-”.
“¿Qué pasa, hermano? Estás siendo terriblemente ceremonioso”.

“¿Puedo preguntar por qué lord Kai Lekius 1, para quien palabras
como ‘magnífico’ no alcanzan a describir, se comporta de este modo?”.
Imploró Al, con voz y expresión tensas. Estaba claro que más valía que
tuviera una buena respuesta, o habría consecuencias. Sus hombros…
Todo su cuerpo temblaba minuciosamente, haciendo que los bordes de
su armadura de placas rozaran entre sí. Sin embargo, respondí de forma
jocosa.
“Creí habértelo dicho. Una vez traída la paz a la nación, me
dedicaría al estudio de la magia”.
La rabia de Al acabó por desbordarse, haciéndole gritar. “¿¡Y qué
parte de esta depravación constituye el estudio de la magia!? Por favor,
hermano, ¡Vuelve a tus cabales! La gente -no, incluso tus sirvientes-
hablan mal de ti, te llaman de formas despiadadas como ‘Rey
Sanguinario’ y ‘Rey Malvado’. La gente que te respeta en lugar de
temerte es ahora muy minoritaria. Pero yo lo comprendo. Comprendo
que la sangre en tus manos era necesaria para poner orden en un mundo
plagado de luchas y conflictos. No fue la embriaguez de la batalla lo que
te llevó a matar a tantos”.
Presumí. “¡Perdón, perdón! Todo eso fue un acto mío. A decir
verdad, mis conquistas no fueron más que un medio para obtener el
poder de hacer lo que quiero, que es buscar mayores placeres”. Mi
estómago desnudo se estremeció de risa. Inmediatamente, todas las
mujeres se unieron, sus propias risas menos que sinceras.
“¡Mientes! ¿¡Cómo voy a creerme una cosa así!?”.
“Te escucho, hermano mío. El orgullo impide que la gente que ha
sido engañada sea capaz de reconocerlo inmediatamente”.
1
Es una persona con poder y autoridad. Puede tener diferentes significados dependiendo del contexto en que
se use, ya que el ejercicio del poder o autoridad viene dado por el título nobiliario o el cargo que ejerza la
persona. En título en su versión femenina es lady, este es utilizado por regla por todas las hijas legítimas de un
duque, marqués o conde antes del nombre de pila. El título de lady por matrimonio también es utilizado por
las esposas de los Lores. La etimología de la palabra inglesa lord se remonta a la forma del inglés antiguo hlaf-
weard -traducido como loaf-guardian, guardián del pan-, que refleja la antigua costumbre tribal de los pueblos
germánicos del caudillo que proveía de alimento a sus súbditos (Imagen).

“¡Hermanooo!”, gritó Al, poniéndose en pie. Era un grito

desesperado, rogándome que dijera que no era verdad.
Volví a tontear con las mujeres, dejando claro mi punto de vista.
“¿Esta es tu respuesta?”, preguntó Al en voz baja y gruñendo.
Finalmente, sus manos temblorosas se dirigieron a la espada que llevaba
en la cadera.
“¿Vas a usar eso? ¿Conmigo?”.
“Acabamos de unificar la nación. Los cimientos aún son débiles, y
si nuestros líderes se corrompen, seguro que se formarán grietas. Y si
volvemos a un mundo discorde, toda la sangre derramada hasta ahora
habrá sido en vano”.
“¿Es este discurso el alcance de tu resolución, Al?”.
“¡Creo que tú eres el único cuya resolución debería preocuparte,
hermano!”.
Las manos de Al dejaron de temblar y, en un instante, desenvainó
la espada. La luz de las linternas mágicas que iluminaban la sala se
reflejó en la hoja desnuda. Las mujeres gritaron y se dispersaron como
arañas. Sólo yo permanecí en la cama, sentado y con las piernas
cruzadas.
“¡AAAH!”.
El grito había brotado de la garganta de Al. Tal vez fuera el grito
enérgico de alguien que desafía al rey de los magos. O tal vez fuera el
grito inconsciente de alguien que comete fratricidio 2. Sea lo que fuere,
Al atacó sin vacilar, dirigiendo una afilada estocada directa a mi
corazón. Me atravesó con un movimiento impresionante.
“Hermano… ¿Por qué no esquivas o resistes con magia?”.
“Si yo soy el mago más grandioso de nuestro tiempo, entonces tú
eres el guerrero más fuerte de la tierra. A esta distancia, estaba a tu
2
El fratricidio (de la palabra latina frater que significa hermano y cide que significa matar) es el delito que
consiste en dar muerte deliberadamente a un hermano. En algunos países se condena también como
fratricidio el dar muerte a un compañero de batalla.

merced”. Respondí con una sonrisa mientras la sangre manaba de mi

boca. No era la sonrisa maliciosa de un tirano, sino la sonrisa genuina de
un familiar.
“¿¡Tenía yo razón todo el tiempo, hermano!?”.
Mientras mi conciencia se desvanecía, le dije a mi hermano menor
lo que había que decirle. Lo proclamé claramente para que todos los
guardias reales pudieran oírlo.
“Esta nación, la Monarquía Unida de Vastalask 3, es toda tuya.
Cuídala, Al Shion”.
Había derramado la sangre de demasiados soldados y civiles para

llegar a la cima de nuestro caótico mundo. Había unido a muchos
gobernando a través del miedo, demasiados como para fingir
benevolencia 4. ¿Quién me escucharía si intentara decir que todo era en
nombre de la paz mundial? Si todos fueran tan sabios y empáticos como
Al, el mundo no se habría sumido en el conflicto.
Y así, había decidido que yo, y por extensión el “Rey Sanguinario”,
debía ser asesinado. Al hacerlo, dejaría a Al esta nación para liderarla
con verdadera benevolencia. La opinión que el mundo tenía de Al era
exactamente la opuesta a la que tenían de mí. Como general, era
conocido por todos por su misericordia; como canciller, era conocido por
todos por su gentileza 5.
3
En la mitología nórdica, Valaskjálf es uno de los palacios de Odín, es un gran palacio construido y techado con
plata pura. En este lugar se encuentra el trono de Odín, Hliðskjálf, desde el cual se puede ver todo el universo.
Es mencionada en el Grímnismál y en Gylfaginning (Imagen).
4
Nicolás Maquiavelo (Imagen), diplomático, funcionario, filósofo político y escritor italiano, considerado el
padre de la ciencia política moderna sugirió que es preferible ser temido y respetado en lugar de ser amado,
pero también advierte contra la crueldad excesiva. Busca equilibrar el temor con la lealtad, inspirando respeto
a través de tus acciones y demostrando una determinación firme para mantener el control.
5
Una figura similar en nuestro mundo sería Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb, más conocido en Occidente
como Saladino (2 de febrero del 1137, Tikrit (Irak)-4 de marzo de 1193, Damasco), fue uno de los grandes
gobernantes del mundo islámico, siendo sultán de Egipto y Siria e incluyendo en sus dominios Palestina,
Mesopotamia, Yemen, Hiyaz y Libia. Su fama trascendió lo temporal y se convirtió en un símbolo de
caballerosidad medieval, incluso para sus enemigos. Sigue siendo una figura muy admirada en la cultura árabe,
kurda y religión musulmana (Imagen).

Así lo había querido. Me ensuciaría las manos con todo lo que

fuera necesario para unificar la nación 6. Siempre me había mantenido
alerta, asegurándome de que mi hermano menor, que era amable por
naturaleza, se mantuviera lo más limpio posible. Desde el principio
hasta esta teatral transferencia de poder, todo había formado parte de mi
plan.
Ja, ja.
No llores, Al. También me entristece que tengamos que despedirnos, pero
espero que aún puedas despedirme con una sonrisa. Claro, puede que muera
aquí, pero mi alma persistirá. A través de ritos y magia esotérica, voy a renacer.
Me convertiré en un vampiro -inagotable, imperecedero, inquebrantable-
y entonces, con verdadera libertad, podré escalar los peldaños de la magia. ¿Qué
te parece? ¿Se te ocurre algo más divertido para la persona que ama la magia
más que nadie? Así que, no llores. Sonríe para mí en estos momentos finales.
Ah, maldición. Maldita sea todo. Estoy llorando. Patético, ¿No?
Ja, ja, ja…
6
“El fin justifica los medios” es una frase hecha que está presente en varios idiomas modernos y que tiene
aplicación en la política, los negocios o en cuestiones éticas. Significa que cuando el objetivo final es
importante, cualquier medio para lograrlo es válido.

El mundo trescientos años después

Durante mucho tiempo, dormí sin soñar, confirmando así que
efectivamente había muerto. Sin embargo, mi renacimiento tuvo éxito.
Me deshice de mi cuerpo humano y me reencarné en un Sangre
Verdadera, y al hacerlo, pude despertar de mi sueño de muerte.
Mientras yacía en el ataúd, abrí la tapa con un fuerte golpe.
Lentamente, me incorporé, apretando y soltando los puños para
confirmar mi estado. Ahora que era un vampiro, mis capacidades físicas
debían ser incomparables a las que había poseído en mi vida anterior.
Deberían superar cualquier hazaña de la que fuera capaz un humano
normal. Por eso había imaginado algún cambio en mis sentidos, pero no
sentí nada de eso.
En realidad…
Mis sentidos se habían desarrollado de una manera que nunca
podrían haber hecho antes de mi renacimiento. Por ejemplo, mi ataúd
estaba en una tumba sin una sola fuente de luz más, sin embargo, podía
ver lo que me rodeaba. Ningún grado de competencia mágica permitía a
alguien ver en la oscuridad sin ayuda, mientras que yo, renacido como
vampiro, estaba dotado de una perfecta visión nocturna.
Me encontraba en una tumba de aspecto espantoso, con suelo y
paredes de piedra aglutinada. No había ventanas por las que entrara la
luz del sol; hacía frío; había humedad. Un humano probablemente
estaría temblando, pero, para mí, las condiciones eran bastante
agradables. Debía de ser otro cambio sensorial provocado por mi
transformación.
“Fascinante. Probemos otra cosa”.
Me levanté y salí del ataúd. Luego, sólo por diversión, miré al
techo y salté.

“¡Ja!”.
Con facilidad toqué el techo, que debía de tener unos cinco metros
de altura. De hecho, si no hubiera sacado las manos, mi cabeza se habría
estrellado contra la superficie. Pude hacer eso sin empezar a correr,
simplemente quedándome allí de pie y saltando hacia arriba. Esto era
una prueba definitiva de las capacidades superiores de un vampiro.
Decidí explorar a fondo el potencial de este nuevo cuerpo. La
tumba, que debería haberme parecido espaciosa, empezó a parecerme
estrecha mientras daba saltos y brincos, practicaba puñetazos y patadas
y ponía a prueba todo lo que mi cuerpo podía hacer.
¡Ja, ja, ja! ¿Quién iba a pensar que podía ser tan divertido mover el
cuerpo? Esto es lo que debe significar volver a sentirse como un niño.
Me lancé juguetonamente contra el muro de piedra. Lo golpeé con
tanta fuerza que una parte de la piedra se hizo añicos, pero no me quedó
ni un rasguño en el puño. Entonces, se oyó un fuerte crujido. Eso debió
de llamar su atención.
Incluso a través de la gruesa puerta de ébano, pude percibir las
ligeras pisadas que se acercaban. Poco después llegaron unos suaves
golpes.
“Entra”, ordené.
Las bisagras crujieron al abrirse suavemente la gran puerta, y
apareció una hermosa mujer de cabello azul con un brillo de joya.
Llevaba un elegante vestido blanco que dejaba al descubierto sus
hombros y la parte superior de su pecho, delineando sus torneados
senos, y su rostro, perfectamente esculpido, mostraba una expresión
madura. Podría pensarse que su belleza era inhumana, pero era natural;
era una muñeca mágica que yo había construido para que fuera mi
sirvienta.

“Sentí su despertar y vine de inmediato. Mi Señor 7, permita que

su humilde sirvienta Lelesha le dé su más sincera enhorabuena por su
reencarnación”.
“Mis agradecimientos”, le dije a Lelesha, que se había arrodillado
ante mí. “Te agradezco sinceramente que vigiles fielmente mi ataúd”.
“Me honra, mi Señor. Sin embargo”, el tono y la actitud formales
que Lelesha había mantenido empezaron a desmoronarse, y dejó escapar
una risita baja “ha sido un placer poder contemplar cada día su adirable
semblante dormido”.
“¡Ja, ja, bromeas! Veo que no has desarrollado un gusto mientras
dormía”.
“No, milord, no bromeo. Estoy segura de que lo entenderá si se fija
en este espejo”.
Lelesha me dedicó una sonrisa significativa y me tendió un espejo
de mano que había traído convenientemente para la ocasión. Sin
embargo, el espejo que había preparado no era un espejo cualquiera,
sino un espejo mágico capaz de reflejar las cosas como realmente eran.
Incluso los vampiros, que normalmente no ofrecían ningún reflejo,
podrían verse en la superficie de un objeto como éste.
“Hace tiempo que me cansé de ver mi cara”, refunfuñé, incapaz de
comprender las intenciones de mi leal sirvienta. Aun así, la seguí.
En mi vida anterior, cuando tenía veintisiete años, Al se había
burlado de mí con frecuencia. Me había dicho que, por decirlo
amablemente, tenía un “rostro intrépido y robusto” y, por decirlo no tan
amablemente, era un “trágico desperdicio de una buena apariencia”.
Naturalmente, esa era la cara que esperaba ver mirándome fijamente.
7
Señor es un arquetipo universal, en antropología presupone algún modo de potestad, cierta nobleza,
connotaciones de heroicidad. Tiene el mismo significado el femenino Señora. Desde los arcanos del tiempo
inmemorial y en sentido onomástico se aplica como un prenombre en las expresiones “Señor de los ejércitos”,
“Señor del reino”, “Señor de la casa de”, etc. También se significa como una legítima soberanía, natural o
positiva, un dominio o jefatura sobre algo. Cuando es referente a un sujeto militar o político “elegible”
(imperator) o “sucesible” (rey), es Señor de vasallos o súbditos (dominus, domino, dominator…) (Imagen).

Mi aspecto actual fue lo que me causó sorpresa. El reflejo que vi en

el espejo fidedigno era el de mí mismo con sólo quince o dieciséis años.
Mi estatura estaba bien desarrollada, pero mi rostro aún conservaba
rastros de adolescencia.
“En el nombre de…”.
Me quedé momentáneamente sin palabras, pero no tardé en
discernir la razón por la que tenía un aspecto tan infantil.
“Transformarme en un Sangre Verdadera me habría resucitado con
mi cuerpo tal y como era en mi mejor momento. Eso explicaría esta
forma infantil-no, juvenil”.
“Bueno, la juventud puede considerarse emblema de vitalidad”.
Al final, decidí aceptar la situación tal y como se me presentaba.
Puede que mi aspecto no fuera el esperado, pero no veía ningún
inconveniente real en parecer más joven.
“¿Ahora lo ve, mi Señor? Hablaba totalmente en serio cuando me
refería a su ‘adorable semblante dormido’”.
No puedo decir que estuviera muy satisfecho con la burla de
Lelesha.
“Tonta. ¿Qué clase de sirvienta se burla de su Señor?”.
“Perdóneme, pero fue su persona quien me hizo así, mi Señor y
creador”.
“Hmph, me atrapaste con eso”.
Resoplé ante la réplica de Lelesha, pero, a decir verdad, estaba
disfrutando con nuestras bromas sin sentido. Parecía que había
desarrollado un anhelo por este tipo de momentos. Incluso me
resultaban dolorosamente nostálgicos, lo cual era peculiar en cierto
modo. Desde el momento en que mi vida como humano había
terminado, había dormido sin un solo sueño hasta despertar de nuevo,
como vampiro. Por lo tanto, ser derrocado por Al se sentía como si
hubiera sucedido hace un momento, pero también en un pasado lejano.
“¿Cuánto tiempo ha pasado desde mi muerte, Lelesha?”.

“Exactamente cien mil días, mi Señor”.

“¿Es una cifra exacta? Pensé que podría haber una ligera
desviación incluso para mí, pero no me falta ni un día, ¿Dices?”.
“Permítame felicitarle por su exitosa reencarnación”. Lelesha
estaba encendida de alegría, como si fuera ella la que hubiese vuelto a la
vida.
Cien mil días. Eso significaba que habían pasado unos 274 años,
aunque a mí no me lo parecieron en lo absoluto.
Por algo mi renacimiento había requerido ser ceremoniosamente
minucioso y contar con una cantidad de tiempo extraordinaria.
Reencarnarme en un Menor o un Normal, aunque también fueran
vampiros, habría sido imposible. Ni siquiera convertirme en Noble o Lord
me habría satisfecho. Si aspiraba a escalar los peldaños de la magia hasta
alcanzar sus mayores cotas, tenía que ser un Sangre Verdadera, un
vampiro de vida ilimitada, impenetrable a todas las causas de muerte.
Reencarnarse en un Sangre Verdadera requería mucho tiempo, energía
mágica acumulada por todo el mundo y la construcción de un cuerpo
completamente nuevo.
“Aun así, cien mil días… Lelesha, te has superado a ti misma,
cuidándome todo este tiempo. Déjame recompensarte. Dime qué es lo
que deseas”.
“¿Oh? ¿Me concederá cualquier cosa que desee?”.
“¿Quieres hacer que Kai Lekius repita sus palabras?”.
“Perdóneme, mi Señor. Entonces, si me permite el atrevimiento de
imponerle…”.
Al terminar su frase, Lelesha hizo un movimiento audaz. De
repente, saltó hacia mí y me envolvió en su abrazo. Con la misma
desesperación con la que una niña se aferra a sus padres, me rodeó con
fuerza. Su voz temblaba. Era la voz de alguien que contiene las lágrimas.
“Cada día me parecía una eternidad mientras esperaba que
despertases, mi Señor”.

Su abrazo se estrechó tanto que empezó a doler. Podía sentir sus

delgados hombros temblando incontrolablemente.
“Perdóname por eso”.
Le devolví el abrazo y pronto los temblores de Lelesha
disminuyeron. Se inclinó hacia mí como si se estuviera desvaneciendo.
Su cuerpo, suave y cálido en mis brazos, era casi indistinguible del de
una humana. Me aliviaba profundamente y me satisfacía saber que
incluso después de convertirme en vampiro podía seguir disfrutando
del consuelo de un abrazo.
Después de abrazar brevemente a Lelesha, empecé a sentir una

sensación muy desagradable. Era hambre.
Sosteniéndola en mis brazos, pude contemplar de cerca su nuca, y
de ella percibí un olor indescriptible. Era el aroma de un perfume puro.
Como muñeca mágica, Lelesha no necesitaba comer ni excretar, ni se
deterioraba ni necesitaba piezas de repuesto con el paso del tiempo. Por
lo tanto, casi no desprendía olor. Pero a mí, que acababa de renacer
después de casi trescientos años, aquel aroma cítrico me abrió el apetito.
“Mi Señor, ¿Le gustaría saciarse con mi sangre?”. Preguntó
burlonamente Lelesha, que, al parecer, se había percatado de mi mirada.
Al mismo tiempo, se levantó el cabello, dejando al descubierto su nuca
blanca como la nieve, e inclinó el cuello para que yo pudiera clavarle los
colmillos con facilidad.
¿Son estos los instintos de un vampiro? Me pregunté. Resistí el
impulso de morder y me reí. “Qué tonta. Tu sangre no puede
satisfacerme”.
Lelesha sonrió como una niña traviesa. “Vaya, qué pena”.

No era sangre lo que corría por las venas de Lelesha, sino un éter
refinado mágicamente que se parecía a la sangre humana. Al igual que
un carnívoro no puede digerir vegetales, la sangre de una muñeca
mágica no saciaría el hambre de un vampiro.
“Bromas aparte, he preparado una comida para usted, mi Señor”.
“¿Oh? Qué típico de ti ser tan meticulosa”.
“Según la planificación, su despertar se acercaba. Ahora, si me
puede acompañar”.
Seguí a Lelesha y salí de la tumba por primera vez en casi
trescientos años.
Renacer como un Sangre Verdadera llevó una cantidad

extraordinaria de tiempo. Por lo tanto, había necesitado un lecho en la
que pudiera dormir con seguridad. Así que, durante mi vida anterior
como rey, había preparado un castillo en secreto. Elegí una gran cueva
que había descubierto en el extremo occidental del continente y envié un
ejército de gólems de construcción para levantar allí un pequeño castillo.
Lo nombré como Palacio Abisal.
En el momento de la construcción, el interior del castillo había
estado bastante desolado, pero ahora estaba glorificado por una serie de
esplendorosas decoraciones. Alfombras de colores deslumbrantes que
arponeaban la vista. Estatuas de formas retorcidas que hacían daño a la
cabeza. Sensuales retratos de mujeres desnudas que estimulaban la
entrepierna. Esto no puede ser del gusto de Lelesha, ¿Verdad?
“Hice el esfuerzo de adquirir mobiliario extravagante acorde con el
nuevo castillo de mi Señor”.
“Ya… ya veo”.
Parecía que Lelesha había estado ocupada estos últimos trescientos
años. Sus esfuerzos dieron lugar a una divertida imagen mental.
“Bien entonces, si espera aquí un momento”.

Lelesha se inclinó cortésmente y se retiró brevemente, dejándome

en un extravagante salón digno de recibir a un rey. Me senté en un sofá a
esperar tranquilamente, y qué sofá tan bien hecho e increíblemente
cómodo era. Trescientos años atrás, incluso siendo rey, había carecido de
algo tan espléndido en mi castillo.
Asombrado por la posibilidad, empecé a especular si esto era
normal en la era actual. En trescientos años se podía progresar bastante,
¿No? O, más bien, la era en la que había vivido como humano había sido
un mundo infernal de conflictos incesantes. Casi toda la cultura, la
tecnología, el conocimiento y la pasión se habían dedicado a ganar
guerras. Naturalmente, los objetos destinados al ocio, al placer o a fines
artísticos habían sido despreciados. Nadie había poseído el exceso de
recursos para gastarlos en asuntos tan poco rentables. La mera existencia
de un sillón tan cómodo implicaba que en la época actual se disponía de
los recursos necesarios para fabricarlo.
Me pregunté entonces si, tal vez, las estatuas retorcidas y los
retratos desconcertantemente sensuales que veía a mi alrededor eran
también indicios de una cultura más desarrollada. Ah, qué maravilla,
pensé. Eso era exactamente lo que daba sentido a los sacrificios que Al y
yo habíamos hecho para poner fin a una era de conflictos.
“Ahora que lo pienso, me gusta bastante esta pieza que parece ser
un calamar enredado con un pulpo. Me intriga”.
Recién llegada, Lelesha soltó una risita. “Esa pieza fue elegida
enteramente en base a mis gustos personales, pero, nada me complace
más que encontrar que es también de su agrado, mi Señor. Espero que
también le satisfaga la comida que le he preparado”.
“¿Qué tenemos aquí? Tienes buen gusto. Muy buen gusto”,
respondí, algo sorprendido.
Entonces miré hacia Lelesha y me fijé en una chica de cabello corto
y negro, que se escondía tímidamente a la sombra de Lelesha. La chica
parecía tener unos diez años y me la imaginaba muy guapa en el futuro.
Su piel bronceada y su actitud humilde sugerían que probablemente era
una chica de pueblo. Podía imaginar que, con el tiempo y los cuidados,

su piel se volvería de un blanco translúcido. Llevaba un uniforme de

sirvienta y parecía adorable haciendo todo lo posible para que le
quedara bien. Y ella será la comida de este vampiro.
“Dime, ¿Cómo te llamas?”. Le pregunté a la chica, tratando de
sonar lo más amable posible para que se sintiera a gusto.
“Mi nombre es Mil”, contestó a punto de llorar.
No era la primera vez que me temían sin motivo. De hecho, esa era
la razón por la que no había tenido más remedio que convertirme en el
“Rey Sanguinario” y gobernar a través del miedo. Bueno, no importa.
“¿Entiendes lo que estoy a punto de hacerte, Mil?”.
“Lo entiendo. Lady Lelesha me lo explicó todo”.
A pesar de su temblor, Mil había respondido correctamente. Era
difícil creer que una niña de su edad respondiera tan correctamente. Sus
modales eran producto de las enseñanzas de Lelesha, supuse.
“Parece que estás muy unida a Lelesha, ¿verdad?”.
“Sí, le debo la vida”.
“¿Ah, sí?”. Le lancé a Lelesha una mirada interrogante.
“Mil es una refugiada y viajaba con un grupo cuando se separó de
su madre. Corría peligro de que unos hombres deplorables se
aprovecharan de ella”.
Al parecer, el otro día, Lelesha había estado patrullando las
afueras del Palacio Abisal cuando se topó con ellos. Había utilizado la
fuerza bruta para exterminar a los hombres y había traído a Mil a su
cuidado.
“Al principio, pensaba quedármela como preparación para el
despertar de mi Señor, pero luego probé a ponerla a trabajar como
sirvienta y descubrí que aprendía rápido y, sobre todo, que se tomaba en
serio sus obligaciones. Le he tomado mucho cariño”.
“Bueno, así es como podría verse”. Miré a Mil, curioso por saber
qué opinaba la chica sobre el asunto.

“La señorita Lelesha me dio mucho de comer cuando me moría de

hambre, y ahora me ha dicho que su Señor se está muriendo de hambre.
Es mi turno de devolverle el favor”.
“Hm, qué loable”.
Ya entendía por qué Lelesha le había cogido cariño a la chica.
“No te preocupes. No te chuparé la vida ni nada por el estilo.
Como Sangre Verdadera, puedo arreglármelas muy bien con una pequeña
cantidad de sangre”.
“Vamos, Mil. Acércate al Maestro”.
“C-Como desees”.
Con pasos tímidos, Mil abandonó la sombra de Lelesha y se acercó
cautelosamente a mi lado. Su pequeño cuerpo temblaba ligeramente
mientras inclinaba la cabeza para ofrecerme su nuca. Era muy posible
que Lelesha mantuviera su cabello corto no sólo para que no le estorbara
durante sus tareas, sino también para que me resultara más fácil clavarle
los colmillos.
“¿Tienes miedo?”, le pregunté.
“Sí”, contestó Mil entre lágrimas.
Es una chica fuerte y resistente, pensé. Eso es porque los verdaderos
valientes no son los que no tienen miedo, sino los que hacen lo que deben,
aunque tiemblen.
“Ten paciencia conmigo. Seré tan amable como pueda”.
“Tranquila, Mil. He oído que sólo duele al principio”.
“Estoy bien. Estoy preparada para esto”.
Mil cerró los ojos con fuerza. Mordí su cuello, no queriendo
prolongar su estado de miedo más de lo que ya lo había hecho. Los dos
colmillos que había desarrollado durante mi reencarnación atravesaron
su suave piel. Mil jadeó mientras soportaba el leve dolor.
“Considérame envidiosa, Mil. Tienes el placer de ser la primera en
recibir la gracia de mi Señor”, dijo Lelesha, sonando sólo medio en serio.

La ignoré, saboreando la sangre de Mil, y me encontré gimiendo,

sin poder evitarlo. A decir verdad, era yo quien había tenido que
prepararme para este acto. Había supuesto por completo que su sangre
sabría a carne cruda o a hierro, pero ¿Adivinen qué? Su sangre sabía a
leche fresca, refrescante y satisfactoriamente dulce. Desde luego, no
sabía a carne cruda. Ni siquiera como soberano de la nación había
probado nada tan delicioso.
Me perdí momentáneamente en el sabor de su sangre. Mientras
tanto, la respiración de Mil era cada vez más agitada. Decir que estaba
soportando el dolor sería inexacto; de hecho, era todo lo contrario. Cada
aliento que escapaba de sus labios se había vuelto lustroso y dulce. Sus
gemidos parecían los de alguien mucho mayor. Tenía la cara enrojecida
y la mirada perdida. Sus muslos se frotaban suavemente.
Esto era obra de la legendaria capacidad de seducción de un
vampiro. Cuando se realiza con un miembro del sexo opuesto, el acto de
chupar sangre es apasionante y causa de excitación. Incluso una chica
inocente como Mil no era una excepción.
“Vaya, vaya, Mil. Qué cara más apasionada estás poniendo. Estoy
bastante celosa”, dijo Lelesha, haciendo otra de sus bromas mientras
miraba desde un lado. Sin embargo, Mil ya no podía oírla.
“Maestro… Maestro, por favor… Más… Más…”.
Con fervor, Mil se aferró a mí, su cuerpo se frotaba implorante
contra mí. Yo respondí del mismo modo y drené su sangre con vigor.
Poco después, la espalda de Mil se arqueó y convulsionó. Continué
chupando con un estruendo audible. Entonces la chica lanzó un grito
inarticulado y se desmayó, con una expresión que hablaba de un éxtasis
de otro mundo.
Después de la comida, me senté en el sofá y me sumí en un leve

autodesprecio. Lelesha, por el contrario, lucía una sonrisa malévola.
“Sólo mi Señor podría convertir a una chica tan joven en una mujer
tan rápidamente”.

“¿Cómo está Mil?”.

“La llevé a la cama, donde está descansando. Es la viva imagen de
la felicidad”.
“Sólo puedo esperar eso”.
Cuando consideré que había… ¿Cómo lo diría? ¿Hecho esclava a
una jovencita? ¿Le había enseñado conocimientos prohibidos? No era de
extrañar que los sentimientos de vergüenza surgieran dentro de mí.
“Sabía que el placer acompaña al acto de chupar sangre, pero
nunca hubiera imaginado…”.
Aunque todos los vampiros tenían el poder de encantar, los Sangre
Verdadera debían de ser capaces de ejercer esa capacidad a un nivel
totalmente distinto del de los vampiros típicos.
Mientras estaba sentado, abatido, Lelesha habló, con un tono entre
burlón y consolador. “Mi Señor ha saciado su hambre, y Mil está feliz y
bien. ¿No es maravilloso?”, preguntó.
“¿Hmph, saciado, dices?”.
Bajé la mirada hacia mis dos manos. Examinándolas
cuidadosamente con los ojos de un mago, pude ver un diluvio de maná
parpadeando como una flama. Aumentar el maná bebiendo sangre era
otra especialidad de los vampiros.
“Fascinante. En cuanto a Mil, me contendré con ella”. Y ya que
estamos en el tema… “La próxima vez, me gustaría encontrar a alguien
con quien no tenga que contenerme y chupar su sangre hasta saciarme”.
La sangre de Mil era más que deliciosa. ¿Y la sangre de otra persona?
Me preguntaba. ¿Puedo esperar que sepa igual de bien o variará según la
persona? Si es lo primero, ¿Habrá diferencias de sabor? Ja, ja, sólo pensarlo me
deja un poco seco.
De ninguna manera creía en la abstinencia. Las buenas mujeres, la
buena comida, el ocio y el placer…sin fin, me deleitaba en todo ello. En
mi vida anterior, con límites razonables, me había dado el gusto de
cumplir con mis deberes de gobernante. (En mis últimos años, había

interpretado el papel de un tonto con corona y me había pasado los días

ahogándome en placeres depravados para incitar a Al a asesinarme. Lo
había hecho con plena conciencia de que podía haber ido más lejos de lo
necesario). Por lo tanto, era natural que buscara una sensación novedosa:
la de beber sangre. Además, ¡Ya no estaba limitado por las
responsabilidades del liderazgo!
“Ahora bien, Lelesha, acompáñame un rato”.
“Como desee. ¿Y qué hará ahora, mi Señor? ¿Usará un medio
aparte de chupar sangre para transformarme en mujer? Le acompañaré
todo el tiempo que desee”.
“Ahórrame tus bromas. Vamos a salir”.
Saldríamos a dar un relajante paseo para asomarnos al mundo de
trescientos años después y, con un poco de suerte, encontrarnos con
alguna que otra sensación novelesca.
Con Lelesha a mi lado, salí de la cueva que albergaba el Palacio

Abisal y sentí la luz del sol por primera vez en trescientos años. El mes
era agosto, y era primera hora de la tarde. La luz del sol era máxima en
esta época del año, pero seguí caminando sin preocuparme.
“Supongo que no debería sorprenderme ver que a un Sangre
Verdadera no le hace daño el sol”.
Lelesha, que hasta ese momento había parecido bastante
preocupada, se apoyó una mano en el pecho en señal de alivio.
“No puedo decir que encuentre agradable la luz del sol, pero no es
nada que no pueda soportar”.

Un vampiro de la variedad Menor o Normal, sin embargo,

probablemente estaría cubierto de quemaduras como si le hubieran
prendido fuego en el momento en que tocase el sol.
“Vulnerabilidad a las armas de plata. Incapacidad para cruzar
agua corriente. La pérdida de poderes regenerativos si una estaca
atraviesa el corazón. Las debilidades que entorpecen a otros vampiros
son irrelevantes para un Sangre Verdadera”.
En mi vida anterior, me había asegurado de eso. Había buscado y
conseguido hacerme amigo de un Sangre Verdadera llamado Dafalis.
Ahora que lo pienso, hay una buena posibilidad de que todavía esté vivo y
saludable, incluso después de todos estos años. Tal vez sea divertido visitarlo
alguna vez.
“Ahora bien, mi Señor, permítame guiarlo a la ciudad de Breah”.
La entrada de la cueva descansaba en lo profundo de una región
montañosa. Era un lugar al que ni siquiera los cazadores locales se
acercarían. Eso significaba que el pueblo más cercano sería Breah, en las
estribaciones.
Lelesha había cambiado su vestido por algo más fácil de llevar. La
ropa de mala calidad que había elegido era una forma de ocultar su
verdadera condición.
Y así, la muñeca mágica a la que había dotado de capacidades
sobrehumanas corrió a una velocidad increíble por el casi inexistente
sendero de la montaña. Antes, como ser humano normal, no habría
tenido esperanzas de seguirle el ritmo, pero había renacido con un
cuerpo de capacidades realmente monstruosas, que superaban a las de
Lelesha. El terreno que se extendía ante mí me era ajeno, la ladera estaba
cubierta de árboles y la maleza era demasiado escarpada como para
atravesarla con normalidad, pero ninguno de estos hechos supuso un
problema. Tarareé una melodía por el camino.
“¡Ah! ¡Qué divertido! Tanto más después de estar limitado por el
castillo”.

“El sentido de la escala de su cuerpo requiere la libertad de todo

un continente. Es natural que un pequeño castillo le resulte
claustrofóbico”.
“Déjate de halagos. ¿Qué buscas?”.
“Sólo que me haga el honor de pasear del brazo conmigo cuando
lleguemos a la ciudad”.
“¡Ja, ja! Muy bien”.
Estaba más que dispuesto a acceder a la adorable petición de
Lelesha.
Y así me encontré caminando por la calle principal de Breah, del

brazo de una animada Lelesha. Una y otra vez, la llamaban desde el
amasijo de puestos que daban a la calle.
“Hola, Lili. Parece que hoy no estás sola, ¿Eh?”.
“Aquí tengo anguila de la buena. ¿Por qué no compras un poco
para dársela a tu novio? Así seguro que no te deja dormir esta noche 8”.
“Ahora, Lili, ¿Quién podría ser este apuesto muchacho? Oooh,
¡Pero ahora no tendrás tiempo para mí! Querida mía. Hoy hay un veinte
por ciento de descuento, ¡Así que agarra lo que quieras, bandida!”.
Manteniendo un firme bloqueo en mi brazo, Lelesha se ocupó de
todos ellos con una sonrisa impecable y una risita. “Hoy tengo una cita
con este caballero, así que me temo que tendremos que dejar las
transacciones para otro momento”.
“Estoy impresionado”, dije tras observar sus interacciones. “Parece
que has desarrollado una relación favorable con los lugareños”.
8
Unagi (鰻 / ウナギ) es la palabra japonesa que designa a las anguilas de agua dulce, y especialmente a la
anguila japonesa (Anguilla japonica). Las anguilas marinas se denominan anago en japonés. La anguila es un
pez de agua dulce, de cuerpo largo y cilíndrico, digamos que tiene aspecto de serpiente. Su vida es muy curiosa
ya que nace en el mar, vive en los ríos y lagos y vuelve al mar para desovar y morir. La anguila, en la cultura
japonesa es considerada afrodisiaca por su alto contenido en zinc, fósforo y yodo, es un apoyo erótico que
estimula el deseo sexual. Cenar anguila puede ser sólo el comienzo de una noche inolvidable (Imagen).

“Una necesidad para un pueblo pequeño. Si me ganara una mala

reputación, se extendería rápidamente y dificultaría mi capacidad de
hacer compras”.
“Ya veo, ya veo”.
La ciudad de Breah estaba situada a ambos lados de un río que
fluía desde las montañas. La producción asociada tanto al río como a las
montañas la convertían en un lugar favorable. Según mis cálculos, la
población rondaba los mil habitantes.
Arkus era una provincia aburrida en los confines occidentales del
país. Fuera de allí, incluso un lugar como Breah probablemente habría
contado como una gran ciudad, aunque era una mota en comparación
con la vasta capital real que una vez se había sentado en mi regazo. Sin
embargo, las sonrisas y la vitalidad de los habitantes de Breah no tenían
nada que envidiar a las de la capital real.
Qué encantador. Qué totalmente encantador.
Aunque una vez fui temido como el “Rey Sanguinario”, siempre
me ha parecido agradable observar los tejemanejes de las ciudades y sus
habitantes.
“Hay una razón más por la que mantengo una relación amistosa
con la gente de este pueblo, mi Señor”.
“¿Oh? ¿Cuál podría ser?”.
“Esta tierra le pertenecía originalmente a usted, mi Señor, lo que
significa que la gente de Arkus le pertenece por derecho. Por muy
inútiles que sean, no puedo ser descortés con los que son de tu
posesión”.
“¿Era así?”.
Qué extraño. No recuerdo haber inculcado en Lelesha una personalidad
tan desagradable. Tal vez trescientos años de soledad distorsionaron su mente.
“Así que, por favor, sea feliz, mi Señor. La paz que usted trajo hace
trescientos años aún puede encontrarse incluso en este pequeño rincón
de la nación. En las calles abundan las sonrisas y la vivacidad, y los

jóvenes de ambos sexos pueden pasear alegremente agarrados del brazo

como lo hacemos ahora, sin ninguna preocupación”.
“No es que tú o yo podamos ser considerados jóvenes”.
“¡Oh, qué grosero es!”.
Lelesha frunció los labios con simpatía y fingió pellizcarme el
brazo.
Aun así, tenía razón. La Arkus que una vez había conocido había
sido víctima constante de las llamas de la guerra, había tenido las calles
rebosantes de refugiados y casi se había hundido en la anarquía.
Comparado con aquella tierra de muerte, el mundo actual sería en cierto
modo una mejora.
Algo.
“Pero, Lelesha, esto es sólo una porción del mundo actual, ¿No?”.
“¿Qué quiere decir?”.
“Tú misma lo dijiste, ¿No? Acogiste a Mil, una refugiada, bajo tu
cuidado, lo que me parece extraño. ¿Por qué habría refugiados en un
mundo en paz?”.
“Mis disculpas, mi Señor. Debería haber sabido que no se daría
cuenta”.
“Ahórrate los halagos. Me gustaría una explicación”.
“Sí, mi Señor. Sin embargo, creo que esto no es algo que pueda
explicarse sólo con mis palabras. Con su permiso, me gustaría que lo
viera con sus propios ojos”.
Por supuesto, me lo diría si se lo pedía, pero su súplica me
despertó la curiosidad.
“Muy bien. Muéstrame el camino”, dije, accediendo con elegancia
a su petición.
Cuando Lelesha separó su brazo del mío, la jovialidad que había
mostrado hasta entonces se desvaneció. Se puso delante de mí, ahora
con expresión de sirvienta. “Como desee”, dijo.

Lelesha me guio hasta un rincón de la ciudad, donde nos topamos

con lo que podría denominarse como barrio marginal. Por supuesto, mi
visión de la vida no era tan florida como para que esto me escandalizara
o me hiciera preguntarme cómo podía existir algo así en una época tan
pacífica y decadente. Aunque estoy de acuerdo en que es deber de los
que ostentan el poder garantizar que todo el mundo pueda llevar una
vida plena, la puesta en práctica de eso es mero idealismo 9. En realidad,
por muy avanzada que llegue a ser una sociedad, es imposible reducir a
la nada la pobreza y las disparidades económicas 10. Esto era algo que yo
sabía bien o, mejor dicho… que había aprendido hacía tiempo por las
malas.
“Lelesha, ¿Puedo suponer que este tugurio no es todo lo que
deseabas mostrarme?”.
“Por supuesto que no, mi Señor”.
Mi leal sirvienta, que me conocía por dentro y por fuera, nunca se
desviaría de su camino para mostrarme algo tan común.
9
Un ideal, en ética, es un principio o un valor que se plantea como un modelo de perfección a seguir. Como
tal, se trata de un estado inalcanzable pero infinitamente aproximable. Puede decirse que si bien los ideales
constituyen conceptos confusos sin una definición clara, siguen siendo una parte influyente no solo de la
elección personal, sino también de la dirección social más amplia de toda la civilización. La aproximación
continua en busca de ciertos ideales ha participado de lo que comúnmente se denomina progreso de la
humanidad.
10
El premio Nobel en Economía Friedrich Hayek, en su constante preocupación y ocupación por la
trascendencia de los marcos institucionales, ha repetido que la única igualdad compatible con una sociedad
libre es la igualdad ante la ley. En esta línea argumental subraya que ese concepto clave está indisolublemente
atado a la idea de Justicia que, según la definición clásica, consiste en “dar a cada uno lo suyo” por lo que, a su
vez, “lo suyo” remite a la propiedad privada. En nuestro tiempo irrumpe con toda fuerza la gran paradoja de la
igualdad, esto es, al tiempo en que se insiste en el redistribucionismo se ataca la noción jurídica elemental de
la igualdad de todos ante la ley. La demagogia quiere igualitarismo económico y desigualdad de derechos pues
resulta imposible contar con las dos igualdades.

Lelesha me llevó más lejos en el barrio bajo. Pronto llegamos a una

encrucijada abierta, pero no tan abierta como para llamarla plaza del
pueblo. Fue allí donde presenciamos algo menos que ordinario. Unos
veinte soldados con armaduras de cuero baratas agitaban sus lanzas
amenazadoramente.
“Bien, una vez que estén todas aquí, ¡Alinéenlas en cinco filas!”.
“¿De verdad son todas las chicas que cumplen catorce este mes?”.
“Una vez que estén en fila, ¡Desnúdenlas! Eso incluye su ropa
interior”.
“¡Deprisa! No podemos estar parados todo el día, ¿Saben?”.
Coaccionadas por las afiladas puntas de lanza, las chicas se
quitaron sus harapientas ropas. Fue en pleno distrito. Las chicas
enrojecieron de humillación. Algunas empezaron a llorar. Los soldados
posaron sus ojos lascivos sobre las lastimosas muchachas, fijándose en
su aspecto y sus figuras. Otros les abrían la boca y les revisaban los
dientes para asegurarse de que estaban sanas. Era como si evaluaran el
valor de los bienes.
Mientras espiaba desde la distancia, reprimí mi rabia e interrogué
a Lelesha. “¿Estoy en lo cierto al recordar que una vez prohibí la
esclavitud?”.
“Oficialmente, la esclavitud sigue estando prohibida. Sin embargo,
la nobleza compra y vende lo que denominan ‘sirvientes’. Muchos de
estos sirvientes son, de hecho, esclavos”.
“¿También estoy en lo cierto al recordar que una vez prohibí los
sistemas nobiliarios?”.
“La nobleza resurgió hace doscientos años”.
“¿Quién lo hizo?”.
“El que vino cuatro generaciones después de usted, mi Señor. Su
nombre fue Emperador Kalis”.
“¿Emperador? Es un título inusual”.
“Creo que significa ‘Rey de reyes’”.

“¡Ja! Así que su título es engrandecedor además”.

Es cierto que un rey requiere cierto grado de autoridad. Sin
embargo, más que eso, lo que realmente necesitan es la capacidad de
liderar con eficacia 11. Cuanto más carente de liderazgo se encuentra un
rey, más autoridad se esfuerza por conseguir. ¿Podría ser eso lo que ha
llevado al renacimiento de la nobleza? ¿Por qué no admitir simplemente
que ha fracasado a la hora de ganarse el respeto y la obediencia de sus
súbditos?
Qué desagradable. Qué terriblemente desagradable. La ira recorrió
mi corazón. Para empeorar las cosas, el comportamiento de los soldados
se hizo más vergonzoso.
“¡Capitán, no puedo más! A nadie le importará si pruebo un poco,
¿Verdad?”.
“¡Me voy a morir si tengo que seguir aguantando con tantas
mujeres desnudas delante!”.
“¡Eh, estamos en medio de la calle!”.
““¡Tanto mejor!””, exclamaron los soldados.
“Locos sin remedio. Pero dense prisa para que el delegado no se
dé cuenta, ¿Entendido?”.
“Je, je, je, es usted demasiado generoso, Capitán. Por eso le
queremos tanto”.
“¡Sí, te quiero, Capitán!”.
Mientras participaban en su intercambio de cabezas huecas,
algunos de los soldados empezaron a elegir a chicas de su agrado y las
obligaron a tirarse al suelo en medio de la calle. Las chicas lanzaron
gritos desgarradores.
11
A grandes rasgos, podemos definir la eficacia como el grado de consecución de objetivos fijados de
antemano que tenga un objeto, un procedimiento o incluso una persona. Así, algo es eficaz cuando se obtiene
de ello el resultado esperado, sin que medie en ello consideraciones respecto a cómo se obtuvo o si había un
modo mejor de obtenerlo. La eficacia es un valor en la mayoría de los ámbitos profesionales y sociales de la
cultura, incluso cuando ello implica métodos poco ortodoxos.

“Mi Señor, por favor, permítame descuartizar a estos simios con

piel humana”.
“Permiso denegado”.
Tomar tal medida crearía bastante alboroto, pero eso no era lo que
me preocupaba. De hecho, me gustaban los disturbios, ¡Uno tan grande
como fuera posible!
“Me gustaría tener el placer de masacrar a estos simios yo mismo.
Ven, Lelesha”.
Salí al cruce. Lelesha me siguió unos pasos por detrás.
“¡Hola, soldados!”. Llamé, con una sonrisa de oreja a oreja. “He
pensado concederles el honor de morir en acto de servicio”.
Los soldados se voltearon simultáneamente hacia mí y quitaron las
manos de las chicas.
“¿Quién es?”.
“¿Crees que le falta un tornillo?”.
“Espera. Míralo mejor, su ropa es de seda”.
“¡Atrapémoslo para una ganancia rápida!”.
“¡Y mira a la mujer detrás de él! ¡Nunca he visto un tesoro como
ella!”.
“Je, je, je, ¡Seguro que será mucho más divertida que estas
ramitas!”.
Mientras los soldados hablaban, preparaban sus lanzas, las puntas
dirigidas hacia mí.
“¿Quién te ha dado permiso para hablar? ¿O para mostrar tal falta
de respeto? Estás ante el Rey Sanguinario”. Agarré la cabeza de uno de
los soldados que iban al frente y, con la fuerza inhumana de un vampiro,
lo empujé hacia abajo, clavándolo de bruces en el suelo. Naturalmente,
su muerte fue instantánea.
No hay necesidad de molestarse con la magia para borrar alimañas como
ésta.

Los soldados empezaron a gritar asustados y algunos de puro

terror.
“¡La cabeza de Rh-Rhug! ¡Es como una fruta aplastada!”.
“¿Qué demonios es este tipo? ¿¡Qué es!?”.
“¡Bastardo! ¡Somos soldados imperiales al servicio del Delegado
Larken!”.
“¿¡Tienes idea de lo que estás haciendo al desafiarnos!?”.
Me reí entre dientes. “No me importa. Ni conozco a ese tal Lar, sea
quien sea”.
“¡El delegado es el gobernante de este pueblo!”.
“¡Y es uno de los estimados arcanistas del imperio!”.
“¡No creas que puedes escapar simplemente muriendo por tus
acciones!”.
Si pueden gritar y vociferar así, ¿Por qué no pueden simplemente
empalarme con esas lanzas? Pensé. Los soldados, paralizados por el miedo,
se limitaban a vomitar amenazas vacías.
“¿Matar a un inmortal? Me gusta. Permito todos y cada uno de los
intentos. Sin embargo, hay un orden en el que estas cosas se hacen.
Primero viene su propia muerte”.
Como para demostrarlo, masacré a todos los soldados
acobardados. A algunos les partí la cara, a otros les abrí el pecho y les
aplasté el corazón. A otros les arranqué la cabeza del cuello. Sin
remordimientos, empleé la enorme fuerza de un Sangre Verdadera.
“¡AAAAAAGH!”.
“¡Un m-m-monstruo!”.
“¡Aléjate! ¡Aléjate!”.
Tras presenciar las horribles muertes de sus compañeros, los
soldados restantes entraron en pánico. Impulsados por puro instinto de
supervivencia, me clavaron sus lanzas.

No hice ningún esfuerzo por esquivar sus ataques. No era

necesario. La carne inmortal de un vampiro podía ser apuñalada tantas
veces como se quisiera sin dolor ni molestia, y sanaba de inmediato.
“¡Corran por sus vidas!”.
“¡No podemos hacer nada con este tipo!”.
“¡Le dejaremos esto al delegado!”.
Los soldados finalmente arrojaron sus lanzas y se dispersaron.
“Lelesha”.
“Sí, mi Señor”.
“Ya he tenido suficiente.”
“Entonces déjeme el resto a mí, mi Señor”.
Lelesha hizo una reverencia cortés y luego un ligero gesto con la
mano derecha. Sólo con ese movimiento, los soldados que huían fueron
destripados. Lelesha había sido construida con la habilidad de
manipular hilos de acero que salían de sus dedos. Con un movimiento
preciso de sus hilos, Lelesha había cortado a los soldados que se abrían
paso entre las chicas.

“Una exhibición excelente. Veo que trescientos años no han

desafilado tus habilidades”.
“Nada me complace más que oírle decir eso, mi Señor”. Lelesha
volvió a inclinarse con diligencia, y yo asentí rápidamente.
Sólo quedaban las jóvenes, que se esforzaban por seguir el giro de
los acontecimientos, y una encrucijada empapada en sangre. Me había
llevado algún tiempo, pero finalmente percibí el olor.
“Asquerosa. Nunca querría beber sangre así”.
Estaba muy lejos de la exquisita muestra que Mil me había dado.
Así que tenía razón, supongo; el sabor varía según la persona.
Basándome en eso, parece que debo tener cuidado al elegir la sangre de
quién chupo. Ninguna parte de mí tiene interés en probar algo
desagradable.
Esperaba encontrarme con nuevos manjares en esta aventura
turística, pero en lugar de eso me he encontrado con todo lo contrario.
Apenas podía contener mi decepción.
Sólo había pasado un momento desde que habíamos exterminado

a los deshonrosos soldados, cuando Lelesha me alertó.
“Mi Señor”.
“Lo sé”. Asentí, ya consciente.
Desde el otro lado de la calle resonaba el fuerte tintineo de una
armadura. Una unidad de unos diez individuos vestidos de acero y
armados con espadas se acercó con expresión premonitoria. Aunque
hubieran oído todo el alboroto, llegaron muy rápido al lugar.
Claramente, algunos de ellos eran del tipo vigilante.

“Lelesha, ¿Aún existen los caballeros en esta era?”.

“Sí, mi Señor. Como ésta es una era de paz, su existencia es en gran
medida superficial, y la mayor parte de ellos son de mal gusto. Sin
embargo, aún puedes encontrar individuos de calidad en sus filas,
individuos que recuerdan a los caballeros que una vez conociste”.
“Hmm, ¿Supones que tal individuo está entre este grupo?”.
“Vamos. No bromee. Uno puede saberlo simplemente con una
mirada a sus rostros”.
Desde el principio, ni yo ni Lelesha habíamos prestado mucha
atención a los caballeros con armadura. Nuestra atención se centró en el
individuo de mediana edad que nos seguía a paso lento. Al llegar,
permaneció arrogantemente en silencio y dejó que los caballeros dijeran
la primera palabra.
“¿¡Qué significa este alboroto!?”.
“¡Túmbense ahí mismo, y sujeten sus manos detrás de sus
cabezas!”.
“¡Los escindiremos si no lo hacen!”.
“¡Están ante Su Excelencia, Larken! ¡Conozcan su lugar!”.
Los gritos de los caballeros hicieron volver en sí a las muchachas.
Desesperadas, hicieron lo que les decían y se tumbaron entre los
cadáveres desmembrados de los soldados. Sólo Lelesha y yo
permanecimos de pie. Los caballeros lo vieron y sumaron dos más dos.
“¿¡Esto es obra suya!?”-
“¿¡Entienden lo que han hecho!?”.
“¡Hacer daño a un soldado es enemistarse con el Sacro Imperio de
Vastalask!”.
“¡Pagarán con su vida!”.
Los caballeros siguieron parloteando, pero Lelesha y yo
continuamos sin hacerles caso.

“No tengo nada que decirles a ustedes. ¿Era el delegado?

Tráiganlo aquí”.
Finalmente, Larken o quien quiera que fuese se dignó a contestar.
“Hmph, ¿De qué agujero has salido? Quizás puedas iluminarme sobre si
la ignorancia es realmente una bendición”.
Oho, qué amable.
Puede que lo preguntara en broma, pero no estaba muy lejos de la
verdad. Desencadenada por mi leve diversión, una fina sonrisa se formó
en mi rostro. A Larken, sin embargo, no le hizo ninguna gracia verme
tan a gusto.
“Déjame adivinar: eres joven y estás orgulloso de tu fuerza
benigna. Durante tu entrenamiento, decidiste que querías poner a
prueba tus habilidades, tal vez. Los imbéciles como tú salen a la
superficie de vez en cuando. Alguien siempre tiene que lidiar con ellos
cuando traen el desorden al imperio”.
“Me temo que estás muy equivocado”.
“Bueno, en realidad, no me importa. No tengo ningún interés en tu
credo o creencias. Después de todo, soy un hombre ocupado. Así que
adelante. Muere. Arrepiéntete por desafiar los trescientos años de
poderío que es Vastalask, y en tus últimos momentos tiembla ante un
arcanista imperial”.
Larken sacó un talismán de su bolsillo, claramente desinteresado
en seguir discutiendo. Al hacerlo, comenzó a emanar maná de todo su
cuerpo. Era una cantidad considerable, suficiente para infundir miedo a
la mayoría. Y ese maná se canalizaría en el talismán y se utilizaría para
lanzar magia.
“¿Oh? Así que estás empleando un talismán desde el principio.
Muy sabio al no contenerte contra mí”.
“¿No te dije que estaba ocupado?”, Larken, aún sin divertirse, me
lanzó el talismán infundido con maná. Un momento después, el
talismán explotó, estallando en una oleada de llamas abrasadoras.
¿Eh?

Había reunido una cantidad considerable de maná e incluso había

empleado un talismán, así que supuse que me atacaría con algún
hechizo avanzado. Sin embargo…
¿Ys? ¿En serio? Pensé. Había lanzado un hechizo del segundo
peldaño de las cuatro grandes ramas de la magia.
Mientras reflexionaba sobre sus acciones, emití un agudo silbido.
Esto, por supuesto, no era una forma de provocación, sino una forma de
invocación conocida como silbido ascendente. Un muro apareció y
detuvo las llamas con facilidad.
Teniendo en cuenta mi cuerpo de vampiro, esas llamas no habrían
causado un daño considerable, pero la naturaleza de un mago era
responder a la magia con magia propia. Larken, por otro lado…
“¿Qué…?”.
Larken se quedó perplejo tras ver cómo su Ys se había anulado con
tanta facilidad. Incluso los caballeros que le rodeaban se habían
inquietado.
“¿¡Qu-Qué has hecho, rata!?”.
“Nada digno de mención. Un compañero mago debería saberlo,
¿No? Es Gaol, del primer peldaño de la rama principal de la magia”.
“¿Magia, dices? Y la rama principal…”. Larken puso cara de que
yo había empezado a hablar una lengua extranjera. “¡Déjate de tonterías,
muchacho! Es obvio que conozco Gaol. Soy un arcanista imperial, como
sabes, así que puedo decir que lo que acabas de lanzar no era Gaol. ¡La
conjuración no puede realizarse sin un talismán!”.
“Joven Señor, le pediré que usted también mantenga las tonterías al
mínimo. No estoy tan decrépito como para necesitar usar un talismán
para defenderme de la magia ofensiva de segundo rango”.
Ni siquiera había traído conmigo ningún talismán. Como forma de
invocación, el silbido ascendente era más rápido y práctico. Pero basta
de obviedades.
“¿Conjuración, dices?”.

Ahora era mi turno de actuar como alguien que oye una lengua
extranjera. ¿Se refería a la conjuración? ¿Los fenómenos sobrenaturales
de extraordinaria conveniencia que aparecían en los cuentos de hadas?
Ys y Gaol eran formas de magia: tecnología construida sobre la razón.
Ambos conjuros -en un grado u otro- podían ser utilizados por
cualquiera que aprendiera a hacerlo.
Larken y yo nos encontramos intercambiando miradas aprensivas.
Debo admitir que era una escena bastante tonta.
“Si me permite, mi Señor”.
“¿Qué pasa, Lelesha? Habla”-
“Sí, mi Señor. La gran tecnología de la magia que hace mucho
tiempo refinó, arrancó de sectas esotéricas, compiló y desarrolló ha caído
completamente en desuso en la era actual”.
“¿Qué has dicho?”.
“En su lugar, los arcanistas designados por el imperio utilizan
talismanes que se les proporcionan. Al no comprender los principios que
hay detrás de los talismanes, los arcanistas simplemente dirigen su mana
hacia el recipiente”.
“Eso es absurdo. Así, hasta un simio podría lanzar hechizos si
naciera con un flujo de maná”.
“En esta era, es un arte atesorado denominado ‘conjuración’”.
Las palabras me fallaron.
Por supuesto, no estaba más allá de mi comprensión. La magia era
omnipotente y, por tanto, una poderosa herramienta de guerra. En
tiempos de paz, era favorable para las autoridades y en aras de la
estabilidad que la magia no proliferara y fuera monopolizada por un
pilar central del Estado 12. Por ello, Al o uno de sus sucesores debió de
prohibir la magia. Se lo expliqué a Lelesha.
12
Un Estado es una organización política constituida por un conjunto de instituciones burocráticas estables, a
través de las cuales ejerce el monopolio del uso de la fuerza (soberanía) aplicada a una población dentro de
unos límites territoriales establecidos.

“¿Eso es lo esencial?”.
“Muy astuto, mi Señor”.
“Ya veo”.
Para alguien que amaba la magia más que a nada, ésta era una
historia triste. Y eso que había estado esperando con ansias los
desarrollos y cambios en la magia después de trescientos años. Supongo
que todo eso era una mera fantasía.
“Qué aburrido. Qué terriblemente aburrido”, no pude evitar
refunfuñar. Sí, refunfuñar, no lamentarme. Podía entender el
razonamiento que había detrás del desuso de la magia, así que me
guardé mis egoístas lamentaciones.
“Dijiste que eras Larken, el arcanista imperial, ¿Correcto?”.
“¡Es Su Excelencia Larken para ti!”.
“Está todo bien ahora. Descansen”.
Hice un movimiento con la mano que había aprendido de los
ascetas de montaña, y luego tracé un sello complejo en el aire. Era otra
forma de invocación. Aunque esta variedad requería una ceremonia
adicional, aumentaba enormemente el poder de un hechizo. Lancé
Guilline, un hechizo del tercer peldaño de la rama principal de la magia.
Una hoja invisible cortó las cabezas de Larken y de los caballeros que le
rodeaban. Para mí, hacer todo esto era prácticamente un truco para
fiestas, pero seguía siendo demasiado para aquel grupo.
“Qué aburrido. Qué terriblemente aburrido”, seguí refunfuñando
mientras observaba con desinterés.
“¡Gracias por rescatarnos!”.

“¡No sé cómo agradecerles lo suficiente!”.

Los rostros aún llorosos de las chicas que habían sido asaltadas
estaban ahora llenos de sonrisas mientras las chicas mostraban su
gratitud.
“No hace falta. Ahora vayan a casa con sus familias. Estarán
preocupadas por ustedes”.
“Pero…”.
“No hemos tenido la oportunidad de agradecérselos…”.
Estas chicas sinceras sentían que no podían irse hasta que de
alguna manera nos devolvieran el favor.
“No se preocupen”, respondió Lelesha. “No hay nada que ustedes
puedan ofrecerle a mi Señor”.
Esa es una manera viciosa de decirlo, Lelesha. Bueno, no importa.
“No se preocupes, ¿De acuerdo? Les aconsejo que salgan pronto de
aquí o acabarán oliendo mal”.
Empecé a poner distancia entre las chicas y yo para que vencieran
su reticencia. Y justo cuando había terminado con ellas-
“¿¡Qué has hecho!?”.
Alguien comenzó a gritarme.
Dirigí mi mirada hacia la fuente del ruido y descubrí que la gente
de los barrios bajos había empezado a agolparse en torno a la
intersección.
“¿¡Entiendes lo que has hecho levantando el puño hacia el
imperio!?”.
“Eres libre de hacerte matar, ¿¡Pero quieres arrastrarnos a nosotros
también!?”.
“¿Quién sabe lo que le pasará a una pequeña ciudad como esta
después de enfrentarse a las represalias del prefecto?”.
“¡Nuestras casas serán quemadas hasta los cimientos durante la
noche!”.

“¡Aaah! ¡Mira lo que has hecho!”.

Los residentes seguían gritando mientras formaban lentamente un
círculo a nuestro alrededor. Aun así, no mostré ningún miedo y me
limité a resoplar. Aquellos hombres y mujeres eran unos cobardes que
habían mirado hacia otro lado y se habían tapado los oídos incluso
mientras sus hijas eran desnudadas y estaban a punto de ser profanadas.
¿Por qué iban a resonar en mí sus palabras? ¿Por qué iba a tolerarlas?
“Hablaste de levantar el puño ante el imperio”, dije con
arrogancia. “Ilumíname sobre lo que eso podría provocar”.
“¿¡Estás diciendo que mataste a un delegado sin conocer las
consecuencias!?”.
“¡Increíble!”.
Me reí entre dientes. “Soy un provinciano que acaba de llegar aquí
desde las montañas. No conozco mucho mundo”.
Cuanto más hablaba, más se enfadaban.
“¡Esta es la provincia de Arkus, territorio del condado de
Nastalia!”.
“Arkus está dividida en cuatro partes -norte, sur, este y oeste-, con
tropas militares y un prefecto estacionado en cada una”.
“¡Breah está en la sección occidental, gobernada por el prefecto
Scallard, un arcanista temible!”.
“¡Es una persona de élite de la academia arcana del imperio!
¡Larken no es nada a su lado!”.
“¡Hay rumores de que un renombrado caballero transferido desde
la capital está bajo su mando!”.
“¡Scallard no se quedará de brazos cruzados cuando sepa que uno
de sus delegados ha sido asesinado! ¡Breah ciertamente será castigada
por esto!”.
“¡Un arcanista de élite y un caballero de renombre con un ejército a
sus órdenes!”.

“¿¡Cómo vas a asumir la responsabilidad de esto!?”.

Los residentes siguieron lamentándose de la gravedad de lo que
había hecho.
“Ja, ja, ja, ahora lo entiendo. Gracias a todos por la explicación”.
Seguí escuchando a la multitud mientras la separaba por la mitad.
Un hombre joven con una mirada aguda estaba de pie más allá de la
congregación. Bueno, quizá “joven” no era del todo exacto. Se esforzaba
por parecer joven, como alguien sabio que aún no ha cumplido los
veinte, pero en realidad no podía tener menos de treinta y cinco años.
“¿Es usted el jefe de esta barriada?”. Le pregunté.
No es raro que los suburbios se conviertan en refugios de
indeseables. Supuse que este hombre utilizaba la fuerza y la
intimidación para mantenerlos bajo su control. Sin embargo, el hombre
respondió con un tono cortés y unas maneras impropias del Señor de
una barriada.
“¿Por qué dices eso?”, preguntó.
“Lo sé con sólo mirarte. Está en tus ojos”, declaré sin vacilar.
Yo era más o menos un hombre que había unificado un continente.
¿Quién podría siquiera adivinar a cuántas personas había puesto los ojos
encima? Tenía cierta confianza en mi capacidad para evaluar a la gente.
¿Cómo podría haber reinado como monarca de otro modo?
“¿Estas personas hablan por orden tuya?”.
El hombre comprendió la posición en la que se encontraba y
capituló. “Me temo que has sacado lo mejor de mí”.
Esto explicaba por qué los gritos y chillidos anteriores habían sido
tan extrañamente expositivos y bien informados para tratarse de
ciudadanos de un tugurio. No me cabía duda de que era reacio a
enfrentarse directamente a alguien que había masacrado a Larken y a
diez caballeros con facilidad.
Qué hombre tan cauteloso. Oho, seguro que tendrá una larga vida.
“¿Cómo te llamas?”.

“Me llamo Forte”.

“Pues bien, Forte, estas son tus órdenes: reúne a todas las personas
influyentes de la ciudad de Breah y tráelas ante mí”, dije, sin admitir
discusión.
Aunque esto fuera un tugurio, llevar las riendas de todo un
distrito le daría cierto prestigio entre la alta sociedad, los matones, los
ricos, los intelectuales y quien fuera.
“Parece que no estoy en posición de negarme. ¿Dónde los reúno a
todos?”
“Allí”.
Señalé el centro de la ciudad, donde un gran palacio descansaba en
lo alto de una colina. Para estar en una posición tan ostentosa,
dominando toda la ciudad… No tenía dudas de que pertenecía a Larken.
“Lo dejaré así. Te veré allí en aproximadamente una hora”.
Los soldados y subordinados de Larken aún estarían dentro del
palacio. Todo lo que tenía que hacer era matar a los que se me
opusieran.
Aproximadamente una hora después…

Me reuní con Forte en un gran salón, donde una capa de sangre
fresca se estaba secando en el suelo. Podía imaginarme a Larken usando
esa sala. Con Lelesha a mi lado, descansaba en lo que era casi un trono.
No era algo propio de un simple delegado.
La gente que Forte había reunido retrocedió al ver los cadáveres
aún tendidos. Como no eran mis súbditos, les permití estar de pie en
lugar de arrodillarse (con la desaprobación de Lelesha).
“Me alegro de veros a todos aquí. Primero, una presentación: Soy
Kai Lekius. Es un placer conocerlos a todos”.
Los invitados empezaron a murmurar entre ellos.
“¿Kai Lekius? ¿Dónde he oído ese nombre?”.

“Ah, el Rey Sanguinario. Según recuerdo, su nombre era Kai

Lekius”.
“¿No es de un cuento de hadas? Oí ese nombre aquí y allá cuando
era niño”.
“Es un nombre del mito fundacional de nuestro imperio, un mal
presagio en el mejor de los casos”.
“¿Estás diciendo que no es su verdadero nombre?”.
Así fueron sus intercambios en voz baja.
“Me siento un poco responsable de que este incidente se haya
desarrollado como lo ha hecho”, dije, interrumpiéndolos a todos. “Por lo
tanto, si este prefecto o quien sea lanza un ataque, Lelesha y yo nos
encargaremos de ellos. No deben preocuparse”.
“Lo dices como si nada”.
“¿¡Cómo van a luchar los dos solos contra los militares!?”.
“¡Oooh, nuestra ciudad está condenada!”
Con la excepción de Forte, todos los invitados expresaron su fuerte
descontento. Levanté tres dedos y volví a cortarles el habla.
“Tienen tres opciones”, dije. “La primera: pueden recoger todas
sus pertenencias, huir y pedir protección al prefecto Scallard. La
segunda: pueden quedarse de brazos cruzados y esperar el resultado.
Comprendo que estas circunstancias son totalmente inesperadas para
todos ustedes, así que les prometo que no los tacharé de cobardes por
elegir esta opción.” Bajando un dedo cada vez, pasé a la última opción.
“Alternativamente, pueden jurarme lealtad y entregarme sus bienes.
Verán multiplicada por diez su inversión”.
“¿Qué?”.
Mis invitados se quedaron sin palabras. Yo, sin embargo, mantuve
mi compostura y elaboré.
“Cuando Scallard ataque, lo mataré. Esto incitará a fuerzas
mayores y más fuertes a atacarme. También las mataré. Esto conducirá a
una batalla decisiva con este condado de Nastalia, excepto que yo

también los mataré. ¿Y qué significará eso? Que la provincia de Arkus

me pertenecerá. Devolver su inversión diez veces no sonará tan
descabellado entonces, ¿Verdad?”.
Me encontré con el silencio.
“Je, je, admito que estaba esperando a que alguno de ustedes dijera
que nunca podría esperar ganar contra el condado de Nastalia”.
“Oh, Dios mío, mi Señor. Hasta usted tiene un gran sentido del
humor”.
Lelesha y yo ahogamos una risita y una carcajada,
respectivamente. Mientras tanto, nuestros invitados nos miraban como
si quisieran cuestionar nuestra cordura.
Poco después, nuestros invitados se marcharon. Sólo Forte se

quedó.
“¿Y qué vas a hacer?”. Le pregunté.
“Antes de tomar mi decisión, hay una cosa que me gustaría
preguntar”.
“Muy bien. Pregúntame lo que quieras”.
Forte hizo una pequeña reverencia. “Entonces, si me permites,
¿Con qué propósito te opones al imperio? Parece que crearías tal
disturbio que todo Arkus se vería involucrado. No me atrevo a creer que
esto se deba a la difícil situación de unas niñas empobrecidas”.
“Tienes razón”, respondí en voz baja. No podía mantener un tono
pausado al hablar de mi razonamiento. “Me niego a reconocer sistemas
de nobleza. No puedo permitirlos”.
Esta era mi razón fundamental para enemistarme con el imperio.
Antes de que pudiera saber si Forte había aceptado mi respuesta,
adoptó una expresión neutra. “Si me permite otra pregunta, ¿Qué es lo
que le molesta tanto de la nobleza?”.

Mi respuesta fue inmediata. “Un país no debe ser posesión de sus

gobernantes o autoridades”.
No lo había dicho como un intento de poética, sino como algo que
comprendí al pensarlo. En la naturaleza, vivir en manada es una
necesidad para muchos animales. Sólo tiene sentido ayudarse unos a
otros a sobrevivir en un mundo en el que los fuertes se aprovechan de
los débiles. Cuanto mayor es la manada, más segura y ventajosa se
encuentra. Los humanos no son una excepción. Las posibilidades de
supervivencia aumentan cuando el individuo pertenece a una familia, la
familia a un grupo, el grupo a una aldea, la aldea a un pueblo, el pueblo
a una ciudad. Finalmente, se forma un Estado.
“¿Lo ves? Un Estado no es más que una extensión de un rebaño, y
si la mayoría del rebaño está empobrecida, entonces no tiene sentido su
existencia”.
Ahí es donde se hacen necesarios los líderes. Para gestionar
eficazmente un rebaño, a veces es necesario hacer sacrificios. Sin
embargo, que un líder considere a su rebaño como una posesión e
incluso abuse, explote y no traiga más que dolor a sus miembros es
imperdonable. Eso es porque frustra el propósito de una organización
de cooperación mutua 13.
“Un Estado debe esforzarse por la felicidad de su pueblo y por
reducir al mínimo los sacrificios. Pero eso no sucederá en una tierra
gobernada por la nobleza, donde se da por hecho que el pueblo es
explotado por sus gobernantes. La nobleza olvida los fundamentos sobre
los que se construyó su Estado”.
También estaba la cuestión de que los Estados gobernados por la
nobleza constituían rebaños inferiores que no podían competir con el
rebaño del poder centralizado que yo había construido una vez 14. Pero
13
La cooperación es el resultado de una estrategia aplicada al objetivo, desarrollado por grupos de personas o
instituciones que comparten un mismo interés u objetivo. En este proceso generalmente se emplean métodos
colaborativos y asociativos que facilitan la consecución de la meta común.
14
El centralismo es una doctrina política que propugna la centralización política o administrativa. Es decir, el
centralismo promueve un sistema político en el cual el gobierno central reúne la mayor parte de los poderes y

todo eso podía dejarse de lado por el momento, porque Forte esbozó una
sonrisa de aceptación ante mi respuesta.
“Estoy bastante convencido”.
Ahora hablaba con seguridad.
“Para responder a tu primera pregunta, yo, Forte, te ofrezco la
totalidad de mis bienes, mi Señor Kai Lekius”.
“¿Oh? ¿La totalidad?”.
Esas fueron unas palabras bastante audaces.
“Ciertamente. Así que en lugar de hablar de retornos diez veces
mayores, permíteme apoyarte mientras viva. Permíteme ayudarte a
expulsar a la nobleza de Arkus y llevar a su pueblo a la felicidad”.
“¿Y estás dispuesto a vivir con las consecuencias de esa decisión?”.
Qué interesante, pensé desde el fondo de mi corazón. Ahora era mi
turno de preguntarle a Forte sobre sí mismo. Respondió mientras se
ponía colorado.
“Yo era un humilde comerciante que ascendió desde la indigencia
hasta las migajas de la riqueza. Pero no podía ir más allá. Para seguir
expandiendo mi comercio necesitaba el permiso de Larken. Ese permiso
requería un enorme soborno, tan enorme que pagarlo me haría
retroceder tanto que expandir mi comercio ya no valdría la pena”.
“Así que, en otras palabras, Larken nunca tuvo intención de darte
permiso. Imagino que ya estaba compinchado con otros mercaderes y
planeaba cortarte de raíz 15”.
facultades para dirigir la nación. Por tanto, el Estado asume competencias ante los estados federados o
divisiones administrativas en esta forma de gobierno promulgando normalmente un Estado unitario.
15
En la ciencia política, se puede utilizar también el término “corporativismo” para describir el proceso por
parte de un Estado de dar licencia y reglamentar para incorporar organizaciones sociales, religiosas,
económicas o populares en un solo cuerpo colectivo. Así, se puede usar el término “corporativismo” cuando
estos Estados cooptan el liderazgo empresarial o circunscriben la capacidad de desafiar la autoridad estatal
mediante el establecimiento de organizaciones como la fuente de su legitimidad o gobernando el Estado a
través de las corporaciones. Este uso es particularmente común en los estudios sobre Asia del Este y algunas
veces también es referido como “corporativismo estatal”. Algunos analistas han aplicado el término
“neocorporativismo” a ciertas prácticas en los países de Europa occidental, como el Tupo en Finlandia y el
sistema Proporz en Austria.

“Tienes razón. Dado que la autoridad de Larken estaba respaldada

por el condado de Nastalia, revocar su decisión era imposible para un
hombre corriente como yo. Consideré dejar Breah, pero me detuve. Se
me ocurrió que la tiranía de los nobles y la corrupción de sus sirvientes
prevalece en todo el imperio. Me encontraría con lo mismo fuera donde
fuera, así que, mientras el imperio gobernara el continente, no tenía
adónde ir”.
“Es un mundo cruel”, espeté.
Forte era, en efecto, una víctima del mismo sistema que yo
despreciaba.
“Por eso, mi Señor, cuando decapitó a Larken, sinceramente sentí
cierta catarsis”. La sonrisa de Forte se torció con un oscuro placer ante el
recuerdo. Luego hizo otra reverencia. “Mis más profundas disculpas por
haber puesto a los habitantes de los barrios bajos a perseguirle para
poner a prueba su autenticidad y determinación. Por favor, perdóneme,
porque es mi deseo servirle con toda mi capacidad”.
“Acepto tus disculpas. La seriedad tiene su belleza; los intrigantes
como tú tienen su utilidad”.
Un monarca debe ser lo suficientemente abierto como para aceptar
ambas cosas. Dejé que Forte levantara la cabeza.
“Bien entonces, Lelesha”, dije, “creo que es hora de que demos
nuestra declaración de guerra”.
Tras una cortés reverencia, Lelesha sacó a un caballero de una sala
contigua. Me había asegurado de mantener uno vivo. En los temblorosos
brazos del caballero estaba la cabeza decapitada del Delegado Larken.
Y entonces la cabeza habló.
“¿Estoy vivo? ¿Estoy muerto? ¿Qué…? ¿¡Qué está pasando!?”.

“En efecto, estás muerto. Pero, por medio de la nigromancia 16, te

traje de vuelta como un no-muerto. Incluso te hice el favor de convertirte
en un no-muerto robusto que persistirá durante cien años más o menos”.
“¿Nigromancia? ¿Un no-muerto? Eso es absurdo. Nunca había
oído semejante disparate”.
“Bueno, entonces parece que estás atrasado. No, tal vez estés
completamente al día”.
“Oh, cielos, mi Señor. Hasta que consiguió un gran sentido del
humor”.
Lelesha y yo ahogamos risitas y carcajadas, respectivamente. La
cabeza decapitada de Larken, mientras tanto, nos miraba fijamente como
si cuestionara nuestra cordura.
“Agarra esta cabeza y llévasela al prefecto, al conde o a quien sea.
Luego dile esto: mis puertas están abiertas, así que a menos que teman a
Kai Lekius, pueden venir directamente a por mí”.
16
El nigromante es un tipo de hechicero, figura habitual de la literatura fantástica y algunos juegos de rol como
argumento de fuerza. En muchas ocasiones se dice que los vampiros tienen facultades nigrománticas. La visión
de los nigromantes en la ficción literaria es que son hechiceros mortales que han estudiado las artes
prohibidas para intentar escapar de la muerte. Son individuos extremadamente peligrosos que poseen un
profundo conocimiento de la hechicería nigromántica. Los nigromantes estudian la hechicería que les permite
controlar a los muertos vivientes, comunicarse con los espíritus y animar sus cadáveres (zombis o esqueletos)
para servirles (Imagen).

Los cielos le habían concedido a Rosa no una, sino muchas

bendiciones. Por ejemplo, sus rasgos algo severos, pero
excepcionalmente apuestos; su hermoso cabello rosado; y su familia,
acaudalada y estimada, que había producido caballeros imperiales
durante muchas generaciones. Además de eso, Rosa estaba bendecida
con un talento marcial abrumador, que le había permitido obtener el
título de caballero imperial cuando aún era adolescente, y su corazón y
espíritu francos, que eran inquebrantables y llevaban consigo el amor
por la justicia. La lista sería interminable.
Sin embargo, también fue por los cielos que Rosa ha sido afligida
con un caso malvado de mala suerte. Por ejemplo, los insectos se comían
una y otra vez su bálteo 17 favorito, y cada vez que visitaba a guerreros
famosos para pedirles sus enseñanzas, se encontraban fuera de la
ciudad. En los exámenes de acceso a la caballería, la puntuación
favorable que había obtenido estuvo a punto de registrarse con el
nombre de otra persona por error. Por eso, “qué mala suerte” se había
convertido en una frase habitual para ella.
Lo peor de todo era su suerte con sus superiores. Se había
convertido oficialmente en caballero, lo cual estaba bien, pero luego se
había encontrado bajo el mando directo de un misógino 18. Rosa, que no
era de las que se callaban y le seguían la corriente, no tardó en caerle mal
y fue trasladada a la más remota tierra de la provincia de Arkus.
17
Un bálteo o télamo es un cíngulo militar o una insignia de oficial, que se usaba antiguamente para sostener
un arma. En la Antigua Grecia y la Antigua Roma, una correa, correa para el hombro o correaje comúnmente
utilizado por los soldados para sostener un arma, generalmente, la espada. Debido a que la espada, en un
soldado diestro, estaba en la cadera izquierda, el bálteo se apoyaba sobre el hombro derecho y pasaba
oblicuamente sobre el pecho (Imagen).
18
La misoginia es la aversión, el desprecio o el odio hacia las mujeres. Se la considera como el homólogo
sexista de la misandria. La misoginia puede manifestarse de diversas maneras, que incluyen denigración,
rechazo, discriminación y violencia contra la mujer.

“No puedo pretender que no me amargué por esto”.

Cuando la visitaban desgracias grandes o pequeñas, a Rosa se le
salían las lágrimas y miraba al cielo. Pero también apretaba los dientes y
aguantaba. Se las arreglaba creyendo que, con perseverancia, su suerte
cambiaría algún día.
“Pero ha llegado el momento”, declaró Rosa, de diecisiete años.
“¡Por fin he conocido a una líder de verdadera benevolencia! Mujer o no,
la Lady de Nastalia rivaliza con el emperador Kalis. No hay mayor
alegría para mí ahora que servirla”.
La condesa de Nastalia había confiado a Rosa la vigilancia del
prefecto Scallard en el oeste. Los cuatro prefectos nombrados por la
condesa eran todos individuos poderosos. Aunque podían ser útiles,
también eran capaces de maquinar o actuar por interés personal. Para
evitarlo, a Rosa se le había encomendado la tarea de observar y
mantener a raya al prefecto del oeste; pero mientras Scallard
permaneciera leal a la condesa, a Rosa le correspondía ayudar al
prefecto en sus tareas.
Esa noche, Rosa recibió una citación urgente. Como aún no se
había acostado, pudo tomar rápidamente su espada y presentarse en la
residencia oficial del prefecto occidental. Desde allí, fue dirigida a lo que
parecía ser una sala de guerra.
¿Podría haber estallado un conflicto? ¿En estos tiempos de paz? Se
preguntaba Rosa mientras miraba fijamente una mesa de guerra que
debía haber estado cubierta de polvo hasta más temprano ese día.
Aparte de Rosa, que era la persona más agitada de la sala, ésta estaba
abarrotada de caballeros y arcanistas bajo el mando de Scallard. El
propio Scallard fue el último en llegar. Tomó asiento mientras todos los
demás permanecían en posición de firmes.
Scallard era un anciano de piel y huesos. Con su cabeza calva,
parecía un esqueleto andante. De hecho, el hombre no sólo parecía una
aberración; era un graduado de la academia arcana. En su interior se
ocultaban poderes considerados notables incluso en la capital imperial.
Habiendo crecido ella misma en la capital, Rosa sabía lo aterradores que

eran los arcanistas. Se rumoreaba que Scallard tenía poco más de cien
años, y no parecía una broma. Tampoco las palabras que siguieron.
“Larken ha muerto”.
Las malas noticias de Scallard provocaron un alboroto en toda la
sala.
“Por Larken, ¿Se refiere a ese delegado Breahno que servía a la
condesa?”.
“Así es”.
“El hombre no era viejo, y no había oído nada malo sobre su
salud”.
“Lo mataron”.
“¿Qué? ¿Es cierto?”.
“Tenía entendido que Sir Larken era un hombre dotado en
términos de maná. Sólo que podría haber-”.
“Pregúntale tú mismo si quieres los detalles”.
La multitud se inquietó aún más, incluida la propia Rosa, que no
podía evitar sentirse perpleja. Si Sir Larken estaba muerto, ¿Cómo iban a
preguntárselo? La respuesta se hizo evidente de inmediato. Ninguno de
los presentes esperaba lo que vino a continuación.
Un caballero sacó la cabeza cortada del delegado Larken, que
hablaba como cuando aún estaba unida a su cuerpo. El malestar en la
sala creció tanto que era casi palpable.
“Larken, cuéntanos de nuevo todo lo sucedido, sin escatimar
detalles”, ordenó Scallard con gravedad.
“S-Sí, Su Excelencia”.
Larken, cuya cabeza había sido colocada sobre la mesa, comenzó a
relatar su historia. Aunque a Rosa le resultaba desconcertante, no podía
hacer otra cosa que escuchar. Lo mismo podía decirse de todos los
demás reunidos alrededor. Incluso los arcanistas, que deberían estar
acostumbrados a los fenómenos místicos, palidecían ante la cabeza

parlante. Pero, peor que la cabeza, era la retahíla de sorpresas que

brotaban de su boca.
“¿Estás diciendo que… esos canallas te levantaron el puño
sabiendo que eras delegado del imperio?”, preguntó alguien.
“¿Y que sólo eran dos?”.
“Tal vez estén siendo respaldados por algún tipo de organización.
Sea como sea, no podemos ignorarlos”.
Los caballeros y arcanistas empezaron a maldecir a la misteriosa
pareja que había matado a Larken.
“¿¡Cómo se atreven a actuar con tanto descaro!? ¿Una declaración
de guerra? ¡Aprenderán cuál es su lugar!”.
“¡Escupir sobre la gloria del sagrado e inviolable Vastalask se
castiga con la muerte!”.
La sangre se les subió a la cabeza mientras exigían que los
pecadores fueran castigados, pero las siguientes palabras de Rosa fueron
como un cubo de agua helada sobre la multitud.
“Alterar el orden mantenido por la Lady de Nastalia es sin duda
un delito grave, pero déjenme que les pregunte algo: ¿No empezó todo
esto con los soldados de Larken acosando a chicas inocentes?
Basándome en las circunstancias, yo afirmaría que el dúo ejecutó a los
soldados tras no poder soportar lo que les estaba ocurriendo a las
chicas”.
Sabía que era duro, pero Rosa sentía que esos soldados habían
recibido su merecido. Larken era tan culpable como el resto de ellos. Por
supuesto, desde una perspectiva legal y de seguridad pública, no se
podía permitir que los dos agresores quedaran libres, pero
emocionalmente, Rosa se encontraba más de su lado que del de los
soldados.
“La Lady de Nastalia es una líder benevolente que ama la paz y a
sus súbditos por igual. No pasa un día sin que nos anime a abstenernos
de cometer improperios contra su pueblo, ¿Me equivoco?”.

“Es como dices”, respondió Scallard. “La falta de supervisión

incluso de las tropas de menor rango se debe enteramente a mi propia
negligencia. Presentaré una disculpa formal a Su Excelencia la Condesa
de Nastalia más adelante”. Scallard era de un rango muy superior al de
Rosa, pero hablaba en términos corteses hacia ella, ya que era una de las
subalternas directas de su Señora. “Sin embargo, hay un asunto entre
manos que tiene prioridad. Este incidente es mucho más importante de
lo que creo que todos los presentes creen”.
Rosa frunció el ceño. “¿Qué está diciendo?”.
“Responde con cuidado, Larken”, continuó Scallard. “De los dos
canallas que te mataron, uno se refirió a sí mismo como ‘mago’, ¿No es
así?”.
“L-Lo hizo. Estoy seguro de ello”.
“Y lanzó un hechizo que tú nunca habías visto ni oído, y lo hizo sin
usar ningún talismán, ¿Estoy en lo cierto?”.
“¡Sí! Eso es correcto”.
Las palabras de la cabeza cortada hicieron que Scallard se sumiera
en un profundo silencio. Rosa, sin embargo, nunca había oído el término
“mago”, como parecía ser el caso de todos los demás presentes. Incluso
los arcanistas estaban desconcertados por lo que Scallard se cuidaba
tanto de confirmar.
“Debemos movernos de inmediato para eliminar a estos dos
asaltantes”, declaró Scallard con voz grave y una mueca en el rostro. Se
volvió hacia los caballeros bajo su mando directo. “¿Cuántos soldados
pueden moverse sin demora?”.
“¿Sería aceptable una semana de preparación, Su Excelencia?”.
“Eso es demasiado tiempo. Atacaremos Breah mañana”.
“¿¡Mañana!?”.
“Debemos evitar que escapen”.
“E-Entendido. Si vamos a atacar Breah mañana, podemos reunir
unos mil soldados”.

“Mil…”, Scallard se interrumpió, sin saber si eso sería suficiente.

“¿No estamos tratando sólo con dos personas?”.
“¿O a Su Excelencia le preocupa que una organización mayor esté
detrás de esto?”.
Los confundidos caballeros hacían más y más preguntas, pero
Scallard no respondía. Pronto se decidió. “Atacaremos el palacio del
delegado de Breah mañana, en plena noche”, proclamó, tanto para sí
mismo como para los demás. Su tono era fuerte, dejando claro que no le
interesaba ninguna objeción por parte de sus subordinados. “¿Puedo
solicitar su colaboración en este asunto?”, preguntó a Rosa.
“Por supuesto. No toleraré que se cree tal alboroto a los pies de Su
Excelencia la Condesa de Nastalia”.
“Tiene usted mi agradecimiento, señorita Rosa. Espero ser testigo
de hazañas similares a las que le valieron su renombre en la capital”.
“Haré todo lo que esté en mi mano”.
Rosa se puso una mano en el pecho e hizo una reverencia. El
corazón le latía con fuerza. No sabía si realmente era famosa, pero había
llegado a creer un poco en sí misma. Aun así, para Rosa, éste sería su
primer despliegue. Habría sido extraño que no estuviera nerviosa. No
puedes estropearlo, Rosa. Es por el bien de la Lady de Nastalia.
Mientras tanto, Scallard daba órdenes a sus subordinados. “Ahora,
todos ustedes, asegúrense de estar preparados”.
“¿Quiere decir que todos los presentes irán?”
“Por supuesto que sí. Eso me incluye a mí”.
“¿Usted también, Su Excelencia?”.
“Permítanme aclarar algo por adelantado”. Scallard lanzó una
mirada amenazadora a sus hombres. “No toleraré a nadie que no se
tome en serio esta amenaza, ¡Como este imbécil!”.
Scallard entrelazó los dedos en un complejo gesto. Luego, tras
canalizar algo de maná, realizó un conjuro sin un talismán. La cabeza de
Larken ardió en un instante.

“¡GYAAAAH!”. La cabeza cortada gritó de agonía mientras era

envuelta en llamas negras de otro mundo. “¡Por favor, deténgase, Su
Excelencia! No puedo morir hasta dentro de cien añosssss”.
“¿Era eso así? Ese hechizo, Injerto, pertenece al cuarto peldaño de
la rama herética de la magia. No se extinguirá hasta que su sujeto haya
sido reducido a cenizas”.
“¡No, haz que se detengaaaa!”, gritó Larken.
Scallard lo observó fríamente. Todos los demás palidecieron ante
la visión de tan indescriptible horror.
Mil soldados habían sido divididos equitativamente en diez

compañías 19. Rosa y otros ocho caballeros habían sido puestos cada uno
a cargo de una de esas compañías. La última unidad sería la escolta de
Scallard. Esto representaba a todos los que atacarían Breah.
“Su Excelencia, nuestros exploradores han regresado. Informaron
que toda la ciudad estaba dormida y que no encontraron soldados
haciendo guardia o patrullando, mucho menos algún tipo de
emboscada. Vagaron libremente por la ciudad”.
“¿Y qué hay del palacio del vicario?”.
“El puente levadizo no se ha levantado, y tanto la puerta delantera
como la trasera de las murallas exteriores están abiertas”.
Al oír esto, todos los caballeros, excepto Rosa, se inquietaron.
“Es tal como declaró, pero pensar que realmente dejó las puertas
abiertas…”.
19
Unidad militar: Compañía militar. Soldados: 90-150 o 80-225. Mando: Capitán, comandante, mayor.

“¿Nos está invitando a entrar?”.

“¿Quién se cree que es?”.
Todos mostraban expresiones de disgusto, mientras que Rosa
simplemente parecía desconcertada. Si el dúo que perseguían era
realmente tan peligroso como Scallard había advertido, un acto tan
descarado debería justificar la cautela. No había tiempo para lamentarse.
Scallard terminó de escuchar el informe del explorador y luego,
con tono grave, dio sus órdenes. “Haremos un único avance concertado
sobre el palacio. Guarden silencio, no habrá charlas innecesarias.
Asegúrense de que sus hombres sepan esto: la presunción de nuestro
enemigo será la clave de nuestro éxito. Una vez que hayamos llegado al
palacio, nos dividiremos en dos batallones 20. Cinco compañías tomarán
el frente, y cinco la retaguardia, en un golpe decisivo”.
“Sí, Su Excelencia”.
Rosa y los demás caballeros hicieron una reverencia.
Después de eso, el plan se puso rápidamente en marcha. Sin
siquiera toser, los soldados se lanzaron a través de la ciudad dormida.
Como cabía esperar de las tropas de élite de un prefecto, hicieron gala de
una profesionalidad asombrosa. A diferencia de los caballeros, que
valoraban el honor y la lealtad, la mayoría de los soldados -como los de
Larken- no eran más que sanguijuelas andantes. Pero las tropas de
Scallard eran diferentes. Incluso los caballeros que las comandaban eran
especialmente hábiles.
Rosa era la única caballero imperial, pero los otros ocho caballeros
al mando eran héroes que se habían hecho un nombre en la capital y
habían sido elegidos por el propio Scallard. En cambio, por muy
poderosos que fueran, sus oponentes no eran más que dos individuos.
Si Sir Scallard ha llegado tan lejos, debería ser imposible que perdamos,
pensó Rosa. ¿Debo considerar una suerte que ésta sea mi primera batalla? He
oído que hasta los mejores caballeros meten la pata la primera vez y,
20
Unidad militar: Batallón o grupo. Soldados: 400-700 o 300-1300. Mando: comandante, teniente coronel,
coronel.

francamente, esto es preferible a que me lancen a una batalla que no tengo

esperanzas de ganar. Sabía que conocer a la Lady de Nastalia cambió mi suerte.
¡Muy bien! Calmémonos y esforcémonos por aprovechar al máximo nuestras
habilidades.
Eso era lo que pensaba, al menos, hasta que llegó al palacio.
Rosa formaba parte del batallón que asaltaría el palacio desde el

frente. Como habían informado los exploradores, el puente levadizo
estaba bajado. Pasaron sin incidentes. Pero no era sólo el puente
levadizo. Incluso la puerta principal estaba abierta. Sin embargo, no
pudieron avanzar hacia el interior.
La vanguardia se detuvo sin pensarlo, provocando un atasco en el
patio delantero. Ni Rosa ni nadie les había ordenado detenerse. Puede
que estuvieran violando órdenes, pero ella no podía culparles. Al fin y al
cabo, ella también lo sentía.
En el oscuro interior del palacio, desprovisto incluso de una pizca
de luz, más allá de la puerta que habían dejado abierta, en lo más
profundo de la oscuridad…
Algo acechaba.
Algo esperaba.
Algo desconocido.
Pero, sin duda, estaba allí. Ella podía sentirlo. Una presencia
palpable, aterradora y premonitoria.
Rosa gimió. Su nerviosismo ya se había disipado, o más bien había
sido superado por una sensación de miedo mucho más ambigua.
“¿Qué pasa, chicos? Es demasiado tarde para temblar de miedo”.
Uno de los caballeros, un hombre de muchos años que se
enorgullecía de su fuerza y músculo, instó a los soldados a seguir
adelante. Como no se movían, tomó él mismo la delantera y entró en el
palacio. Puede que el término “audaz” sonara bien, pero este hombre no

era más que denso e insensible. No se había dado cuenta del aura
premonitoria que habían captado incluso los soldados de menor rango.
“Sinceramente, me alegro de que esté aquí. Incluso la estupidez
tiene su utilidad”, dijo uno de los caballeros detrás de él. Tan pronto
como el caballero dijo eso-
“¡GYAAAAAAH!”.
- el grito gutural del gran caballero resonó en el vestíbulo del
palacio.
“¿Qué ha sido eso?”.
“¿Qué acaba de pasar?”.
“No lo sé…”.
Los soldados y caballeros susurraban entre sí con asombro.
Ninguno de ellos se movió; sus pies estaban firmemente plantados en el
suelo. Y entonces…
“Mwa, ja, ja… Bwa, ja, ja, ja, ja!”.
Una carcajada fuerte y desdeñosa sonó desde la oscuridad.
“Vamos, intenten no confundir la cobardía con la prudencia”, llegó
una voz burlona. “¿No vendrá uno de ustedes a ayudar a su camarada
que grita? ¿Es eso lo que se puede esperar de los militares de esta época?
Oh, qué descorazonador”.
De repente, el vestíbulo se iluminó, seguramente por el hechizo
Kur. Ahora el interior del palacio era claramente visible. El cuerpo del
gran caballero yacía en el suelo, separado de la cabeza que miraba con
resentimiento al batallón.
Junto a la cabeza, con el pie apoyado en ella, se encontraba un
joven que parecía estar al final de la adolescencia. El hombre iba vestido
de pies a cabeza con ropas negras de seda fina y tenía un rostro apuesto
que poseía tanto una intrepidez como una rudeza poco comunes entre
los de su edad.
Cuando vio aquel rostro, Rosa tuvo la extraña sensación de
haberlo visto antes en alguna parte. No lograba recordar dónde, pero tal

vez un viaje a la capital imperial hubiera avivado sus recuerdos. Las

estatuas del fundador del imperio, el emperador Kalis, que se podían
encontrar por todas las calles, habrían resultado especialmente útiles,
pues el rostro del joven que tenían delante se parecía bastante al de las
estatuas (que habían sido construidas para parecer bastante más guapas
que el hombre real, pero esto se había olvidado con el tiempo). Sin
embargo, este joven tenía una dignidad, una fuerza y una gracia de las
que carecían incluso las gloriosas estatuas.
“¡A la carga! ¡Es sólo un hombre!”, gritó uno de los caballeros tras
volver en sí.
“¡Vamos, vamos, vamos!”, ordenó otro caballero. “¡No le den
oportunidad de invocar nada!”.
Y así, los soldados comenzaron su asalto. Puede que se
acobardaran por miedo a lo desconocido, pero su entrenamiento diario
les permitió tener el valor necesario para enfrentarse a una amenaza
visible.
Uno tras otro, desenvainaron sus espadas y atacaron al joven de
negro. Estaba completamente desarmado, pero con un movimiento de
sus manos, los soldados se encontraron con sus espadas dobladas, su
carne golpeada, huesos rotos, miembros desgarrados, órganos
esparcidos y sangre salpicada. Los caballeros que quedaban miraban
incrédulos.
“¡Qué horrible poder!”.
“¡Tiene que ser un guerrero entrenado!”.
“¿No era un arcanista?”.
Rosa compartía sus sentimientos, pero quedarse parada sólo
mermaría sus fuerzas.
“¡Preparen sus arcos! Hay un oponente, ¡Y lo convertiremos en un
erizo 21!”.
21
Los erizos (Erinaceinae) son pequeños mamíferos cubiertos de púas; pertenecen al orden Eulipotyphla. Hay
un total de dieciséis especies de erizos divididas en cinco géneros; el único erizo que no pertenece a esos
géneros es el erizo gigante o también conocido como Erethizontidae. (Imagen).

A la orden de Rosa, los soldados que aún estaban fuera del castillo
prepararon sus arcos de inmediato. Un aluvión de flechas voló desde el
patio hasta el vestíbulo. El joven de negro fue incapaz de esquivar tantos
proyectiles y recibió una lluvia de flechas. Con innumerables flechas que
sobresalían de cada centímetro de su cuerpo, parecía lo que Rosa había
dicho: un erizo. No es que eso cambiara las cosas.
“Perdónenme”, dijo con una risita enervante mientras seguía
ensartado por las flechas, “pero este tipo de cosas no funcionarán
conmigo en mi estado actual”.
Una mirada más atenta al hombre revelaría que ni siquiera estaba
sangrando. No es que no hubiera podido esquivar el aluvión,
simplemente no lo había intentado.
“Ahora entonces, voy a tomar mi turno”.
Mientras el joven hablaba, su cuerpo se disolvió y las flechas que
una vez se clavaron en él cayeron al suelo. De donde habían estado su
cuello y su cabeza, apareció un enjambre de murciélagos. Sus cuatro
extremidades se convirtieron en una manada de lobos, y su torso
también se dispersó en murciélagos y lobos.
“¡Es un vampiro! ¡No es un arcanista y ni siquiera es humano!
Demonios, ¡Es algo peor que un Noble!”, gritó uno de los caballeros,
conocido por sus amplios conocimientos. Sin embargo, ya era
demasiado tarde para que esos conocimientos les salvaran. Un diluvio
de innumerables murciélagos y lobos se derramó en el patio y descendió
sobre los soldados.
Al observar de cerca a los murciélagos y los lobos, descubrieron
algo extraño. Eran negros como el carbón, más sombras que verdaderos
cuerpos, y carecían de profundidad. El retorcido enjambre que se
acercaba parecía una pesadilla muy alejada de la realidad.
Pero esto no era un sueño.
Era una realidad de pesadilla, que traía la muerte a los caballeros y
soldados. A algunos los enjambres de murciélagos les drenaron la
sangre por más de cien puntos. A otros, los lobos los tiraron al suelo y

les arrancaron la garganta. Incluso los caballeros más capaces estaban

indefensos ante la horda y, uno tras otro, fueron engullidos por la ola
sombría.
“¡AAAAAAH!”.
“¡Atrás! ¡ATRÁS!”.
“No… Sálvame… ¡Madre!”.
“¡Te lo ruego, no me comas las manos!”.
Un retrato del infierno pintado en gritos tomó forma. Sólo Rosa fue
capaz de mantener el valor.
“¡Cálmense! Puede que sean muchos, pero solos, son débiles”.
Como para demostrar lo que decía, acuchilló a un grupo de
murciélagos y lobos que se acercaban. No importaba cuántas veces
cortara las sombras, éstas recuperaban su forma y se reanimaban como
si nunca hubieran sido cortadas, pero Rosa al menos lograba mantener a
raya sus garras y colmillos. Eso, sin embargo, sólo era posible gracias a
la fortaleza mental de Rosa y a su talento con la espada. No era algo que
cualquiera fuera capaz de hacer. Uno a uno, los soldados y caballeros
fueron masacrados.
“Ja, ja, ja, esto debe ser un sueño. ¡Sólo estoy soñando!”.
El último de los ocho caballeros finalmente cedió al miedo y dejó
de resistirse. Riendo sin control, fue despedazado miembro a miembro y
devorado por los lobos.
Incluso Rosa había llegado a su límite defendiéndose y era incapaz
de ayudar a los que la rodeaban. De repente, se dio cuenta de que era la
única que quedaba en el patio. Los murciélagos y los lobos retrocedieron
todos a la vez, reuniéndose en el vestíbulo de entrada, y convergieron
para formar al joven.

“Eres la única que queda”, dijo. “Dime, valiente muchacha, ¿Cuál

es tu nombre?”.
“¿No es educado ofrecer tu nombre primero, vampiro?”.
“¡Bwa, ja, ja! ¡Veo que todavía tienes algo de hostilidad dentro de
ti! Qué maravilla”.
El joven -o, mejor dicho, el vampiro- rio con grandeza y dijo su
nombre.
“Kai Lekius. Es un placer conocerte”.
“Caballero Imperial Rosa de la Casa de Rindelf 22”, respondió Rosa
mientras preparaba su espada. Pero era una actuación; sus hombros se
agitaban y sus rodillas temblaban de miedo. Tenía tantas ganas de huir
que era insoportable.
No debería haber pensado que mi suerte había mejorado, pensó,
maldiciendo a los cielos por hacer de ésta su primera experiencia en la
batalla. Pero aun así decidió no huir. En su lugar, Rosa gritó con todo el
coraje que le quedaba.
“Juro por mi lealtad a mi salvadora, la Lady de Nastalia, que te
abatiré”. Preparó su espada y cargó contra el vampiro que aguardaba en
el vestíbulo.
“Hm, muy bien. Tus habilidades y tu espíritu inquebrantable están

muy lejos de lo que esperaría de una jovencita. Mantente orgullosa,
Rosa. Se te han ofrecido mis elogios”.
22
Casa noble, casa nobiliaria o casa de nobleza es el nombre con el que se designa corporativamente a los
nobles de la misma familia, y el que reciben los linajes o dinastías nobiliarias, de modo semejante a como se
designa a las casas reales (Imagen).

Yo, el vampiro Kai Lekius, estaba en ese momento dando a la chica

atacante mi honesta valoración. Rosa era su nombre. Tenía el cuerpo
tembloroso, la cara tensa y todo su ser atenazado por el miedo, y sin
embargo tenía el valor de lanzarse tan audazmente a la batalla. Era
realmente especial.
Mientras cientos de hombres, rendidos ante el miedo más
absoluto, se habían quedado paralizados y habían muerto
miserablemente, sólo esta chica había mantenido su espíritu. ¿Qué otra
cosa podría haberla llamado sino valiente? Había algo extrañamente
hermoso en el fuego de sus ojos cuando me miró fijamente. Esos ojos
eran a la vez orgullosos y vigorosos.
Oho, parece que este mundo todavía tiene mujeres de mi agrado después
de todo.
No sólo Rosa me había llamado la atención. La espada que
sostenía era igual de especial.
“¡Hyaaah!”.
Finalmente, Rosa avanzó a toda velocidad hacia dentro del palacio.
Reaccionando a su fuerza, flamas carmesíes brotaron de la hoja de su
espada. Si tuviera que adivinar, era una espada imbuida por algún tipo
de encantamiento de fuego, y no era una espada demasiado mala.
Trescientos años atrás, cuando todo el mundo estaba en guerra, las
armas imbuidas con magia estaban esparcidas por todas partes. Pero en
un mundo donde la magia se había desechado, esas espadas debían de
ser valiosas antigüedades. Apenas podía contener mi impaciencia al
pensar en las proezas que podría mostrarme una chica tan singular con
una espada tan extraordinaria.
“¡Hyaaah!”.
Con otro grito agudo, Rosa se abalanzó. Se enroscó como un
resorte y cerró la distancia entre nosotros tan rápido, que parecía un
borrón. Esto era Hagan, una técnica muy básica y muy nostálgica.
Mi hermanastro, Al, había sido muy hábil con esta técnica y la
había perfeccionado hasta convertirla en un arte. Por lo que yo sabía,

sólo diez personas habían sido capaces de esquivar su Hagan al primer

intento, y eran individuos que ni una sola vez habían sido superados por
el Hagan de otro. De niño, había abandonado las artes marciales al ver el
talento natural de mi hermano pequeño. Decidí dedicarme a la magia y
le dejé a él la lucha tradicional.
Fue gracias a la agudeza sobrehumana de un vampiro que ahora
me encontraba paseando tan tranquilamente por el carril de los
recuerdos. En mi vida pasada, aunque hubiera comprendido que Hagan
me tenía en su punto de mira, no habría podido hacer otra cosa que
dejarme apuñalar. Pero, ahora, como vampiro, tenía suficiente margen
para esquivar a la derecha mientras recordaba días pasados.
Hagan sólo podía trazar una línea recta. Mientras uno pudiera
reaccionar a tiempo, era una técnica fácil de manejar… o eso creía yo.
“¡Aún no he terminado!”, gritó Rosa.
“¿Oh?”.
Mis ojos se abrieron completamente. Después de haberme librado
del ataque de Rosa, ella se había forzado a sí misma y ahora venía hacia
mí de nuevo casi sin disminuir su velocidad.
“¡Fascinante!”.
Esta vez no la esquivé, sino que la pateé con el pie y la hice
tropezar. Rosa voló espectacularmente por los aires antes de estrellarse y
deslizarse por el suelo. Parecía un truco teatral, pero iba totalmente en
serio.
“¿Me estás tomando por tonta?”, gritó, con la cara roja, antes de
levantarse de inmediato.
Vaya. Qué tenacidad.
Sin inmutarme, le hice una pregunta a Rosa. “¿Cómo llamas a esa
variación de Hagan que acabas de hacer?”.
“¿Variación? Eso era sólo Hagan”.
Aparentemente confundida por mi pregunta, Rosa había
respondido de forma cautelosa, como si mi interrogatorio pudiera ser

algún tipo de trampa. Aun así, supongo que el hecho de que contestara
era una prueba de su diligencia. La presioné más, mi curiosidad aún no
estaba satisfecha.
“Tenía entendido que Hagan sólo podía funcionar en línea recta”.
“¿Todavía te burlas de mí? Me costaría más encontrar a alguien
capaz de un ataque tan ridículo. ¿Qué harían si alguien lo esquivara?”.
“Interesante. Ser capaz de cambiar el rumbo es más sensato,
¿No?”.
Sonaba bastante sencillo, pero no podía imaginar cuánto desarrollo
habría sido necesario para pasar del Hagan que había conocido a uno
que permitiera al usuario cambiar de rumbo sin perder velocidad.
“Dime, ¿Qué habrías hecho si hubiera esquivado tu carga
posterior?”.
“Habría vuelto a cambiar de dirección, por supuesto, aunque
cuántas veces se puede cambiar de dirección es cuestión de habilidad”.
“¿Oh? ¿Y de cuántos cambios eres capaz?”.
“Yo diría que… ¿¡Por qué te lo iba a decir, imbécil!?”.
Rosa me fulminó con la mirada. Era la misma diligencia que la
había llevado a casi contestarme lo que la hacía tan divertida de tomar el
pelo. Qué encantadora era.
“Además, ¿Dónde demonios has estado para carecer de
conocimientos tan básicos?”.
“Carezco de conocimientos básicos, ¿No es verdad? O, mejor
dicho, mis conocimientos son anticuados. Ya veo. Fascinante. Muy
fascinante”. Me reí entre dientes.
“¡No tiene nada de fascinante! Vaya, así que realmente no sabes
nada de artes marciales. Luego está esa fuerza tuya. Los vampiros sí que
son criaturas absurdas”. Un suspiro de exasperación y desesperación a
la vez escapó de los hermosos labios de Rosa.
“¿Conoces alguna otra técnica interesante?”. Pregunté conteniendo
la risa.

“¡No trates las artes marciales como un truco para fiestas! Es

vergonzoso”.
La indignada Rosa volvió a preparar su espada de fuego. Noté que
ahora estaba rebosante de vigor, y que su miedo y ansiedad se habían
desvanecido durante nuestras ligeras bromas.
Oho, me pregunto si eso podría considerarse un acto caballeresco.
“¡Prepárate, vampiro!”.
Rosa hizo gala de su buen carácter y puso en práctica una nueva
técnica. Bueno, era eso, o debía haber aceptado que Hagan no
funcionaría conmigo. Esta vez, no arremetió, sino que blandió su espada
desde arriba. Sin embargo, comparado con Hagan, este movimiento era
tan lento que me aburría. ¿Era esta técnica realmente para ponerme a
prueba? Juguetonamente agarré la muñeca de Rosa y quise atraerla
hacia mis brazos.
Pero no pude.
Mi sincronización había sido impecable, pero la Rosa que se
balanceaba hacia mí tenía la sustancia de una sombra. Mis dedos se
cerraron alrededor de su muñeca, pero no había nada que agarrar. Sólo
podía ser una cosa… Rigr.
Rosa había atacado primero con su sombra. Después, tras un breve
retraso, la verdadera Rosa me atacó. La finta me impresionó aún más.
Me incliné ligeramente hacia atrás, esquivando su golpe por un pelo
para poder disfrutar de una visión íntima del espectáculo.
“Uf, eres un cabrón rápido”, gruñó Rosa.
“No tienes por qué enfadarte, Rosa. Estuviste muy cerca aquella
vez. Dale un poco más de fuerza”.
“¿Quieres dejar de hacer el tonto?”.
Una carcajada salió de mi estómago. “¡Perdóname, perdóname!”.
Me estaba divirtiendo bastante con el despliegue marcial de Rosa.
Verán, el Rigr que yo conocía era una técnica muy diferente. Para
mí, el movimiento estaba reservado a los contraataques. Uno se dejaba

golpear por la sombra y aprovechaba la confusión del adversario para

tomar la delantera. Pero lo que Rosa me había mostrado era una técnica
de finta en la que uno fingía golpear. Era una estrategia mucho más
versátil que la que se había aplicado trescientos años atrás.
Hmm, qué extraordinariamente fascinante. En los trescientos años
necesarios para mi resurrección, la magia se degradó hasta un grado doloroso,
pero parece que las artes marciales no dejaron de evolucionar. Hmm. Ya veo, ya
veo.
La magia es omnipotente. Por lo tanto, alguien hábil en magia es
un ejército en sí mismo, y el imperio o quien fuera lo vio como una
amenaza y prohibió la práctica común de este arte.
Las artes marciales, por otra parte, son en última instancia un
medio para derrotar a individuos. No importa el grado de perfección
que uno obtenga, la habilidad física no permitirá a un practicante
derrotar a legiones él solo. Esto era cierto incluso en el caso de Al, uno
de los guerreros más fuertes. Por lo tanto, los peces gordos del imperio
no habían visto ninguna necesidad de prohibir las artes marciales, y
durante trescientos años, se extendieron libremente y fueron estudiadas
y refinadas por decenas de personas.
“Bueno, entonces, ¿Qué tal esto?”.
Habiéndose frustrado, Rosa hizo un movimiento audaz. Con una
técnica conocida como Destello, soltó una serie de tajos a una velocidad
temible. Hasta donde yo sabía, alguien familiarizado con la técnica
podía golpear cuatro veces, un experto podía golpear ocho veces, y Al,
un verdadero maestro, había sido capaz de doce golpes.
Ahora bien, Rosa, ¿De cuántos golpes eres capaz?
“¡Hyaaaaaah!”.
Con fuerza suficiente para atravesar los cielos, la espada de Rosa
se movió a una velocidad impresionante. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis,
siete, ocho, nueve, diez, once, doce… ¡Trece! Una gran sonrisa se formó en
mi rostro cuando Rosa me cortó el brazo derecho.
“¡Le has superado!”.

Increíble. Realmente extraordinario.

“¡Superaste a Al!”.
Estallé en carcajadas, incapaz de contener las emociones que
habían aflorado en mi interior. No es que Destello hubiera sido una
especialidad de Al, pero ver a alguien superar su habilidad en una sola
técnica había sido suficiente para conmoverme. Así que, a modo de
recompensa, había dejado que me cortara uno de los brazos en dos.
“Trece golpes con Destello”, dije con una risita. “¿Esto también es
lo normal en las artes marciales de esta época?”.
“Difícilmente. Según el capitán de los caballeros imperiales, soy la
primera persona en la historia capaz de eso”.
“¡Oh, Rosa, qué alivio!”.
De ninguna manera Al podría estar tranquilo si sus logros
hubieran sido devaluados.
“No sólo eso, sino que has estado ocultando el verdadero potencial
de esa espada”, dije, mirando la hoja en sus manos.
La espada encantada en la empuñadura de Rosa ya no emitía una
llama carmesí, sino una azul intenso. Poco antes de que Rosa iniciara su
Destello, la tonalidad había cambiado, acompañando un dramático
aumento de poder. Mirando a mi derecha, descubrí que me había
chamuscado donde la hoja me había cortado el brazo. Marcas similares
adornaban la parte cortada. Yo, bendecido con la inmortalidad de un
Sangre Verdadera, había escapado con este pequeño daño, pero cualquier
otra persona sin duda encontraría su brazo ardiendo como una antorcha.
“No me había dado cuenta por el cambio de ornamentación, pero
es Brihne, la Espada Iridiscente, ¿No? Ah, eso me hace recordar. Eso
significa que debes de ser una de los descendientes de Albert”.
Rosa lanzó un grito de desconcierto. “¿¡Qué!? ¿Cómo lo sabes?”.
Debí de adivinarlo correctamente.

“Con la aplicación de la magia de la forja, yo mismo forjé esa

espada. Luego se la regalé a Albert, uno de mis ayudantes más
cercanos”.
Entre las muchas espadas encantadas que había forjado, Brihne era
una de mis mejores obras. La había imbuido con la capacidad de
absorber el maná del portador (su propia fuerza vital, si se quiere) y
convertirla en flamas mágicas. La hoja sólo drenaba tanto maná como el
portador permitiera. Cuanto más maná ofrecieran, más fuertes se
volverían las llamas, y su color cambiaría en consecuencia de rojo a azul
y de azul a blanco. Para alguien joven y sano, como Rosa, las flamas
carmesíes podían mantenerse durante una hora y no hacían más que
dejarla fatigada al día siguiente. Sin embargo, las llamas azules eran
harina de otro costal. Diez minutos de llamas azules eran suficientes
para poner en peligro la vida del usuario. Por eso Rosa había cambiado a
las llamas azules sólo durante el breve momento en que ejecutó Destello,
y luego las había vuelto a cambiar por las rojas.
“Albert atesoraba esa espada más que ninguna otra, pero imagino
que le complacería saber que ha pasado a manos de una espadachina
nata como tú”.
“¡Déjate de tonterías! No pretendas conocer los sentimientos de
mis antepasados”.
“Yo le conocía mejor que nadie, aunque supongo que no puedo
culparte por no creerme”.
Desde la perspectiva de Rosa, estábamos hablando de un pasado
lejano, pero parecía que no ignoraba del todo los sucesos de aquella
época.
“¡Escucha, vampiro! La Casa Rindelf puede ser una rama de la
familia original, y esa línea principal puede haber desaparecido hace
mucho tiempo, y sé a ciencia cierta que esta espada es una reliquia
heredada de mi antepasado Albert. Sin embargo, no hay forma de que
gente como tú lo sepa, ¡Y no soportaré la indignidad de que asumas
ciegamente los sentimientos de mis antepasados!”.

“Una convicción loable. Yo tampoco tolero a nadie que mancille el

honor de Albert”.
“E-Entonces…”.
“Como agradecimiento por la exhibición de artes marciales
modernas y como recompensa por tu determinación de proteger el
honor de Albert, te enseñaré la magia más básica”.
Canalicé mi maná y agité la mano derecha para apagar la flama
humeante. La parte cercenada de mi brazo, que había caído al suelo, se
disolvió en un enjambre de murciélagos que volaron hacia mí,
agolpándose sobre el muñón bajo mi hombro y solidificándose en mi
brazo tal y como era antes.
Cuando terminé, entrelacé los dedos en una compleja disposición.
Era un mudra 23, otra forma de invocación. Mi maná fluyó hacia la forma
rápidamente formada y el hechizo se completó.
Rosa gritó de asombro. “¡Ah! ¿¡Q-Qué es esto!?”.
Era una reacción sensata, incluso para una chica valiente como
ella. Desde los dedos de los pies hasta la cintura, la carne de Rosa se
había convertido en piedra. Se trataba de Zarzi, un hechizo del cuarto
escalón de la rama herética de la magia. Normalmente, este hechizo se
usaba para petrificar todo el cuerpo de un objetivo, pero yo era capaz de
hacer ajustes tan finos como para convertir sólo la cantidad de carne que
quisiera.
“Ahora, tal vez me hagas el favor de rendirte”, dije, mostrándole a
Rosa una sonrisa malvada. Pero ella no era de las que se rinden
fácilmente.
“¡Ahórrame las bromas! Todavía no he perdido”.
23
En el marco del budismo y el hinduismo, un mudra es un gesto, considerado como sagrado por quienes lo
realizan, hecho generalmente con las manos. Según sus practicantes, cada mudra posee cualidades específicas
que favorecen al propio practicante. En el hinduismo se considera que hay 24 mudras principales. Junto con
los asanas (posturas corporales), los mudras se emplean en la meditación budista y en el yoga hinduista. Los
gestos manuales comunes forman una parte importante de la iconografía hinduista y budista. En japonés, el
mudra se denomina 印相 (inzō) (Imagen).

Me reí entre dientes. “Vamos, no seas tan terca. ¿Cómo piensas

seguir luchando con tu mitad inferior convertida en piedra?”.
“¡Sólo mira!”. Rosa apretó los dientes.
La observé, profundamente curioso por lo que pensaba hacer.
Parecía que estaba haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban
para mover las piernas.
“Aprecio tu determinación, pero ¿No crees que esto es un inútil
derroche de esfuerzo?”.
“Sólo… Cállate… pestilente…”.
Rosa ignoró mi sugerencia y siguió haciendo acopio de todas sus
fuerzas. Sus dientes no sólo estaban apretados, sino que rechinaban unos
contra otros, mientras la sangre le corría por la cara.
Y entonces lo oí: un lento sonido de raspado.
Si no me equivocaba, era el sonido agudo de una piedra arrastrada
por el suelo. Ni que decir tiene que era el sonido de los pasos de Rosa…
o, mejor dicho, el sonido de sus piernas siendo arrastradas
desesperadamente por el suelo. Su paso era más lento que el de un
caracol; nunca sería capaz de darle la vuelta a la situación así. Pero Rosa
seguía avanzando con paso firme. Iba detrás de mi cabeza, impulsada
únicamente por el espíritu y la determinación.
“¡Bwa, ja, ja, ja!”.
Esta sería la segunda vez ese día que me reía desde la boca del
estómago. Pensar que esta jovencita sería capaz de sorprenderme, no
una sino dos veces. No sólo había superado el Destello de Al, ¡Sino que
había resistido a mi Zarzi!
“¡Espléndido! ¿Qué otra cosa puedo decir sino bien hecho, Dama
Rosa?”.
Estaba realmente impresionado por la enérgica muchacha con la
inquebrantable voluntad de luchar. Así, no pude resistir la tentación de
preguntarle algo.
“¿Te gustaría unirte a mi casa?”.

“¿Qué se supone que significa eso?”.

Rosa pareció sorprendida cuando sus pies se detuvieron. No debía
de saber a qué me refería, dado que no estaba demasiado familiarizada
con el funcionamiento de los vampiros, así que le extendí la cortesía de
una explicación.
“Verás, los vampiros de la variedad Noble y superiores son capaces
de convertir a otros en sus vinculados. Sólo tienes que beber mi sangre y
entonces tú también te convertirás en vampiro”.
“¿¡Quieres convertirme en tu esclava!?”.
“En lo absoluto. Lo de ‘esclava’ es un término equivocado;
conservarás tu libre albedrío. A decir verdad, ha habido innumerables
ejemplos de vampiros que han cometido parricidio 24, o algo así”.
De hecho, Rosa ganaría mucho más que yo con un intercambio así.
“La fuerza del corazón es la fuerza del alma. Si una mujer de tus
capacidades bebiera mi sangre, renacerías como una variedad Noble o
Lord. Serías un ser superior, de inmensa fuerza e inmortalidad. Podrías
vivir mil años o más y mantener tus rasgos encantadores y tu juventud.
Es una propuesta atractiva, ¿No crees?”.
En otras palabras, la estaba explorando como una potencial aliada.
“Francamente, no estaba muy interesado en tener esclavos a
menos que me encontrara con un candidato realmente magnífico”.
No me llamaría tacaño, pero tampoco iba a ir por ahí repartiendo
alegremente la inmortalidad a quien no la mereciera como un nuevo rico
repartiendo dinero gratis. Lo apropiado es que las recompensas se
entreguen sólo en la medida y circunstancia apropiadas, y esta joven era
el ejemplo perfecto de quien yo consideraría una candidata magnífica.
Por primera vez en trescientos años, volvían a picarme las ganas
de reclutar aliados.
“¿Qué dices, Rosa?”.
24
El parricidio es el homicidio de parientes consanguíneos en línea recta u otros familiares cercanos. Además,
se usa cuando la persona ocupa el cargo de padre adoptivo de forma amplia, como superiores jerárquicos.

“No seas condescendiente conmigo. Por supuesto, me niego”.

“Bueno, supuse que lo harías”.
No le di más vueltas al asunto. Por supuesto, me entristecía dejarla
marchar, pero mientras mantuviera esa voluntad inquebrantable, no
habría esperanza de cambiar su lealtad.
“Sé que no necesitas mi sangre”.
No intenté complicar la situación. No, eso no funcionaría con Rosa.
En lugar de eso, mi respuesta fue mucho más directa mientras ella
permanecía inmovilizada por la piedra. “Al contrario”, dije, “tengo un
gran interés en tu sangre”.
El color se le fue de la cara en un instante al darse cuenta de lo que
estaba a punto de ocurrir. “¿Hablas en serio? De verdad vas a beberte mi
sangre”.
“Vamos, vamos, seguramente no querrás decirme que no estabas
preparada para esta posibilidad cuando levantaste tu espada contra un
vampiro”.
Una sonrisa malévola volvió a mi cara mientras me acercaba a
Rosa. Ella empezó a mover sus piernas de piedra, pero con ese paso de
caracol que tenía, no tenía esperanzas de escapar. Sin saber cuándo
rendirse, me blandió la espada, pero no podía hacer mucho sin usar las
piernas. Armado con la fuerza de un vampiro, la agarré por la muñeca
derecha para impedir que siguiera atacando. Rosa se preparó y apretó
los dientes.
“Haz lo que quieras. Mi sangre no sabrá bien de todos modos”.
Sin soltar la muñeca derecha de Rosa, la rodeé y me coloqué detrás
de ella para facilitarme el acceso al cuello. “Eso es algo que no sabremos
sin una muestra, ¿Verdad?”.
Ella resopló. “¡Una muestra, dices! ¿Te burlarás de mí hasta el
amargo final?”. Sus palabras eran duras, pero ya no se resistía.
“Je. Veo que has perdido tu temple”.
“No veo qué otra cosa puedo hacer sino rendirme”.

“Eso dices, pero estás ganando tiempo mientras esperas refuerzos,

¿No? Tienes otra unidad atacando por la retaguardia, ¿No?”.
La parte superior de Rosa se puso rígida. Era diligente, resistente e
incapaz de mentir. Esta última era otra de sus encantadoras
características. Reprimí las ganas de clavarle los colmillos en el cuello y
disfruté de nuestra conversación.
“Puedes esperarlos, pero no darán un solo paso en este palacio”.
“Eso es imposible”.
Saboreé su mirada de asombro. Sin embargo, esto no era un
engaño para presionarla y obligarla a revelar más expresiones adorables.
El ataque por la retaguardia no tendría éxito, pues esa entrada estaba
siendo protegida por Lelesha.
Cinco compañías en total atacaron el palacio por la retaguardia.

Los cien hombres liderados por Sir Delmund sirvieron de vanguardia.
Delmund era un poderoso caballero de treinta y cuatro años. Sin
embargo, su tendencia a la incorrección le había obligado a retirarse de
los cursos de entrenamiento de élite de la capital y le había dado mala
reputación. Si Scallard no lo hubiera acogido, la única otra opción de
Delmund habría sido vivir la vida de un perro salvaje.
Pero Delmund no era de los que pensaban en devolver el favor.
Esa noche, Delmund eligió liderar la vanguardia simplemente porque
confiaba en sí mismo y quería gloria y estima.
Con sus hombres pisándole los talones, cruzó el puente levadizo,
que había quedado bajado sobre el foso. La tropa acababa de llegar al
frente de la puerta trasera cuando todos se detuvieron.

Al otro lado de la puerta, en el patio trasero, esperaba una hermosa

mujer.
Llevaba un sencillo vestido blanco, como el que llevaría una novia,
pero con menos adornos, y parecía demasiado fuera de lugar. Entre la
hora de la noche y los recientes acontecimientos que rodeaban el palacio,
a algunos les pareció que se habían encontrado con una fantasma. Pero
Delmund no se inmutó lo más mínimo.
“Bueno, ¿Acaso ven esa belleza? Tendré que probarla”.
Inmediatamente, los otros soldados comenzaron a vitorear, silbar y
balbucear con lascivia.
“Pásala cuando termines, Delmund”.
“Je, je, nunca he visto una mujer tan bonita aquí en el campo”.
“Apuesto a que es muy suave”.
“Rosa también tiene una bonita figura, pero aún es una precoz”.
“Por suerte para ella, se va a llevar una gran sorpresa”.
“Espera, ¿No la romperemos los cien?”.
“¿Cuál es el problema con eso? No es muy diferente a matarla”.
“Tienes razón”.
Los soldados, aparentemente bien entrenados, no pudieron
mantener la compostura. La belleza de cabello azul en el otro lado de la
puerta tenía un encanto hechizante, sólo una mirada a ella tenía a los
hombres excitados y luchando por mantener cualquier forma de
cordura.
Delmund y sus hombres no lo sabían, por supuesto, pero la belleza
que tenían ante ellos era la leal muñeca mágica de Kai Lekius, Lelesha.
Bañada por la luz sin filtrar de la luna, Lelesha curvó los labios en
una sonrisa impresionante. “Si saben interpretar la lengua humana,
escuchen bien, simios insensatos. En primer lugar, no soy una bestia.
Dejen de silbar”.

En cuanto dijo eso, Delmund sintió un cambio en su entorno. Sin

ninguna señal ni aviso, las cabezas de los soldados que silbaban cayeron
al suelo. Los soldados restantes comenzaron a gritar.
“¿¡Q-Qué fue eso!?”.
“¿Qué acaba de pasar?”.
“¿¡Aaaaaaaaah, Ted!?”.
Delmund estaba tan confundido como el resto de ellos. No tenía ni
idea de por qué o cómo los hombres habían sido decapitados. Lelesha no
prestó más atención a sus gritos que a la brisa.
“Segundo, cada centímetro de mi cuerpo, hasta el último cabello, le
pertenece a mi Señor. No permitiré que gente como ustedes ponga sus
ojos, y mucho menos sus dedos, sobre mí”.
Más soldados cayeron mientras sus cabezas eran cortadas. Fiel a su
estilo, sólo Delmund discernió cómo estaban siendo atacados.
¿Son hilos? Pensó. ¡Nos están atacando con hilos tan finos que apenas
podemos verlos!
Innumerables hilos danzaban por el aire, cortando los cuellos de
los soldados tan rápidamente que no les quedaba sangre. Sólo la luz de
la luna reflejada en el acero había permitido a Delmund distinguir los
hilos, que eran hábilmente manipulados por los débiles movimientos de
las manos de Lelesha.
“Tercero, cuando estoy más allá del escrutinio de mi Señor, mi
crueldad no tiene límites”.
Saber esto sólo informó a Delmund de lo desesperada que era su
situación. No había forma de que pudiera esquivar innumerables hilos
de alta velocidad que apenas podían verse. Al igual que los cien
soldados bajo su mando, a Delmund le cortaron la cabeza y su cadáver
sin vida se desplomó ante la puerta trasera. Al otro lado de la puerta
estaba Lelesha.
“Vaya, qué insatisfacción”.

Masacrar a cien soldados había provocado una sonrisa aún más

seductora en el rostro de Lelesha, pero, aún faltaban unos cuatrocientos
soldados por cruzar el puente levadizo.
“¿Y a quién le gustaría ser el siguiente? Vamos, no hay necesidad
de dudar”.
Lelesha no iba a recomendarles que se rindieran o huyeran si
valoraban sus vidas. No tengo invenciones de dejar que uno solo de ustedes
salga vivo de este lugar, pensó. Eran unos canallas que se habían atrevido
a atentar contra la vida de su Señor. Era absolutamente imperdonable.
Merecían la muerte. Esto era lo que el amor y la lealtad significaban para
ella.
“¿No van a entrar? ¿O están tan asustados de una mujer frágil que
ni uno solo de ustedes dará un paso hacia mí?”.
“Silencio, bruja”.
Un caballero -que parecía estar al mando de una de las compañías
de retaguardia- había intentado responder con fiereza, pero su tono
había delatado por completo su miedo. ¿Quién podría culparle después
de que cien de sus camaradas hubieran sido aniquilados delante de él en
un abrir y cerrar de ojos?
Pues bien, les haré un pequeño favor.
Una sonrisa maliciosa adornó el radiante rostro de Lelesha
mientras se dirigía a los soldados detenidos al otro lado del puente.
“Según las órdenes de mi Señor, no debo permitir que nadie entre vivo
en los terrenos del palacio”.
“¿Y-Y qué hay de eso?”.
“¿No te das cuenta? Considero que los mandatos de mi Señor son
absolutos. Me quitaría la vida si no cumpliera sus exigencias”.
“E-En otras palabras, si uno de nosotros llega al otro lado de la
puerta, ¿Te suicidarás?”.
“Así es. Lo juro por el nombre de mi Señor”, declaró Lelesha con
una mano en su torneado pecho.

Los rostros de los caballeros y soldados cambiaron al oír esto.

Ahora parecían decididos.
“Vamos”.
“Si sólo uno de nosotros atraviesa esa puerta, ganamos”.
“Haremos una carga directa. ¡No se detengan por nada!”.
A las órdenes de los caballeros, los soldados formaron columnas y
cargaron. Cruzaron el puente levadizo y atravesaron la puerta
custodiada por Lelesha. En ese pequeño espacio, un cuello tras otro fue
rebanado. Por los hilos de Lelesha, las cabezas se separaron de los
torsos, y los torsos se separaron de las cabezas.
“¡No vacilen!”.
“¡Suban sobre los cadáveres!”.
“¡No hay vuelta atrás!”.
“¡No dejen que sus muertes sean en vano!”.
“¡Adelante! ¡Adelante! ¡Adelante!”.
Decididos, los hombres continuaron sin detenerse. Sin dejar de
sangrar, las tropas del frente lograron por fin cruzar el puente. Con la
fuerza de una ola, avanzaron hacia la puerta hasta que, por fin, uno de
ellos la atravesó… como una salpicadura de vísceras.
No se había dado cuenta hasta que fue demasiado tarde. La
puerta, que parecía abierta, era en realidad una trampa mortal de hilos
de acero tensados. Al atravesarla, uno se hacía pedazos. Lo que se abría
para ellos no eran más que las fauces de una parca.
“¡Esperen!”.
“¡Alto!”.
Los soldados que iban a la cabeza gritaron a los de atrás que se
detuvieran, pero ya era demasiado tarde. El ímpetu de una multitud
cargando no era algo fácil de detener. Más y más hombres de la
retaguardia empujaban hacia delante mientras más y más de los de

delante eran empujados hacia las fauces de la parca. Masas de partes de

cuerpos se amontonaban.
“¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja, ja! ¿¡Qué he dicho de los mandatos de mi
Señor!? ¿Pensaron qué les dejaría pasar de alguna manera, de alguna
forma? ¡Ja, ja, ja!”.
Lelesha hallaba la estupidez de los soldados insoportablemente
divertida. Apreciaba a los que obedecían a su amado Señor, pero a los
que le hacían daño les esperaba la muerte. ¡Una muerte de la forma más
horrenda! ¡Muerte! ¡Muerte!
Cuando la multitud se dio cuenta de que algo iba mal y por fin se
detuvo, aproximadamente un tercio de sus miembros ya habían sido
despedazados. Sumados a los que habían sido decapitados en el puente
por Lelesha, que estaba mostrando cierta contención, quedaban unos
doscientos soldados.
“Un gran esfuerzo. Cargaron con todas sus fuerzas a pesar de que
el objetivo era inalcanzable. Aunque sea una recompensa insignificante,
les concederé el privilegio de una muerte más digna de los humanos”.
Lelesha manipuló sus diez dedos y los hilos que salían de ellos.
Esta vez, sus movimientos ofrecían una gran complejidad y delicadeza.
Los soldados restantes notaron un cambio en sus propios cuerpos.
“¿Q-Qué es esto?”.
“¡Mis manos se mueven… solas!”.
Los caballeros y soldados golpearon con sus propias espadas las
gargantas y estómagos de sus aliados.
“¡AAAAAAH!”.
“¿¡E-Eres un traidor!?”.
“¡Me apuñalaste la pierna!”.
“¡Basta! ¡No lo hagas! ¡No me cortes!”.
“¡Estoy de tu lado!”.

Un torbellino de luchas internas se desató entre los caballeros y

soldados junto a la puerta trasera. No se movían por voluntad propia,
sino tirando de los hilos de Lelesha.
“¿Qué se siente cuando los que se supone que son humanos son las
marionetas de una muñeca mágica? Espero que sepan apreciarlo. El
conflicto y matar a los de su propia especie son cosas que los humanos
adoran, ¿No?”.
En el patio trasero del palacio, los gritos de los hombres resonaron
en el aire, acompañados por el palabreo de una bruja.
Yo, Kai Lekius, intenté imaginar el sabor. La sangre de Mil había

sido rica y refrescante como la leche fresca, así que ¿A qué sabría la
sangre de Rosa?
Mientras me acercaba a la caballero, reflexioné sobre ello. Ya sabía
que el sabor de la sangre difería de una persona a otra. La sangre de la
escoria inferior al ganado tenía un sabor putrefacto, pero esa sangre no
me interesaba. Mi esperanza era que la sangre de la encantadora
muchacha que tenía ante mí fuera tan deliciosa como la de Mil. De ser
así, mi nueva vida como vampiro sería sin duda agradable.
Me coloqué justo detrás de ella y eché un vistazo a su expresión
mientras seguía sujetándole la mano derecha. Aceptando que no
recibiría refuerzos, miró hacia arriba y murmuró una maldición.
“Qué mala suerte…”.
Las lágrimas habían empezado a formarse en los ojos de la tenaz
muchacha. Ningún hombre vivo podría presenciar esto y no sentir un
instintivo impulso sádico. Con mi mano libre, aparté el cabello de Rosa y
dejé al descubierto su nuca de un blanco puro, sólo para ser golpeado

por un fino aroma a rosas. Con mi olfato vampírico, me di cuenta de que

era el particular aroma de su sangre.
No pude resistir más el impulso y hundí mis colmillos en su
esbelto cuello. Rosa soltó un pequeño gemido de lo que supuse que era
dolor. Saboreé su inocencia y chupé su sangre.
Al igual que con Mil, era una sensación que las palabras no podían
describir. Pero el sabor en sí era totalmente distinto al de la sangre de
Mil. La sangre de Rosa tenía un sabor refinado que yo compararía con el
de las rosas en forma líquida. Me deleitaba con el sabor como si
estuviera en trance y, dominada por el encanto inherente de un vampiro,
Rosa también se sintió cautivada por el placer.
“Increíble… ¿Qué es esto…?”.
Su voz temblaba de asombro. Comprendía perfectamente cómo se
sentía. Estaba desconcertada después de prepararse para el dolor y ser
asaltada por una repentina oleada de placer. El dolor puede soportarse,
pero el placer no se resiste fácilmente. Por eso da tanto miedo.
“No hay necesidad de forzarse. Piérdete en el éxtasis”.
“V-Vete al diablo. ¿Quién querría hacer eso?”.
Me reí entre dientes. “Bueno, entonces veamos cuánto puedes
resistir”.
Llevé mis colmillos a su cuello una vez más y bebí con renovado
vigor. Inmediatamente, la espalda de Rosa se arqueó y empezó a
retorcerse. Abrumada, dejó que su preciada Brihne se le escapara de las
manos.
“Para… Sólo detente…”.
A pesar de sus ataques verbales, la acidez de su tono empezaba a
desvanecerse. Su nuca estaba enrojecida, e incluso sus orejas tenían un
tinte rojo. Su cuerpo temblaba y se estremecía lastimosamente.
Finalmente, comenzó a suplicar con lágrimas en los ojos.
“Por favor… Te lo ruego, perdóname ya”.

Su espíritu de lucha la había abandonado. Si la mitad inferior de su

cuerpo no se hubiera convertido en piedra, sus piernas probablemente
ya habrían cedido. Su habilidad con la espada y su fortaleza mental eran
ejemplares, pero, al fin y al cabo, seguía siendo sólo una joven. Incapaz
de vencer a los nuevos placeres, se había quedado callada.
Probablemente ni siquiera se daba cuenta de que actuar así sólo excitaría
aún más a un hombre.
Bebí con pasión, incitando a Rosa a lo que era inequívocamente un
grito de placer. En cualquier momento, los muros que rodeaban su
corazón se derrumbarían por completo. Entonces, empezaría la
diversión. Pero…
“Bueno, hasta aquí hemos llegado”.
Retiré la boca del cuello de Rosa y chasqueé la lengua. Era otra
forma de silbido ascendente. Lancé Gaol y creé una barrera invisible. No
era tanto para protegerme a mí mismo como para proteger a Rosa.
Inmediatamente después, una intensa ola de flamas se precipitó y
chocó contra el muro invisible. Si no hubiera sido lo suficientemente
rápido, Rosa podría haber muerto, aunque yo habría estado bien
igualmente.
Dirigí una mirada desdeñosa hacia los recién llegados a la puerta
principal. “¿No les parece en absoluto despreciable dejar que su
compañera caballero se incinere conmigo?”.
“¡Silencio, vampiro!”.
Los recién llegados, los arcanistas que nos habían enviado una
andanada de Lam, tuvieron unas cuantas palabras para mí. “¡Si un
vampiro bebe tu sangre, tú también te conviertes en uno! Cremarla antes
de que se convierta no es más que un acto de piedad”.
Como había afirmado el arcanista, aquellos a los que un vampiro
chupaba la sangre, al morir renacían como vampiros Menores, seres
lamentables totalmente distintos de las demás variedades. A diferencia
de los casos en que uno recibía sangre de una variedad superior y

renacía como familiar, estos vampiros eran esclavos totalmente

desprovistos de voluntad propia.
Sin embargo, me había encariñado con la tenaz Rosa… ¿Cómo
podría hacer algo que atentara contra la santidad de su alma? Y, sin
embargo… Bueno, tal vez no tenga sentido explicarlo.
Rosa seguía a la deriva en un mar de placer, así que la abracé con
fuerza mientras me enfrentaba a los arcanistas. Esto me impedía usar
mudras o sellos, pero podía lidiar con la desventaja. Había unos veinte
arcanistas preparados con nuevos talismanes. Sin ellos, esos lamentables
arcanistas modernos no tenían medios para lanzar hechizos.
“¡Ríndete, vampiro!”.
“Veamos cuánto puedes durar sólo con tu maná”.
“Incluso te aplaudiremos si aguantas más de tres ataques”.
“¡Aquí viene la oleada número dos!”.
Todos juntos, los arcanistas prepararon sus talismanes. Esta vez,
no era Lam lo que estaban lanzando, sino Hult. Si el sistema que había
organizado hace trescientos años seguía en pie, este hechizo pertenecía
al primer peldaño de las cuatro grandes ramas de la magia. El aire que
nos rodeaba se enfrió y empezó a congelarse en un intento de
envolvernos en hielo.
Con Rosa aún en brazos, golpeé los dedos de los pies con un ritmo
preciso. También era una forma de invocación, llamada pisada sagrada.
Con ella, lancé Nar Aske, un hechizo del cuarto peldaño de las cuatro
grandes ramas de la magia. Con flamas rugientes que superaban con
creces lo que podrían reunir incluso veinte arcanistas modernos, el
hechizo abrasó el hielo que lo rodeaba y prendió fuego a los arcanistas.
“¡Aaaack!”.
“¡Eeeek! ¡Quema!”.
“¡Aaaah!”.
Incapaces de luchar contra las flamas que todo lo consumían, los
arcanistas gritaron de agonía y cayeron al foso. Después de haber vivido

en un mundo en guerra, consideraba que Nar Aske era un mero juego de

niños, pero aquellos criados en la tibieza de la paz 25 no podían soportar
el calor. Esperaba que con tantos adversarios alineados pudiéramos
tener algún tipo de ida y vuelta, pero, en lugar de eso, me había
quedado con las ganas. Fue entonces cuando oí su voz.
“No esperaba menos de un tipo de vampiro con un flujo de maná
que supera con creces al de un humano. ¿Quién iba a decir que Nar Aske
podía ser tan poderoso?”.
Del puente levadizo, que también se había incendiado, apareció un
anciano. Todo piel y huesos, y carente incluso de cabello, el hombre
parecía un esqueleto aberrante. Era hora de que mi invitado especial
hiciera su aparición. Este debe ser el que llamaban Scallard.
“Pero, debes saber esto, vampiro: la abundancia de maná por sí
sola no es rival para la verdadera magia. Te enseñaré que quien confía
en el maná innato no es más que de tercera categoría”.
“¿Oh?”.
¿Por fin había llegado alguien con capacidad?
El prefecto Scallard continuó su discurso. “El maná con el que

nacemos los humanos no es más que una mota, comparado con el maná
que impregna nuestro mundo. Es igualmente empequeñecido por el
maná de los dioses, espíritus, fantasmas y demonios de otros mundos.
Pero, aunque el maná de un vampiro sea diez veces mayor que el de un
humano, sigue siendo insignificante comparado con lo que hay ahí
25
“Los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles
crean hombres débiles, los hombres débiles crean tiempos difíciles”. G. Michael Hopf

fuera. Cuando se considera desde esta perspectiva, la diferencia entre

nosotros es similar a la diferencia de tamaño entre las hormigas”.
“En efecto. Tienes toda la razón”.
Asentí de corazón con la cabeza. Este hombre tenía la forma
correcta de pensar. Mi asentimiento sorprendió a Scallard, que guardó
silencio, pero, no tardó en reanudar su discurso.
“Lo que en la era actual se conoce como ‘conjuración’ depende en
última instancia del maná innato de cada uno y no es más que una
bufonada de infantes. Sin embargo, hace trescientos años, en una época
de conflictos, un genio único creó un arte de valor incomparable, un arte
que llegó a conocerse como magia. Recurriendo al inmenso maná que
impregna nuestro mundo y otros, la magia es un acto divino que puede
crear casi milagros mucho más allá de los alcances normales del
hombre”.
“Hmm, es como dices. Eso es magia”.
Solté a Rosa, di un paso adelante y le di al hombre mi sincero
aplauso. ¿Miran eso? ¡Un mago de verdad! Incluso en los tiempos que corren,
quedan algunos conocimientos del arte. Recorrí todo el continente y extraje
conocimientos y ritos esotéricos de todos los cultos y sectas que pude
encontrar. Luego compilé, edité y clasifiqué esa masa de información en
un arte único. Por supuesto, me sentí aliviado al comprobar que todos
mis esfuerzos no habían sido en vano.
“Escúchame, vampiro”.
“Oh, te escucho, Scallard. Habla todo lo que quieras. Tienes mi
permiso”.
“No importa cuán grande sea el flujo de maná, no importa cuán
poderoso sea el conjuro, no eres rival para la magia que yo manejo”.
Eso era exactamente así. Los peldaños de la magia no podían
dominarse sólo con un elevado maná innato. Era necesario el esfuerzo.
Esfuerzo puro y duro. Uno debe buscar el conocimiento, refinar sus
habilidades, entrenar, luchar, trabajar hasta la extenuación. Imagina que
subes diez mil escalones y, cuando crees que ya no puede haber más,

echas un vistazo alegre al paisaje que te rodea. Pero también te das

cuenta de que estás en una parada más en el camino hacia la cima, y no
puedes hacer nada más que reponerte, aspirar a mayores alturas y
seguir avanzando. Esas paradas eran lo que yo había denominado
“peldaños”.
Permítanme que me explaye. Digamos que había un mago más
dotado para el maná que cualquier otro en el mundo, pero, que era
propenso a la pereza. Pónganlo al lado de un mago que carezca de ese
don, pero, que sea persistente en sus esfuerzos por mejorar. Si los dos se
enfrentaban en un duelo de magia, el más experimentado ganaba
seguro. Tales eran los principios que yo, Kai Lekius, había ideado.
“Sin embargo, Scallard, sólo hay una inexactitud en tu
interpretación”.
“¿Y cuál es?”.
“Dijiste que ‘un solo genio’ trajo la magia a la existencia, ¿No es
así? Ahí es donde te equivocas. La persona de la que hablas no era un
genio, sino simplemente un gran trabajador. Tú mismo has dicho que la
magia no depende del talento natural. ¿No ves la contradicción?”.
“Hmm…”.
En mi vida anterior, no había sido en lo absoluto un genio.
“Genio” sería una palabra más adecuada para Al, dada su aptitud con la
espada. Simplemente me había esforzado exponencialmente más que
nadie. Si hubiera un dios de la magia esperándome en el escalón más
alto, ciertamente no sería uno que se preocupara por el talento o tolerara
la ociosidad.
“¿Has terminado?”, pregunté. “Si es así, me gustaría proponer que
disfrutemos de un combate”.
“Dime, vampiro, ¿Eres realmente un mago?”.
“Si soy un fraude o simplemente un iluso, puedes usar tu magia
para demostrarlo, ¿No es verdad?”.
“Es cierto”. Scallard asintió débilmente y luego dispuso sus dedos
de manera compleja, formando un mudra. Así comenzó su

encantamiento. “Suplico y suplico perdón, tú que sobrepasas la

comprensión humana, tú que sobrepasas el bien y el mal. Es porque
estás más allá de nuestra comprensión que te conocemos como demonio.
Por nuestra ignorancia, suplico-”.
“¿Oh? Esto es un buen presagio. Es como si de repente estuviera
de vuelta en una época devastada por la guerra”.
Me estaba emocionando. Así es… emocionando. El encantamiento
era la forma de invocación más avanzada, mejor guardada y más
poderosa. Sin el encantamiento, el escalón más alto de la magia al que se
podía recurrir era el sexto, que aún estaba en el reino de los juegos de
niños. ¿O debería decir “todavía en el reino de la conjuración”?
Canalizando su maná, empleando una combinación de conjuro y
mudra, y tomando prestado el maná de seres trascendentes de otro
mundo, Scallard abrió una puerta a otro reino. De la nada, apareció una
grieta tan oscura como la noche, y de ella se arrastró algo.

Su silueta se parecía a la de un humano, pero tenía cuatro brazos y

medía cuatro metros. La cosa de la grieta era un demonio de la tribu
Nédalos 26, en los confines del inframundo. Scallard había invocado el
séptimo peldaño de la rama de invocación de la magia.
“¡Campeón de Nédalos, considera a este insolente vampiro una
ofrenda de sacrificio!”.
“Acepto tu ofrenda, animal de este reino”.
Habiendo hablado nuestro idioma con facilidad, cargó contra mí,
agitando sus cuatro brazos. Sus acciones eran muy propias de un
demonio, pero yo ya había terminado mi conjuro.
“Ven, Rey Carmín, de tu reino infernal, y deshazte rápidamente de
los que están ante mí”.
Como se trataba de un combate arcano, había seguido el ejemplo
de mi oponente, pero, también había ido un paso más allá y había
lanzado un hechizo del octavo peldaño de la misma rama. Una grieta
carmesí se abrió ante mí y de ella emergió un gigante de llamas sin
rostro. Envié a Ifrit 27, el Rey Carmín, a atacar al demonio invocado.
“¿Esperas luchar contra el campeón de Nédalos con un simple
duendecillo?”.
El demonio de Scallard sonrió ampliamente y extendió sus cuatro
brazos hacia Ifrit. Luego, con la sonrisa aún en el rostro, agarró al
duendecillo y éste lo quemó al instante. Había sido un acto de puro
26
Los Nefilim eran –según el relato bíblico de Génesis 6:1-4– un grupo de personajes misteriosos surgidos
como resultado de una unión antinatural entre seres malignos de naturaleza discutida y mujeres humanas, los
cuales habrían existido en la época de los patriarcas Enoc y Noé, y se habrían extinguido posteriormente
durante el diluvio universal. Además del relato que da la Biblia en Génesis, se ha sugerido que los mismos
Nefilim son aludidos también en Ezequiel 32:27, y aparecen también aludidos en los deuterocanónicos Judit
16:6, Eclesiástico 16:7, Baruc 3:26-28 y Sabiduría 14:6. A lo largo de la historia, diversas traducciones de la
Biblia han versado esta expresión hebrea de diversas formas, siendo, sin embargo, la más común “gigantes”
(Imagen).
27
El ifrit o efrit es un ser de la mitología popular árabe. Generalmente se considera que es un tipo de genio
dotado de gran poder y capaz de realizar tanto acciones benignas como malignas, con lo que presenta un
carácter dual que no comparten los otros genios. Se consideran superiores a la raza humana porque, a
diferencia del ser humano, creado de arcilla, ellos provenían “del mismísimo vaho del dios islámico Alá”
(Imagen).

suicidio: el maná de Ifrit estaba a un nivel completamente distinto del de

un Nédalos.
En cuanto a por qué el demonio había lucido una sonrisa tan
audaz mientras moría, no sabría decirlo. Sus mentes funcionaban de
formas muy distintas a las nuestras, lo que las convertía en un completo
enigma.
“¿Qué? ¿¡Ifrit!?”.
Scallard estaba visiblemente desconcertado por el gran duendecillo
de fuego que había invocado. Tal respuesta era, en efecto, natural y
comprensible en un semejante.
“Enséñame tu próximo hechizo, Scallard. Pero que sepas que no
puedes vencerme depositando tus esperanzas en gente como los
Nédalos”.
Ordené a Ifrit que se mantuviera a la espera y di tiempo a Scallard
para que lanzara otro hechizo. Intercambios como éste se llevaban a
cabo con elegancia. Deja los duelos crueles para los guerreros.
“¿Y bien? ¿Pasa algo?”.
“No, en lo absoluto. Espera”.
Scallard levantó los dedos: índice, derecho y corazón y empezó a
recitar otro conjuro. En el transcurso de la invocación, sus vasos
sanguíneos empezaron a estallar y la sangre brotó por todo su cuerpo.
Estaba ofreciendo su propia sangre para invocar a un ser trascendente
de mayor fuerza, pero, tal sacrificio no era más que un medio para
compensar la falta de destreza técnica.
“¡Surge del inframundo, rey de los Nédalos 28!”.
Con una mirada de desesperación, Scallard conjuró una nueva
puerta negra de la que apareció un demonio. Éste era de complexión
más robusta, de mayor flujo de maná y tenía dos brazos más que el
28
Semyazza es un ángel caído, jefe de los doscientos ángeles caídos según el epigráfico Libro de Enoc 6:3 y
pertenecientes a los Grigori, los ángeles “Vigilantes” que por su deseo y pasión por mujeres se convirtieron en
los ángeles caídos. Se dice que está colgado entre la Tierra y el Cielo, y forma la constelación de Orión
(Imagen).

demonio anterior, pero seguía siendo un Nédalos. No sabía si calificar

su elección de sosa o superficial.
“¡Mwa, ja, ja! Animal de este reino, por llamarme-”.
“Oh, olvídalo. Anda”.
Eché a Ifrit sobre el demonio antes de que pudiera terminar su
perorata. Ifrit se detonó de inmediato, y tanto el duendecillo como el
demonio desaparecieron sin dejar rastro.
Hubo una larga pausa. Scallard abrió mucho los ojos y se quedó
boquiabierto. Sin embargo, era lógico que a alguien como él le pillara
desprevenido. Invocar a Ifrit requería magia de invocación de octavo
rango; sin embargo, obligar a Ifrit a autodestruirse requería magia
espiritual de décimo rango.
“Me he cansado de ver a Nédalos. Muéstrame otra cosa, Scallard.
Han pasado trescientos años. ¿No hay nada más… novedoso que puedas
mostrarme?”.
Mi insistencia hizo que Scallard volviera en sí. Se arrodilló en el
sitio y agachó la cabeza. ¿Podría tratarse de una nueva forma de invocación?
Me pregunté.
“Yo, Scallard, he sido superado por ti, estimado mago de alturas
lejanas”.
Oh. Se está rindiendo.
“Fui tonto y no sabía cuál era mi lugar cuando te desafié. Por eso,
no espero perdón. Sea como fuere, te pido que me concedas un favor
antes de dejar este mundo”.
Hice una pausa. “Muy bien, ¿Cuál es?”. Dije entonces con un
suspiro.
“Por favor, muéstrame las alturas de la magia”.
Mientras Scallard me suplicaba, sus ojos brillaban con un nivel de
curiosidad que se acercaba a la locura. Me estaba pidiendo la mejor
muerte que un mago podía esperar.

Bueno, es justo, pensé. Como antepasado de la magia, tenía la

obligación de complacer ese deseo.
“¿Te parece bien el decimoquinto peldaño?”.
“Oh, gracias, gracias”.
Scallard se estremeció de alegría cuando le mostré el tipo de magia
que era capaz de improvisar.
“¡Vil Señor de las Moscas, ◼◼◼◼◼◼ 29, acude a mi llamada y
aparece de inmediato!”.
Obedeciendo a mi invocación, apareció de la nada una grieta
negra. Su tamaño era incomparable al de la puerta del inframundo que
Scallard había abierto anteriormente. Al ver la grieta, Scallard gritó con
profusa alegría, como si estuviera en presencia de un dios.
“¡Oh! ¡Ooh! ¡Oooh!”.
De la grieta se extendió un brazo gargantuesco 30 que agarró con
fuerza al prefecto. El brazo estaba cubierto de denso vello y no podía
pertenecer a un ser de menos de treinta metros de altura. El
decimoquinto peldaño no me permitía invocar una puerta lo bastante
grande como para dejar pasar algo más que su brazo.
Con Scallard en sus garras, el brazo desapareció a través de la
grieta, y luego la grieta misma se desvaneció. Scallard era ahora un
residente del inframundo. Lo que le pasara allí no era de mi
incumbencia.
“Qué aburrido. Qué terriblemente aburrido”.
¿Había sido obtuso por emocionarme con mi primera competición
en trescientos años? Oh, por el amor de Dios.
29
Belcebú o Baal-Zebub (pronunciado en hebreo Baal Zevuv), cuyo significado es Señor de las Moscas es un
nombre derivado de un dios adorado en la ciudad filistea de Ecrón, asociado con el dios Baal de la religión
cananea. En tiempos posteriores fue considerado por el judaísmo y el cristianismo como el nombre de un
demonio (Imagen).
30
Gargantúa y Pantagruel es un conjunto de cinco novelas escritas en el siglo XVI por François Rabelais, en
francés. Narra la historia de dos gigantes, Gargantúa y su hijo Pantagruel, y sus aventuras, escritas de forma
satírica, entretenida y extravagante. Hay gran crudeza y mucho humor escatológico, además de una buena
dosis de violencia. Largas listas de insultos vulgares llenan varios capítulos (Imagen).

Después de haberme librado de Scallard, oí la voz de Rosa detrás

de mí. Era una voz lastimosamente temerosa para una chica robusta
como ella.
“Tú… Dijiste que te llamabas Kai Lekius, ¿No es verdad?”.
Rosa se había criado en un mundo que sólo conocía la paz y nada
las profundidades de la magia. Para ella, una exhibición de las técnicas
nacidas en una época de conflicto debía de ser extraña y abrumadora.
Sin duda habría sido malo para su corazón.
“Correcto. Soy Kai Lekius, el mago, o Kai Lekius, el vampiro. Usa
el título que prefieras”.
Al oír mi nombre de nuevo, Rosa se encogió. “Estaba segura de
que me estabas dando un alias o tomándome el pelo, pero… ¿De verdad
podrías estar emparentado con el dios malvado?”.
“¿Dios malvado?”.
Ahora era mi turno de mostrarme desconcertado.
“Kai Lekius es un nombre temido por la gente de todas partes…”.
Rosa seguía petrificada de cintura para abajo, pero se rodeó con los
brazos e inclinó el torso hacia atrás, alejándose de mí.
Nunca había oído hablar de Kai Lekius, el dios malvado, pero por
la forma en que Rosa hablaba, sonaba como si fuera natural estar
familiarizado con él. Eso significaba que mientras yo había estado
dormido… Bueno, no era difícil de imaginar. Decidí que pediría a
Lelesha que me lo confirmara más tarde, pensando que ella me daría
una idea más precisa. Pero, no importaba por ahora.

“Scallard ha sido derrotado, y parece que sus filas se han

agotado”.
Rosa dejó escapar un gemido dolorido.
“Parece que no queda nadie para acudir en tu ayuda. Eso te pone
en una situación bastante difícil, ¿No te parece?”.
“Déjate ya de bromas”.
Rosa, como si recordara que debía ser tenaz, había vuelto a poner
su cara de valiente. Sin embargo, sus temblores y su palidez echaron por
tierra sus esfuerzos. De hecho, sus vanos esfuerzos sólo me dieron ganas
de divertirme más a su costa. Fue entonces cuando, de repente, me
asaltó la sed y me acordé de lo que había estado haciendo.
“Bueno, no temas. No te quitaré la vida ni nada por el estilo. Sólo
pretendo deleitarme con el sabor de tu sangre un poco más”.
Un buen trato para alguien que había intentado matarme, ¿No es
así?
“¿Por qué no te rindes y lo disfrutas?”.
Volví a rodear a Rosa y le aparté el cabello rojo, dejando al
descubierto su nuca. Cerca de su oído, le susurré suavemente que debía
ceder su corazón a las cautivadoras sensualidades que un vampiro
puede provocar.
“Habla todo lo que quieras. Por monstruoso que sea tu poder, no
puedes quebrantar mi espíritu, y por agradable que me haga sentir, no
me dejaré vencer por el placer”.
“Ya, ya, no seas tan obstinada”, susurré, recorriendo con un dedo
las marcas de colmillos de su cuello mientras saboreaba su aroma floral.
“Te lo vuelvo a proponer: ¿Por qué no te quedas aquí? Imagino que las
cosas no serán fáciles para alguien que regresa vergonzosamente sola.
Podrías vivir lo que te parecería una eternidad en comparación con una
vida normal. ¿No suena tentador? ¿No crees que estás dejando pasar
una buena oportunidad? Me gustaría mucho tenerte como una de mis
caballeros”.

A estas alturas, Rosa conocía el placer de que le bebieran la sangre

y no podía ocultar su miedo tras vislumbrar mi fuerza. Supuse que sería
una oportunidad de oro para intentar convencerla de que se uniera a mí.
Mi aliento acarició sus oídos mientras susurraba suavemente palabras de
seducción.
A decir verdad, debido a la apariencia, el talento y la convicción de
Rosa, me resultaba difícil dejarla ir. De hecho, me sentía tan atraído por
ella que había sentido la necesidad de intentar convencerla en dos
ocasiones para que se uniera a mí. Pero, Rosa no era de las que se rinden
fácilmente.
“Olvídalo. Soy Rosa, vasalla de la condesa de Nastalia. Puedes
tomar mi sangre; puedes tomar mi vida; pero no puedes tomar mi
alma”.
Aun temblando de miedo, Rosa había conseguido alzar la voz y
rechazar mis susurros. Sin que mi ánimo se resintiera, seguí disfrutando
hablando con ella.
“¿Oh? Esta condesa, o quien sea… ¿Es alguien a quien encuentras
digna de permanecer leal hasta el final?”.
“¡Es gracias a Su Excelencia la Condesa de Nastalia que Arkus es
tan pacífico y próspero!”.
“Pero, Rosa, lo he visto con mis propios ojos. He sido testigo de
cómo los soldados intentaban desnudar a muchachas empobrecidas y
llevárselas como esclavas”.
“Eso se debió simplemente a que Larken no supo mantener a raya
a sus hombres. Es cierto que en otras provincias abundan los nobles que
tratan a las pobres muchachas como esclavas, ¡Pero Arkus es diferente!
La propia Condesa de Nastalia encuentra tal tratamiento muy penoso.
Por eso reúne a niñas hambrientas, les da una educación adecuada y las
cuida para que algún día puedan sobrevivir por sí mismas. Siento un
gran respeto por Su Excelencia”.
“¿Oh? Qué benévolo de su parte”.

Siempre y cuando esta condesa no tuviera segundas intenciones y

fuera realmente caritativa. Bueno, entonces, he tomado mi decisión.
“He decidido enviarte a casa, Rosa”.
“¿A qué estás jugando?”.
“Vuelve a casa y dile esto a tu condesa: Kai Lekius no permite la
existencia de la nobleza. No reconoce la existencia de la nobleza. Así que
la destruiré”.
“¡Eso es más que absurdo! ¿¡Qué tan arrogante eres!?”.
“Si me preguntas, son los nobles los ejemplares de lo absurdo y la
arrogancia, pero, basta de eso. Si la idea de su destrucción molesta a la
condesa, entonces puede oponerse a mí con todo su poder”.
Es cuando la gente se ve acorralada cuando prescinde de las apariencias y
muestra sus verdaderos colores. ¿Podría esta condesa ser realmente tan
espléndida que alguien como Rosa permanecería leal, incluso cuando la pusieran
en la guillotina? Estoy deseando averiguarlo.
“Te arrepentirás de esto, ¿Sabes? La próxima vez, te abatiré”.
Me reí entre dientes. “¿Puedes hacerlo?”.
“¡Quizá yo sola no, pero con ayuda, puedo! Con la sabiduría de la
condesa, ¡Puedo! Estoy segura de ello”.
“Mi emoción sigue creciendo”. Dejé escapar una profunda
carcajada de pura alegría. Y entonces- “Bueno, ya basta. Déjame probar
una vez más antes de que te vayas”.
Mientras mordía el cuello de Rosa y daba un último trago, ella
soltó un extraordinario grito de placer.

Una vez que deshice los efectos de Zarzi, Rosa huyó de la ciudad.
Noté una mirada afligida en sus ojos; probablemente albergaba recelos
por dejar atrás los cadáveres de sus camaradas. Sin embargo, no podía
hacer nada por sí misma, así que no tuvo más remedio que
abandonarlos. Varias veces se giró, miró hacia el palacio y me fulminó
con la mirada mientras yo merodeaba junto a la puerta principal.
“¡Oh, cielos! ¿Tanto le ha gustado la muchacha como para
despedirla personalmente, mi Señor?”.
“¿Eres tú, Lelesha?”.
“A su servicio, mi Señor”.
Debía de haber eliminado a las compañías que habían atacado la
retaguardia, porque ahora se encontraba graciosamente a mi lado.
“Su nombre es Rosa. Te lo dejaré claro ahora mismo: la próxima
vez que ataque, no la matarás”.
“Como usted deseé. Aunque debo decir que estoy bastante celosa
de que reciba un trato tan especial”.
“Hay algo que me gustaría saber”, dije, ignorando su burla.
“Si se trata del número de hijos que vamos a engendrar, me
gustaría tener unos diez vástagos para usted, mi Señor”.
“Tonta. ¿Quién pediría algo así?”. Sabía que era una de las bromas
de Lelesha, así que me reí. Naturalmente, no le recordé que sería
imposible que una muñeca mágica y un vampiro tuvieran hijos.
“Cuéntame, con todo detalle, qué le pasó a esta tierra en los trescientos
años que estuve fuera”.
“Como desee. ¿Le gustaría escucharlo mientras tomamos una
copa? La prepararé enseguida”.
Lelesha y yo emprendimos el regreso al Palacio Abisal. No tenía
ningún interés en descansar en una morada que apestaba a sangre. Para
mi olfato vampírico, la sangre tenía un olor putrefacto, como a sobras
tiradas en un callejón.

Ordené a mi nuevo sirviente, Forte, que se ocupara de los

cadáveres y me marché. De paso, le entregué el palacio. Un hombre que
antes no era más que el jefe de un tugurio se había convertido de la
noche a la mañana en el gobernante de toda una ciudad. Parecía sacado
de un cuento de hadas, ¿No es verdad?
En cuanto regresamos al palacio, Lelesha empezó a preparar todo.

Me recosté en el sofá y sonreí, disfrutando de la comodidad de estar en
mi propia casa.
Lelesha y Mil se apresuraron a sacar aperitivos y bebidas. Por
supuesto, para mí, la sangre de una chica como Mil o Rosa habría sido
mucho más apetitosa, pero eso no significaba que no pudiera disfrutar
también de la comida humana. Tomé un sorbo de vino de una copa de
plata y felicité a mi sirvienta por su selección mientras saboreaba el
gusto.
“Muy bueno”.
Era un vino bien añejado, con sabores complejos que se
superponían unos a otros, pero no de forma exagerada o caleidoscópica.
“Pensando en su despertar, empecé a reunir vinos y licores y a
guardarlos hace muchas décadas”.
Lelesha explicó con orgullo que tenía una gran reserva de botellas
nuevas y viejas. Era el tipo de atención en la que siempre podía confiar.
Chasqueé la lengua en señal de satisfacción y volvimos al tema
principal… ¿Qué le había ocurrido al país que Al y yo habíamos
construido en los últimos trescientos años?
“Estoy segura de que le parecerá un tema poco agradable, milord.
Si fuera posible, hubiera preferido que lo oyera de otra persona”.
“Eso no sucederá. Ahora, habla claro”.
“Como desee”. Lelesha hizo una profunda reverencia y luego, con
una mirada de resignación, comenzó a hablar. “Al final, los ideales de
mi Señor y su hermano no duraron más de quince años”.

“¿Qué? ¿Estás diciendo que Al cometió algún error de liderazgo?”.

Había hecho una demostración grandiosa -que incluía escenificar
mi propia muerte- transfiriendo el poder a Al porque había creído que
era digno de ese papel.
“No, mi Señor. No hubo error en su juicio. Puedo decir con certeza
que el reinado de su hermano fue el punto álgido de la prosperidad de
Vastalask en todos sus trescientos años. Sin embargo, no fue bendecido
con un sucesor de talento”.
Lelesha continuó su explicación con profunda incomodidad,
mientras yo me sentaba a escuchar con una expresión de amargura en el
rostro.
Al había tenido cinco hijos, pero todos habían sido de carácter
mediocre. Los había criado tan bien como había podido, pero incluso el
más prometedor de ellos sólo había sido mínimamente capaz de
sobresalir por encima de sus semejantes. Mientras Al vivía, había
apoyado a su heredero, Tel Kuon, entre bastidores y había logrado un
reinado eficaz. Sin embargo, cuando Al llegó al final de su vida, las cosas
empezaron a descontrolarse.
Sin el respaldo de Al, Tel Kuon había tenido grandes problemas
para mantener la lealtad de sus súbditos. Al fin y al cabo, esos súbditos
habían sido en su mayoría individuos que me habían servido
directamente. Eran personas con un talento innegable, pero también
bastante volubles. Con el tiempo, el poco excepcional Tel Kuon se había
puesto celoso de las capacidades de sus sirvientes y le irritaba que no se
apresuraran a obedecerle. Como resultado, había cometido el tonto error
de reforzar su base de poder como medio de mantenerlos a raya.
Además, por miedo a ser derrocado, había sido él quien prohibió la
práctica generalizada de la magia, permitiéndola sólo a las autoridades
centrales. Ahora comprendía cómo los ideales establecidos por Al y por
mí se habían desmoronado al cabo de apenas quince años.
“El rey había enseñado los colmillos a sus propios súbditos,
dejándoles pocas opciones, salvo afilar sus propios colmillos en secreto”.

“Es lógico”.
“Todos los sirvientes competentes de Tel Kuon fingían lealtad,
mientras que bajo la superficie se unían y conspiraban para ir minando
poco a poco la autoridad del trono. Mientras tanto, hacían todo lo
posible para socavar la educación del heredero de Tel Kuon”.
Su plan dependía de esto último. El próximo rey había resultado
ser un imbécil insoportable para el que incluso el término “mediocre”
sería caritativo. En cuanto el patán fue coronado, dejó sus obligaciones
en manos de sus sirvientes y se dedicó a perseguir mujeres y a
divertirse.
“El siguiente en la línea después de eso fue, como mencioné el otro
día, el emperador Kalis”.
“El imbécil que se autoproclamó emperador por primera vez,
¿Verdad?”.
“Sí, mi Señor. Kalis era un hombre con delirios de grandeza;
rebautizó el dominio como Imperio de Vastalask y reescribió nuestra
historia para afirmar que él era el fundador del Estado”.
“¿Y dónde encajamos Al y yo en esta historia reescrita?”. Pregunté
con una sonrisa mordaz. Por todo lo que Lelesha me había contado, ya
tenía una idea de por dónde iba esto.
“Mi Señor y su hermano fueron mitificados”.
“No lo endulces”.
“Mi Señor fue elegido como el malvado dios, Kai Lekius. Es un
temible dios de la oscuridad que planea destruir el mundo y ha
masacrado a millones de personas. Hoy en día, los padres reprenden a
los niños desobedientes diciéndoles que vendrá a por ellos o los
convertirá en su comida”.
“¡Ja, ja! Eso me gusta”.
“No me parece un asunto de risa. Me desagrada oír el nombre de
mi Señor usado a la ligera por masas que no saben nada de él”.
Lelesha se volvió hosca, pero yo seguí riéndome del asunto.

“¿Y qué hay de Al?”, pregunté.

“Su hermano es venerado como el dios benéfico. A él también se le
conoce por su verdadero nombre, Al Shion”.
“Así que este tal Kalis se alzó con la protección y el mandato del
dios benéfico, Al Shion. Luego me derrotó a mí, el dios malvado, y se le
concedió el derecho divino de gobernar el Imperio Vastalask. ¿Es así
como funciona?”.
“En efecto, aunque no le veo la gracia, como usted lo hace”.
Qué patético. Qué realmente patético. Si uno tuviera verdadera
confianza en sí mismo, capacidad de liderazgo para ganarse a sus
súbditos y habilidades políticas para satisfacer a su pueblo, un
gobernante no tendría necesidad de inventar una fábula para
justificarse.
“Y después de todo eso, ¿El tonto fue lo bastante generoso como
para hacer nobles a todos sus sirvientes?”.
“Sí, mi Señor. Si Kalis no les hubiera asegurado privilegios
especiales, no habría podido mantener tan fácilmente su asiento en el
trono”.
“El más tonto. ¿Se hizo llamar emperador- rey de reyes? Qué
horror”, le espeté.
No podía expresar hasta qué punto me había esforzado por
cambiar la forma de gobernar el país. Antes, la nobleza era la norma,
pero yo había construido una burocracia dirigida enteramente por un
rey. Entonces este Kalis había llegado y simplemente deshizo todo ese
esfuerzo.
“Y así llegamos al Vastalask moderno. La familia imperial ha
dejado de lado sus deberes y se entrega a diversiones. La nobleza
disfruta y abusa al máximo de sus privilegios. Incluso sus lacayos, los
funcionarios y militares, explotan al populacho”.
“Es suficiente. Lo comprendo”. Dejé la taza sobre la mesa, lejos de
mí. Su contenido había perdido de repente su atractivo. “Lelesha”.

“Vastalask es un dominio que Al y yo trabajamos duro para
construir”.
“Ciertamente”.
“Pusimos fin a una era de conflictos y soportamos penurias para
que cada alma pueda vivir en paz”.
“Ciertamente”.
“Y, sin embargo, después de sólo trescientos años… no puedo
soportar verlo”.
“¿Entonces qué hará, mi Señor?”.
“¿Necesito decirlo? Diezmaré la hegemonía actual con mis propias
manos. Una vez que lo haya logrado, reconstruiré mi dominio ideal”.
Me había reencarnado en vampiro para investigar la magia a mi
antojo, no para ocuparme de asuntos insignificantes como éste. Pero,
¿Qué podía hacer? No podía quedarme de brazos cruzados y decir: “Ah,
así quedaron las cosas”, después de ver cómo nos pisoteaban los ideales a
Al y a mí. ¿Cómo podría perdonar semejante acto?
“Breah fue sólo el principio. Después de esto, tomaré Arkus y lo
usaré como mi punto de apoyo para extender mi poder a lo largo y
ancho hasta que cada rincón de la tierra esté bajo mi señorío”.
Podría estudiar magia en otro momento. Tenía una eternidad,
después de todo.
“Se hará tu voluntad”.
Asentí a Lelesha y me sumí en un profundo silencio. Pensando que
era mejor tener algo de tiempo para mí, hice un gesto con la mano,
despidiéndola. Esperaba que mi fiel sirvienta obedeciera de inmediato,
pero en lugar de eso desobedeció mis órdenes.
Mientras me preguntaba qué pretendía, caminó hacia mí y se sentó
a horcajadas sobre mis piernas. Sentí la suave presión de sus nalgas
contra mis rodillas.

“¿Qué estás haciendo?”, pregunté.

“Tomándome un momento para llorar la pérdida de su hermano,
así como para llorar la muerte de sus ideales y rezar por la verdadera
alma de Vastalask”.
“Hazlo en otro lugar”.
“Debo negarme. Llorar sola sería un calvario de lágrimas”.
No dijo de quién serían esas lágrimas.
Lelesha no dijo otra palabra y sostuvo mi cabeza contra su pecho.
Dejé que hiciera lo que quisiera y enterré la cara en su torneado pecho.
Me sentí un poco mejor.
Ella tiene razón, pensé. Es mejor no llorar solo.

“…y así, por esas circunstancias, regreso vergonzosamente sola”.

Arrodillada con la cabeza inclinada, Rosa terminó su informe, sin
escatimar detalles del fallido ataque a Breah. Ni que decir tiene que
estaba informando a la condesa de Nastalia. La condesa, una joven de
larga y frondosa cabellera negra, era la gobernante de la provincia de
Arkus y una de las nobles más prominentes del Imperio de Vastalask.
Tiempo atrás, el patriarcado había sido la tradición, y había sido
difícil para una mujer convertirse en cabeza de familia, pero los tiempos
habían cambiado desde entonces. Ahora, las Casas dirigidas por mujeres
eran algo habitual. Para lograr este futuro, Kai Lekius, un firme creyente
en la meritocracia, había impulsado el avance de la mujer en la sociedad,
pero ese hecho había quedado enterrado durante la fabricación de la
historia y Rosa lo desconocía.
Aun así, el sentimiento persistía. Si uno intentaba afirmar a un
ciudadano de la Vastalask moderna que una mujer no podía triunfar en
una Casa por muy capaz que fuera, se le habría considerado irracional.
“Ya veo. Así que Scallard está muerto”.
Lady Natalya del condado de Nastalia suspiró, pero no parecía
demasiado disgustada por la muerte del prefecto. Ella y Rosa se
encontraban en el castillo de la condesa en la capital de la provincia,
reunidas en sus aposentos personales construidos como espacio de
relajación. Con Rosa arrodillada ante ella, Lady Natalya se recostaba en
una tumbona mientras ambas discutían asuntos.
“Me da escalofríos pensar que esto fue hecho por un solo
vampiro”, dijo.
“En rigor, creo que había alguien defendiendo la retaguardia del
palacio. Aunque no pude asegurarme de su existencia, todas las tropas
asignadas a la retaguardia fueron rápidamente eliminadas”.

Rosa se había visto obligada a retirarse avergonzada, pero fue el

hecho de no poder regresar con información útil lo que hizo que sus
hombros temblaran bajo el peso de sus sentimientos de inutilidad.
“Por lo que cuentas del poder de nuestro oponente, no me
sorprendería, por muchos soldados o caballeros que hubiésemos
perdido. El problema es que perdimos a Scallard, un mago”.
“El vampiro también habló de magos y magia. ¿Qué es
exactamente la magia, Su Señoría?”.
“Ah, sí. No es de extrañar que no lo sepas, aunque seas una
antigua caballero imperial”, respondió la condesa. Con la cabeza
inclinada, Rosa no pudo ver su expresión mientras hablaba.
No en vano la condesa era una de las nobles más prominentes del
imperio. A Rosa le alivió profundamente descubrir que Lady Natalya ya
sabía de “magos” y “magia”, y se alegró de haber podido volver con
información para su querida condesa después de todo.
“Mi Señora, se lo ruego… por favor, enséñeme qué es la magia”,
imploró Rosa, con voz temblorosa. “El conocimiento podría ayudarme la
próxima vez que me enfrente al vampiro”.
Sabía que era una petición descarada. Normalmente, si la condesa
hubiera ordenado a Rosa que se pasase un cuchillo por huir sola, no
habría estado en condiciones de protestar, pero Rosa era lo bastante
atrevida como para pedir su vida y otra oportunidad de luchar. Esto,
por supuesto, no era para salvar su propio pellejo, sino por el deseo de
volver a luchar por el bien de Lady Natalya.
“Rosa”.
“S-Sí, mi Señora”.
“Ven a mí”.
“Entendido”.
Tras estremecerse ligeramente, Rosa se acercó a la silla de Lady
Natalya mientras mantenía la cabeza baja. Ajena aún a la expresión de la
condesa, esperó a ver si sería o no perdonada. Y entonces-

“Me alegro de que hayas vuelto con vida. Gracias por tu informe”.
De repente, Rosa fue abrazada por Lady Natalya. La mujer
caballero encontró su cara enterrada profundamente en el escote del
mucho más abundante pecho de la condesa. Suave y cálida, Lady
Natalya había recibido a Rosa como una santa.
Rosa sintió que iba a llorar cuando se dio cuenta de que la habían
perdonado. Ahora entendía por qué la condesa había querido escuchar
su informe en sus aposentos personales y no en una sala del trono llena
de sus sirvientes. De este modo, Rosa no tendría que soportar su
vergüenza delante de los demás, y la condesa podría consolarla así. La
amabilidad de Lady Natalya calentó el alma de Rosa.
“De hecho, te enseñaré sobre magia”, dijo la condesa
afectuosamente, “así que, por favor, perfecciónate para prepararte para
otro combate”.
“¡Muchas gracias, mi Señora! La próxima vez, me aseguraré de que
se sienta orgullosa”.
“Aprecio tu lealtad, pero no te dejes acorralar, ¿De acuerdo? Si este
oponente es lo que dices que es, entonces es muy probable que lleve
vivo cientos de años. Podría ser un vampiro de la variedad Lord, o peor,
un Sangre Verdadera. Entiende esto: este oponente puede no ser uno que
puedas manejar por ti misma”.
“Entendido. Tiene mi palabra de que me coordinaré con mis
camaradas”.
“Gracias. Oír eso me tranquiliza”, dijo la condesa antes de abrazar
aún más fuerte a Rosa.

No todo el mundo era capaz de la misma benevolencia que Lady

Natalya. Rosa lo sabía bien. Había empezado a visitar con regularidad el
castillo para aprenderlo todo sobre esa supuesta magia. Ahora mismo
caminaba por un pasillo que estaban limpiando. Dondequiera que iba,
los dedos apuntaban a su espalda.
“Mirad. Es la Dama Rosa”.
“Así que es verdad que huyó sola”.
“Y luchó contra un vampiro, ¿Verdad?”.
“Los hombres fueron completamente masacrados, pero, parece
que Rosa es tan bonita, que el vampiro le chupó la sangre y la dejó ir”.
“¡Oh, cielos! ¿No se convertirá Rosa en uno de ellos?”.
“¡Qué terrorífico!”.
Así corrían las habladurías que habían florecido entre los
sirvientes, chambelanes y cortesanos del castillo. Presa de la más
profunda vergüenza, Rosa soportó en silencio sus cuchicheos. No me he
convertido en vampiro ni nada por el estilo, ¡Ni he vendido mi alma a Kai
Lekius!
Pero, ahora conocía el placer de que bebieran su sangre. Era una
sensación demasiado sensual para olvidarla. De un momento a otro,
sentía que su cuerpo anhelaba a aquel hombre. Incluso había soñado con
vertiginosas aventuras con él. Cuando despertaba, se hundía en el
autodesprecio al notarse encerrada en un apasionado beso con su
almohada. La creencia de Rosa en la pureza no hacía sino reforzar su
sentimiento de haber traicionado a Lady Natalya cuando tenía esos
sueños. No tuvo más remedio que ser severa consigo misma.
Sé fuerte, Rosa. ¿No eres tú la mejor caballero de la condesa? Por fin has
encontrado a alguien digna de tu lealtad, ¿No es verdad? ¡No olvides tu alegría
por servirla!
Rosa había nacido en la Casa de Rindelf, un linaje de guerreros, y
por ello había sido educada para ser una excelente caballero. Con un
temperamento valiente y directo y, sobre todo, una aptitud natural para
la espada, había sido incapaz de verse a sí misma convirtiéndose en otra

cosa. A menudo soñaba con ofrecer su vida a un digno Señor y vivir sus
días como una orgullosa caballero.
Sin embargo, de vuelta en la capital imperial, ese sueño no se había
hecho realidad. Su primer superior, el capitán de la guardia imperial, y
su segundo, un caballero imperial de alto rango, la habían elogiado en
abundancia, pero, por ser mujer, en el fondo la habían desdeñado y no la
habían considerado una luchadora. Ambos superiores habían mantenido
a Rosa cerca en todo momento y habían actuado como si fuera
importante para ellos. Sin embargo, en realidad, habían considerado a la
atractiva caballera como un mero accesorio para mejorar su reputación.
Cuando Rosa se dio cuenta de ello, insistió en que se le permitiera
demostrar su fuerza, pero los superiores no le hicieron caso. De hecho,
sus jefes habían reaccionado con la indignación de alguien mordido por
su perro faldero. Su primer superior había sido el pariente de un
marqués; el siguiente, el segundo hijo de un duque. El mero hecho de
que alguien de estatus inferior como Rosa pronunciara palabras de
oposición había sido inadmisible para ellos.
Rosa lo había entendido vagamente, pero, por inútil que fuera la
lucha, no era propensa a ceder. Al final, a instancias del duque Marxizer
(el padre de su segundo superior), había sido trasladada al oeste, a
Arkus. Pero, aquello resultó ser el final de mi desgracia. Fue gracias a ese
traslado que conocí a Lady Natalya.
Arkus era estable y próspera de un modo atípico para una
provincia en la frontera de la nación, lo que era prueba del excelente
liderazgo de la condesa. Era una líder benevolente que con frecuencia
tendía la mano para ayudar a los pobres y, por supuesto, valoraba a
Rosa como caballero. A diferencia de los anteriores superiores de Rosa,
la condesa no la trataba como un adorno y a menudo le encomendaba
tareas importantes. Estás en el mejor ambiente que podrías esperar, Rosa.
¡Estás siendo una absoluta tonta por dejarte seducir por el encanto de un
vampiro!
Rosa se dio una palmada en las mejillas, revitalizándose, y aceleró
el paso por el pasillo, como si quisiera librarse de las habladurías de las

sirvientas. Rosa se irguió para mostrar un aire de dignidad mientras

avanzaba por el pasillo, pero, su actitud sólo pareció irritar a quienes la
observaban. Su parloteo se hacía cada vez más fuerte, como si quisieran
que Rosa las oyera.
“¡Oh, cielos! ¿Cómo se atreve un asqueroso vampiro a pasearse
por el castillo de nuestra estimada condesa?”.
“Ahora tendremos que empezar nuestra limpieza de nuevo”.
“Je, je, ¿Cuándo crees que le saldrán colmillos de los labios?”.
“No puedo espe- quiero decir, ¡Qué terrorífico!”.
Mientras comentarios rencorosos le caían por detrás, Rosa
rechinaba los dientes. No les hagas caso. Recuerda lo contenta que se puso Su
Señoría al verte volver con vida. ¡Eso es suficiente para hacerte feliz! Pensó
Rosa, pero en el mismo momento, oyó una voz que venía en su ayuda.
“Simplonas, todas ustedes. ¿No saben que un vampiro bebiendo
su sangre no es suficiente para convertirlas en sus esclavas?”.
Por reflejo, Rosa se detuvo y miró en dirección a la voz. Allí estaba
una caballero esbelta, de aspecto hermoso y cabello rubio como la miel.
La caballero parecía tener la misma edad que Rosa, pero Rosa no estaba
segura de la edad real de la caballero. Esto se debía a que, como
indicaban sus largas orejas, era una elfo, una raza conocida por su
longevidad. La caballero elfa habló en voz alta a las sirvientas
habladoras.
“Hay dos condiciones para convertirse en familiar de un vampiro.
Una es que un vampiro beba cada gota de sangre de tu cuerpo; la otra es
que consumas su sangre. La primera te convertiría en un vampiro
menor, que perdería todo su libre albedrío. La segunda te permitiría
pensar por ti mismo, pero, en cualquier caso, los vampiros aborrecen la
luz del sol. ¿Podría un ser así caminar en pleno día? Qué tontas
ignorantes son”.
Confundida, Rosa llamó a la elfa. “Jenni… ¿A qué debo el placer?”,
Jenni procedía de una de las familias de elfos nativas de Arkus.
Para ser exactos, servía al condado como representante de los elfos, que

eran uno de los aliados más antiguos del condado. Rosa, en cambio, era
una recién llegada que había sido recogida por Lady Natalya tras ser
expulsada de la capital. La diferencia de estatus entre ambas había dado
lugar a una rivalidad que implicaba frecuentes conflictos y
enfrentamientos.
“No estoy haciendo ningún esfuerzo especial para defenderla,
Dama Rosa. Simplemente no puedo permitir que se digan falsedades
como verdades”.
“¿Ah, sí? Eso sí que suena a algo por lo que se quejaría un elfo”.
Rosa se maldijo por haber estado a punto de sentirse agradecida hacia la
elfa.
“Así es”, respondió Jenni, sin hacer ningún esfuerzo por discrepar.
Luego agregó: “Me enteré de que la venció un vampiro, Dama Rosa”.
“¿Y qué? ¿Has venido a reírte de mí?”.
“Supongo que lo habría hecho si hubiera sido un Menor o un
Normal. Sin embargo, escuché de Su Señoría que a lo que te enfrentaste
pudo haber sido un Lord o un Sangre Verdadera. Si ese fuera el caso,
nuestros problemas son demasiado graves para reírnos de ellos”.
Jenni era dolorosamente seria en todos los asuntos, y quizás aún
más con Rosa, pero, su buen juicio en momentos como éste era prueba
de su competencia. Rosa se relajó un poco. Por su cabeza flotaban
palabras escogidas, pero ella misma le había jurado a Lady Natalya que
cooperaría con sus camaradas.
“Si quieres oír los detalles, puedo sufrir la vergüenza”, dijo en su
lugar. “Mi orgullo personal es insignificante comparado con exterminar
a ese vampiro”.
“Yo más bien lo consideraría una muestra de verdadero orgullo”,
dijo Jenni, con expresión austera. “Eso es lo que te convierte en una rival
apropiada. Si este vampiro ha residido en Arkus durante mucho tiempo,
quizá mi gente sepa algo. ¿Cuál podría ser el nombre de este vampiro?”.
“Se hacía llamar ‘Kai Lekius’”.

“¿¡’Kai Lekius’, dices!?”, Jenni se atragantó con las palabras,

incapaz de mantener su tono y compostura habituales.
“¿S-Significa algo para ti?”. Preguntó Rosa.
El rostro de Jenni se nubló de rabia al instante, y bajó la voz.
“Imperdonable”. Pero de repente cambió de tono y habló con vigor.
“¡Completamente imperdonable! Enterraré a ese vampiro con mis
propias manos. Mi gente conoce innumerables formas de matar
vampiros. Le mostraré cuán profundo es ese conocimiento”.
Aunque Jenni también era una caballero, sus habilidades con la
espada eran inferiores a las de Rosa. Sin embargo, como elfa, Jenni
poseía extrañas habilidades que le permitían emplear la ayuda de los
espíritus. Tal vez eso tenga algo que ver con cómo derrotar a un ser inmortal.
Rosa se estremeció de emoción. Si era por su amada Lady Natalya,
rechazar la ayuda de su rival era impensable.
Grane era una ciudad situada en la región norte de Arkus y sede

de la oficina del prefecto. La ciudad estaba gobernada por el barón
Dracchio, que también ejercía de prefecto de la región. Era un hombre
corpulento que se acercaba a los cuarenta y cuatro años. Si se
preguntaba a sus sirvientes, era “incompetente”, “avaricioso” y “falto de
humanidad”, entre otras cosas. (Por supuesto, nadie decía esas cosas en
voz alta, no fuera a ser que quisieran que su cabeza volara). En una
muestra cumbre de las bondades de los sistemas nobiliarios, haber
tenido la fortuna de nacer en la familia adecuada había permitido a este
semiorco vivir como miembro de la clase dirigente.
Esa noche, Dracchio estaba, una vez más, sobrepasando los límites
de la depravación. Para apoderarse de muchachas, primero hacía que un

funcionario citara a una chica y a toda su familia en su castillo.

Arremetía contra los padres por los impuestos que no habían pagado y,
como castigo, les ordenaba que le entregaran a una de sus hijas vírgenes.
Si se tratara de cualquier otro territorio, no habría necesidad de
que un barón llegara a tales extremos para acorralar a las muchachas del
pueblo. Bastaría con que ordenara a sus soldados que llevaran a las
muchachas a sus aposentos, y eso habría sido todo. Sin embargo, la
condesa de Nastalia, soberana de Arkus, prohibía las impropiedades
excesivas hacia el pueblo.
Dracchio era un hombre de gran estatura, pero también era un
cobarde y carecía del valor necesario para oponerse a la voluntad de una
“desalmada” como Lady Natalya. Por ello, hacía que sus sirvientes
idearan diversos medios para cometer sus fechorías eludiendo la ley. Por
ejemplo, impondrían un nuevo impuesto por una razón u otra y
obligarían a la mayor parte de la población a endeudarse y utilizarían
eso como pretexto.
Los padres, a los que se había ordenado entregar a su hija como
sacrificio, apretaron la cabeza contra el suelo y suplicaron al barón.
“¡Por favor, perdónanos!”.
“¡Le ruego que nos perdone!”.
Pero, por supuesto, esas súplicas cayeron en saco roto, y el barón
ordenó que llevaran a la chica a sus aposentos. Ante su crueldad, los
padres se sintieron invadidos por la rabia y comenzaron a golpear y
morder a los soldados.
Se trataba, sin duda, de un acto de traición. Lamiéndose los labios
con impaciencia, Dracchio ordenó decapitar a los padres delante de la
chica. Con su espíritu destrozado sin remedio, ella le siguió de buena
gana hasta su alcoba, donde él disfrutó hasta saciarse de una muchacha
ahora tan inerte como una muñeca.
“Tontos. Iban a oponerse a mí, el prefecto”, espetó Dracchio, sin
sentir ni una punzada de conciencia. Era realmente la encarnación de las

trampas de la nobleza, de los horrores que surgen de conceder poder

inmerecido a almas podridas.
Sin embargo, ésta sería la última noche en que los vicios del barón
Dracchio quedarían impunes.
“Kai Lekius viene a por ustedes… Kai Lekius viene a por ustedes”,
cantó una voz solitaria. Era de noche y un torrente de lobos inundaba la
calle principal de Grane.
“¡Kai Lekius viene a por ti!”, seguía cantando la voz. Un enjambre
de murciélagos lo suficientemente grande como para bloquear la luz de
la luna pasó sobre Grane.
“¿Hay algún noble malo por aquí? ¿Hay soldados o funcionarios
escondidos tras ellos? Kai Lekius viene a hacerlos comida; ¡Viene a
convertirlos en comida a todos!”.
Lelesha siguió cantando mientras despedía a los murciélagos y los
lobos. Los murciélagos y los lobos, el cuerpo disipado de Kai Lekius, se
dirigían hacia el castillo del barón Dracchio. Esta sería una batalla entre
un vampiro solitario y un hombre con un castillo y un ejército a su
disposición. Ni que decir tiene que Lelesha no tenía la menor duda de
que su Señor saldría victorioso.
El castillo del barón estaba patrullado en todo momento por

guardias. Frente a las puertas, en lo alto de las murallas, en las torres de
vigilancia y en los bosques del jardín trasero, permanecían en alerta
máxima. Era lógico que un hombre que se había ganado la ira de
innumerables personas se acobardara por miedo a las innumerables
formas en que uno podría intentar vengarse.
De repente, los guardias sintieron que algo cambiaba. Un enjambre
de murciélagos había cubierto el cielo y tapado la luna.
“¿Qué demonios es eso?”.

“No lo sé, pero me da escalofríos. ¿Deberíamos informar a los

caballeros?”.
“¿Qué hay que informar? Sólo son murciélagos”.
“Claro, pero, tantos…”.
Intercambios como este tuvieron lugar por todo el recinto del
castillo, pero ninguno de ellos llegó a una conclusión. En un abrir y
cerrar de ojos, los murciélagos se abalanzaron desde el cielo ennegrecido
y rodearon a todos los guardias, matándolos a mordiscos.
Mientras tanto, los guardias apostados alrededor de las puertas
interiores y exteriores fueron embestidos por una oleada de lobos negros
como el carbón que les desgarraron las extremidades y las gargantas.
Con la fuerza de una avalancha, los murciélagos y los lobos penetraron
en el castillo y empezaron a sembrar el caos.
“¡Eeeeeek!”.
“¿¡Qué son estos monstruos!?”.
“¡Salgamos de aquí!”.
“¡Aaaaah!”.
Los guardias del interior fueron eliminados al igual que los que
patrullaban el exterior. El interior del castillo pronto se convirtió en una
vorágine de sangre, vísceras y gritos. Los caballeros cayeron al igual que
los soldados, sus habilidades superiores hicieron poca diferencia contra
la fuerza abrumadora de un Sangre Verdadera.
“¡Aléjense! ¡Atrás!”.
Uno de estos caballeros había sido reducido al pánico frente a la
manada de lobos que se acercaba. Estaba usando cruelmente a una chica
desnuda como escudo humano. La chica había sido retenida en el
castillo como “regalo” para los caballeros después de que Dracchio se
cansara de jugar con ella.
Al igual que el caballero que tenía detrás, la chica palideció al ver a
los lobos enseñando los colmillos. Temió su ineludible muerte y se
estremeció al pensar en el dolor de ser despedazada.

Pero los lobos no prestaron atención a la lastimera muchacha; sólo

se fijaron en el despreciable caballero que se escondía tras ella. Le
mordieron las piernas y lo arrastraron antes de que, uno tras otro, se
amontonaran sobre el caballero y lo despedazaran. El caballero gritó
pidiendo perdón, pero los lobos no tuvieron piedad. La chica, por su
parte, se desmayó ante la horrible visión de una persona siendo
devorada viva justo delante de ella. Aun así, los lobos ni siquiera la
miraron.
En realidad, había muchas muchachas de las que Dracchio había
abusado y que permanecían encerradas en el castillo como juguetes para
los caballeros. También había sirvientes, cocineras, jardineros y mozos
de cuadra 31 que eran obligados a trabajar en el castillo contra su
voluntad. Muchos de ellos se derrumbaron de miedo ante la horda que
se acercaba, pero ni una sola vez las criaturas atacaron a los inocentes.
Su comportamiento no tenía nada que ver con el de los animales
salvajes.
Y luego, estaba el barón Dracchio. Estaba dormitando en el
santuario interior del castillo, el lugar más seguro en el que podía estar,
cuando se despertó al oír gritos incesantes. Inmediatamente se dio
cuenta de que estaba en grave peligro. Los gemidos y chillidos que
resonaban por todo el castillo eran suficientes para poner sobre aviso
incluso a alguien tan estúpido como él.
Dracchio corrió por el pasillo y llamó al caballero más fiable del
castillo. “¡Inspector! ¡Inspector!”.
El inspector en cuestión era un caballero de mediana edad enviado
por la condesa de Nastalia para vigilar a Dracchio. Normalmente, este
caballero era una severa espina en el costado del barón, pero esa
desalmada no lo habría valorado si no fuera fuerte. Había sido una vez
caballero imperial, o, al menos, estuvo a punto de conseguir el título
31
Un mozo de cuadra es una persona que se encarga del cuidado y mantenimiento de los caballos. Sus tareas
incluyen la limpieza de los establos, el cepillado y recorte de las pezuñas de los caballos, la alimentación y el
suministro de agua, el ejercicio de los caballos, la limpieza de los animales y la comprobación de su estado de
salud, y la reparación y mantenimiento del equipamiento y las instalaciones (Imagen).

antes de que un rival le privara del honor. En cualquier caso, abundaban

los rumores extraordinarios sobre este hombre.
De repente, una voz burlona sonó detrás de él. “¿Será éste el
inspector al que te refieres?”.
Dracchio se detuvo bruscamente y se giró lentamente. Ante él
estaba el caballero que había estado buscando, ahora sin vida y cubierto
de sangre. Un extraño joven colgaba del cuello al inspector.
“¿Quién eres tú?”. Preguntó Dracchio.
“Kai Lekius”, respondió el hombre, arrojando el cadáver a un lado.
Sin mucha prisa, se dirigió hacia Dracchio por el pasillo.
“¡No te acerques! ¡Atrás!”, gritó Dracchio, lanzando escupitajos al
aire.
Pero, el barón no tenía escapatoria. Cayó al suelo en cuanto vio al
inspector ensangrentado. El joven que se hacía llamar Kai Lekius miró al
barón mientras se acercaba. Lentamente. Constantemente. Sin detenerse
ni un instante. Sus ojos brillaban con intenciones asesinas.
“¡Te lo ruego, no te acerques más! ¡No me mates!”, gritó Dracchio,
suplicando por su vida. Pero, Kai Lekius siguió caminando.
“¡Perdóname! Oh, por favor, ¡Perdóname!”.
Allí estaba el triste espectáculo de un noble postrado, rozando la
cabeza contra el suelo. Pero, Kai Lekius siguió caminando.
Por fin, el extraño hombre alcanzó al barón, le tiró del cuello y
obligó a Dracchio a mirarle. Y entonces habló. “No te preocupes. No te
mataré”.
“¿¡Me perdonarás!?”.
“No me ensuciaré las manos con gente como tú”. Kai Lekius sonrió
ampliamente y rio desde el fondo de su corazón. “Te pondré en una cruz
en medio de la plaza del pueblo, con piedras amontonadas cerca. Pero
eso no importa; si eres un hombre que se ha portado bien con su pueblo,
no te tirarán ni una piedra. Desatarán las cuerdas y te dejarán bajar. ¿No
es cierto?”.

No confundas a quién debes pedirle perdón, parecía decir la risa del

joven.
La noche en que yo, Kai Lekius, conquisté el castillo del barón

Dracchio llegó a su fin, y advino el amanecer. Desde el cuarto piso del
castillo, contemplé la plaza de la ciudad. Algo que una vez había sido
humano colgaba allí de una cruz. Ya había sido destrozado por la gente
del pueblo y ahora se erigía como una retorcida obra de arte. Tras una
sola ojeada, perdí el interés por el miserable trozo de carne y me alejé de
la ventana.
En el castillo, que aún apestaba a sangre, me reuní con una
veintena de hombres. Estábamos reunidos en una sala que había sido
utilizada por anteriores prefectos como espacio para celebrar audiencias
con el pueblo llano. Debido a que el prefecto más reciente había
descuidado ese deber, la sala estaba ahora cubierta de una capa de
polvo. Lelesha se había apresurado a limpiar la sala para mí.
Tomé asiento en una extravagante silla y me dirigí a los hombres
arrodillados. “Levanten todos sus cabezas y manténganse erguidos.
Nuestra relación no es la de un amo y sus sirvientes. Pueden prescindir
de las formalidades”.
Sin embargo, no sólo permanecieron arrodillados, sino que ni
siquiera levantaron la cabeza.
Todos los hombres que tenía delante eran caballeros. El más
cercano a mí era un cuarentón llamado Georg.
“Ha liberado a Grane del tiránico barón, y por eso, no podemos
encontrar las palabras adecuadas para agradecerle”, dijo. “No podemos
encontrar los medios adecuados para alabarle. Por ello, sería un gran

honor que considerase darnos la bienvenida como sus leales sirvientes.

Kai Lekius, por favor, acepte esta petición nuestra y de la gente de la
ciudad”.
La voz de Georg transmitía una fuerza atípica para su edad.
Muchos de los caballeros siguieron el ejemplo de Georg y bajaron aún
más la cabeza.
“Muy bien”, dije. “Acepto su petición. Sin embargo, dejaré la
gestión de esta ciudad en sus manos, caballeros de Grane. Después de
todo, ustedes son el corazón de Grane. Hagan lo que crean conveniente
y traigan a este pueblo justicia y prosperidad”. Hice una breve pausa
antes de continuar en tono severo. “Pero si anteponen sus intereses
personales o se convierten en nada más que otra iteración de Dracchio…
Comprenden las consecuencias, ¿No es verdad?”.
“Por supuesto, mi Señor. Los acontecimientos de anoche nos
hicieron plenamente conscientes de su temibilidad 32. ¿Qué podría
llevarnos a ser tan tontos como para desafiarle?”.
Georg y los otros caballeros, claramente tensos, corrigieron su
postura. Estos hombres habían servido bajo las órdenes del anterior
barón. A diferencia del cerdo que había ostentado el título
recientemente, el anterior barón Dracchio había sido poco excepcional,
pero también, honesto y amable. Los caballeros habían encontrado
sentido en servirle. Pero, entonces, ese cerdo había heredado el título y
había comenzado un reinado tiránico que había pesado sobre las
conciencias de estos hombres.
Cualquier intento de reprender al barón sólo invitaría a su
ejecución, y no tenían aliados a los que pedir ayuda. Casi todos los
demás caballeros y soldados se habían unido al abuso y la explotación.
A estas almas bondadosas, apenas diez hombres, no les había quedado
más remedio que fingir lealtad. Sin embargo, los hombres habían
32
La temibilidad es un término jurídico que se refiere a la capacidad de una persona para cometer un delito. Es
un concepto relacionado con la peligrosidad criminal, que se refiere a la capacidad de una persona para
cometer delitos en el futuro. La temibilidad se utiliza en el derecho penal para determinar la probabilidad de
que una persona cometa un delito y, por lo tanto, para evaluar el riesgo que representa para la sociedad.

compartido una ambición común, y en secreto, habían hecho lo que

habían podido para ayudar a la gente mientras vigilaban atentamente la
oportunidad de poner al cerdo de rodillas.
Entonces habían oído rumores sobre Kai Lekius.
Había pasado aproximadamente un mes desde que había
asesinado al prefecto Scallard. Durante ese tiempo había conquistado la
totalidad del territorio occidental de Arkus y tomado bajo mi control
ocho ciudades de diversos tamaños. Sin embargo, había dejado la
gestión de esas ciudades en manos de otros. De forma similar a como
había elegido a Forte de los barrios bajos de Breah, había elegido a
destacados ciudadanos serviles para dirigir cada zona.
Trescientos años atrás, había tenido a mi disposición una
burocracia que yo mismo había construido. Sin embargo, aquellos días
habían quedado atrás, y tenía que arreglármelas con lo que podía
conseguir. Para ver quién podía ser un buen miembro de mi próxima
burocracia, vigilaba de cerca a los que había dejado al mando. Forte, por
ejemplo, parecía un candidato prometedor.
Al parecer, Georg y sus camaradas se habían enterado de que yo
estaba destruyendo ciudades y pensaban que mis métodos eran
infinitamente mejores que la tiranía del barón Dracchio. Eso fue lo que
los llevó a ponerse en contacto conmigo en secreto y pedirme que
eliminara a los cerdos y liberara Grane junto con el resto del norte de
Arkus. No había escasez de coraje e iniciativa entre ellos.
Por supuesto, en un mundo ideal, lo habrían resuelto ellos
mismos, pero, todos tenemos nuestras limitaciones. No todo el mundo
podía ser yo. Yo no les pediría lo imposible; esa es una costumbre propia
de quienes critican a los demás desde una distancia prudencial. Pero,
divago.
Me había aficionado a Georg y sus camaradas y me había dirigido
a Grane. Después de todo, mi plan desde el principio había sido
dirigirme al norte o al sur una vez conquistado el oeste de Arkus.

“¿Y qué van a hacer?”. Dije, no a los caballeros de Grane, sino a los
otros diez hombres de la sala. Todos ellos eran caballeros bajo la
servidumbre del prefecto del este o del sur. Ellos también estaban
descontentos y agraviados por el comportamiento de sus líderes, pero se
habían mostrado más escépticos ante los rumores sobre mis capacidades
y por eso no habían hecho una petición inmediata. En su lugar, habían
preguntado si primero podían verme deponer al prefecto del norte.
Querían una especie de anticipo. Después de todo, una vez que cruzaran
la línea de la traición, sus vidas estarían en juego. No podía culparlos
por ser cautelosos, así que había perdonado caritativamente su
indecisión.
“Kai Lekius, ya no albergamos dudas sobre su fuerza”.
“Por favor, perdone nuestra anterior falta de valor”.
“Siguiendo a los caballeros de Grane, le juramos lealtad”.
“Le pedimos que lleves la libertad al este y al sur tan pronto como
puedas”.
“Lo ayudaremos en todo lo que podamos”.
Los caballeros del este y del sur bajaron la cabeza.
Asentí. “Primero será el sur, luego el este. Una vez que tengamos
rodeado el centro de Arkus, marcharemos hacia la finca personal de la
Lady de Nastalia. ¿Tenemos un acuerdo?”.
““¡Sí, Señor!””.
Una vez que despedí a los caballeros, me tomé un tiempo para
relajarme en el salón del barón. Me resultaba algo desagradable pensar
que la habitación había sido utilizada en otro tiempo por ese cerdo. Sin
embargo, Mil, a quien había traído del Palacio Abisal, se afanaba en
limpiarla. Sólo tenía unos diez años, pero, era una ayudante espléndida.
Teniendo en cuenta su energía y diligencia, podía entender por qué
Lelesha se había encariñado con ella.
Mientras pensaba en ello, ella lo daba todo limpiando una mesa.
Me recosté en el sofá y la observé trabajar. Mientras fregaba
enérgicamente, sus caderas se movían de un lado a otro bajo el uniforme

de sirvienta. Eso y su esfuerzo concertado formaban una escena de lo

más estimulante y tentadora para un vampiro.
Sintiéndome travieso, me acerqué sigilosamente por detrás de Mil
y hundí mis colmillos en su delicado cuello. Gritó sorprendida.
“M-Maestro, por favor, pare. Estoy limpiando”. Intentó resistirse
con sus pequeños brazos, pero eso no fue suficiente para impedirme
beber juguetonamente su sangre. “Si no hago un buen trabajo, Lady
Lelesha me regañará”, dijo mientras apoyaba su cuerpo suave contra mí.
Qué chica tan diligente era. Incluso cuando debería haber estado
aturdida por la sensación de que le bebieran la sangre, seguía intentando
resistirse al placer y concentrarse en sus deberes. Los impulsos perversos
en mí se hicieron más fuertes.
“Dime, Mil, ¿Has oído alguna vez los cuentos de que los vampiros
no pueden entrar en casa de nadie a menos que se les invite?”.
“Yo… sí. Hace mucho tiempo, de mi abuela”.
La respuesta de Mil fue puntuada por jadeos provocados por olas
de lujuria que surgían dentro de ella.
“Esos cuentos son una distorsión generalizada de la verdad. No
son del todo exactas”, le expliqué.
“Entonces, ¿Cuál es la verdad?”.
“Se forma un vínculo espiritual entre un vampiro y aquellos cuya
sangre chupa”.
Según una definición más estricta, un descendiente de vampiro era
aquel cuyo vampiro “padre” le drenaba totalmente la sangre o le daba
un poco de la suya. Cualquiera de los dos métodos convertía al sujeto en
descendiente del vampiro. Como acababa de reencarnarme en un Sangre
Verdadera, aún no tenía descendencia propia. Había pensado que Rosa
sería la primera, pero se había negado.
Sin embargo, en un sentido más amplio de la palabra, cualquiera
cuya sangre hubiera sido bebida se convertía en familiar de un vampiro.
Se formaba un vínculo espiritual y los destinos de ambas partes

quedaban entrelazados. Según esta definición, Mil era una de mis

descendientes.
Al beber la sangre de un sujeto repetidamente, este vínculo se
profundizaba. Yo había estado bebiendo la sangre de Mil casi a diario,
así que era seguro asumir que se había formado un vínculo considerable
entre nosotros.
“Oh… ¿Y qué pasa cuando el vínculo se profundiza?”, preguntó
Mil. Una pizca de orgullo cruzó su expresión. A estas alturas, ya se había
entregado por completo al placer de que bebieran su sangre.
“Si realmente rechazaras mis colmillos, no podría ponerte un dedo
encima”.
Este rasgo se había convertido en la base de las erróneas historias
de vampiros que requerían invitaciones.
“¿Entiendes a dónde quiero llegar con esto?”, pregunté con una
sonrisa malévola.
Si realmente le hubiera molestado y se hubiera empeñado en
seguir limpiando, no habría podido acercarme a ella. Pero, viendo que
podía, en algún lugar en el fondo, Mil debía de querer que bebiera su
sangre.
Mil era joven, pero una chica lista. En cuanto se dio cuenta, su
rostro se sonrojó. “Es un hombre terrible, Maestro”.
Se enfurruñó casi como lo haría un adulto y capituló ante mis
colmillos, moviéndose y pidiendo que la abrazara mientras bebía.
“Me has caído muy bien, Mil”, le susurré al oído. No era sólo por
el sabor por lo que bebía su sangre casi todos los días. “Si lo deseas,
puedo acercarme a ti en cualquier momento y clavarte mis colmillos
estés donde estés, aunque estemos muy, muy lejos”.
No lo decía por ser romántico. Como Sangre Verdadera, podía sentir
cuando los corazones de mis descendientes me llamaban. Podía
responder a esas llamadas y cruzar el tiempo y el espacio para llegar a
ellos. Considéralo la inversa de cómo incluso un Sangre Verdadera no
podía acercarse a un descendiente que no lo quisiera.

“¿Es eso cierto?”. Mil suspiró, no de duda por lo que le había

dicho, sino de alegría, y se aferró a mí aún más fuerte. “A Lady Lelesha
no le hará mucha gracia”, susurró inocentemente.
“No tengas miedo. Lelesha no da miedo… al menos, no en
momentos como éste”.
Yo, en cambio, hablaba con el placer inmoral de quien disfruta de
una aventura espontánea en secreto.
“Probablemente no vuelva en mucho tiempo”, dije.
“¿No volverá?”, Mil parecía sorprendida. Parecía preguntarse qué
tipo de asunto haría que Lelesha se fuera sin mí.
Sobre eso…
Cinco caballeros a caballo viajaban por la vía al suroeste de Grane.

Sin embargo, llevaban sus caballos a un paso lo suficientemente lento
como para que los caballeros pudieran conversar entre ellos. El camino
se adentraba en un pequeño bosque donde sus bulliciosas risas eran
absorbidas por los árboles y arbustos.
“¡Bua, ja, ja, qué monstruo era! ¿¡Alguno de ustedes se lo
esperaba!?”.
“¡Sí, Sí! Con él, ¡No deberíamos tener problemas para destituir al
prefecto del sur de su cargo en Buery!”.
“Será sencillo. ¡Las cosas cambiarán de la noche a la mañana!”.
“Ja, ja, ¡Mira cómo te haces el listo!”.
Los cinco caballeros, de los cuales el más anciano y destacado era
un hombre llamado Joseph, estaban muy satisfechos con la situación.
Todos servían bajo las órdenes del prefecto del sur -oficialmente, claro

está-, pero estaban descontentos con el prefecto Zindelger y deseaban

secretamente librarse de él.
Zindelger era profundamente leal a la Lady de Nastalia y
patológicamente estricto. Por lo tanto, no permitía ninguna fechoría, y
ninguna fechoría quedaba impune. Digamos, por ejemplo, que teníamos
a un hombre acusado de hurto por cometer pequeños robos, a una mujer
acusada de homicidio por matar a su amante durante una pelea, y a dos
niños acusados de lesiones tras herirse mutuamente en una refriega sin
importancia. Sin piedad ni clemencia, todos estos individuos serían
condenados por igual a la decapitación. Así era Zindelger.
Los caballeros pensaban que trabajar para un prefecto así no era
forma de vivir. Nadie sabía hasta qué punto un pequeño error podía
llevar a su ejecución. Y así, Zindelger no era un hombre popular. En
particular, a la vieja orden de caballeros, que había servido bajo el
prefecto anterior, se les oía a menudo murmurar sobre “los buenos
viejos tiempos” antes de Zindelger.
Joseph y los cuatro caballeros que le acompañaban encajaban en
esta multitud. Decían cosas como: “En aquellos tiempos, podíamos
amenazar a los posaderos para que nos pagaran la cuenta o aceptar
sobornos para que hicieran la vista gorda. Si no nos pasábamos, el
prefecto se reía y nos perdonaba. Sí, qué tiempos aquellos”.
Y ahora, por fin, iban a librarse del opresivo gobierno de
Zindelger, igual que Dracchio había sido apartado de su puesto en el
norte.
“¡Gracias al cielo por este vampiro!”.
“Muy cierto. Todo lo que tenemos que hacer es dejar que tome las
riendas y asegurarnos de que nos den puestos cómodos cuando todo
haya acabado”.
“¿Y estás dispuesto a agachar la cabeza y adular a un vampiro?”.
“¡A estas alturas, somos maestros en fingir lealtad!”.
Muy satisfechos con la situación, los caballeros se rieron a
carcajadas, pero la voz de una mujer les cortó la risa.

“Oho, los secretos se discuten en voz baja, ¿No?”.

Desde lo alto de sus monturas, los caballeros miraron
desconcertados a su alrededor.
“¿¡Quién está ahí!?”.
“¿¡Dónde estás!?”.
“¿¡Qué está pasando!?”.
Fue entonces cuando sus caballos empezaron a encabritarse. Para
no salir despedidos, los caballeros agarraron las riendas y aseguraron los
pies en los estribos, aferrándose con todas sus fuerzas. Su formación
como caballeros podría haberles ayudado, pero, un jinete normal habría
sido enviado al suelo.
Entonces, antes de que pudieran recuperar el aliento, los caballeros
se dieron cuenta de algo más. Todavía encabritados, sus caballos se
habían quedado quietos como estatuas, aunque seguían respirando. Los
ojos inyectados en sangre de las criaturas se movían de un lado a otro;
los caballos tampoco tenían ni idea de lo que les estaba ocurriendo.
“¿¡Q-Qué demonios!?”.
“¿¡Qué significa esto!?”.
“Sería terriblemente molesto que huyeran, así que los he atado con
mis hilos”.
La dueña de la voz se reveló. Era una mujer con un vestido… la
belleza deslumbrante que había estado al lado del vampiro. Había
aparecido de pie sobre la rama de un árbol y bajó de un salto justo
delante de los caballeros. El movimiento fue tan hábil que parecía como
si no pesara nada y tuviese alas.
Todavía en la ridícula posición de aferrarse a sus caballos
encabritados, Joseph y los demás caballeros empezaron a hacer
ostentosos intentos de adulación mientras presentaban sus excusas.
“Es un p-placer verla, Señorita Lelesha”.
“¿Q-Qué la trae por aquí?”.

“En estos momentos nos apresuramos a regresar a Buery. Allí, en

nombre de Lord Kai Lekius, reuniremos a los descontentos y los
convenceremos para que juren lealtad absoluta al rey de la noche”.
“¿Acaso trae noticias de nuestro Señor? ¿Acaso se le ha olvidado
algo?”.
“Aha, ha, incluso nuestro Señor puede mostrar defectos
inesperados…”.
Sin embargo, Lelesha no se creía nada de eso.
“No permitiré mentiras”.
Al oír las palabras de Lelesha, los cinco hombres sufrieron un
intenso dolor en todo el cuerpo. El dolor era suficiente para hacer que
los adultos, y los caballeros, por supuesto, gritasen.
“¡Aaagh!”.
“¡Ay, ay, ay, ay, ay!”.
“¡A-Ayuda!”.
No tenían ni idea de lo que les había pasado o de lo que les seguía
pasando. Era como si algo invisible estuviera apuñalando directamente
todo su sistema nervioso.
“Efectivamente, lo han adivinado”, dijo Lelesha con una sonrisa
despreocupada. “Mis innumerables hilos pueden manipularse para que
se comporten como agujas. Pueden causar un dolor terrible, así que
vigilen su comportamiento”.
Los caballeros no pudieron seguir hablando y se limitaron a
asentir entre lágrimas.
“Mi Señor, a diferencia de los de los territorios del norte y del este,
podía notar que su lealtad no era tan genuina”.
“N-No, nunca haríamos algo tan-”.
Pero Lelesha le interrumpió. “Creo que prohibí las mentiras”.
Los caballeros gritaron de dolor.

“Mi Señor no debe tomarse a la ligera. ¿A cuántos miles, no,

decenas de miles de súbditos crees que se ha encontrado un monarca
como él? No necesita más que un vistazo para discernir mentes
superficiales como la de ustedes”.
Los caballeros siguieron gritando de dolor. “¡Por favor, pare ya!
¡Cambiaremos!”.
“Oho, eso no parecía mentira”, dijo Lelesha.
Incapaces de soportar más el dolor, los caballeros lloriqueaban y
suplicaban.
“¡Sí, sin mentiras!”.
“Juramos que mostraremos verdadera lealtad a Lord Kai Lekius”.
“¡Por favor, tenga piedad! ¡Muéstrenos piedad!”.
Por fin, Lelesha sonrió como una santa y asintió.
“Entendido. Me preocupaba que sus promesas fueran sólo un
medio para escapar del dolor y que pudieran volver a sus planes de
traición. Para evitarlo, planeé prolongar el dolor durante medio día más
o menos, pero ahora acortaré ese período a dos horas”.
Yo, Kai Lekius, no pude evitar sonreír.

“Parece que les has castigado con bastante severidad, ¿No es
verdad, Lelesha?”.
Estaba sentado en la residencia del prefecto del norte, hablando en
broma con la belleza que tenía a mi lado.
“Eran unos rufianes incapaces de servirle, mi Señor”, dijo Lelesha
con cara seria, como si afirmara lo obvio. “Era mi deber corregirlos”.

Frente a mí estaban los destinatarios de esa corrección: Joseph y

sus camaradas. Todos tenían una palidez que sugería que habían visto el
infierno.
“Escúchenme”, dije a los caballeros. Mejor dicho, no se lo dije sólo
a esos caballeros, sino también a Georg y a sus camaradas, que también
estaban presentes. “No busco nada especial de ustedes como líderes.
Sólo les pido que sigan cursos de acción razonables. Por lo tanto, creo en
recompensar el bien y castigar el mal. ¿Me han entendido? Cualquiera
que cometa traición o fechorías será castigado”. Hice una pausa y dejé
que mi mirada cayera sobre Joseph y los demás caballeros de Buery.
Sólo eso les produjo escalofríos. “Y aquellos que realicen actos
meritorios seguro que serán recompensados. Preguntaré de nuevo: ¿Se
me entiende?”.
Joseph pidió tímidamente permiso para hablar. Se lo concedí.
“En otras palabras, incluso aquellos de nosotros que erramos en el
pasado aún podemos corregir nuestros caminos y comprometernos a un
servicio leal y a logros dignos. ¿Estás diciendo que, si eso llegara a
suceder, entonces nosotros también podríamos encontrarnos un día
como hombres de honor y estatus?”.
“En efecto. Bajo mi mandato, si desean riqueza y prestigio,
gánenselo con trabajo honesto y no con conspiraciones”.
Los caballeros Buery se postraron ante mí.
“¡Sí, mi Señor!”.
“¡Juramos servirle sinceramente!”.
“¡Por favor, sea testigo de nuestra diligencia!”.
A continuación, Georg habló en nombre de los caballeros de
Grane. “En ese sentido, mi Señor, me gustaría ofrecer una sugerencia”.
Le di permiso para continuar.
“Le pediría que, en la próxima batalla con el prefecto del sur, nos
conceda la oportunidad de demostrar nuestra fuerza”.
“¿Oh? ¿Estás diciendo que no necesitas mi fuerza?”.

“Actualmente, las fuerzas del norte y las del oeste marchan bajo tu
estandarte. Si las combinamos con la ayuda interna de Sir Joseph y sus
hombres, no veo razón para que el prefecto del sur no caiga ante
nosotros”.
En cuanto a los caballeros del este, Georg determinó que
probablemente no participarían ya que serían incapaces de prepararse
para tal expedición a tiempo.
“Muy bien, te lo dejo a ti”.
Tras recibir mi bendición, Georg se sintió visiblemente aliviado
antes de que una mirada de determinación cruzara su rostro. Joseph y
sus camaradas también tenían chispas en los ojos.
Yo estaba satisfecho. Muy satisfecho.
La ambición puede ser algo bueno, pero la estima debe envidiarse
con moderación. La competencia entre sirvientes es buena para
mantener una legión activa y saludable. Por supuesto, eso no se aplica al
sabotaje mutuo nacido de pequeñas rencillas y celos, pero, asegurarse de
que eso no ocurra es parte del deber de un líder y una prueba de su
capacidad. Yo, por mi parte, era un hombre alabado en su día como
monarca de un continente y que contaba con la ayuda de la fiable
Lelesha, lo que significaba que estos hombres podían disfrutar de una
competencia honesta tanto como quisieran.
“¿Qué clase de preparativos necesitas hacer?”, le pregunté al
caballero. Acababa de derrocar sin ayuda al prefecto del norte, así que
Georg tenía que dar prioridad a hacerse con el control del territorio. Lo
más probable era que Joseph necesitara tiempo para reunir aliados en el
territorio del sur.
“Yo pediría un mes, mi Señor”, respondió Georg.
“¡Yo también!”, dijo Joseph para no perder ante Georg.
“Muy bien. Muéstrame de lo que eres capaz”.
Apoyé la mejilla en el puño y lo dejé todo en sus manos.

Una vez que los caballeros se hubieron marchado, la sala de

audiencias volvió al silencio.
“Espero que sus capacidades merezcan la pena de ser
demostradas”, dijo Lelesha con una sonrisa malévola.
“Incluso el sabio más sabio no puede conocer el contenido hasta
que no ha quitado la tapa”, repliqué mientras me recostaba en la silla.
“Cualquiera que afirme conocer el contenido es un estafador. El
territorio occidental de Arkus ha quedado en manos de Forte, y el norte
está en manos de Georg. Con el tiempo, el sur probablemente será
confiado a Joseph”.
Hasta que no se retirara la tapa, no sabríamos si los tres tenían la
aptitud para manejar tal responsabilidad.
“Aunque mi Señor no es un estafador, fue un monarca que
concedió audiencia a innumerables sirvientes. Por su excepcional
sentido del carácter, ¿No puede al menos aventurar quién tendrá éxito?
Piense que es como apostar por un caballo de carreras”.
Me reí entre dientes. “¿Cómo un caballo de carreras, dices?”.
La oscura broma de Lelesha me divirtió, así que decidí seguirle la
corriente.
“No me preocupa Forte. Yo diría que se merece un papel aún
mayor. En cuanto a Georg, puedo verle en cualquier dirección, pero
espero que al menos pueda ocuparse del norte. Y Joseph, bueno,
honestamente tengo grandes esperanzas para él”.
“Y, aun así, pretende dejarlo a cargo del sur. ¡Me sorprende
profundamente que ese tonto haya intentado utilizarle para su propio
beneficio!”.
Lelesha miró al cielo y se lamentó. Era un gesto más propio de una
actriz de teatro, pero, lo decía en serio. Sin embargo, comprendió que yo
no cambiaría de opinión, así que disfrazó sus palabras para no invitar a
la discordia.
“Creo que primero hay que probar la responsabilidad de los
retenedores”.

O, mi filosofía de la soberanía, por decirlo de una manera más

grandilocuente. Haría falta algo más que un renacimiento y el paso de
trescientos años para cambiar mis creencias.
“Sí, mi Señor. Su esperanza es que Joseph muestre una aptitud
inesperada o margen de mejora. ¿Estoy en lo cierto?”.
“Ciertamente lo estás”.
Sin darle a alguien la oportunidad, no hay forma de saber si es
realmente competente o si puede llegar a ser algo más. Por eso, aunque
mis sirvientes fracasaran varias veces, les perdonaría siempre que
demostraran capacidad de autorreflexión. Sin embargo, no tengo
paciencia para la incompetencia.
“Si considero que Joseph no es excepcional y carece de potencial,
entonces, haré que le sustituyan”.
No es que fuera a hacerle asumir la responsabilidad de sus
fracasos; simplemente me aseguraría de que los menos competentes
encontraran trabajos de poca importancia.
No pedí nada a mi gente. Eran libres de ser incompetentes e
indolentes. Podían cosechar los beneficios de la estabilidad y la
prosperidad que yo sembraba. Pero, eso no se aplicaba a aquellos a
quienes se confiaba la autoridad pública. No toleraría su incompetencia,
y debían ser puestos a prueba en todo momento.
Naturalmente, yo mismo no era una excepción. Una autoridad o
una figura pública que no puede ser expulsada por la competencia no es
más que un bandido 33. No hay nada en la existencia más despreciable
que figuras como éstas 34. ¿Y de qué otro modo describiría a los nobles
que habían echado raíces en este imperio?
33
La ley de hierro de la oligarquía es una teoría política desarrollada por primera vez por el sociólogo italiano
nacido en Alemania Robert Michels en su libro de 1911 Partidos políticos. Afirma que el gobierno de una élite,
u oligarquía, es inevitable como una “ley de hierro” dentro de cualquier organización democrática como parte
de las “necesidades tácticas y técnicas” de la organización.
34
La corrupción política se refiere a los actos deshonestos o delictivos cometidos por funcionarios y
autoridades públicas que abusan de su poder e influyen a realizar un mal uso intencional de los recursos
financieros y humanos a los que tienen acceso, anticipando sus intereses personales o los de sus allegados,
para conseguir una ventaja ilegítima generalmente de forma secreta y privada.

“Es necesaria una legión de excelentes sirvientes si quiero acabar

con este antiestético ‘imperio’ y volver a gobernar la nación. El
continente es vasto y ningún hombre puede abarcar todos los rincones
por muy amplio que sea su alcance”.
Lo había aprendido bien hacía trescientos años.
Al final, lo que un rey necesitaba más que nada era la capacidad de
utilizar eficazmente a su pueblo. No importaba la astucia política o el
genio militar que pudiera tener, si sus siervos estaban desorganizados,
sólo podría reinar sobre la más exigua de las áreas. En ese sentido, la
competencia interna era necesaria. Tenía que ver si Georg, Joseph y los
demás eran dignos de servirme o si podían crecer bajo mi liderazgo 35.
La capacidad de hacerlo era prueba de la magnanimidad de un rey, o,
mejor dicho, de la capacidad de ese rey.
“Pero, cree que sería más rápido ocuparse usted mismo de los
asuntos, ¿No es verdad, mi Señor?”.
“Por supuesto, Lelesha. Aunque al final resulte en algo inútil”.
35
La meritocracia o gobierno de los ganadores, gobierno de los merecedores o gobierno de los mejores es una
forma de gobierno basada en el mérito. Las jerarquías son conquistadas por el mérito, y hay un predominio de
valores asociados a la valoración de la capacidad individual frente a los demás y por tanto del espíritu
competitivo frente al modelo de perpetuación de las jerarquías de poder por el nacimiento y la herencia. El
modelo ideal meritocrático de organización social promovería a los individuos considerados mejores en los
diferentes cuerpos sociales: políticos y económicos, escuela, universidad, instituciones civiles o militares,
mundo del trabajo, administraciones, Estado. Por extensión, “meritocracia” hace referencia a la selección
social o jerarquización social por la valoración de un tipo de méritos (meritaje) para el desempeño de puestos
de gobierno, laborales, económicos y sociales.

Ahora que poseía un cuerpo inmortal, un mes me parecía un abrir y

cerrar de ojos. Georg y Joseph estaban a la altura de mis expectativas y
preparaban su ataque a la prefectura del sur. Habían reunido a sus
soldados en un ejército mayor frente a la ciudad de Buery en
preparación para un asedio.
Desde el oeste, Forte había traído mil doscientos soldados. Del
norte, Georg había traído mil ochocientos soldados. Del sur, Joseph
había traído trescientos soldados. En total, una fuerza de tres mil
trescientos hombres. El indispensable papel de oficial de logística había
recaído en Forte, el antiguo comerciante, que había cumplido con su
deber a la perfección.
En respuesta a estos movimientos, el ejército regular del prefecto
del sur había decidido no atrincherarse en la ciudad, sino avanzar hacia
el exterior y llevar la batalla a los campos.
“¡Todo es como lo había previsto, mi Señor!”, Joseph informó con
orgullo.
Estábamos en una sala de mando, acordonada por una cortina.
Con Lelesha a mi lado, estaba frente a Joseph, Georg y Forte, así como
otros caballeros y oficiales militares clave.
“He convencido a un buen número de personas para que
renuncien a Zindelger y se unan bajo nuestro estandarte. Al reclutar
descaradamente a tantos, hemos sembrado la duda en Zindelger de que
pudiera haber conspiradores al acecho. Como resultado, el prefecto se
quedó sin la opción de intentar resistir en la ciudad”.
“En efecto”, dije. “Intentar resistir en un asedio si tienes un
conspirador entre las filas sería suicida”.

Un conspirador en el interior podría hacer todo tipo de trucos,

como levantar las puertas o prender fuego a las provisiones.
Independientemente de que hubiera sido posible, Joseph había optado
por no reclutar a nadie lo bastante prometedor como para permitirle
poner en práctica semejante estratagema. Sin embargo, como Zindelger
no lo sabía, no podía evitar tener sus sospechas. Era totalmente natural
que determinara que lo mejor era luchar fuera de los muros del castillo.
“Sin embargo, nosotros también nos beneficiaremos de evitar las
tribulaciones de un asedio”, añadió Joseph.
“Sus conocimientos juegan en su contra”, dije.
Joseph se sintió aún más orgulloso. ¿No es divertido ser testigo de
cómo un niño lo pone todo en sus travesuras? Era una sensación
parecida. Qué encantador.
A continuación, Forte emitió su informe. “Según los informes de
nuestros exploradores, el ejército de Zindelger cuenta con unos cinco mil
hombres. Su fuerza es aproximadamente un cincuenta por ciento mayor
que la nuestra, por lo que será necesaria alguna estrategia”.
Llevaba pensando esto desde el momento en que le conocí, pero,
realmente era un tipo útil.
“¿Han oído todos eso? Escuchemos sus sugerencias”. Pregunté,
planteando las preguntas a los demás. Pues bien, ha llegado la hora de mi
primera batalla en esta era.
Como alguien que una vez comandó legiones de soldados por
todo el continente, me resultaba difícil no interesarme. En comparación
con el mundo de hace trescientos años, los asuntos militares habían
progresado loablemente. La magia, por otro lado, se había deteriorado,
así que ¿Cómo sería un campo de batalla de esta época?
“Tengo una sugerencia, mi Señor”, dijo Georg, el más anciano de
los presentes, dubitativo. “Nuestro ejército, una fuerza de tres regiones,
no es más que una masa improvisada. Sin embargo, nunca he oído que
Zindelger sea un apasionado de las cuestiones de servicio y
entrenamiento militar. No creo que sus fuerzas sean nada excepcional”.

“Hmm. ¿Qué piensas, Joseph?”.

“No tengo nada que objetar a la aguda observación de Sir Georg.
Zindelger se considera a sí mismo un gran prefecto. Aunque es un
apasionado de la ley y el orden, considera que el mantenimiento de un
ejército en tiempos de paz no es más que un despilfarro de dinero”.
“Por lo tanto, mi Señor, creo que no podemos esperar maniobras
avanzadas de ninguno de los dos bandos”, añadió Georg.
“Entendido. Entonces, ¿Qué haremos en estas circunstancias?”.
Georg, haciendo gala de su larga experiencia como caballero, no
dudó en ofrecer sus predicciones. “En primer lugar, atacaremos
frontalmente al enemigo. Ante la superioridad numérica, nuestras
fuerzas pronto se encontrarán en inferioridad de condiciones y
comenzarán a dispersarse. Sin esperanza de una retirada ordenada,
tendremos que aceptarlo. Sin embargo, las fuerzas enemigas lo verán y
lo aprovecharán para iniciar una persecución. Pero esto, al igual que
nuestra propia retirada, es poco probable que se produzca de forma
ordenada. El resultado inevitable será que nuestro enemigo se lanzará a
la caza de nuestras tropas”.
Seguí escuchando atentamente mientras el caballero llegaba a su
conclusión.
“Teniendo esto en cuenta, presento mi estrategia: Colocaremos
doscientos soldados bien entrenados a lo largo de su camino de retirada.
Atacarán los flancos expuestos de nuestro enemigo mientras persiguen
ciegamente a nuestros hombres”.
Forte también había estado escuchando atentamente. “Ya veo.
Dado que el desmoronamiento de nuestras líneas no será una actuación
sino algo real, el enemigo nos perseguirá sin sospechar nada. Todo
formará parte del plan”. Se golpeó las rodillas, convencido de la
estrategia de Georg. “Usar la fuerza principal como cebo seguro que es
una idea fascinante. De ese modo, incluso una masa improvisada puede
resultar útil. Sir Georg, es usted un comandante experto, y he aprendido
mucho de usted”.

“Es una estrategia costosa, pero, no veo de qué otra forma

podemos ganar cuando nuestro enemigo tiene tanta ventaja”.
“Bueno, en la batalla, es un suicidio tener simpatía por tus
soldados. Es sólo que-”.
“¿Sólo qué, Sir Forte?”, Georg preguntó, interrumpiendo a Forte.
“¿Puede proporcionar doscientos soldados bien entrenados?”,
Forte preguntó.
“Los traje conmigo desde el norte. Han estado recibiendo mi
entrenamiento personal durante algún tiempo, así que estoy seguro de
que podemos confiar en ellos”.
“¡Ya veo! ¡Ya veo! ¡Ha pensado en todo, Sir Georg!”.
Forte estaba extasiado con el plan de Georg. Tal vez esto se debía a
que las líneas del frente no eran su ámbito de especialización. Mientras
tanto, Joseph, el otro militar, no parecía muy contento de que hollaran
sus dominios.
“Bien, mi Señor, ¿Qué opina de la estrategia de Sir Georg?”.
Preguntó Lelesha, girándose hacia mí.
“Tus ideas me parecen fascinantes, Georg. Algún día
recompensaré tu sabiduría”.
“Me honra, mi Señor”.
Lo siento, Georg…
“Pero, rechazo tu propuesta”.
La batalla entre el ejército oficial y el ejército rebelde del misterioso

vampiro estaba a punto de comenzar. Las fuerzas del prefecto Zindelger

estaban compuestas por cinco mil hombres. Se puso delante de ellos

mientras escuchaban atentamente.
“¡Toda la provincia de Arkus pertenece a nuestra soberana, la
Lady de Nastalia! Sin embargo, ciertos traidores que se han apartado de
la razón han estado barriendo los territorios del norte y del oeste, y,
tristemente, como gusanos, han brotado incluso dentro de nuestro
propio territorio. Esto no será perdonado. Hombres, esto no es en lo
absoluto una guerra civil. ¡Declaro culpables a estos rebeldes groseros!
Puede que se declaren un ejército, ¡Pero, en realidad, son un
conglomerado de incompetentes que no merecen nuestro temor!". El
prefecto hizo un gesto a sus fuerzas. “¡Síganme! ¡En una muestra de
nuestra lealtad a la justicia y a la Lady de Nastalia, haremos caer el
martillo del juicio!”.
Sus enérgicas palabras despertaron a los soldados. Aunque eran
soldados, todo un ejército, eran tiempos de paz. Sus tareas habituales
consistían en reprimir a los delincuentes y mantener la paz. Ninguno de
ellos había combatido nunca. Estaban armados con lanzas en mal estado
y llevaban armaduras de cuero de mala calidad. Por eso el discurso de
Zindelger les llenó de espíritu combativo y disipó su nerviosismo.
A la orden del prefecto, sonó una corneta y los soldados lanzaron
un atronador grito de guerra al iniciar su avance. Su paso era errático y
sus formaciones casi inexistentes, pero, su entusiasmo era real. Zindelger
sabía que esto era necesario cuando se confiaba en los números. Sus
soldados estaban seguros de su victoria, y el prefecto sintió desprecio y
una punzada de lástima por los escasos tres mil soldados que habían
venido desde los territorios del norte y del sur.
Hasta que dos gólems aparecieron en el campo de batalla. ¿Quién
de los soldados de Zindelger fue el primero en darse cuenta de la
presencia de los gólems? Bueno, probablemente, todos ellos.
Los dos seres que se habían escondido entre las filas enemigas se
levantaron lentamente al darse cuenta de que se avecinaba una batalla.
Las imponentes figuras medían al menos quince metros de altura y
sobresalían por encima de todo lo que había en las inmediaciones. No

importaba en qué parte del campo de batalla uno se encontrase, los

gólems eran claramente visibles.
El primer gólem era rojo carmesí. Su forma, evocadora de un
dragón, infundía miedo a todos los que lo veían. El otro gólem era azul
cobalto. Su forma, semejante a la de un gigante sin rostro, infundía
miedo a todos los que lo veían. Con los dos entre las filas enemigas,
comenzó la batalla. El loto rojo y el rayo azul.
En el corazón de la formación enemiga, el gólem dragón abrió sus
fauces y desató su aliento de fuego sobre las tropas de Zindelger. Del
mismo modo, el gólem sin rostro juntó las manos y liberó un enorme
rayo de electricidad que acribilló a los soldados. Ambos gólems tenían
un alcance temible y una potencia de fuego extraordinaria. Los hombres
de Zildelger quedaron calcinados y sus cuerpos casi reducidos a vapor.
Eran, en efecto, soldados de una época que no conocía la guerra,
pero, ¿Quién podría haber predicho una batalla como ésta?
Yo, Kai Lekius, observaba la batalla desde mi cuartel general en

una colina. Conmigo estaban Lelesha y el resto de mis altos mandos.
“M-Mi Señor, esto no puede llamarse batalla…”.
“Es una masacre unilateral”.
Tras presenciar el alboroto de los gólems que había traído del
Palacio Abisal, algunos de mi séquito se habían puesto pálidos; otros
habían perdido la voz.
“¿Es así? Pero, esto es la guerra tal y como yo la conozco”.

Sabiendo lo que pasaba por sus mentes, había intentado emplear

un tono jocoso. Lelesha respondió con su habitual comentario divertido
acerca de que mi humor era tan excelente como siempre.
Dado lo mucho que había retrocedido la magia, más o menos
esperaba que la cara de la guerra hubiera cambiado. Sinceramente, me
había exasperado un poco al oír las tácticas y predicciones que Georg
había propuesto. Pensar que propondría algo tan primitivo como
entablar combate sin gólems militares ni aplicaciones de hechizos de
combate, ¡Haría que nuestros soldados llevaran lanzas de mala calidad
en lugar de armas mágicas! Sin las mejoras físicas y las defensas que
proporciona la magia, nuestros soldados estarían prácticamente
desnudos.
“¿No te compadecerías de los soldados lanzados a una batalla tan
burda, Lelesha?”.
“Su amabilidad no tiene límites, mi Señor. La propuesta de Sir
Georg se basaba en enviar a la muerte a soldados sin entrenamiento. ¿Es
quizás por eso que no le interesaba?”.
“¿Quién sabe? Tal vez sólo quería presumir de mis gólems”.
“Hee, hee, muy bien, mi Señor. Lo recordaré”.
Así eran las bromas entre Lelesha y yo mientras veíamos cómo mis
gólems aplastaban al enemigo. Mientras tanto, Forte parecía tener algo
que decir; supuse que quería una explicación. Con un movimiento de la
barbilla, ordené a Lelesha que se dirigiera al grupo.
“El gólem con forma de dragón es el ‘Dios de la Flama’, y el gólem
con forma de gigante es el ‘Dios del Trueno’”, explicó. “Ambos son
gólems militares creados por mi Señor. Hace mucho tiempo, en los días
de la contienda, eran temidos como dos de los ‘Doce Dioses Mágicos’”.
“¿Quiere decir que nuestro Señor posee otros diez de esos
objetos?”.
“Me temo que no. Algunos fueron destruidos, y otros fueron
confiados a los sirvientes de mi Señor”.

“A-Aun así, eso significa que posee más de dos…”, Forte lo

encontró todo tan abrumador que se quedó sin palabras.
“Pero, ahora que todos me sirven, quiero que recuerden esta
escena. Así es como yo hago la guerra”, declaré.
“A partir de ahora, si quieren hablar de tácticas en mi presencia, lo
harán con esto como base”.
“Como tal, aquellos que demuestren ser adeptos en la utilización
de esos gólems podrán encontrarse en posesión de uno”.
“¿¡P-Perdone!?”.
“¿Está diciendo que podríamos poseer un gólem tan
extraordinario?”.
“Qué generoso es usted, mi Señor”.
Todos somos unos inconscientes cuando se trata de bienes
materiales; la palidez de mi séquito había dado paso por completo a una
clara alegría. Las caras de antes no eran las que suele poner la gente en
medio de una batalla. Admitiré que, teniendo en cuenta el poderío de los
gólems, no era difícil imaginar por qué podían sentirse como si ya
hubiéramos ganado.
Resoplé mientras observaba el campo de batalla. “¿Ya ha
terminado? Qué aburrido”.
¿Y qué creen que pasó entonces? Como en refutación a mis
refunfuños, algo se elevó hacia el cielo desde las líneas enemigas. Era un
pegaso. Montado en su lomo había un caballero con una armadura que
brillaba con el flujo de maná. El caballero y la bestia se lanzaron en
picado hacia mí.
“¡Oh, oooh, qué maravilla! ¡Así es como debería ser una batalla!”.
Me siento nostálgico de repente, ¡Como si volviera a los viejos tiempos!

Los pegasos eran criaturas orgullosas y poderosas por derecho

propio. Por eso, era raro que se dejaran montar por un humano. Por el
contrario, ser capaz de montar a un pegaso era prueba suficiente de la
excepcional heroicidad de una persona. Hace mucho tiempo, tuve varios
jinetes de pegaso bajo mi mando. En la batalla, cada uno podía equivaler
a mil hombres normales. Y ahora, uno surcaba los cielos, directo hacia
mí.
“¡Brillante! ¡Realmente brillante! En honor a tu valor y destreza,
¡Yo seré tu oponente! Lelesha, no debes interferir”.
Qué asistente tan bien entrenada era. No hizo ningún intento
grosero de detenerme; se limitó a hacerme una cortés reverencia.
Rápidamente entrelacé los dedos y formé un mudra, luego
impregné todo mi cuerpo de maná. Sin herramientas ni alas, sólo con un
hechizo llamado Saiku, realicé el milagro del vuelo.
Forte y los demás gritaron de sorpresa. Tenían curiosidad por ver
cómo podía intentar batirme en duelo con el jinete cuando, al parecer,
carecía de medios para volar. Supongo que no esperaban que pudiera
usar la magia para volar.
“¿Vuela? Nuestro Señor surcó a los cielos”.
“¿Es algo que todos los vampiros pueden hacer?”.
“No, espera. He oído que todos los vampiros, excluyendo a los
Menores, pueden volar, ¿Pero, no es eso sólo mientras están
transformados en murciélago?”.
“Así es. No conozco ninguna leyenda que diga que pueden volar
mientras están en forma humana”.

Zumbaban como un enjambre de abejas. ¿Era realmente tan

inusual que alguien volara usando magia? Bueno, Saiku pertenecía al
quinto peldaño de la rama principal de la magia, lo que debía ser
inimaginable para los arcanistas modernos. Supongo que no se puede
evitar que causara pánico entre la gente como Georg y compañía, que
eran aún más ignorantes que dichos arcanistas.
Dejé las explicaciones a Lelesha y me dirigí a mi campo de batalla:
el cielo. Allí, nos enfrentamos: el jinete de pegaso que había venido a
atacar el corazón de nuestro ejército, y yo, el hombre que había venido a
recibirlo.
Con un control preciso de mi maná, me quedé suspendido en el
aire y llamé al jinete. “¡Tú, el del caballo alado, perdono tu ataque!
Ahora, dime tu nombre”.
El jinete de pegaso parecía bastante conmocionado al ver a un
hombre volando sin ayuda, pero, aun así, se atrevió a gritar cosas
desagradables. “¡No seas absurdo! No tengo ningún nombre que ofrecer
a un tipo sospechoso como tú”.
Oho, éste tiene espíritu. Dicho esto, no me gusta cómo me habla.
“No me digas que los caballeros modernos ignoran las costumbres
del campo de batalla. ¿Son todos unos bárbaros que sólo conocen la
fuerza bruta?”.
Escupí estas palabras no con sarcasmo, sino con desdén y
decepción. Esto provocó la ira de la jinete de pegaso.
“Entonces me dignaré a decirte mi nombre. ¡Agáchate! ¡Tiembla! A
mí, un leal caballero dedicado al servicio de la Lady de Nastalia, se me
confió el territorio del sur por mis valerosas hazañas. ¡Soy yo,
Zindelger!”.
“Ah, así que tú eres Zindelger”. Como mi oponente había dado su
nombre, seguí las costumbres del combate individual y ofrecí el mío.
“Me llamo Kai Lekius. Es un placer conocerte”.
¿Qué dicen? ¿Es inútil presentarse si vas a matarlo de todos
modos? No, no, para nada. El combate individual no es tan incivilizado.

Un campo de batalla se construye sobre la convicción de matar a tu

oponente por cualquier medio necesario, y el resultado de esta
convicción son creaciones como el Dios del Trueno. El combate
individual es el acto de entregarse a excentricidades y vanidades en un
campo así. Tal combate carecía de la gracia de un combate arcano, pero
no era algo que debiera hacerse viendo rojo. Por lo tanto, si este tipo
Zindelger me diera una pelea satisfactoria, entonces simplemente podría
tomarlo como prisionero de guerra, similar a como dejé ir a Rosa por
respeto a sus habilidades.
“¿Kai Lekius? ¿¡Te nombraste a ti mismo en honor al Rey
Sanguinario y Dios Malvado!?”.
“Piensa lo que quieras. No soy más que yo mismo”, dije con una
sonrisa. “¡Ahora, ven a mí, jinete de pegaso!”.
Dejé caer los brazos a los lados y cedí el primer golpe a Zindelger.
No sólo montaba una criatura bastante rara, sino que su lanza y su
armadura eran artículos considerables. Con mi nivel de experiencia en
forjar con magia, podía determinar su grado con sólo observar el brillo
del maná emanado. Sin embargo, las espadas como la Brihne de Rosa se
forjaban para ocultar su verdadero valor.
Trescientos años atrás, había forjado una gran variedad de armas y
armaduras para mí y para Al, así como para mis sirvientes. Pero, no
todo lo que había hecho era una obra maestra. Había aprendido de mis
errores y elaborado muchas piezas de práctica en el camino hacia la
producción de obras excelentes. No era un genio, simplemente un mago
que trabajaba más que nadie.
La lanza y la armadura de Zindelger eran de una calidad
comparable a la de mis piezas de práctica. Incluso trescientos años atrás,
unas armas de esa calidad no habían sido motivo de vergüenza.
“¡Haré que te arrepientas de esa arrogancia, vampiro tonto!”. Con
eso, Zindelger levantó su lanza y cargó.

Qué atrevido, pensé. Domar a un pegaso hasta ese punto no era

algo que se pudiera hacer sin formar un fuerte vínculo con el corcel y ser
un jinete experto. ¡Qué divertido!
Utilizando Saiku, me deslicé hacia la izquierda y esquivé la carga.
O, mejor dicho, pensé que la había esquivado, pero la onda expansiva
creada por la lanza de Zindelger me golpeó con toda su fuerza. Era un
efecto del grado del arma: la fuerza mágica que residía en ella. Si no
hubiera sido inmortal, me habría destrozado el flanco derecho y me
habría arrancado el brazo de cuajo.
“¡Ja, ja! La próxima vez te clavaré una estaca en el corazón”, gritó.
Parecía que mi leve vacilación había puesto al hombre de buen
humor. Dio vueltas con orgullo sobre su corcel.
“Es una lanza impresionante la que tienes ahí. Bien podría ser una
de mis piezas de práctica”, dije con una risita.
“¿Estás en condiciones de parlotear así?”.
“Je, me toca a mí, ¿No es así?”.
Ya había recibido un golpe de Zindelger, así que era hora de
contraatacar. Pero, primero, decidí tantear un poco el terreno. Después
de todo, saltar a la conclusión sería aburrido.
Era el momento de las excentricidades y las vanidades. Levanté los
dedos índice y corazón de la mano derecha y tracé con ellos un complejo
patrón en el aire. Concentré mi fuerza, apunté con los dedos levantados
a la cara del pegaso y liberé mi maná. Se trataba de Dakser, un hechizo
del cuarto peldaño de la rama espiritual de la magia.
¿Conocen este cuento de hadas?

Había una vez un jinete pegaso que era considerado el caballero
más fuerte del mundo. Sin embargo, fue derrotado por la más débil de
las apariciones. ¿Por qué fue así? Bueno, la aparición no había atacado al
guerrero, sino al pegaso, utilizando un hechizo, magia rudimentaria,
para confundirlo. Habiendo olvidado quién era su amo, el pegaso había

arrojado al pobre guerrero de su montura, y éste había caído al vacío.

Trescientos años atrás, esta historia había sido motivo de risas entre los
jinetes de pegaso, pero, más aún, era un cuento popular que enseñaba
una valiosa lección 36.
“Por eso, todos los jinetes que conocí ponían mucho cuidado en
proteger a sus pegas- ¿Eh?”.
El orgulloso pegaso había olvidado quién era su amo y arrojó a
Zindelger de la silla. Hice una pausa.
“Eso no era más que un truco. ¿No ha tomado precauciones para
defenderse de un ataque así? Espera, no. Seguramente, ha
implementado contramedidas que le permiten caerse sin ningún
perjuicio. Seguramente, tiene equipo mágico preparado para esto. Ya
veo. Qué práctico. Tal equipo era inexistente en mi época”.
Mientras estaba en medio de mi soliloquio, Zindelger golpeó con
fuerza el campo de batalla, convirtiéndose en nada más que un trozo de
carne y una asquerosa flor de sangre.
Eh…
Qué aburrido.
Qué terriblemente aburrido.
Zindelger, el líder del ejército enemigo, había caído fulminado. Sus

fuerzas habían sido aplastadas por el Dios de la Flama y el Dios del
36
Véase: Anexo I. Belerofonte

Trueno. El ejército del prefecto del sur no tenía motivos para no izar la
bandera blanca.
Mientras tanto, aún quedaba una guarnición en la ciudad de
Buery. Sin embargo, optaron por abrir las puertas sin luchar. Si no lo
hubieran hecho, el Dios de la Flama habría derribado las puertas por la
fuerza. Así, habíamos conseguido entrar en Buery sin apenas problemas.
Ordené a Forte, Georg y Joseph que tomaran a los soldados
enemigos como prisioneros de guerra y se hicieran con el control de la
ciudad. Acompañado únicamente por Lelesha, me dirigí a la oficina del
difunto prefecto. Su residencia era un palacio fortificado, casi como un
castillo, en lo alto de una colina. Si aún quedaba algún rebelde o alguien
importante, sin duda estaría aquí.
“Hmm…”. Hice una pausa. “No parece haber nadie dentro”.
“En efecto. Zindelger no era un prefecto muy querido. Imagino
que cualquier guardia, sirviente o funcionario ya habría abandonado su
ciudad y a su Señor y huido con lo que pudiera”.
“Una tragedia que vi con demasiada frecuencia hace trescientos
años”. Suspiré mientras recorríamos el palacio que parecía un cascarón
desierto. “He tomado el sur. Ahora sólo necesito el este y tendré rodeada
a esa tal Lady de Nastalia”.
“Así es. Entonces, mi Señor, ¿Cuándo piensa comenzar la
conquista del territorio oriental?”.
“Había pensado empezar una vez que se hubiera establecido un
nuevo gobierno en el sur. Sin embargo, he estado pensando; en lo que
respecta a la batalla, Georg y los demás han demostrado ser inútiles por
el momento”.
“Entonces, ¿Puedo sugerir que usted y yo comencemos nuestra
conquista del este inmediatamente y les dejemos a ellos pacificar nuestro
dominio?”.
“Esa sería la ruta más sensata. Como planeamos, dejaremos el sur
a Joseph. Asegúrate de informarle de ello más tarde”.

Para no quedarse atrás, Lelesha bajó la cabeza en una leve

reverencia mientras seguía caminando. Era un gesto simplificado, pero
eso lo hacía aún más respetuoso.
Mientras continuábamos nuestro intercambio, Lelesha y yo
conseguimos atravesar la mayor parte del interior del palacio. Di un
paso hacia un oratorio en un rincón del castillo, y entonces sucedió. Un
escalofrío me recorrió, y un momento después, Lelesha también lo notó.
Pero, no dejamos que se nos notara en la cara y simplemente entramos
en el oratorio.
Para el Vastalask moderno, con su historia desvergonzada y
grandilocuente que había sido fabricada como medio de justificar la
autoridad imperial, el término “dios” sólo traía a la mente a Kalis y a
todos los emperadores que le habían seguido, así como a Al Shion, el
dios de la luz, de quien se decía que les había otorgado su autoridad. El
culto a estos emperadores era obligatorio. Tal era el estado de la religión
en este imperio.
Como consecuencia, todos los castillos y fincas de nobles y
autoridades tenían oratorios donde se exhibían estatuas del primer
emperador. Incluso la arquitectura era una forma prescrita, con altos
techos de cristal que dejaban entrar abundante luz.
“¿Qué tal si dejas de esconderte y te revelas?”. Pregunté en voz
alta mientras me situaba en medio del oratorio.
La respuesta que recibí fue clamorosa.

El techo de cristal se rompió en tres partes y descendieron tres

sombras. Una de ellas era la espadachina pelirroja Rosa. Sujetaba a
Brihne, la Espada Iridiscente, y sus ojos ardían en flamas de venganza.
Los otros dos me eran desconocidos.
Uno era un guerrero que vestía una armadura antigua y portaba
un hacha de doble filo. La otra era una mujer elfa con el cabello rubio
como la miel. Mientras caía, comenzó un conjuro de palabras mágicas.
“¡Oh, luminosa hada, disipadora de la oscuridad, corta de raíz este
malvado poder!”.
El interior del oratorio se llenó de luz. En el suelo se había
dibujado previamente un círculo mágico. Se había pintado con un
líquido transparente extraído de una fruta especial, una técnica que sólo
conocían los habitantes del bosque.
El círculo mágico se activó y empezó a brillar con una luz
cegadora. Era un diseño terriblemente complejo y elaborado que debió
de requerir no poco tiempo y diligencia. Al suponer la cantidad de
esfuerzo y pasión que se habían invertido en el poderoso círculo, su
propósito me quedó claro.
“¡Aunque seas un Sangre Verdadera, mientras permanezcas en ese
círculo no podrás moverte!”, dijo la elfa en tono cortante.
Rosa y el guerrero aterrizaron limpiamente a su lado, y yo empecé
a reírme para mis adentros.
Ja, ja, ja…
¡Bwa, ja, ja, ja!
¡Por fin, algo de interés!

“¡Me llamo Jenni! ¡Soy una elfa del bosque de Mashli, una
caballero que ha servido a Arkus durante generaciones! Por orden de la
Lady de Nastalia y por mi propia justa indignación, ¡Acabaré contigo,
vampiro!”.
Mientras hablaba, la elfa seguía reuniendo su maná y dirigiéndolo
hacia el círculo que me ataba. Un flujo tan fuerte era raro incluso entre
los elfos.
Desde luego, ¡Parece prometedora!
El círculo mágico que me ataba y consumía mi maná era Braugloa,
del undécimo peldaño de las cuatro grandes ramas de la magia. Era un
hechizo atrevido que requería la preparación de un elaborado círculo
mágico y engañar a tu objetivo para que entrara en él. Sin embargo, su
eficacia era insuperable.
Ya veo, así que un hechizo tan grande es capaz de derribar incluso a un
Sangre Verdadera. Espléndido trabajo aprendiendo un hechizo tan poderoso,
Jenni, creo que así era.
Quería decirles a todos los insípidos arcanistas de la era actual y a
sus lacayos que aprendieran de su ejemplo. Pero, entonces, se me
ocurrió: los elfos llevaban vidas prolongadas, ¡Así que, tal vez, esta elfa
había vivido ella misma en la era de las luchas!
“Heh, este es un gran hechizo”, dije. “Muy bien hecho. Es
suficiente para atar incluso a alguien como yo. Te felicito, Jenni”.
“¡Silencio, vampiro insolente!”, Jenni gritó, apuntándome con su
estoque. “¡Arrepiéntete de tus engreimientos y muere!”.
Esa fue la señal para que Rosa y el guerrero me atacaran.
Braugloa encadenaba y drenaba el maná de los vampiros, como yo,
y de cualquier otra criatura no muerta. Sin embargo, los que no eran
muertos vivientes no se veían afectados. Naturalmente, Rosa y el
guerrero podían moverse sin obstáculos dentro del círculo, y era mi
cabeza lo que buscaban.
“¡Soy Goliat, prefecto del territorio oriental!”, gritó el guerrero.
“¡Tu miserable cabeza será un buen trofeo!”.

Con eso, levantó su gran hacha por encima de su cabeza y cargó.

Oho, parece que el prefecto del este ha venido a por mí.
No estaba tratando con tontos aquí. Quedarme parado mucho
tiempo no me serviría de nada. Probablemente se trataba de un plan
calculado para reunir a los mejores de Arkus y eliminarme de un solo
golpe, usando a Zindelger como cebo para atraerme.
Ja, ja, ya veo, ya veo. Me gusta.
Típicamente, un Sangre Verdadera podría ser decapitado o
aplastado y, aun así, regenerarse, pero, dentro de este círculo mágico
especial, las cosas podrían no ser tan simples. Pero, ustedes no son los
únicos que pueden moverse en este círculo… Lelesha no es un no-muerto.
Rápidamente se lanzó delante de mí y bloqueó el camino de mis
asaltantes.
“Mi Señor, perdone mi atrevimiento al venir en su defensa”.
Ni siquiera la siempre elegante Lelesha podía mantener la calma
en estas circunstancias. Claramente tensa, agitó sus pequeñas manos.
Incontables hilos invisibles salieron disparados y formaron una telaraña
para defenderse de Rosa y Goliat.
“¡Ah! ¿¡Qué brujería es ésta!?”. Gritó Goliat mientras los hilos lo
envolvían y limitaban sus movimientos. El guerrero llevaba una
armadura de un grado similar a la de Zindelger, lo que impidió que los
hilos le cortaran los miembros. Pero, era sólo cuestión de tiempo.
Ni siquiera una armadura pesada cubre el cuerpo por completo:
había agujeros para los ojos, articulaciones y otras aberturas. Los hilos
de Lelesha se introdujeron en esos huecos y empezaron a cortar la carne
del interior.
Goliat gritó desesperadamente, muriendo sin haber conseguido
nada. Era una lástima, pero eso era lo que ocurría cuando Lelesha
atacaba en serio.
Rosa, por su parte, le estaba dando problemas a Lelesha. Siguiendo
el vigoroso grito de Rosa, su espada cortó el aire. Lo hacía con los ojos
cerrados, pero incluso sin vista, sus golpes eran precisos y cortaba todos

los hilos que se cruzaban en su camino. Cortó hábilmente todos los hilos
casi invisibles con sólo sentir su presencia. ¡Oh, Rosa, puede que seas una
genio con la espada!
“Oh, vaya, qué difícil eres”.
En una rara muestra, Lelesha parecía genuinamente irritada.
Habiendo sido cortados por la espada encantada de Rosa, sus hilos
ardieron en llamas y flotaron hasta el suelo.
“Esa espada que empuña no será obra Suya, ¿verdad, mi Señor?”.
“Por supuesto que lo es. Es Brihne, la Espada Iridiscente. Parece
que esa chica es descendiente de Albert”.
“Me parece bastante deplorable, mi Señor”.
Lelesha lo dijo en broma, pero, imaginé que sus lamentos eran
auténticos. Si Rosa no hubiera tenido talento natural con la espada,
habría sido rápidamente asesinada por los hilos. Si Rosa no hubiera
blandido una espada forjada por mí, no habría sido capaz de cortar los
hilos, de una durabilidad única, aunque pudiera detectarlos. Una gran
espadachina con una espada a la altura: una combinación así era una
dura competencia para Lelesha. En cualquier caso, una portadora de
hilos como ella no estaba bien preparada para luchar contra alguien que
blandía una espada con un encantamiento de fuego.
“Creo que necesito que me regañen, mi Señor. A pesar de mi
fuerza, esta joven me ha llevado al límite”.
“Ya has hecho bastante”.
Estaba sinceramente agradecido a mi leal y capaz asistente. Gracias
a ella, había podido concentrarme en lidiar con el círculo mágico.
“Dijiste que te llamabas Jenni, ¿Verdad? ¿De quién aprendiste esta
técnica? ¿De tu padre? ¿De tu madre? ¿O de los ancianos del bosque de
Mashli?”. Pregunté.
“No tengo muchos reparos en conversar con un vampiro, pero,
honraré el nombre de mi maestra. Esta técnica me la enseñó una gran
heroína de mi patria, la maestra Sheiha”.

“Esperaba que dijeras eso”, dije, con las comisuras de los labios
curvadas hacia arriba.
Jenni retrocedió al verlo. “¿Esperaba? ¿De qué estás hablando?”.
Para responder a la desconcertada elfa, empecé un conjuro. “’Oh,
hada luminosa, tú que partes con el sol poniente…’. ¿Es así?”.
Jenni palideció. “¿Qué significa esto? ¿Por qué conoces a ese
destructor de maldiciones? Era nuestro secreto mejor guardado. La
maestra Sheiha no se lo enseñaba a nadie que no fuera de nuestro
bosque”.
“¿Cómo podría no conocerlo? Después de todo, utilizando las
ideas y conocimientos de Sheiha, los dos colaboramos para crear ese
hechizo”.
“¿¡Qué!?”.
Cada palabra que decía era un shock para la elfa. Sus ojos se
desorbitaron y soltó un chillido enloquecido. Yo, sin embargo, mantuve
la compostura y continué mi explicación.
“Al principio, Braugloa podía lanzarse simplemente con el círculo
mágico, sin necesidad de conjuro. Sin embargo, a Sheiha no le gustaba
ese refinamiento. Decía que ‘no respetaba a las hadas’ y añadía cánticos
innecesarios. Qué inescrutables son los elfos”.
Mientras hablaba mal de una de mis sirvientes de mayor
confianza, no pude evitar una sonrisa. Sheiha había sido seria e
inflexible, pero eso sólo la hacía más encantadora en mi memoria.
“Oh, hada luminosa, tú que partes con el sol poniente, tu descanso
es nuestro alivio. Adiós hasta el próximo amanecer; adiós por ahora”.
Perdido entre mis recuerdos, terminé el destructor de maldiciones.
El círculo se dispersó por completo, y me liberé de los grilletes mágicos
que eran el depredador natural de los vampiros.
Maldita sea, Sheiha. Como había insistido en añadir un elemento tan
poco práctico al hechizo, habría estado en peligro si no hubiera

recordado el destructor de maldiciones. Cerré brevemente los ojos y sólo

volví a abrirlos una vez que mi corazón se hubo ordenado.
“Ahora bien, Jenni, ¿Has preparado algún otro medio para matar a
un Sangre Verdadera? Espero que puedas entretenerme más”.
Ahora que sabía que era discípula de Sheiha, sentía cierta afinidad
con la elfa. Sin embargo, Jenni no hizo ni un solo movimiento más; se
quedó allí de pie, temblando de pies a cabeza.
¿Se le habrán acabado ya los trucos? Me pregunté. ¿O le ha entrado
miedo? Uf, qué aburrimiento. Había empezado a perder el interés por completo,
pero resultó ser prematuro.
“Tú…”. La elfa hizo una pausa. “¿Eres acaso el verdadero Kai
Lekius?”, preguntó con voz temblorosa.
“Je. Ese sería yo, aunque no tengo ni idea de si existe alguien más
con ese nombre”. Pasó un momento antes de que continuara. “¡Ah! ¿No
era Kai Lekius el nombre del malvado dios que interfirió en la fundación
del imperio? Se me había olvidado; aún no conozco a ese hombre”.
A Jenni no pareció importarle mi respuesta desenfadada. “¡No
estoy hablando de eso! Me preguntaba si no serías un impostor. El ‘dios
malvado’ Kai Lekius del mito fundacional del imperio es una descarada
falsificación de la historia”.
“Oh, estás bien informada”.
“Soy una elfa. En los trescientos años que llevo viva, he sido
testigo de la historia”.
“Ya veo. Continúa entonces”.

“El verdadero Kai Lekius -o, mejor dicho, Su Majestad- fue el

verdadero fundador de la Monarquía Unida de Vastalask. ¡No era un
vampiro como tú! Murió hace trescientos años”.
“Entonces, Jenny, ¿Qué te parece? Ese monarca fundador empleó
magia esotérica para resucitar como un Sangre Verdadera trescientos años
después”.
“¡Eso es absurdo! Nunca he oído un relato fiable de tal magia…”.
“Si fuera ampliamente practicada, entonces no sería esotérica, ¿No
lo crees? La magia es comparable a los hechizos avanzados de Sheiha,
que sólo se enseñaban a los del Bosque Mashli”.
“P-Pero resucitar como un Sangre Verdadera es una proeza
mayor…”.
“Jenni, ¿Era el Kai Lekius que conociste del tipo que se deja vencer
por tales pruebas o que permite que las cosas permanezcan fuera de su
alcance?”.
Jenni no tuvo réplica y se limitó a gemir. La miré a los ojos y la vi
vacilar entre el deseo de creerme y la incertidumbre de si podría hacerlo.
Lelesha y Rosa, que mientras tanto se habían enzarzado en un feroz
duelo, se dieron cuenta de que algo iba mal y cesaron su lucha.
“¿Qué estás haciendo, Jenni?”, gritó Rosa. “¿Qué pasó con el
círculo mágico? ¿No eras tú la que tenía tanta energía para matar a este
vampiro?”.
“¡Conoce tu lugar, caballero elfa!”, añadió Lelesha. “¿No está claro
quién está ante ti?”.
Jenni sacudió rápidamente la cabeza ante las demandas alternadas,
pero, la siguiente proclamación de Lelesha desvió la mirada de Jenni de
Rosa.
“Arrodíllense. Ante ustedes está aquel que trajo la paz y la
estabilidad a la tierra en una sola generación. El soberano absoluto de los
nueve circuitos y las doscientas cuarenta y una provincias. El maestro de
lo arcano. Unificador de las innumerables legiones reales y su mago más
fuerte: ¡Su Majestad Kai Lekius Vastalask Elma la Providencia I!”.

Sorprendida por la voz regañona de Lelesha, Jenni cayó

lentamente de rodillas y bajó la cabeza.
“¿¡Eh, Jenni!? ¿Qué crees que estás haciendo?”, gritó Rosa, pero
Jenni la ignoró. De hecho, parecía haberse decidido y mostraba signos de
reverencia.
“Déjame oír tu nombre otra vez”, le dije.
“Sí, Majestad. Soy Jenni, una elfa del bosque de Mashli.
Actualmente, las circunstancias me han llevado a servir como caballero a
las órdenes de la condesa de Nastalia. Sin embargo, mi vocación original
era ofrecer mi espada a su servicio junto a Sheiha. Era el deseo de
nuestro bosque, y creo en su visión de paz e igualdad para la nación”.
Jenni se detuvo para respirar. “Hace trescientos años, cuando era
una jovencita, sólo ocupaba los puestos más serviles en su miríada de
legiones reales. Incluso cuando nos honraba con su presencia, sólo era
capaz de ver su rostro desde lo más recóndito de la multitud”.
Así, no había reconocido mi rostro y había sido incapaz de juzgar
mi autenticidad. Es más, mi rostro había vuelto a ser el mismo que
cuando tenía quince o dieciséis años. Qué historia tan encantadora de una
chica entrañable. Es muy divertida, ¿No lo creen?
“Señor… Su Majestad el estimado Kai Lekius, he cometido un
pecado imperdonable al levantar mi espada hacia usted, ¡pero por favor
concédame la oportunidad de servirle!”
“Oh, no, te perdono. Tu historia fue entretenida”.
“Mi más profunda gratitud. ¡Realmente es un rey misericordioso!
No es de extrañar que fuera la única alma ante la que Sheiha inclinó la
cabeza en los mil años que vivió”.
“Suficiente, suficiente, te escucho. Entonces, ¿De qué deseabas
hablarme?”.
“Sí, Señor. En los primeros cien años tras su muerte, cada rey
reinante fue peor que el anterior, y Vastalask entró en decadencia. Kalis,
el quinto monarca de la línea de Vastalask, empeoró las cosas. Se declaró
emperador, ignoró sus deficiencias, se puso celoso de sus logros y

enterró nuestra historia con su propia versión. Sheiha se opuso

directamente a Kalis y se ganó su ira”. Jenni se detuvo un momento,
apretando los dientes y mordiéndose el labio de rabia. “El emperador
Kalis organizó su asesinato”.
Ah.
Así que fue eso.
Así fue como murió Sheiha.
Sheiha había sido una sirvienta capaz. Había sido una aliada en mi
estudio de la magia. Y, más que nada, había sido una mujer excepcional.
Todo eso había terminado tan trivialmente, que era deprimente.
Qué aburrido. Qué terriblemente aburrido.
Pero, lo que más me descorazonaba era que ese Kalis era una
figura del pasado, un lugar en el tiempo en el que ya no podía enroscar
mis dedos alrededor de su garganta.
“¿Y entonces?”. Me aseguré de contener mi ira para no
desquitarme con Jenni, que no tenía la culpa.
“Sheiha predijo con exactitud que no le quedaba mucho tiempo en
este mundo. Antes de morir, me confió sus esperanzas. En caso de que
apareciera alguien de grandeza comparable a la suya, debía ofrecerle mi
espada para que corrigiera los males de esta desdichada tierra. Hasta ese
día, yo debía esperar mientras servía a Vastalask. Debía resistir. Han
sido doscientos años verdaderamente amargos desde que Sheiha
murió”.
A medida que Jenni recordaba el pasado, su discurso se volvía
lánguido. ¿Quién podía culparla? Los últimos doscientos años habían
sido crueles con ella. Su respeto y las órdenes de Sheiha debían de ser lo
único que la había mantenido en pie. Después de regular la respiración y
frotarse los ojos, Jenni volvió a su digno semblante.
“Señor, Su Majestad el estimado Kai Lekius, tengo una petición
que hacerle”.
“Adelante”.

“¡Por favor, derrumbe esta tierra podrida y devuelva Vastalask a

como debe ser!”.
“Muy bien”, fue mi respuesta inmediata.
Yo llevaría la visión de doscientos años de Sheiha y Jenni. Aplastar
el Vastalask actual ya había sido mi plan desde el principio, pero, eso no
importaba. Si no podía soportar la carga de un deseo tan sincero,
¿Podría siquiera llamarme monarca?
“¡Oh, gracias! A partir de hoy, vuelvo a estar a su disposición”.
“Así es. Ahora, ven”.
Con un gran gesto, le tendí la mano a Jenni. Llevaba una expresión
de éxtasis en la cara mientras saltaba y me abrazaba.
“Primero, me gustaría beber tu sangre. ¿Te parece bien?”,
pregunté, sosteniendo su frágil cuerpo de elfa.
“Por supuesto, Majestad. Mi Señor, Kai Lekius, se lo ofrezco todo”.
Con la aprobación de Jenni, hundí mis colmillos en su esbelto
cuello. Una intensa dulzura se extendió por mi lengua. Sin embargo, era
un sabor bastante agradable, simple como la miel, pero aun así
cautivador.
Sin darme cuenta, me perdí sorbiendo su sangre mientras Jenni
recibía toda la embriaguez de tener su sangre siendo bebida. Parecía
maravillada y gritaba de éxtasis, su sentido de la vergüenza había
desaparecido rápidamente. Dio voz a todo lo que había mantenido
reprimido durante cientos de años.
Tras deleitarme brevemente con la sangre de Jenni, le saqué los

colmillos. Un rico y dulce aroma que recordaba a la miel aún se elevaba

débilmente del delgado cuello de la elfa. Resistí el impulso de volver a

clavarle los colmillos y comprobé el maná que fluía a mi alrededor. Los
habitantes del bosque eran ricos en maná, así que no era de extrañar que
me hubiera recuperado bastante.
Pero, no era suficiente.
El Braugloa de Jenni era excepcionalmente poderoso y había
drenado aproximadamente el setenta por ciento de mi maná. ¿Qué otra
cosa podía esperar de una alumna de Sheiha? Sin mencionar que el
hechizo era del undécimo peldaño.
“Su Majestad, más… Por favor, beba más”, suplicó una Jenni
completamente excitada. “Más… Todo lo que quiera…”.
Se aferró a mí y se frotó los muslos, algo que no era habitual en
una elfa orgullosa.
“Puede que posea el encanto de un Sangre Verdadera, pero esta es
una reacción notable. ¿O acaso es producto del afecto que la elfa siente
por usted, mi Señor?”.
“Ahórrame la jocosidad, Lelesha”.
Mientras calmaba a Jenni, fulminé con la mirada a Lelesha. Luego
mi mirada se posó en Rosa. Todavía necesitaba recuperar más maná y
tenía muchas ganas de beber más sangre de Jenni, pero antes tenía un
asunto que resolver.
“¡Jenni!”. Con la tez blanca como la tiza, Rosa miró fijamente a la
elfa. “¡Siempre me has hecho enojar, pero, aun así, te consideré una
verdadera caballero, una de verdadero orgullo! Te reconocí como una
digna colega al servicio de la Lady de Nastalia”.
Enterarse de los objetivos ocultos y el comportamiento promiscuo
de su compañera caballero debió de ser todo un shock.
“¡Di algo, Jenni! ¡Di algo! ¿No sientes vergüenza?”, gritó Rosa.
Jenni mantuvo un tono frío incluso a pesar de su persistente
excitación. “Desde el principio, hace trescientos años, mi lealtad ha
residido con Su Majestad. Si hemos de hablar de vergüenza, ¡Ser

cómplice de la malicia fue mucho más humillante! Apenas podía

soportar mi tiempo sirviendo a la Condesa de Nastalia, ¡Aunque no
tenía otra opción!”.
“¿¡Perdón!? ¿Estás llamando maliciosa a la Lady de Nastalia?
¿Podría al menos mantener las bromas al mínimo?”.
“Dama Rosa, tu ignorancia es incorregible. O, tal vez, simplemente
estás ciega. En cualquier caso, eres el epítome de la estupidez”.
“¡Un momento! Claro, yo tampoco estoy contenta con el imperio -
después de todo, me echaron de la capital-, pero la Lady de Nastalia, jefa
de la provincia de Arkus, ¡Es diferente! Ella aprecia a su pueblo y
demuestra un excelente liderazgo”.
Jenni se echó a reír. “Ahora eres tú la que bromea, Dama Rosa.
¿Consideras benevolencia cuidar del ganado? No importa el trato que
reciba, todo el ganado tiene el mismo fin: ser servido y comido. La
condesa de Nastalia sólo cree en tomarse las molestias necesarias para
preparar una buena comida”.
“¡No oiré más calumnias contra la Lady de Nastalia!”.
“¿Oh? ¿Entonces qué harás, Dama Rosa?”.
Una fina y malvada sonrisa se formó en los labios de Jenni al
provocar a Rosa. Tomé la palabra para hacerle una pregunta juguetona a
la caballero pelirroja.
“Creo que el asunto ya está zanjado. ¿Piensas continuar esta
pelea?”.
Rosa y yo ya habíamos luchado una vez; estaba claro que ella no
podía ganar. Además, ahora tenía a Lelesha a mi lado. El prefecto
oriental, cuyo nombre se me escapa, no era gran cosa, pero
probablemente había apostado su victoria al Braugloa de Jenni. Con la
elfa ahora bajo mi estandarte, la batalla estaba decidida. Qué divertido.
Rosa no era tonta, podía entrar en razón. Manteniendo su espada
desenvainada, retrocedió lentamente.
“¿Crees que te dejaré ir?”, le pregunté juguetonamente.

Ella frunció el ceño. “¿¡Entonces, qué quieres que haga!? Te

aseguro que tengo mi propia determinación. Puede que no sea capaz de
matarte, pero, puedo cruzar espadas con la mujer que está a tu lado”.
Para probar su punto, Rosa canalizó su mana en su espada. Las
flamas que envolvían la espada aullaron al pasar del rojo al azul.
“No hay necesidad de ser tan huraña, aunque sea uno de tus
encantos”.
“¿¡Qué!?”.
Mi tercera pregunta juguetona.
“Me has caído bien. Como tal, una vez más te dejaré escapar con
vida. ¿Pero, no te parece demasiado conveniente salir impune?”.
“N-No querrás decir…”, tartamudeó Rosa.
“Lo quiero”.
“¿¡Quieres beber mi sangre!? ¿¡No fue suficiente con la de Jenni!?”.
“Tu sangre también me parece bastante ambrosíaca 37. Ya que
están las dos aquí, he pensado que podría disfrutar comparando
sabores”.
“¡Increíble!”, exclamó Rosa, con la cara enrojecida.
Es realmente divertido burlarse de ella. Qué delicia. Reacciones como ésta
sólo hacen que quiera divertirme más a su costa.
“Considera esto, Rosa: si mueres aquí, tu amada condesa perderá a
una valiosa caballero. Sin embargo, si regresas con vida, podrás
continuar sirviéndola lealmente. ¿Lo ves? Este vampiro tonto te está
dando la oportunidad de escapar con vida. ¿Por qué no aceptas mi
oferta y vives para luchar otro día? La humillación de que te chupen la
sangre es sólo temporal, después de todo. ¿O tu lealtad a la condesa es
demasiado frágil?”.
37
En la mitología griega, la ambrosía (en griego, ἀμβροσία) es una sustancia asociada a los dioses, considerada
generalmente la comida o bebida de estos. La ambrosía está relacionada con la amrita hindú, una bebida que
confería la inmortalidad a los dioses (Imagen).

Como era de esperar, Rosa reaccionó con seriedad a mis burlas y

empezó a deliberar seriamente. Las flamas de su espada encantada
parpadeaban de un lado a otro, del rojo al azul y luego de nuevo al rojo,
como una representación de su mente. Finalmente, con una mirada
amarga, Rosa tomó una decisión.
“¿Me chuparás la sangre y luego me dejarás ir a casa?”.
“Nunca he faltado a mi palabra”.
Los que descuidan sus promesas nunca alcanzarán el verdadero
éxito como magos.
“¡Muy bien! Termina de una vez, ¡Y satisfazte!”.
Rosa devolvió la espada a su vaina y se apartó el cabello para
descubrir su nuca. Me acerqué lentamente a ella y, sin vacilar, la acerqué
y hundí mis colmillos en su piel blanca y pura. Al instante, un sabor al
que las palabras no pueden hacer justicia se extendió por mi lengua.
Delicioso. Un sabor refinado, como a rosas diluidas.
Mientras tanto, Rosa apretaba los dientes para no gemir por la
repentina sacudida de placer. Sin embargo, no pudo resistirse del todo y
se le escaparon pequeños jadeos lascivos. Debería haber cedido y
disfrutar. Se retorció de disgusto mientras intentaba resistirse al placer.
Vaya, ¿Qué testaruda, no? Pero, eso forma parte de su encanto.
“Su Majestad, Su Majestad, por favor, chúpeme también la
sangre”, suplicó Jenni dulcemente, incapaz de contenerse por más
tiempo.
Todavía sujetando a Rosa con el brazo derecho, tiré de Jenni con el
izquierdo y saboreé el celestial sabor de su sangre.
“¡Increíble! ¡Realmente estás comparando sabores! Qué
humillante…”.
“Señor, por favor, sáciese con mi sangre, no con la sangre de esa
mujer. Beba la mía”.
“Llévense bien, las dos”, dije, riendo entre dientes, antes de
sumergirme alternativamente en los placeres de su sangre.

“Perdone mi envidia, mi Señor”, dijo Lelesha con los labios

fruncidos.
Lelesha no tenía motivos para dudar de que fuera mi favorita, así
que, normalmente no se ponía celosa por asuntos tan triviales. No era
habitual en ella. Sin embargo, como era una muñeca mágica, sus venas
estaban llenas de éter, no de sangre. No podía hundir mis colmillos en
ella.
“Debo protestar. ¿No podrías haberme hecho de forma que
también pudieras beberte la mía?”.
“Ahora que lo pienso, nunca te recompensé por protegerme
antes”.
“¿Oh? ¿Podría estar recibiendo tal recompensa?”.
“Por supuesto. Es justo recompensar el bien y castigar el mal”.
“Entonces le pido que no participe de mi sangre sino de mis labios,
mi Señor”.
Lelesha se puso delante de mí y bajó su mirada hasta mi barbilla.
No tuve más remedio que recompensarla; acerqué mis labios a los suyos.
Fue un suave pico… Lelesha prefería besos como los de los jóvenes
amantes.
“¡Eh! ¿Me oyes?”. Protestó Rosa, con lágrimas en los ojos. “No me
necesitan aquí, ¿No es verdad? ¿Cuánto tiempo tengo que quedarme
así?”.
“Hasta que recupere mi maná”.
“Sí, ¿¡Y cuánto tiempo será eso!?”.
“El Braugloa de Jenni no fue algo típico. Un breve sorbo de sangre
no será suficiente”, dije, volviendo a beber la sangre de Rosa.
“¡Maldita seas, Jenni!”, gritó Rosa, el sonido fue tan fuerte que
rebotó en el techo del oratorio.

Me había apoderado de las oficinas del prefecto del sur, y fue allí
donde recibí el informe de Forte. Estábamos reunidos en lo que había
sido la habitación de Zindelger.
Habían pasado dos meses desde que dejé a Forte a cargo de la
ciudad de Breah y un mes desde que le entregué todo Arkus occidental.
En ese tiempo, había recopilado un denso informe sobre el estado del
territorio bajo su nuevo liderazgo y cualquier signo de cambio. Parece
que pensó que, ya que iba a hacer un viaje tan largo para reunirse
conmigo, sería poco elegante llevar sólo soldados. Se le podría llamar
fastidioso o quisquilloso, pero, en cualquier caso, era un buen burócrata.
“Hmm, parece que los habitantes del territorio occidental no
guardan rencor y aceptan nuestro gobierno”, dije, asintiendo mientras
echaba un vistazo al informe.
Forte era, en efecto, un antiguo comerciante. El informe que había
proporcionado incluía valores numéricos que indicaban la ausencia de
cambios en la vitalidad de los mercados occidentales y el número de
quejas (que es una forma agradable de referirse a las calumnias
dudosas). Las cifras cuadraban y parecían perfectamente naturales, lo
que era un indicio de que no se habían hecho adornos en el informe. En
mi vida anterior, no había sido el tipo de tonto que dejaba pasar esas
cosas.
“Seguimos sus cálculos y declaramos una reducción del diez por
ciento en los impuestos, así como una suspensión especial de todos los
impuestos durante los próximos dos años. Como resultado, el pueblo le
ha aceptado como su nuevo líder”.

“En última instancia, al pueblo le importa poco quién o qué se

siente en la cima. Mientras los impuestos sean bajos, la ley sea justa y la
tierra esté a salvo, no albergarán ningún impulso de rebelión”.
Si uno conservaba esas tres cosas, entonces no había necesidad de
idear complicadas estrategias para mantenerse en el poder. Muchos de
los delegados con los que había tratado, como Larken, habían estado
imponiendo impuestos algo elevados para llenar sus arcas personales.
Por lo tanto, era sencillo reducir los impuestos en la cantidad que se
hubiera impuesto de más. La rebaja de dos años en los impuestos
también podía compensarse utilizando el patrimonio personal
acumulado por Larken y los demás delegados. Las empresas que se
habían arrimado a los delegados habían sido perdonadas por sus
negocios corruptos y, en cambio, se les exigía que soltaran grandes
sumas de dinero. Imagino que Forte encontró bastante satisfactorio darles a
esos perros su merecido.
“Gracias a su guía, la ley y los impuestos están bien controlados”.
Una sombra se dibujó en el rostro de Forte mientras hablaba. “Sin
embargo, siento la necesidad de informar que hemos tenido problemas
en materia de seguridad”.
El hombre mostró una profunda reserva y una honesta vergüenza
por su propia falta de poder.
El informe que había redactado no había tratado de ocultar el
problema. Las ciudades eran lo bastante seguras, pero, parecía que en
los asentamientos algo aislados y en las carreteras abundaban los
bandidos, y se había hablado mucho de incidentes recientes.
“Se descubrió que muchos de los soldados del difunto delegado
eran de baja moral, y no tuvimos más remedio que relevarlos de sus
funciones. Muchos de los nuevos reclutas aún no han recibido la
formación adecuada y no podemos sustituirlos satisfactoriamente”.
Esto probablemente explicaba por qué Forte había traído menos
soldados a la batalla que Georg, a pesar de que Forte llevaba
aproximadamente un mes controlando el oeste. Si hubiera traído más de
ellos con él, la estabilidad de la región se habría erosionado aún más.

“No es un patrón raro: soldados delincuentes que son dados de

baja del servicio y luego se hunden en una vida del bandolerismo”,
recordé.
“En efecto. Por lo tanto, mi Señor, me gustaría solicitar su ayuda
en este asunto. Su ayuda nos permitirá tomar medidas enérgicas contra
esos matones y evitar que se burlen de los guardias”.
“¿Qué tenías pensado exactamente?”.
“Me gustaría pedir prestado algo de enorme fuerza, algo similar a
los gólems utilizados en el asalto a Buery. Mi esperanza es hacer que los
bandidos tiemblen en sus botas y pierdan la voluntad de oponerse a
nosotros”.
“Denegado”, dije, sacudiendo la cabeza. Sé que está haciendo todo
lo posible por idear una buena estrategia, pero, yo no puedo permitirlo
en lo absoluto.
“¿P-Puedo preguntar por qué?”.
“Aunque sea para mantener la paz, sería excesivo utilizar
monstruos como los gólems como forma de disuasión. Probablemente
intimidarían tanto a los inocentes como a los bandidos, y eso supondría
un imperio del terror”.
Cuando se intenta poner fin a una época de conflicto con toda la
premura posible, se hace lo que hay que hacer, pero ésta era, más o
menos, una época de paz. Sería completamente contradictorio por mi
parte trabajar para desarraigar un fétido sistema de nobleza sólo para
comenzar un gobierno de terror 38. Tampoco sería de mi gusto. Por eso
soy un político aburrido.
38
El Terror (francés: la Terreur) fue un período caracterizado por un estado de excepción de la Revolución
Francesa. Tuvo lugar entre 1793 y 1794, si bien existe desacuerdo entre los historiadores sobre la fecha exacta
de comienzo. “El Terror” estaba caracterizado por la brutal represión por parte de los revolucionarios
mediante el recurso al “terrorismo de Estado”. Habitualmente el término se generaliza para dos etapas: el
“Terror Rojo”, cuyos instigadores y ejecutores fueron los jacobinos, y el llamado “Terror Blanco”, que
transcurrió en 1795 durante la Reacción termidoriana y en 1815 por los monárquicos tras los Cien Días y la
caída de Napoleón I (Imagen).

“Ya veo”, respondió Forte. “Eso fue muy miope de mi parte. Mis
disculpas”.
“No hay necesidad de disculparse. Me encanta escuchar las
opiniones de los demás. No te preocupes por cometer errores. Sólo di lo
que piensas”.
Yo sólo salía ganando con el intercambio, y sería una experiencia
de aprendizaje para Forte. Dos pájaros de un tiro.
Forte reflexionó y rápidamente propuso una idea. “¿Qué tal si
endurecemos las penas? Haremos un espectáculo de castigos severos,
pero sólo a los bandidos 39”.
“Bueno, no está mal. Pero, ¿Cuáles serían exactamente esos
castigos? Bajo la ley actual, el castigo por bandolerismo es la muerte”.
“Entonces me gustaría solicitar una vez más su ayuda en este
asunto…”.
“No tengo objeciones. ¿Qué es lo que deseas?”.
“En ese caso, mi Señor, ¿Podría pedirle que use su magia con los
bandidos capturados? Estoy pensando en el hechizo que usaste con
Larken, el que los conserva como una cabeza decapitada”.
“¡Ja, ja, ya veo!”. Me di una palmada en la rodilla. El hombre me
había convencido.
Exponer cabezas decapitadas al público para dar ejemplo del
criminal decapitado había sido una práctica común desde la antigüedad.
Sin embargo, muchos sostenían que a los pecadores no les importaba lo
que ocurría con su cuerpo una vez muertos, por lo que muchos seguían
delinquiendo.
Aquí era donde entraba mi nigromancia. Sería un verdadero
infierno que te convirtieran en una cabeza decapitada no muerta con la
39
Un castigo ejemplarizante es una sanción que se impone a una persona con el objetivo de disuadir a otros de
cometer la misma infracción. Este tipo de castigo se utiliza para enviar un mensaje claro a la sociedad de que
ciertas acciones no serán toleradas y que habrá consecuencias graves si se cometen. El castigo ejemplarizante
se utiliza a menudo en casos de delitos graves, como el asesinato, el robo a mano armada y otros delitos
violentos. Aunque el castigo ejemplarizante puede ser efectivo para disuadir a algunos de cometer delitos,
también puede ser controvertido debido a su naturaleza punitiva y a veces cruel.

mente intacta, que pasara décadas expuesta y viviera como blanco

principal de piedras arrojadas. No me cabía duda de que muchos
encontrarían que los frutos a corto plazo del bandolerismo no merecían
semejante destino y, a su vez, mantendrían limpios sus actos.
Otra cosa buena de dar ejemplo a esos criminales era que daría
seguridad a los que tiraban las piedras. Tal vez fuera una medida
drástica, pero enseñaría el valor de vivir con justicia y la insensatez de
cometer delitos. Tales lecciones eran la base para mantener la armonía y
el orden.
“Muy bien. Una vez que tenga el control del territorio oriental, me
dirigiré al oeste”.
“Me honra, mi Señor”.
Una leve sonrisa se formó en los labios de Forte. Hizo una
profunda reverencia y pronto se marchó.
Una vez que Forte se hubo marchado, Lelesha y Jenni entraron con
refrescos.
“Parece que Forte se ha ganado su favor, mi Señor”, comentó
Lelesha.
“Bastante. Ha llegado lejos para un hombre que, hace dos meses,
no era más que el jefe de un tugurio. Crecerá aún más con la
experiencia”.
“Con suerte, crecerá hasta convertirse en uno de sus confidentes”.
“Eso es cosa del futuro. Tenemos tiempo, así que ¿Por qué no
esperar y ver qué pasa?”.
La condición para tomar a uno de mis administradores civiles
como confidente era que me superara en un campo de especialización.
“Quizá prefieras adoptar un enfoque más laxo en tu conquista del
territorio oriental. Los dos podríamos explorar la vista de Buery y
disfrutar como lo harían los amantes. ¿No suena espléndido?”.
“¡Tonterías!”. Me reí de la broma de Lelesha y me llevé una copa
de plata a los labios. “Hmm, me gustaría partir mañana, pero…”.

Dudé en terminar la frase. Había algo que me preocupaba.

“Es a la Dama Rosa a la que tiene en mente, ¿No es verdad,
Majestad?”. Preguntó Jenni con seguridad. Después de dejar los
refrescos, se había retirado a un rincón, donde permanecía de pie como
si estuviera de guardia.
Era observadora, eso estaba claro. Puede que fuera una recién
llegada, pero, me entendía bien.
“Lo he preguntado, Señor, porque la sangre de esa mujer parecía
especialmente de su agrado”.
Jenni habló en tono rígido, pero, pude detectar un leve refunfuño
en sus palabras. Qué adorable. Le hice señas para que se acercara.
“No es sólo el sabor de su sangre lo que me interesa, sino también
sus habilidades y su fuerte voluntad. Si es posible, me gustaría que se
uniera a mis filas, como hiciste tú”.
Durante nuestra última batalla, Lelesha había acabado con el
prefecto del este, Golia-algo-u-otra-cosa. En ese momento, sus
subordinados estaban probablemente en un estado de pánico total.
Apoderarse de las oficinas del prefecto oriental en Mashrisa sería como
quitarle un dulce a un bebé. Tenía la mitad de la intención de sentarme y
dejar que esta fuera una oportunidad para que Jenni se probara a sí
misma.
De cualquier forma, una vez conquistado el este, tendríamos
rodeada a la Condesa de Nastalia. El día del juicio final se acercaba.
Cuando llegara el momento, ¿Rosa se interpondría en mi camino por
tercera vez? Era probable que luchara hasta el amargo final si la vida de
su ama estaba en juego. Ya no me dejaría jugar con ella como con un
gatito. Sin embargo, me parecería una vergüenza luchar contra Rosa con
la intención de matarla.
“¿No hay una buena manera de traer a la chica?”.
Hasta que encuentre un medio para hacerlo, tal vez no haya necesidad de
apresurarme a tomar el territorio oriental, aunque sé que eso es sólo mi propio
pensamiento egoísta.

Mientras contemplaba en silencio, Jenni habló. “En el fondo, la

Dama Rosa es amable y fácil de engañar. Desafortunadamente, esa
honestidad suya también sirve para cegarla”.
Bueno, eso es duro.
“Sin embargo, su sentido de la justicia es genuino, y su espíritu es
inquebrantable. Yo también creo que sería una pena perder a Rosa”.
Olvida eso, la está halagando.
“Pensé que ustedes dos estaban en malos términos”.
“Apenas somos amigas, pero, podría considerarnos rivales. No soy
tan ingenua como para considerar a una completa tonta un buen desafío
para mí”.
Bien, muy bien. Es algo maravilloso tener una pareja digna que te empuje
a crecer. Me devolvió a una época de hace trescientos años que parecía
ayer.
Seré sincero… cuando lo conocí, no me gustaba demasiado mi
hermanastro. De hecho, más bien lo despreciaba. No podía evitar temer
a alguien como él. Su talento con la espada había sido cegador, y su
perfecta disposición le había hecho ser querido por todos. En aquel
momento, me atormentaba el temor de que pudiera robarme mi puesto
de príncipe heredero. Era la ignorancia de la juventud; en ese entonces
sólo tenía siete años.
Sin embargo, mi miedo me había llevado a dejar de lado mis
sueños de blandir mi espada ante los ejércitos bajo mi mando y, en su
lugar, a perseguir visiones de utilizar la magia para liderar países. Había
encontrado mi propósito en la vida muy pronto. Como hermano mayor
y príncipe heredero, sentí que no podía perder ante Al y me dediqué a
estudiar magia y el arte de gobernar. Irónicamente, esto pareció motivar
a Al a esforzarse aún más. Sin ser consciente del miedo que le tenía,
había llegado a respetarme y admirarme.
Al mismo tiempo, había empezado a cambiar mi forma de ver a
Al. Había llegado a apreciar a mi hermano pequeño, que parecía estar
siempre pisándome los talones por mucho que yo progresara. Había

desarrollado un profundo respeto por la voluntad de Al; había trabajado

duro porque yo lo había hecho, y no se había dormido en los laureles
con sus talentos naturales.
Había tenido mucha suerte de encontrar un rival tan convincente
en mi hermano pequeño. La idea de cederle el puesto de príncipe
heredero se había convertido en algo aceptable. Había empezado a
considerar nuestro vínculo como algo más que una familia… Al se había
convertido en un mejor amigo insustituible para mí. Le tendí la mano
con torpeza y él la aceptó encantado.
Estuvimos el uno al lado del otro hasta que conquistamos juntos el
continente. Puedo decir con certeza que, sin él, no habría sido capaz de
dominar la magia hasta el punto en que lo hice, ni de convertirme en el
progenitor del linaje Vastalask.
“He tomado una decisión. Me encargaré de que Rosa se convierta
en una de mis caballeros. Arreglar los asuntos con la condesa puede
esperar”.
Una sonrisa apareció en el rostro normalmente severo de Jenni.
“Gracias, Su Majestad. No tema… el sentido de la justicia de Rosa es
verdadero y la ayudará a darse cuenta de a quién desea servir
realmente”.
La elfa parecía llena de confianza mientras hablaba.
La capital de la provincia de Arkus, también de nombre Arkus.

“Qué horrible fue eso”, refunfuñó Rosa entre su enésimo suspiro.
“Qué mala suerte”.

Estaba abatida. Sus movimientos eran lentos. No podía mantener

su dignidad habitual. La silla de montar temblaba con el *clip-clop* de los
cascos del caballo, y el cuerpo de Rosa se balanceaba con él.
Por la bulliciosa calle principal cabalgaba Rosa, dirigiéndose
lentamente hacia el castillo de Lady Nastalia. Tenía que informar de su
derrota a manos del vampiro Kai Lekius en Buery. Naturalmente, lo hizo
con el corazón encogido.
¡Ese deplorable vampiro! ¡Continúa jugando conmigo! ¿Acaso no conoce
el corazón puro de una doncella?
Su viaje a la capital de la provincia había durado tres días, y aun
así se irritaba sólo de pensar en todo el calvario. Era la segunda vez que
Kai Lekius bebía su sangre. Una vez más, se había sentido inundada por
un placer vertiginoso.
Rosa seguía siendo una muchacha que no sabía nada de hombres,
pero, imaginaba que la cópula normal no podía compararse con las
sensualidades de que le bebieran la sangre. No había querido darle a Kai
Lekius la satisfacción de saber lo bien que se había sentido, pero, su voz
la había traicionado. Había apretado los dientes, pero, no había podido
reprimirlo.
Al recordarlo, se dio cuenta de que sus vanos intentos de resistirse
sólo habían conseguido que él disfrutara más. Eso explicaría por qué
cuando ella intentaba decir cosas como “¡Esto ni siquiera se siente tan
bien!” y “Eres realmente malo en esto, ¿Sabes?” él sólo bebía con mayor
vigor. ¡Ella había estado bailando completamente a su son!
Para rematar, él había dicho esto después: “Si alguna vez quieres
que vuelva a chuparte la sangre, llámame cuando quieras. Seamos
amigos o enemigos, allí estaré”.
¿¡Cuán arrogante podía ser!?
Ni que decir tiene que Rosa le había rechazado de plano. “¿¡Qué
quieres decir con amigo o enemigo!? Sólo quieres chuparme la sangre,
¿No es verdad?”, había gritado.

“Bueno, no lo voy a negar, pero, no me desviviría por cualquiera.

Hace trescientos años, no faltaba quien se hubiera desmayado por el
honor de recibir mi visita”.
Rosa no pudo evitar reírse, y no sólo de la tontería de “hace
trescientos años”. “En primer lugar, dijiste que podía llamarte en
cualquier momento como si no fuera un problema. ¿Cómo demonios iba
a hacerlo? ¿Me estás diciendo que me siente y te escriba una carta
cortés?”.
“No necesitas preocuparte por el cómo. A estas alturas, he bebido
una cantidad considerable de tu sangre, así que tenemos un gran vínculo
espiritual entre nosotros. Así, si me deseas y yo respondo a dicho deseo,
puedo estar a tu lado en un instante, sin importar la distancia que nos
separe”.
“¡Los vampiros son realmente absurdos!”.
“Especialmente los Sangre Verdadera como yo”.
“¡Agh! Bien. Ahora lo entiendo. Pero pondré trampas y me rodearé
de legiones de soldados antes de llamarte a mi lado, ¡Así que, prepárate
para eso!”.
“¡Oh, qué terriblemente aterrador! Me acordaré de estar atento
cuando me llames”.
“¿¡Podrías al menos preocuparte un poco!? ¿¡Me tomas por
tonta!?”.
Tal fue el humillante intercambio que tuvo lugar antes de que se
separaran.
Honestamente, no entiendo a Jenni en lo más mínimo. No sólo traicionó a
alguien tan grande como Lady Natalya, ¡Sino que lo hizo para servir a ese
desviado chupasangre! ¿Cómo se puede ser tan ciega? ¡Ahora me siento como
una idiota por haberla considerado alguna vez mi rival!
Rosa siguió refunfuñando mientras cruzaba la puerta principal del
castillo. Entonces desterró sus pensamientos negativos y se sentó
erguida en la silla de montar. Era una caballero de primera clase; sabía

trazar una línea divisoria entre los asuntos personales y los

profesionales.
Una vez más, Rosa no se encontraría con la condesa de Nastalia en
la sala de audiencias, sino en el despacho personal de la condesa. No le
cabía duda de que era por consideración y piedad hacia Rosa, que
cargaba con la vergüenza de volver sola. ¡Qué benevolente era!
Rosa renovó su reverencia por su Señora mientras recorría
rápidamente los pasillos del castillo. Ya había llegado al interior del
edificio, el dominio privado de todos los que habían gobernado Arkus.
Los pasillos ya no estaban llenos de administradores civiles y militares
en activo, sino de las sirvientas preferidas de la Señora. Normalmente, a
un sirviente sin escolta no se le permitía caminar por estas partes del
castillo. Rosa, sin embargo, tenía un permiso especial, ya que Lady
Natalya confiaba plenamente en ella. Del mismo modo, Rosa también
había recibido permiso especial para llevar su espada en la cadera
mientras se reunía con la condesa. Era una prueba de la capacidad y el
valor de la condesa, así como su reconocimiento del orgullo que Rosa
sentía por su reliquia.
Rosa no estaba lejos de los aposentos de Lady Natalya cuando el
pasillo la condujo a un claustro. Había llegado al patio. El jardín era
pequeño, pero tenía un invernadero que albergaba las preciosas rosas de
Lady Natalya. Antes de hacer su aparición, Rosa se aseguró de pasar por
el invernadero. Había una razón para esa parada: justo después de su
batalla con Kai Lekius -y de una donación de sangre no deseada-, Jenni
la había llamado.
“Tengo que pedirte un favor, Dama Rosa. Informarás de los
detalles de este encuentro a la condesa de Nastalia, ¿Verdad? Cuando
llegue ese momento, me gustaría que recogieras una de las rosas de la
condesa y se la llevaras”.
“¿Eh? ¿Por qué debería escuchar la petición de una traidora?”.
“Puedes considerarlo una provocación. Si tu lealtad a la condesa
Nastalia es genuina, entonces le darás una rosa. Sin embargo, si careces

de la confianza para hacerlo, entonces, eres libre de ignorarme.

Simplemente me reiré de tu mezquindad por el resto de mi vida”.
“De acuerdo. Te tomo la palabra. Una vez que haya entregado la
rosa, ¡Escucharé una disculpa la próxima vez que nos veamos!”.
“Entendido. Por mi honor de elfa, me inclinaré ante ti”.
“¡Estoy deseando que pase!”.
“Escucha, Rosa. Asegúrate de usar tijeras de podar. Están en el
cobertizo. Me preocupa que intentes usar esa espada tuya como una
bruta”.
“¡Tu preocupación es totalmente innecesaria! ¡Ni siquiera yo haría
algo tan insensato!”.
¡Nada de lo que dice esa elfa tiene sentido! Pensó Rosa mientras se
dirigía al invernadero. ¡Pero le demostraré a esa traidora lo leal que soy a Su
Señoría!
Desde niña, Rosa había soñado con convertirse en una orgullosa
caballero al servicio de un líder benévolo. Tenía que agradecer a Lady
Natalya que ese sueño se hiciera realidad. Jenni, por su parte, se había
ofrecido a un vampiro del que la elfa sabía poco. Rosa decidió que la
próxima vez que se encontraran se reiría en la cara de Jenni.
Ya decidida, Rosa entró audazmente al invernadero. Ni siquiera se
molestó en mirar las seductoras rosas rojas como la sangre y se dirigió al
cobertizo. Dentro, encontró herramientas y equipos para el cuidado de
las flores.
Tijeras, tijeras…
Rosa seguía buscando las tijeras en los estantes cuando, de repente,
oyó algo. Era un sonido extraño, captado en gran parte gracias a los
agudos sentidos de Rosa. Para ser precisos, era el sonido de voces, voces
como una multitud de chicas lloriqueando. Y venía de debajo de sus
pies.
“¿Qué…? ¿Qué es esto? Primero vampiros y ahora fantasmas…”.

Aunque Rosa no podía reprimir su malestar, tampoco podía hacer

la vista gorda cuando podía haber muertos vivientes acechando en el
invernadero de su Señora. Sintiendo la necesidad de investigar, Rosa se
arrodilló y buscó la fuente de las voces. Pronto la encontró. Cubierta por
una discreta trampilla había una escalera que conducía al subsuelo.
“¿Podría ser una especie de almacén?”.
Su malestar aumentaba sin cesar, pero, su sentido de la
responsabilidad la impulsaba a seguir adelante. A medida que
descendía, los quejidos de las chicas se hacían más perceptibles. Con un
suspiro, Rosa bajó la última escalera y pisó el frío suelo de piedra.
La visibilidad no fue un problema gracias a las numerosas
antorchas encendidas. Quizás siempre estaban encendidas. Con una
antorcha directamente a su lado, la sombra de Rosa se alzaba contra las
paredes empedradas. Una mirada a su alrededor reveló la sorprendente
amplitud de la cámara subterránea.
Era una prisión construida en la superficie de la roca.
Un incontable número de chicas estaban cautivas, encadenadas a
las paredes. Ninguna parecía tener la cordura intacta; sólo se
vislumbraba desesperación en sus ojos. Ninguna de ellas mostró
reacción alguna ante la llegada de Rosa. Sólo seguían gimoteando.
“¿Qué…? ¿¡Qué está pasando aquí!?”.
“Rosa, niña traviesa, esto era un secreto mío”.
Rosa se giró ante la inesperada respuesta. Allí estaba su amada
Lady Natalya.
“¿Su Señoría? ¿Qué significa esto? ¿Quiénes son estas chicas?”,
preguntó Rosa.
Mientras bajaba la misma escalera que Rosa, Lady Natalya
respondió inmediatamente. A cada paso que daba la condesa, Rosa se
sentía acorralada.
“¿No sabes que recojo niñas empobrecidas de todo Arkus una vez
que cumplen catorce años?”.

“Y-Yo… soy muy consciente de eso”, murmuró Rosa. “Sin

embargo, eso es para evitar que las niñas hambrientas vendan sus
cuerpos o cometan delitos, ¿No es así? Es para poder educarlas y darles
un trabajo digno, ¿No?”.
“Pues claro que también hago eso. Pero, no entrego mis chicas
favoritas, las que me gustan especialmente, a nadie. Las mantengo
encerradas aquí, donde puedo amarlas todos los días”.
“Qué…”.
“No sólo los vampiros disfrutan con la sangre de las chicas guapas,
¿Sabes?”.
Lady Natalya mostró a Rosa una sonrisa seductora. Era una
sonrisa tan extraordinariamente bella, pero, también, vagamente
escalofriante.
“Mi Señora, ¿Qué quiere decir? Por favor, ¡Hable claro!”.
“¿Es necesario que te lo explique, Rosa? ¿O simplemente no
quieres reconocer la verdad?”.
La sonrisa de Lady Natalya fue más allá de la simple maldad. Sus
labios se contorsionaron en una sonrisa de pura maldad. Mientras
sonreía, golpeaba el suelo de piedra con los pies. Era una pisada
sagrada, una forma de invocación. Rosa no lo ignoraba… la propia Lady
Natalya le había enseñado los fundamentos de la magia para que
pudiera luchar mejor contra Kai Lekius.
Lady Natalya terminó su hechizo, y su magnífica forma empezó a
cambiar. De torso para arriba seguía siendo la misma, pero su mitad
inferior crecía y crecía. Los ojos de Rosa se elevaron lentamente para
seguir el rostro de Lady Natalya a medida que se acercaba al techo. Su
transformación se había completado… o, mejor dicho, había dejado al
descubierto su verdadera forma. Del torso para abajo llevaba la cola de
una enorme serpiente, y de su boca salía una lengua bífida.
“Una lamia…”, susurró Rosa.

Las lamias eran híbridos de humano y serpiente que se

alimentaban de la sangre fresca de los humanos. Y pensar que su amada
Lady Natalya, una noble del imperio, ¡Era en realidad un monstruo así!
“Rosa, buena para nada. Te sentaste a ver cómo Jenni me
traicionaba, ¿No es verdad? Qué repugnante. Si esa vieja elfa nos ha
abandonado, entonces ese vampiro es el verdadero Kai Lekius. Verás, en
realidad nunca creí que alguien como tú pudiera abatirlo con espada. En
otras palabras, ya no me sirves como caballero”. Lady Natalya se mofó
de Rosa mientras rozaba el techo. “Pero, eso no cambia lo que siento por
ti, Rosa. Estaba deseando que llegara el día de chuparte la sangre”.
Se lamió los labios con su lengua bífida. Rosa se congeló como una
rana a merced de una serpiente.
“¿Consideras benevolencia cuidar del ganado? No importa el trato que

reciba, todo el ganado tiene el mismo fin: ser servido y comido. La condesa
Nastalia sólo cree en tomarse las molestias necesarias para preparar una buena
comida”.
Jenni tenía razón. Siempre supo la verdad.

¡Qué tonta he sido! ¡Me he dejado engañar por las dulces palabras de un
monstruo!
“¡No puedo permitir esto! ¡No permitiré que hagas más sacrificios
con estas chicas!”.
No iba a quejarse de su mala suerte como solía hacer. Ya había
desenvainado su espada. Rosa seguía su sentido de la justicia, y ese
sentido le decía que se deshiciera de Lady Natalya. Brihne se envolvió
en llamas carmesí, y la caballero atacó.
“Qué adorable. Sin embargo, semejante locura ni siquiera me
escarnecerá”.
Con una mueca de desprecio aún en el rostro, Lady Natalya torció
los dedos en un mudra. La sombra de la lamia empezó a retorcerse. Sin

embargo, no fue sólo la única sombra la que se agitó, sino también las
abundantes sombras formadas por las antorchas de las paredes. Rosa no
lo sabía, pero, aquello era obra de Dablanga, un hechizo del quinto
peldaño de la rama ilusoria de la magia. Las sombras danzantes
surgieron para atacar a Rosa.
“¡Fuera de mi camino!”.
Rosa intentó cortarlas, pero, no pudo. Un ser ilusorio como una
sombra podía ser cortado una y otra vez en vano, pero, de alguna
manera, las manos umbrales de las sombras podían alcanzar y sujetar a
Rosa.
“¡Suéltenme!”,
Rosa luchó y forcejeó para liberarse, pero, fue inútil. No era tanto
que las sombras fueran fuertes, sino que simplemente no les afectaban
los empujones y tirones de Rosa, y no pasó mucho tiempo antes de que
ella no pudiera moverse en lo absoluto. Esto era una muestra de lo
temible y maligno de la magia.
Esto también explicaba otra cosa: no había sido por fe o respeto
que a Rosa se le había permitido mantener su espada a un lado mientras
se reunía con Lady Natalya; simplemente se le había permitido hacer lo
que quisiera porque no representaba ninguna amenaza para la condesa.
“Oh, ríndete y ofréceme tu sangre”, dijo Lady Natalya mientras se
acercaba a Rosa. Con su largo cuerpo, la lamia podía acortar la distancia
entre ellas simplemente inclinándose hacia delante. “Puede ser tu último
servicio, tu último acto de lealtad hacia mí. La sangre de una doncella es
deliciosa por sí sola, pero, la sangre de alguien tan pura como tú, Rosa,
¡Superará al más fino de los espíritus!”.
Lady Natalya se lamió los labios y acercó su rostro a Rosa. La
expresión de Rosa se retorció de agonía cuando dos colmillos le
atravesaron el cuello. Miró hacia el otro lado y soportó la terrible
sensación.

En efecto, que una lamia bebiera su sangre era una auténtica

miseria. No se parecía en nada a la sensación de mareo provocada por
Kai Lekius. Lady Natalya también notó que algo no iba bien.
“A-Asquerosa…”.
La condesa retiró los colmillos del cuello de Rosa y, por reflejo, se
dio la vuelta mientras se limpiaba la sangre fresca de la boca.
“¿¡Cómo puedes decir eso cuando fuiste tú quien bebió de mí sin
permiso!?”. Protestó Rosa, temblando de humillación.
Rosa había formado un fuerte vínculo espiritual con Kai Lekius, un
individuo excepcional incluso entre los vampiros. Ninguno de los dos lo
sabía, pero, su sangre estaba ahora impregnada de una sustancia
espiritual que la hacía impura para cualquiera que no fuera él. Sin
embargo, como maga, Lady Natalya no tardó en darse cuenta.
“¿Cómo te atreves a hacerme beber algo tan asqueroso,
prostituta?”.
Furiosa, la lamia blandió su brazo derecho. Sus cinco garras negras
golpearon la carne y desgarraron el abdomen de Rosa. Fue una herida
mortal.
Al mismo tiempo, Rosa fue golpeada contra la pared mohosa que
tenía detrás. Esto la liberó de las sombras, pero con el estómago herido,
no podía hacer nada.
“¡No creas que voy a dejarte morir fácilmente, Rosa! Te
despellejaré viva y te convertiré en mi trofeo”.
Rosa se deslizó por el muro de piedra mientras se hundía en el
suelo.
Maldita sea…
Con los dientes apretados, Rosa contuvo las lágrimas. Se sentía
frustrada por haber sido engañada por Lady Natalya. Le frustraba que
Jenni hubiera sido mucho más perspicaz que ella.
Maldita sea…

A pesar de sus esfuerzos, las lágrimas cayeron por sus mejillas. Se

sentía frustrada por su incapacidad para hacer justicia y salvar a las
chicas cautivas. Le frustraba la idea de morir sin saber toda la verdad.
“¡Espero que cumplas tu promesa!”. Rosa gritó con sus últimas
fuerzas. Gritó desde el fondo de su corazón, pidiendo por él. Y entonces-
“Ja, ja, ja… ¡Bwa, ja, ja, ja! ¡Mwa, ja, ja, ja, ja!”.
Bastó un instante para que sonara una risita sin cuerpo y luego se
transformara en una carcajada arrebatadora. Era una risa que Rosa
conocía bien, la risa de un monarca, una risa tan desdeñosa que la
irritaba y tan atrevida que le producía envidia.
“¿Quién está ahí?”, preguntó bruscamente Lady Natalya.
“¿No sabes con quién estás hablando, peona?”.
De la alargada sombra de Rosa surgió un enjambre de algo negro.
Eran arañas, un enjambre de incontables arañas. Las arañas se reunieron
en un punto y parecieron fundirse en una sola sombra. Allí estaba el
Sangre Verdadera, Kai Lekius.
Yo, Kai Lekius, respondí a la llamada de Rosa y aparecí a su lado

en una prisión poco iluminada. Mirando a mi alrededor, vi una pared
cubierta de moho con una caballero moribunda desplomada contra ella.
“Parece que te han dado una buena paliza. ¿Necesitas que te
rescate?”, pregunté burlonamente mientras me inclinaba sobre la casi
muerta Rosa.
“No”, graznó entre jadeos. “No necesitas hacerlo”.
Tuvo fuerza de voluntad hasta el final, aunque no me sorprendió;
más o menos me lo esperaba. Aun así, decidí plantearle otra pregunta.

“Entonces, ¿Con qué propósito me has llamado?”.

“Fuerza. Quiero la fuerza para hacer justicia…”.
La sangre manaba de su abdomen, pero, la luz aún no abandonaba
los ojos de Rosa.
Maravilloso. ¡Qué verdaderamente maravilloso! ¡Esto es lo que te hace
apta para ser mi primer familiar!
Con mi dedo índice, envié un chorro de magia a través de mi
estómago. Esto fue suficiente para hacer una incisión en mi piel y extraer
gotas de sangre.
“¿Quieres fuerza?”.
“Sí, la quiero”.
Ella había pedido, así que recibiría. A cambio, se convertiría en mi
familiar. Estábamos formando un pacto, y Rosa sabía exactamente lo que
eso significaba. Abrió la boca y aceptó la sangre que goteaba de mis
dedos y caía sobre su lengua, haciendo que mi maná se mezclara con el
suyo y explotara.
“Oho…”.
Yo, Kai Lekius, no podía contener mi euforia. Mientras la
observaba, Rosa cedió su humanidad y comenzó su metamorfosis en
vampiro. Todo su cuerpo cambió a una velocidad aterradora, y vi cómo
se cerraba la herida de su abdomen. Era la prueba de que había
adquirido el cuerpo inmortal de una criatura de la noche. Me quedé
atónito ante semejante milagro, algo que no había podido presenciar
durante mi propia transformación.
Rosa rugió y se puso en pie; era el grito de mi primera
descendiente. Estaba cubierta de sangre, pero se mantenía en pie con
belleza, dignidad y determinación mientras se enfrentaba a la lamia. De
la hoja de su espada brotaron flamas. Pasaron del rojo al azul y al
blanco.
Al dejar de ser humana, el maná de Rosa era mucho mayor que
antes. Al canalizar todo ese maná hacia Brihne, había extraído el

verdadero poder de mi obra maestra. Incluso el primer propietario de la

espada, Albert, sólo había sido capaz de activar sus llamas acrómicas
durante un instante, pero, su descendiente ahora podía mantener esas
llamas encendidas con facilidad.
“¡Prepárate, Natalya!”.
Rosa levantó la espada cegadora y arremetió contra la lamia.
“¡Pensé que te seguiría la corriente y te vería luchar, pero, lo único
que haces es tomar prestado el poder de otro!”.
La mujer serpiente respondió del mismo modo, utilizando
Dablanga para golpear con sus sombras. La provocación de la lamia
había sido un golpe bajo, pero Rosa no dejó que la molestara.
“¡Poder prestado o no, mi prioridad es salvar a esas chicas!”.
Rosa no era de las que perdían de vista el significado de la justicia.
Una tras otra, cortó la hilera de sombras malignas. Incluso la sombra
podía ser cortada con las llamas blancas de Brihne. La espada de justicia
de Rosa cayó en diagonal sobre la lamia, que lanzó un grito agónico al
rebanarle el hombro derecho.
La mujer serpiente se enroscó y se aferró a la boca abrasada de su

herida.
“¡Ríndete, Natalya! Nunca te perdonaré lo que les has hecho a
estas chicas inocentes, ¡Pero, eso no cambia el bien que has hecho por
este mundo! Si prometes llevar una vida de arrepentimiento, te
perdonaré”. Proclamó Rosa, sosteniendo su espada en una postura
impecable.

“¿Has oído eso, Natalya? Te sugiero que llores y agradezcas a Rosa

su amabilidad”.
Yo personalmente no habría tenido piedad, pero, era razonable
dejársela a Rosa. Quería respetar su decisión; un acto tan dulce era muy
propio de ella y muy loable. No iba a hacer algo tan descortés como
interrumpirla o sermonearla sobre cómo hacer las cosas.
La condesa de Nastalia no respondió. Permaneció enroscada,
mirando de vez en cuando a Rosa. Entonces sus ojos se posaron en mí.
“¿Eres el vampi…? No. ¿Eres Kai Lekius, el verdadero fundador
de Vastalask?”.
“¿No era él el dios maligno que interfirió en la fundación del
imperio?”
“Eso no es más que una distorsión de la historia”.
Creí detectar un atisbo de respeto en el tono y los ojos de la lamia.
“Yo… No, todo el linaje de Nastalia le guarda el más profundo
respeto”.
“¿Oh?”.
“Nuestra deuda con usted se ha transmitido a través de nuestra
familia durante generaciones. A través del carisma y un gobierno
temible, diste vida a los ideales de igualdad para todos. Las lamias
habíamos sido despreciadas como monstruos, pero, bajo tu mandato,
incluso nosotras podíamos ser elegidas y recibir puestos en función de
nuestras capacidades. Ese fue el caso de una de mis antepasadas. El
condado de Nastalia tiene que agradecerte su existencia”.
“Disculpa, pero no recuerdo a esta antepasada tuya”.
No recordaba haber empleado fuertemente ninguna lamia. No era
por ningún tipo de discriminación, simplemente nunca me había topado
con nadie especialmente excepcional entre los de su especie.
“Supongo que es natural. Mi antepasada era débil y no podía hacer
nada más que servir como soldado en sus tropas. Pero, en aquella época,
incluso eso era un trato excesivamente amable para nosotros”. Natalya

inclinó la cabeza en señal de reverencia. “Gracias a usted, pudimos

conseguir un lugar bajo la mirada de nuestro soberano. Pasaron las
generaciones y, durante el reinado del emperador Kalis, la entonces
condesa de Nastalia se ganó el favor de su Majestad Imperial y, a través
de la alcoba, obtuvo el título de condesa. Todo esto sólo fue posible
gracias a los cimientos establecidos por usted, Kai Lekius”.
“¿Qué tan insufrible pudo haber sido Kalis? ¡Dejó que alguien se
prostituyera a cambio de un título nobiliario!”.
“Diga lo que desee, pero fue usted quien nos permitió vivir
durante generaciones con poder y prestigio, así que los de la línea
Nastalia nos consideramos en deuda con usted y con el emperador Kalis
por igual”.
Luchando por imaginar una indignidad mayor, no pude contener
mi disgusto. “¿Me pondrías en el mismo campo que ese idiota? Qué
repugnante”.
“Todo esto me parece tan lamentable”, dijo Natalya, sacudiendo la
cabeza con tristeza. “Era mi deseo que descansase en paz bajo tierra por
el resto de la eternidad. Aunque tu segado fuera borrado de la historia,
el linaje de Nastalia nunca le olvidaría. Seguiríamos venerándole hasta el
fin de los tiempos, y, sin embargo-”.
Natalya hizo una breve pausa antes de gritar, agitando su cabello
salvajemente. “¿¡Por qué ha tenido que resucitar en esta época?! ¡El
imperio ya no le necesita! No es más que un obstáculo. Ya no es el
soberano de Vastalask, ¡Sólo es un fantasma del pasado!”.
“¿Un fantasma, dices? Qué curioso. Quizá tengas razón. Para ti, no
soy más que un espíritu maligno. Y así, de aquí en adelante, me
convertiré en el malvado dios Kai Lekius y destruiré este imperio”.
“¡No puedo permitir eso!”.
“¿Entonces qué harás? ¿Abatirme con tus propias manos?”.
¿Tú, una maga de mala calidad que ni siquiera podría calificar como una
de mis caballeros?

La condesa comenzó a gritar. “¡Debe estar bromeando! Conozco

mis fuerzas, y las Nastalia nos hemos asegurado de que su poder no
caiga en el olvido”. Sacó algo del bolsillo de su pecho. “Soy impotente
ante un héroe que sobrevivió a una época de conflicto tan infernal. El
emperador Kalis era igual de impotente, ¡Pero, Vastalask no lo es! ¡Haría
bien en darse cuenta y en enorgullecerse de ello! Observe atentamente y
sea testigo del guardián secreto que llevará a Vastalask hasta su
milésimo año y más allá”.
Chillando, la condesa de Nastalia lanzó ese algo al aire. Era un
hueso, uno de los doscientos seis huesos del esqueleto humano. La
condesa comenzó un encantamiento resonante.
“¡Tenemos ante nosotros a un enemigo del imperio! ¡Un enemigo
del mundo está ante nosotros! Oh, deidad guardiana de Vastalask,
¡Concédenos tu ayuda! ¡Concédenos tu misericordia! ¡Álzate ante
nosotros y golpea a este enemigo de Vastalask!”.
Ni un momento después, el hueso empezó a brillar y pareció
manifestarse en forma de persona.
Ya veo. Así que hemos llegado a esto. En efecto, esto podría matarme.
Allí estaba un guerrero con una armadura plateada rebosante de
inmenso maná. En las manos del guerrero había una gran espada de un
grado similar. Era una espada que podría derribar a un dios.

No había olvidado esa armadura. Tampoco había olvidado aquella

espada. La primera era la armadura divina Velsarius, y la segunda era
Kainis, la espada sagrada. Ambas eran mis mejores obras maestras. Sólo
había utilizado las mejores técnicas para fabricar este conjunto para mi
hermano y sucesor, Al Shion.
Por lo tanto, posado, manifestado ante mí, con la espada
preparada, estaba el propio Al. Para proteger a la fétida nobleza de
Vastalask, su alma -o, más bien, su deseo de defender su patria- había
sido ritualizada para permitirle luchar incluso después de la muerte.
Mientras los restos de Al siguieran existiendo, podría verme obligado a
luchar contra él una y otra vez durante toda la eternidad.
Una rabia infernal había estallado en mi interior. “¿Has
encadenado el alma de mi querido hermano y lo has deificado como
guardián de la nación? ¿Arrastrarías el alma de mi pariente más querido
por el fango para proteger a los que son como tú?”.
¿Conocen el nombre de este sentimiento dentro de mí?
“Kalis, el imperio, los nobles, ¿Alguno de ustedes comprende lo
que han hecho?”.
Se arrepentirán de esto. Se arrepentirán del día en que me enfurecieron a
mí, Kai Lekius.
La condesa comenzó a gritar de manera insolente. “¡Que las manos

de su hermano le guíen a su sueño… esta vez, por toda la eternidad! El
linaje de las Nastalia seguirá adorando su tumba para siempre. Aunque
su nombre haya desaparecido de los anales de la historia, las Nastalia
transmitiremos el recuerdo de sus grandes hazañas de padres a hijos
durante generaciones. Lo juro”.

Tenía una mirada de lealtad en su rostro mientras hacía que sus

promesas sonaran plausibles.
“Ni una palabra más”.
Chasqueé rápidamente los dedos cuatro veces siguiendo un ritmo
marcado y los tracé en línea recta. En un instante, la piel de la boca de la
lamia se rasgó y se abrió una incisión en el interior de su boca. Se trataba
de Gablas, un hechizo del quinto peldaño de la rama herética de la
magia.
“Me ocuparé de ti más tarde”.
No volví a mirar a la condesa mientras gemía y se llevaba las
manos a la boca ensangrentada. Tenía que prepararme para un enemigo
formidable.
En verdad, este hombre era un enemigo formidable, pues incluso
hasta el final, nunca había podido convencerme de que podía vencerle.
Ante mí estaba Al Shion, equipado con el mejor armamento que jamás
había fabricado. Mediante avanzados ritos mágicos, había sido
convertido en un Campeón Eterno, una deidad guardiana de la nación.
Si él no podía considerarse formidable, ¿Entonces, quién podría?
Sin decir una palabra, Al preparó su gran espada y se abalanzó
sobre mí. Atraje a Rosa a mi lado y murmuré rápidamente un conjuro.
“No hay mejor defensa que la retirada”.
Se trataba de la Srain del sexto peldaño de la rama principal de la
magia. El conjuro permitía realizar el milagro del teletransporte, aunque
sólo en distancias muy cortas. Usándolo, logré tanto evadir el ataque de
Al como escapar de la prisión.
Luchar contra un guerrero todopoderoso en un espacio tan
reducido habría sido una temeridad. Hacerlo pondría en peligro no sólo
a las chicas encadenadas en aquella prisión, sino también a mi primera
descendiente.
“Corre, Rosa. Corre todo lo que puedas”.
“¿Qué?”.

“No lo repetiré”.
Estábamos en el invernadero que había sobre la prisión. Aparté a
la desconcertada Rosa y sin demora lancé Saiku. Entonces hice un
agujero en el techo usando Ys y volé a través de la abertura.
Al no perdió tiempo en perseguirme. Una enorme columna de luz
salió disparada del invernadero; era Al, que atravesaba el techo de la
prisión. Inmediatamente me vio y emprendió el vuelo a gran velocidad.
En su vida anterior, Al no había sido capaz de volar por sí mismo, pero
ser deificado como guardián del imperio le había otorgado nuevos
poderes. Esta habilidad no era más que un ejemplo.
La forma en que se dirigió directamente hacia mí era casi
disparatada. Respondí girando rápidamente los dedos en un mudra para
lanzar sucesivamente Shaarp, un hechizo del cuarto peldaño de la rama
ilusoria.
Capas de telarañas negras compuestas de sombras se desplegaron
y atraparon a Al para impedir su avance. Esas telarañas ilusorias suelen
ser impermeables al acero, pero, fueron cortadas todas a la vez. Era
natural; la Espada Sagrada era un arma capaz de atravesar el propio
maná.
En la era de las luchas, los invocadores enemigos intercambiaban
sus vidas para manifestar al archidemonio del Reino del Espejismo.
Kainis había sido forjada para matar a semejante monstruo. Brihne era
una buena espada, pero, no había nada que pudiera hacer que Kainis no
pudiera. Por lo tanto, Shaarp no era más que un estorbo menor para Al,
que seguía adelante casi sin disminuir su velocidad.
Sin embargo, yo había conseguido ralentizar a Al, aunque fuera
mínimamente. Aproveché ese tiempo para recitar un conjuro a una
velocidad que nadie más podía igualar mientras formaba mudras
repetidamente. Shaarp no había sido más que un medio para ganar
tiempo.
“Rey de Alabastro, sal de tu reino tempestuoso y deshazte
rápidamente de los que están ante mí”.

Con un hechizo del octavo peldaño de la rama mágica de

invocación, hice aparecer a Hraesvelgr 40, el rey del Reino Tempestuoso.
Dirigí al monstruoso pájaro hacia Al, y los dos no tardaron en
enfrentarse. Al utilizó un arsenal de las mejores técnicas de espada,
mientras que Hraesvelgr utilizó su pico y sus alas ciclónicas, cada
oponente intentando derribar al otro. Ambos mostraron una fiereza y
una fuerza extremas, pero Al se hizo con la ventaja. Esto también era
natural. Velsarius obstaculizaría no sólo los ataques físicos, sino todo lo
que fundamentalmente pretendiera dañar al portador.
Hraesvelgr hizo un alarde de tenacidad propio del rey del Reino
Tempestuoso y atacó con una fuerza desmesurada. El poderoso rey
consiguió arañar la armadura de Al, pero, nada más. Al, por su parte,
golpeó certeramente con la Espada Sagrada la fuerza vital de
Hraesvelgr, derrotando al ave.
Fue una victoria total para Al.
Eso estaba bien. Hraesvelgr no había sido más que otro medio de
ganar tiempo. Esta lucha era entre Al y yo, una recreación de las batallas
a muerte de aquel mundo retorcido del pasado. Por eso, yo también lo
había dado todo desde el principio.
“Infierno del este, llamas de los hilos negros de Kalasutra 41”.
Aproveché el tiempo que había ganado para canalizar mi maná,
pronunciar un conjuro y apuntar con mi mano derecha a Al. Proyectiles
de flamas negras salieron disparados en rápida sucesión mientras Al
reanudaba su persecución hacia mí. Se trataba de un hechizo avanzado
de décimo rango que combinaba las cuatro ramas mayores y la rama
40
En la mitología nórdica Hræsvelgr (Aspirador de cadáveres o Corriente de naufragio) es un gigante que toma
la forma de águila. De acuerdo al poema Vafþrúðnismál de la Edda poética, se sienta en el fin del mundo (o la
frontera más boreal de los cielos) y provoca que el viento sople cuando bate sus alas en vuelo.
Esta información es repetida por Snorri Sturluson en Gylfaginning, en la Edda prosaica. Para el nombre de
Hræsvelgr en ocasiones se utiliza los anglicismos de Hraesvelgr o Hraesvelg. La forma común danesa es
Ræsvelg y la forma sueca es Räsvelg (Imagen).
41
Kâlasûtra (Sánscrito) El segundo infierno ardiente; en él se hallan en doloroso exceso las cualidades del
Vâyu-Tattva (En el marco del hinduismo, Vâyu es el dios del viento) (Imagen).

herética. Se llamaba Gradsaralos. Incluso con la protección de Velsarius,

Al se vio obligado a ponerse a la defensiva.
Por supuesto, no era tan optimista como para pensar que esto sería
suficiente para derrotar a Al. Mientras desataba la andanada de flamas,
preparé mi siguiente ataque. De hecho, incluso el hechizo combinado no
era más que otro medio de ganar tiempo.
“Espejismo de Abdala 42, mariposa de Teselia, aguja del desierto de
Helmeim 43”.
En cuanto terminé de recitar las palabras mágicas, extendí la mano
izquierda y dirigí el hechizo hacia Al. Fue en ese mismo momento
cuando Al apareció directamente ante mí. Había utilizado Hagan, la más
básica de las técnicas.
Esto me trajo recuerdos.
Al había dominado esta piedra angular del combate y la había
elevado a la categoría de arte. Era tan rápido que se diría que se había
teletransportado. Ni siquiera los ojos de un Sangre Verdadera fueron
capaces de rastrearlo. Tras atravesar la andanada de flamas negras y
acercarse a mí, Al blandió su espada sin piedad y sin mediar palabra. Me
cortó el brazo izquierdo.
Si hubiera sido una herida de una espada normal, mi brazo habría
empezado a regenerarse inmediatamente y habría vuelto a su forma
original. Sin embargo, mi antebrazo no mostraba signos de regeneración.
No imaginaba que este Al, al que adoraban como deidad
guardiana, fuera capaz de sentir mucho, pero, quizá le satisfacía
empezar sólo con un brazo.
Oho, ya te tengo.
Mis labios se torcieron en una sonrisa, pues el plan de ataque de Al
había sido demasiado obvio. De hecho, yo le había llevado a él. Primero
42
Abdalá o Abdulah (en árabe ‫عبدهللا‬, ʿabdallāh) es un nombre de varón de origen árabe que significa “servidor
de Dios”, de uso frecuente entre musulmanes, aunque los cristianos de lengua árabe y siriaca lo han utilizado
desde antes de la aparición del islam, no solo como antropónimo sino también como nombre de familia.
43
Helheim o Hel es conocido como el reino de la muerte y se encuentra en la parte más profunda, oscura y
lúgubre del Niflheim, uno de los nueve mundos del Yggdrasil, en la mitología nórdica (Imagen).

había soltado el Gradsaralos de mi mano derecha y luego había sacado la

izquierda, de modo que él me había cortado el brazo izquierdo para
evitar más ataques. Era un movimiento razonable, ¿No?
Sin embargo, mi brazo izquierdo era una finta, y esto no era más
que otra forma de ganar tiempo. Mi siguiente hechizo requería un
conjuro y un silbido ascendente. Una melodía aguda emanó de mis
labios. El aliento que se me escapó rozó a Al, que estaba justo delante de
mí.
En los cielos del castillo de la condesa se libraba una batalla como

las de la era de los dioses. La lámina azul sin nubes permitía una visión
sin obstáculos del monstruoso duelo.
A la sombra del patio, Rosa se quedó boquiabierta mirando hacia
arriba. Kai Lekius le había dicho que huyera lo más lejos posible, pero,
ella no se atrevía. Sus instintos de caballero, o, mejor dicho, de guerrera,
le decían que, si se perdía esta batalla, si no la grababa a fuego en su
memoria, se arrepentiría para siempre.
“Pero, ¿Cuál de ellos lleva las de ganar?”, se preguntó en voz alta.
Una batalla entre un vampiro Sangre Verdadera y un Campeón
Eterno era algo tan alejado de la sensación de normalidad de Rosa que ni
siquiera estaba segura de lo que estaba sucediendo. Había estado
hablando consigo misma sin esperar respuesta, pero ésta llegó de todos
modos.
“El mago más grande de la historia, Kai Lekius, y el guerrero más
grande de la historia, Al Shion. Hace trescientos años, se debatió mucho
sobre quién ganaría si ambos se enfrentaran en batalla”.

Con un fuerte batir de alas, un pegaso aterrizó en el patio. Sobre el

lomo de la criatura había una silla de montar en la que se sentaban
Lelesha y Jenni. El primer vuelo aéreo de la elfa debió de aterrorizarla,
pues temblaba y se aferraba a la espalda de Lelesha como una niña.
“Al final, la conclusión predominante era sumamente obvia: si las
circunstancias eran favorables a un guerrero, entonces el guerrero
ganaría, y si las circunstancias eran favorables a un mago, entonces el
mago ganaría. Y nadie es mejor que mi Señor para crear circunstancias
favorables para sí mismo”.
“¿Así que estas son circunstancias favorables para él ahora? ¿O
está cambiando las cosas a su favor?”, preguntó Rosa.
Durante esta discusión, Kai Lekius sufrió un corte en el brazo
izquierdo. Pensando que su brazo izquierdo volvería pronto a la
normalidad, las tres mujeres no se preocuparon. Sin embargo, eso no
sucedió. Rosa y Jenni comenzaron a gritar.
“¡Oh no, Su Majestad!”.
“¿¡Qué está haciendo!?”.
Sólo Lelesha mantuvo un semblante sereno. “No debería necesitar
decirles que está más claro que el agua que mi Señor tiene ventaja”, dijo.
Rosa no daba crédito a lo que oía. “¡Tienes que estar bromeando!
¿¡Qué tiene esto de favorable!?”.
Dicen que el amor es ciego, pero quizás “la lealtad es ciega” sería
más apropiado para Lelesha. Una mirada al cielo confirmaría que el
vampiro se había visto obligado a ir totalmente a la defensiva después
de que le cortaran el brazo. Podrías disfrazarlo y decir que estaba
surcando los cielos heroicamente, pero, en realidad, lo único que estaba
haciendo era evadir al Campeón Eterno.
“¿Llamarías a esto favorable?”, remarcó Jenni.
Lelesha respondió sin dudas ni reservas. “A grandes rasgos, la
magia es más poderosa que las artes marciales, pero, requiere tiempo
para prepararse. Por lo tanto, en una batalla entre un guerrero y un
mago, ganar tiempo es un paso necesario”.

“Ya lo sé, Lelesha. A diferencia de esta bárbara pelirroja, conozco

los fundamentos de la magia”.
“¿¡Intentas buscar pelea conmigo, Jenni!?”.
Jenni ignoró las protestas de Rosa y continuó interrogando a
Lelesha. “Sin embargo, ¿De verdad está ganando tiempo? ¿No lo están
arrinconando?”.
“Vaya, parece que estás bajo una suposición bastante equivocada.
De hecho, aplaudiría a mi Señor por tan excelente trabajo”.
“¿¡Cómo puedes decir eso!?”, gritó Rosa.
“No es algo que se pueda entender usando los ojos”.
Antes de que Lelesha pudiera explicar más, hubo un desarrollo en
la batalla de arriba. Kai Lekius ya no pudo evadir al Campeón Eterno y
fue cortado en dos por un tajo horizontal que comenzó en su hombro y
bajó hasta su flanco.
Rosa gritó y Jenni chilló, pero Lelesha no parecía preocupada en lo
absoluto. Después de un rato, Rosa y Jenni llegaron a comprender la
actitud inescrutable de Lelesha.
El cuerpo bisecado de Kai Lekius se dispersó como una nube de
niebla.
“¿Eh?”.
“¿Q-Qué acaba de pasar?”.
“Es sencillo. Eso no era el cuerpo de mi Señor, sino una simple
ilusión”, respondió Lelesha con calma.
Era Folomenia, un hechizo del noveno peldaño de la rama ilusoria
de la magia.
“¿Q-Quieres decir que no era Kai Lekius el que volaba por ahí
arriba, sino una simple proyección?”.
“Efectivamente. Gracias por ser tan rápida en comprender, Dama
Rosa”.

“¿Pero, funcionará de verdad?”, preguntó Jenni. “Puedo entender

que nos hayan engañado, pero ¿Un truco así engañaría a un Campeón
Eterno?”.
“Como dices, una simple ilusión habría sido vista en un instante,
pero, un hechizo del noveno peldaño es un asunto completamente
diferente”, explicó Lelesha con orgullo. “Sin embargo, para utilizar
plenamente la Folomenia, uno necesita tanto utilizar el silbido ascendente
como dejar que su aliento toque al objetivo. Esto es extraordinariamente
difícil de conseguir en un guerrero como Al, pero, este era el objetivo del
plan de mi Señor”.
Lelesha hizo una pausa antes de continuar. “Primero, llamó la
atención sobre sus brazos utilizando Gradsaralos, un hechizo avanzado.
A continuación, utilizó su brazo izquierdo como cebo y dejó que su
hermano lo cortara en dos, logrando aprovechar este breve período para
realizar un silbido ascendente. Ya he explicado antes que mi Señor es
insuperable a la hora de crear circunstancias favorables para sí mismo,
¿No es así? Cada movimiento que hizo fue calculado”.
“Entonces, ¿Dónde está el verdadero Kai Lekius?”. Preguntó Rosa.
Antes de que Lelesha pudiera responder, Jenni señaló una mancha
en los cielos distantes. “¡Yo lo veo! ¡Allí, Dama Rosa!”.
Mientras el Campeón Eterno había perseguido y lidiado con la
ilusión, Kai Lekius había flotado a una altitud mucho mayor mientras
recitaba un largo conjuro.
“Gracias a esa ilusión, a mi Señor se le concedió tiempo de sobra”,
dijo Lelesha, sonriendo fríamente mientras veía volar a la deidad
guardiana. Kai Lekius continuó con el largo encantamiento.
De repente, se produjo un cambio en los cielos: el refrescante cielo
azul empezó a cambiar lentamente de color. El azul dio paso a un negro
cada vez más oscuro. Pronto, parecía un cielo nocturno desprovisto de
estrellas.
Esto era obra de Kai Lekius. Esta era la obra de aquel que
gobernaba la noche eterna.

“¿De qué rama de la magia es ese hechizo, Lelesha?”, preguntó

Jenni.
Lelesha respondió no sólo sin problemas, sino con verdadero
regocijo. “El vigésimo cuarto”, dijo.
Kai Lekius realizó entonces el rito final para lanzar su hechizo
consumado. Mientras tanto, Rosa notó por primera vez que él sostenía
algo en la mano derecha. Era la parte amputada de su brazo izquierdo.
Como si lo estuviera ofreciendo, Kai Lekius levantó el brazo cortado
hacia el cielo oscuro.
“Un rito que implica un largo conjuro y el sacrificio de parte del
propio cuerpo. Un hechizo del vigésimo cuarto peldaño no pediría
menos”.
“Entonces, ¿Significa eso que dejar que le cortaran el brazo
formaba parte de su plan desde el principio?”. Preguntó Jenni.
“Cada movimiento que hizo estaba calculado”, proclamó Lelesha
con orgullo.
Rosa y Jenni se quedaron sin palabras. Ambas observaban con la
respiración contenida a la espera de ver de qué era capaz un hechizo del
vigésimo cuarto peldaño.
Yo, Kai Lekius, continué solemnemente mi conjuro.

“Furasank fiatetora, zezek, susek, suswis…”.
Presentaba una retahíla de sílabas sin sentido difíciles de recordar.
“Unyedan toltresswin kohein piachi devet…”.
Eran las palabras casi ininteligibles de una lengua secreta de un
mundo más allá del nuestro.

“Otesetvo simitin dovahjin dechiahn…”.

Había entrado en un estado medio meditativo y recitaba las
palabras casi automáticamente.
“Sheftde suetfem, pentasay dujilion…”.
Sólo alcanzando un grado de maestría se podía completar un
hechizo del vigésimo cuarto peldaño. Así era la magia consumada, la
magia para matar dioses.
Para terminar, ofrecí mi antebrazo amputado como sacrificio. Lo
arrojé ligeramente sobre mi cabeza, y fue absorbido por el vacío que
cubría el cielo. Así es: el vacío. Desde el suelo, lo más probable es que
pareciera un cielo nocturno sin estrellas, pero quien pensara eso se
equivocaría. Era un portal que tendía un puente entre nuestro mundo y
otro. El inmenso objeto negro que podía confundirse con el cielo era tan
grande que no podía describirse con palabras. Desde él, invoqué a una
criatura del otro lado.
La mejor manera de describir al ser sería llamarlo una cadena
aleatoria de números. Como copos de nieve que descienden de un cielo
gris, una bruma de números cayó del vacío. Eran seres que procedían de
un mundo dictado por una física diferente y habitado por seres y
materia totalmente distintos a los nuestros. Los de nuestro mundo
éramos fundamentalmente incapaces de percibir correctamente la visión
de estas formas de vida de otro mundo. Por eso, nuestras mentes
convertían sus formas en otras que pudiéramos reconocer: cadenas de
números.
Los números que caían empezaron a ganar velocidad y a formar
corrientes, o quizá “tentáculos” sería una comparación más exacta. Los
apéndices numéricos se rozaban entre sí mientras se dirigían
simultáneamente hacia Al.
Naturalmente, se resistió. Blandió su Espada Sagrada, pero no le
sirvió de nada. Podría compararse con cortar el agua; hasta un niño
puede hacerlo, y con una espada roma, nada menos, pero ¿Con qué fin?
Golpear los números no era diferente. Incluso un espadachín como Al

con una espada como Kainis no tenía medios para combatirlo. Todo lo
que podía hacer era ahogarse en el torrente. Nadie de nuestro mundo,
por grande que fuera, podía esperar resistirse a un Gran Antiguo.
Ahogándose en las profundidades de los números, Al se vio
arrastrado hacia el cielo negro como el carbón. Luchando
desesperadamente, fue tragado por el vacío. Observé con apatía cómo
las aberraciones del otro lado hacían presa de él. Si no hubiera hecho un
esfuerzo concentrado por reprimir mis emociones, me habría vuelto loco
de rabia y desesperación.
Al,
Mi querido hermano,
Mi más preciado amigo,
El hombre al que encontré digno de confiarle todo,
Puede que ya no seas el Al que una vez conocí. Han jugado con tu alma;
te han deificado como guardián de la nación; tu humanidad te ha abandonado; te
has convertido en una divinidad servil, y, sin embargo…
Y, sin embargo, te pido que me perdones.
Y me despido de ti.
No aparté los ojos de Al hasta que desapareció por completo de mi

vista. El vacío se desvaneció, y el cielo azul volvió como si nunca se
hubiera ido. Mientras tanto, tenía la mano derecha cerrada en un puño
tan apretado que las uñas se me clavaban en la palma.

Usando Saiku, volví al suelo, donde Lelesha corrió a saludarme.

Tras ella iba no sólo Jenni, sino también Rosa.
“¡Excelente trabajo, Su Majestad!”, dijo Jenni.
“Un espléndido despliegue de magia, justo lo que esperaba de
usted, mi Señor”, añadió Lelesha.
Las dos se abalanzaron sobre mí y casi me abrazaron.
Esperen, esperen. Me encantaría devolverles el abrazo, pero ahora mismo
me falta un brazo.
No es que a las dos pareciera importarles. Lelesha tomó la
delantera y se apretó suavemente contra mi flanco izquierdo. Jenni me
rodeó alegremente por la derecha y se envolvió con mi brazo intacto.
Miré a Rosa, y ella miró hacia otro lado como diciendo que no estaba tan
contenta de verme. Todo el mundo está en su sitio, como debe ser. Todas son
adorables a su manera.
Mientras esos pensamientos pasaban por mi mente, Jenni se volvió
hacia Rosa y la llamó. “Mis condolencias, Dama Rosa. Parece que no
tienes lugar aquí”.
“¡C-Cállate! ¡No necesito un lugar así!”.
“¿Por qué no eres más sincera contigo misma? Llevabas el aspecto
de una tímida doncella después de que Su Majestad te rescatara”.
“¿¡Perdón!? ¿Cuándo viste eso? ¿Y desde dónde?”.
“Después de que Su Majestad te trajera a la superficie. Lo vi desde
el cielo”.
“¿Así que lo viste mientras temblabas en la silla de ese pegaso?”.
“N-No lo digas así”.
Qué atractivo. Son tan vivaces y encantadoras.
Sin embargo, adular a las chicas tendría que esperar, y yo no podía
permanecer hosco para siempre. Había algo de lo que aún tenía que
ocuparme. Me alejé de Lelesha y Jenni y miré rápidamente a mi
alrededor. Mi mirada se posó en la que había estado tendida en el suelo

todo este tiempo: la llamada “Lady” Natalya. Había recuperado su

forma humana, pero sus ropas seguían desgarradas. Medio desnuda, se
inclinó ante mí.
“¡Perdone mi ignorancia, Su Majestad Kai Lekius, el monarca
unificador!”, declaró al notar mi mirada.
No debía de saber magia suficiente para curarse del todo la herida
de la boca; su enunciación era confusa. La condesa de Nastalia ignoró la
sangre que manaba de sus heridas reabiertas y comenzó a gritar.
“Yo, Lady Natalya del condado de Nastalia, estoy profundamente
arrepentida de la presunción de mis actos al oponerme a su persona.
Semejante traición merece la muerte, pero, le ruego, Señor, que muestre
su ejemplar gentileza y me conceda el perdón”.
Sin duda era una forma elocuente de suplicar por la propia vida.
Era la respuesta natural de alguien nacido en la nobleza y el privilegio.
Qué superficial. “¿Cómo te atreves a emplear a mi hermano como deidad
guardiana?”. Le respondí. No dejé claro si la perdonaba o no.
“Ese fue otro acto de presunción e insensatez que lamento
profundamente. Pero, si me permite el atrevimiento, Señor, diría que
estaba haciendo lo que me habían enseñado a hacer en una situación así
y actué medio por reflejo. A los jefes del imperio se nos conceden restos
de Su Majestad Al Shion y se nos enseña a solicitar su ayuda en caso de
que algo amenace la existencia del imperio. Así que, por favor, le ruego
que me perdone”.
“Hmm, ¿Entonces me estás diciendo que todos los nobles y líderes
provinciales y quien sea están en posesión de los restos de Al? Su alma
ha sido encadenada y puede ser usada en batalla”.
“S-Sí. Es como usted dice, Señor”.
“Ya veo”.
Existían más de doscientas provincias en el continente, y poco más
de doscientos huesos formaban un esqueleto humano. Deificar a un
humano como Campeón Eterno requería ritos mágicos a gran escala.

Más o menos lo había visto venir, pero, después de oírlo directamente,

¡Aún me encontraba exasperado!
“Natalya.”
“S-Sí, Señor”.
Hice una señal con los ojos para que Lelesha y los demás se
apartaran y me acerqué a la condesa postrada. Ella levantó la cabeza
emocionada al oír su nombre.
“Le pido que no sea tan duro conmigo”, dijo mientras se levantaba
apresuradamente su larga cabellera.
“Ni una palabra más”, ordené antes de hundir mis colmillos en su
desdichado cuello. Luché contra el asco y aspiré con todas mis fuerzas.
“¿¡Incluso a mí se me podría conceder semejante placer!?”, gritó la
condesa.
Como si yo fuera a hacer tal cosa, tonta. Los vampiros pueden convertir a
otros seres en vampiros. Una forma es que un Noble o una variedad superior
ofrezca su sangre. La otra forma es que el vampiro beba la sangre de una
persona hasta la última gota. Esta última, sin embargo, transforma a la víctima
en un Menor: una marioneta despojada de su identidad. ¡Este es el destino que
se merece una desgraciada como tú, Natalya!
La condesa pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo.
“¡P-Por favor, deténgase, Señor! Tenga piedad. Se lo ruego, ¡Tenga
piedad! Al menos concédame el honor de una muerte normal”.
Luchó tanto como pudo, pero una lamia no podía resistir la fuerza
de un Sangre Verdadera.
Puedes arrepentirte durante los próximos siglos que pases como
marioneta. ¡Quizás entonces llegues a comprender lo que se siente el tener
profanada la santidad de tu alma!
Cuando terminé con aquella burla, me dirigí a mi compañera de

siempre.
“¿La has oído, Lelesha?”.

“Sí, mi Señor. Los individuos en posesión de los restos de su

hermano abundan por todo el imperio, y esto es algo que no podemos
permitir”.
“Parece que hemos encontrado otra razón para aplastar este
imperio”.
“Y yo lo acompañaré, mi Señor”, dijo Lelesha inclinando la cabeza.
“¡Yo… yo también me esforzaré por servirle en todo lo que
pueda!”. Añadió Jenni con entusiasmo.
Las dos se giraron entonces hacia Rosa, que estaba de pie sin hacer
nada.
“¿Qué vas a hacer, Rosa?”, pregunté.
“He tomado mi decisión, aunque haya sido de improviso. Ahora
me pregunto si tal vez me precipité”, respondió.
Supuse que se refería al pacto que había hecho conmigo. Lelesha y
Jenni parecían haberse dado cuenta ya de que Rosa se había convertido
en vampiro; una mirada a su maná era todo lo que necesitaban las de su
inteligencia.
“Oh, Rosa, no sabes cuándo rendirte”, comentó Lelesha.
“Eres una caballero expulsada de la capital, una caballero que ha
sido traicionada por aquella en quien confiaba”, dijo Jenni. “No queda
lugar para ti en el imperio”.
“¡Lo sé! No es que conserve ningún afecto por el imperio o su
nobleza”. Rosa ponía cara de valiente, pero sus ojos vacilaban de
incertidumbre. Se giró hacia mí. “Me he enfrentado a ti como enemiga
varias veces. ¿Me perdonarás y me aceptarás?”, preguntó.
“Lo haré. Como ya he dicho, me has caído muy bien”.
Si no lo hubiera hecho, ¿Te habría dado mi sangre? Me pareció curioso
que a estas alturas siguiera haciéndome esa pregunta, pero, supuse que
algunas cosas debían expresarse con palabras.

Extendí los brazos en señal de aceptación. En efecto, ambos brazos;

el izquierdo había sanado por fin. Al drenar la sangre de la condesa,
había recuperado una cantidad significativa de maná.
Rosa resopló. “¡Vampiros! Son completamente absurdos”.
“Eso te incluye a ti ahora, Caballero de la Noche 44”.
“¡Ahórrame el juego de palabras, Jenni!”.
Rosa me agarró del brazo izquierdo y Jenni me rodeó con el
derecho.
“Bueno, tengo que agradecerte el disgusto de beberme la sangre
rancia de esa mujer”.
Si no me hubiera dejado llevar por la rabia, no habría sido capaz
de bebérmela toda.
“Oh, cielos, tal vez necesite un limpiador de boca, mi Señor”,
comentó Lelesha.
“Por favor, Señor, deléitese con mi sangre”, imploró Jenni.
“Hmm, quizás te tome la palabra”.
“Ya le has oído, Rosa. ¿Te conformas con quedarte sin hacer
nada?”.
“¿Eh? ¿Qué quieres decir?”.
“Ahora que estás con mi Señor, ¿No te molesta que Jenni pueda
robarte toda su atención?”.
“¡Yo… yo no necesito ninguna atención! Soy una caballero. ¡Sólo
vivo por el honor en el campo de batalla!”.
“Vaya, eres tan terca”.
Jenni se acercó más. “La Dama Rosa está muy contenta como está,
Lelesha. Su Majestad puede beber tanta sangre mía como desee, después
de todo”.
44
Svartalheimer/ En inglés es Creature of the Knight (Criatura de los Caballeros) / Creature of the night
(Criatura de la noche), pero, en español el juego no da gracia, así que lo cambie a algo que tenga más sentido
cómico (Imagen).

“¡Nunca dije que no le daría sangre!”, gritó Rosa. “Al menos

puedo ofrecerle un poco a modo de agradecimiento por haberme
rescatado”.
“Eso dices, pero es que no puedes olvidar el placer que sentiste
cuando Su Majestad te chupó la sangre, ¿No es verdad, lasciva?”.
“¿Yo soy la lasciva, Jenni?”.
Lelesha se puso una mano en la frente. “Sus discusiones me
preocupan por nuestro futuro”, dijo.

A mí, en cambio, me hizo bastante gracia y no pude evitar reírme.

Después de haberme enfurecido por el uso del alma de Al por parte de
la condesa, las encantadoras chicas que tenía ante mí habían calmado mi
rígida expresión.
“Bueno, entonces, si me lo permiten…”. Atraje tanto a Rosa como a
Jenni y me turné para hundir mis colmillos en sus cuellos.

En las afueras de la capital de la provincia de Arulka, en la región de

Dagrakan, el vasto ejército comandado por el marqués Mornsbern
libraba una batalla decisiva. El enemigo era el ejército rebelde de Kai
Lekius, también conocido como el “Ejército de la Noche”.
En los confines más occidentales del imperio, la provincia de
Arkus, había comenzado un levantamiento armado que se extendió
como la pólvora. En un instante, toda la región de Vestoath había sido
consumida. Empezando por la condesa de Nastalia, los principales
nobles de la región, como el marqués Weils, gobernador de Vestoath, se
habían convertido en siervos del vampiro que lideraba el ejército
rebelde.
Desde su concepción, el imperio no se había enfrentado a una
calamidad semejante. Para empeorar las cosas, el ejército rebelde había
comenzado a invadir la región vecina de Dagrakan tras tomar Vestoath.
El propio emperador Kalis había concedido a la Casa de Mornsbern
estas tierras y el mandato de gobernarlas bien. Era deber del marqués no
sólo defender su tierra, sino eliminar a estos rebeldes.
El marqués no había perdido tiempo en convocar a los jefes de las
siete provincias que gobernaba y movilizar un gran ejército, pero, ni
siquiera esto era una fuerza lo suficientemente grande.
“¡Esas cosas! ¿¡Qué son esas cosas!?”.
Desde las líneas de retaguardia de su ejército, Lord Mornsbern
gritaba presa del pánico. Desde su puesto de mando en lo alto de la
colina, tenía una visión clara de todo el campo de batalla. Las figuras de
los monstruos empleados por el ejército rebelde no eran fáciles de
ignorar.
Había, por ejemplo, un gigante sin rostro del que salían rayos de
las manos, y un dragón de acero que escupía aliento de fuego. También

había un pájaro de cuatro alas que formaba tornados con sus alas, y una
monstruosidad que parecía un pantano en movimiento. Todos y cada
uno de ellos tenían una fuerza comparable a la de un pequeño ejército
de soldados normales. Ni siquiera la fuerza de mil hombres era
suficiente para enfrentarse a estos seres. Ellos cuatro solos bastaban para
pisotear a los cien mil hombres movilizados por el marqués. ¡Y pensar
que el ejército rebelde era de apenas veinte mil soldados!
El conde Bellocchia, consejero militar, informó. “Según la
Academia Arcana Imperial, esos gólems militares fueron llamados con
frecuencia durante la época de las luchas, hace trescientos años”.
“¡Eso no me ayuda!”. Gritó Lord Mornsbern. “¡Nuestras fuerzas
están indefensas ante unos pocos gólems!”.
Mientras hablaban, los cuatro gólems arrasaron hacia el pie de la
colina del marqués y empezaron a prender fuego a sus soldados. El
gigantesco infierno iluminó el cielo nocturno.
De hecho, esta batalla tenía lugar durante la noche. El ejército
rebelde sólo atacaba cuando se ponía el sol, de ahí el nombre de “Ejército
de la Noche”. Sin embargo, había una razón práctica para esta tendencia.
Un corredor voló al centro de mando y casi gritó su informe.
“¡Desde el flanco derecho del enemigo! ¡Un pelotón de vampiros se
aproxima!”.
El comandante, que se hacía llamar Kai Lekius, empleaba un
pelotón formado por cientos de vampiros Menores. Debido a que la
exposición prolongada al sol convertiría a los Menores en cenizas, las
fuerzas rebeldes no participaban en operaciones militares durante el día.
Los vampiros Menores drenaban la sangre de sus enemigos y
creaban nuevos vampiros Menores. Cuando eso ocurría, todo terminaba
para los enemigos del Ejército de la Noche. Estos Menores olvidarían la
deuda y la lealtad que debían al imperio y se convertirían en marionetas
de Kai Lekius. Esto es lo que les había ocurrido a la condesa Nastalia y al
marqués Weils junto con el resto de nobles de Vestoath.

Ser derrotado aquí por las fuerzas rebeldes significaría que Lord
Mornsbern correría la misma suerte. Él no lo aceptaría. Prefería morir.
Esta era una batalla que no podía permitirse perder.
“¡Que los arcanistas los retengan! ¿Para qué creen que están
alimentados y pagados? ¡Aquí, pueden pagar sus deudas con sus
vidas!”.
El conde Bellocchia tomó la palabra. “S-Sí, Su Señoría, pero-”.
“¿¡Pero qué!? ¡Adelante!”.
El conde señaló al cielo nocturno. “¡Perdóneme por no haber
hablado antes, mi Señor! ¡Las valquirias enemigas se acercan!”.
Lord Mornsbern miró hacia arriba y vio seis contornos blancos
contra el cielo negro. Los marcados contornos se debían al maná
brillante de los brazos que portaba un escuadrón de jinetes de pegaso.
Las seis jinetes eran jóvenes atractivas y las favoritas del comandante
enemigo. Las jinetes de pegaso enemigas, conocidas como valquirias, se
anunciaron una vez a su alcance.
“¡Prepárense para probar el poder de Rosa, la caballero más
destacada del Ejército de la Noche!”.
“¡Qué absurdo! ¡La mejor caballero de Su Majestad sería yo,
Jenni!”.
“¡No se dejen engañar! El título de la caballero más poderosa y
más querida de Su Majestad me pertenece a mí, ¡Maria Kults!”.
Las jinetes descendieron rápidamente y aniquilaron las fuerzas del
marqués. ¡Y pensar que ya habían estado bastante indefensos contra los
gólems y los vampiros!
Lord Mornsbern se volteó hacia uno de sus confidentes. “Si hemos
llegado a esto, parece que no tenemos más remedio que solicitar la
ayuda del Campeón Eterno”.
El confidente le ofreció un objeto envuelto en un paño de seda.
Dentro de la tela había un hueso, un fémur grande de la pierna derecha
de un humano.

“Entrégalo”, ordenó Lord Mornsbern. Se lo arrebató al confidente.

Al mismo tiempo, el canto de una mujer resonó en la noche.
“Kai Lekius viene a por ti… Kai Lekius viene a por ti…”.
“¿Q-Quién está allí?”.
La voz ignoró la pregunta del marqués y continuó cantando.
“¡Kai Lekius viene a hacerlos comida!”.
La dueña de la voz era una mujer de espantosa belleza. Caminaba
impunemente entre las filas compuestas por las mejores tropas del
marqués. Ninguno de sus leales hombres intentó detenerla. De hecho,
todos permanecieron inmóviles como si estuvieran atados por una
fuerza invisible. La mujer continuó cantando en medio de la extraña
escena.
“¿Hay algún noble malo por aquí? ¿Hay algún soldado o
funcionario escondido tras ellos? Kai Lekius viene a hacerlos comida;
¡Viene a convertirlos en comida a todos!”.
“¡Qué descortesía! ¡Identifícate, bruja arrogante!”.
“Vaya, ¿Soy yo la descortés?”.
“¿¡Qué!?”.
“Inclínate. Estás ante mi Señor”.
Mientras hablaba, un enjambre negro surgió de su sombra. Era un
enjambre de innumerables murciélagos. Los murciélagos se unieron y se
fundieron, tomando la forma de un ser humano. El rey de los vampiros
había hecho su aparición.
“Es tu elección: entregar el hueso de Al y ser privilegiado con una
muerte ordinaria, o incitar mi ira y caminar por la senda de un vampiro
Menor. Elige… ¿Cuál será?”.

Es un placer conocerlos a todos. Me llamo Matsue Fukuyama.

Cuando era pequeño, encontré Crónicas de la guerra de Lodoss 45 en
la biblioteca de mi colegio y quedé cautivado por un personaje llamado
Wagnard 46. Había quedado hechizado por la magia y, para estudiarla al
máximo, se convirtió en un ser inmortal. Me pareció terriblemente
genial, y los motivos que le rodeaban se grabaron para siempre en mi
corazón.
Me puse manos a la obra e intenté escribir una obra en la que
metiera sin pudor todos los motivos geniales que pudiera. Este fue el
comienzo de La Mayor Aventura Del Mago Más Grande. Cuando terminé y
presenté la obra, recibí un premio de plata en la primera edición de los
Drecom Media Awards, y la obra se publicó.
Ganar algún tipo de premio de novela ligera había sido mi sueño
desde niño, y ahora soy el destinatario de un nuevo premio. Creo que
nunca olvidaré la alegría que sentí cuando me informaron de que iba a
recibir el premio.
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a
cada uno de los jueces. Del mismo modo, quiero agradecer
profundamente a dos personas su ayuda en la publicación de este libro:
Kohara, mi editora, que me guio mientras reescribía el guion, y
45
Record of Lodoss War (ロードス島戦記 Lodoss tō Senki?, lit. Crónicas de la guerra de Lodoss) es una
franquicia de ficción de las novelas de fantasía escritas por Ryō Mizuno, basadas en el trabajo que creó
originalmente para un sistema de juego de rol llamado Sword World. Ha habido múltiples mangas, animes y
videojuegos, muchos de ellos traducidos al inglés y al español. Los argumentos generalmente siguen las
convenciones y estructuras de los juegos de rol del mismo estilo que Dungeons & Dragons, basándose en un
equipo de varios personajes con distintas aptitudes que llevan a cabo una misión específica (Imagen).
46
Wagnard, en el manga traducido como Vagnado, es un poderoso mago de la magia oscura, a menudo
conocido como el “mago oscuro”. Es el villano principal de la sexta y séptima novelas, El Caballero Sagrado de
Lodoss I y El Caballero Sagrado de Lodoss II. También aparece como villano tanto en las adaptaciones de anime
como en el manga Crónicas del Caballero Heroico (Imagen).

Genyaky, cuyas ilustraciones y atmosférica portada dieron forma a Kai

Lekius y al resto del impresionante reparto.
Pero más que a nadie, me gustaría darles las gracias sinceramente
a todos los lectores que se han hecho con este libro. Espero que todos
hayan podido disfrutar de la exuberancia de elementos geniales que he
metido sin pudor en su interior. Nada me haría más feliz que saber que
se sintieron identificados con mis intenciones. Espero volver a
encontrarme con todos ustedes en el próximo volumen.
Matsue Fukuyama

Belerofonte fue un héroe de la mitología griega de las cuales, sus

más grandes hazañas fue liquidar a la Quimera y domar al caballo alado
Pegaso. Él era el hijo del rey Glauco de Corinto y de Eurímede, aunque
en otras tradiciones sus padres fueron Poseidón y Eurínome.
Cuando accidentalmente asesinó a un hombre (en algunas
versiones sería Belero y de ahí su nombre que significa “Matador de
Belero”, un tirano de Corinto, pero, en otras, se decía que era su
Hermano), Belefonte se encaminó a Tirinto. Cuando el gobernante de
aquella ciudad Petro lo recibió, hizo que purifiquen al héroe limpiándolo
así de su culpa. Según Estenebea, la Esposa de Petro, Antea estaba
enamorada del héroe, pero no fue correspondida por él.

La mujer decidió quejarse con su marido diciendo que Belerofonte

estaba tratando de seducirla. Petro indignado, envió a Belerofonte a la
corte del padre de Antea (Yóbates, Rey de Licia) para que le entregue un
sobre sellado. En aquella carta, había instrucciones para que se deshagan
de Belerofonte; sin embargo, las reglas de la hospitalidad impedían
matar a los forasteros con los que se había compartido la mesa.
Yóbates decidió no infringir las reglas, así que para cumplir en
parte el encargo, mandó a Belerofonte a que liquide a la Quimera que
era un terrible monstruo mitológico que lanzaba fuego a través de sus
tres cabezas (una de león, otra de un macho cabrío que estaba en el
lomo, y la tercera estaba en la cola que tenía forma de una cabeza de
dragón). Esta bestia debía ser liquidada ya que acechaba los fértiles
campos y devoraba el ganado a su antojo. Yóbates estaba seguro que
esta tarea le sería imposible a Belerofonte y así, perecería sin mancharse
las manos.
Atenea viendo el gran dilema al cual se enfrentaba Belerofonte,
decidió ayudarlo, así que le entregó una brida de oro con la que podría
domar a Pegaso que estaba en la fuente de Pirene. Pegaso sería una gran
ayuda para el héroe, ya que, gracias a su gran velocidad y astucia, su
victoria sería más certera.
Domado ya Pegaso, Belerofonte se dirigió al recinto de la Quimera,
y volando sobre ésta, empezó a lanzarle flechas. Cuando la bestia abrió
su boca, le introdujo la punta de su lanza, y al querer la bestia usar su
aliento de fuego, se fundió la punta de plomo que se escurrió por su
garganta quemando sus órganos vitales. Así, Belerofonte logró
derrotarla.
Yóbates al saber la victoria del Héroe, decidió enviarlo a combatir
a los sólimos (un pueblo vecino el cual siempre invadía la región para
cometer vandalismo). Belerofonte los combatió tenazmente y así, pudo
detenerlos y jamás volvieron a cometer maldades a la ciudad de Licia.
Yóbates nuevamente dio otra misión al héroe, pero esta vez contra las
Amazonas, pero él nuevamente salió victorioso. Cuando estaba por

regresar Belerofonte, Yóbates le tendió una emboscada con un grupo de

sus mejores guerreros, sin embargo, el héroe nuevamente triunfó.
Yóbates se dio cuenta que Belerofonte estaba protegido por los
dioses, así que decidió contarle la verdad y mostró la carta enviada a él
de Petro. Para que Belerofonte crea que todo lo que decía era verdad,
concedió la mano de su hija Filónoe (o Antlicia) y lo asoció a su trono.
Cuando Yóbates murió, Belerofonte se convirtió en el Rey de Licia. Él
tuvo tres hijos: Isandro, Hipóloco y su hija Laodamia.
Se dice que Belerofonte fue odiado por los Dioses debido a su
orgullo que invadió su alma. En un momento, el Héroe quiso comprobar
la existencia de los dioses, así que montó a Pegaso y se encaminó hacia el
Olimpo. Cuando estuvo muy cerca y a gran altura, Zeus molesto por su
atrevimiento, clavó un aguijón en Pegaso logrando enfurecerlo.
Belerofonte no pudo calmar a Pegaso de modo que perdió el equilibrio y
cayó hacia el vacío donde pereció.
Muchos comentan que, tras esto, Pegaso continuó su rumbo hasta
que se convirtió en la constelación que lleva su nombre. Hay tradiciones
que aseguran, que Belerofonte sobrevivió a la caída, pero a un costo muy
alto donde quedó ciego, cojo y terminó vagando por la llanura de Aleya.

La mayor aventura del mago más

grande: Desperté de un letargo de 300
años a un mundo decepcionante
Volumen 1
Autor: Matsue Fukuyama

Ilustrador: Genyaky
Traducción al inglés: Grant Uren | J-

Novel Club LLC
Traducción/Corrección/Maquetado:
Svartalheimer
Edición de imágenes: Svartalheimer y

Danns (Legends no Fansub)
Patrocinio: Ilusion Shuri Novels

(Svartalheimer, LNF & ISN) La Mayor Aventura Del Mago Más Grande. Desperté de Un Letargo de 300 Años A Un Mundo Decepcionante

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La mayor aventura del mago más grande: Desperté de un letargo de 300 años a un mundo decepcionante

La mayor aventura del mago más grande:

Autor: Matsue Fukuyama

Traducción al inglés: Grant Uren | J-Novel

Edición de imágenes: Svartalheimer y Danns

Patrocinio: Ilusion Shuri Novels

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Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 4

Capítulo uno: Renacimiento ...................................... 15

Capítulo dos: Rosa, la caballero imperial ................. 56

Capítulo tres: Volver a dominar el mundo ............... 113

Capítulo cuatro: El vínculo de los trescientos años 142

Capítulo cinco: El que gobierna la noche eterna..... 173

Epílogo .................................................................... 217

Palabras del autor .................................................. 221

Material agregado por el traductor ........................223

Anexo I. Belerofonte .............................................223

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No hay nada en la existencia tan dañino como un rey que ha perdido

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“¡Hermanooo!”, gritó Al, poniéndose en pie. Era un grito

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merced”. Respondí con una sonrisa mientras la sangre manaba de mi

Había derramado la sangre de demasiados soldados y civiles para

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Así lo había querido. Me ensuciaría las manos con todo lo que

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El mundo trescientos años después

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“Sentí su despertar y vine de inmediato. Mi Señor 7, permita que

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Mi aspecto actual fue lo que me causó sorpresa. El reflejo que vi en

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“Exactamente cien mil días, mi Señor”.

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Su abrazo se estrechó tanto que empezó a doler. Podía sentir sus

Después de abrazar brevemente a Lelesha, empecé a sentir una

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 21

Renacer como un Sangre Verdadera llevó una cantidad

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Lelesha se inclinó cortésmente y se retiró brevemente, dejándome

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 23

su piel se volvería de un blanco translúcido. Llevaba un uniforme de

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 24

“La señorita Lelesha me dio mucho de comer cuando me moría de

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 25

La ignoré, saboreando la sangre de Mil, y me encontré gimiendo,

Después de la comida, me senté en el sofá y me sumí en un leve

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“¿Cómo está Mil?”.

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 27

interpretado el papel de un tonto con corona y me había pasado los días

Con Lelesha a mi lado, salí de la cueva que albergaba el Palacio

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 28

Un vampiro de la variedad Menor o Normal, sin embargo,

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 29

“El sentido de la escala de su cuerpo requiere la libertad de todo

Y así me encontré caminando por la calle principal de Breah, del

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 30

“Una necesidad para un pueblo pequeño. Si me ganara una mala

Svartalheimer, Legends no Fansub & Ilusion Shuri Novels p. 31