Diego Schalper Sepúlveda
Preámbulo
Cuando me propuse escribir este docu-
mento, lo hice motivado por varios amigos
que me alentaban a compartir ideas y reflex-
iones sobre el momento político que vive
Chile.
He tenido la posibilidad de ser un obser-
vador cercano de los últimos acontecimien-
tos sociales, siendo parlamentario cuando
explotó la crisis de octubre de 2019; secretar-
io general de Renovación Nacional –uno de
los principales partidos de Chile– durante la
campaña que llevó al monumental triunfo
del rechazo a la refundación constitucional
en el plebiscito del año 2022; y activo colab-
orador en el “Acuerdo por Chile”, que intentó
darle un cauce razonable y moderado a la
cuestión constitucional a fines del mismo
año. Han sido tiempos muy intensos, donde
hemos transitado entre las posturas más
antagónicas, con un desenlace que está lejos
de ser concluyente y esperanzador.
En ese contexto, vale la pena reflexionar
sobre cuáles son los diagnósticos, las ideas y
las acciones que debiésemos emprender
para contribuir a que Chile sea un mejor
lugar para vivir. Confieso que la experiencia
de la pandemia me ha hecho meditar mucho
sobre el accionar médico y como éste se
extrapola a los asuntos sociales. Es indis-
pensable que conozcamos lo mejor que
podamos las patologías que aquejan a Chile,
en lo profundo y en lo programático, pues
solamente así estaremos en condiciones de
explorar vías de solución. Ningún tratamien-
to se hace sin conocer al paciente, sin recetas
meditadas y sin rigor ni dedicación. Nuestra
política –salvo valiosas excepciones– se ha
tornado muy inmediatista, superficial y efec-
tista, y eso al final lo resienten los más pobres
y la clase media. Falta espacio para debatir
con argumentos, para convencer, para ser
convencido, para articular bienes comunes.
En ese marco, nos tocó vivir el triste e
inusitado fallecimiento del expresidente
Sebastián Piñera, quien ha sido sin discusión
el líder político más incidente de la centro-
derecha en los últimos decenios. Un modesto
homenaje a su servicio a Chile es intentar
aportar con este texto al empeño de constru-
ir un proyecto político de futuro, donde pre-
tendo repasar las ideas que han movido a la 
centroderecha, para luego intentar proponer
algunos principios, valores y accione s
decara a construir una mayoría política,
social y cultural contundente. Pienso que es
indispensable hacerlo con rigor y profundi-
dad, mirando el malestar social que sigue
aquejando a Chile.
Solo seremos exitosos si tenemos ideas,
diagnósticos y proyectos políticos conocidos,
compartidos y cohesionados. Sin ideas, la
acción política es puro activismo superficial.
Sin diagnósticos, la acción política es pura
repetición de consigna y ausencia de com-
promiso social real. Solo conociendo los
dolores se puede contribuir a aminorarlos. Y
sin proyectos políticos, la acción política es
pura lamentación o peor aún, ensimisma-
miento complaciente e indolente. Se presen-
ta una propicia oportunidad para ofrecerle a
Chile un proyecto con raíces en la derecha,
capaz de enfrentar al malestar social con
pretensión de construir una mayoría políti-
ca, social y cultural que les devuelva la esper-
anza a los chilenos. Esa tarea debemos acom-
eter.
Santiago de Chile, marzo de 2024.
 Proyecto político
Raíces, malestar social y vocación de mayoría

En los apartados que siguen desarrollare-

mos los elementos que creemos deben
formar parte del proyecto político que le
ofrezcamos al país.
En el primer apartado nos referiremos a los
aspectos teóricos: los principios e ideales que
debiesen inspirar a este proyecto político.
En el segundo apartado haremos una
 reflexión sobre el malestar social que aqueja
a Chile, como punto de partida de búsqueda
de soluciones.
Y finalmente, en el tercer apartado nos
referiremos a los aspectos prácticos: los con-
tenidos, estilos, tonos y comportamientos
que debiesen configurar un proyecto político
con vocación de mayoría.
A modo de resumen, diremos que nuestro
proyecto político debe tener raíces en la
derecha y, simultáneamente, responder al
malestar social que afecta a Chile con una
propuesta con vocación de mayoría política,
social y cultural.
Raíces en la derecha
Aspectos teóricos y de principios.
Revisión de las declaraciones de principios.1
Mucho se habla sobre ser de derecha,
centroderecha o derecha “con apellidos”.
Así, se construyen distinciones, fronteras,
diferencias y una especie de competencia
por cuál sería la expresión más pertinente
para domiciliarse y/o distinguirse. Surge
así una pregunta obvia: ¿hay algún
parámetro que nos permita definir el “ser
de derecha”?
Entre las múltiples alternativas posibles,
quizá valdría la pena revisar las declara-
ciones de principios de las expresiones
locales y extranjeras que se domicilian en
la derecha.2 Porque este asunto, lejos de
ser algo puramente teórico, debe
abordarse en la manera en cómo distintos
colectivos han intentado materializar
principios abstractos a realidades con-
cretas. De eso se trata la política.
Hemos revisado para estos efectos las
declaraciones de principios de Reno-
1
Aprovecho de agradecer a Santiago Acosta, quien ha
colaborado activamente en la recopilación de los
antecedentes de este esfuerzo.
Existe también una discusión teórica sobre qué significa
2
ser de derecha y de izquierda, y cuáles serían las
distinciones de cada una de estas familias políticas, así
como su contexto en el Chile de las últimas décadas. El
esfuerzo de este texto es de acción práctica concreta, por
lo que si bien se inspira en la lectura de estos textos, se
refiere a una perspectiva de análisis distinto. Si hubiese
interés en eso, se sugiere: Bobbio, Norberto: Derecha e
Izquierda (Taurus, 2014); Titelman, Noam: La Nueva Izquierda
(Planeta Chilena, 2023); Lilla, Mark, El Regreso Liberal: más
allá de la política de las identidades (Penguin Random,
2018); Mansuy, Daniel: Nos fuimos quedando en silencio: la
agonía del Chile de la transición (IES, 2016); Stewart, Cristián
/ Correa, Antonio, Solidaridad. Política y economía para el
Chile postransición (IdeaPaís, 2017); Herrera, Hugo, La
derecha en la crisis del Bicentenario (Diego Portales, 2014);
Alenda, Stephanie, Anatomía de la derecha chilena: Estado,
mercado y valores en tiempos de cambio (Fondo de
cultura económica, 2020).
vación Nacional –RN (Chile); Unión
Demócrata Independiente - UDI (Chile);
Evolución Política –EVOPOLI (Chile); Par-
tido Republicano - PREP (Chile); Propues-
ta Republicana –PRO (Argentina); Partido
Popular –PP (España); Partido Republica-
no–PREU (EEUU); y partido demócrata
cristiano –CDU/CSU (Alemania). Y los
resultados son los siguientes. 
Todos los partidos analizados tienen en
común la centralidad de la persona
humana por sobre el Estado en la acción
política, con derechos y deberes inher-
entes a su dignidad; y con la búsqueda del
bien común como el fin del Estado.
La mayoría destacan el rol de la familia
como núcleo esencial de la sociedad.3
Además, ciertas expresiones políticas
expresan especial preocupación por los
niños y su desarrollo.4
Luego, algunos partidos resaltan la iden-
tidad nacional como principio relevante,5
enfatizando además algunos el recono-
cimiento de los pueblos originarios.6
Por su parte, algunas expresiones realizan
alusiones explícitas a Dios y se circunscri-
ben en los “valores morales objetivos y
tradiciones cristiano-occidentales”.7 En
otros casos, solo suscriben los principios
del “humanismo cristiano de tradición
3
RN, UDI, PREP, PP
4
EVOPOLI.
5
RN, UDI, PREP, PP, PREU.
6RN
7
PREP, PREU.
8 PP, CDU.
9
PP
 occidental”,8 al mismo tiempo que hacen
propios los “principios derivados del
liberalismo político”.9 Finalmente,
algunos prefieren usar expresiones como
“Liberalismo responsable” y “Compren-
sión cristiana del ser humano”, en el
marco de una “política de centro”.10
Respecto de los derechos en particular,
todos suscriben la defensa de los dere-
chos humanos, enfatizando algunos el
respeto de la vida humana desde la con-
cepción hasta la muerte natural.11
Todos ponen el acento en las libertades
individuales, enfatizando la libertad de
pensamiento, religiosa, de enseñanza, de
trabajo y de opinión. Luego, además, se
 resaltan en algunos casos ciertos dere-
chos sociales como el derecho a la salud,12
el derecho a la educación,13 derecho a la
vivienda14 y el derecho a condiciones lab-
orales dignas.15
En todos, de distintas formas, hay
menciones expresas o tácitas al respeto
del Estado de Derecho como un pilar rel-
evante, con alusiones al respeto de la
seguridad personal, la condena del ter-
rorismo y la defensa de los derechos esen-
ciales.
En el ámbito político, todos descansan en
la defensa de la democracia representati-
va (o liberal16) y enarbolan valores como el
pluralismo, la tolerancia y la libertad de
pensamiento. Asimismo, algunos expres-
amente rechazan la violencia política y los
totalitarismos.17 Además s promueve la
10
CDU.
11
RN, UDI, PREP,
12
RN, PRO
13
RN, UDI, PRO
14
PRO
15
RN, UDI, PRO.
16
EVOPOLI
17
RN, UDI, PREP, PRO
18
RN, UDI, EVOPOLI, PREP, PRO, PREU
19
EVOPOLI.
institucionalidad y la gestión pública con
transparencia y probidad.18 Luego,
algunos ponen especial acento en el res-
peto de las minorías y el principio de no
discriminación.19 Por su parte, algunos
tienen expresiones de rechazo a la dema-
gogia y al populismo20 y de fomento de la
estabilidad institucional21 y al “conser-
vadurismo con cambios”.22
Varios partidos aluden de diversas
formas al necesario fomento del recambio
generacional y el énfasis en el rol de los
jóvenes.23
En el ámbito social, en general se acoge
a la libertad económica y el derecho de
propiedad como principios relevantes, en
algunos casos con menciones explícitas a
algún modelo económico- social en par-
ticular; a saber, la economía social de
mercado24; el “libre mercado”25, la “socie-
dad justa y solidaria”26, “Economía al ser-
vicio del pueblo”27, “Economía abierta”28,
“Economía sólida y saludable”.29
En general, se suscribe el concepto de
igualdad de oportunidades como con-
traposición a igualdad material o de
resultados30, sin perjuicio de la expresión
“equidad” como una variante.31
Luego, hay un reconocimiento bastante
generalizado del principio de subsidiarie-
dad, como elemento que pone a la acción
20
PREP.
21
PP, PREU.
CDU
22
23
UDI, PREP, PRO
24
RN, UDI, PREP
25
EVOPOLI
26
PREP
27
PRO
28
PP.
29
PREU.
30
En general, todos los partidos, con particular énfasis en
EVOPOLI.
31
PRO.
32
RN, EVOPOLI, PRO, PP, CDU.
33
CDU
de las personas con preferencia a la
acción del Estado; y el fomento de la aso-
ciatividad, la descentralización y la par-
ticipación política. Por su parte, además
algunos suscriben la solidaridad como un
principio32 y agregan además la respons-
abilidad personal.33 En algunos casos se
resalta particularmente el rol de la socie-
dad civil como intermediario entre el
individuo y el Estado.34
En el ámbito de la diversidad de sexos, la
mayoría suscribe el principio de igualdad
de oportunidades entre hombres y mu-
jeres. En algunos casos, se hacen men-
ciones que buscan resaltar el rol de la
mujer en el plano de maternidad, con em-
plazamientos a generar las condiciones
que lo favorezcan.35
En el ámbito ambiental, se alude en
algunos casos mediante expresiones
como “desarrollo sostenible”36, “sustent-
abilidad medioambiental y justicia inter-
generacional”37 y “desarrollo integral y
responsable”.38
Finalmente, en el ámbito internacional
se suscribe por algunos expresamente el
multilateralismo, el respeto de los trata-
dos internacionales y la defensa de la paz
y de la democracia.39
Raíces comunes y particularidades.
A partir de esta comparación quedan
de manifiesto algunos rasgos comunes
entre las diferentes expresiones de dere-
cha analizadas.
34
EVOPOLI, PREP.
35
UDI
36
RN, PP.
37
EVOPOLI, como principio que incorpora también otros
aspectos sociales
38
PREP.
39
RN, PP
Primero, la primacía de la persona por
sobre el Estado, lo que se traduce en el
respeto de sus derechos y sus libertades;
en el fomento de la asociatividad y las
comunidades que existen entre las perso-
nas y el Estado; y en el reconocimiento de
la nación como un vínculo relevante entre
las personas, el territorio donde viven y
sus tradiciones comunes.
Segundo, el reconocimiento y fomento
de la democracia representativa, del
Estado de derecho y del libre mercado, en
sus diversas expresiones y matices, como
pilares principales de la acción política y
social. Luego, existe plena coincidencia
en la promoción de una función pública
eficiente, proba, transparente y honesta.

Asimismo, es coincidente en las difer-
entes expresiones una mirada que con-
sidera las acciones sociales en su dimen-
sión de largo plazo, haciéndose cargo del
necesario ahorro y responsabilidad fiscal
que dichos emprendimientos requieren.
Tercero, el reconocimiento de las liberta-
des sociales, económicas y culturales
como cuestión central, fomentando su
respeto y promoviendo su extensión. En
ese sentido, la protección del derecho de
propiedad y de la libertad de pensamiento
aparecen como notas a destacar.
Cuarto, el reconocimiento del princip-
io de subsidiariedad, con mayor énfasis
en su dimensión negativa; a saber, que el
Estado debe abstenerse de intervenir en
aquellos asuntos que los particulares
pueden hacer por su cuenta.40 En ese sen-
40
Personalmente pienso que este asunto es de central
relevancia, pues particularmente en Chile la reflexión sobre
el alcance del principio de subsidiariedad ha sido muy
influyente. Sugiero en este sentido revisar Delsol, Chantal: El
Estado Subsidiario (Santiago, IES, 2021); y Ortúzar, Santiago
(coord.): Subsidiariedad, más allá del Estado y del Mercado
(Santiago, IES, 2015). En mi opinión, una aproximación
solamente referida a la abstención del Estado no da cuenta
de la riqueza y versatilidad del principio de subsidiariedad.
 tido, principios como la descentral- tización”) son miradas distintas, que si
ización, la participación política y el forta- bien encuentran una raíz común en el
lecimiento de la sociedad civil son conse- rechazo a los totalitarismos, tienen
cuencias inmediatas. maneras diferentes a aterrizar en las
Quinto, el principio de la igualdad de decisiones políticas.
oportunidades como cuestión que cruza En síntesis, podemos advertir que
la política social y que aterriza especial- existe espacio para mínimos comunes
mente en el ámbito de la relación entre denominadores en lo conceptual, que
hombres y mujeres. permiten un cuerpo de ideas sólido desde
Y sexto, hay coincidencias en la rele- el cual construir un proyecto político.
vancia que tiene el cuidado del medioam- Asimismo, hay matices que enriquecen la
biente y el desarrollo sostenible en el conversación, debiendo reflexionarse
devenir de los países. coyunturalmente qué materias han de
Por su parte, existen matices en la profundizarse en vista de lograr proyec-
suscripción a cuerpos doctrinarios de tos políticos que sean unidad en la diver-
manera orgánica, donde se evidencian sidad, con coherencia doctrinaria y con
 posiciones nacionalistas, liberales, con- vocación de mayoría.
servadoras y socialcristianas, con las El paso que sigue es mirar a Chile en
múltiples variantes que cada uno de esos sus problemas sociales y, desde estas
conceptos contiene. raíces de ideas, proponer un proyecto de
En asuntos morales, existen diferencias futuro y una propuesta práctica con
en la valoración de la vida y de la familia, vocación de mayoría.
con predominio a la protección del forta-
lecimiento del núcleo familiar y de la vida
desde la concepción hasta la muerte nat-
ural. Respecto del principio de no dis-
criminación y el respeto de las minorías,
éste encuentra un apoyo transversal al
alero del respeto de la dignidad humana,
pero con distintos énfasis.
En asuntos económicos, solo algunas
expresiones hacen propia la solidaridad y
los derechos sociales como parte inte-
grante de su inventario político. Además
existen distintas miradas sobre el rol del
Estado, la participación de la sociedad
civil y la extensión de la economía de
mercado.
En asuntos políticos, la concepción de
la democracia como sistema político (“de-
mocracia representativa”) o como modelo
social (“democracia liberal y/o democra-
Chile en su historia reciente
El Malestar social como desafío político
La eficacia de cualquier proyecto
político exige un cuerpo de ideas coher-
ente que oriente las acciones del día a día.
A eso nos referíamos cuando mirábamos
las raíces conceptuales de la derecha en el
apartado anterior.
Pero eso no es suficiente. La política no
es un ejercicio puramente teórico. Su
tarea es más cercana a la del arquitecto,
precisamente porque intenta mirar la
realidad social con franqueza y rigor, de
manera de construir a partir de ella una
propuesta que se sostenga en el tiempo y
que logre adhesión y empatía en la ciu-
dadanía.
Tengo la impresión de que un buen
punto de partida es analizar el malestar
social que se ha incubado en Chile y que
dio contexto al estallido social y al fracas-
ado intento de refundación constitucion-
al.
Conocido el desenlace, está la tent-
ación de pasar la página, sin tomarse en
serio lo que ahí pasó. ¿Por qué marcharon
millones de personas en distintas partes
del país? ¿Qué llevó a que muchos pensa-
ran que personas de posturas tan radi-
cales y poco dialogantes pudieran ser
idóneas para construir la carta de naveg-
ación del futuro de sus hijos? ¿Cuánto de
eso sigue latente, quizás sumergido
detrás de la crisis delictual que nos aflige
en estos días (a la cual sin duda hay que
atender con todo el sentido de urgencia
necesario)?
Por supuesto que el malestar no es
atribuible solamente a un factor en par-
ticular. Es más: es probable que más que
un malestar, estemos en presencia de
muchos malestares diversos, alimentados
por la fragmentación social que ha
emergido como efecto colateral del indi-
vidualismo imperante y característico de
la sociedad contemporánea. Pero bien
vale la pena intentar acercarnos a los
aspectos de fondo y coyunturales que
puedan explicar la rabia que explotó y que
amenaza, tarde o temprano, con volver si
no nos hacemos cargo.
Como punto de partida, digamos que
Chile ha experimentado un desarrollo 
extraordinario desde el retorno de la
democracia, que ha permitido a millones
de chilenos la satisfacción de bienes que
sus antepasados no tenían ni habrían
soñado tener. Hemos rebajado los niveles
de pobreza, de desnutrición infantil y de
analfabetismo de manera muy notable en
contraposición con otros países del conti-
nente. Así, se ha afirmado que Chile ha
avanzado a ser un país de clases medias
emergentes.
Este resultado no ha sido fruto del azar,
sino más bien el resultado de ideas y deci-
siones políticas concretas, que pusieron el
acento en la promoción del libre mercado,
en la autonomía individual, en la primacía
de la persona por sobre el Estado y en la
meritocracia, por mencionar algunos de
los principios orientadores.
La pregunta obvia que se escucha de
manera muy recurrente es: ¿cómo se
explica entonces el malestar social,
cuando los indicadores objetivos demues-
tran un desarrollo elocuente y manifiesto?
Antes de entrar al fondo, vale la pena
advertir la crítica que formula Carlos
Peña, cuando advierte la tentación de
 buscar atribuir precipitada y antojadiza-
mente razones normativas y de justicia a
los fenómenos sociales que acontecieron
en Chile. En simple: la izquierda pre-
tendió y pretende convencernos de que lo
que pasó en Chile fue un levantamiento
masivo inspirado en sus reflexiones y sus
propuestas políticas, como si se hubiese
tratado de un clamor generalizado contra
la desigualdad y en pos de “una Nueva
Constitución”. Un planteamiento de ese
tipo confunde las causas y los contextos,
con las canalizaciones y atribuciones pos-
teriores que ciertos sectores pretend-
ieron dar a la movilización social. Pero de
lo que se trata es de analizar las raíces de
la protesta, que se alejan de tener un solo
 tinte partidario o ideológico específico de
algún sector, cosa que quedó claramente
confirmada con el desenlace del primer
proceso constitucional.41
Dicho lo anterior y volviendo a la pre-
gunta, intentar responder exige separar
distintos niveles, pues obviamente hay
aspectos que dicen relación con cuestion-
amientos globales al modelo de desarrollo
que se impuso concluida la Guerra Fría, y
otros que son asuntos particulares de la
sociedad chilena.
No es casualidad que en el mundo se
hayan desarrollado durante los últimos
años distintas expresiones de malestar
social, las cuales tienen en común que
más que ser movimientos sistémicos o
expresiones partidarias, suelen ser rec-
lamaciones identitarias de grupos que
abogan por exigencias específicas. En
simple: más que ser comunidades o parti-
dos reclamando por asuntos de bien
común o colectivos, han proliferado mov-
imientos feministas, ambientalistas, ani-
malistas y otros tantos amparados en
41
En este sentido, vid. Peña, Carlos: Pensar el Malestar: la
crisis de octubre y la cuestión constitucional (Santiago,
Penguin Random House, 2020), p.149 y ss.
causas particulares.
Hay autores que han explorado expli-
caciones a esto, señalando que la crisis de
la democracia liberal tiene que ver con la
falta de representatividad de las insti-
tuciones y los canales llamados a expresar
los anhelos de cambio de las personas,
produciéndose un divorcio profundo
entre los gobernantes –algunos prefieren
hablar de élites– y los ciudadanos.42 Más
aún: se sostiene que el individualismo im-
perante es difícilmente compatible con
una democracia sana, que supone ocu-
parse de asuntos comunes y participar en
la solución de estos. ¿Cómo pedirles a
personas herederas de un mundo que te
invita a satisfacer tus propios intereses y a
maximizar tus posibilidades individuales,
el que tengan una actitud preocupada del
bienestar de los demás? ¿No es acaso
coherente que la expresión política se tiña
precisamente de este individualismo, tra-
duciendo la movilización social en el rec-
lamo de los intereses individuales –bajo el
concepto de “causas”– a la comunidad?43
No debiese extrañarnos en ese contex-
to que la discusión política tenga que ver
cada vez más con autonomías individ-
uales y derechos subjetivos; y cada vez
menos con fortalecimiento de comuni-
dades y con deberes sociales. De lo que se
trata el individualismo es poner el foco en
aquello que el “yo” puede reclamar del
resto, y no al revés.
Otros autores han puesto el acento en
las consecuencias culturales del individu-
alismo, particularmente en la pérdida de
los lazos que solían sostener a las socie-
dades: la familia, el barrio y la nación.44 Si
el modelo antropológico que se propone
42
Sugiero revisar el siguiente artículo: Ortúzar, Pablo:
Pacto de clases y tregua de elites, en Revista Punto y Coma,
Nr. 3 (2020), p.10 y ss.
43
Vid. Alvarado, Claudio (coord.): Primera Persona singular,
Reflexiones en torno al individualismo (Santiago, IES, 2019),
en especial Mansuy, Daniel: Tocqueville y el individualismo
democrático, p. 41 y ss.
es uno centrado en buscar el interés indi-
vidual, ¿por qué no debiesen subordi-
narse sus vínculos con los demás y con el
lugar donde viven a asuntos meramente
utilitarios?45 Si el devenir social tiene que
ver con aprovechar al máximo la vida pre-
sente y en maximizar lo más posible las
instancias placenteras, ¿por qué debiese
sorprendernos tanto el desarraigo con la
historia que antecede, con el barrio
donde se vive y con el país del cual se
forma parte?
Al respecto, es interesante la afir-
mación que comparte Tironi: “el espacio
público se desancla de lo local. Se dester-
ritorializa, situándose fuera del alcance
de los ciudadanos. Le pasa lo mismo que a
las elites globales, que se desligan de lo
local para convertirse en elites globales
en constante movimiento (…) como nunca
antes en la historia, las elites se han aleja-
do sostenidamente de su entorno, perdi-
endo contacto con el pueblo (…).”46
En ese mismo contexto, algunos
autores han extendido esta preocupación
a la dimensión económica, especialmente
en las decisiones laborales y de con-
sumo.47 ¿Cómo pretender familias más
fuertes e hijos con mayores orienta-
ciones, si los padres malamente pueden
estar en sus casas por la extensión e
intensidad de sus jornadas laborales?
¿Cuánta responsabilidad le cabe al ofer-
44
“El enfriamiento de las relaciones humanas, la mayor
fragilidad de los vínculos (incluyendo la amistad y el
vecindario), el incremento de la porosidad de las
instituciones (incluyendo a la familia) y el menor
involucramiento cívico, conducen finalmente a una severa
depreciación del capital social de las naciones”, en Tironi,
Eugenio: El Sueño chileno: comunidad, familia y nación en el
Bicentenario (Santiago, Taurus, 2005), p.60.
45
Deneen, Patrick: ¿Por qué ha fracasado el liberalismo?
(Rialp, 2018), traducido por el Instituto de Estudios de la
Sociedad (IES).
46
Tironi, Eugenio, ob. cit., p. 60 y ss.
47
Vid. Fábrega, Jorge: Economía más allá del
economicismo, en Alvarado, Claudio, ob.cit., p.65 y ss.; y
Petersen, Matías: Subsidiariedad, neoliberalismo y régimen
de lo público, en Ortúzar, Santiago, ob.cit., p.139 y ss.
ente de un producto con las consecuen-
cias culturales de los mismos y de sus
campañas publicitarias? Pensemos en los
proveedores de telefonía móvil o de
juegos electrónicos respecto de los niños,
por pensar un solo ejemplo.
Finalmente, vale la pena hacerse la pre-
gunta de cuánta responsabilidad le cabe al
individualismo en la crisis de salud
mental y de sentido que padecen nuestras
sociedades, con tasas de depresión e inc-
luso de suicidios tremendamente alar-
mantes.48
¿Se explica el malestar del año 2019 por
estos cuestionamientos sistémicos que
hemos someramente enunciado en los
párrafos anteriores?
En parte sí y en parte no. Lógicamente 
estos fenómenos globales subyacen a
problemas que aquejan a Chile, como por
ejemplo el debilitamiento de las familias y
el creciente sentimiento de abandono de
muchos niños, que probablemente hace
que encuentren en la “primera línea” y en
las bandas de narcotráfico aquel espacio
de pertenencia que no encuentran en su
casa. Pero en parte no, porque debemos
bajar un peldaño más para referirnos a
aspectos que tienen especial expresión en
Chile.
Volvamos a la pregunta inicial. ¿Cómo
se explica que un país con tan buenos
indicadores de desarrollo económico y
social haya padecido una crisis de las pro-
porciones de las que se vivió el año 2019?
¿Qué le pasó a ese modelo que servía de
ejemplo para Latinoamérica, como aquel
país que parecía superar el umbral del
48
En el mismo sentido, reflexiona Patricio Fernández:
“Antes del estallido, uno de los principales temas en tabla
de la conversación pública era la salud mental de los
chilenos. El motivo tenía (o tiene) que ver con la cantidad
de suicidios, la adicción a las drogas ilícitas y también el
inmenso consumo de antidepresivos.”. Vid. en Fernández,
Patricio, Sobre la Marcha: notas acerca del estallido social
en Chile (Santiago, Penguin Random House, 2020), p.94.
 subdesarrollo?
A propósito de esta pregunta, me
parece pertinente la reflexión que hace
Carlos Peña al momento de calificar lo
acontecido en Chile en las últimas déca-
das como un proceso de “modernización
capitalista”, donde se entremezcla un
indudable mejoramiento de las condi-
ciones objetivas de vida de las personas,
con el surgimiento de una clase media
heredera de lógicas de diferenciación, de
fragmentación y de inmediatismo muy
propias de la modernidad.49
La modernidad –dice Peña haciendo
eco a lo sostenido por Alain Touraine–
sería un proceso que supone “por un
parte, una extrema racionalización de la
 vida, en un sentido técnico instrumental;
por al mismo tiempo, conlleva un exten-
dido proceso de subjetivación”.50
Dicho en simple: la modernización se
traduce en el anhelo de las personas de
controlar sus entornos, de manera que
sus decisiones cotidianas (especialmente
aquellas laborales y de consumo) persigan
ir construyendo sus propios modelos de
vida individual. Así, se produce un pro-
gresivo anhelo de subjetivación, que no es
otra cosa que el pretender diferenciarse
de los demás.
En ese contexto, se presenta la meri-
tocracia como la capacidad de la persona
de disponer de los medios para generarse
los espacios y los bienes necesarios para
construir su identidad personal, cuestión
que sería principalmente (o mejor dicho,
exclusivamente) el resultado de sus
propios esfuerzos.
El cauce en cómo ese proceso de mod-
ernización se habría desarrollado en
Chile sería el del capitalismo, lo cual se
49
Peña, Carlos: Pensar el Malestar: la crisis de octubre y la
cuestión constitucional (Santiago, Penguin Random House,
2020). En el mismo sentido, Eugenio, Tironi, ob.cit., p.14 y
siguientes.
50
Peña Carlos, ídem., p. 36
habría traducido en un cambio en las
“condiciones materiales de existencia” de
las personas.
Afirma Peña: “Si se mira al Chile con-
temporáneo y se lo compara con el que
existía hace tres décadas, se observa un
cambio de la tierra al cielo. Lo más obvio
de ese cambio son las condiciones mate-
riales de existencia de las personas: la
expansión del consumo, la existencia de
bienes estatutarios, puestos laborales al
alcance de más personas, la masificación
de la educación superior, el control sobre
los procesos naturales, etc. Amplias may-
orías que apenas anteayer eran proletar-
ias hoy son grupos medios que han acce-
dido a estos bienes y cuyos miembros
experimentan una amplia movilidad
intergeneracional. No se trata, desde
luego, de la vieja clase media, austera y
erigida en torno a la expansión educacio-
nal del Estado y el aparato público, sino
de grupos erigidos en torno a la expan-
sión del bienestar y el consumo”.51
El surgimiento de esas nuevas clases
medias ha tenido consecuencias cultura-
les y sociales, pues sus integrantes recla-
man espacios de reconocimiento e identi-
dad propios del cambio de su condición
material. Así, su manera de relacionarse
con las autoridades es totalmente prag-
mática, transaccional y horizontal. Recla-
man del sistema el cumplimiento de sus
anhelos con eficacia y prontitud, en claves
de “derechos” que se merecen por los “es-
fuerzos que hacen por la sociedad”.
Buscan ser reconocidos en sus particu-
laridades, pretendiendo exhibir los méri-
tos de sus exitosos resultados. Los medios
de comunicación responden a este
fenómeno buscando ir al encuentro de
estas distintas audiencias, mostrando sus
historias y concibiéndose como masifica-
dores de esas individualidades.
51
Peña Carlos, ídem., p 72.
 En ese contexto, es fundamental
entender que el llamado “estallido social”
fue el desborde de un malestar acumula-
do por esos segmentos medios, herederos
de las dinámicas que hemos venido
describiendo, a propósito de frustra-
ciones personales y sociales acumuladas.
“Lo que vivimos fue un estallido social,
detonado por consumidores de estrato
bajo, medio alto e incluso alto, frustrados
con el sistema económico que Chile con-
struyó durante los últimos cuarenta años
(…) en el modelo de consumo que como
sociedad hemos construido se ha puesto
el énfasis en lo material como fuente de
felicidad; asumimos que si los ciudadanos
podían acceder a bienes y servicios (a los
que históricamente no habían podido
acceder) estarían satisfechos. Y nos
equivocamos”.52
Dicho de otro modo: se trata de grupos
sociales que repentinamente amplían sus
posibilidades materiales y experimentan
frustración al final del camino, pues no
son capaces de alcanzarlos y mantenerlos
sustentablemente, ya sea por la precarie-
dad de su nueva posición, ya sea porque
las deudas de los créditos contraídos para
llegar hasta ahí estallan implacablemente.
Todo esto además en un marco de vida
donde los límites biográficos, sociales y
culturales se han difuminado, lo cual
sumado a esta idea de que el bienestar
subjetivo (“calidad de vida”) tiene hori-
zontes inagotables, para muchos se ha
traducido en un sentimiento de desa-
mparo y desorientación angustiante.53
El proceso de modernización individu-
alista y de surgimiento de clases medias
incómodas que hemos descrito no está
ajeno de paradojas y complicaciones.
Así, una sociedad entendida en esos
Rojas-May, Gonzalo: La Revolución del Malestar: tiempos
52
de precariedad psíquica y civica (Santiago, Editoriales EL
Mercurio, 2020), p.
53
Rojas-May, Gonzalo, ibidem, p. 24 y ss.
términos y con esos objetivos es esperable
que vaya debilitando sus vínculos y
sostenes sociales, que son precisamente
la familia y las comunidades de base. Si de
lo que se trata es de estimular la individu-
alidad, es esperable que la mantención de
núcleos comunitarios y vínculos de com-
promisos estables se vaya aminorando
(como en los hechos ha acontecido).
Es más: el debilitamiento de lo trascen-
dente, la progresiva secularización de
todos los espacios y la ausencia de
búsqueda de significativos compartidos
(religiosos, morales) en el marco de un
proceso de creciente individuación, ha
provocado que en los hechos los inter-
cambios sociales (más allá de la amistad,
por supuesto) se desarrollen en el ámbito 
del mercado laboral y del consumo. En ese
sentido, es fundamental reflexionar
cuáles son las lógicas que imperan en esos
campos. Porque si de lo que se trata es
solamente de agregar preferencias, de
maximizar intereses individuales y de
perseguir el éxito puramente material,
entonces es previsible que muchos exper-
imenten un malestar propio del exceso de
trabajo, de la ansiedad, de la falta de pres-
encia en la casa, de las necesidades (de
consumo) insatisfechas y del carácter util-
itario de las relaciones interpersonales.
Por su parte, lo anterior es plenamente
coherente con la manera en cómo las per-
sonas se han comportado en sus deci-
siones políticas. ¿Para qué formar parte
de un partido, si lo que interesa es mi
interés individual (o dicho de otra forma,
mi causa)? ¿Para qué votar en los procesos
democráticos, si total “el lunes tengo que
trabajar igual” (o dicho de otro modo, a
mí no me afecta en nada)? En ese sentido,
es esperable lo que pasó en las movili-
zaciones de fines del 2019, donde lejos de
ser una demanda unitaria detrás de un
líder común, más bien lo que se observaba
 era una sumatoria de peticiones individ-
uales –que iban desde “No más Tag” hasta
reivindicaciones indígenas– puestas en
un lugar común.
Además como bien advierte Peña, es
paradójico el malestar que suscita esta
pretensión incumplida de reconocimien-
to. Con las nuevas condiciones materia-
les, las personas esperan que se les
reconozca el mérito de sus estudios y
esfuerzos (expresados normalmente en
títulos). No obstante, la masificación de
los mismos, generan precisamente que
aquello que estaba llamado a ser especial,
deje de serlo.54 Y no solamente se trata de
que las personas no logren trabajar en
aquello que estudiaron. Más bien se trata
 de un malestar subjetivo, proveniente de
la frustración que genera el sentir que no
se es tan especial como se creía.55
En términos generales, podríamos
decir que la paradoja de la modernización
individualista es que ha permitido a las
personas tener mejores vidas materiales,
pero al mismo tiempo, ha generado con-
textos sociales de mayor frustración, gen-
erados por el debilitamiento de los víncu-
los sociales, por el incumplimiento de
expectativas generadas y por la insatis-
facción con una sociedad, un sistema
político y una institucionalidad que no
responde al ritmo y la manera como se
aspira subjetivamente.56
54
En este mismo sentido, Rojas-May, Gonzalo afirma que “la
creencia de que un título universitario y el prestigio que lleva
asociado garantizan una vida holgada en lo económico y
reconocida socialmente ha hecho que en las últimas décadas
haya habido una epidemia de cesantes ilustrados”. En Rojas-May,
Gonzalo, ob.cit., p. 28.
Vid. Ortúzar, Pablo: Sueños de cartón (Santiago, Editorial Ariel,
55
2024)
56
Carlos Peña hace alusión a reflexión de Immanuel Kant a
propósito del comportamiento paradójico de las personas en la
modernidad que me parece muy interesante: “(…) los seres
humanos tenían una sociable insociabilidad. Eran individuos que
anhelaban editarse a sí mismos con autonomía y, al mismo
tiempo, seres que deseaban entrar en compromisos y
comunicación con otros. Esa doble característica de la condición
humana es la que se expresa, por una parte, en el mercado y en el
dinero como forma abstracta de interacción, y por la otra, en la
política democrática, como el esfuerzo por deliberar las mejores
razones para construir el mundo que tenemos en común. Los
Agreguemos además algunos asuntos
generacionales que son muy relevantes.
Los llamados millenials chilenos son
herederos del proceso de transformación
tecnológica probablemente más vertigi-
noso que ha experimentado la sociedad.57
Así, el proceso de individuación fomenta-
do por el empleo de teléfonos celulares,
por el acceso a información y por el quie-
bre de las fronteras territoriales al mo-
mento de relacionarse, se ha profundiza-
do mucho más que en otras generaciones.
En ese sentido, las lógicas de
autonomía y subjetivación de las nuevas
generaciones se traducen en vínculos
mucho más líquidos, en límites infinita-
mente difusos y en proyectos vitales cam-
biantes, bajo el entendido de una preten-
dida y a ratos inagotable búsqueda per-
sonal de sentido.
Agreguemos a eso el debilitamiento de
los núcleos familiares y las contenciones
comunitarias, que han hecho de muchos
niños y jóvenes chilenos el sentirse com-
pletamente abandonados. ¿Cuánto de eso
explica el que algunos de los integrantes
de la llamada “primera línea” afirmen que
su pertenencia a estos grupos se refiere
precisamente a lógicas de pertenencia y
reconocimiento?
Me parece muy interesante la reflexión
que hace Rojas-May sobre el abandono
que experimentan los niños en Chile, los
cuales no son huérfanos –tienen padres–,
sino más bien abandonados –sus padres
no se hacen cargo de ellos.58 Esa sensación
de dolor y de rabia contra culpables cono-
cidos es extremadamente relevante para
entender el comportamiento violento de
ciertos jóvenes, en una sociedad donde
muchos padres no pagan siquiera la pen-
individuos de las sociedades modernas –la suma del Estado
nacional, capitalismo y democracia– viven tironeados por esa
ambivalencia.” En Peña, Carlos, ob.cit., pág. 123.
57
Fernández, Patricio, ob.cit., p.35. 58 Rojas-May, Gonzalo,
ob. cit., p. 63 y ss.
58
Rojas-May, Gonzalo, ob. cit., p. 63 y ss.
sión alimenticia de sus hijos y donde
miles de niños han pasado por la dura
experiencia del SENAME.59 Detrás del “no
estoy ni ahí” lo que hay es una actitud de
evasión que emula la forma en como el
abandono actuó con ellos y que, por lo
demás, se prolifera en otros campos
como los impuestos, el pago del trans-
porte público, las tareas domésticas e
incluso la responsabilidad de votar. En
simple: el individualismo está muy em-
parentado con lógicas de evasión, donde
se reclama del resto acciones que no se
emplean cuando se trata de cumplir las
propias responsabilidades.
Expuestos estos elementos estructura-
les que le darían contexto al malestar que
padeció nuestro país, corresponde mirar
algunos fenómenos propios del proceso
chileno.
Las nuevas condiciones materiales de
vida y el surgimiento de las clases medias
son indudablemente resultado del proce-
so de desarrollo económico y social que
ha tenido Chile. Ese proceso se dio en el
marco de la promesa meritocrática, que
podría resumirse de la siguiente forma:
las familias chilenas debían esforzarse
mediante sus decisiones educativas y lab-
orales, pues el fruto de su empeño sería
tener mejores condiciones de bienestar y
mayores espacios de desarrollo personal
y profesional.
En ese marco, surgieron muchos esta-
blecimientos educacionales y se brindó el
mecanismo del crédito, para que las per-
sonas pudieran financiar su acceso a la
educación bajo el entendido de que una
59
Al respecto, reflexiona Fernández: “Si pensamos que ya
un millón de personas ha pasado por el SENAME desde el
retorno de la democracia, sin posibilidades de
rehabilitación dada la precariedad de los programas, y que
muchos de ellos pasaron además por procesos
penitenciarios que casi no dan opciones de reinserción,
entonces hay un alto porcentaje de la población que tiene
un daño importante.” En Fernández, Patricio, ob.cit., p.94.
vez titulados, podrían pagar esas deudas
(el llamado crédito con aval del Estado –
CAE).60
Adicionalmente, se sostenía que este
tránsito devendría en movilidad social y
en presencia de nuevos grupos en los
espacios de toma de decisiones políticas y
económicas del país. Como bien resume
Patricio Fernández, “desde la recu-
peración de la democracia en 1990 hasta la
fecha, el país multiplicó en varias veces su
ingreso per cápita y fueron muchísimos
los que abandonaron la pobreza para
ascender a una clase media que accedía a
bienes con los que sus padres ni siquiera
habían soñado, pero al mismo tiempo
asumían compromisos de gastos
derivados de su nuevo estatus, que cual- 
quier traspié ponía en peligro. Muchísi-
mos hicieron del crédito un modo de vida
(…) Todo funcionó –en apariencia– bien,
hasta que la economía perdió el ritmo y
esa autosuficiencia que nos llevó a creer-
nos los jaguares de América Latina mostró
su fragilidad.” 61
Esta promesa meritocrática es central
Vale la pena reproducir la crítica que hace Hugo
60
Herrera sobre el rol del CAE en este proceso:
“Probablemente el paso fatal fue el “Crédito con Aval del
Estado”, en virtud del cual grandes contingentes de
jóvenes accedieron a la educación superior al precio de un
fuerte endeudamiento. Eso, generar condiciones según las
cuales grandes grupos humanos consiguieron un nuevo
estatus y quedaron colocados en una situación
claramente mejorada, a la vez que alcanzaron la lucidez,
junto con su consciencia mesocrática, de la precariedad
de su situación, y de tal suerte que vinieron a poner presión
acentuada al sistema político y económico, una presión
que no fue advertida previamente y con la que las
dirigencias políticas tendieron simplemente a hallarse, fue
lo que caracterizó tomado en su conjunto el período de la
Concertación. Su caso más paradigmático es el CAE. Con
él quedaron activadas bases desencadenantes de la
crisis.” En Herrera, Hugo: Octubre en Chile: acontecimiento
y comprensión política: hacia un republicanismo popular
(Santiago, Katankura, 2019).
61
Fernández, Patricio, ob. cit., p. 34. Los juicios de valor del
autor (“en apariencia”), por cierto que merecen una
reflexión mayor. Personalmente, pienso que el desarrollo
económico es parte esencial que cualquier pretensión
social de un país, por lo que pretender objetivos de mayor
justicia desanclándose de ese objetivo, resulta
completamente improcedente.
 en el análisis del malestar chileno, pues
precisamente de su eficacia no solo
depende la defensa de la implementación
del modelo de desarrollo, sino también la
justificación de las desigualdades socia-
les.62 Dicho en simple: todas las sociedades
tienen diferencias entre las distintas per-
sonas y grupos dentro de sus convivencias
sociales. Esto solo se vuelve problemático
cuando dichas diferencias no tienen una
justificación socialmente aceptable y, más
bien, se perciben como fruto de abusos y/o
privilegios infundados.
El planteamiento del proceso de mod-
ernización chileno jamás sostuvo un
igualitarismo material, sino que la
posición individual que tal y cual persona
 tendría dentro de la sociedad dependería
de sus esfuerzos, y que dichos espacios
podrían ir mutando en el tiempo pues
habría nuevos integrantes que verían
coronado su sacrificio en más bienestar y
reconocimiento. Así, la comunidad estaría
disponible (probablemente, de manera
tácita) a aceptar y convivir con las
desigualdades, pues las entendería como
parte de un proceso de reconocimiento,
movilidad y posibilidad de cambio.
Es indiscutible que muchas familias
han podido experimentar la promesa
meritocrática y han efectivamente podido
vivir mejoras sustantivas en sus condi-
ciones materiales de vida (las cuales no
obstante, como decíamos más arriba, no
Me apresuro a afirmar acá que en mi opinión la
62
desigualdad social sí es un problema político, pues en
cuanto las distancias de las personas impiden sentirse
parte de una misma sociedad, esto se vuelve problemático
y atenta contra la vida en común. De eso no hago propio la
crítica ingenua de la izquierda ni sus propuestas
igualitaristas, que me parecen falsas y que juegan con las
expectativas de las personas. Más bien considero que
precisamente para cuidar la libertad y la paz social, debe
estar dentro de las tareas de nuestro sector el trabajar por
disminuir lo más posible las brechas de desigualdad que
espontáneamente surgen de la diversidad de talentos y
capacidades, asegurando a todas las personas
condiciones mínimas de vida digna, que habiliten la
posibilidad material de la libertad.
necesariamente han impedido que
padezcan un malestar propio de las para-
dojas de estar bien materialmente, pero
peor relacionalmente). Pero simultánea-
mente, tenemos que mirar con ojo desa-
pasionado ciertos fenómenos que em-
pañan esa afirmación.
El primero, el sobreendeudamiento
que afecta a demasiadas familias chilenas,
tanto de créditos de consumo, como edu-
cacionales y habitacionales, que hacen
que esa mejor posición no venga apalan-
cada por mejores condiciones de remu-
neración, sino por el agobio de la deuda
pendiente.
El segundo, la desvalorización de los
procesos educativos, tanto por la falta de
calidad de estos, como también por el
objetivo deterioro que ha experimentado
nuestra educación en todos los niveles.
Así, los “títulos universitarios” y otras
formas de reconocimiento académico y
técnico han perdido valor y son demasia-
das las personas que no trabajan en lo que
estudiaron o, peor que eso, recibieron
una educación que no los habilita para las
capacidades que supuestamente debían
tener.
El tercero, el legítimo cuestionamiento
sobre la preponderancia del mérito y el
esfuerzo personal en el logro de lugares
de trabajo y de espacios de toma de deci-
siones. Es un hecho que muchas veces
otros factores tienen una valoración igual
o incluso mayor a las capacidades perso-
nales.
El cuarto, el evidente deterioro que ha
tenido el desarrollo económico y el crec-
imiento en los últimos años en nuestro
país, provenientes más de malas deci-
siones internas que de contextos interna-
cionales. Así, vale la pena insistir que no
da lo mismo las ideas que inspiran al país,
porque las reformas tributarias, educa-
cionales y políticas del segundo Gobierno
de la Presidenta Bachelet han envejecido
muy mal, y tienen mucho que ver con los
problemas que aquejan a Chile. Porque
seamos claros: no existe manera de mejo-
rar las condiciones materiales y sociales
de las familias si no contamos con mayor
dinamismo de la economía.
Y quinto, la necesaria pregunta sobre la
estabilidad y perdurabilidad de las nuevas
condiciones sociales de existencia que
supuestamente habría alcanzado la clase
media chilena.
Un análisis objetivo parece mostrar que
lo que hoy aqueja a dichas familias es una
situación frágil, donde cualquier contin-
gencia de la vida –enfermedad, envejec-
imiento, accidente laboral, quiebre famil-
iar, nacimiento de un hijo, etc.– es sufici-
ente para amenazar devolver a dicho
núcleo familiar a condiciones de pobreza.
En ese sentido, vale la pena compartir
la reflexión que hace Herrera, cuando
afirma que “nuevos grupos medios sali-
dos de la pobreza y la desnutrición han
ingresado a la vida social poniendo bajo
presión una institucionalidad política y
económica incapaz de acogerlos adecua-
damente. Esos grupos medios precarios,
acuciados por lo que Osvaldo Rodríguez
llamó el miedo inconcebible a la pobreza,
el temor en caer en una situación que,
alcanzado el estatus mesocrático, resulta
ruinosa y vergonzante, se unen a los pos-
tergados de siempre. Cuando la economía
se detiene (…), cuando se constata el
estancamiento en aspectos fundamental-
es de la vida –la educación, la salud, el
urbanismo y la seguridad, las remunera-
ciones y las inminentes jubilaciones–, y él
va acompañado de la existencia de élites
manifiestamente ensimismadas, es el
momento de la revuelta”. 63
Estos factores son importantes porque
levantan una interrogante sobre si real-
63
Herrera, Hugo, ob. cit., p.43.
mente la promesa meritocrática se ha
cumplido en nuestro país con la generali-
dad que debiese y, por ende, si las
desigualdades sociales realmente
encuentran un fundamento en los distin-
tos esfuerzos de las personas. ¿Significa
eso que debemos avanzar a lógicas iguali-
taristas y estatistas? Por supuesto que no.
La reflexión es otra: si realmente nos
interesa el malestar social que se originó
en el país y realmente creemos en el
mérito como el motor de la sociedad, ten-
emos el deber de mirar estos asuntos de
manera rigurosa y desapasionada, pro-
moviendo las correcciones y reformas
necesarias.
Además, tenemos que ser consientes y
empatizar con el sentir de la clase media,

que se expresa en diversos estudios de
opinión que muestran esta paradoja de
estar felices con los frutos de su esfuerzo,
pero al mismo tiempo infelices con la
respuesta que la sociedad le entrega de
ellos.
“Los ciudadanos de clase media, e inc-
luso los pobres de buena parte del plane-
ta, se sienten estafados. Por un lado, el
socialismo les prometió igualdad, techo,
abrigo, salud, educación, libertad, “de-
mocracia real” (aunque aún no se sabe
que es eso)(…) y, simultáneamente, todos
los países del bloque soviético fracasaban
debido a la incompetencia económica, la
falta de democracia y la supresión de las
libertades individuales. (…) El capitalismo
nos prometió que si trabajábamos duro
obtendríamos siempre una justa com-
pensación por nuestro esfuerzo. Pero esa
declaración voluntarista se difuminó con
la aparición de la tecnología digital, pre-
carizando el trabajo y llenándonos de
temor frente a su avance inevitable. Me
preocupo, me frustro, me enojo, el male-
star me invade, me empieza a atraer el
populismo (…)”. 64
64
Rojas-May, Gonzalo, ob.cit., p. 34.
 Insisto: si realmente creemos en la
libertad y en la primacía de los esfuerzos
de las personas, entonces tenemos el
deber de mirar estas interrogantes y esos
factores con mucha detención y sentido
de cambio.
Por otro lado, es relevante entender
como el individualismo y el desarraigo
también tienen vinculación con este ideal
meritocrático. “La bandera de lucha de
estas nuevas elites es la meritocracia.
Sienten que todo se lo han ganado por sí
mismos, lo cual las conduce a tener poco
sentido de gratitud con sus antepasados.
Esa ingratitud hacia lo recibido, sumada a
la ausencia de responsabilidad hacia su
realidad local (…)”65 son asuntos que hay
 que mirar con mucha atención, evitando
juicios injustos y generalizaciones burdas,
pero al mismo tiempo, revisando cuánto
de eso realmente se encuentra presente,
cómo afecta el malestar y de qué manera
debiese abordarse.
Otro elemento a considerar es la
manera en cómo el mismo individualismo
impacta en el comportamiento cotidiano
de las personas.
Precisamente, porque poseen más
información, tienen mayores canales de
acceso y sienten que sus avancen respon-
den a decisiones y esfuerzos propios, las
clases medias son más exigentes de la
sociedad y del sistema político. Quieren
respuestas inmediatas, porque se vive en
coordenadas puramente presentes,
donde lo que antes era corto plazo (tres
meses), hoy en cambio se percibe como
demasiado lejano.66
Se es impaciente en las respuestas y se
debate en torno a ideas cortas (“cuñas de
prensa”), coherentes a la forma en cómo
se está dando el diálogo político en las
65
Tironi, Eugenio, ob. cit., p. 63.
66
Al respecto, vid. Rojas-May, Gonzalo, ob.cit., p.39,
cuando habla del fenómeno del presentismo.
redes sociales. Una sociedad entendida en
esos términos es rápidamente capturada
del simplismo y del efectismo, ingredien-
tes comunes de los populismos que
azotan a nuestro continente.67 Es más:
cuando por una parte la deliberación es
poco rigurosa y los argumentos escasean;
y por otra, las personas sobrealimentan
sus mundos individuales –el conocido
algoritmo de las redes sociales– y sus
posiciones adquieren rango de verdades
reveladas, es cosa de tiempo que campee
la polarización, especialmente cuando
ciertos proyectos políticos se valen ine-
scrupulosamente de esto al servicio de
sus intereses individuales.68
¿Implica todo esto que añoremos una
sociedad sin tecnología, sin redes sociales
y sin digitalización de los procedimientos
administrativos? Por supuesto que no:
muchas de esas herramientas son
extremadamente relevantes para solucio-
nar problemas, brindar transparencia,
facilitar la comunicación y agilizar la
gestión privada y pública. El punto es
tener conciencia que como todo instru-
mento, debe subordinarse al bienestar de
las personas y emplearse en favor del bien
común. Da la impresión de que algunos
han caído en una especie de determinis-
mo materialista, donde se acepta la
esclavización que dichos elementos im-
plican como algo inevitable. Se olvidan de
67
Como bien reflexiona Peña, el populista se sirve de la
falta de deliberación y explota al mismo el inmediatismo
pasional, suprimiendo “la distancia entre las pulsiones
inmediatas y la reflexión racional que está llamada a
calibrarlas.” En Peña, Carlos, ob.cit., p. 147.
Es interesante como Patricio Fernández recoge el sentir
68
imperante en los momentos de la crisis de fines del 2019,
que tiene que ver precisamente con esto que venimos
reflexionando: “Preguntar es mal visto y dictaminar es
admirable. Razonar, reflexionar y cuestionar son verbos
burgueses y apocados, no como sentir, vibrar o empatizar.
No es por los hechos que hoy se mide la corrección, sino
por el tono de voz. La rabia es un valor moral. El santo del
momento se llama indignado”. En Fernández, Patricio, ob.
cit., p.71.
que las personas son libres de escoger
como emplean los instrumentos que ellas
mismas han creado.
Otro aspecto a considerar de los pro-
cesos sociales que venimos describiendo
es el debilitamiento de la autoridad en sus
distintos niveles. En ese sentido, me
parece que esta cita de Rojas-May es pre-
cisa: “Y así se puede seguir nombrando: la
horizontalidad de las relaciones sociales,
la ausencia de figuras que nos inspiren
admiración y respeto, el asambleísmo, la
falta de líderes que conduzcan los pro-
cesos sociales, el aplanamiento de los
roles familiares, la instauración de la
paridad de padres, madres e hijos, el ami-
guismo laboral, la falta de jerarquías, la
pérdida de autoridad y de respeto en la
sala de clases. Cuando María Música, a sus
catorce años, le arrojó un jarro de agua a
la Ministra de Educación Mónica Jiménez
(…) marcó un ejemplo rampante de lo que
vendría.”69
Finalmente, es obvio que el sistema
político chileno muestra signos de evi-
dente fatiga, cuestión que también tuvo
que ver con el malestar social que nos
aquejó y que nos sigue aquejando.
Como bien reflexiona Hugo Herrera, el
malestar se incuba ante la falta de
respuesta y de sentido de urgencia del
sistema político ante las problemáticas
sociales.70 Porque es clave entender que la
legitimidad del poder, la capacidad que
este tiene de traducirse en que los ciu-
dadanos acepten y acojan de buena gana
los mandatos que se reciben, tiene que ver
precisamente con que el sistema político
sea realmente una caja de resonancia y un
espacio de respuesta a las inquietudes
personales y colectivas de las familias.
Cuando eso deja de suceder y cuando se
experimente indolencia, desidia o abuso
69
Rojas-May, Gonzalo, ob. cit., p.67.
70
Herrera, Hugo, ob.cit., p.40 y ss.
por parte de los gobernantes, es esperable
que la ciudadanía se manifieste discon-
forme y molesta progresivamente. ¿Avala
eso la violencia o la “desobediencia civil”
que se enarbolaba por la izquierda en esos
días? Por supuesto que no: el fin jamás
justificará medios ilegítimos. Pero eso no
obsta a entender que la defensa de la
democracia y de la institucionalidad
requiere precisamente el exigirle a esta y
a sus detentadores un sentido del deber
acorde al principio de fondo que está en
juego.
Luego, es fundamental constatar que la
molestia prolifera cuando la política se
trasforma en una mezcla entre banalidad,
farándula y ensimismamiento. La rabia
social estalla cuando se percibe que los 
políticos están más preocupados de
cuidar sus espacios de confort que de
incomodarse para buscar con prontitud
las reformas y profundizaciones que per-
mitan mejoras en la vida de los chilenos.
Es cierto: mucho de esto son consecuen-
cias de los fenómenos que venimos
reflexionando, porque los políticos (con
valiosas excepciones) no están ajenos al
individualismo, al efectismo y a la inmedi-
atez propias de nuestro tiempo. Pero
yendo más al fondo, es urgente tener una
reflexión sobre las consecuencias que ha
tenido en nuestro país un sistema elec-
toral que favorece la fragmentación, la
polarización, el cultivo de nichos y el
atrincheramiento.
La pretendida representatividad y
diversidad que vendría al alero del siste-
ma electoral proporcional en la práctica
se ha traducido en una dirigencia política
que prefiere custodiar sus bases de apoyo
y proliferar en proyectos individuales,
antes que construir espacios que gocen
de transversalidad. De esa forma, se
premia el hablarle a las audiencias (o inc-
luso a las “barras) propias antes que
 favorecer acuerdos, diálogo y enten-
dimiento. ¿Cómo se construye estabili-
dad, políticas de largo plazo y gobernabil-
idad cuando la discusión política se con-
figura en esos términos? Debemos insistir
en la necesidad de que los políticos
desempeñen su cargo con rigor, probi-
dad, transparencia y conexión con las
personas, por mencionar algunas vir-
tudes. Pero al mismo tiempo, debemos
reformar el sistema político y electoral
para que dichos anhelos sean los que
realmente se favorezcan, pues de lo con-
trario se produce un contrasentido que
genera la inercia e inmovilismo que
observamos hoy en Chile.
Por último, es imposible no incorporar
 también entre los factores del malestar
social el rol que jugaron los dirigentes
sociales y políticos en esos días.
Como hemos venido diciendo, creemos
que la molestia que se desbordó a fines
del 2019 lejos de ser una reivindicación
partidaria fue más bien la explosión de
malestares individuales que se incubaron
a partir de un proceso de modernización
individualista, que decantó en clases
medias y grupos fragmentados que recla-
maron su queja particular de manera
agregada en el espacio común. Dicho de
otro modo: no es cierta la lectura que pre-
tendieron desde la izquierda radical de
que estábamos en presencia de una queja
valórica generalizada contra la desigual-
dad ni un empeño colectivo por derribar
la Constitución.
No obstante, es un hecho que los movi-
mientos sociales encuentran su origen en
malestares y diagnósticos compartidos,
que luego devienen en aspiraciones que
se reclaman desde conceptos y anhelos
comunes. Y en ese proceso de pasar de la
queja a la reivindicación, los represen-
tantes políticos de la época lejos de
asumir su tarea de catalizar las demandas
sociales y ponerlas en contextos de bien
común, las instrumentalizaron al servicio
de sus afanes ideológicos y las tradujeron
en llamados irresponsables e incluso
antidemocráticos. Así, el malestar social
–que siempre estará vigente en diferentes
niveles de intensidad en toda sociedad–
encontró un grupo de dirigentes que lejos
de contener, de leer, de deliberar, de
reflexionar y de canalizar responsable-
mente, su sumaron irreflexivamente a su
fragor y estuvieron dispuestos a poner en
riesgo la estabilidad económica y la insti-
tucionalidad democrática del país en pos
de cautivar su simpatía.
Por lo mismo, no podemos terminar
este apartado sin reflexionar sobre la
tarea de la política, de la academia, de la
prensa y de la dirigencia en general frente
al malestar social que habita nuestras
sociedades. La tarea consiste en em-
patizar, en conocer, en dimensionar y en
abordar con rigor y profundidad, sin
aceptar la indolencia que a ratos existe.
Pero al mismo tiempo, el actuar patriótico
solo es compatible con entender que esos
malestares deben insertarse en espacios
donde las demandas son infinitas y las
capacidades de respuesta son finitas, lo
cual exige responsabilidad y visión por
parte de aquellos que están puestos en
espacios de influencia política, social y
cultural.
En síntesis, pienso que hay que mirar
las movilizaciones de fines de octubre
como el desborde de grupos vulnerables y
de clases medias, herederos de un proce-
so de modernización que les permitió
nuevas condiciones materiales y, como
consecuencia de eso, nuevas expectativas.
Sin perjuicio de esos avances objetivos,
comenzó a incubarse progresivamente un
malestar proveniente del deterioro de la
economía y el consecuente impacto en la
capacidad económica de las familias, que
dejó de manifiesto la fragilidad del ascen- Por último, es pertinente agregar el
so social que muchos habían experimen- grave deterioro que experimentó la diri-
tado. En ese contexto, se estimó –y de gencia política en esos días, llegando inc-
hecho, en gran medida fue así– que las luso a promover discursos antidemo-
elites, las dirigencias políticas y el sistema cráticos y demagógicos. No habíamos
general no reaccionó con la suficiente conocido desde el retorno de la democra-
empatía, sentido de urgencia y capacidad cia momentos tan difíciles, y en ciertos
de respuesta, haciéndose latente un sen- sectores de izquierda no se contó con
tido de desamparo, de abandono y de convicciones democráticas firmes. Se
indolencia intolerable para aquellos que pretendió derrocar al Presidente en ejer-
padecían las dificultades cotidianas. cicio e instrumentalizar la protesta social
Sumado a esto, surgieron casos de abusos –cuyos orígenes y motivos no eran
empresariales y discursos poco afortuna- atribuibles a algún sector en particular,
dos, que generaron un contexto de rabia llevando al país a una situación límite. Es
contra el abuso, contra la desconexión, esperable que se haya reflexionado y
contra la impunidad y contra los privile- recapacitado respecto de las actitudes,
gios. Esta suma de factores fue un golpe discursos y acciones de esos días. Se sost-
durísimo para la promesa meritocrática iene que así ha sido. Solo el tiempo lo dirá.

que había alimentado los sueños de tantas
familias, las que se volcaron a las calles no
detrás de un partido político ni detrás de
una gran narrativa, sino a reclamar por
sus causas particulares.
Respecto de la violencia de esos días, se
entremezclan instrumentalizaciones
políticas –que las hubo–; normalizaciones
de la violencia que no encontraron
respuesta a tiempo –pensemos en las
barras bravas, los barrios tomados por los
narcos, los liceos emblemáticos, la violen-
cia verbal en la discusión política, etc.–; y
también grupos autoconvocados, hijos del
sinsentido, el abandono, el quiebre famil-
iar y la falta de pertenencia. Aunque suene
duro aceptarlo, resuena la frase de
muchachos que decían que encontraban
en el enfrentamiento contra los Carabin-
eros su primera causa y sentido de pert-
enencia en años. Todo esto acompañado
de dirigentes de izquierda poco rigurosos,
que hoy padecen las consecuencias de su
irresponsabilidad al momento de asumir
el legítimo uso de la fuerza que toda
democracia requiere en momentos de
violencia como los que conocimos.
 Unidad por el cambio
Un proyecto político con vocación de mayoría
En el primer capítulo revisamos las raíces proyecto político de aquellos que tienen una
doctrinarias de distintos partidos políticos, visión compartida y una misión común. Una
evidenciando que es posible encontrar visión que debe surgir de largas y necesarias
puntos en común, de manera de construir un reflexiones y conversaciones, a las que las
puerto de partida. páginas que siguen pretenden contribuir. Y
En el segundo capítulo, revisamos las una misión común: permitir un cambio pro-
causas y elementos del malestar social que fundo en la manera en cómo se está conduci-
padeció y sigue padeciendo el país, identifi- endo el país. Ojo: no se trata solamente de
cando un espacio al cual nuestro proyecto ganar una elección ni impedir la continuidad
político de futuro debe dar respuesta. de una propuesta que está siendo desastrosa
 Lo que corresponde ahora es aventurarse para las familias de clase media y para los
a proponer un curso de acción que contenga sectores vulnerables. Se trata de contar con
los elementos propios de cualquier proyecto una hoja de ruta esperanzadora, de futuro,
político: ideas, valores, acciones, propuestas que permita gobernar con estabilidad, con-
y estilos. Lo hacemos con la intención de gen- struir una mayoría social y cultural, y proyec-
erar un debate que aspire a ir más allá de lo tar a Chile hacia un desarrollo hmano integral.
que tradicionalmente ha hecho nuestro
sector. No basta un programa de gobierno ni
una enumeración de políticas públicas secto-
riales, las cuales por cierto importan, espe-
cialmente para revertir el desastre de gestión
pública del actual Gobierno.
Tampoco es suficiente descansar en el
carisma y el talento de alguien en particular,
sin perjuicio de que se requerirán mujeres y
hombres que lideren la materialización de los
que pueda recogerse como proyecto político.
Lo que exigen los tiempos, especialmente
después de las lecciones que nos brinda pre-
cisamente la capacidad de reacción que se
tuvo en los días finales del año 2019, es pro-
ponernos contar con una caja de herramien-
tas de contenido político, que oriente nues-
tros liderazgos, nuestras acciones y nuestras
decisiones, especialmente en momentos de
crisis.
“Unidad por el cambio” tiene que ser el
Principios e ideas de fondo
Dignidad, Libertad, Solidaridad y Sustentabilidad.
Nosotros por definición no somos
refundacionales ni revolucionarios. En-
tendemos que la vida de los países son
procesos de continuidad y cambio, de
profundización y reforma. Por lo mismo,
el punto de partida de nuestro proyecto
político tiene que recoger y valorar aquel-
los aspectos positivos del camino recorri-
do; pero al mismo tiempo, atreverse a
innovar, a reformar y a sugerir miradas
nuevas, ya sea para abordar problemas
antiguos; y/o para responder las nuevas
preguntas que emergen de la sociedad del
futuro.71
Nuestro proyecto político debe poner
siempre a la persona y su desarrollo inte-
gral en el centro, lo cual resulta especial-
mente actual cuando emergen nuevas
formas de totalitarismos y autoritarismos
que buscan instrumentalizarla.
Pero la noción de persona que debe-
mos impulsar es una que se cuestiona el
individualismo como supuesto.72 Es una
donde las personas son sociables no para
satisfacer intereses egoístas, sino que
porque es la única manera posible de
alcanzar la felicidad. Es una noción donde
la libertad no consiste en “hacer lo que se
quiere mientras no se haga daño”, sino
más bien en “hacer lo que se quiere, bus-
cando el mayor bien posible para el resto
y, por añadidura, para mí”. Es una donde
Para mayor detalle de las ideas y propuestas que
71
proponemos, vid. Schalper, Diego, Solidaridad, una
rebelión necesaria (AI-Impresores, 2022), p. 65 y ss.
Al respecto, revisar Alvarado, Claudio (Coord.):
72
Primera persona singular: reflexiones en torno al
individualismo (IES, 2019).
la felicidad no consiste solamente en
buscar maximizar el bienestar personal,
sino también el responsabilizarse por el
bien del resto. Y hacerlo no por fines
altruistas o filantrópicos, sino con la con-
vicción de que solo así se construyen
sociedades sustentables.
Una noción de persona concebida de
esta manera no se agrupa solamente
cuando se trata de satisfacer un interés
egoísta, sino por el solo hecho de con- 
struir comunidades, en el entendido de
que es la única manera de estar bien.
Así, el fortalecimiento de las familias,
de los barrios, de los clubes, de las em-
presas, de las comunas y de las regiones
son asuntos de primera relevancia. Es
más: el mejor remedio contra el autorita-
rismo es precisamente la existencia de
comunidades firmes y no instrumentales.
Para un totalitario no hay presa más fácil
que las personas aisladas y desarraigadas,
las cuales precisamente se tientan con
facilidad ante los “sueños en la tierra” que
les ofrecen los populistas o los revolucio-
narios (ya sea que vayan juntos o separa-
dos).
Así, nuestra primera idea de futuro es
la defensa de un concepto solidario de la
persona humana, que supera al individu-
alismo y al estatismo desde la libertad
responsable y comprometida con los
demás.
En ese contexto, nuestra segunda idea
de futuro es el fomento de la reconstruc-
ción y el fortalecimiento de las comuni-
dades, partiendo por los vínculos inter-
 personales, las familias, los barrios, los
clubes, los emprendimientos, las comu-
nas, las regiones y, por cierto, la nación
toda.
Luego, decíamos que todo proyecto de
derecha contempla el fomento de la
democracia representativa. Pues bien,
tenemos que hacer propia la democracia
representativa como la única forma de
gobierno coherente con la defensa y la
promoción de la dignidad humana.
Pero dicho eso, tenemos que atrever-
nos a construir una democracia solidaria,
donde los representantes y los represen-
tados tengan la interacción necesaria y las
posibilidades suficientes para contribuir
 al bien común.
Para eso, la democracia no se puede
reducir a votar cada tantos años por un
representante. Debemos disponer los
medios –presupuestos participativos, ini-
ciativas de norma, fortalecimiento del rol
de los dirigentes sociales, etc. – que
fomenten la participación política de
manera comprometida y cotidiana. Es
más: sería perfectamente proyectable el
delegarles presupuesto estable a los diri-
gentes vecinales para la mantención de
sus espacios públicos o para el desarrollo
de ciertas tareas, con la correspondiente
supervisión. Una democracia solidaria es
aquella en que las personas toman
responsabilidades de manera permanen-
te, y no solo cuando hay que votar.
Otro tema es como fortalecemos y al
mismo tiempo mejoramos la fiscalización
de los representantes tanto de gestión
como políticos, de manera que haya una
interacción más activa entre los mandan-
tes y los mandatarios. Una democracia
solidaria exige que los representantes
tengan intercambio permanente con los
representados.
Un tercer aspecto, consiste en entend-
er que la democracia exige condiciones
mínimas de dignidad que nos permitan
decir que realmente todos somos parte de
una misma sociedad. Dicho de otro modo:
la promesa democrática de participación
solo es creíble, en la medida que está
unida a una corresponsabilidad solidaria
de proveer condiciones mínimas para una
vida digna. Una democracia solidaria
exige un compromiso de la comunidad
–privados y Estado– con generar condi-
ciones mínimas para la vida digna.
A continuación, decíamos que todo
proyecto de derecha tiene un compromi-
so con el Estado de Derecho y el respeto
las libertades. Por cierto que sí: el some-
timiento del ejercicio del poder a las
normas jurídicas es indispensable para el
desarrollo integral de las personas.
Pero para eso necesitamos una socie-
dad solidaria, donde las personas tengan
seguridades y donde la libertad sea un
piso común de todos.
Es cierto: la mínima garantía que
exigen las familias es que el Estado les
asegure que no sean víctimas de violencia.
Es la seguridad básica que todos pedimos.
Pero ¿vive seguro el adulto mayor que no
sabe si tendrá los recursos suficientes
para comprar sus remedios? ¿O el traba-
jador informal que no tiene protección
alguna ante las enfermedades y los acci-
dentes? ¿O el paciente de una enferme-
dad crónica que espera por meses para
obtener una radiografía? Una sociedad
solidaria es aquella donde nos tenemos
que hacer cargo de las incertidumbres de
la vida, brindando seguridades mínimas a
las personas.
Decimos con fuerza que creemos en la
libertad de elegir la educación, la salud y
la previsión social. Pero ¿elige realmente
aquella familia que no tiene recursos y
que esta resignada a ir a un establec-
imiento educacional de deficiente calidad
educativa? ¿Elige realmente aquel paci-
ente que por no contar con la cobertura
adecuada, vive angustiado porque no sabe
si contará con una atención oportuna?
¿Elige su vejez aquel adulto mayor que no
tiene una pensión mínima para pagar su
arriendo y su alimentación, por mucho
que tenga una buena tasa de reemplazo?
Si realmente creemos en la libertad,
entonces no puede sernos indiferente que
sea patrimonio solo de aquellos que
pueden pagarla. Una sociedad solidaria es
aquella que asegura a todas las personas
condiciones mínimas que habiliten real-
mente una auténtica libertad.
En este sentido, es fundamental que
incorporaremos a los derechos sociales
como parte integrante de nuestro inven-
tario político, rechazando la premisa
igualitarista que propone la izquierda y
reemplazándola por una lógica de habil-
itación del ejercicio real de la libertad.
Dicho de otro modo: el asegurar
alimentación, vivienda, educación, salud y
previsión social es indispensable para que
las personas puedan ser auténticamente
libres. Y ese desafío requiere ser realizado
sin las tentaciones estatistas de la izqui-
erda, que lo hacen imposible. Así, debe-
mos defender una noción solidaria y libre
de los derechos sociales, que implica par-
ticipación solidaria de los privados; sus-
tentabilidad financiera; respeto de las
libertades; coordinación de los principios
solidaridad-subsidiaridad; y priorización
de los más pobres en oposición a lógicas
de gratuidad universal.
Luego, recogíamos que todo proyecto
de derecho descansa en la defensa del
libre mercado, de la iniciativa privada y
del emprendimiento como motor de la
sociedad.
Por supuesto que sí: el pretendido cen-
tralismo estatal no es solamente inefici-
ente e incapaz, sino totalmente contra-
dictorio con el desarrollo integral de las
personas. Pero creer en los ideales de la
libertad económica supone tomarse
varias cosas en serio. Solo así empujare-
mos una auténtica economía social de
mercado.
Primero, una auténtica economía
social de mercado se opone a las concen-
traciones de mercado y favorece la com-

petencia, la diversificación, el empren-
dimiento y la igualdad de oportunidades
de todos los actores. Debemos estimular
que haya más alternativas y que las
pequeñas y medianas empresas tengan
oportunidades de crecer y de avanzar.
Segundo, una auténtica economía
social de mercado se opone a los monop-
olios ineficientes, favoreciendo los siste-
mas mixtos y la adecuada participación de
los particulares.
Tercero, una auténtica economía social
de mercado reconoce el rol de Estado
como regulador, fiscalizador y promotor
de la actividad económica. En ese sentido,
debemos promover que el Estado sea
eficiente y activo cuando tiene que serlo,
pues mediante distintos instrumentos es
el llamado a favorecer la asociatividad de
las personas y el desarrollo de una sana
actividad económica.
Cuarto, una auténtica economía social
de mercado necesita menos burocracia y
más apoyo a los emprendedores. No es
posible el nivel de asfixia que hoy se
 padece en los múltiples campos.
Quinto, una auténtica economía social
de mercado necesita chilenos propietari-
os, no endeudados. Debemos trabajar la
fórmula para combatir los niveles de
sobreendeudamiento que padecen los
chilenos, que debilita fuertemente su
libertad.
Sexto, una auténtica economía social
de mercado necesita políticas sociales
que saquen a los pobres de su situación, y
que enfrenten las inseguridades de la
clase media. Es indispensable modernizar
los servicios públicos, aumentar la lógica
de transferencias directas y, entre otros,
promover reformas serias a la seguridad
 social.
A continuación decíamos que otro ele-
mento común de los distintos proyectos
de derecha era abogar por una función
pública más eficiente y con altos
estándares de transparencia, probidad y
servicialidad. En ese sentido, nos parece
que hoy el desafío es la modernización de
Estado como cuestión prioritaria.
Pero además de eso, necesitamos rele-
var y dignificar la función pública, tanto
dotando a los servicios públicos de perso-
nas competentes y comprometidas, como
también dándole a los funcionarios públi-
cos las posibilidades de desarrollo profe-
sional y personal que necesitan.
Adicionalmente, debemos diseñar una
política de Estado de promoción del com-
promiso público y de las virtudes ciudad-
anas. Esta debe difundirse a todo nivel y
contar con instrumentos concretos, de
manera de que aquellos que realmente la
hagan propia tengan un tratamiento pro-
porcionado por parte de los beneficios del
Estado.
Luego, recogíamos como elemento
común de la derecha el fomento de las
libertades. Así, reiteramos la necesidad de
tomarse en serio el que la libertad no
puede ser patrimonio de aquellos que la
pueden pagar. En ese sentido, una tarea
de futuro fundamental es dedicarse a
construir las redes de protección y las
políticas necesarias que permitan a las
personas realmente sentirse en condi-
ciones de decidir sobre su vida. No
tomarse en serio esto, es no entender las
razones que tuvieron muchos chilenos de
confiar en los extremismos hace algunos
años atrás. El malestar social que emerge
de la incertidumbre y de la inseguridad es
presa fácil de los totalitarismos.
A continuación, nos referíamos al
principio de subsidiariedad y al rol del
Estado.
En ese sentido, por cierto que creemos
que el motor de la sociedad está en las
personas organizadas. Pero si creemos
eso, debemos tomarnos en serio el for-
talecer los vínculos interpersonales,
favoreciendo condiciones de trabajo, de
estudio, de movilización y de espacios
para que las personas puedan cultivar
estos vínculos.
Asimismo, tiene que sernos muy im-
portante el fortalecer la familia y situarla
como núcleo esencial de la sociedad,
como pilar esencial de la red de protec-
ción social y como unidad básica de las
políticas públicas.
Después, debemos estimular la gener-
ación y el fortalecimiento de los grupos
intermedios de la sociedad, revisando los
actuales instrumentos disponibles, que
muchas veces sirven más al proselitismo
que al real fortalecimiento de las bases
sociales. En ese sentido y como se decía
más arriba, pensar en que dirigentes
vecinales puedan administrar funciones
públicas y/o espacios comunitarios de
manera estable puede ser algo que
fomente la asociatividad y, de paso, la
identificación de las personas con sus
entornos barriales.
Luego, a propósito del rol del Estado,
debemos empujar un Estado Solidario,
que lejos de pretender suplantar a las
personas, cuente con los instrumentos
necesarios para favorecer que las perso-
nas se activen, se agrupen y se hagan
responsables de sus funciones.
Adicionalmente, es indispensable im-
pulsar la descentralización solidaria
como pilar esencial del desarrollo de
Chile, con herramientas para que cada
región y provincia cuente con planes de
acción que involucren a los servicios
públicos, a la comunidad y a las organi-
zaciones empresariales y académicas, de
manera de empujar cooperativamente el
desarrollo local.
Finalmente, debemos afirmar nuestro
compromiso con los sistemas mixtos de
cooperación público-privada en la pro-
visión de prestaciones sociales como vivi-
enda, salud, educación y pensiones. En
ese contexto, debemos construir herra-
mientas de corresponsabilidad solidaria,
como la Pensión Garantizada Universal; la
Sala Cuna Universal; el Plan Único de
salud garantizada; el aseguramiento de
una política de educación preescolar de
calidad garantizada; y una masificación
eficiente de la política de subsidios
habitacionales.
Como quinto elemento de las raíces
comunes de los distintos proyectos de
derecha, mencionábamos el principio de
la igualdad de oportunidades. Acá, vale la
pena detenerse. La expresión “igualdad”
sugiere un piso común desde el cual todos
parten, lo cual suena bien. No obstante,
pareciera ser que la verdadera tarea no
consiste en que todos partan desde el
mismo punto, sino más bien que todos
cuenten con lo que necesiten para des-
plegar sus talentos, sus capacidades y, en
el fondo, su libertad. Así, nos parece que
la noción que debiésemos empujar es
nuestro compromiso con generar condi-
ciones mínimas para la vida digna, habili-
tantes de la libertad, haciéndonos una
pregunta concreta respecto de las dis-
tintas realidades que habitan nuestra
comunidad y viendo cuales son sus
requerimientos para poder ser material-
mente libres. Así, creemos que más que

una lógica de igualdad, lo que tenemos
que poner por delante es la dignidad y la
solidaridad.
Esto lejos de ser una cuestión pura-
mente conceptual, supone acciones con-
cretas. Por lo pronto, debemos abandonar
la idea de considerar la pobreza solo
desde el punto de vista del ingreso y
aproximarnos desde una dimensión mul-
tidimensional, que nos permita asumir la
imposibilidad de configurar estándares
iguales de partida, avanzando hacía pre-
guntas más complejas acerca de las
necesidades específicas de los distintos
grupos vulnerables.
A propósito del sexto elemento común
que advertíamos más arriba, nos parece
que queda mucho por hacer en lo refer-
ente al cuidado del medioambiente. Ahí,
nuevamente nos parece que debemos
avanzar en una lógica de solidaridad
intergeneracional, la cual exprese un tra-
bajo educacional, político, empresarial y
social profundo que comprometa a las
personas, a los grupos intermedios y al
 Estado en un trabajo mancomunado. En
ese sentido, políticas de reciclaje; deberes
ambientales como parte del proceso de
evaluación de los beneficios sociales;
indicadores de gestión empresarial y en
los servicios públicos vinculados al medio
ambiente; aspectos medioambientales
como parte de los programas educativos y
de capacitación; y otros instrumentos,
debiesen ser parte de una política real-
mente central en los desafíos venideros.
Por último y a propósito de ciertos
aspectos diferenciadores de los distintos
proyectos de derecha, algunas palabras
finales.
Es fundamental tomarnos en serio la
 sustentabilidad humana, que dice rel-
ación al menos con los siguientes temas.
Primero, la crisis de natalidad que
afecta a Chile es un problema social serio,
que exige que dispongamos de políticas
de fomento de la maternidad y protección
del embarazo vulnerable con urgencia.
Segundo, la crisis de la paternidad con
los dramáticos indicadores de falta de
cumplimiento de deberes alimenticios
por parte de los padres y el ausentismo
escolar de los apoderados es algo que
debe ocuparnos de sobremanera.
Tercero, el drama de la niñez y la ado-
lescencia vulnerable, sumida en la droga,
en el analfabetismo, en la deserción, en el
trabajo informal y en otros flagelos socia-
les. Es indispensable ocuparse de ellos
con políticas que ataquen los distintos
factores de riesgo.
Cuarto, el desamparo en que se
encuentran las personas con discapaci-
dades, que no tienen la atención de salud,
educacional, de transporte y de vida en
general que necesitan. Esa injusticia es
simplemente inaceptable.
Y finalmente, la negligencia dramática
en el cuidado de los adultos mayores,
donde urge una política de apoyo,
estímulo y valoración de las personas de
la tercera y cuarta edad.
Luego, respecto de los grupos vulnera-
bles y las minorías que han sido víctimas
de discriminación y malos tratos, debe-
mos impulsar políticas activas de inte-
gración y solidaridad. El piso consiste
precisamente en erradicar toda forma de
violencia, discriminación arbitraria e
injusticia, pero el techo no está ahí. Debe-
mos estimular una política activa de inte-
gración, de compromiso solidario y de
encuentro entre los distintos, desde una
lógica de cooperación y enriquecimiento
mutuo que choque con el conflicto per-
manente que pretenden desde la izquier-
da revolucionaria.
Después, debemos tomarnos muy en
serio el inédito desarrollo tecnológico en
marcha, con la inteligencia artificial como
elemento central. Una acción política
seria debe por un lado valorar los indis-
cutibles aportes del progreso, y por el
otro no olvidar que toda herramienta
debe siempre estar al servicio de las per-
sonas y su desarrollo, y no al revés.
Finalmente, nuestra acción política
debe considerar un esfuerzo especial
respecto de la crisis del individualismo,
con sus brotes en salud mental, en el sin-
sentido y en el abandono. Abordar esto en
sus raíces humanas es tremendamente
urgente, si queremos hacernos cargo del
debilitamiento de los vínculos interper-
sonales y sus perniciosas consecuencias
en la vida de las personas.
Un proyecto con vocación de mayoría
Por una cultura de compromiso solidario y democrático
Como decíamos al comienzo, la política
es una mezcla entre teoría y práctica,
entre principios y valores, entre proyecto
conceptual y acción material.
En el apartado anterior hemos preten-
dido describir algunas ideas generales
que pueden dar cuerpo a un proyecto
político con raíces en la derecha y con
capacidad de extenderse de manera com-
prensiva a las inquietudes que subsisten
hoy en Chile.
En el espacio que sigue aspiramos a
describir una cultura política que sea
consistente con una vocación de mayoría.
Esto no es puramente un anhelo instru-
mental o de obtención del poder. Nos
asiste la convicción que el compromiso
democrático y la búsqueda de sociedades
estables, fraternas y consistentes con el
desarrollo humano, exige que la forma de
defender los ideales tenga pretensión
comprehensiva y de diálogo, y no de
polarización, conflicto y atrincheramiento.
Valores para una cultura política
con vocación de mayoría.
La tarea del político no es la pura espe-
culación ni el análisis abstracto, sino más
bien la de convocar personas, motivarlas
con perseguir un ideal común y trabajar
decididamente por el bienestar de la
sociedad donde le toca actuar. Por
supuesto que todo eso lo hace inspirado
en un cuerpo de ideas que lo identifican.
Pero la forma en cómo lo hace es tremen-
damente importante.
Así, proponemos cinco valores que
debiesen estructurar nuestro accionar
político.
El primero es el compromiso vivencial.
¿Qué significa eso? Situar a la acción
política con un lugar relevante en nuestro
quehacer cotidiano, en nuestras deci-
siones de vida y en nuestras prioridades.
Nuestro sector suele ser reacio a la políti-
ca como ocupación profesional (es más, se
alude a ella como un “servicio militar” 
transitorio). Pues bien, si realmente quer-
emos tomarnos un serio el mejorar la vida
de nuestros compatriotas, entonces la
política tiene que ocupar un espacio prin-
cipal en la vida. Porque la tarea de la
política no es ganar elecciones, sino im-
pulsar las ideas que se estiman correctas.
¿Cómo impulsar aquello que no se
conoce? ¿Cómo ser creíble en el empeño,
si este se asemeja más a un hobby que a
un compromiso real?
¿Qué implica eso en los hechos?
Formarse, es decir, conocer las ideas y
planteamientos que subyacen a la dis-
cusión política tanto en lo teórico como
en lo coyuntural.
Informarse, estando al día de las situa-
ciones y asuntos de interés político tanto
en Chile como en el mundo.
Dedicarse, lo cual implica destinar
tiempo en tres direcciones. Primero, en
contacto con las personas que sin dedi-
carse a la política, esperan una acción
comprometida de ella. Segundo, en con-
tacto con los afines, compartiendo puntos
 de vista, participando de los espacios
comunes y emprendiendo desafíos en
conjunto. Y tercero, en contacto con los
detractores, con la convicción profunda
de que solo mediante el sano contrapunto
de ideas es posible construir una identi-
dad con vocación de mayoría. No se trata
de relativizar las posturas ni de diluir la
identidad, sino de practicar la humildad,
la capacidad de diálogo y el empeño por
construir en común.
El segundo es la politización creativa.
En la derecha curiosamente suele verse
con desdén la acción política propia-
mente tal. Así, se suele valorar más las
 reuniones tecnocráticas y ejecutivas que
los diálogos políticos de fondo. ¿Significa
eso que el rigor técnico no tiene valor?
Por supuesto que no: la gestión pública
eficiente y de calidad es indispensable en
cualquier proyecto político. Pero un
atributo clave para que estemos a la altura
del contexto que se vislumbra en Chile, es
la decidida y sana politización de nuestros
grupos humanos, de manera que se dis-
cuta cada vez más sobre desafíos políticos
y menos sobre conflictos internos. Debe-
mos impulsar personas inquietas con las
injusticias, que consuman altas dosis de
trabajo y reflexión política y que se
debatan internamente sobre cómo mejo-
rar las condiciones de vida de los chile-
nos. Es cierto: la política requiere de fiato
humano y de fraternidad interna. Pero
solo en la medida que discute cotidiana-
mente sobre sueños comunes y sobre
proyectos políticos colectivos, puede im-
pedir quedar absorbida por la intriga, el
conflicto menor y la lucha del poder por el
poder.
El tercero es la fraternidad. En los
tiempos de polarización e individualismo
que experimentamos, parece ser muy
tentador el usar un tono agresivo y violen-
to para exponer los puntos de vista. Eso
sin duda tiene retornos importantes en
las redes sociales, fabricadas para premi-
ar aquello que construye progresiva-
mente la realidad individual y complaci-
ente de cada consumidor. Pero clara-
mente destruye la vida en común, genera
distancias entre las personas, debilita los
vínculos y hace cada vez más difícil (sino
imposible) la construcción de un proyecto
colectivo. Así, es indispensable ir cul-
tivando un tono fraterno de decir y hacer
las cosas. ¿Significa eso renunciar a
expresar las ideas que uno propone y/o
dejar de denunciar los males que uno
observa? Por supuesto que no. El punto
está en no sumarse a la lógica de sospe-
cha, de insulto y de odiosidad que se pre-
tende instalar por parte de aquellos que
lucran precisamente de eso. Por muy a
contracorriente que sea, tener una
vocación de mayoría exige un esfuerzo
especial en el tono que se emplea al mo-
mento de hacer política.
El cuarto es la empatía solidaria. Es
indispensable el destinar tiempo y
esfuerzo constante en permanecer
conectado con las necesidades sociales de
los que sufren. Así, debemos ser políticos
en salida, que se incomodan y van al
encuentro de las realidades más hostiles y
adversas, sin temor a ser afrentados o cal-
ificados negativamente. Debemos
escuchar con atención y sin prejuicios,
buscando construir trabajos mancomun-
ados y con lógicas de horizontalidad.
Debemos quebrar los muros, construyen-
do espacios de trabajo mancomunado con
las personas en la búsqueda de las solu-
ciones a sus problemas. La solidaridad
excluye cualquier tono gerencial o pater- más bien el logro más relevante: la may-
nalista y nos impone la tarea de trabajar oría cultural de las ideas. Así, propugna
arduamente por estar cerca, disponibles y una sana politización creativa, de manera
dispuestos. que los grupos políticos se dediquen a
Y quinto, inquietud reformista y rig- soñar, trabajar y construir juntos solu-
urosa. Debemos encontrar un punto ciones para las personas, sin asfixiarse en
medio entre la indolencia y la indignación. peleas internas ni disputas de poder. Por
Indolente es aquel que nada lo inquieta y lo mismo, se propone la fraternidad y la
que siempre encuentra una excusa para empatía como pilares centrales, pues solo
no involucrarse. Indignado es aquel que se pueden impulsar cambios estables y
frente a los problemas sociales se erige sustentables en la medida que se logra
con superioridad y condena moral, superar el clima de polarización y se logra
creyéndose portador de verdades absolu- conectar con los anhelos y sueños de las
tas y de capacidades superlativas. Nuestro personas. Por lo mismo, una actitud
punto medio es la inquietud, que consiste inquieta, reformista y rigurosa es indis-
en ser permeable al drama humano, de pensable, para nunca dejarse tentar por la 
manera tal de que afecte nuestra labor desidia y la indiferencia, pero al mismo
cotidiana. Así, desde nuestras capaci- tiempo mantener la humildad del que
dades y posibilidades, dispondremos los entiende que se es solo un eslabón de una
medios que tengamos para contribuir en larga cadena de esfuerzos.
la mejora de esa situación. Sin inacciones
pero tampoco con falsas promesas.
Inspirados en ese sentir, debemos ser
reformistas, promoviendo siempre cam-
bios positivos en las políticas públicas. No
creemos en la refundación ni tampoco en
la defensa apostólica. Estamos convenci-
dos que las cosas se pueden mejorar,
reconociendo los avances realizados.
Y cuando emprendamos esa tarea,
debe distinguirnos nuestro rigor profe-
sional. No se nos debe olvidar un segundo
que en la política las acciones afectan
vidas concretas, por lo que hacerlo con
rigurosidad y profesionalismo es un
deber profundo de compromiso solidario.
En síntesis, un proyecto político con
vocación de mayoría se compromete de
manera vivencial, porque entiende que
solo así dispondrá del esfuerzo y tiempo
necesario para lograr no solamente la
mayoría coyuntural en la votación, sino
 Palabras al cierre
Los tiempos que corren están llenos de
riesgos, vértigos e incertidumbres.
En Latinoamérica estamos aquejados por
un cuadro que entremezcla autoritarismos
desatados y/o solapados, populismos con-
frontacionales, democracias frágiles, insti-
tucionalidades permeables y economías
criminales, que hacen del tráfico de drogas,
de personas y de armas su manera de contro-
lar a nuestras comunidades.
 Por su parte, Chile está en un punto de
inflexión, donde después de dos fracasos
constitucionales parece ser claro que las
respuestas sistémicas impuestas de manera
orgánica no son el camino –sin perjuicio de
los necesarios ajustes institucionales que
demanda nuestro sistema político. Por una
parte, nuestra resiliencia humana e insti-
tucional y las oportunidades que brinda
nuestra geografía en sus varias expresiones
mineras, agrícolas, alimentarias y forestales,
brindan siempre una patria próspera capaz
de lograr grandes desafíos. Por otro lado, las
crisis de seguridad en sus múltiples expre-
siones, de estancamiento económico, de mala
calidad educacional, de salud y de emergen-
cia laboral, acompañadas de los desastres
ambientales que recurrentemente nos acom-
pañan, nos ponen a prueba de encontrar los
caminos para dar soluciones a las miles de
familias chilenas que padecen los efectos de
estos flagelos.
El futuro de los países no está predetermi-
nado, pero tampoco las cosas mejoran por el
mero azar. Es urgente contar con un grupo de
mujeres y hombres comprometidos,
disponibles a conocer y encarnar ideas sóli-
das, enfrentando los dramas que conforman
el malestar social. No bastan esfuerzos indi-
viduales: será necesario coordinarse,
reunirse y construir idearios, acciones y esti-
los en común, que le den cuerpo a proyecto
político coherente, socialmente enraizado y
con vocación de mayoría. Habrá que enfren-
tar la indolencia y la indignación, común-
mente expresada en propuestas inmovilistas
o revolucionarias, siempre alimentadas de la
banalidad, la superficialidad y la confront-
ación irrespetuosa. Solo con las herramientas
del diálogo, de la democracia, del rigor y de la
fraternidad se construye gobernabilidad y
estabilidad en los países. No basta enarbolar-
las: hay que atreverse a practicarlas, por cos-
toso que sea.
Tengo esperanza de que cada uno desde el
lugar donde está o desde el lugar que decide
estar en atención a las circunstancias, dará lo
mejor de sí para este desafío histórico.
Hemos heredado un Chile extraordinario de
nuestros antecesores. Nuestro deber es
entregar un Chile mejor a nuestros hijos.
“Unidad por el cambio” debe ser el vehícu-
lo de este empeño. Unidos en torno a ideas
comunes de dignidad, libertad, solidaridad y
sustentabilidad. Unidos en torno a un com-
promiso profundo de ir al encuentro de las
clases medias y de los sectores vulnerables
para empatizar con su malestar y contribuir
con su progresivo bienestar. Unidos en torno
a un proyecto político de raíces sólidas y de
conductas compartidas, que configuran una
cultura propia al desarrollo humano integral.
Unidos en torno a una misión de cambio, que
le permita a Chile soñar con tiempos mejores.