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INSTITUCIÓN EDUCATIVA

PRIVADA
LEONARD EULER EL COLE DE
“LA ACADEMIA”

CURSO:
HISTORIA
TÍTULO:
REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA

AUTOR:
Reyinaldo Reykers Coila López

DOCENTE:
Guido Ticona Valdivia

Puno, 2023
I. REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA.

Juan Santos estableció su cuartel general en el Gran Pajonal, luego de destruir


25 misiones franciscanas y expulsarlos de la selva central. Rápidamente, el
virrey Marqués de Villagarcía mandó expediciones militares en 1742 y 1743,
dirigidas por Pedro Milla y Benito Troncoso, integradas por soldados
profesionales, enviados del Callao y por milicias reclutadas en Tarma y Jauja.
Los españoles fueron derrotados gracias a una estrategia militar adecuada
para el terreno del monte: la guerra de guerrillas. La estrategia de emboscadas
fue utilizada por los hombres de Juan Santos durante los diez años que duró el
movimiento, sumando a esto la toma de algunas ciudades importantes por
algunos pocos días, lo cual, si bien no significaba ningún éxito militar a largo
plazo, sí calaba hondo en la moral de los españoles y conseguía difundir los
logros del movimiento en amplias zonas del virreinato, mientras hacía aumentar
el sentimiento de inseguridad. En la expedición de 1743, los españoles
establecieron un fuerte en Quimiri (La Merced), pero fue destruido por los
rebeldes el 1 de agosto, consiguiendo después la toma del valle de
Chanchamayo.

Durante el mandato del siguiente virrey, José Antonio Manso de Velasco (1745-
1761), Conde de Superunda, veterano de la guerra de indios en Chile, se
mandaron nuevas incursiones bajo la comandancia del prestigioso general
José de Llamas. Le fueron asignados 850 hombres, que fracasaron en 1746, y
luego repitieron la derrota en 1750, en la zona de Monobamba. En ambos
casos, la estrategia de emboscadas logró diezmar a los españoles lo suficiente
para hacer fracasar la empresa.

Luego de estas victorias de Juan Santos es que su movimiento realizó la


acción militar más importante hasta ese momento, al tomar los poblados de
Sonomoro y Andamarca en 1752, la zona más cercana a la sierra a la que logró
llegar la rebelión. Al parecer, se buscó tomar la región de Jauja y establecer
una cabecera de playa desde la cual organizar un ataque final a Lima, con la
ayuda de las poblaciones serranas que se habrían plegado al movimiento. Sin
embargo, advertido de un contraataque de las fuerzas coloniales, dejaron el
pueblo tan sólo dos días después de haberlo tomado.

Para ese entonces, los españoles ya habían optado por una nueva estrategia
defensiva. Se basaba en convertir a Jauja y Tarma en bastiones militares para
evitar que Juan Santos alcanzara la sierra y que su movimiento influyera en
una zona articulada con la capital, lo que hubiese comprometido el
abastecimiento de alimentos a Lima. También se quería evitar que el fenómeno
escalara a un levantamiento panandino. Así es que se dispuso utilizar cinco
compañías de infantería y caballería, apoyadas por milicias locales y patrullas
de la región. Luego del combate no se supo nada más de Juan Santos
Atahualpa, pero se dice que murió de forma natural en la selva central.

II. CONCLUCIONES

La Rebelión de Juan Santos Atahualpa, a pesar de su represión, deja un


legado impactante que trasciende las páginas de la historia. Este evento no
solo representa la resistencia indígena ante la colonización española en el siglo
XVIII, sino que también simboliza la lucha continua por la preservación de la
identidad cultural y la autonomía. Las causas arraigadas en la opresión, la
pérdida de tierras y la imposición cultural revelan las profundas injusticias
sufridas por las comunidades indígenas. La Rebelión, aunque no logró sus
objetivos inmediatos, contribuyó a la preservación de la identidad incaica y dejó
una huella duradera en la memoria colectiva. Este legado sirve como fuente de
inspiración para las generaciones presentes, destacando la importancia de
reconocer y abordar las desigualdades sociales. La historia de Juan Santos
Atahualpa no solo invita a reflexiones sobre el pasado, sino que también resalta
la necesidad de justicia y reconocimiento continuo para las comunidades
indígenas, subrayando la perseverancia de la memoria histórica como un faro
para la construcción de un futuro más equitativo y respetuoso de las diversas
identidades culturales.

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