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Primera palabra: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc, 23 - 34), Es la primera palabra

de Jesús en la cruz, al estar sufriendo el peor castigo que alguien podía recibir un ser humano, de ser
azotado, golpeado, maltratado, humillado y sus manos y sus pies habían sido clavados en el madero de
la cruz, por los soldados romanos que estaban acostumbrados a recibir insultos, ofensas, maldiciones,
de parte de aquellos que eran crucificados. Pero esta vez escucharon palabras que nunca habían
escuchado de parte de Jesús, hablando del perdón y de misericordia, “Padre perdónalos porque no
saben lo que hacen”.

Estas palabras Jesús dirige una oración de súplica perdón a Dios Padre en favor de sus verdugos que lo
estaban crucificando. De esa manera ahora es posible saber lo que ocurre en el interior de su corazón,
al Jesús Hablarle al Padre, ya que Toda su vida, no había sido más que mostrar al Padre que ama, que
cuida de los hijos, que escucha en lo secreto. Porque a Él se dirige con el nombre de Abbá, Padre,
uniéndose a su voluntad, tomando el cáliz del sacrificio de amor. Ante el Padre calla, que no está lejas
o es indiferente, sino que padece una verdadera pasión inconmovible, como un dolor de amor que
decide desde su paternidad no utilizar el castigo justo sino el perdón y la misericordia para los que
quieran arrepentirse.

Jesús pide al Padre que perdone a los hombres. Ya que el perdón es una forma de amor no reivindicable
en justicia que exige reparación o castigo. Sino que refleja la infinita misericordia de Dios. Jesús, incluso
en el momento más doloroso de su vida, es capaz de pensar en los demás y pedir perdón por aquellos
que lo están haciendo sufrir. Nos enseña la importancia del perdón y de la compasión, incluso hacia
nuestros enemigos. Jesús es el Hijo, que clama perdón porque sabe perdonar. Pide al Padre su amor
superior. Ya que ante los ojos de Jesús pasan todos los pecados de los hombres: asesinatos,
violaciones, robos, falsedades, blasfemias que son ofensas al mismo Dios, y al hombre. En tanto cada
pecado es golpear al mismo Dios, matarlo si fuese posible, ofender su amor. Cristo está perdonando
cuando lo clavan al madero y su pensamiento es pedirle al Padre que también los perdone.

Es claro que Jesús busca una excusa para demostrar su perdón: "no saben lo que hacen", pero algo
saben, porque si no, no habrían pecado, porque No saben el horror profundo que significa el pecado. El
pecado es una ofensa a Dios, que tiene una cierta dimensión infinita horrible, porque es la rebeldía
lúcida de odiarlo a Él. Es la traición a su amor que nada niega. Es el desprecio del hijo a un Padre que le
ama de un modo pleno, perfecto, total.

Cristo no piensa en su dolor en esta primera palabra; sino que piensa en el perdón, pide la paciencia
divina, clama por la misericordia, perdonando al que lo ha ofendido y está dispuesto a cumplir toda
justicia y pagar por los que no pueden pagar. Ya que sólo quien ama puede entender la gravedad del
desamor. Cristo encuentra la disculpa de que no saben lo que es un pecado. Sólo Dios puede juzgar el
grado de inconsciencia que hay en el hombre. En Satanás la lucidez fue tan grande, y el desprecio de
Dios tan libre, que fue imposible la redención. Pero para el hombre no es igual, ya que un velo impide
ver tanto el mal como el bien en toda su profundidad.

Jesús pide perdón por la ignorancia: Esta es la interpretación más común, especialmente para aquellos
que lo crucifican porque no son conscientes del significado de sus actos. No comprenden que están
matando al Hijo de Dios y que con ello están cometiendo un grave pecado.
Se ve que Jesús pide Perdón por la falta de conocimiento de aquellos que lo crucifican porque no
tuvieron la oportunidad de conocerlo y comprender su mensaje. No han tenido la oportunidad de
escuchar sus enseñanzas y de comprender su amor por la humanidad.

Jesús pide Perdón por la debilidad humana que se comete en el mundo, producto de la fragilidad y la
imperfección humana. Lo que significa que Jesús no está encerrado en sí mismo o concentrado en su
propio dolor, sino que está viviendo aún en medio de la angustia de la muerte, y muerte de cruz, su
forma de amar que es el perdón. Se olvida de sí, para concentrarse en la petición de perdón que llenará
el mundo en una lluvia de gracia ante Dios que es amor y su amor no es una idea, sino es amor personal
y exclusivo para cada hombre, revelado en la historia y en su Hijo Jesucristo.

El Evangelista San Juan dice de Jesús: “habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó
hasta el extremo” (Jn 13, 1). Y Jesús lo expresa y visibiliza muy bien en esta primera palabra que brota
de sus labios: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. De esta manera, en Jesucristo, el
perdón se constituye en la expresión más sublime y radical del amor que hemos conocido, sino
también, en la fuente y las razones más profunda del mismo perdón. A ese perdón gratuito e
inmerecido, que brota del amor, recurrimos humildemente hoy ante la Cruz. Ante todo, porque una y
otra vez, necesitamos vivir de la buena noticia del amor de Dios, que como bien lo recuerda el Papa
Francisco, es un amor «que no aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no
humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de
libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de
levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nuevas oportunidades que
condenar, de futuro que dé pasado» (CV 116).

Pero, también, ante esta primera palabra de perdón para todos, pronunciada por Jesús agonizante, es
necesario tener bien presente, que Jesucristo crucificado, es la medida del perdón que se nos pide.
Ante Jesús crucificado, entonces, debemos reconocer, que nuestras relaciones familiares y sociales
están rotas, profundamente heridas por la ausencia de perdón, por lo que necesitamos perdonarnos y
reconciliarnos en la familia, ya que ciertamente, son numerosos los hijos abandonados, con la vida
destruida, porque, en muchos casos, hizo falta el perdón oportuno y generoso en sus padres.

Pero también podrimos decir que es una ilusión el perdón en familia cuando se está lejos de Dios,
cuando Jesús, no aparece para nada en la vida personal o familiar de la familia y de la sociedad, ya que
el siempre será el referente y la fuente de todo perdón. No hay perdón verdadero que no brote, que no
se inspire o se alimente, de esta primera palabra de Jesús en la Cruz: “Padre, perdónalos…. Y Es cierto
que no hay futuro para una familia donde no existe el perdón; pero, igualmente, debemos decir, que
tampoco habrá futuro para una sociedad que no perdona, que vive de resentimientos, odios, venganzas
y traiciones. No hay futuro para un país como el nuestro, profundamente dividido, si no nos
reconciliamos de verdad por encima de las diferencias. Ya que los crecientes y alarmantes índices de
violencia en que vive Colombia simplemente indican, que seguimos derramando sangre de los
colombianos, por la incapacidad de renunciar a los intereses, egoísmos y ambiciones personales. Aún,
hay muchos hermanos nuestros, con heridas personales y sociales sin sanar de muchas situaciones
injustas por resolver, reclaman de todos nosotros actitudes generosas y humildes, que nos permitan
recibir y ofrecer el perdón que desde la Cruz nos ha reconciliado Jesus.

En tanto conviene, que hombres y mujeres desde esta perspectiva no nos dejemos vencer por el mal y
seguir construyendo el presente y el futuro con esperanza, recordar y acoger la invitación del Papa
Francisco a todos los colombianos: Cristo es nuestra reconciliación, Él es nuestra paz. Él es el puente,
el verdadero puente por donde podemos caminar hacia el otro. Colombia, abre tu corazón de pueblo
de Dios y déjate reconciliar. No le temas a la verdad ni a la justicia. (y sigue el Papa) Queridos
colombianos: No tengan miedo a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para
acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de
tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios y renunciar a las venganzas y
abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del
encuentro fraterno.

Ya que promoviendo el perdón y la reconciliación, es fundamental para superar el dolor y el trauma


causado por la violencia que nos han hecho daño, incluso si no es fácil. Este acto de perdón puede
romper el ciclo de violencia y abrir las puertas a la reconciliación, porque cuando perdonamos, nos
ponemos en el lugar del otro y tratamos de comprender sus razones. Esto puede generar empatía y
compasión, sentimientos que son esenciales para construir una sociedad más justa y pacífica.

El perdón no borra el pasado, pero puede ayudarnos a sanar las heridas que este nos ha dejado de lado
como el rencor y el odio, y empezar a construir un futuro mejor.

El perdón y la reconciliación pueden fortalecer la sociedad en su conjunto. Cuando las personas se


perdonan entre sí, se crea un clima de confianza y cooperación que es esencial para el desarrollo social
y económico. En tanto es un mensaje poderoso que nos inspira a construir un futuro mejor en con
nuestras acciones y nuestro compromiso.

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