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SEMINARIO DE PRÁCTICA CURATORIAL II

MIRADAS MUTANTES 2021


Daniela López
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LA NINFA QUE NO QUERÍA SER NINFA

Muchas veces cuando recorremos las salas de exposición de un museo y nos detenemos
a observar las piezas que contiene, cuando nos paramos frente a una obra, tratamos de
buscar y averiguar cómo es que se la debería mirar. La primera impresión,
frecuentemente, se encuentra con percepciones y significados análogos que devienen de
nuestra experiencia, aquella que recuperamos en la memoria evocativa. En el instante
siguiente, nos invade la duda de tener una mirada ingenua con la representación que
advertimos y para solventar nuestra apreciación recurrimos a la descripción física del
objeto: nombre del autor, datación, formato, dimensiones, descripción de la imagen,
comentario del/a artista, etc.; todo aquello que conforma el paratexto de la imagen para
luego articularla o transformarla en una mirada criteriosa en contexto. Esta
alfabetización y educación de la “apreciación artística” proviene de constructos
formalizados por la historia del arte y las instituciones afines, que con sus dispositivos
nos enseñan la manera “adecuada” de observar las obras de arte. Pero en este mirar
impostado ¿que elementos son obstaculizados y velados a nuestra mirada?¿qué
paradojas del ver y no ver habitan en la apreciación estética de una imagen?¿qué modos
de pensar archivamos para la subjetividad de una memoria colectiva?
Para analizar las imágenes resulta oportuno e interesante practicar una mirada de la
superficie aislada de su contexto, como nos propone Susan Buck-Morss en Estudios
visuales e imaginación global, para responder a una crítica de la percepción sensible
que se libere de la anestesia introducida por las narrativas oficiales.
En lo que queda de este escrito, me gustaría referirme a algunos pensamientos y
sensaciones que circularon por mi mente con una de las pinturas del impresionismo
alojada en el Museo Nacional de Bellas Artes, La Nymphe surprise de Manet.
En tiempos pandémicos, gran parte de las galerías y museos habilitan sus
establecimientos en entornos virtuales para acceder y recorrer las obras que habitan en
cada una de sus salas. En el sitio web diseñado por el MNBA, la visita comienza con un
plano del recinto que indica la ubicación del salón donde se encuentra la colección y, en
el margen derecho, se visualiza una galería vertical con las fotografías de las pinturas en
un formato estándar semejante a la sección imágenes de un buscador web. Cada obra
contiene su respectiva ficha técnica y, en algunas oportunidades, un comentario escrito
que puede ser acompañado por un audio explicativo a la manera de unx guía. La mística
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Daniela López
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aurática benjaminiana que nos envuelve al estar frente a una obra original se desintegra
en su reproducción virtual, pero nos permite redescubrir otras formas de mirar con las
herramientas que nos facilitan los dispositivos tecnológicos e internet. Scrolleando las
diecisiete obras expuestas en la Sala 14, me limité a observar las imágenes
desestimando su autor o descripción hasta que me tope con una que me impactó
significativamente por su representación y su expresión.
La pintura muestra a una joven desnuda en medio de la naturaleza, con pastos oscuros y
plantas que brotan flores azules, arbustos notorios y árboles oblicuos frente a aguas
tranquilas de un lago o laguna, del lado izquierdo, que enriquecen el medio natural. La
luz del ambiente pone en segundo plano los elementos naturales porque toda la
iluminación está centrada y puesta en la desnudez de la mujer sentada sobre las telas
rojizas de su ropa. Ella se retuerce y se tapa con lo primero que encontró al alcance de
su mano, una tela blanca de seda. Trata de tapar la intimidad de su cuerpo y se aprieta
las manos contra sus brazos cruzados porque no quiere ser expuesta como un
espectáculo para miradas que la reduzcan a un objeto. Cruza sus piernas e intenta darnos
la espalda demostrando su incomodidad, incitando con su postura a que nos vayamos de
ese lugar. La mirada atónita de la expresión de la mujer y el hecho de que ese momento
haya quedado congelado para siempre en el lienzo, fue lo que más me impresionó y
conmovió de la composición.
Este era un desnudo distinto a la mayoría representada en la pintura clásica europea,
porque no presentaba una pose sugestiva y distraída a disposición del acecho voyeurista.
Tampoco demuestra una mirada perdida y controlada para reducir su sexualidad a la
pasividad. Incluso no se asemeja a otros de los pocos desnudos pintados por Manet; en
oposición a La ninfa sorprendida, la Olympia se muestra segura y distendida siendo
sujeta activa de su mirada que es fijada en el espectador que la está mirando.
El gesto de vergüenza o desamparo de la ninfa está latente en la obra. Los sentimientos
de culpa o de necesidad de tutela masculina históricamente fueron impregnados en los
cuerpos de las mujeres y continúan reproduciéndose en las subjetividades de las
sociedades a través de las políticas sexuales de la mirada. Durante la modernidad,
periodo donde se realizó la obra, los espacios públicos y privados estaban divididos para
las femineidades. Griselda Pollock detalla en Modernidad y espacios de la femineidad,
como las mujeres burguesas debían reservarse al espacio privado mientras que aquellas
mujeres pertenecientes a clases sociales más bajas debían trabajar, ya sea como
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prostitutas en las ciudades o mucamas, dejando de ser consideradas como tal. Las
actividades y experiencias vinculadas con la modernidad se desplegaron en la ciudad; y
las mujeres, al estar separadas del espacio público, quedaron excluidas del derecho a
circular en la muchedumbre ya que en esta situación eran vistas como seres vulnerables
y/o provocativos para la mirada masculina. La potestad de moverse en las ciudades
libremente con el derecho de mirar sin ser mirado, quedaba habilitado para los varones,
el flaneur.
Me gusta pensar que la joven de la pintura continúa la expresión de su mirada con una
mueca que nos hace responsables de su malestar, haciéndonos sentir desubicados y,
porque no, echándonos con un insulto. También me puse a pensar porque la mujer
estaría desnuda en un bosque junto al lago. Imagino que estaría cansada de tener que ser
y hacer todo lo que se espera de ella, cansada de los ojos controladores de lxs demás,
cansada de esforzarse y moderar sus formas que no se condicen con la norma, cansada
de tener que estar acompañada para ser respetada, cansada de tener miedo a como la vé
la sociedad. Así, cansada, quiso sentirse libre de toda la carga cultural que representa su
imagen. Fue a la laguna del bosque, donde puede ser nadie fundiéndose con la
naturaleza. Desprenderse de sus ropas, que son signos de la cultura que la excluye.
Sentir la libertad de mover su cuerpo y nadar en el agua, sin tener que aparentar y
siendo sujeta activa de su deseo. De mirar sin ser mirada.
La sorpresa de la ninfa encubre, con la ambigüedad de su nombre, una semántica
sesgada del acto que retrata. Manet se destaca en esta obra por pintar un cuerpo de
mujer con proporciones reales que no se amolda a las figuras idealizadas e
institucionalizadas del arte de ese momento. La representación de imágenes con cuerpos
reales es un tema contemporáneo que se mantiene en disputa y el MNBA resalta esta
apreciación además de las cualidades técnicas de la composición, pero deja velada al
silencio las significaciones que resuenan en el gesto y la mirada de la ninfa que no
quiere ser ninfa.

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