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Una organización pública que promocione políticas sobre la valoración de su personal a través
de una cultura de género, comunicación no violenta, cooperación entre sus pares y superiores,
en lugar de competencia, como así también fomentar el trabajo en equipo, liderazgo,
inteligencia emocional, capacitación integral, etc., con la inclusión de un balance social que
exteriorice los avances en materia organizacional, tales como el cuidado del medio ambiente,
satisfacción de la ciudadanía respecto de sus funciones públicas, mantenimiento del patrimonio
histórico, estará un paso adelante y podrá ser el modelo de organización pública al que un país
desarrollado debiera aspirar.
Si ya se cuenta con áreas de auditoría interna y externa, ¿para qué un área de compliance?
En los últimos años, el asunto de los programas de cumplimiento ha generado una serie de
inquietudes al interior de las empresas sobre si es pertinente su existencia, ya que, en la
mayoría de ellas, existen las áreas de auditoría, con los consiguientes sobrecostos de nómina.
Para comprender el sentido actual de esta figura y su diferencia o similitud con otras medidas
de control interno, a continuación, definiremos a cada una.
Control Interno
Para efectos de adentrarnos en los temas de compliance y auditoría, y teniendo en cuenta los
aspectos hasta ahora mencionados, debemos partir de la definición de control interno. Una
buena definición se encuentra en la doctrina en los siguientes términos:
Compliance
“Es el establecimiento de políticas, normas, manuales, procedimientos y controles adecuados y
suficientes que permiten garantizar que una empresa cumpla con la legislación vigente
incorporando valores y ética”
En efecto, su ausencia puede hacer que la empresa sufra sanciones y multas que afecten, no
solamente en forma negativa las finanzas de la empresa, sino también que, por decisiones
judiciales adversas, se encuentre frente al riesgo de pérdida de reputación. Además, la
ausencia de estos programas puede propiciar que directivos, administradores, gerentes y
demás personas resulten involucrados en procesos sancionatorios, incluso, de índole penal.
Por eso, se considera que “el riesgo de Compliance es el riesgo de que una organización
pueda sufrir sanciones, multas, pérdidas financieras o pérdida de su reputación como resultado
del incumplimiento de las leyes, regulaciones, normas autorregulación o códigos de conducta
que se apliquen a su actividad”.
De ahí que, para lograr que la función de compliance se pueda llevar a cabo de forma eficiente,
se requiere una alta participación de todos los niveles de la organización. A estos efectos,
pueden distinguirse las siguientes líneas de defensa:
Primera línea de defensa corporativa: Unidades operativas. Los empleados que trabajan en
la 1ª línea de defensa deben conocer y gestionar los riesgos a los que se enfrentan en su día a
día.
Segunda línea de defensa corporativa: Formada por la función de Compliance y por otras
unidades de control que existan en la organización, tales como la función de control de riesgos.
Las unidades de la 2ª línea de defensa deben supervisar el correcto funcionamiento de los
controles y su aplicación efectiva por parte de la 1ª línea de defensa
Tercera línea de defensa corporativa: Constituida por la función de auditoría interna, que
debe supervisar a todas las unidades de la organización, incluidas aquellas situadas en la 2ª
línea de defensa, para detectar posibles deficiencias en las otras dos líneas.
A decir verdad, el compliance se lleva a cabo casi simultáneamente con la ejecución de las
actividades. Además, busca detectar en forma previa e inmediata el posible riesgo o
incumplimiento para tomar las medidas correctivas antes de que los riesgos se materialicen.
En cambio, en la auditoría, las revisiones y la detección de debilidades, por lo general, ocurren
tiempo después de la ocurrencia de los hechos.
Los funcionarios que hacen parte del área o función de compliance, deben participar en el
diseño de los procedimientos, determinación de riesgos, controles y acciones que minimicen la
oportunidad de que estos se materialicen. Por su parte, los funcionarios de auditoría deben
mantener una total independencia de las áreas del negocio.
En definitiva, podemos concluir que son dos funciones diferentes y necesarias para un
adecuado funcionamiento de la empresa. Al compliance le compete supervisar los controles y
riesgos con mayor inmediatez, de forma más frecuente y continua, de manera que se
constituye en salvaguarda efectiva para cualquier institución; además, esto le permitirá estar a
la vanguardia ante cualquier cambio que puede afectar a la empresa. La auditoría interna, por
su parte, supervisa todos los controles, procesos y áreas de la organización, incluida el área de
compliance y permite, con sus informes, que los directivos estén seguros de que las políticas y
procedimientos establecidos se desarrollen según las directrices impartidas.
Sin duda, al ser funciones diferentes e independientes, compliance y auditoría interna resultan
ser dos áreas que aportarán siempre al mejoramiento de la organización. Necesariamente,
ambas se complementan y permiten que la empresa mantenga estabilidad y competitividad en
su entorno. Por lo tanto, más que dos áreas independientes, son, verdaderamente, dos
herramientas esenciales que se complementan mutuamente en el marco del control interno de
cualquier organización.
Los Programas de Integridad son una herramienta esencial para cuidar la reputación de la
empresa o entidad pública.
Un Programa de Integridad no asegura que no vaya a ocurrir ningún hecho de corrupción, pero
si ocurre, la empresa puede demostrar que hizo todo lo posible para evitarlo. Así, logrará
proteger su reputación, disminuir o eliminar incluso una pena para la organización y evitar una
fuga de inversiones y socios de negocios. Tanto los bancos, como los fondos internacionales y
los inversionistas, están cada vez más interesados en invertir en empresas en las cuales
puedan confiar.
1. Compromiso de la dirección;
2. Análisis de riesgos;
3. Diseño y definición de políticas;
4. Implementación de políticas;
5. Medición del programa
6. Comunicación.
Compromiso de la dirección
Debe empezar por la Dirección y la alta Gerencia. Los altos mandos deben
definir los valores y las conductas consideradas éticas en la organización y ser
consistentes con dichos comportamientos. Deben manifestar y expresar su
apoyo y compromiso fuerte, visible e inequívoco con las políticas de integri-
dad adoptadas. Deben demostrar que han asumido el Programa como propio.
Tendrán la responsabilidad de procurar que todos los integrantes compartan
los valores de la institución , comprendan la política de tolerancia cero a la co-
rrupción y estén convencidos de que ante la detección de una infracción ética
se actuará con justicia, rigor y rapidez. Esto aporta credibilidad al Programa,
garantiza su durabilidad y eficacia y promueve un sentido de responsabilidad
compartido por parte de todos los miembros de la persona jurídica.
Análisis de riesgos
Tener procedimientos por escrito permite hacer más eficiente ciertos procesos, ya que, en lugar
de consultar a los involucrados, se consulta el documento.
También aporta claridad a todos los empleados de la empresa sobre lo que se espera de su
comportamiento.
El Programa de Integridad no debe generar un proceso paralelo, sino que debe agregar nuevos
elementos a los ya existentes. Por ejemplo, si se identificó el proceso de compras como
riesgoso, puede tomarse la decisión de implementar un principio de “cuatro ojos” para disminuir
el riesgo. Simplemente, se debe incluir en el proceso existente un paso más en el cual se
requiere una aprobación adicional y se documenta dicha observación. Incluso, al momento de
hacer el análisis de riesgos, es probable que se identifiquen elementos ya existentes que sirven
para disminuir riesgos de corrupción.
Implementación de políticas
Los procedimientos por sí solos no cambian el comportamiento de las personas. Para que sean
efectivos se debe desarrollar un mecanismo de implementación y sociabilización a tales fines.
Para ello, es necesario:
definir responsabilidades
detectar irregularidades
sancionar irregularidades
capacitar
Por último, la única forma de que las políticas y procedimientos se utilicen correctamente es
midiendo su impacto.Se puede invertir, por ejemplo, en un sistema externo de denuncias. Sin
embargo, si nadie lo utiliza, implica una mala inversión de los recursos.
La medición es un elemento central de la mejora continua que permite que los procedimientos
sean cada vez más efectivos y se adapten a los cambios que pueda enfrentar la empresa.
Desde el inicio de los tiempos, cuando el hombre comenzó con la organización de instituciones
públicas para regular su vida social, jurídica y económica, el eje central del funcionamiento del
Estado han sido las oficinas compradoras. Ya sea para construir caminos, escuelas, hospitales,
como para mantener la seguridad física y jurídica de los Estados, siempre se ha necesitado de
la organización de las compras públicas.
En el estado las oficinas compradoras se manejan bajo estrictos estándares legales, para
optimizar la utilización de los recursos públicos, transparentar los procesos administrativos y
evitar la corrupción, el mayor flagelo al que se somete la sociedad a través de las compras
públicas.
Normativa
En marzo de 2018, entraba en vigencia la Ley 27.401 de Responsabilidad Penal de las
Personas Jurídicas, incorporando al ordenamiento jurídico argentino oficialmente el concepto
de Programas de Integridad y la materia del “Compliance”.
Dicha ley no solo introdujo la responsabilidad penal de las personas jurídicas por delitos de
corrupción, sino que también incorporó como contracara una serie de herramientas de
prevención y control para atenuar riesgos, en particular riesgos de corrupción.
Además, agregó que para aquellas empresas que contratan con el Estado será
obligatorio contar con un Programa de Compliance.
Por ello, fuimos viendo durante estos años cómo las grandes organizaciones, empresas
constructoras, incluso el propio Estado a través de sus empresas públicas, fueron
desarrollando estos Programas de Compliance para adecuar sus políticas a los nuevos
requerimientos legales.
La sanción de la Ley Nro. 27.401 trajo consigo una novedad inesperada: la exigencia de que
las empresas que desean contratar con el Estado nacional posean un programa de integridad
“adecuado”
Esta circunstancia despertó entre las empresas argentinas, después de años de letargo, un
súbito y precipitado interés por el compliance. Las más preocupadas son aquellas que
participan habitualmente en los grandes procedimientos licitatorios. Y la preocupación se
relaciona menos con el interés de desarrollar una performance ética que para evitar que se
resientan sus chances de ser proveedores del Estado.
Dentro de las etapas de las compras públicas podemos mencionar las siguientes:
2 - Disponibilidad presupuestaria.
8 - Apertura de ofertas.
10 - Adjudicación.
11 - Instancias de reclamo.
12 - Orden de compra.
Modalidades de contratación
Uno de los principales riesgos que observamos en el área son los relacionados con la falta de
planificación de las necesidades con suficiente anticipación.
Ante la falta de planificación anticipada, se llega a la situación en donde se tiene que contratar
los materiales de manera apresurada y con poco control sobre el precio o la buena calidad del
bien o servicios.
Al crearse estas necesidades de bienes y servicios urgentes, los distintos sectores exigirían
apartarse de los procedimientos competitivos, públicos y abiertos como las licitaciones o los
concursos para contratar de manera directa, amparándose en las causales de urgencia
previstas para la utilización de este procedimiento. Todo esto incrementaría los costos del
sistema porque al comprar de manera directa no se garantiza que se esté comprando “bien” ni
que se otorgue la debida transparencia y control social al proceso de compra.
Otras veces se justifica la compra directa de ciertos bienes o servicios porque se trata compras
por montos menores que, de acuerdo con la norma de compras y contrataciones, habilita al
estado a comprar de manera directa.
Pero en algunos casos se evidencia una gran cantidad de compras directas por idénticos
servicios y o bienes que se hubiesen podido unificar bajo un solo procedimiento público,
competitivo y transparente, que contemple la provisión de ese bien o servicios por un tiempo
prolongado. Se recurre a la compra directa cuando se podría haber contratado mediante una
licitación o concurso, y se aumentan los costos de gestión respecto de recursos humanos,
económicos y procedimentales invertidos en cada compra directas pequeñas.
Uno de los riegos que advertimos en la etapa de la elaboración del pliego de bases y
condiciones es que sea inadecuado.
De una elaboración del pliego inadecuada pueden surgir distintos tipos de problemas:
El catálogo de bienes y servicios debe ser un listado que clasifica y categoriza de manera
uniforme los bienes y servicios que pueden ser adquiridos o contratados.
En este sentido resulta necesario que dicho catálogo esté incorporado o vinculado a un sistema
de administración financiera y de control de las instituciones públicas, o bien tratarse solamente
de un catálogo electrónico susceptible de ser actualizados en forma online por los proveedores
habilitados para contratar con el Estado (incluidos en la base de proveedores) en cuanto a
precios, características, condiciones y plazos de entregas, etc. y que contenga además sellos o
identificativos que destaquen los atributos ambientales y/o sociales de los productos/servicios
ofrecidos, facilitando la tarea de seleccionar el “más sustentable”, sellos como eco-producto,
producto reciclable, producto reusable o eficiencia energética, empresa responsable, micro
empresa, etc.
Un catálogo de bienes y servicios resulta central para planificar, ejecutar y controlar el gasto
presupuestario; transparentar el procedimiento de contratación; describir perfecta y únicamente
el bien o servicio objeto de contrato; vincular sistemas de administración patrimonial,
almacenamiento y control de existencias; facilitar la tarea de los proveedores; analizar la
evolución de los precios y las transformaciones productivas y de las necesidades de provisión;
entre otros elementos añadidos que contribuyen a una administración integral y correcta del
patrimonio público
Consideramos que el precio no debe ser, como regla, el único parámetro a tener en cuenta
para determinar la oferta más conveniente.
Creemos que a este criterio se le deberían sumar otros fundamentales como la calidad, la
idoneidad del oferente y sustentabilidad (que buscan asegurar que los productos y los servicios
adquiridos por los gobiernos sean lo más sostenibles posibles, tanto para generar el menor
impacto ambiental, así como para producir el mejor impacto social). Los valores y límites
pueden modificarse, fruto de las nuevas regulaciones que propicien un mejor entorno
sostenible.
Conclusión
El Compliance o cumplimiento es un aspecto importante de la gestión de riesgos de una
institución pública. Ya que, el incumplimiento de las leyes y regulaciones puede tener
consecuencias graves, como sanciones financieras, pérdida de confianza de los ciudadanos y
daños a la reputación. Por lo tanto, es esencial que establezcan sistemas de cumplimiento
efectivos y se aseguren de que todos sus empleados se conozcan con ellos y los sigan.
Las organizaciones del futuro necesitarán de profesionales que incorporen los valores
éticos como herramientas naturales para la toma de decisiones. Trabajar desde hoy para
formar un veedor que sea quien vele por su cumplimiento, quien o quienes aporten valores
humanos a las decisiones tanto políticas como privadas es una necesidad fundamental, puesto
que la supervivencia de sociedades justas solo se garantizan si su accionar nace de la
democracia, sujeta a norma, respetando los derechos constitucionales de la ciudadanía y
aplicando las sanciones que correspondan por ley.