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La fiesta del Chivo

Por Mario Vargas Llosa


INTRODUCCIÓN
En la Fiesta del Chivo se presenta un doble retorno narrado en tres historias que se entrelazan
magistralmente entre sí. Mientras Urania visita a su padre en Santo Domingo, después de haber
estado ausente por 35 años, regresamos a 1961, cuando la capital dominicana era dominada por
Trujillo: por un lado, observamos de cerca el mundo del dictador apodado el Chivo y por el otro, las
experiencias y vivencias de un grupo de inconformes con el régimen dictatorial que decidieron
tomar justicia en sus manos.
RESUMEN
Capítulo I
(1) Después de treinta y cinco años, Urania Cabral, una mujer de cuarenta y nueve años, de ojos
tristes y espigada, regresa a su ciudad natal, Santo Domingo. Vive en Nueva York, y se sorprende de
ver la ciudad tan cambiada luego de tanto tiempo: más bulliciosa, más grande y frenética que en el
pasado.
Es un día de intenso calor, y ella decide salir a caminar desde el hotel Jaragua, donde reside.
Recorre lugares históricos. Piensa en su casa de la infancia, en su padre, de ochenta y cuatro años,
que está inválido hace tiempo, cuidado por enfermeras que se encargan de alimentarlo, bañarlo y
asistirlo. En estos años, ella jamás le ha contestado ni una carta ni una llamada telefónica. Durante
la caminata, Urania recuerda su infancia, a sus tíos, Adelina y Aníbal, y a sus primas, Manolita y
Lucinda. Su padre, Agustín, formaba parte del círculo íntimo del dictador Rafael Leónidas Trujillo
durante el régimen. Piensa que su familia hizo todo lo posible por llenar la ausencia de su madre,
fallecida cuando Urania era una niña. Durante esos años, su padre cumplió la función de ambos.
Aunque algo ocurrió entre los dos, siente que no le guarda rencor ni odio. Si no, no habría decidido
volver a República Dominicana.
Cuando regresa al hotel, decide seguir de largo y dirigirse a la casa de su padre. Siente el corazón
desbocado y llega sin aliento. La casa está descascarada, y del jardín solo queda un matorral de
ramas secas. Una empleada le pregunta a quién está buscando. Urania, agitada, emocionada,
permanece muda, pero, finalmente, dice que es la hija de Agustín Cabral.
(2) Urania Cabral, hija de un ex funcionario del gobierno de Trujillo en la República Dominicana,
decide ir a su país natal después de haber estado ausente por 35 años. Ella tenía tan solo catorce
años cuando se fue a los Estados Unidos a estudiar y ahora tenía 49 años. Urania es una mujer muy
activa que se mantuvo y se mantiene ocupada todo el tiempo con los casos legales que atiende en un
bufete de abogados en Nueva York, para mantener su mente ocupada y no recordar su pasado. Su
padre era el senador y presidente del Senado, Agustín Cabral a quien comúnmente llamaban
Cerebrito Cabral y ahora estaba por cumplir 84 años de edad. Mientras camina por las calles de
Santo Domingo, rumbo a casa de su padre, a quien no ha visto en todo ese tiempo y ha roto total
relación con él desde entonces, recuerda su infancia, cuando estudiaba en la escuela de monjas de
Santo Domingo y era una muchacha muy aplicada.
Capítulo II
(1) A las cuatro menos diez de la mañana, Trujillo despierta. Disciplinado, recuerda sus días de
entrenamiento militar, en los que disfrutó cada prueba de agilidad, audacia y resistencia. Calificado
con la nota más alta, su entrenador auguraba un próspero futuro. A las cuatro en punto se levanta de
la cama. El recuerdo desagradable de una muchacha lo disgusta. Trujillo se pone su traje y las
zapatillas para hacer ejercicio. Piensa en su esposa, María Martínez, con desprecio: la ve como una
analfabeta que se hace pasar por una escritora moralista.
Luego de su rutina de ejercicios, oye en la radio las noticias del día. El locutor ataca a dos obispos
extranjeros, Reilly y Panal, por inmiscuirse en los asuntos políticos del país. Trujillo los insulta
internamente, por traicionarlo a pesar de haber sido condecorados por el Vaticano. Escucha al
periodista, que anuncia una victoria del equipo dominicano de polo en París. Trujillo siente en la
boca del estómago un ataque de acidez, como cada vez que piensa en sus hijos, Radhamés y
Ramfis. Los ve como zánganos, bohemios y vagos; no entiende a quién salieron. Cree que se
parecen más a sus hermanos que a él mismo.
Toma una ducha que lo anima notablemente. En la radio, la voz despotrica contra el presidente
venezolano, Romúlo Betancourt. Trujillo piensa que es un maricón. No le teme a su poder, pero sí
lo inquieta que la Iglesia pueda destituirlo. Se cambia mientras la rabia asciende por todas las partes
de su cuerpo. Sabe que atacar a los obispos extranjeros significaría un conflicto con Estados Unidos
y eso no es conveniente para el país.
Reflexiona con placer sobre esos tiempos en los que podía ser cruel sin poner en riesgo el Estado.
Así, recuerda numerosos rivales que lanzó al mar para que fueran devorados por tiburones. Termina
la etapa del aseo final y, ya vestido con chaqueta y corbata, entra a su despacho a las cinco en punto.
El director del Servicio de Inteligencia, Johnny Abbes García, lo saluda.
(2) El dictador Trujillo, quien gobernó en República Dominicana por 31 años y cuyo mandato es
conocido como la era de Trujillo, era un hombre cuya mirada podía atravesar e intimidar a
cualquiera, de carácter fuerte y con liderazgo tiránico, obsesivo con la limpieza personal: el cuidado
del cuerpo y el atuendo eran su religión a conciencia y todos sus subordinados debían seguir este
riguroso régimen. Algunas cosas destacadas de su gobierno: sus hermanos tenían puestos en el
gobierno; Ciudad Trujillo era el nombre de la capital durante su mandato; tenía graves problemas
con la Iglesia después de un levantamiento que surgió el 14 de junio de 1959. Ya Perón le habría
advertido que debía temerle a la Iglesia y mejorar sus relaciones con ésta, pues lo sacarían del
poder, así como a él. República Dominicana tenía varias sanciones económicas por parte de la
OEA, dado que era un país con un régimen dictatorial, que no respetaba los derechos humanos, la
democracia y la libertad de expresión. Aquellos que estuvieran en contra del régimen, eran
perseguidos, torturados, desaparecidos o asesinados por Johny Abbes, director del Servicio de
Inteligencia Militar (SIM) y despiadado torturador y perseguidor durante la era de Trujillo. Johny
Abbes existía para cubrir la maldad del Generalísimo, pues era él quien ejecutaba los trabajos sucios
bajo las órdenes de su Excelencia.
Capítulo III
1 Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero, Antonio Imbert y Antonio de la Maza están
sentados en el automóvil frente al Malecón, una de las calles principales de la ciudad. Están
esperando la aparición de un Chevrolet azul celeste, y discuten sobre si vendrá o no. Salvador,
creyente católico, habla de que esa noche, finalmente, acabarán con el tirano Trujillo. Imbert lo
provoca: le pregunta si comulgó esa mañana para llegar al gran acontecimiento con el alma limpia.
Salvador afirma que lo hace todos los días, y que solo Dios sabe cómo debe tener el alma un buen
cristiano.
Amado, que admira a Estrella Sadhalá, recuerda que dos años atrás Salvador le confesó que era un
conspirador clandestino contra el régimen de Trujillo. García Herrero lo consideraba de la familia y
jamás lo delató. Recuerda también a su novia, Luisita Gil, y ese noviazgo jamás prosperó porque
Trujillo lo impidió: uno de los hermanos de la muchacha formaba parte de los movimientos en su
contra. Así, lo citó personalmente para disuadirlo de seguir adelante con su romance, y Amadito se
vio obligado a renunciar a su amor. Días después, su jefe le aseguró que tenía listo su permiso para
ascenderlo a teniente. Si bien a Amado le pareció extraño, creyó que era una forma de
recompensarlo por la pérdida de Luisita. La misión consistía en matar a un traidor con sus manos,
sin temblar. A quemarropas disparó dos veces contra un prisionero que, supo luego, era el hermano
de su enamorada. Desde ese entonces, se juró que la próxima vez que disparara un arma, sería
contra Trujillo.
(2) El martes 30 de mayo de 1961, Salvador Estrella Sadhalá, alias el Turco, Amadito, Antonio de la
Maza y Antonio Imbert esperaban el coche en donde venía Trujillo para emboscarlo y asesinar al
tirano, al Chivo. El Turco, pese a ser católico convencido y dedicado, justificaba sus intenciones
homicidas como un tiranicidio, el cual, según un obispo italiano, basándose en Santo Tomás de
Aquino, permitía el tiranicidio cuando la persona en cuestión era la Bestia misma que sometía a un
pueblo entero. El turco apoyaba al grupo subversivo del 14 de junio. Por su parte, Amadito era
militar del gobierno del ejército del Generalísimo, del Benefactor (Trujillo). Amadito tenía razones
de sobra para querer asesinar a Trujillo. En una ocasión conoció una muchacha, Lucía Gil, de la
cual se enamoró y deseaba casarse con ella, sin embargo, sus superiores no le dieron autorización
para hacerlo porque el hermano de ella había participado en el grupo del 14 de junio, así que el
mismo Trujillo le advirtió que no podían unirse amigos con enemigos. Amadito, convencido de las
palabras del Benefactor, acató sus órdenes. Ese mismo día, Amadito fue a casa del Turco para
contarle lo que le ocurrió después de su cita con el Generalísimo. Primero lo habían ascendido a
teniente, después, lo llevaron a tomar unas copas y conoció a Johny Abbes García y algunos más del
SIM. Posteriormente, se subió a un jeep que llevaba un prisionero. A Amadito le pidieron que lo
ejecutara, y con disgusto y compasión, acató la orden de Abbes, quien le dijo, después de haber
echado el cadáver a los tiburones, que la persona que había matado era el hermano de Lucía. Desde
entonces, Amadito tiene irrefrenables deseos de asesinar a Trujillo, quien lo despojó de toda
dignidad y valores.

Capítulo IV
1 Urania entra a la casa, donde se sienta a tomar un café antes de subir a la habitación de su padre.
Nota que la residencia está caída y deteriorada, y no reconoce nada de su antiguo hogar. Le
pregunta a la enfermera quiénes visitan al desvalido. Ella le responde que las hijas de la señora
Adelina, Lucinda y Manolita, van con frecuencia.
Toca la puerta y ve a su padre embutido en un pijama azul. De ese hombre seguro de sí mismo, que
se creía dueño del mundo, ya no queda nada. Ahora la miran dos ojos asustadizos, una sonrisa sin
dientes. Urania se sienta a un metro suyo y se presenta como su hija. Le comenta sobre su vida
cotidiana: vive en Manhattan, tiene cuarenta y nueve años, es soltera, tiene todo el tiempo del
mundo para leer. Agustín Cabral parece entender, pero está inmóvil, sin emitir ni un sonido.
Urania le cuenta sobre su fanatismo de la época de Trujillo, esos tiempos en los que él pertenecía al
círculo íntimo del dictador, y le pregunta si, efectivamente, el Benefactor se había acostado con su
madre. Cabral se sobresalta y se echa a temblar. La mujer le recuerda el caso de su vecino, don
Froilán Arala, cuya esposa recibía las visitas del Presidente, sin poder negarse a estos encuentros.
Años más tarde, la misma Urania oye la anécdota en boca de Henry Chirinos, colega y rival de su
padre. La historia cuenta que el mismo Trujillo contó adelante de todos, en una recepción para el
Partido Dominicano, que la mejor mujer con la que se acostó fue la esposa de don Froilán. Urania
no entiende cómo los dominicanos más preparados del mundo aceptaban ser tan humillados como
Arala lo fue en esa reunión.
Urania le pregunta a su padre si esas vejaciones valían la pena, si el poder adquirido era lo
suficiente como para soportar esos maltratos. Agustín la mira sin pestañear. Entonces irrumpe la
enfermera con una fruta para el desayuno, y le dice a Urania que se la dé a su padre.
(2) Urania sube a ver a su padre, quien está bastante viejo, encogido y sin dientes. No puede hablar
a raíz de la embolia que sufrió hace varios años, pero entiende y escucha todo con claridad. Una
enfermera, pagada por Urania, lo cuida todo el día. Urania, inmediatamente comienza a recriminarle
cosas de la Era de Trujillo, le recuerda cuando estuvo trabajando con el Jefe y cuando éste, por
alguna extraña razón que nunca conoció, lo sacó de su gabinete y se convirtió en apestado. Cuánto
sufrió el senador Cabral y cuánto hizo para recuperar, como fuera, la confianza del Jefe, él, quien
había trabajado toda su vida para Trujillo, estaba desamparado. Urania le recrimina haber sido un
perro fiel de Trujillo, asimismo le preguntaba a su padre si el Jefe se había acostado con su madre,
así como lo hacía con las mujeres de muchos servidores suyos: le recuerda el caso de la esposa de
Froilán, ex Secretario de Relaciones Exteriores y vecino de los Cabral, quien recibía visitas
constantes del Generalísimo para tener relaciones con su esposa a expensas de que el mismo Froilán
complaciera los deseos de Trujillo.
Capítulo V
El apartado comienza con el encuentro entre el coronel Johnny Abbes y Trujillo en el despacho del
Generalísimo. El jefe del Servicio de Inteligencia Militar le advierte que debe tener cuidado con la
Iglesia, que busca acabar con el régimen. Propone que únicamente hay dos caminos: rendirse o
derrotar al enemigo. Si bien a veces sus palabras le parecían desagradables, agradecía su sinceridad.
Le comenta que jamás podrá traicionarlo, ya que él es el único que no sueña con matarlo. Trujillo
recuerda los rumores sobre Abbes, que, dicen, era cruel desde niño, capaz de reventarle los ojos con
un alfiler a las gallinas. También evoca la primera misión asignada al coronel: asesinar a su ex
secretario, exiliado en México.
El Generalísimo rememora muchas de las fechorías, llevadas a cabo con una red de informantes y
cómplices a nivel continental. Señala un informe sobre el escritorio, que trata sobre una supuesta
conspiración llevada adelante por Juan Tomás Díaz, ex jefe militar, en complicidad con la CIA, la
Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Trujillo recuerda los motivos de la
destitución de Díaz: desacato a una orden suya y haber reprendido a un oficial que la estaba
cumpliendo. Sin embargo, el Jefe no se muestra preocupado, ya que piensa que Díaz es indefenso.
Abbes García manifiesta su preocupación por los dispositivos de seguridad que protegen a Trujillo,
y le comenta que vive por él, para cuidarlo. Agrega que el Presidente Balaguer anunció la liberación
de unos presos políticos y que piensa que no es un hombre del régimen, sino que solo defiende sus
propios intereses. Trujillo disiente de esta opinión; lo concibe como un hombre inofensivo. Por
último, le pide a Abbes García que tenga el dispositivo preparado para la operación de los obispos,
por si cambia de opinión. Luego de este intercambio, el coronel se retira.
(2) Johny Abbes, un sapo en cuerpo y alma, pero con una inteligencia sagaz y una capacidad
extraordinaria para inventarse las torturas más crueles, comenzó a trabajar con Trujillo después de
que estuvo un tiempo en México como espía bajo la fachada de estudiante. Navajita era el antiguo
director del SIM, pero cuando Trujillo conoció los métodos, gustos y crueldad de Abbes, lo nombró
director del SIM. Abbes le era completamente fiel al Generalísimo, lo protegía y capturaba,
asesinaba o desaparecía a todo aquel que estuviera en contra del Jefe. Ambos discutían en la oficina
de Trujillo el futuro de los obispos que estaban provocando revueltas, las medidas a tomar:
eliminarlos o deportarlos, tal y como lo hizo Fidel. Trujillo decide esperar antes de tomar acciones
en contra de la Iglesia. Asimismo, discuten sobre la seguridad del Jefe, creen que hay una
conspiración en su contra para matarlo, pero pese a ello, Trujillo no desea aumentar los dispositivos
de seguridad. Trujillo pensaba que, si alguien lo mataba, sería alguien de la familia, algún militar
allegado, gente de confianza. Abbes se casó por gratitud con Lupita, una secretaria mexicana, fea y
marimacha. Ella le salvó la vida y juntos tenían los mismos gustos sanguinarios y se acompañaban
bien, pues juntos sobrellevaban la sangre derramada. Johny Abbes libraba al régimen de sus
enemigos, pues se las ingeniaba para trabar contactos, con ciudades que apenas conocía y con bajos
fondos, pero el utilizaba pistoleros, matones, traficantes, cuchilleros, prostitutas, cafiches,
ladronzuelos, que siempre intervenían en esas operaciones de nota roja, que hacía las delicias de la
prensa sensacionalista.
Capítulo VI
Un Volkswagen, auto utilizado por los caliés (policías) del SIM, se acercó a la camioneta Chevrolet
en donde iban los conspiradores contra el Benefactor. Afortunadamente éste, pertenecía a Miguel
Ángel Báez Díaz, otro colaborador de Trujillo que también estaba involucrado en la conjura, quien
les avisaba que el Chivo no tardaría en pasar por allí rumbo a su hacienda en San Cristóbal. Entre
todos, Antonio de la Maza era el más afectado por Trujillo, pues le destruyó su honor, su dignidad,
sus sueños, su familia, su salud, su voluntad, todo. Él se había jurado a sí mismo, hacía 4 años,
matar a Trujillo por haber asesinado a su hermano menor Tavito. Tavito era trujillista, estuvo en la
escuela de aviación y Trujillo siempre le había hecho favores cuando estaba en aprietos. Lo que
llevó a Tavito a la muerte fue el asesinato de un escritor republicano español, Jesús de Galíndez,
quien fue secuestrado en Nueva York y enviado en un avión a República Dominicana por escribir en
contra del régimen trujillista. Tavito estuvo encargado de llevarlo a casa del mismo Trujillo, él no
sabía a quién llevaba, sólo acataba órdenes. Los problemas surgieron porque Jesús de Galíndez
resultó ser ciudadano norteamericano y agente de la CIA, lo cual implicaba gravemente a Trujillo
por haberlo secuestrado, así que éste, para librarse del asunto, mandó matar a Murphy, el piloto
estadounidense que llevaba a Galíndez y gran amigo de Tavito, y posteriormente, mandó matar a
Tavito, haciéndolo parecer un suicidio y a quien inculpó del asesinato de Murphy basándose en un
escándalo homosexual. Trujillo hizo llamar a Antonio de la Maza para limpiarse de cualquier
responsabilidad por la muerte de su hermano, prometiéndole que investigaría el caso hasta sus
últimas consecuencias, asimismo, le ofreció la construcción de una carretera. Antonio deseaba
asesinar a Trujillo en ese instante, pero no pudo hacerlo y todo pareció como si éste hubiera vendido
la vida de su hermano y la suya. Desde entonces, Antonio no tiene paz, sufre de una úlcera y anhela
acribillar al Jefe. En el complot había muchas personas involucradas, sólo Antonio de la Maza
conocía la identidad de todas ellas y sus relaciones, entre ellos: Juan Tomás Díaz, ex secretario de
Trabajo de Trujillo, los gringos y la CIA, el propio presidente fantoche Balaguer, Pupa Román, jefe
de las Fuerzas Armadas, y muchos más. Antonio llevaba consigo un veneno por si algo fallaba en el
plan, no sería capturado con vida y moriría peleando.
Capítulo VII
Baja de un auto Miguel Ángel Báez Díaz, que le comenta a Antonio de la Maza que Trujillo está
demorado, pero en camino. El resto de los integrantes del grupo se sorprenden de la complicidad de
Báez Díaz, ya que solía ser un trujillista acérrimo. Sadhalá siente asco de que una persona como
Miguel Ángel sea ahora aliado. Si bien es dueño de un aire sereno y razonable, Estrella Sadhalá es
capaz de decir las cosas más crueles, como cuando culpó a su amigo de la Maza de haber vendido a
su propio hermano.
Antonio de la Maza proviene de Moca, una región fervientemente antitrujillista y, durante tres años,
se dedicó a combatir las fuerzas trujillistas junto con sus padres, tíos y hermanos. Cuando cayó
herido, el propio jefe de Estado le ofreció un puesto de confianza como custodia personal. Antonio
aceptó, sin darse cuenta de que era una estrategia de manipulación para tener a sus rivales
dominados. Si bien nunca fue un trujillista de corazón, siempre respetó al líder y su capacidad de
trabajo era incansable. Sin embargo, desde la muerte de su hermano Tavito, cuatro años atrás,
Antonio planea vengarse contra el dictador.
Tavito era piloto de Dominicana de Aviación gracias a las órdenes de Trujillo, que permitieron que
fuera admitido ahí. De esta manera, el muchacho siempre estuvo dispuesto a dar la vida por el
Benefactor y a hacer cualquier cosa que le ordenara. Cuando le asignaron la misión de llevar a un
individuo dopado y atado en avión hasta la hacienda de Trujillo, Tavito lo tomó como símbolo de la
confianza que el Jefe sentía por él. Sin embargo, comenzaron las sospechas de que el hombre
secuestrado era Jesús de Galíndez, un ciudadano norteamericano antitrujillista. Antonio,
preocupado, le advirtió sobre la gravedad de la situación. Sin embargo, Tavito menospreció el
nerviosismo de su hermano. Luego de este intercambio, Tavito fue detenido y se montó una
operación que hizo pasar su muerte por un suicidio motivado por la culpa de haber matado al otro
piloto testigo luego de que este le confesara su amor.
Después del entierro, Trujillo convocó a Antonio de la Maza para prometerle que iba a investigar
qué había pasado realmente con Tavito. Además, como muestra de su agradecimiento al
compromiso de la familia de la Maza, le otorgó la concesión de una carretera nacional. Desde ese
entonces, Antonio sufre por su mala conciencia, destruido, culpable por la muerte de Tavito. Así, es
él quien se encargó de contactarse con algunas de las figuras más altas del gobierno para garantizar
su participación en este plan para asesinar a Trujillo. Ansioso, prende un cigarrillo. El Jefe todavía
no aparece.
(2) Urania, en compañía de su padre, continúa con su monólogo recriminador. Ahora les recuerda a
los hijos de Trujillo: el galán de Ramfis, el mayor y primogénito, de quien se esperaba que fuera el
sucesor de su padre, pero no fue más que un mujeriego, desequilibrado y gastador; Radhamés, el
más feo y tonto y Angelita. De Ramfis recuerda el escándalo en torno a la violación de Rosita
Pedomero, hija de una familia trujillista, a quien Ramfis y sus amigos violaron y casi matan. A raíz
de este suceso, fue enviado a Kansas City para estudiar en una Escuela Militar, la cual no le sirvió
de mucho, pues Ramfis continuaba con sus aventuras y derrochaba el dinero a tal grado, que los
Estados Unidos dejaron de ayudar a la República Dominicana argumentando que el hijo del
Generalísimo gastaba la misma cantidad que enviaban para el país en abrigos de pieles y caprichos
de las actrices de Hollywood. Así surgió una fuerte discordia entre estas dos naciones, que se
arreglaron, finalmente, gracias a Cerebrito Cabral.Ramfis murió en Madrid en un accidente
automovilístico, aunque existen fuentes que creen que fue provocado por la CIA. Radhamés, no se
sabe bien cuál fue su verdadero fin, pero creen que fue asesinado por la mafia colombiana o que la
DEA lo salvó de la mafia porque era su informante y le cambiaron el rostro. Angelita estaba
actualmente en Miami, profesando arduamente una religión New Born Christian; y la Prestante
Dama, viuda de Trujillo, murió en Panamá llevándose a la tumba los números de las cuentas en
Suiza porque perdió la memoria.
Capítulo VIII
Henry Chirinos, Ministro de Gobierno de Trujillo, un hombre bastante gordo, borracho pero fiel
sirviente del Jefe, le recomienda a Su Excelencia que, dadas las restricciones económicas impuestas
por los gringos, el país estaba a punto de quedar en bancarrota y para evitarlo era necesario pasar al
Estado las empresas privadas. Trujillo se niega, pues pese a haber sido un dictador, su intención no
era robarle al país, sino hacerlo mejor y la propuesta de Chirinos provocaría la fuga de capitales por
funcionarios corruptos. A Trujillo le importaba más ser el todopoderoso que el dinero y se
molestaba mucho cuando se enteraba que las lacras de sus hijos o la avara de su esposa hacían
grandes transferencias de dinero al extranjero. El Jefe amaba su país y no deseaba irse nunca de allí,
exiliado, como lo hizo Perón. Él moriría allí. Durante su gobierno, todos tenían trabajo, había
fundado empresas y negocios para dar trabajo y hacer progresar al país, para contar con recursos y
regalar a diestra y siniestra, y así tener contentos a los dominicanos.
Capítulo IX
Los conspiradores continúan esperando a Trujillo en la carretera y entre tanto, Antonio Imbert,
quien trabajaba en un negocio de la familia Trujillo, hace un recuento de las causas por las cuales
quiere asesinar al Chivo, entre ellas, el encarcelamiento injusto de su hermano Segundo, quien
todavía permanece custodiado, así como el asesinato de las hermanas Maribal, a quienes no conocía
en persona, pero dado que ellas eran subversivas al gobierno trujillista, fueron asesinadas cuando
regresaban de ver a sus esposos de la cárcel. Las expectativas al eliminar a Trujillo eran muy altas,
pensaban que todo marcharía sobre ruedas, pues el general José René Román, jefe de las Fuerzas
Armadas, llevaría a cabo un Golpe de Estado en cuanto viera el cadáver del Chivo. Creían que el
pueblo se echaría a las calles a matar calies, dichosos de haber alcanzado su libertad. El principal
objetivo, era liberar al país, después de las redadas masivas de enero de 1960, en que cayeron tantos
jóvenes del Movimiento del 14 de junio, entre ellas las hermanas Maribal y sus esposos. La ruptura
de Trujillo con su antiguo cómplice, la Iglesia católica a partir de la Carta Pastoral de los obispos
denunciando a la dictadura. El atentado contra el Presidente Betancourt de Venezuela en junio de
1960, que movilizó contra Trujillo a tantos países, incluido su gran aliado de siempre, los Estados
Unidos, que, el 6 de agosto de 1960, en la Conferencia de Costa Rica, votaron a favor de las
sanciones económicas. Hacía 25 años todos creían en el Chivo el salvador de la Patria, el que acabó
con las guerras de caudillos, con el peligro de una nueva invasión haitiana, el que puso fin a la
dependencia humillante de los Estados Unidos y que, a las buenas o a las malas, llevó al gobierno a
las cabezas del país. Ahora era distinto, la gente ya sabía que estaban bajo un régimen dictatorial y
corrupto, pues Trujillo les había arrebatado el libre albedrío a todos hace ya 31 años.
Capítulo X
La prima de Urania, Lucinda, fue a casa de su tío y se alegró mucho de ver a Urania. Después de 35
años de no haberla visto, estaba muy sorprendida y le reprochaba el no haber escrito nunca. En esos
momentos, Urania recuerda cuando fue enviada con beca a Adrian, Estados Unidos, a una escuela
de monjas poco antes del asesinato de Trujillo, y a la única persona que escribía era a sister Mary,
quien le ayudó a conseguir la beca y conoció su secreto. También recuerda lo mucho que estudiaba
para poder olvidar y el témpano de hielo que representaba su carácter. Lucinda le contó a Urania
que, tras la muerte del Chivo, Abbes encarceló a su padre creyendo que él había conspirado, junto
con Antonio de la Maza y compañía, pero el senador Cabral amaba e idolatraba el régimen
trujillista, por ello, cuando fue excluido del grupo, Cerebrito sufrió mucho. Estuvo encarcelado
hasta que Balaguer decidió sacarlo ofreciéndole un puestecillo. Su fortuna desapareció rápido,
abrieron varios juicios en su contra por haber sido colaborador de Trujillo, pero nunca lo hallaron
culpable. Si no fuera por la pensión que urania enviaba, hubiera tenido que vivir en un asilo de
ancianos. Por su aporte, Urania estudió en Harvard derecho y después trabajó para el Banco
Mundial. Rechazó una propuesta de matrimonio de un colega suyo y actualmente era soltera, pues a
Urania le molestaban los hombres. Lucinda invita a Urania a cenar a la casa con su tía Adelina, su
hermana Manolita y su sobrina Marianita.
Capítulo XI
En una reunión social con el Generalísimo, asistieron Simon Gittleman y su esposa Dorothy, un ex
marine que vive en Ciudad Trujillo y es gran amigo del Jefe. Allí comentaron que Cerebrito Cabral
había caído de la gracia del Benefactor porque éste estaba poniendo a prueba su fidelidad y entrega,
así como para probarle que todo lo que tenía y todo lo que era se lo debía a Él. Esto se lo hacía con
frecuencia a sus colaboradores, pues desconfiaba de todos, pero después, los volvía a cobijar. Simon
Gittleman le pregunta a Trujillo cuál ha sido el mayor reto de su gobierno, éste contesta que fue la
invasión haitiana, la matanza injusta y cruel de muchos haitianos para salvar a la República
Dominicana de los negros.
Capítulo XII
Mientras espera a que pase el coche de Trujillo, Salvador Estrella Sadhalá, alias el Turco, medita
acerca de sus razones para asesinar a Trujillo. Salvador era de origen libanés, pero devoto católico y
estaba muy molesto por los ataques y hostigamiento del régimen en contra de la Iglesia católica, en
especial, en contra de los dos obispos extranjeros, quienes se vieron obligados a ocultarse en el
convento de monjas de Santo Domingo para protegerse de los constantes acosos de Abbes. Cuando
Salvador manifestó su odio por Trujillo, uno de los curas lo llevó con el obispo italiano que le
enseñó una cita de Santo Tomás de Aquino, avalando el tiranicidio. Por fin pasó el coche de Trujillo
y la persecución inició. Los conspiradores iban en un coche veloz, adquirido especialmente para
este día. Los que interceptarían el coche del Chivo no lo hicieron, pero éstos después pasaron en
donde se daba la balacera, y en la confusión de que podían ser calies, les dispararon a sus hombres,
hiriendo a Pedro Livio. El Chivo había muerto, lo habían logrado y ahora tenían que ir con Pupo
Román para que iniciara el Golpe.
Capítulo XIII
En casa de la tía Adelina, no faltaron los reproches para Urania. Recordaron cuando comenzó la
desgracia de su padre. Una mañana, salió en el periódico una carta en contra de Cerebrito Cabral,
denunciando desvío de fondos públicos cuando éste era Ministro de Obras Públicas. Cerebrito no
comprendía por qué lo inculpaban y creía que podrían ser Chirinos o Abbes, los que conspiraban en
su contra. Los calies lo seguían por todas partes, sus cuentas bancarias fueron congeladas y nadie lo
recibía porque era un apestado. La única esperanza que le quedaba para socavar dicha situación era
hablar con uno de los mejores amigos de Trujillo, Manuel Alfonso, un ex modelo de Colgate que
vestía a la moda al Jefe y le llevaba mujeres para el placer del Benefactor. La tía Adelina le reprocha
a Urania haber abandonado a su padre, sin escribirle una sola carta o venir a visitarlo aun cuando
enfermó gravemente. Urania sólo dice que su padre era un hombre malo y que el dinero que le
envió para sus estudios, lo hizo para tratar de comprarla.
Capítulo XIV
Trujillo fue a ver a su presidente fantoche, el doctor Balaguer para preguntarle por qué había dejado
salir a Urania Cabral del país, pero Balaguer asumió que ella tenía permiso de hacerlo cuando
Trujillo no contestó su memorándum avisando la salida de la hija de Cerebrito. Balaguer era doctor
en letras, hombre culto, instruido, con tono de docente y palabras letradas en sus discursos. Para
Trujillo, él siempre fue el colaborador más misterioso, pues pese a que el Benefactor tenía un
sentido agudo para descubrir las intenciones y ambiciones de los demás, Balaguer parecía no sentir
nada de ello: no tenía mujer, amante, hijos, ahorros; había trabajado en los puestos que Trujillo le
asignaba, pero sin mayor ambición. Tenía fama de ser católico, y dado su comportamiento sencillo,
parecía beato culto, pero Balaguer no tenía vocación para ser sacerdote, sino político. Siempre
estuvo al lado de Trujillo y es el colaborador en quien más ha confiado, por ello es el Presidente
fantoche. En su reunión, Trujillo le consulta acerca de las relaciones con la Iglesia y si éstas parecen
mejorar, asimismo le pregunta si sabe algo acerca de una nueva conspiración para asesinarlo, pero
Trujillo no puede desconfiar de los ojos amables y fieles de Balaguer.
Capítulo XV
Pedro Livio, uno más de los conspiradores, quien iba en otro coche que interceptaría al del Chivo,
resultó herido por error durante la balacera. Cuando todo terminó, pusieron el cadáver de Trujillo en
la cajuela y a Pedro Livio lo subieron al coche para llevarlo con un doctor en casa de Juan Tomás
Díaz. Dada su grave condición, lo llevaron al hospital. Después de poco tiempo, apareció Johny
Abbes, quien interrogaba al herido a base de apagar cigarrillo en su cara para averiguar quienes
estaban involucrados en el complot. Pedro Livio denunció a Antonio Imbert, Antonio de la Maza, a
Pupo Román y al propio Balaguer. Esto desconcertó en sobremedida a Abbes y a los calies
presentes. El jefe del SIM ordenó cerrar las carreteras e iniciar la cacería de traidores. Asimismo,
Abbes deseaba saber el paradero del cuerpo de Trujillo y Livio le indicó que lo llevaban para
enseñárselo a Pupo Román. Pedro Livio sintió que moría y quedó en coma. Abbes ordenó a los
doctores que lo mantuvieran vivo.
Capítulo XVI
Urania continúa relatando la razón por la cual ha dicho que su padre es un hombre malvado y vil.
Cuando Cerebrito Cabral se entrevistó con Manuel Alfonso, el amigo entrañable de Trujillo, le dijo
que hablaría con el Jefe de su caso. Después de haber hablado con el Generalísimo, Manuel Alfonso
fue a casa de Cerebrito para contarle sobre su entrevista, y al ver a Urania se le ocurrió que ella
podría acostarse con Trujillo, como ofrecimiento de su ser más preciado al Benefactor para que éste
lo perdonara y comprendiera, con este acto de generosidad y entrega, la lealtad que le tiene y ha
tenido siempre. Al día siguiente, el padre de Urania le propuso a su hija asistir a una “fiesta” al
rancho de Trujillo en San Cristóbal, y Urania, quien confiaba ciegamente en su padre, creyó que
accediendo, sería la mejor manera de ayudar a su pobre padre de la desgracia.
Capítulo XVII
Cuando llevaron a Pedro Livio al hospital, Amadito, el Turco y Antonio Imbert fueron con un tío de
este último para atender las heridas que habían recibido a raíz de la balacera. Amadito tenía el
tobillo destrozado y se refugió en una pequeña finca, propiedad de un amigo del doctor Barreras,
quien los atendió. Permaneció allí 3 días aislado y sin noticias. El día que Toño Sánchez, su
protector, le llevó comida, le comentó las nuevas malas: buscaban a los implicados por todas partes,
Pedro Livio estaba preso y los había delatado. Toño transportó clandestinamente a Amadito para
llevarlo a casa de una tía, pero al poco tiempo de haber llegado, fueron delatados y la casa estaba
rodeada por calies. Amadito, quien no se había sentido tranquilo desde el día en que lo obligaron a
matar al hermano de Luisa hasta el día en que mató a Trujillo, salió con una pistola en la mano y
comenzó a disparar. Su cuerpo fue acribillado y expuesto en la plaza, mientras que su tía, también
fue asesinada y los calies saquearon y destruyeron toda su casa.
Capítulo XVIII
La noche en que iban a matar a Trujillo, éste se dirigía a su casa en San Cristóbal para encontrarse
con una muchacha de 17 años, Yolanda Esterel. Trujillo estaba muy ansioso por llegar allá, pues
durante el día había tenido varios sucesos vergonzosos debido a su incontrolable y traidora vejiga,
que lo evidenciaban cuando su pantalón se manchaba. Por la tarde, el Benefactor visitó a su madre,
como era su costumbre todos los días. Allí le solicitó a Abbes García averiguar el responsable de
haber retenido el permiso de salida de Urania Cabral. Posteriormente, subió a su coche en compañía
de Pupo Román para reprenderlo fuertemente por las malas y poco sanitarias condiciones en las que
tenía las Fuerzas Armadas, humillándolo y abandonándolo en medio de la carretera y el fango.
Finalmente, rumbo a su rancho en San Cristóbal, se detuvo en casa de una antigua amante, pero
como ésta clamaba estar en su regla, Trujillo, asqueado, se marchó con rumbo definido a San
Cristóbal. Pronto fue emboscado por sus verdugos que lo esperaban en la carretera.
Capítulo XIX
Antonio de la Maza, el Turco y Juan Tomás Díaz, esperaban que Pupo Román, junto con las
Fuerzas Armadas, llevar a cabo el Golpe de Estado, pero conscientes de que éste los había
traicionado, determinaron que debían esconderse de Abbes o morir en plena lucha. Antonio de la
Maza sugería ir al Palacio Municipal y morir luchando, pero nadie lo apoyó y determinaron
esconderse en casa de un médico apolítico, hermano de otro conspirador que residía en Estados
Unidos. Éste les dio asilo en su tapanco y Antonio de la Maza se lamentaba de estar oculto en lugar
de luchar. Finalmente, decidieron marcharse porque ponían en peligro la vida del doctor que los
refugió y de su esposa embarazada, así que Estrella Sadhalá se marchó al tercer día, durante el
atardecer y De la Maza y Juan Tomás tomaron un taxi sin rumbo, pero pronto fueron descubiertos
por los calies y murieron durante una balacera en el parque.
Capítulo XX
Cuando Pupo Román se quedó solo, en medio del fango y en la carretera, después de que el Jefe lo
había reprimido fuertemente por las aguas sucias en las Fuerzas Armadas, se sintió más humillado
que nunca, pues recordaba que Trujillo siempre lo hacía sentirse así y éste ejercía un poder
temerario sobre él. Una vez en su casa, alguien lo llamó alarmado por la ventana, era Navajilla, ex
jefe del SIM, quien casualmente había pasado por la carretera en donde asesinaron a Trujillo y fue
testigo de la balacera en contra del Jefe. Pupo tenía, prácticamente, todo listo para llevar a cabo el
Golpe de Estado, sus subordinados sólo esperaban a que diera las órdenes para comenzar con el
plan: arrestar a los Trujillistas, a Abbes García, tomar el poder y ser el nuevo presidente. Sin
embargo, no hizo nada, se acobardó, le faltó valor, no tuvo los pantalones para hacerlo. Fue
perdiendo poder conforme pasaban las horas y dado que Pedro Livio lo había delatado, fue tomado
prisionero. Ramfis lo sometió a fuertes torturas durante cuatro meses hasta que ya no aguantó más y
murió: golpes, electrochoques en silla eléctrica, comer mierda, cortarle sus testículos y hacérselos
comer, entre otras.
Capítulo XXI
Salvador Estrella Sadhalá, el Turco, se entregó cuando le informaron que los calies habían
irrumpido en su casa y arrestado a su esposa. Lo llevaron a la casa en la colina, donde sufrió
torturas semejantes a las de Pupo Román. En la celda, estuvo acompañado por Modesto Díaz,
hermano de Juan Tomás, Pedro Livio, Fifí Pastoriza, Huáscar Tejeda y Tunti Cáceres, sobrinito de
Antonio de la Maza. Durante 3 meses estuvieron presos en la Victoria. Cuando pensaban que ya no
saldrían vivos de allí, llegaron las esperanzas, pues en los periódicos salía que Estados Unidos y
Venezuela exigían juicios justos para los presos políticos, así como diversas protestas de Derechos
Humanos. Durante su encierro, se enteraron de que Antonio de la Maza y Juan Tomás habían
muerto luchando y que el padre de Antonio estaba muy orgulloso de su hijo de que así lo hubiera
hecho. Sin embargo, el Turco sufrió mucho cuando su padre lo negó y lo culpó de traición cuando
éste fue a verlo a la cárcel en compañía de Ramfis Trujillo, no obstante, rezaba constantemente,
como era su costumbre, pidiéndole a Dios por su esposa y sus hijos. Un día, decidieron llevar a los
presos al palacio de Justicia con el pretexto de que reconstruirían los hechos del crimen para ser
enjuiciados debidamente, sin embargo, tanto el Turco como Modesto Díaz, sabían que dicha salida
extraordinaria era para matarlos. El director de la cárcel Victoria los escoltaba junto con otros 3
soldados jóvenes que se veían nerviosos por custodiar presos tan importantes. Al llegar a un punto
solitario de la carretera, el director de la cárcel asesinó a los tres soldados. Pronto se encontraron
con Ramfis, Pechito León Estévez, Pirulo Sánchez y 2 o 3 desconocidos. Primero acribillaron a
Pedro Livio, después arrastraron a los cocoteros a Tunti Cáceres, quien antes de caer insultó a
Ramfis, luego fue el turno de Modesto Díaz, quien gritó ¡Viva la República! antes de morir y
finalmente, llegó el turno del Turco, quien daba gracias a Dios por la paz que le daba en esos
últimos momentos.
Capítulo XXII
De madrugada, Balaguer atiende el teléfono. Presiente que algo grave ha ocurrido, o sea, que el
complot probablemente haya tenido éxito; del otro lado, oye la voz de Pupo Román convocándolo a
una reunión en el cuartel. Sin dudarlo, le responde que, como Presidente no debe ir ahí sino al
Palacio Nacional. Sin esperar contestación, corta la llamada.
Al llegar, ve a la familia Trujillo desesperada, sin rumbo. Intenta consolarla; le asegura que nada
malo va a pasar. Acto seguido, recibe la visita de tres funcionarios que le avisan que el monseñor
Reilly ha sido violentamente capturado. Se compromete a liberarlo y a llevarlo a su despacho.
Cuando regresa a la sala donde están los Trujillo, oye a Johnny Abbes decir que Balaguer debe
renunciar para que alguien de la familia se ocupe de la Presidencia. Con modestia, el Presidente
sugiere esperar la llegada de Ramfis de París antes de tomar cualquier decisión. La viuda del
Benefactor adhiere a esta propuesta. Con preocupación, Balaguer regresa a su despacho: sabe que la
verdadera batalla será contra Abbes García y su inteligencia despiadada. En la antesala, García
Trujillo y el obispo Reilly lo esperan. El Presidente abraza a Virgilio y le agradece por su
compromiso con salvar la República. El general le responde que la orden ha sido enviada por
Román directamente. En ese instante, Pupo irrumpe en el despacho, enfurecido con Balaguer por
haber incumplido sus órdenes. Esta reacción desmedida le confirma que Román está relacionado
con la muerte del Generalísimo: no hay otra explicación para su conducta irracional.
El Presidente regresa a la sala. El cuerpo de Trujillo, cosido a balazos, está colocado sobre la mesa.
Doña María Martínez clama por venganza y anuncia que hay que matar a todos los responsables de
este crimen. Frente a este espectáculo, Balaguer lleva a la viuda a una sala contigua para sugerirle
que, con la excusa de cuidar el patrimonio familiar, transfiriera su dinero a cuentas del exterior. La
señora, agradecida por este considerado gesto, acepta la propuesta.
Balaguer se dirige también a hablar con Ramfis, sabiendo que de esa conversación depende su
futuro. Así, con su manera calmada, le larga el discurso que tenía preparado: la única forma de
resguardar el legado de Trujillo es aceptar el plan que le propone para garantizar la continuidad
democrática. Si bien Ramfis parece extraviado, admite que también él ha llegado a las mismas
conclusiones, para poder liberarse de las presiones internacionales. Sin embargo, asegura que él se
encargará de todo aquel involucrado directa o indirectamente en el asesinato de su padre. Balaguer
le jura que no se interpondrá con su deseo de justicia. Al día siguiente, el Presidente convoca a
Johnny Abbes para sugerirle un nombramiento diplomático en Japón. Displicente, el ex jefe lo
acepta.
Para encabezar la transición democrática, Balaguer decide que el nuevo presidente parlamentario
sea Henry Chirinos. Si bien él hubiera preferido a Cerebrito Cabral, entiende que rehabilitar a
alguien caído en desgracia tan pronto podría entenderse como una provocación al trujillato. Sin
embargo, se encarga de descongelar sus cuentas bancarias y ofrecerle una pensión. El único
problema que el Presidente no puede resolver de manera razonable para la prensa internacional es el
tema de los derechos humanos.
Luego de la muerte de Trujillo, el sentimiento de la sociedad va mutando. Ya no profesa un amor al
Jefe, sino que aumentan las críticas y voces disidentes. Así, el Presidente se anima a anunciar en un
discurso general en las Naciones Unidas que la dictadura de Trujillo violó lo derechos humanos.
Pide ayuda a las naciones libres para recuperar la libertad de los dominicanos. Luego de esta
situación, Ramfis Trujillo lo increpa violentamente por sus dichos. Sin embargo, Balaguer se excusa
en que no tiene ninguna otra alternativa si quiere el apoyo de Estados Unidos. Le dice que la familia
Trujillo debe exiliarse del país. Si bien los hermanos del Benefactor huyen, vuelven unas semanas
después con la intención de encabezar un golpe de Estado contra Balaguer. En simultáneo, el
Presidente se entera de la huida de los presos que habían atentado contra Trujillo. Alarmado, obliga
al jefe de la Policía a encontrarlos. Sin embargo, la tarea se lleva adelante sin éxito. Los medios
sugieren que los prisioneros asesinaron a sus guardias y huyeron. Al día siguiente, los hermanos de
Trujillo, alcoholizados y violentos, irrumpen en su despacho: quieren acabar con los traidores del
régimen. Calmo, Balaguer les sugiere seguir el camino de Ramfis y huir del país. Finalmente, los
matones aceptan irse, con un monto razonable de dinero bajo el brazo.
Sin derramamiento de sangre, Balaguer se corona como un gran estadista, capaz de restituir la paz
en su país. Así, se dispone a recibir a Luis Amiama y Antonio Imbert como héroes, agradecido por
los servicios ofrecidos a la Patria
(2) Cuando el hábil doctor Balaguer recibió la llamada de Pupo Román para reunirse en el cuartel
de las Fuerzas Armadas, comprendió lo que estaba pasando y previendo un Golpe de Estado, se
negó a ir al cuartel. Pensó que Pupo Román se había alentado y no actuaba convenientemente, así
que le correspondía ahora a él llevar a cabo una transición democrática para evitar una invasión de
los marines, o una desestabilización fuerte de poder. El presidente fantoche, hábil y educadamente
tomaba acciones. Primero cito a la familia Trujillo y Abbes García en su oficina para discutir lo que
iba a ocurrir ahora. Abbes reclamó que Balaguer no debía ser presidente y sugirió que entrara
alguien de la familia en su lugar, pero dado que Ramfis todavía no llegaba de París, la Prestante
Dama apoyó a Balaguer. Cuando Ramfis regresó a República Dominicana, acordó con Balaguer que
él seguiría como presidente para no provocar una invasión de los gringos, pero entre tanto, Ramfis
se encargaría de encontrar a los asesinos de su padre y vengar su muerte. Por otro lado, Balaguer
también aseguró su permanencia en el poder sobornando a la viuda de Trujillo, quien era avara y
confiaba en el presidente fantoche porque éste se encargó de transferir altas sumas de dinero a sus
cuentas en el extranjero. Balaguer mejoró las relaciones con el clero y pidió una disculpa formal al
sacerdote Reilly, quien fue secuestrado y torturado por Johny Abbes después del asesinato de
Trujillo. Asimismo, mejoró las relaciones con Estados Unidos, quienes apoyaban este nuevo
gobierno, no obstante, todavía no estaba libre de sanciones, las cuales serían erradicadas cuando
República Dominicana demostrara ser democrático. Después de 4 meses, cuando parecía que el país
se desmoronaría tras la muerte del Benefactor, surgieron varios grupos de oposición, entre ellos, los
del movimiento del 14 de junio. Se manifestaban en las calles, retiraban monumentos y estatuas de
la familia Trujillo. Balaguer cambió los nombres de muchas calles que estaban bautizadas con
nombres de la familia del Chivo, así como regresar a la capital su nombre original: Santo Domingo
en lugar de Ciudad Trujillo. Los que más lo acosaban eran los de derechos humanos, quienes pedían
y exigían juicios justos para los presos políticos. No obstante, en dicho rubro, Balaguer tenía las
manos atadas, pues Ramfis no descansaría hasta no ver a los asesinos de su padre muertos. El
cónsul estadounidense le precisó a Balaguer que para eliminar las sanciones políticas impuestas por
la OEA era necesario que no quedaran vestigios de Trujillo, y, por tanto, debían marcharse al
extranjero toda la familia. Ramfis no se En consejo de Ministros, pidió acuerdo unánime del
gabinete para una amnistía política general, que vaciara las cárceles y anulara todos los procesos
judiciales por subversión. Entonces el Doctor Tabaré Álvarez Pereyra, su ministro de Salud, le hizo
saber que desde hacía 6 meses tenía escondido en casa al fugitivo Luis Amiama Tió dentro de un
clóset en su casa. Balaguer encomió su espíritu humanitario y en persona, le rindió respeto y
gratitud por los altos servicios prestados a la Patria.
Capítulo XXIII
Luego de la partida de Amadito, Antonio Imbert permanece un largo rato en la casa de su primo, el
doctor Manuel Durán Barreras. Planea algunas opciones alternativas: la casa de una prima lejana, de
su dentista. Finalmente, un antiguo amigo le asegura conocer a la persona perfecta para hospedarlo.
Así, el señor Cavaglieri y su mujer lo hacen sentir, durante más de seis meses, como en casa,
cuidado y protegido. En este largo encierro, Imbert desarrolla una rutina rigurosa: ayuda con la
limpieza doméstica, lee durante muchas horas, ve los noticiarios. Así, se entera del discurso de
Balaguer en la ONU y llora profusamente cuando ve el asesinato de sus compañeros por televisión.
Sin embargo, tiene esperanza en que pronto podrá estar en libertad. Poco después de la partida de
los Trujillo al extranjero, se otorga una amnistía política. Los diarios, la radio y la televisión ya no
los llama asesinos, sino que comienzan a reconocerlos como héroes. Imbert regresa a su casa, donde
ve a su mujer y a su hija, enflaquecidas por los meses en prisión. Con el paso de los días, el hogar
de los Imbert se llena de parientes, amigos y desconocidos que vienen a felicitar a Antonio por su
hazaña y a agradecerle por lo que ha hecho. Entre los visitantes, aparece un edecán militar para
comunicarle que el Presidente lo espera al día siguiente en el Palacio Nacional, junto con Luis
Amiama. Además, le informa que el senador Henry Chirinos acaba de presentar una ley para
nombrarlos generales del ejército dominicano, por los servicios extraordinarios prestados a la
nación.
A la mañana siguiente, Antonio y su familia van a la cita en el Palacio. Allí conoce a Luis Amiama,
de quien se volverá un amigo inseparable. En eso, la puerta del despacho se abre: el doctor Joaquín
Balaguer los recibe con una sonrisa y los brazos extendidos.
(2) Antonio Imbert permaneció en casa de su primo un día más después de que Amadito se fue.
Después partió a casa de su tía Gladis, quien le dio asilo por una noche, pero a la mañana siguiente
tuvo que marcharse porque los calies habían arrestado a Manuel y no tardarían en llegar a casa de
Gladis. Después de deambular en las calles recordó a su ortodoncista, quien lo acogió varias horas
para pensar con quien iría después, hasta que se le ocurrió llamarle a un tal Rainieri, hijo de italiano,
cuya esposa era muy amiga de Guarina, su mujer. Al llamarlo, la esposa del dentista se hizo pasar
por su esposa Guarina y Rainieri comprendió inmediatamente quién llamaba, pues Guarina estaba
con ellos, así que envió un chofer a recogerlo por la noche. Después de ver a su mujer en casa de los
Rainieri, lo llevaron a casade un matrimonio diplomático italiano, los Cavaglieri, quienes se
ofrecieron a ayudar a Imbert sin objeciones, a cambio de que no revelaran a nadie su identidad.
Estuvo oculto en el penthouse de los Cavaglieri por los 6 meses que pasaron antes de que
proclamaran amnistía. Allí tenía un cuarto para él solo y ayudaba con la limpieza de la casa. Cuando
los Trujillo se marcharon, Imbert salió de su escondite y Balaguer lo llamó, junto con Amiama (a
quien nunca antes había visto en persona) para proclamarlos héroes. De allí fueron a visitar a las
viudas de los desaparecidos.
Capítulo XXIV
Urania Cabral le cuenta a su familia la noche del encuentro con Trujillo. Manuel Alfonso la pasó a
buscar en su coche para llevarla a la residencia. Camino a Casa de Caoba, el hombre describió al
Jefe como un intachable caballero, delicado con las bellas mujeres. Además, le indicó a Urania la
enorme posibilidad que tenía ella de poder pasar una noche a solas con el Benefactor, ya que era
una ocasión única de poder ayudar a su padre a salir de la trampa que le habían tendido. Al llegar a
la casa, la cuidadora le hizo un recorrido por la casa y le preguntó qué tomaría de desayuno al día
siguiente. Así, Urania se enteró de que la fiesta consistía en pasar la noche con Trujillo. Bajo la luz
del bar, apareció, vestido de militar, el dictador. Le propuso algo de tomar y que bailaran juntos. La
joven, al borde del desmayo, intentaba seguir su pasos, sin éxito. Luego, la regresó al sillón y se
sentó muy cerca de ella. Sorprendido por su silencio, el Jefe le recitó un poema y la besó,
forzosamente, en la boca. Al descubrir que Urania no sabía besar, le preguntó si era virgen y la
invitó a subir con él a la habitación. Como una pareja dispar, compuesta por una niña de catorce
años y un viejo de setenta, se dirigieron al dormitorio. Sin apuro, Trujillo comenzó a desnudarla.
Ella se dejaba hacer, sin ofrecer resistencia, pero sin corresponder a las caricias. Esta inacción de
Urania enfureció a Trujillo, quien le ordenó que le practicara sexo oral.
Frente a esta confesión, la tía Adelina le suplica que no proceda con la historia. Está absolutamente
espantada. Sin embargo, Urania continúa. Como fracasó en su tarea de darle placer al Benefactor, el
hombre, enfurecido, se colocó encima de ella y la manoseó groseramente. Urania comenzó a
sangrar y, entonces, Trujillo empezó a sollozar por su imposibilidad de tener relaciones sexuales, sin
entender por qué le pasaba eso a él, después de tanto luchar por su ingrato país. La joven intentó
pasar desapercibida hasta que el dictador la echó, con asco, porque había manchado la cama.
Mareada, Urania corrió descalza, sin poder emitir sonido. Al subirse al coche, le pidió al chofer que
la dejara en el Colegio Santo Domingo. Allí, pudo hablar con sister Mary y contarle todo lo que
había padecido.
Sus primas y su tía la escuchan, atónita, sin poder creer. Intentan destacar todas las cosas lindas que
Urania consiguió en la vida: estudiar en la mejor universidad, tener un trabajo envidiable. Sin
embargo, la mujer las interrumpe para decirles que nunca más un hombre había vuelto a tocarla
desde que pasó lo de Trujillo, porque siente asco por ellos. Desolada, sin nada más que trabajar y
trabajar, admite que las envidia porque ellas, al menos, tienen una vida llena de cosas.
De ese terrible panorama, Urania destaca la bondad y generosidad de sister Mary. La monja se
encargó de gestionarle una beca en el extranjero y de hablar con el mismísimo Presidente para
acelerar los trámites de la muchacha, cuya vida corría peligro.
Urania mira el reloj. Debe irse al hotel para empacar las maletas. Se despide de sus primas,
comprometiéndose a volver a verlas y escribir. Marianita, la hija de Manolita, le promete que va a
escribirle todos los meses, sin importar si ella no le responde. Ya en el hotel, un hombre la invita a
tomar un trago. Urania, sin detenerse, le dice que se corra de su camino. En su habitación, mira el
mar y piensa en que, si Marianita le escribe, le contestará todas las cartas.
(2) Urania continúa narrando la historia que la hizo marcharse de República Dominicana. Manuel
Alfonso fue a recogerla a su casa. Su padre sugirió que, si no se sentía cómoda en ir, podría negarse,
pero ella, confiando que su presencia en la fiesta del Generalísimo sería de gran ayuda para su padre
y sin sospechar las verdaderas intenciones, accedió a ir. Cerebrito no podía mirarla a los ojos
cuando Urania se fue. Durante el camino a San Cristóbal, Manuel Alfonso comentaba que Trujillo
era muy gentil con las muchachas y que debería sentirse privilegiada de poder estar en presencia de
Su Excelencia. Al llegar a casa del Chivo, cayó en razón que no había ninguna fiesta y que tendría
que pasar la noche con el Benefactor. Urania tenía tan sólo 14 años y Trujillo era mayor de 70. Ella
tuvo que someterse a los caprichos del Generalísimo, quien no pudo tener sexo con ella porque no
podía en ese momento, así que, enfadado por su impotencia, la obligó a besarlo y después la violó
con sus manos, gritándole cosas horribles que la hacían pensar que la mataría. Afortunadamente,
Trujillo la corrió de su casa y un chofer la llevó al convento de Santo Domingo, en donde Sister
Mary puso todo en marcha para que ella no tuviera que regresar a casa de su padre y pudiera
marcharse a los Estados Unidos a estudiar, becada por las monjas. Desde entonces, no ha podido
estar con ningún otro hombre, pues todos le producen asco. La tía Adelina estaba asombrada por el
relato y le pedía a su sobrina que perdonara a su padre, que dejara de vivir en el odio y tuviera una
actitud cristiana hacia él. Ella no se había marchado aún porque todavía le faltaba por encontrar a
dos implicados en el asesinato de su padre, pero comprendía que sus tíos causaban desestabilidad en
el país, y de no haber sido por él, tal vez hubieran cometido una tontería y el país hubiera sido
invadido por los marines. El cónsul estadounidense le confirmó a Balaguer que Kennedy estaba
preparado para enviar barcos a República Dominicana si se presentaba un Golpe de Estado. El día
en que la familia Trujillo asesinó a los culpables de manera clandestina, los hermanos de Trujillo
irrumpieron en la oficina de Balaguer con armas, exigiendo que éste dejara el poder, sin embargo,
Balaguer les enseñó por la ventana los buques norteamericanos y les ofreció unos cuantos millones
de dólares para solucionar el conflicto y su exilio de la manera más pacífica. El cónsul Calvin Hill
compareció de inmediato, encantado de que las cosas se arreglaran con buena voluntad y sin
derramamiento de sangre. Balaguer estaba preocupado por el asesinato de los presos políticos, pero
pensó que habría tal explosión de exultación y alegría con la partida de los Trujillo que poca gente
recordaría el asesinato de los 6 prisioneros cuyos cadáveres jamás aparecerían. Al padre de Urania,
el senador Cabral, lo sacó de la cárcel, pues Abbes lo había aprehendido por pensar que también
estaría involucrado en el complot, y le ofreció un puesto de asesoría jurídica. A Johny Abbes le
pidió su renuncia, pues tendría muchos enemigos que lo buscarían para eliminarlo, y lo envió a
Japón de embajador viejo. Urania siente que se ha quitado un peso de encima, pues sister Mary no
había contado dicha historia, pero ahora sólo deseaba marcharse a Nueva York, volver a trabajar
arduamente para no recordar y olvidar lo peor de la dictadura de Trujillo.
PERSONAJES
URANIA CABRAL: Personaje principal, hija del senador Cabral, una importante ficha dentro de la
dictadura de Trujillo. Profundamente lastimada y marcada de por vida por lo que le ocurrió en su
adolescencia; llena de rencor y odio hacia su padre; trabaja todo el día sin descanso para mantener
su mente ocupada y olvidar su pasado.
RAFAEL TRUJILLO: Personaje principal. Dictador de República Dominicana por 31 años.
Hombre obsesivo por la limpieza y el orden; nunca sudaba y su mirada era tan penetrante, que podía
someter a cualquiera. Todos le temían y le profesaban un gran respeto y admiración.
DOCTOR BALAGUER: Presidente fantoche, de carácter dócil, misterioso, calmado, nunca perdía
el control, al parecer sin ambiciones y fiel a Trujillo. Personaje secundario. Hombre bien educado
en letras, con vocación de político.
SANTIAGO ESTRELLA SADHALÁ: Personaje secundario. Uno de los asesinos de Trujillo. Muy
católico y el mejor amigo de Antonio Imbert.
ANTONIO DE LA MAZA: Personaje secundario. Uno de los asesinos de Trujillo quien conocía
todos los nombres de los involucrados en el complot. Se sentía amargado y deprimido a raíz de la
muerte de su hermano Tavito y a la vez, sentía un profundo rencor, traducido en odio hacia Trujillo.
Luchador y de carácter valiente.
ANTONIO IMBERT: Personaje secundario. Uno de los perpetradores de la muerte de Trujillo y uno
de los sobrevivientes después de la persecución intensa por encontrar a los asesinos del Jefe. Mejor
amigo del Turco. Se había unido a la conspiración, no porque hubiera sufrido directamente una
pérdida, sino por sus ideales y el asesinato de las hermanas Maribal, por el cual se sintió
profundamente afectado.
JOHNY ABBES GARCÍA: Personaje secundario. Director del Servicio de Inteligencia Militar
durante la era de Trujillo. De carácter sanguinario y sádico, siempre ideaba las torturas más
originales y crueles para perpetuar sus asesinatos en contra de todo aquel que no apoyara al régimen

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