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ANTOLOGÍA POÉTICA

SELECCIÓN DE POEMAS SENCILLOS DE LA


LITERATURA ESPAÑOLA

1. ANÓNIMO, Romance de la
infantina

1
A cazar va el caballero, la niña no respondía.
a cazar como solía, Tendió los ojos al lejos,
los perros lleva cansados, vio tan gran caballería;
el halcón perdido había: duques, condes y señores
andando, se le hizo noche por aquellos campos iban;
en una oscura montiña. llevaban la linda infanta,
Sentárase al pie de un roble, que era ya cumplido el día.
el más alto que allí había: El triste del caballero
el troncón tenía de oro. por muerto en tierra caía,
las ramas de plata fina; y desque en sí hubo tornado,
levantando más los ojos, mano a la espada metía:
vio cosa de maravilla; «Quien pierde lo que yo pierdo,
en la más altita rama ¿qué pena no merecía?
viera estar una infantina; ¡Yo haré justicia en mí mismo,
cabellos de su cabeza aquí acabará mi vida!».
con peine de oro partía,
y del lado que los parte,
toda la rama cubrían;
la luz de sus claros ojos
todo el monte esclarecía.
—No te espantes, caballero,
ni tengas tamaña grima;
hija soy yo del gran rey
y de la reina de Hungría;
hadáronme siete hadas
en brazos de mi madrina,
que quedase por siete años
hadada en esta montiña.
Hoy hace los siete años,
mañana se cumple el día;
espéresme, caballero,
llévesme en tu compañía,
—Esperéisme vos, señora,
hasta mañana, ese día;
madre vieja tengo en casa,
buen consejo me daría.
La niña le despidiera
de enojo y malenconía:
— ¡Oh, mal haya el caballero
que al encanto no servía;
vase a tomar buen consejo,
y deja sola la niña!
Ya volvía el caballero,
muy buen consejo traía;
busca la montiña toda,
ni halló roble, ni halló niña;
va corriendo, va llamando,

2
2. ANÓNIMO, Romance del conde Olinos
Madrugaba el conde Olinos, -¡No le mande matar, madre;
mañanita de San Juan, no le mande usted matar,
a dar agua a su caballo que si mata al conde Olinos
a las orillas del mar. juntos nos han de enterrar!
-¡Que lo maten a lanzadas
Mientras el caballo bebe y su cuerpo echen al mar!
canta un hermoso cantar: Él murió a la media noche;
las aves que iban volando Ella, a los gallos cantar.
se paraban a escuchar; A ella, como hija de reyes,
caminante que camina la entierran en el altar,
detiene su caminar, y a él, como hijo de condes,
navegante que navega unos pasos más atrás.
la nave vuelve hacia allá. De ella nace un rosal blanco;
Desde la torre más alta de él, un espino albar.
la reina le oyó cantar: Crece uno, crece el otro,
-Mira, hija, cómo canta los dos se van a juntar.
la sirenita del mar. La reina, llena de envidia,
-No es la sirenita, madre, ambos los mandó cortar;
que esa no tiene cantar; el galán que los cortaba
es la voz del conde Olinos, no cesaba de llorar.
que por mí penando está. De ella nacería una garza;
-Si por tus amores pena de él, un fuerte gavilán.
yo le mandaré matar, Juntos vuelan por el cielo,
que para casar contigo Juntos vuelan par a par.
le falta sangre real.

3. GLORIA FUERTES, Don Libro está helado


3
Estaba el señor don Libro
Sentadito en su sillón;
Con un ojo pasaba la hoja,
Con el otro ve televisión.

Estaba el señor don Libro


Aburrido en su sillón,
Esperando a que viniera… (a leerle)
Algún pequeño lector.

Don Libro era un tío sabio,


Que sabía de luna y de sol,
Que sabía de tierras y mares,
De historias y aves,
De peces de todo color.

Estaba el señor don Libro


Tiritando de frío en su sillón;
Vino un niño,
Lo cogió en sus manos
Y el libro entró en calor.

4. ANTONIO MACHADO

4
1. Pegasos, lindos pegasos

Pegasos, lindos pegasos,


caballitos de madera.
...................................
Yo conocí, siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!

2. Las moscas
Vosotras, las familiares,
inevitables golosas, de infancia y adolescencia,
vosotras, moscas vulgares, de mi juventud dorada;
me evocáis todas las cosas. de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril, de siempre... Moscas vulgares,
viejas moscas pertinaces que de puro familiares
sobre mi calva infantil! no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar, sobre el juguete encantado,
las claras tardes de estío sobre el librote cerrado,
en que yo empecé a soñar! sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
Y en la aborrecida escuela, de los muertos.
raudas moscas divertidas,
perseguidas Inevitables golosas,
por amor de lo que vuela, que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
—que todo es volar—, sonoras pequeñitas, revoltosas,
rebotando en los cristales vosotras, amigas viejas,
en los días otoñales... me evocáis todas las cosas.
Moscas de todas las horas,

5. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Adolescencia

5
En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.

No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
...y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.

6. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Platero y yo

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XV. AMISTAD

Nos entendemos bien. Yo lo dejo ir a su antojo, y él me lleva siempre


adonde quiero.

Sabe Platero que, al llegar al pino de la Corona, me gusta acercarme


a su tronco y acariciárselo, y mirar al cielo al través de su enorme y
clara copa; sabe que me deleita la veredilla que va, entre céspedes, a
la fuente vieja; que es para mí una fiesta ver el río desde la colina de
los pinos, evocadora, de un paraje clásico. Como me adormile,
seguro, sobre él, mi despertar se abre siempre a uno de tales
amables espectáculos.

Yo trato a Platero cual si fuese un niño. Si el camino se torna fragoso


y le peso un poco, me bajo para aliviarlo. Lo beso, lo engaño, lo hago
rabiar… Él comprende bien que lo quiero, y no me guarda rencor. Es
tan igual a mí, que he llegado a creer que sueña mis propios sueños.

Platero se me ha rendido como una adolescente apasionada. De nada


protesta. Sé que soy su felicidad. Hasta huye de los burros y de los
hombres…

XXX. EL CANARIO VUELA

Un día, el canario verde, no sé cómo ni por qué, voló de su jaula. Era


un canario viejo, recuerdo triste de una muerta, al que yo no había
dado libertad por miedo de que se muriera de hambre o de frío, o de
que se lo comieran los gatos.

Anduvo toda la mañana entre los granados del huerto, en el pino de


la puerta, por las lilas. Los niños estuvieron, toda la mañana también,
sentados en la galería, absortos en los breves vuelos del pajarillo
amarillento. Libre, Platero, holgaba junto a los rosales, jugando con
una mariposa.

A la tarde, el canario se vino al tejado de la casa grande, y allí se


quedó largo tiempo, latiendo en el tibio sol que declinaba. De pronto,
y sin saber nadie cómo ni por qué, apareció en la jaula, otra vez
alegre.

¡Qué alborozo en el jardín! Los niños saltaban, tocando las palmas,


arrebolados y rientes como auroras; Diana, loca, los seguía,
ladrándole a su propia y riente campanilla; Platero, contagiado, en un
oleaje de carnes de plata, igual que un chivillo, hacía corvetas, giraba
sobre sus patas, en un vals tosco, y poniéndose en las manos, daba
coces al aire claro y suave...

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7. FEDERICO GARCÍA LORCA

1. Arbolé, arbolé
Arbolé, arbolé y espadas de plata antigua.
seco y verdé. «Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
La niña del bello rostro Cuando la tarde se puso
está cogiendo aceituna. morada, con luz difusa,
El viento, galán de torres, pasó un joven que llevaba
la prende por la cintura. rosas y mirtos de luna.
Pasaron cuatro jinetes «Vente a Granada, muchacha».
sobre jacas andaluzas Y la niña no lo escucha.
con trajes de azul y verde, La niña del bello rostro
con largas capas oscuras. sigue cogiendo aceituna,
«Vente a Córdoba, muchacha». con el brazo gris del viento
La niña no los escucha. ceñido por la cintura.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura, Arbolé arbolé
con trajes color naranja seco y verdé.

2. Romance de la luna, luna


La luna vino a la fragua Niño déjame, no pises,
con su polisón de nardos. mi blancor almidonado.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando. El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
En el aire conmovido Dentro de la fragua el niño,
mueve la luna sus brazos tiene los ojos cerrados.
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño. Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Huye luna, luna, luna. Las cabezas levantadas
Si vinieran los gitanos, y los ojos entornados.
harían con tu corazón
collares y anillos blancos. ¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Niño déjame que baile. Por el cielo va la luna
Cuando vengan los gitanos, con el niño de la mano.
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados. Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
Huye luna, luna, luna, El aire la vela, vela.
que ya siento sus caballos. el aire la está velando.

8. RAFAEL ALBERTI, Elegía del niño marinero

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Marinerito delgado, ¡Qué negra quedó la mar!
Luis Gonzaga de la mar, ¡La noche, qué desolada!
¡qué fresco era tu pescado, Derribado su cantar,
acabado de pescar! la barca fue derribada.

Te fuiste, marinerito, Flotadora va en el viento


en una noche lunada, la sonrisa amortajada
¡tan alegre, tan bonito, de su rostro. ¡Qué lamento
cantando, a la mar salada! el de la noche cerrada!

¡Qué humilde estaba la mar! ¡Ay mi niño marinero,


¡Él cómo la gobernaba! tan morenito y galán,
Tan dulce era su cantar, tan guapo y tan pinturero,
que el aire se enajenaba. más puro y bueno que el pan!

Cinco delfines remeros ¿Qué harás, pescador de oro,


su barca le cortejaban. allá en los valles salados
Dos ángeles marineros, del mar? ¿Hallaste el tesoro
invisibles, le guiaban. secreto de los pescados?

Tendió las redes, ¡qué pena!, Deja, niño, el salinar


por sobre la mar helada. del fondo, y súbeme el cielo
Y pescó la luna llena, de los peces y, en tu anzuelo,
sola, en su red plateada. mi hortelanita del mar.

9. CONCHA MÉNDEZ, La patinadora

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Danzarina de las nieves.
De los vientos mariposa.
Sobre una mar de blancor
vuela la patinadora,
y desciende las vertientes
como el claror de la Aurora.
El rumor de las alturas,
el rumor de las corrientes,
lleva en su falda plisada
hecha ritmos, hecha pliegues.
Vuela la patinadora
descendiendo las vertientes;
mariposa de los vientos,
danzarina de las nieves.

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10. SALVADOR DE MADARIAGA, El baño del sol

El sol quería bañarse


porque tenía calor.
Llevaba el calor por dentro
la luna se lo advirtió;
pero el sol no le hizo caso
ni siquiera la escuchó,
porque el calor que tenía
le quitaba la razón,
y hacia el caer de la tarde
se tiró al mar y se ahogó.
Al ver que se ahoga el pobre,
el cielo se oscureció,
las estrellitas lloraban
lágrimas de compasión;
negro todo el mar se puso
de tristeza que le dio.
Solo la luna en el cielo
muy serena se quedó.
“No os asustéis” - les decía-,
que no hemos perdido el sol.
Mañana de mañanita
saldrá por otro rincón
más fresco que una lechuga
con el baño que se dio”.
A la mañana siguiente
sonriente salió el sol;
el cielo se puso alegre,
el mar, de gozo, bailó,
las estrellitas se reían
del susto que el sol les dio;
y la luna satisfecha,
en su cuarto se durmió.

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11. MARI LUZ ESCRIBANO

1. Te regalo mi nombre

Te regalo mi nombre y apellidos,


la vida inquieta que dejó en mis manos
una historia que no fue infancia alegre,
si no aquello que no pude contar.
Te regalo la parte que fue buena,
la de los trigos y las amapolas,
los caballos, majuelos y los juegos
en las bodegas y en los palomares,
cuando alzaba gorriones en mi pecho
y veía volar a las perdices.
Te regalo mi vida, si la quieres,
no sólo mi apellido,
porque hay mundos de acero insobornable
que no se ven. Con voluntad se ignoran.

2. El tiempo

Ahora que el tiempo ha dejado su huella,


sus pequeñas heridas
en el hueco del rostro,
ahora que todo pasa
por un espejo cóncavo
y da miedo asomarse
a los escaparates
con su luz de neón
y las bellas ofertas
no hay nadie que me quite,
una infancia de calcetines blancos,
zapatos de charol
y una mirada clara.
Después de tantas lluvias
y atardeceres lentos,
ahora es tiempo de paz,
de paz y de memoria.

12
12. MARÍA VICTORIA ATIENZA, Los reyes

Se fueron ya los Reyes y aún no veo sus espaldas


en un paisaje insólito de camellos y nieve. ¿No es esto
una contradicción en nuestro modo de contemplar las cosas?
Se fueron ya, y aún cuelga una corona
de acecho y cedro y piñas que ella hubiese mirado
con sus ojos de niña
en los que no puede saberse si el Adviento concluye
o de nuevo comienza.

13
13. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER, Rimas

XXI

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas


en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

XXIII

Por una mirada, un mundo;


por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡Yo no sé
qué te diera por un beso!

LIII

Volverán las oscuras golondrinas


en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban


tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas


de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío


cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos


las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas


como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!

14
14. LUIS ALBERTO CUENCA, El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,


cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

15. PABLO NERUDA, Me gustas cuando callas

15
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma


emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.


Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio


claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.


Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

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16. MARIO BENEDETTI, Viceversa

Tengo miedo de verte


necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte


preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte


alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

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17. AMALIA BAUTISTA, Mis mejores deseos

Que la vida te sea llevadera.


Que la culpa no ahogue la esperanza.
Que no te rindas nunca.
Que el camino que tomes sea siempre elegido
entre dos por lo menos.
Que te importe la vida tanto como tú a ella.
Que no te atrape el vicio
de prolongar las despedidas.
Que el peso de la tierra sea leve
sobre tus pobres huesos.
Que tu recuerdo ponga lágrimas en los ojos
de quién nunca te dijo que te amaba.

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18. GABRIEL CELAYA, Por fin tengo un amigo

Por fin tengo un amigo,


otro pequeño imbécil como yo, sonriente,
que no lee los periódicos,
que no está preocupado,
que no tiene opinión formada sobre Europa.
Nos paseamos juntos charlando tontamente,
contándonos mentiras,
repitiendo en voz alta los nombres de los barcos
o inventando otros nuevos
para las pobres nubes que lo están esperando.
¡Qué bonitas mañanas con aeroplanos blancos!
¡Qué bonitos los pinos,
la hierbecilla mansa,
la brisa siempre alegre,
las parejas amigas, de la mano, volando!

19. RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, Greguerías

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1. La leche es el agua vestida de novia.

2. De la nieve caída en los lagos nacen los cisnes.

3. La jirafa es un caballo alargado por la curiosidad.

4. El beso nunca es singular.

5. El desierto se peina con peine de viento; la playa, con peine de


agua.

6. Los tornillos son clavos peinados con raya en medio.

7. Trueno: caída de un baúl por las escaleras del cielo.

8. El 8 es el reloj de arena de los números.

9. El agua se suelta el pelo en las cascadas.

10. En otoño debían caer todas las hojas de los libros.

11. Los mejillones son las almejas de luto.

12. El día en que se descubra un beso fósil se sabrá si existió


el amor en la época cuaternaria.

13. La Q es un gato que perdió la cabeza.

14. Lo más importante en la vida es no haber muerto.

15. El cerebro es un paquete de ideas arrugadas que


llevamos en la cabeza.

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