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ENSAYO FILOSÓFICO

“FUNDAMENTACIÓN DE LA ÉTICA” (HUME)

Juan Alberto Gaitán Andújar

“No hay que decir que un acto hiere la


conciencia común porque es criminal, sino
que es criminal porque hiere la conciencia
común”1

Durkheim

Esta cita del sociólogo y filósofo francés Émile Durkheim puede ayudarnos a entender el tema
central en torno al cual gira este fragmento de Hume, un empirista escocés que se posiciona
frente a un racionalismo espinosista y leibniziano que defiende la primacía de la razón y la
existencia de una ley racional que determina y pone en cuestión la libertad del ser humano.

Hume opta por otra concepción del mundo y de cómo entender la libertad humana. Él parte
del materialismo, el cual defiende que no existe una razón que explique los cambios que se
producen en la naturaleza, sino que estos ocurren por puro azar. Además, Hume no acepta
que la libertad quede condicionada, y es que él parte del hecho de experimentarse libre. Desde
aquí Hume toma el camino empirista aceptando como verdadero todo aquello que procede de
la experiencia y poniendo cierto recelo al uso puro de la razón.

Volviendo a la cita de Durkheim, lo que quiere decirnos el francés y en gran sintonía con Hume,
es que no podemos decir que un acto es moralmente malo en sí y eso es lo que hace que nos
resulte desagradable, sino más bien, tenemos que decir que la moralidad del acto halla la
razón de su distinción (el ser bueno moralmente o no) en la sensación que produce en
nosotros.

Este es el tema central de este fragmento, la fundamentación de la moral en la sensación y no


en la razón y por eso dice que “la moralidad es, pues más propiamente sentida que juzgada”.
Pero esto no solo hace referencia a una sensación entendida desde un “yo siento de esta
manera y diferente a otros” ya que de esta manera, seguir su filosofía podría hacernos caer en
puro subjetivismo.

Hume defiende que, como seres humanos, todos tenemos un mismo sentir. Y ese mismo sentir
nos hace calificar de cierta moralidad los actos. Que para nosotros haya actos que
consideremos inmorales, como pueda ser matar, se debe a un sentimiento común que Hume
otorga al ser humano: la simpatía. Podría traducirse en este sentido por lo que se ha venido
llamando como la regla de oro de la moral: no desees para el otro lo que no querrías para ti
mismo. Es decir, lo que tu sientes como desagradable y por ello no lo quieres no lo quieras
para otro porque del mismo modo pueda ser para él desagradable y no deseable.

Esta simpatía es la que nos permitirá “mostrar los principios que nos hacen sentir satisfacción
o desagrado al contemplar un determinado carácter”. Estos principios son verdades a las que
podemos llegar y nos aportan “una razón convincente por la que considerar ese carácter como
elogiable o censurable”. Pero con Hume “no vamos más allá”, no hay una verdad más allá de
1
Cita expuesta y tomada de los apuntes de clase.
los convenios sociales a los que podemos llegar por este sentir común. Este escepticismo de
Hume es el que, dirá más tarde Kant, “me libró del sueño dogmático”.

De esta manera, no podemos entender una vida virtuosa en sentido amplio sino que Hume
habla de la vida virtuosa siempre en un contexto, como es el de vivir en sociedad. Para Hume
el hombre virtuoso es aquel que siente “una satisfacción determinada al contemplar un
carácter” y que considera y siente como placentero aquello que es considerado como bueno
en una sociedad determinada. Además de estas “distinciones morales”, el hombre que vive
una vida virtuosa en sociedad es capaz de distinguir el placer moral del placer estético y del
placer hedonista.

Algo importante en el pensamiento de Hume, y que se deja intuir a raíz del texto, es que éste
sitúa la voluntad humana ligada al sentimiento. Hume nos dice aquí que la distinción entre el
bien o el mal moral se fundamenta “en un particular dolor y placer”. Este dolor o placer es el
me hace querer o no lo que lo produce. Y es que, mi querer va a estar condicionado por lo que
sienta. De esta manera, el autor propone una voluntad no libre y esclava de lo que siente.
Hume dirá que porque siento lo que siento quiero lo que quiero y no puedo querer y desear
otra cosa. Porque lo desagradable y despreciable no es deseable ni para mí ni para otros.

Pero si nos fijamos bien volvemos a encontrarnos con uno de los problema que Hume no
aceptaba del racionalismo, el problema de la libertad ¿Por qué llega a decir Hume que se
experimenta libre? Porque el busca (y lo consigue) librarnos de la ley determinista de la
naturaleza y lo logra al fundamentar todo en la experiencia. Puede que el valor que reside aquí
de fondo y que podemos atribuir a Hume es que rescata de las sombras el carácter emocional
y volitivo del ser humano el cual irá entrando en diálogo con la razón.

Hoy día en la sociedad occidental en que vivimos tiene sentido hablar de este valor que da
Hume a la experiencia y de su propuesta de la fundar la moral en el sentimiento ya que puede
que desde aquí podamos decir algo de cómo se esté configurando el individuo y su manera de
estar en al sociedad.

En la cultura juvenil actual existe el deseo muchas veces de querer encontrar un sitio en la
sociedad, reafirmando el yo (y buscando cómo poder desarrollar todas las potencialidades que
encierra) y en busca siempre de un proyecto. Creo que esto puede llevarnos a muchos jóvenes
a la individualidad y a construir nuestra vida preocupándonos solo de nuestro proyecto (y no
de los demás y de un proyecto común).

A esto se suma la propuesta de Hume, un sentimentalismo que llevado al extremo, para


Victoria Camps (como recoge en su libro El gobierno de las emociones) “es la culminación de
un individualismo que ha puesto al sujeto en un pedestal que nada debe derribar” 2. Y veíamos
como Hume afirmaba que los seres humanos tenemos un mismo modo de sentir. Y es que, no
podemos olvidar el sentimiento de simpatía que Hume concede a todo ser humano. Porque si
no, de esta manera, olvidando este sentimiento que me recuerda que no he de querer para el
otro lo que no quiero para mí porque del mismo modo puede ser desagradable para ambos,
nos quedamos solo en el “yo siento y por eso quiero”.

Victoria Camps dice que lo que “distingue verdaderamente a una persona de otra es,
precisamente su sensibilidad, su parte emotiva, no la racional que tiende a unificarlo en el
seno de un todo despersonalizado”. De esta manera, el joven que busca autoafirmarse se
agarrará a la experiencia, buscará aquello que le haga sentir y reafirmar su parte más emotiva
2
V. Camps. El gobierno de las emociones. Barcelona, 2011. Herder. p. 20
puesto que le hará sentirse más él (más yo), pudiendo esto llevarle a ser un consumidor de
experiencias.

Si seguimos desde aquí la filosofía de Hume hasta el extremo, podríamos decir que estaremos
construyendo nuestra identidad solo desde estas sensaciones, desde un conjunto de
impresiones basadas en estas experiencias y que me hacen construir la idea que tengo de mí
mismo. ¿Podemos construir un yo fuerte solo con estas experiencias? ¿Con el placer que nos
producen que otros nos digan lo bueno que somos por lo que hacemos y por como lo
hacemos? ¿Con el placer que nos produce las nuevas experiencias y nos devuelven aquello que
es bueno y que nos gusta? Y ¿Estamos dando razón y sentido de esta manera a lo que
hacemos?

El ser humano es ser racional y emocional y con esto tenemos que contar. Y creo que no
debemos olvidar esta invitación que hace Hume a preguntarnos como siento lo que me pasa.
Porque de alguno manera, esto también nos afirma y nos dice quiénes somos y es que, como
dice Elie Wiesel en su trilogía de la noche “el hombre no se define por aquello que lo niega sino
por lo que lo afirma”. No se lo encuentra ni enfrente, ni al lado, sino en sí mismo.”3

3
E. Wiesel. Trilogía de la noche. Barcelona, 2018. Austral.

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