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HUME

Fue un filósofo, economista e historiador francés que vivió durante el siglo XVIII. Constituye una de las figuras
más destacadas de la ilustración. Es conocido por su influencia en el empirismo, escepticismo y naturalismo.
Entre sus obras más destacadas podemos mencionar Tratado de la naturaleza humana e Investigación sobre
el conocimiento humano.

Metafísica

Hume utilizó los principios de su filosofía para analizar críticamente algunos de los elementos centrales de la
metafísica, como la causalidad, el yo o la sustancia.

Su crítica a la causalidad es especialmente importante. Cuando pensamos en la causalidad, por lo general,


interpretamos que existe una conexión necesaria entre la causa y el efecto. No se trata de una cosa que
venga a continuación de la otra. Más bien lo que creemos es que la causa ha sido la responsable de que, de
forma inevitable, tenga que producirse el efecto.

En este punto Hume explica de donde viene esta idea de conexión necesaria. Para empezar, debemos
observar que las proposiciones con las que expresamos las conexiones causales no son relaciones de ideas,
sino cuestiones de hecho. Según consideraba Hume, las relaciones de ideas son verdades necesarias cuya
negación resulta contradictoria.

Sin embargo, las cuestiones de hecho no afirman verdades necesarias, sino situaciones contingentes. La
negación de una cuestión de hecho no es algo lógicamente imposible. Para comprobar si esta es verdadera o
falsa, debemos recurrir a la experiencia.

Hay que recordar que para Hume, todas las ideas proceden de las impresiones. Por esto, es importante
preguntarse cuál es la impresión de la que proviene esta idea de conexión causal necesaria entre dos
fenómenos A y B.

El caso es que, aunque repitamos muchas veces la experiencia, lo que percibimos simplemente es la
presencia del fenómeno A y la posterior aparición del fenómeno B.
Sin embargo, cuando repetimos muchas veces la misma experiencia, la obtención de resultados similares
crea en nosotros un hábito que nos predispone a esperar que la próxima vez las cosas vayan a suceder del
mismo modo.

De acuerdo con Hume, no existe conexión necesaria entre causa y efecto. Dicha relación solo es una
sensación que procede del hábito generado en nosotros por la repetición de muchas experiencias similares.

Ciertamente, las inferencias causales son útiles en nuestra vida cotidiana, por lo que tienen un gran valor
práctico para desenvolvernos en la vida. Sin embargo, no se trata de una conexión estrictamente necesaria y
obligatoria, sino sólo de una relación probable.

El hecho de que el fenómeno A haya estado unido al fenómeno B nos permite imaginar que la próxima vez,
las cosas ocurran del mismo modo. Pero Hume insiste en que esto es sólo una suposición, no una certeza
indudable.

La crítica de Hume al concepto de causalidad necesaria supone rebajar las pretensiones de certeza indudable
que hasta entonces había tenido la ciencia. Si la relación causal es algo únicamente probable y no exacto con
rigor, entonces las leyes de la ciencia no son verdades necesarias, sino que sólo pueden considerarse
suposiciones razonables, aunque no seguras por completo.
En resumen, las leyes causales de la ciencia son reglas prácticas de gran utilidad, pero que de ninguna
manera pueden demostrarnos la verdad absoluta y definitiva.

En cuanto a la crítica a la sustancia, la posición de Hume resulta interesante. Aplicando su metodología


empirista, se pregunta, de dónde viene nuestra idea de sustancias. Lo cierto es que únicamente tenemos la
impresión de las cualidades porque, como dijo Locke, no existe ninguna impresión de sustancias en sí misma.
Hume va un paso más allá para afirmar que no tenemos ninguna prueba concluyente de que exista por sí
misma esta supuesta sustancia.

Hume nunca pone en duda la existencia del mundo sensible, algo que para él es una creencia de sentido
común.

Sin embargo, insiste en recordarnos que esta no es una verdad indudable de manera absoluta que podamos
fundar racionalmente. Si creemos que las cosas siguen existiendo, aunque no las percibamos, es porque
nuestra mente tiende de forma natural a interpretar la realidad como algo estable y permanente.

De acuerdo con Hume, creer en que existen sustancias exteriores e independientes de nosotros es sólo una
suposición útil, no una certeza indudable.

Por último, Descartes creía que el cogito es una primera certeza indudable que podía servirnos para
fundamentar todo el sistema de la filosofía. Sin embargo, Hume no comparte este punto de vista y se
pregunta de dónde procede esa idea del yo a la que se refiere Descartes.

Hume observa que, al hacer un esfuerzo de introspección, en realidad lo que encontramos es una sucesión
de pensamientos, emociones y estados de ánimo que cambian continuamente. Por tanto, por mucho que nos
esforcemos, nos resulta imposible localizar la impresión de un yo fijo, estable y permanente.

De acuerdo con Hume, el yo del que habla Descartes sería aquel supuesto lugar en el que suceden
pensamientos y emociones. Si somos completamente rigurosos, tendremos que admitir que de ese presunto
yo no hay ninguna impresión.

De hecho, si analizamos nuestro yo actual y lo comparamos con el de hace dos o tres años, nos daremos
cuenta de que son muy distintos.

Según Hume, no hay ninguna impresión de este tipo. Si estamos convencidos de mantener una misma
identidad individual a lo largo del tiempo, es gracias a la memoria, que nos permite identificarnos con la
persona que fuimos en el pasado. Lo que Hime afirma es que esa convicción no es una certeza indudable,
sino únicamente una creencia sensata que solo es posible mantener gracias a la memoria.

En contraste con Descarte, Hume creía que la existencia del yo individual no es una verdad indudable, sino
sólo una creencia útil.

Problema de Dios

La posición de Hume acerca de Dios también está relacionado con su planteamiento empirista.

El argumento ontológico, concluye que la existencia de Dios es una verdad necesaria que se deriva de la
misma definición de la divinidad como el ser más perfecto que puede pensarse.

Para explicar la existencia de Dios, Hume nos recuerda que las únicas verdades realmente necesarias son
las relaciones de ideas, que son siempre verdades porque su contrario implica una contradicción y nos lleva a
un enunciado sin sentido. La existencia de Dios, según Hume, no es una relación de ideas, sino una cuestión
de hecho. Afirmar que dios no existe es algo que no resulta contradictorio, de modo que para saber si Dios
existe tendríamos que comprobarlo en la práctica.
Para Hume, el argumento ontológico confunde una cuestión de hecho con una relación de ideas.

Otro argumento utilizado para demostrar que Dios debe existir es el que defiende que la divinidad es la causa
de toda la realidad. Según este razonamiento, al igual que todo fenómeno tiene una causa, el universo entero
también tiene que tenerla, que solo puede corresponderse a un ser todopoderoso y divino.

Hume tampoco está de acuerdo con este planteamiento. En este caso, hay que señalar la importancia crucial
que tiene el concepto de causalidad para esta argumentación.

Para Hume, la conexión entre causa y efecto no es una certeza indudable, sino únicamente una creencia
probable basada en el hábito.

Además, es importante recordar que esta creencia sólo es válida para aquellos fenómenos que hemos
experimentado. Pero de Dios no tenemos experiencia empírica, por lo que no resulta legítimo aplicar un
razonamiento causal al origen del universo. Tratar de demostrar que Dios existe considerando que es la
causa de la realidad supone extender nuestra creencia en la causalidad más allá de donde resulta aceptable.

Hume pensaba que la religión es una creencia extendida porque sirve para ofrecer respuestas ante temores y
esperanzas. El problema surge cuando más creencia religiosas se convierten en un foco de intolerancia y
dogmatismo que lleva a afirmar radicalmente una oposición frente a los demás.

Ética

Hume desarrolló una concepción emotivista de la ética, basándose en su teoría empirista del conocimiento.
Hume comienza señalando cómo la mayor parte de los filósofos anteriores han tratado de fundamentar las
normas morales en la racionalidad humana.

La razón siempre ha desempeñado un papel fundamental en la historia de la ética. Sin embargo, Hume, es
contrario a este punto de vista.

Para él, la ética no puede estar basada en la razón, porque la razón solo es capaz de explicarnos cómo son
las cosas, pero no puede decirnos cómo debería de ser.

Hume creía que la ética no está basada en la razón, porque ninguna descripción acerca de cómo son las
cosas puede llevarnos a las normas que nos dicen cómo deberían de ser.

Según Hume, el origen de la ética debe buscarse en los sentimientos y emociones que experimentamos
cuando nos encontramos ante una acción humana. Algunas acciones producen un sentimiento de
satisfacción, mientras que con otras, sentimos un intenso rechazo.

Para Hume, las acciones que consideramos moralmente buenas son las que suscitan en nosotros un
sentimiento de aprobación, mientras que las que tachamos de moralmente malas son más que provocan en
nosotros una emoción de rechazo.

La teoría ética de Hume, denominada emotividad moral, afirma que la ética no se basa en la razón, sino en
los sentimientos.

Al analizar la ética de Hume, podría pensarse que su propuesta conduce al relativismo moral. Sin embargo,
Hume no era ningún relativista, porque pensaba que todas las personas compartimos una misma naturaleza
humana. Esto significa que, ante una acción como el asesinato, todos los seres humanos experimentamos
una emoción de rechazo muy parecida, por eso es posible hablar de normas morsles de carácter general.
De acuerdo con Humex entre los sentimientos básicos que todos los seres humanos experimentamos, está el
egoísmo que nos ayuda a sobrevivir.

Además, Hume creía que en nuestro interior también hay emociones positivas que nos incitan a cooperar y a
ayudar desinteresadamente a los demás. Entre estas emociones destaca la simpatía.

Para Hume, la simpatía es una emoción básica, junto con la benevolencia y deseo de ser útiles a los demás.
Estos sentimientos naturales son el fundamento de la moralidad y la base de nuestra vida en sociedad.
Política

Según Hume el Estado, las leyes y las instituciones políticas derivan su legitimidad de la utilidad que reportan
a la sociedad. El hecho de que las obedezcamos y nos sometamos a la autoridad del gobernante se debe a
que somos conscientes de que nuestros intereses privados se satisfacen mejor pactando con los otros seres
humanos. Por tanto, la autoridad del gobernante, las leyes e instituciones no expresan valores eternos e
inamovibles, por el contrario, deben adaptarse constantemente a las nuevas situaciones históricas y cesa la
obligación de obediencia cuando desaparezca el beneficio que reportan.

Hume basa sus propuestas políticas en la experiencia y se aleja de consideraciones prescriptivas acerca de
lo que debe ser la sociedad ideal (del tipo de las realizadas por Platón y San Agustín), así como de toda
consideración basada en "principios" eternos y abstractos. Si Hume reflexiona sobre lo que podría mejorar
esta o aquella forma de organización social, lo hace exclusivamente desde el análisis de las ventajas y la
utilidad concreta que podrían reportar determinadas medidas.

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