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La película fue bastante dura, sobre todo comprendiendo que no es un evento lejano
y que incluso podemos nombrar personas de nuestro círculo allegadas a esta
tragedia y abuso de poder en nombre de el supuesto progreso que traerían los
juegos olímpicos y “mantener el orden” en el país.
1968 simboliza una nueva generación que emerge como actor social protagónico,
con sus jóvenes y nuevos códigos culturales, que al tiempo que definen y confrontan
lo existente como opción agotada, disputan y convocan al actor histórico del cambio
definido por el pensamiento socialista y marxista. Los movimientos estudiantiles
devienen de los nuevos movimientos sociales, precisamente en el umbral del propio
quiebre de las aproximaciones marxistas clásicas a la acción colectiva, esto se
puede ver en las imágenes y posters del Che Guevara como figura de resistencia
en la habitación que descubren los militares con desprecio y que posteriormente
asesinarían a la familia.
Es interesante observar la figura del padre que insiste en que sus hijos no vayan a
la marcha estudiantil y que estarían mejor quedándose, y el abuelo con experiencia
militar el cual ya prevé los abusos de un régimen autoritario y opresor como lo era
en ese entonces el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
El 2 de octubre la película nos muestra como es que desde las ventanas se podían
ver movilizaciones y multitud de personas que posteriormente serían acribilladas
por francotiradores y fusiles, donde “ser estudiante era más peligroso que ser
delincuente”.
Fue el inicio del fin de la “dictadura perfecta” del PRI que venía gobernando a México
en los últimos 30 años, así como el principio de un largo proceso de transición a la
democracia. De alguna manera, la represión de 1968 nos recuerda el alto precio
que la sociedad mexicana tuvo que pagar por las libertades políticas que hoy tiene.