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David Cerros García

Comentario crítico de “Rojo amanecer”

La película fue bastante dura, sobre todo comprendiendo que no es un evento lejano
y que incluso podemos nombrar personas de nuestro círculo allegadas a esta
tragedia y abuso de poder en nombre de el supuesto progreso que traerían los
juegos olímpicos y “mantener el orden” en el país.

La película se ambienta en el año de 1968, esto representa un hito en la historia


contemporánea. Es un año muy marcado internacionalmente por protestas,
activismos, manifestaciones y movimientos; donde se concentraban pensamientos
y mentalidades subversivos para el statu quo; lo podemos observar al inicio de la
película donde se menciona que no cesarán hasta que se hagan cumplir sus
peticiones que incluye la abolición de ciertos artículos, liberar presos políticos y la
limitación a granaderos que constantemente reprimían al estudiante

1968 simboliza una nueva generación que emerge como actor social protagónico,
con sus jóvenes y nuevos códigos culturales, que al tiempo que definen y confrontan
lo existente como opción agotada, disputan y convocan al actor histórico del cambio
definido por el pensamiento socialista y marxista. Los movimientos estudiantiles
devienen de los nuevos movimientos sociales, precisamente en el umbral del propio
quiebre de las aproximaciones marxistas clásicas a la acción colectiva, esto se
puede ver en las imágenes y posters del Che Guevara como figura de resistencia
en la habitación que descubren los militares con desprecio y que posteriormente
asesinarían a la familia.

Es interesante observar la figura del padre que insiste en que sus hijos no vayan a
la marcha estudiantil y que estarían mejor quedándose, y el abuelo con experiencia
militar el cual ya prevé los abusos de un régimen autoritario y opresor como lo era
en ese entonces el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.

El 2 de octubre la película nos muestra como es que desde las ventanas se podían
ver movilizaciones y multitud de personas que posteriormente serían acribilladas
por francotiradores y fusiles, donde “ser estudiante era más peligroso que ser
delincuente”.

La represión ejercida por el gobierno representa el episodio más notorio de


autoritarismo gubernamental en contra de la sociedad civil en la segunda mitad del
siglo XX, represiones de esta magnitud se vieron con Porfirio Díaz o en plena
revolución. Es una fecha simbólica que año con año, en las manifestaciones
pacíficas que se realizan para conmemorarla, permite recordar al gobierno que el
evento se tiene presente en la memoria colectiva, incluidas las nuevas
generaciones. En este sentido, es un elemento de control de la ciudadanía para con
el gobierno a manera de prefecto que no olvida. Además, representa un parteaguas
porque en esta fecha se desenmascaró la verdadera naturaleza política, la
hipocresía, de esa pseudodemocracia que se asumía como heredera de una
revolución social, que ya no lo era más.

Fue el inicio del fin de la “dictadura perfecta” del PRI que venía gobernando a México
en los últimos 30 años, así como el principio de un largo proceso de transición a la
democracia. De alguna manera, la represión de 1968 nos recuerda el alto precio
que la sociedad mexicana tuvo que pagar por las libertades políticas que hoy tiene.

También representa las huellas de un pasado sin resolver: el que no se sepa


exactamente qué sucedió, el que no se haya llevado a nadie ante la justicia nos
recuerda que México es un paraíso de la impunidad. Incluso puedo dar fe de la
desaparición de familiares cercanos que a la fecha no han sido encontrados desde
que ocurrió dicho evento.

En conclusión, la película nos da un asomo de las peripecias tan extremas que


pueden devenir en un día más, 24 horas son suficientes para desmantelar un
movimiento ideológico que venía con fuerza y decisión. Pero esa lucha y su muerte
no es en vano y las mentes sin tiempo oímos aún los reclamos de la sangre
derramada en ese rojo amanecer. Por eso cada 2 de octubre no olvidamos lo que
devino en mentes callosas que con plomo fueron abatidas por una aristocracia vieja
y raquítica. Nos queda el recuento histórico de lo subversivo ante la ignominia, el
movimiento no está muerto ni fue derrotado, sigue vivo y nosotros con él.

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