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WALTER HEYNOWSKI & GERHARD SCHEUMANN. YO HE SIDO, YO SOY, YO SERÉ, 1974.

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HAKAN ENGSTRÖM & JUAN DIEGO SPOERER. LA SOMBRA DE DON ROBERTO, 2007.

Antonia Olate Navarro.

En el documental la sombra de Don Roberto (2007) se presenta el pasar del tiempo en el ex campo
de concentración Chacabuco, haciendo converger el pasado y el presente en la figura de Don
Roberto, ex prisionero del lugar, el cual visitó Chacabuco en tres ocasiones. La primera vez de
pequeño, cuando todavía era una salitrera abandonada. Posteriormente como prisionero político
tras el golpe de Estado en 1973. Y finalmente en su vejez, momento en el cual regresa
voluntariamente a vivir en las ruinas de Chacabuco. Resulta curioso cómo este recurso audiovisual
relata, al mismo tiempo, una parte de la historia personal del protagonista así como un trozo de la
historia nacional chilena.
 
Sin duda uno de las cuestiones centrales que se plantea en la obra se relaciona directamente con,
como mencione anteriormente, la convergencia del pasado y del presente, que se hacen muy
gráficas bajo el relato de Don Roberto. En este podemos pesquisar la latencia del pasado en el
presente del protagonista, a mi juicio, la sombra representa eso mismo, una memoria, una historia
silenciosa que encuentra lugar en el desierto y que se hace sentir. Al mismo tiempo, el futuro se
manifiesta de una manera más abstracta, quizá en el cementerio o en el tren que pasa.
 
Por otro lado, en el documental Yo he sido, yo soy, yo seré (1974) se nos muestra otro espacio
temporal como el presente, siendo este presente el de los prisioneros políticos que residen ahí en
el año 1974, la mayoría desde el año 1973, tanto en Chacabuco como en Pisagua. Este presente
se conecta con el pasado político de ambos lugares, ya que fueron cunas del movimiento obrero y
particularmente en Pisagua reside la historia de opresión bajo el gobierno de Gonzáles Videla.
 
En el documental se muestra el resto de una pala que es transformada por los prisioneros como
una estatuilla, este objeto representa muy bien la articulación que existe entre el pasado y el
presente, actúa como un objeto trascendente en el tiempo, algo así como el botón de nácar en el
célebre filme de Patricio Guzmán.
 
Ahora, creo que estos documentales cobran sentido en general, pero aún más con las
circunstancias de nuestra historia reciente y por lo tanto, nos hace reflexionar sobre el futuro
colectivo y la posibilidad de construirlo. Como es sabido, posterior a los hechos del 18 de octubre,
la denominada revuelta popular trajo consigo un giro en la forma en cómo concebíamos nuestro
presente, tanto desde el cotidiano como desde la historiografía. En este sentido, la historia de
represión expuesta en los documentales si bien se enmarca en otro contexto histórico, se conecta
con la realidad vivida en octubre del 2019 que, a su vez, posee otros lugares físicos en medio de la
urbanidad de donde se rescatan las sombras de la represión y la violencia.
 
La relación entre ambos momentos históricos, por un lado el de la dictadura y por el otro, el de la
revuelta, es que además de insertarse bajo régimenes brutalmente violentos y neoliberales, se
vuelve a recordar la inevitabilidad del ideal colectivo por la justicia social y la equidad. Al igual que
en la década de los ’70, tras el 18 O se vivieron una serie de medidas represivas por parte del
gobierno, Estado de emergencia, toque de queda, mutilaciones en las protestas sociales, entre
otras, conforman la larga lista de medidas restrictivas y coercitivas, que en algunos casos califican
abiertamente como violaciones a los derechos humanos.
 
Posterior a esto, aunque creímos que las circunstancias podían dar para un cambio de base,
radical y colectivo, la clase política volvió a apropiarse de la lucha popular, poniendo en práctica
una vieja estrategia usada también en el año 1988, el plebiscito, redireccionando las fuerzas de la
protesta hacia el conformismo de lo electoral. Resulta curioso que muchas de las críticas que se
hicieron entonces a la salida pactada de la dictadura se puedan adaptar a este momento histórico.
La convención constitucional como espacio que supuestamente se “ganó” desde las calles, cuando
las diferencias entre una asamblea constituyente libre y soberana y una convención constitucional
presentan no menores diferencias, al igual que a finales de la década de los ’80, la masa debe
conformarse con lo que el ejecutivo le ofrece, ser buenos ciudadanos. Incluso, los espacios
políticos como los partidos, que tanto se agotaron como opciones reales de cambio, sobre todo
después del fracaso de la política de rebelión popular de masas impulsada por el PCCh en los ’80,
siguen siendo quienes ofrecen representación en las urnas, incapaces, una vez más, de
direccionar la historia en favor de los pueblos. Además, fenómenos como la lista del pueblo,
instancia que parecía ser independiente y renovada de las prácticas sucias de la política en las
últimas décadas, resultó ser un poco de lo mismo.
 
Claro que no es responsabilidad de quienes no creen en la rebelión popular poner sus fuerzas en
ello. A pesar de las múltiples decepciones que nos podemos llevar del curso que tomaron las
cosas, ya sea debido a la pandemia del covid-19, al desgaste de la protesta social, a la clásica
forma de hacer política desde arriba, o a la suma de estos factores y otros, resulta
extremadamente enriquecedora la experiencia de aquellos días, que forzó a las personas a
movilizarse, a construir organización desde los territorios y a articularse entre sí, prácticas que
debemos, como responsabilidad social, mantener y hacerlas crecer por medio de la solidaridad y la
dedicación. Por lo mismo, las y los historiadores tienen la responsabilidad no solo de hacer la
historia de estos años, sino que de pluralizar la historia, llevarla a los espacios populares, construir
el conocimiento con los sujetos implicados, articulando este momento con lo sucedido en dictadura
y así contribuir al enriquecimiento de la memoria colectiva y de la vida social misma.
 
En cualquier caso, el 18 de octubre se convirtió en nuestro París (parafraseando a la clásica
película de los años 40), aún cuando todo parezca perdido, siempre nos quedará el 18 de octubre.

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