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La Imaginacion Activa de Carl Gustav Jun
La Imaginacion Activa de Carl Gustav Jun
SENTIDO Y CONSCIENCIA
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IMAGINACIÓN ACTIVA
cual puede ser tomado como una variante específica. En larga me-
dida, en efecto, el procedimiento vuelve a proponer paisajes típicos
presentes en las más antiguas tradiciones como: el vaciamiento de la
conciencia, la actitud de receptividad y de concentración de la mente,
la atención ritual, la objetivación, etcétera. Sin embargo, respecto a
tal fondo común, la imaginación activa junguiana se diferencia por la
cualidad psicológica de relaciones con la imagen que introduce. El
método no se limita a dejar surgir lo inconsciente o, como se le quiera de-
nominar, al evento interior que trasciende la ordinaria percepción de
la realidad. Respecto a aquello que se experimenta reclama también
que se tome posición activa, suscitando una suerte de confrontación
ética con la imagen.
Para comprender mejor la cuestión y antes de entrar más a fondo
en el mérito del proceso imaginativo es necesario dar un paso atrás y
reconectarnos con algunos puntos que identifican a la psicología analí-
tica profunda sobre cuya base se apoya la posibilidad de la imaginación
activa. Esta última, en efecto, ni siquiera es concebible fuera del contex-
to en el que se origina. Más aún representa, en el contexto del análisis
psicológico junguiano, el fruto más específico en torno al camino que
recorre la individuación psicológica.
Preguntémonos, entonces: ¿qué caracteriza esencialmente la mo-
dalidad de relación con la psique introducida por C.G. Jung? Tanto
a nivel terapéutico como, en sentido más amplio, como tendencia
individuadora, como se apuntaba en las condiciones iniciales, la pers-
pectiva junguiana se refiere a la transformación de la conciencia en
sentido simbólico, más allá de la antinomia consciente/inconsciente típica
del nihilismo imperante en la visión del mundo actual. Cuando se le
preguntaba cuál fuese el rasgo distintivo de su modo de entender el
psicoanálisis con respecto a otros, a Jung le gustaba responder que
desde el punto de vista estrictamente analítico no existía una orienta-
ción particularmente propia de él.1 Por lo que concierne a la fase ana-
lítica de la terapia, Jung declara que ninguna teoría u opción técnica
lo distingue de los otros en modo especial. Según el caso podía recu-
rrir a referencias e instrumentos freudianos más que a los adlerianos o
1
Como ejemplo de lo anterior puede consultarse: C.G. Jung, (1929), “Me-
tas de la psicoterapia”, Obras completas, vol. XVI, Editorial Trotta, Madrid, 2006,
p. 41.
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2
C.G. Jung, op. cit., p. 48.
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Bien visto, sin importar lo que diga Jung, en la conducción del pro-
ceso psicológico, incluso en la que predomina el método analítico, el
estilo junguiano de confrontación con la psique se diferencia de otros
estilos, de partida, por el rol de guía que la elaboración de los sueños
tiene y mantiene siempre en el contexto de la terapia.
Si históricamente fue Sigmund Freud el que señaló a la interpre-
tación de los sueños como la vía regia para acceder al inconsciente,
fue Jung, sin embargo, quien valorizó y aplicó coherentemente la
genial intuición del maestro. La cuestión, naturalmente, es demasiado
compleja y ameritaría mucho más espacio; basta en este momento
esbozar lo siguiente. Freud, a partir del método de libre asociación,
partía del sueño como el primer pespunte para un reconocimiento de
los conflictos del paciente y terminaba alejándose de tal inicio, privi-
legiando el análisis de las fantasías y de lo vivido personalmente. De
esta manera, el momento central de la terapia venía a ser el análisis
de este material compuesto y proyectado sobre la relación analítica,
lo que ha dado en llamarse análisis de la transferencia. Las imágenes
oníricas, en buena medida, son comprendidas por Freud como ex-
presiones oscuras del conflicto entre niveles psíquicos diversos, como
un texto encriptado que debe ser decodificado para llevar a la luz su
verdadero significado, el cual consistiría en su traducción en los tér-
minos razonables de una sana conciencia del yo. Desde esta visión, el
sueño aparece en definitiva como uno de los materiales neuróticos sobre
el cual opera el analista. Muchas veces aparece como el primero, cro-
nológicamente hablando, pero no por ello es el más importante, ni,
mucho menos, representa el gozne de la terapia.
Para Jung las cosas están de modo totalmente distinto: las imáge-
nes oníricas son vistas como la expresión de la realidad psíquica en su
conjunto y no como resultantes de un compromiso con las instancias
yóicas; la visión junguiana reconoce la profunda alteridad y autono-
mía de la psique inconsciente respecto a los deseos y a los temores del
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1. Vaciamiento de la mente
Se trata de una condición de partida que es común a muchas tradiciones
meditativas y que, en línea general, corresponde a mantener la concen-
tración sobre la imagen que se está tomando como referencia o sobre el
estado afectivo, el humor desde el cual puede surgir un evento psíquico.
En esta fase es importante evitar cualquier interferencia y dejar que res-
bale cualquier tendencia propia de la distracción. Es una obra de tenaci-
dad y paciencia, padeciendo las tentaciones divagadoras y devaluadoras
que proceden del yo, el cual no cede fácilmente su posición de control.
3. Objetivación
Es otro punto importante representar de alguna forma definida el
evento imaginario (imaginal). No solamente para fijarlo en la memo-
ria, lo cual es indispensable, como para los sueños, los cuales pare-
cen ser hechos de material evanescente, sino que, justamente como
acaece en los sueños, hay otra razón todavía más profunda: para que
se pueda establecer una confrontación real con las imágenes del in-
consciente. Éstas tienen necesidad de nuestra ayuda para personificarse,
necesitamos prestarles un cuerpo material de palabras, formas plásticas,
colores, música u otras cosas. Es un acto de devoción por el que se
acepta relacionarse con las figuras de la psique como realidades distin-
tas de nuestro yo, de esta forma estaremos llevados a tomarlas más en
serio sin reducirlas a nuestro capricho; y, por otra parte, como ha sido
atestiguado por el pensamiento mágico de culturas arcaicas, se logrará
también una defensa contra los riesgos de posesión. Ambas condicio-
nes son indispensables para que surja la confianza en un verdadero
diálogo entre los componentes psíquicos de la personalidad.
SIMBOLISMO E IMAGINACIÓN
3
Cfr. C.G. Jung, “Mysterium Conjunctionis”, Obras completas, vol. XIV, Ma-
drid, Trotta, II Parte, 2007, 2a Edición.
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4
C.G. Jung, Psychological Types (1921), Collected Works, vol. VI, London,
Routledge and Kegan Paul, ltd., 1971. Existe traducción española del original
alemán: Tipos psicológicos, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1964, p. 591.
5
Cfr. C.G. Jung, op. cit.
6
Uno de estos aspectos se puede ver en: James Hillman, El mito del análisis,
Siruela, Madrid, 2000, pp. 245 y ss.
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7
C.G. Jung, (1946), “Psicología de la transferencia”, Obras completas, vol. XVI,
Sec. II, Trotta, Madrid, 2006, pp. 159 y ss.
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