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2. Comentario texto Laoconte

Iconografía y Mitología (UNED)

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Ángela Sayago Martínez 1

COMENTARIO TEXTO (ESCULTURA DEL LAOOCONTE)


El dolor puesto de manifiesto en todos los músculos y tendones del cuerpo y que casi cree
experimentar uno mismo, enteramente solo, ante el abdomen contraído de dolor, sin ver
el rostro ni otras partes; ese dolor, digo, no se exterioriza, sin embargo, en rabia, ni en
el rostro ni en la posición entera. No da gritos horribles, como canta Virgilio de su
Laocoonte; la abertura de su boca no lo permite. Se trata más bien de un suspiro
angustioso y sofocado, como lo describe Sadoleto. El dolor del cuerpo y la grandeza del
alma están repartidos con igual fuerza y como equilibrados por toda la estructura de la
figura. Laocoonte sufre, pero lo hace como el Filóctetes de Sófocles: su aflicción llega
hasta nuestra alma, pero desearíamos, igual que ese gran hombre, ser capaces de
soportarla

(Herder, Johann Gottfried, <Kritische Wälder=, en


Werke, ed. M Bollach, vol. 2, Deutschen Klassiker Verlag, 1997: pp.68-69).

Este texto es un fragmento de la obra crítica Kritische Wälder (Bosques críticos)


de Johann Gottfried Herder (filósofo, teólogo y crítico), que contribuyó al surgimiento
del romanticismo alemán y, como participante en el movimiento literario Sturm und
Drang (Tormenta e ímpetu), influiría posteriormente en el expresionismo alemán, que a
su vez inspiraría corrientes literarias y artísticas como fueron Las Vanguardias.
El fragmento de su escrito trata el tema del dolor en la estética escultórica. Herder
realiza una comparativa entre las obras de Lessing y Winckelmann sobre el ideal de
belleza y cuestiones sobre la expresión de la emoción humana en la obra de arte, la
relación de los sentidos con la forma aludiendo a Laocoonte, personaje mitológico
reproducido en numerosas ocasiones en obras muy representativas en Historia del Arte
(Figs. 1, 2 y 3). La elección de este personaje es muy apropiada pues se trata de una figura
símbolo de la emoción en el arte griego, sentimiento en estado puro e hilo conductor (o
matriz) entre unas y otras disciplinas artísticas, que verán en esta leyenda una fuente
inagotable de inspiración.
El arte griego ha influido notoriamente en el arte posterior. Si tomamos como
punto de partida la escultura de Laocoonte y sus hijos, del s. I d. C (Fig.1) tenemos ante
nosotros un magnífico ejemplo de la expresión de la emoción a través de la escultura. En
la época Helenística, las pasiones están desatadas, dioses y humanos se dejan llevar por
ese instinto <irracional= que poco a poco se encauzará, pero hasta entonces, el amor, la
ira, la venganza y toda clase de sentimientos inundarán tanto los relatos mitológicos como
las creaciones que inspiran. En este caso, aludiendo a fuentes literarias que hablan de
Laocoonte, habría que mencionar a Virgilio, que, en su Eneida (s. 29 a.C.) cuenta la
historia del padre que va a socorrer a los hijos, pero el mito se menciona mucho antes en
un poema épico titulado Iliupersis (<sobre la destrucción de Troya=), del 725-700 a. C.
escrito por Arktinos de Mileto; también, los versos de Baquílides de Ceos alabando las
proezas de un atleta olímpico aluden al relato (500-450 a. C.) , la Historia de las Guerras
de Troya de Pseudo-Apolodoro, el Satiricón de Petronio, en Historia Natural de Sófocles
(77 d. C.) e incluso en un texto anónimo del s. II d. C recogido por Hors Arthaus.

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En las fuentes griegas, Laocoonte es un sacerdote de Apolo (Tímbrico o


Vengador), dios protector de los troyanos; se le vincula por línea sanguínea con la realeza
de Troya (Príamo) y tiene el don de la profecía o la clarividencia. Al desposarse con
Antiopa y romper el celibato sacerdotal pierde su poder clarividente, pero gana dos hijos:
Antífantes y Thimbreo. Este hecho desata la ira de Apolo, que envía a Porce y Caribea
para asesinarlos, dos serpientes de grandes dimensiones que se representan junto a ellos
en las obras inspiradas en la historia. Aquí, la figura de Laocoonte, ideal musculado y
heroico de la escultura helenística (Fig. 1) inspiró obras posteriores como innumerables
rostros de Cristo crucificado durante los siglos XVI y XVII. Esta escultura estuvo siglos
desaparecida hasta 1506, encontrándose cerca de la basílica Santa Maria Maggiore en
Roma. Se trata de un grupo escultórico exento, esculpido de cuerpo entero, de pie, aunque
el personaje principal está en posición semisedente. El original fue fundido en bronce y
esta es una copia atribuida a Agesandro, Polidoro de Rodas y Atenodoro. Representa el
pathos helenístico, las emociones in extremis, la violencia, el dramatismo, la tensión y la
desesperación, esculpidas pulcramente sobre la piedra.
Existen varias versiones del texto de Laocoonte y en ellos, tras la mordedura de la
serpiente, bien mueren los tres hombres, bien mueren Laocoonte y Antífantes resurgiendo
el poder clarividente en Thimbreo que sobrevive al ataque, o bien mueren los hijos y nada
se sabe del destino del padre. En otras versiones se trata de Atenea, la diosa que nace de
la cabeza de Zeus completamente armada, quien envía a las serpientes porque Laocoonte
dedica a Poseidón un sacrificio que le era propio a la diosa. No obstante, en todos los
relatos se pueden apreciar una serie de elementos que no cambian, aunque las
representaciones del mito en la pintura y el grabado sí distan, a veces, de la representación
más célebre de la obra1.
Artistas grabadores como Marco Dente da Ravenna (1493-1527) se inspiraron en
la leyenda para realizar sus obras, de gran impacto en la época. Laocoonte y sus hijos es
su trabajo más notable, dibujó la escultura. En este grabado aparece la estatua con brazos,
ya que Baccio Bandinelli hizo una reconstrucción en 1520 pero, posteriormente, Giovanni
Angelo Montorsoli creó otro brazo que, al parecer, causó la mofa de Tiziano, quien dibujó
a un Laocoonte y sus hijos con aspecto de simios (Fig. 2), una caricatura de 1532 que
grabó Niccolò Boldrini y que mantiene los elementos de la historia: el padre, los hijos y
las serpientes. Años más tarde, la estatua volvería a sufrir otras reconstrucciones.
Otro ejemplo de la vida de la imagen de Laocoonte en el arte es el fantástico cuadro de
El Greco pintado hacia 1610-1614 (Fig.3). Al igual que el resto de representaciones de la
leyenda, tiene los elementos comunes de las alegorías del mito: los tres personajes y las
serpientes que les atacan; sin embargo, el pintor va más allá y pinta una ciudad al fondo,
Toledo2. Entre la ciudad y el ataque, un caballo caminando o al trote, que con bastante
seguridad representaría al famoso Caballo de Troya, elemento intrínseco del mito de
Laocoonte, ya que, si este hubiera mantenido su clarividencia, hubiera podido prever tanto
el ataque a la ciudad de Troya como la ira de Apolo y evitar la catástrofe mortal de la
guerra y el ataque de las serpientes. En esta pintura, El Greco incluye también tres
personajes andróginos en la parte derecha del cuadro; no se sabe a quienes está
representando, además, dos de ellos miran la escena de la serpiente sin reaccionar y la

1 Laocoonte y sus hijos (Fig. 1)


2 Toledo como alegoría de la ciudad de Troya

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tercera figura mira hacia otro lado. ¿Quiso El Greco plasmar en su cuadro la impavidez
de los dioses desprovistos de sus atributos o son humanos resucitados como interpreta
Revilla3? En todo caso, en las figuras se reconoce la mano del artista, que coloca a
Laocoonte y sus hijos en una postura extraña si las comparamos con el resto de
representaciones pictóricas y escultóricas a lo largo de la Historia del Arte, figuras que
expresan la violencia y la desesperación del momento plasmado, como en las demás
imágenes de Laocoonte en su evolución a través de los siglos. El soporte puede ser
diferente, los materiales distintos, el <tono= incluso caricaturesco, pero el desgarro y el
dolor del protagonista permanece como un lenguaje pétreo, ya en la escultura, ya en un
grabado, ya en un lienzo.
Fig.1.: Laocoonte y sus hijos, escultura de mármol, s. I d. C.

3https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/11074/BSAA-1991-57-
SimbolismoCristianoLaocoonteGreco.pdf?sequence=1

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