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INTRODUCCION
En la actualidad, los radiólogos se encuentran en una posición destacada con respecto al manejo de
situaciones clínicas de pacientes con patología hepática, debido a la significativa mejora en la
detección y caracterización de las diversas lesiones introducida por los permanentes avances
tecnológicos en los principales métodos de imágenes. Sin embargo, la información clínica es de vital
importancia para seleccionar el examen de imágenes apropiado, interpretar los estudios
correctamente y estrechar las posibilidades diagnósticas.
Las lesiones hepáticas pueden clasificarse de diversas formas, tomando en cuenta su distribución
(focales o difusas), su etiología (neoplásicas, infecciosas, metabólicas, congénitas, vasculares,
traumáticas), su edad de aparición, o su implicación terapéutica (manejo clínico o quirúrgico).
La primera y la última de estas categorizaciones son las que se utilizan más frecuentemente en la
práctica diaria, ya que permiten decidir conductas.
La ecografía y la tomografía computada helicoidal o multi-slice (TCH) siguen siendo los métodos de
elección para comenzar la evaluación del hígado con probables lesiones. La resonancia magnética
(RM) permite una caracterización más precisa de las mismas.
En general, los distintos métodos de imágenes permiten arribar al diagnóstico de existencia de
diversas afecciones con variables grados de sensibilidad, y en muchos casos, sus hallazgos asociados
al contexto clínico del paciente, logran caracterizar a las lesiones evitando los procedimientos
invasivos para confirmar su etiología. De todas formas, la biopsia percutánea guiada con los métodos
de imágenes (Intervensionismo radiológico) será la que le proveerá al anatomopatólogo el material
necesario para arribar al diagnóstico de certeza o definitivo.
Ante la presencia de lesiones focales hepáticas es sustancial la diferenciación entre patología benigna
y maligna. La lesión benigna hepática más frecuente es el hemangioma, con una incidencia reportada
que supera al 20% en algunas series de autopsias, con predominancia femenina (5:1).
Con respecto a las lesiones malignas será más frecuente el origen secundario (18:1 y 40:1 en distintas
grandes series con respecto a las neoplasias primarias hepáticas en occidente) relacionado a patología
del aparato digestivo (cáncer de colon y de páncreas), de la mama y del pulmón principalmente. La
patología primaria es mucho menos frecuente y dentro de ella el tumor más habitualmente
encontrado es el carcinoma hepatocelular (hepatocarcinoma o antiguamente hepatoma).
Con respecto a la patología difusa, deberán estrecharse las posibilidades diagnósticas entre las
distintas alternativas, ya que tendrá una diferente implicación terapéutica el encontrar esteatosis
grasa que el detectar un hígado cirrótico, el cual puede albergar no solo nódulos de regeneración sino
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también lesiones premalignas (hiperplasia adenomatosa) y hasta carcinoma hepatocelular. Cerca de
los dos tercios de los pacientes que presentan carcinoma hepatocelular tendrán un hígado cirrótico.
Ecografía
Es el método que inició el estudio morfológico del hígado de forma no invasiva, persistiendo en la
actualidad como la modalidad preferida por el médico solicitante para comenzar su evaluación
debido a su amplia disponibilidad, rapidez de realización, ausencia de radiaciones y relativo bajo
costo. Podría mencionarse como desventaja del mismo la dependencia del operador y la menor
sensibilidad y especificidad en comparación con los métodos más complejos como la TCH y la RM.
Algunas aplicaciones especiales como el monitoreo de shunts portosistémicos intrahepáticos
transyugulares, la evaluación del hígado pre y post-transplante hepático, el aporte del doppler en la
detección de metástasis, el reconocimiento de enfermedad veno-oclusiva en pacientes sometidos a
transplante de médula ósea, la utilización de contrastes I.V., la guía de procedimientos invasivos
(punciones diagnósticas y drenajes de colecciones) y la utilización de material de contraste en
diversas situaciones, han incrementado el valor de la ecografía en el estudio de la patología hepática.
A pesar de los avances ocurridos en los últimos años en las imágenes de RM, la TCH permanece en
la actualidad como la principal modalidad en el estudio del hígado, especialmente a partir del
advenimiento de la TC helicoidal y del multi-slice, quienes han permitido su examen en las distintas
fases vasculares, la posibilidad de una rápida adquisición de gran cantidad de cortes de un menor
espesor y las reconstrucciones multiplanares y tridimensionales, aportando una mayor y más
detallada información en la detección de lesiones y en su localización anatómica precisa, datos de
gran valor en la planificación terapéutica. Su ventaja con respecto a la ecografía es una baja
dependencia del operador, y en relación a la RM su mayor resolución espacial, aunque debe
remarcarse la más alta resolución de contraste de esta última. Por otra parte permite la guía de
procedimientos invasivos como la obtención de muestras para estudio anatomopatológico y
bacteriológico, el drenaje de colecciones y el tratamiento de lesiones sólidas (alcoholización,
radiofrecuencia, etc) entre otros.
Resonancia magnética
La alta resolución de contraste inherente al método permite una caracterización tisular que evita la
biopsia en muchas situaciones, tanto ante lesiones focales como en patología difusa.
La posibilidad de adquirir imágenes en un corto tiempo homologa la RM a la TCH en lo que respecta
a la investigación del comportamiento de las lesiones durante las distintas fases vasculares, aunque
debe remarcarse la mayor resolución espacial de la TCH.
La RM puede evaluar las lesiones en las diversas secuencias de pulsos, antes y después de la
administración de contraste intravenoso (I.V.). El gadolinio (Gd) es el contraste que se utiliza en las
secuencias con TR y TE cortos (T1), provocando el refuerzo de las estructuras vascularizadas, las
cuales se verán más intensas (más claras) que en la serie sin contraste. Es de utilidad para determinar
el aporte vascular predominante de una lesión hepática (arterial o portal) y su grado de
vascularización.
El ferumóxido (óxido de hierro) se utiliza en las secuencias con TR y TE largos (T2) y permite
examinar la distribución de las pequeñas partículas de hierro tanto en el hígado normal como en las
lesiones, ya que serán fagocitadas por el sistema retículo endotelial. La presencia de ferumóxido
provoca hipointensidad de señal y en consecuencia tanto el hígado normal como la hiperplasia
nodular focal, que poseen células de Kupffer, se tornarán más oscuros en las series postcontraste,
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mientras que se obtendrá una mayor resolución de contraste entre el hígado normal y las lesiones que
no tengan un número significativo de macrófagos hepáticos (quistes, metástasis, hepatocarcinoma,
angioma cavernoso). Aporta información concerniente a la caracterización tisular e incrementa la
sensibilidad en la detección de lesiones.
Deben recordarse las contraindicaciones que presenta este método, principalmente en pacientes con
marcapasos y elementos cardiovasculares ferromagnéticos.
Medicina nuclear
La medicina nuclear (MN) ha tenido un valor relativo en las últimas décadas en la patología
hepática. En los últimos años, la utilización clínica de la Tomografía de emisión de positrones (PET)
ha provocado un cambio dramático en el valor de la MN, no solo en el examen del hígado sino en el
resto del organismo, debido a la posibilidad de poder correlacionar sus imágenes funcionales o
metabólicas con las morfológicas obtenidas con TC y RM. Presenta alta sensibilidad y especificidad,
aunque su dificultad principal se encuentra en la corta vida media de los materiales radioisotópicos
utilizados, el elevado costo del equipamiento y en consecuencia de sus aplicaciones.
Intervensionismo radiológico
PATOLOGÍA HEPATICA
Dos aspectos fundamentales con respecto a estas lesiones son su detección y la precisa
caracterización que permita arribar a un diagnóstico definitivo.
La detección de lesiones focales hepáticas es de crucial importancia en pacientes oncológicos con
tumores primarios extrahepáticos, como parte de la estadificación que permita aplicar la terapéutica
adecuada. La sensibilidad (porcentaje de verdaderos positivos detectados) de los diferentes métodos
será el parámetro que determinará cual de ellos es el más adecuado, ya que un diagnóstico incorrecto
de normalidad en un paciente oncológico con metástasis hepáticas no detectadas llevará a una
subestimación de la extensión de la enfermedad y el consecuente error en la planificación
terapéutica.
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Método Sensibilidad %
Ecografía transabdominal 40-70
TC sin contraste I.V. 50
TC convencional con contraste I.V. 60-75
TCH con contraste I.V. 80-85
RM 80-85
Portografía arterial con TC 85-95
Ecografía intraoperatoria 90-96
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El comportamiento de las lesiones focales hepáticas después de administrar contrastes I.V. (iodo en
TCH y Gd en RM) se evaluará tras una rápida adquisición de las imágenes en la fase arterial (20-30
segundos desde el comienzo de la inyección) y la fase portal (45-60 segundos). Este estudio bifásico
de las lesiones permitirá en muchas de las situaciones diferenciar entre lesiones benignas y malignas,
y así evitar la punción biopsia que en algunos casos podría traer complicaciones como en los
hemangiomas hepáticos localizados superficialmente, más graves aún los pacientes presentan
trastornos de la coagulación.
Estas rápidas adquisiciones se obtienen con suspensión de la respiración durante unos pocos
segundos (generalmente no más de 20 a 30), posibilitando un menor movimiento de la zona de
estudio y una mayor resolución espacial.
El contraste debe inyectarse rápidamente, siendo necesaria una bomba de infusión en TCH debido a
los mayores volúmenes administrados, mientras que en RM es suficiente una larga vía de suero que
permita inyectar al paciente en posición de estudio y una llave de tres vías que posibilite infundir una
escasa cantidad de suero fisiológico después del Gd, que “empuje” el contraste, de manera que llegue
al torrente sanguíneo en su totalidad y no quede en parte en la tubuladura.
Finalmente puede evaluarse el hígado en una fase venosa o intersticial que ocurre después de los 90
segundos a los 5 minutos aproximadamente, y en adquisiciones tardías (10 minutos ó más),
incrementando la especificidad de estos métodos en la caracterización definitiva de las lesiones.
Se describirán las características de las lesiones focales hepáticas más frecuentemente encontradas en
la evaluación del hígado mediante las distintas modalidades de imágenes.
Hemangiomas hepáticos
Son los tumores benignos hepáticos más frecuentes. Generalmente asintomáticos, diagnosticados
incidentalmente, predominantes en mujeres en las que pueden agrandarse durante el embarazo.
Suelen ser lesiones estables por lo cual, ante un cambio en su tamaño, debería considerarse la
posibilidad de otra etiología. Pueden ser múltiples en más del 50% de los casos.
Anatomopatológicamente corresponden a lesiones bien delimitadas tapizadas por una capa simple de
endotelio separadas por tabiques fibrosos, llenas de sangre lentamente circulante (canales
vasculares). Cuando son de gran tamaño pueden contener trombos, hemorragias, calcificaciones,
fibrosis, degeneración quística o licuefacción. Se denomina gigantes a los que superan los 60 mm de
diámetro.
Ecográficamente suelen presentarse como lesiones focales homogéneas, hiperecogénicas, de bordes
bien definidos, aunque pueden ser relativamente hipoecogénicos en un hígado graso o heterogéneos
cuando presentan necrosis, trombos o fibrosis. De todas formas, ante una lesión focal hepática con
alta ecogenicidad, deberían descartarse otras etiologías que pueden presentar un aspecto similar
como algunas metástasis, el hepatocarcinoma, la hiperplasia nodular focal y el adenoma. El doppler
color puede demostrar un gran vaso periférico de aporte vascular.
En la TCH sin contraste se verán como lesiones focales hipodensas de bordes bien definidos.
En la fase arterial tienen un refuerzo marginal que lentamente y en forma centrípeta va
evolucionando hacia la isointensidad con el parénquima hepático en las adquisiciones tardías.
La dificultad principal es la diferenciación con las metástasis hipervasculares (carcinoma de células
renales, tumor carcinoide, carcinoma de los islotes pancreáticos, leiomiosarcoma), ya que pueden
presentarse con características similares. En la mayoría de los casos, este tipo de metástasis refuerza
principalmente en forma difusa o de anillo.
El refuerzo de tipo globular e isodenso con la aorta tiene una sensibilidad del 88% y una
especificidad del 84% al 100% para los hemangiomas, ya que las metástasis hipervasculares solo
presentan refuerzo globular en el 8% pero hipodenso con respecto a la aorta. En los cortes tardíos (10
minutos) no suelen presentar lavado periférico, a diferencia de las lesiones malignas hipervasculares.
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De todas formas, las pequeñas lesiones son difíciles de diferenciar con TCH, ya que en ambos casos
suelen presentar un rápido y uniforme refuerzo con el contraste.
La RM con protocolos dedicados a la evaluación de probables hemangiomas alcanza una
sensibilidad y una especificidad del 98%, utilizando técnicas de spin echo en la serie sin contraste
(T2 y T1) y gradient echo en las contrastadas (T1).
Una característica destacada de los hemangiomas en RM es su marcada hiperintensidad de señal en
T2, similar a la del agua.
El refuerzo con el gadolinio en las fases arterial, venosa y tardía es similar al de la TCH contrastada.
Es la segunda lesión focal benigna del hígado en frecuencia, comúnmente encontrada en mujeres (8-
9,5:1) de 30 a 50 años. Los anticonceptivos orales provocan el crecimiento de las áreas de hiperplasia
nodular focal (HNF) pero no su inducción.
No corresponde a un verdadero tumor sino que se piensa que es una respuesta hiperplásica al flujo
sanguíneo incrementado en una malformación vascular. Está compuesta principalmente por áreas de
hepatocitos y células de Kupffer separados por septos fibrosos con pérdida de la estructura hepática
normal (sin vena central, portales ni canalículos biliares normalmente conectados). Son lesiones de
bordes netos y generalmente presentan una cicatriz central, bien vascularizada, con vasos que se
dirigen hacia la periferia a través de septos fibrosos.
En el 95% de los casos no superan los 50 mm de diámetro, habitualmente sin necrosis ni hemorragia.
La ecografía puede fallar en detectar a la HNF debido a que en un gran porcentaje son lesiones de
bordes netos, isoecogénicas con respecto al hígado normal, mientras que en los restantes casos suelen
ser hiperecogénicas. La cicatriz central solo se aprecia en el 20% de los casos como una estructura
central, lineal, hiperecogénica, con flujo en el doppler color.
La TCH deberá realizarse inicialmente sin contraste I.V., donde la HNF suele ser isodensa o
ligeramente hipodensa con respecto al hígado normal.
La cicatriz central se verá en solo el 30% de los casos, como una estructura lineal hipodensa con
respecto al resto de la lesión. El encontrar calcificaciones debe sugerir otra etiología ya que solo se
presentan en aproximadamente el 1% de los casos.
Posteriormente se obtendrán series con contraste dinámico en las fases arterial y venosa portal. En
los primeros 20-30 segundos se tornará hiperdensa con respecto al hígado debido a su
vascularización a través de la arteria hepática. En las fase portal se tornará isodensa con el hígado a
excepción de la cicatriz, la cual permanecerá hiperdensa.
Suele ser isointensa con el hígado o ligeramente hipointensa en T1 sin contraste con la cicatriz
central más hipointensa aún, mientras que en T2 ligeramente hiperintensa con mayor intensidad en la
cicatriz.
El refuerzo con el Gd I.V. en las fases arterial y portal imita a su comportamiento en TCH.
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El patrón de refuerzo de la cicatriz central puede ser imitado por el carcinoma hepatocelular, el
adenoma hepático, el carcinoma fibrolamelar y el hemangioma gigante.
La RM puede aportar especificidad en el diagnóstico de la HNF con la administración de ferumóxido
o de otros contrastes similares que actúen sobre las células de Kupffer de estas lesiones, tornándolas
hipointensas en T2 como el resto del hígado normal, aunque debe tenerse en cuenta que tanto el
carcinoma hepatocelular como el adenoma hepático pueden contener sistema reticuloendotelial y
presentar captación de las partículas de óxido de hierro, aunque en menor grado.
Ante casos dudosos y a pesar de no ser una lesión de tratamiento quirúrgico, puede requerirse la
resección, ya que la biopsia percutánea puede no ser suficiente para diferenciar a la HNF del
carcinoma hepatocelular bien diferenciado y del adenoma hepático.
Adenoma hepático
Es un raro tumor primario del hígado, íntimamente relacionado a la terapia con anticonceptivos
orales (incidencia de 3-4:100.000) y con esteroides androgénicos. También se asocia con enfermedad
por almacenamiento de glucógeno de tipo I y a la diabetes mellitus. La importancia de su detección
radica en su predisposición a presentar hemorragias que pueden poner en riesgo la vida del paciente
y a la posibilidad de transformación maligna en carcinoma hepatocelular.
Son lesiones únicas en el 80% de los casos, bien circunscriptas por una cápsula, con gruesos vasos
subcapsulares, sin tractos portales ni venas hepáticas terminales en su estructura. Sus hepatocitos
contienen importante cantidad de grasa y glucógeno.
Debido a su crecimiento desproporcionado con respecto al aporte vascular, pueden presentar
necrosis, hemorragia y hasta rotura.
Ecográficamente suelen ser hiperecogénicos por su alto contenido lipídico. Ante el sangrado de estas
lesiones su aspecto dependerá del tiempo de evolución, siendo hiperecogénicas en el período agudo e
hipo y hasta anecogénicas en las hemorragias antiguas. El doppler demostrará la presencia de
grandes vasos periféricos subcapsulares.
En la TCH sin contraste las lesiones serán hipodensas por su contenido de grasa o hiperdensas en los
casos con sangrado. El encontrar una lesión focal hepática con sangrado en una paciente joven que
toma anticonceptivos orales que presenta dolor agudo en el hipocondrio derecho es altamente
sugestivo de adenoma hepático.
Su aporte vascular a través de la arteria hepática hace que estas lesiones presenten marcado refuerzo,
predominantemente periférico, en los primeros 20-30 segundos desde el comienzo de la inyección
del contraste I.V., con un llenado centrípeto, tornándose iso o hipodensas con el hígado rápidamente
(45-60 segundos). El contraste no permanece en la lesión en los cortes tardíos (más de 5 minutos).
En RM suelen ser lesiones heterogéneas, frecuentemente hiperintensas en T1 y T2 (grasa, sangre),
con comportamiento similar a la de la TCH en las distintas fases vasculares.
Quistes hepáticos
Los verdaderos quistes hepáticos se forman por dilatación de conductos biliares aberrantes no
conectados al árbol biliar. Pueden ser únicos o múltiples, generalmente asintomáticos, o presentar
dolor y náuseas en los complicados con hemorragia o rotura y en los de gran tamaño, llegando estos
últimos hasta la ictericia obstructiva en caso de compresión de las estructuras adyacentes.
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En todos los métodos de imágenes, los quistes hepáticos aparecen como lesiones bien delimitadas
por una pared muy delgada, casi imperceptible. Anecogénicos con refuerzo posterior en ecografía y
con una densidad de 0 a 10 unidades Hounsfield (UH) en TCH, sin refuerzo alguno de sus paredes.
En RM serán hipointensos en T1 e hiperintensos en T2. Su prolongado tiempo de relajación en T2
puede confundirlos con los hemangiomas hepáticos, pero los quistes no presentarán modificación
con la administración de Gd I.V.. Los quistes hemorrágicos serán hiperintensos en ambas secuencias.
Deberían considerarse en este grupo a los quistes hidatídicos, de origen parasitario, los cuales pueden
presentar características similares a las de los quistes simples en uno de sus estadíos evolutivos,
mientras que en otros pueden simular abscesos o neoplasias.
El quiste tipo I es similar al simple hepático, diferenciándose en ecografía por la arenilla que se
dispersa al movilizar al paciente, y porque en TCH puede presentar un margen que será hipointenso
en la secuencia T2 de RM, reforzando en algunos casos sus paredes con el Gd I.V.
El tipo II es el que presenta membranas despegadas (imágenes lineales).
El tipo III corresponde a quistes dentro del quiste principal (vesículas hijas). Es la imagen casi
patognomónica del quiste hidatídico.
El tipo IV es una lesión que ya ha muerto, sin áreas quísticas, heterogénea, que puede simular un
absceso o hasta una neoplasia.
Y por último, el tipo V es el que presenta gruesas calcificaciones, que pueden ser marginales o de la
totalidad de la lesión.
Abscesos piogénicos
Finalmente, la aspiración percutánea de estas lesiones con guía ecográfica o tomográfica, posibilitará
confirmar el diagnóstico y obtener material para examen bacteriológico que permita tipificar el
germen y realizar el antibiograma para su adecuado tratamiento.
Carcinoma hepatocelular
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Las metástasis son las lesiones malignas más frecuentes del hígado alcanzando el 95-97% de los
casos. Más del 90% de las neoplasias primarias del hígado son de origen epitelial. El carcinoma
hepatocelular (CHC) supera el 80% de los casos de estos tumores, seguido por el colangiocarcinoma
(aproximadamente 10%).
La tasa de supervivencia a 5 años del CHC sin tratamiento es menor del 5%. Es mucho más
frecuente en el este y sudeste asiáticos donde alcanza una incidencia de 150 casos cada 100.000
habitantes, se presenta a edad más temprana y predominantemente en hombres (8:1) de 30 a 40 años.
En occidente no supera los 7 casos cada 100.000 habitantes, la predominancia masculina no es tan
marcada (2,5:1) y la edad de aparición alcanza los 70-80 años.
En el 90% de los casos asienta en hígados cirróticos, más comúnmente en postnecróticos
macronodulares (hepatitis crónica por virus B) o micronodulares (hemocromatosis) que en
alcohólicos (solo el 3,2% alberga CHC). Presentan heterogeneidad en su textura e irregularidad en su
morfología. La RM es el método de elección para evaluar estos hígados multinodulares con lesiones
evolutivas que pueden corresponder a nódulos de regeneración, hiperplasia adenomatosa (lesión
premaligna) o CHC.
Macroscópicamente el CHC puede presentarse como múltiples nódulos de tamaño variable, una
masa solitaria o un tumor difusamente infiltrante, este último menos frecuente y difícil de detectar en
un hígado cirrótico.
Pueden ser encapsulados, característica infrecuente en occidente, lo cual los hace más propensos a la
invasión venosa (principalmente portal) y no suelen tener significativo estroma fibrótico. Es habitual
la presencia de necrosis y hemorragia en los grandes tumores.
Entre los hallazgos de laboratorio la alfa-feto proteína es una de las determinaciones con mayor
sensibilidad, aunque con una especificidad no muy elevada.
La ecografía no supera el 50% de sensibilidad para su detección en pacientes con cirrosis terminal.
Los CHC pequeños suelen ser homogéneos e hiperecogénicos, mientras que los de gran tamaño (> de
30 mm) presentarán heterogeneidad debido a la presencia de necrosis, hemorragia y focos grasos. El
doppler puede aportar información para diferenciar entre los trombos venosos tumorales (presencia
de registro de flujo arterial dentro del trombo) de los blandos, ya que aquellos se asocian a una alta
incidencia de recurrencia.
La TCH sin contraste muestra al CHC como lesiones hipodensas en hígados sin infiltración grasa.
En la serie con contraste I.V. administrado en forma dinámica (fases arterial y portal) se detectarán
más lesiones en la fase temprana ya que en la portal pueden tornarse isodensos con el hígado normal
y ser pasados por alto. Por otra parte, el refuerzo del trombo tumoral durante la fase arterial puede
ayudar a detectar la invasión venosa.
Los tumores encapsulados suelen tener un margen de refuerzo tardío (10 minutos).
La RM tiene una alta exactitud para la caracterización de las lesiones. Generalmente se presentan
como lesiones hipointensas en T1 e hiperintensas en T2, aunque las de gran tamaño pueden
demostrar heterogeneidad debido a las áreas de necrosis, hemorragia y metamorfosis grasa.
La invasión vascular es fácilmente detectable en RM, en secuencias sin y con contraste I.V.
El comportamiento con el contraste I.V. en las fases arterial y portal es similar al de la TCH.
Ante un paciente cirrótico con una lesión focal hepática que no llena los criterios para quiste o
hemangioma hepático, debería considerarse como un CHC hasta demostrar lo contrario.
La alteración de la estructura hepática y de la hemodinámica portal de un hígado cirrótico pueden
dificultar la detección del CHC, visualizándoselo por RM y no por ecografía y TCH en algunos
casos.
Colangiocarcinoma
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Es la segunda neoplasia maligna primaria hepática en frecuencia. Se origina del epitelio de los
conductos biliares. Puede ser focal y periférico (pequeños conductos biliares interlobulares) u
originarse en los conductos biliares principales o en el hilio hepático en la bifurcación del conducto
hepático común (tumor de Klatskin).
Se asocian a enfermedad inflamatoria del intestino delgado, quistes biliares, litiasis intraductales
hepáticas, parasitosis crónica intraductal y colangitis esclerosante.
Histológicamente es un adenocarcinoma con abundante esclerosis. Puede causar confusión con otros
adenocarcinomas extrahepáticos, especialmente con las metástasis por cáncer colorrectal, en el
análisis del material obtenido por medio de la biopsia percutánea.
Las lesiones centrales se manifestarán más precozmente por la obstrucción biliar, mientras que las
periféricas lo harán en forma tardía con un pronóstico desfavorable.
Pueden presentarse como una masa única, nódulos múltiples confluentes o una lesión difusamente
infiltrante diseminando a través de las áreas portales.
El colangiocarcinoma intrahepático puede presentarse ecográficamente como una lesión focal
hipocogénica, isocogénica o hiperecogénica, siendo esta última la forma más frecuente. Puede o no
asociarse a dilatación de la vía biliar, dependiendo de su localización.
En la serie sin contraste de la TCH se verá una lesión focal predominantemente hipodensa, que
puede presentar un centro de mayor densidad debido a la presencia de material mucoide. Con el
contraste I.V. puede presentar refuerzo marginal incompleto con áreas amorfas centrales y hasta
delgados septos en ambas fases vasculares. En un alto porcentaje de casos persiste el refuerzo en
adquisiciones tardías de imágenes (10 a 30 minutos). Es infrecuente la invasión vascular.
La RM mostrará lesiones isointensas o hipointensas en T1 e hiperintensas en T2. La variante
escirrosa será de una mayor hipointensidad de señal en T2 que la medular. Con el contraste
predominará el refuerzo marginal en los tipos medulares y el central tardío en los escirrosos.
Metástasis
Son la neoplasia maligna más común del hígado en occidente. Entre el 30% y el 70% de los
pacientes muertos por cáncer tendrán metástasis hepáticas (cifras basadas en distintas series de
autopsias). El hígado es el segundo órgano afectado por enfermedad metastásica después de los
ganglios linfáticos locorregionales.
La importancia de su detección radica en el impacto que tienen en el pronóstico y el manejo
terapéutico del paciente oncológico, por lo cual, la evaluación en busca de metástasis es la indicación
más común de las imágenes hepáticas.
La posibilidad actual de metastasectomía y de otras opciones terapéuticas (quimioembolización
selectiva, infusión quimioterápica por arteria hepática, técnicas intersticiales) en casos seleccionados,
especialmente en el cáncer colorrectal, han permitido incrementar las tasas de sobreviva a los 5 años,
por lo cual es crucial la detección, cuantificación y localización precisa de estas lesiones. Por otra
parte, la gran prevalencia de lesiones focales benignas hace necesaria una alta especificidad de los
métodos a utilizar.
En los casos de pacientes con lesiones múltiples la quimioterapia sistémica permite controlar la
enfermedad en un variable pero generalmente bajo porcentaje. En ellos las imágenes serán de
utilidad para realizar el control evolutivo.
Mediante ecografía las metástasis pueden ser de presentación sumamente variable, siendo el patrón
más frecuente el de una lesión focal hipoecogénica. Las lesiones hiperecogénicas (tracto
gastrointestinal y tumores vasculares) suelen ser más fácilmente detectables que las hipoecogénicas,
por el contraste existente con el hígado normal adyacente.
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Las metástasis quísticas, infrecuentes, pueden relacionarse a tumores productores de mucina o a
necrosis dentro de cualquier lesión. Generalmente son diferenciables de los quistes simples benignos
por la presencia de septos, nódulos murales, paredes gruesas e irregulares y detritus en su interior.
Es necesario recordar que en las fases portal e intersticial se tornarán isodensas (TCH) e isointensas
(RM) con el hígado pudiendo realizarse un diagnóstico erróneo de normalidad o subestimar el
número y tamaño de las lesiones.
Las ventajas que presenta la RM son su alta resolución de contraste, aportada principalmente por el
análisis comparativo de las imágenes obtenidas en las distintas secuencias, la multiplanaridad en la
adquisición de las imágenes, y la ausencia de radiación ionizante. Sus limitaciones principales son
los artefactos provocados por movimientos (respiración, latidos vasculares, movimientos
peristálticos) y una menor resolución espacial que la TCH, dificultades ya resueltas en muchos casos
con los constantes avances tecnológicos en la realización de los estudios actuales.
Las secuencias rápidas de gradient-echo permiten una completa evaluación en T1 del hígado con
respiración contenida, eliminando los falsos registros provocados por la respiración, y posibilitando
su examen contrastado en las fases arterial y portal. Las técnicas de gradient-echo en fase y fuera de
fase permiten diferenciar cambios grasos focales del hígado de las verdaderas lesiones sólidas,
incrementando ligeramente su sensibilidad.
La utilización de contrastes con partículas de óxido de hierro que serán captadas por el sistema
retículoendotelial incrementa la sensibilidad y especificidad de la RM en la evaluación de lesiones
focales hepáticas.
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las determinaciones del laboratorio y de la biopsia percutánea. Por otra parte permiten evaluar las
consecuencias sobre el resto del organismo y sus complicaciones. Se describirán las características
destacadas de las lesiones hepáticas difusas más frecuentes.
Cirrosis
La cirrosis ocurre como una respuesta crónica a repetidos episodios de injuria hepatocelular, de
diversos orígenes. Debe existir fibrosis y regeneración para que pueda definirse al hígado como
cirrótico.
La cirrosis micronodular (nódulos de regeneración de menos de 3 mm) se relaciona a alcohol y
hemocromatosis. La macronodular (nódulos mayores de 3 mm) a hepatitis viral (principalmente B y
C).
El principal aporte de las imágenes en los pacientes cirróticos es la detección de lesiones
preneoplásicas (nódulos displásicos) que pueden asentar en el tejido hepático. Estas pueden
evolucionar hacia el carcinoma hepatocelular con el consecuente deterioro en el pronóstico del
paciente y contraindicación de transplante hepático.
Las modificaciones morfológicas macroscópicas que ocurren en el hígado cirrótico son fácilmente
detectables con cualquiera de las técnicas de imágenes actuales, pero la evaluación precisa y
detallada de las alteraciones tisulares del hígado enfermo que sugieren distintas alternativas
diagnósticas es alcanzada solo por la RM debido a la alta resolución de contraste inherente al
método.
En cuanto a los cambios morfológicos existe atrofia del lóbulo derecho (predominantemente del
segmento anterior) y del segmento medial del lóbulo izquierdo con agrandamiento del segmento
lateral del lóbulo izquierdo y especialmente del lóbulo caudado. Además es evidente el
ensanchamiento de las cisuras y del hilio hepático, mientras que el diámetro de la vena porta suele
incrementarse.
Las imágenes no son confiables para diferenciar en forma definitiva entre cirrosis micro y
macronodular, pero si se detectan fina e irregular nodularidad de los brodes hepáticos, es muy
probable el diagnóstico de cirrosis macronodular.
Los hígados cirróticos pueden presentar áreas de fibrosis confluente de forma triangular localizadas
en el 90% de los casos en los segmentos medial del lóbulo izquierdo y en el anterior del derecho. Se
verán como imágenes hipodensas con respecto al hígado adyacente en TCH sin contraste, e
isodensas o ligeramente hipodensas tras la administración del contraste I.V. La RM demostrará las
mismas lesiones, hipointensas en T1 e hiperintensas en T2. Su localización y morfología permiten
diferenciarlas de las neoplasias en la mayoría de los casos. Estos hallazgos son más frecuentemente
encontrados en cirrosis de origen alcohólico (19%) que en las de etiología viral (6%).
Los signos de hipertensión portal más comúnmente encontrados en estos pacientes son la presencia
de ascitis, esplenomegalia (la cual puede ser moderada a marcada pero con mantenimiento de la
morfología esplénica habitual) y de colaterales portosistémicas. Estas últimas están representadas por
imágenes lineales, serpiginosas, con ausencia de señal en las secuencias de spin-echo e
hiperintensidad de señal en las de gradient-echo (fenómeno de flujo) en la proximidad de la unión
esófago-gástrica, paraumbilicales, retroperitoneales, gastro o espleno-renales y hemorroidales. Puede
existir trombosis de la vena porta la que será más fácilmente evidente en las secuencias de gradient-
echo.
El parénquima hepático con cirrosis es usualmente heterogéneo, debido a la presencia de nódulos (de
regeneración) delimitados por septos lineales (fibrosis). Los nódulos de regeneración se verán
hipointensos en T2 con la técnica spin-echo respecto a los septos fibrosos que los limitan e iso o
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ligeramente hiperintensos en T1, y si presentan hemosiderina mucho más hipointensos y de mayor
tamaño en T2* (T2 “estrella”) obtenido con la técnica gradient-echo (susceptibilidad magnética
relacionada a la hemosiderina). No suelen superar los 10 mm de diámetro.
Estas características distintivas entre las diversas lesiones focales que puede presentar el hígado
cirrótico no son detectadas con ecografía ni con TCH. Solo la RM aporta información única que
permita monitorear la evolución de esta enfermedad crónica del hígado con la finalidad de
diagnosticar a tiempo la posibilidad de complicaciones graves como la aparición de un temprano
carcinoma hepatocelular o de una lesión premaligna.
Hígado graso
Esta alteración se asocia a alcoholismo, diversas drogas, obesidad, diabetes mellitus, hepatitis, e
hiperalimentación. En general no presenta manifestaciones y en algunos casos puede alterar el
laboratorio hepático.
El hígado normal presenta una densidad mayor que la del bazo en la serie sin contraste de TCH
(aproximadamente 10 UH). En los casos con cambios grasos (esteatosis hepática) su densidad
desciende a menos de 40 UH en la serie sin contraste I.V., o es menor de 10 UH con respecto a la del
bazo en la serie no contrastada y en 25 UH después de la administración del contraste I.V. Su imagen
es característica en la serie sin contraste, con inversión de la relación normal entre las estructuras
vasculares y el parénquima hepático adyacente, las cuales se verán más densas, simulando un
examen contrastado. Puede ocasionar dificultades en la detección de metástasis hipovasculares
hepáticas en pacientes oncológicos debido a que la baja densidad del hígado y de las lesiones puede
ser similar.
La distribución de los cambios grasos puede ser difusa, en forma uniforme, o en otros casos
con bordes que le dan un aspecto parcheado o geográfico.
También pueden ocurrir áreas focales, redondeadas u ovales, ya sea de mayor contenido de grasa o
de indemnidad en un hígado difusamente afectado por esteatosis, que en algunas situaciones simulan
lesiones neoplásicas. Generalmente estas modificaciones focales suelen ser periligamentarias o
periportales, predominantemente localizadas en el segmento medial del lóbulo izquierdo, sin efecto
de masa y con vasos no distorsionados que las atraviesan.
La RM puede utilizar técnicas especiales (supresión de la grasa, Gradient-echo in-phase y out-of-
phase), que permiten diferenciar entre cambios grasos y lesiones sólidas neoplásicas.
CONCLUSION
Debido a los significativos avances tecnológicos de los últimos años, el hígado se ha consolidado
como el órgano clave dentro del abdomen, superando incluso a los restantes del aparato digestivo.
Los exámenes que realiza el radiólogo actual son de fundamental importancia en el diagnóstico,
pronóstico, planificación terapéutica y control evolutivo de las distintas afecciones que lo
comprometen. A pesar de la vasta utilización de la ecografía en su estudio, son los métodos más
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complejos como la TCH y la RM los que han incrementado la sensibilidad y especificidad de las
imágenes en el delicado manejo de las distintas situaciones médicas planteadas a diario ante la
posibilidad de patología hepática.
BIBLIOGRAFIA:
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