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La democracia, decían los viejos maestros, no puede cumplir todas sus promesas.

La
brecha entre aquello a lo que aspira y lo que obtiene aboca al descontento y a la
insatisfacción. De ahí que pidieran a los ciudadanos moderar sus demandas y a los
políticos reconocer el alcance limitado de sus posibilidades .
Que las
democracias decepcionen es, pues, natural. Pero que
defrauden, no, porque mina sus fundamentos.
Y resultan fraudulentas cuando las trampas al Estado de derecho dejan de escandalizar y
la legalidad pierde capacidad constrictiva, puesto que toda regla resulta sumamente
interpretable. Defraudan cuando en la comunicación política prevalece la charlatanería y
las palabras, a fuerza de significar cualquier cosa, terminan por no significar nada: solo
sirven como munición para confundir o manipular. Pero el fraude más dañino se
produce cuando los ciudadanos estiman irrelevante su capacidad de control. Constatan
tal asimetría de recursos de poder a disposición de quienes les mandan o representan
que los perciben como invulnerables, mientras se ven a sí mismos impotentes. Entonces
se apodera de ellos el descreimiento en el sistema: una suerte de rabia sorda o pasotismo
insano. Y cunde la desafección.

Ramón Vargas-Machuca Ortega, “Decálogo del buen político”, Cuarta página, 14 de


noviembre de 2008.

2-. Resumen 1

Es lógico que las democracias no sean capaces de cumplir todas sus promesas, pero
resultan fraudulentas cuando mienten y engañan a los ciudadanos haciendo promesas
que saben perfectamente que no van a cumplir. En esos casos en los que manipulan a
base de palabrería, o peor aún, haciendo que los ciudadanos no crean en su capacidad de
decisión, surge en la sociedad una ira reprimida y un desinterés político.

Resumen 2

La democracia siempre va a ser decepcionante, ya que no va a poder cumplir con todos


los objetivos para lo que ha sido creada. El problema llega cuando el sistema utiliza la
demagogia para convencernos de palabras que no se tiene intención de cumplir y crea
en la sociedad un sentimiento de impotencia y desinterés, defrauda.
La democracia, decían los viejos maestros, no puede cumplir todas sus promesas. La
brecha entre aquello a lo que aspira y lo que obtiene aboca al descontento y a la
insatisfacción. De ahí que pidieran a los ciudadanos moderar sus demandas y a los
políticos reconocer el alcance limitado de sus posibilidades. Que las democracias
decepcionen es, pues, natural. Pero que defrauden, no, porque mina sus fundamentos. Y
resultan fraudulentas cuando las trampas al Estado de derecho dejan de escandalizar y la
legalidad pierde capacidad constrictiva, puesto que toda regla resulta sumamente
interpretable. Defraudan cuando en la comunicación política prevalece la charlatanería y
las palabras, a fuerza de significar cualquier cosa, terminan por no significar nada: solo
sirven como munición para confundir o manipular. Pero el fraude más dañino se
produce cuando los ciudadanos estiman irrelevante su capacidad de control. Constatan
tal asimetría de recursos de poder a disposición de quienes les mandan o representan
que los perciben como invulnerables, mientras se ven a sí mismos impotentes. Entonces
se apodera de ellos el descreimiento en el sistema: una suerte de rabia sorda o pasotismo
insano. Y cunde la desafección.

1. Haga un comentario de texto del fragmento que se propone contestando a las preguntas
siguientes:
a) Enuncie el tema (0,5 puntos): los problemas de la democracia / el fraude de la democracia.

b) Indique la estructura del texto y justifique su respuesta (0,5 puntos);

Estructura: Tres partes bien diferenciadas.

1- Introduce el tema → democracia


2- Fraude democrático
3- Cómo efecta ese fraude a los ciudadanos

d) Indique qué tipo de texto es (0,25 puntos).

Tipo de texto: Argumentativo.

(El texto expositivo tiene como objetivo informar y difundir conocimientos, frente al
argumentativo, que tiene como objetivo expresar opiniones o rebatirlas con el fin de
persuadir a un receptor.)

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