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Hablando de la naturaleza de las relaciones humanas, alguien dijo que hay tres
clases de donantes: el pedernal, la esponja y el panal de miel. Para conseguir algo del
pedernal, tienes que golpearlo, y entonces sólo consigues algunas chispas.
Para conseguir agua de una esponja, tienes que estrujarla, y cuanto más la estrujes,
más sacas de ella. En cuanto al panal de miel, todo él rebosa dulzura.
Hay personas mezquinas y duras; no te dan nada, si pueden no dártelo. Otras son
de buena pasta; ceden a las presiones, y cuanto más las aprietas, más te dan. Y hay
unas pocas que disfrutan dando, aunque no les pidas nada.
A estas alturas de tu vida y compromiso, sería importante el saber hasta qué punto
es auténtica tu entrega a Dios y hasta dónde llegas en tu seguimiento de Cristo.
Primer grado: «Tú eres una persona importante en mi vida. Jamás haré cosa alguna
que te desagrade ».
Segundo grado: «Tú eres la persona que domina mi vida. Mi único deseo es
procurar tu felicidad».
Tercer grado: «Tú lo eres todo en mi vida. Aunque fueras un leproso o un
descastado, yo me quedaría contigo».
Entrega amorosa
Los del primer nivel evitan todo lo que les lleve a cometer pecados, al menos los
graves, especialmente en lo que se refiere a los mandamientos. Y, por eI contrario,
permiten que el Espíritu de Dios gobierne sus conciencias, y obedecen constantemente
a la voz del Espíritu.
Los del segundo nivel adoptan, deliberadamente, una actitud más positiva en su
papel de co-creadores. Evitan, por supuesto, el pecado, pero su gran empeño es hallar
la voluntad de Dios y tratar de servirle un en las cosas más pequeñas. Han llegado a ser
tan delicados en el servicio de Dios que proceden con especial esmero en todas sus
actividades y en el uso de las cosas. Todo lo hacen tratando de servir a Dios con más
fidelidad.
Los del tercer nivel han aprendido a contemplar toda la realidad a través de los
ojos de Jesús, siguen sus huellas y tratan de identificarse totalmente con su estilo de
vida. Jesús eligió nacer pobre y vivir pobre; se mezcló con pecadores, descastados y
víctimas de la injusticia. Eligió servir, en lugar de ser servido. Fue perseguido, torturado
y condenado a una muerte ignominiosa.
Durante este retir, examínate para ver en cuál de estos niveles te encuentras. Y
luego, si sientes la llamada de tu corazón para entregarte completamente a Jesús e
identificarte con él, pide a Dios que te conceda este deseo. Sólo la gracia de Dios
puede hacerlo posible. Tendrás que entregarte tortalmente a la persona de Jesús.
Tendrás que tomar diariamente su cruz: la cruz de las incomprensiones, la deshonra, el
rechazo, los insultos, las traiciones, etc. Como le ocurrió a Jesús.
Te ayudará mucho hacer el triple coloquio. Habla primero con María, nuestra
Madre, pidiéndole que ruegue a Jesús para que te llame a donde él quiera. Después,
háblale a Jesús, pidiéndole que tu entrega a él sea autpentica y que te de valor para
seguirle adondequiera te lleve.nPor último, habla con el Padre de Jesús, repitiéndole
las anteriores peticiones y regando que te dé las fuerzas que necesitas para responder
con todo tu corazón.
Querido Dios,
no sé si hay gente capaz
de contemplar cómo vives tú en la pobreza,
mientras ellos quieren seguir siendo ricos…
No puedo concebir que haya amor
sin un imperioso deseo de ser iguales;
especialmente, de compartir todas las penas
y contrariedades de la vida…
Cómo puede ser rico, vivir confortablemente
en medio de cosas de mi propiedad,
cuando tú has vivido pobre, incómodo,
fatigado y agobiado por el trabajo.
yo no podría vivir de otra manera.
Charles de Foucauld
Jesús dijo: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien
pierda su vida por mí, ése la salvará”. Pero a nosotros nos asusta el
dar nuestra vida y entregarla completamente sin guardarnos algo
para nosotros mismos. Nuestro poderoso instinto de conservación
nos lleva al egoísmo y nos esclaviza cuando pensamos en dar nuestra
vida. Por todas partes hallamos excusas y pegas para no perderla. En
resumidas cuentas: somos unos perfectos cobardes.
Señor Jesús, nos da miedo entregar nuestra vida. Pero tú nos la
has dado para que la entreguemos. No podemos guardarla dentro de
un estéril egoísmo.
Entregar nuestra vida significa trabajar para los demás, aunque no
nos paguen; hacer un favor a quien no nos lo va a devolver. Entregar
nuestra vida es exponerse, si es necesario, al fracaso personal, sin
resguardarse en una falsa prudencia. Es quemar nuestras naves por
la causa del prójimo.
Somos antorchas para ser quemadas. Sólo entonces daremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde que nos hace eludir el sacrificio y
buscar la seguridad.
Podemos entregar nuestra vida sin ruido y sin falsa popularidad.
Podemos dar nuestra vida sencillamente, sin publicidad alguna, como
el agua de un manantial, como la madre que da su pecho al niño,
como el sudor silencioso del agricultor.
Enséñanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo
imposible está tu gracia y tu perseverancia. No caeremos en el vacío.
El futuro es un misterio y nuestro camino se pierde en la niebla.
Pero queremos seguir entregándonos a nosotros mismos, porque tú
nos aguardas en la noche con miles de ojos que derraman lágrimas.
Luis Espinal, S.J. (mártir en Bolivia, 1980)