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Hermenéutica: interpretando

correctamente la Biblia
Al hacer una interpretación válida de la Biblia podemos tener mayor seguridad de estar
escuchando la voz de Dios.

Por Adolfo Suárez


9 marzo, 2016

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La hermenéutica puede definirse como “la ciencia y arte de interpretación bíblica”; ciencia porque
tiene normas que posibilitan un sistema ordenado, y “arte porque la comunicación es flexible, y por

lo tanto, una aplicación mecánica y rígida de las reglas a veces distorsionará el verdadero sentido

de una comunicación”. En pocas palabras, hermenéutica es la “disciplina que trata con los
principios de interpretación.

La hermenéutica es esencial para una interpretación válida de la Biblia. Al hacer uso adecuado de

ella, podemos tener una mayor seguridad de estar oyendo la voz de Dios, y no la voz de la cultura,
o nuestra propia voz.

Razones para practicar una hermenéutica apropiada

Una de las razones por las cuales debemos practicar la hermenéutica apropiada es con la
finalidad de discernir el mensaje de Dios. Un sistema hermenéutico cuidadoso puede ser muy útil

para discernir de manera apropiada lo que Dios dice en su Palabra, mediante manos y mentes
humanas. Así, la hermenéutica nos protege de la utilización indebida de las Escrituras, que podría
llevarnos a distorsionarla para nuestro propio interés. Eso es posible porque la hermenéutica

adecuada provee la estructura conceptual para interpretar correctamente por medio de una
exégesis cuidadosa.

Una segunda razón es para evitar o disipar equívocos o perspectivas y conclusiones erróneas

sobre lo que enseña la Biblia. Puede suceder que algún lector descuidado de la Biblia entienda
que, si alguien de la familia está enfermo físicamente, es suficiente confiar en Dios mediante la

oración, sin buscar asistencia médica. Sin embargo, ¿será que confiar en Dios implica no buscar
ayuda médica? ¿No es Dios quien capacita a profesionales para ayudar en el cuidado de la salud?
Ciertamente Dios puede usar medios variados para cuidar de nuestra salud, y la ayuda profesional

de un médico puede ser uno de ellos.

Finalmente, una tercera razón para practicar la hermenéutica apropiada es para ser capaces de
aplicar el mensaje de la Biblia a nuestra vida. De acuerdo con Carnell, podemos usar términos y

expresiones de una de estas tres maneras: con solo un sentido (unívocamente), con diferentes
significados (equivocadamente), y con un significado proporcional: en parte, la misma; en parte,
diferente (analógicamente). Si aplicamos esta clasificación a la Escritura, entonces podemos decir

que su mensaje puede ser tanto unívoco, como equívoco, o analógico.

Siendo así, entidades como ángeles, demonio, Dios, Jesucristo, etc., tendrían el mismo sentido

para Pablo y Juan, que para nosotros (comprensión unívoca). Por otro lado, términos como león y
serpiente pueden aplicarse tanto a Jesucristo como a Satanás, dependiendo de la circunstancia

(equívoco). Las evidencias de esto las encontramos en 1 Pedro 5:8 y Apocalipsis 5:5; 20:2 y Juan

3:14. Además, la Biblia usa expresiones en las que se percibe relación de correspondencia o
semejanza entre cosas y/o personas distintas (analogía). Es el caso, por ejemplo, de la afirmación

“vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). Considerando que, a lo largo de los tiempos, las

personas siempre poseían o poseen algún sistema de iluminación (antorcha, vela, lamparita,
lámpara, linterna, etc.), entonces esa analogía es comprensible. Obviamente, un sistema

hermenéutico correcto es extremamente útil en la explicación de términos unívocos, equívocos y

analógicos.

Una tarea desafiante

Sostener la idea de un Dios que se revela en un texto escrito no fue algo desafiante para el

cristianismo en el primer milenio y medio de su historia. De hecho, en virtud de su origen judío, el

cristianismo primitivo estaba habituado a reconocer la autoridad de los documentos escritos como
Escritura, o sea, los cristianos creían que la revelación y voluntad de Dios estaban registradas en

materiales escritos que servían para el culto y para las necesidades morales de la comunidad de
la fe. “La noción de que la autoridad residía en lo que después se llamó Escrituras del Antiguo
Testamento nunca fue cuestionada en la comunidad cristiana primitiva”.

Pero, en la actualidad, hablar de la revelación divina no es una tarea fácil. Afirmar hoy en día que
la Biblia fue dada por Dios, y que por eso difiere de cualquier otro texto, requiere justificaciones y

explicaciones muy bien fundamentadas, las cuales son poco aceptadas especialmente en

sociedades escépticas y secularizadas.

Sin embargo, a pesar de argumentos muy bien estructurados que se puedan ofrecer, la creencia
en la revelación de Dios al ser humano requiere fe. Pero, como McGowan se apresura a afirmar,

eso no significa tratar al cristianismo como anti-intelectual o racionalmente inconsistente, al borde

de un “ciego fideísmo”. Después de todo hay varias obras que tratan de la temática de la
racionalidad de la fe cristiana, y lo hacen con una consistencia admirable.

En última instancia, como afirma Duncan Ferguson, la fe es una pre-comprensión necesaria para
interpretar correctamente la fe cristiana.

Eso no significa, bajo ninguna hipótesis, que necesariamente haya oposición entre un estudio

literario o histórico de la Biblia y la fe. Todavía, como destacado por Ferguson, evidencias

históricas pueden hasta sugerir la actuación de Dios en los eventos, “Pero no pueden suplir la
experiencia personal de confianza y compromiso con el Señor resucitado”. Así, para la

comprensión y práctica de una hermenéutica bíblica, se hace necesario el debate con relación a la
Cristocentricidad de la Escritura, con vistas a que la confianza y el compromiso personales del

lector contemporáneo, sean efectivas.

Al cerrar esta breve reflexión es importante recordar que el desafío de la lectura y comprensión de

la Biblia es tal, que los cristianos deben encararlo con cuidado y esmero; después de todo, están
delante de un texto diferenciado, la auto-revelación de Dios. Y, en ese sentido, el teólogo G.C.
Berkouwer afirmó que “no hay cuestión más significativa en toda la teología y en toda la vida

humana que la naturaleza y la realidad de la revelación”. Así, los “cristianos siempre creyeron que
la Biblia es la Palabra de Dios”. Y con esto entienden que “ella tiene su origen en la actividad
reveladora del Dios personal de quien ella habla […] y por la cual él se comunica con sus criaturas

que él hizo”.

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