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Débats | 2019
Ciencia y traducción jesuitas en el septentrión novohispano – Coord. Jaime Marroquín Arredondo y Angélica
Morales Sarabia
Résumés
Español English
Este artículo muestra que la Historia natural y moral de las Indias (1590), del historiador jesuita
José de Acosta, precede como modelo genérico, programático y filosófico a la célebre obra
Cosmos, de Alexander von Humboldt (1845). Se enfatiza también la importancia de las redes de
conocimiento globales que, a través de complejos procesos de adquisición, traducción y re-
traducción de conocimientos desarrollados por el colonialismo europeo en Indias, informan la
mayoría de las obras canónicas de las ciencias naturales durante la llamada modernidad
temprana. La historia de estas redes de conocimiento y traducción refuerza la continuidad entre
las obras naturalistas de Acosta y Humboldt. Sugiere este artículo, finalmente, que la historia
temprana de la ciencia de los sistemas de la Tierra – la disciplina que intenta comprender de
manera holística las interacciones entre los sistemas físicos, químicos, biológicos y sociales del
mundo –, tiene sus raíces más antiguas en la tradición historiográfica de Indias.
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This article shows that the Historia natural y moral de las Indias (1590), by Jesuit historian José
de Acosta, anticipates the famous work Cosmos (1845) by Alexander von Humboldt, as a generic,
programmatic and even philosophic model for the conceptualization of a global climate science.
This reading emphasizes the importance of the global networks of knowledge that, through
complex processes of acquisition, translation and dissemination, inform the majority of early
modern natural sciences canonic works. The history of these knowledge and translation networks
also shows evident continuities between the naturalist work of Acosta and Humboldt, Finally, this
article also suggests that the early history of Earth Systems science, the discipline that attempts to
understand the interactions between the world’s physical, chemical, biological and social systems
in a holistic manner, must include the historiographical tradition of the Early Americas, from the
16th to the 18th centuries.
Notes de l’auteur
Este artículo forma parte del proyecto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM):
DGAPA, PAPIIT, No. IN401117: La invención del septentrión novohispano. Continuidades y
rupturas en la escritura jesuita sobre el mundo natural de los siglos XVII-XIX.
Texte intégral
1 A pesar de la gradual superación de nuestro entendimiento de la ciencia moderna como
una narrativa épica, con grandes héroes del conocimiento como únicos protagonistas,
todavía se reconoce comúnmente a Alexander von Humboldt como el primer gran
promulgador de una doctrina holística capaz de sintetizar y analizar la unidad de las
diversas ramas del conocimiento científico naturalista y social.1 El tipo de estudios
desarrollados por Humboldt ha dado paso a la llamada ciencia de los sistemas de la
tierra, así nombrada en la segunda mitad del siglo XX, y que intenta comprender las
interacciones entre los diversos saberes de sistemas de conocimiento – geográficos,
cosmográficos, biológicos, sociales, históricos, meteorológicos, químicos, etc. –, que
determinan en su conjunto las condiciones climáticas y ecológicas de los ecosistemas
terráqueos.2 La representación más conocida de las ideas de Humboldt acerca de la
comprensión de los patrones en la distribución de la vida orgánica, de acuerdo a su
relación con las condiciones climáticas de sus espacios, es el Naturgemälde o Mapa del
Chimborazo, impreso en el conocido Ensayo sobre la Geografía de las Plantas (1807).
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Imagen 1 – Ideen zu einer Geographie der Pflanzen nebst einem Naturgemälde der Tropenländer, de
Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland (1807)
2 Entre los nombres de los predecesores de Humboldt, no es poco común encontrar la
obra de Acosta como una de las muchas fuentes de la física del globo propugnada por
Humboldt.3 El propio naturalista prusiano se encargó de darle crédito a Acosta y a
Gonzalo Fernández de Oviedo, el otro gran historiador natural de América en el siglo XVI,
como los precursores de su obra. A pesar de este abierto reconocimiento, no existe a la
fecha un estudio que compare la estructura genérica y el contexto epistémico de las obras
de Acosta y Humboldt, facilitando con ello una más adecuada conceptualización de la
historia de las redes globales de conocimiento naturalista desde sus inicios, en el siglo
XVI, hasta nuestros días.4 Se muestran aquí tan solo algunas líneas de continuidad entre
las obras de Acosta y Humboldt, comenzando por su explícito reconocimiento del modelo
aristotélico de filosofía natural como la base de sus aproximaciones a una teoría global del
clima. Más específicamente, se demuestra que la historia de la inicial comprensión, a un
nivel auténticamente global, de la unidad entre los accidentes geográficos del planeta, las
corrientes oceánicas y los sistemas de vientos que acompañan el movimiento de la Tierra,
no puede ser disociada de la colonización ibérica de África, Asia y América. La
comparación entre las obras de Acosta y Humboldt muestra también, finalmente, la
importancia y ubicuidad, durante la llamada modernidad temprana, de la historia como el
género – al mismo tiempo científico y literario – capaz de articular la unidad entre las
cosas de la naturaleza y las sociedades y culturas humanas.5
3 La relativamente reciente historia social de la ciencia ha permitido la gradual
superación de ciertos aspectos de la narrativa canónica de los inicios de la ciencia
moderna, como el privilegiar el conocimiento producido e impreso en el norte de Europa y
considerar otras tradiciones epistémicas como no-modernas y, por lo tanto, poco
influyentes.6 Como notan diversos investigadores, el legado de la llamada Leyenda Negra
ha sido particularmente duradero en la historia de la ciencia. Tradicionalmente, la historia
de la Revolución Científica contraponía el emergente liberalismo económico y político de
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los países protestantes del norte de Europa con la indiscriminada e inquisitorial defensa
española de un mundo medieval, sustentado en dogmas religiosos y políticos en vías de
superación científica.7 En realidad, todos los supuestos catalizadores de la Revolución
Científica: las reformas religiosas, literarias y epistémicas impulsadas por el humanismo
renacentista, así como la colonización de las Indias Occidentales, no fueron en absoluto
ajenos a la experiencia ibérica. De hecho, los inicios de las ciencias naturales y sociales son
hoy inseparables del estudio del gigantesco flujo de producción, traducción y re-
traducción de conocimientos entre Europa y las Indias, Orientales y Occidentales, a partir
de finales del siglo XV.8
4 Para mejor conceptualizar esta historia, es útil recordar que la exploración, descripción
y comparación de la naturaleza y las culturas del mundo, llevada a cabo por las potencias
europeas, fue realizado en buena medida mediante la reactualización de la historia natural
clásica. De hecho, junto con el heliocentrismo copernicano, es esta la otra gigantesca
transformación epistemológica de la modernidad temprana. En efecto, la historia natural
facilitó la compleja traducción y síntesis de una inmensa variedad de voces y saberes,
enlazados todos de maneras complejas en las primeras redes globales de conocimiento, de
las que el mundo iberindio fue el gran iniciador.9 Este “boom” de la historia natural la
transformaría, gradualmente, en base y sustento de la filosofía natural (o ciencia). La
historia natural producida en las Indias, tanto Occidentales como Orientales, siempre
estuvo acompañada de la que hoy llamaríamos historia etnográfica.10 En otras palabras,
el estudio de la naturaleza americana, africana y asiática fue paralelo y en buena medida
dependiente del estudio de sus culturas. El papel de informantes y traductores indígenas
en la historia de las ciencias es crucial y se encuentra a la espera de estudios más
comprensivos.11
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Barcelona en 1591, fue traducida en 1596 al italiano, en 1598 al holandés y francés, en 1601
al alemán y en 1604 al inglés. Su fama decaería un tanto por los siguientes dos siglos, mas
tendría un repunte, constante desde entonces, desde que la Ilustración borbónica en
España recuperase la Historia natural y moral como importante trabajo de historia y
ciencia, al republicarla en 1792.16
7 La interpretación contemporánea de la Historia natural y moral ha generado versiones
contradictorias acerca de lo que se propuso hacer su autor. En su dimensión de filosofía
natural, que es la que trata este artículo, algunos comentadores la consideran como un
parteaguas epistemológico que debiera ser incluido en la narrativa de los inicios de la
nueva ciencia, de estirpe baconiana y cartesiana.17 Sin embargo, la obra de Acosta es
también leída como el canto de cisne de una tradición humanista y renacentista del
estudio de la ciencia, último retoño del árbol de ciencia clásico, a punto de secarse frente a
la rigurosa cientificidad experimental que iniciaba en el norte de Europa.18
8 En realidad, la Historia de Acosta no inicia ni culmina, en rigor, ninguna tradición
epistémica. Durante todo el siglo XVI, las nuevas traducciones de los textos clásicos y la
expansión colonial hicieron que la filosofía natural incluyese cada vez más aspectos de las
ciencias físicas y de la vida.19 La urgencia de entender el mundo en su nueva dimensión
global hizo que el estudio de la naturaleza se volviese un asunto menos filosófico y más
práctico y utilitario.20 Fue por esta nueva tradición global de la historia natural
renacentista que, a inicios del siglo XVII, Francis Bacon pudo escribir que la base de una
"nueva ciencia" debía ser, justamente, la historia natural.21 Poco conocido es el hecho, sin
embargo, de que antes de Bacon el propio Acosta había hecho explícita esta gradual fusión
al escribir que: "de los más viles y pequeños animalejos se puede tirar muy alta
consideración, y muy provechosa Filosofía".22 E incluso medio siglo antes, Gonzalo
Fernández de Oviedo y Francisco López de Gómara habían ya comenzado la unión de la
filosofía natural y la historia natural al cuestionarse, como Acosta, acerca de las causas de
los fenómenos climáticos de las Indias Occidentales que contradecían el conocimiento de
los clásicos.23 El caso más explícito, sin duda, es el elegante modelo de la Historia General
de las Indias (1552) de López de Gómara, quien de manera similar a Acosta y Humboldt,
elabora una síntesis geográfica del continente en exploración, intercalando comentarios
sobre los usos y costumbres de los diversos grupos humanos de América y sintetizando las
novedades científicas más notables. En apretada síntesis cosmográfica, el antiguo capellán
de Hernán Cortés resumía: la conquista de las Indias Occidentales había demostrado que
el mundo es todo uno, esférico, habitable por debajo de los trópicos y representable de
manera precisa y confiable gracias a la experiencia y no a la especulación.24
9 La originalidad de Acosta no se encuentra, sobe todo, en su explícita inserción de su
obra en la tradición de la filosofía natural, explicando las causas de las ya para entonces
célebres novedades científicas de las Indias. Su incorporación del conocimiento científico
sobre las Indias a la filosofía natural aristotélica implicó, crucialmente, la comprensión de
la interacción entre climas y ecosistemas desde una perspectiva por primera vez global.
Esto último es comúnmente pasado de largo cuando se comenta la obra de Acosta, pues se
asume que la Historia natural y moral de las Indias se refiere, exclusivamente, al mundo
americano.25 Se olvida o soslaya con frecuencia que las Indias Occidentales llegaban, en
tiempos de Acosta, hasta las Filipinas. Menos extenso y menos enfático, el conocimiento
de Acosta acerca de las Indias Orientales estaba, sin embargo, bien informado por la
experiencia española y novohispana en las Filipinas, así como por la portuguesa en las
Indias Orientales, incluyendo partes de África, la India, China y Japón. Gracias a las redes
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dado que al parecer son más jóvenes los pueblos y naciones de las Indias Occidentales,
estos debieron de haber cruzado por alguna parte donde se unan las partes del mundo,
probablemente en algún lugar del inmenso norte desconocido.34 Grandes migraciones
humanas y animales provenientes de Eurasia eran probables dado que existían muchas
especies de animales terrestres similares a las del viejo Mundo en la tierra firme de las
Indias Occidentales, mas ninguna en las islas del Caribe. Sugiere, incluso, que algunas de
las variaciones en los fenotipos de especies similares se podrían explicar por cambios
relacionados con los climas y la geografía de las nuevas tierras, "como en el linaje de los
hombres ser unos blancos y otros negros".35 Mas no deja de advertir que, si se quisieran
reducir todas las diversas especies de Indias a especies conocidas del Viejo Mundo, se
terminaría por llamar "al huevo, castaña".36 El septentrión de las Indias Occidentales era
el gran desconocido, la mayor parte del mundo aún por conocer. Eran tierras inmensas,
tanto al noroeste de la Florida como al norte del cabo mendocino, en las Californias.
Algunos de sus informantes calculaban que las tierras norteñas de las Indias llegaban
"hasta el mar Scítico, [supuestamente en la parte este de Rusia] o hasta el Germánico" [el
Mar del Norte].37
14 Las contribuciones más importantes de Acosta a la filosofía natural se encuentran en el
libro II. En él, Acosta explica las causas de las grandes novedades de la Zona Tórrida,
"según la experiencia certísima nos las ha mostrado", para "dar la razón de acuerdo a
buena Filosofía".38 Comienza por explicar que la vida en la Zona Tórrida es posible porque
en ella se invierte la temporada de lluvias, dándose esta en el verano. Establece también
que la latitud en el globo es factor determinante para las diferentes condiciones climáticas.
Pone de ejemplo regiones de África, "porque al mismo tiempo es estío en Egipto, que está
al Trópico de Cancro, y es fino invierno en las fuentes y lagunas de el Nilo, que están al
Trópico de Capricornio".39 La causa de esto, escribe, es que en los veranos tropicales "el
sol levanta vapores, que deshace y vuelve lluvias", sobre todo en las zonas donde hay gran
abundancia de agua.40 Las lluvias moderan la temperatura en la Tórrida, junto con la
brevedad de los días, que no se alargan durante el verano. Como explicaban los "maestros
de esfera", o cosmógrafos: solo donde la esfera de los cielos es recta y los signos del
Zodiaco "suben derechos", duran lo mismo los días y las noches.41
15 La templanza general de la Tórrida no era el único fenómeno a la espera de la
explicación de sus causas, pues sorprendía también a Europa lo variado de sus climas.
Comparando una vez más las Indias Occidentales con el sur de África, notaba Acosta que
mientras que en las islas de las primeras el verano era templado, en el reino de
Manomotapa y en el del mítico Preste Juan, ambos en África central, los veranos eran
asoladores.42 La primera causa de estas diferencias de clima en latitudes similares era la
proximidad o lejanía del océano, pues la profundidad de sus aguas no permitía que el agua
se calentase, ayudando así a "refrigerar el calor".43 La segunda era la altura o elevación de
la tierra, pues era evidente que a mayor altura, menor calor. No le convencía la idea de que
la imaginaria esfera de fuego, que supuestamente se encontraba en las regiones elevadas
de las esferas celestes, empujaba el frío hacia "la región media del aire", en las montañas y
cerros altos. También dudaba Acosta de Aristóteles en este punto, pues en su opinión, si el
Filósofo tuviera razón, debería de ser más fría la región ínfima de los cielos, cercana a la
tierra. Con todo, deja la cuestión irresoluta, pues no se atrevía a contradecir abiertamente
a Aristóteles "si no es en cosa muy cierta".44
16 Deja Acosta para el final la causa principal de la templanza ecuatorial: los vientos.
Donde estos no alcanzan a llegar, el ardor del sol sobre la tierra es grande; donde los
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vientos corren, escribía, la vida se vuelve tan apacible que es lo más cercano al Paraíso.
Una última causa de la templanza de la Zona Tórrida se la asigna a la influencia de las
constelaciones, siguiendo las ideas astrológicas de la época (mismas que privilegiaron
otros autores de las Indias Occidentales para explicar la templanza de la Tórrida, como
Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún).45 Para Acosta, sin embargo, la causa
astrológica no era manifiesta (basada en la experiencia y la razón), sino oculta.
17 En el Libro III, Acosta ubica específicamente a la historia natural como la base de la
filosofía natural o ciencia, y aún de la teología. La historia natural, además de
proporcionar placer estético, haciendo conscientes a sus lectores de "la excelencia de estas
obras de Dios", proporcionaba también el placer que da la historia, que se volvía un placer
de orden superior cuando trataba de la naturaleza y no de la imperfecta humanidad. Para
quien quisiese ahondar en los secretos de la Creación, añadía Acosta, la historia natural
era buena compañera, pues permitía entender "las causas naturales de los efectos", base
de toda "buena Filosofía". Si de la naturaleza de Indias se pudiese escribir "copiosamente
y con la especulación que cosas tan notables requieren", añadía, se podría hacer obra de la
altura de Plinio, Teofrasto o Aristóteles. Además de ligar así a la filosofía natural y la
historia natural, llegaba a afirmar que la historia natural era también necesaria para la
especulación teológica, pues en su opinión quien pudiere gozar del "saber y grandeza" del
"primer Artífice de todas estas maravillas [...], diremos que trata excelente Teología".46
18 Confiesa Acosta que a partir del Libro III su obra sería menos "especulativa", o
filosófica, y más descriptiva, como correspondía a la historia natural.47 Señala que existe
una enorme variedad en los tipos de vientos: calientes, fríos, serenos, tormentosos,
estériles, fructuosos, etc. Sin descartar una posible influencia astrológica, notaba que la
causa más importante de esta diversidad en los vientos se relaciona con los lugares por
donde corren.48 Hacía notar que las propiedades generales del viento del norte, o bóreas, y
del viento del sur, o austro, se mantienen en los dos hemisferios, con variaciones causadas
por la geografía de los lugares por donde soplan.49 Notaba Acosta cómo a gran altura el
aire se adelgaza, volviéndose "sutil y delicado", incluso "capaz de cortar el calor vital".50
19 Más importante para su actualización de la cosmografía aristotélica es su observación
de que el viento de oriente, que los españoles llamaban brisa, domina en toda la Zona
Tórrida, mientras que el viento de poniente, conocido como los vendavales, domina fuera
de los Trópicos. Es por esto, explica, que la navegación rumbo al poniente es siempre por
los Trópicos, mientras que la que va rumbo al oriente se realiza al norte del Trópico de
Cáncer, y en altura de veintisiete grados. Era por ahí, en efecto, la conocida ruta de
retorno de las Filipinas y China a la Nueva España, llegando a la altura del Cabo
Mendocino en la Alta California.
20 Una de las partes más significativas de la filosofía natural de Acosta, es su explicación
de la causa por la que soplan en sus respectivas direcciones brisas y vendavales. En
general, los vientos siguen el movimiento de los cielos rumbo al poniente; su movimiento
es más veloz cuanto más cerca se encuentran de la línea equinoccial, explicaba Acosta,
pues siempre la circunferencia mayor se mueve más rápido que la menor.51 Las fuertes y
salutíferas brisas, en su camino hacia el occidente, eran las causantes de las corrientes
marinas. Las irregularidades en la velocidad de los vientos, de acuerdo a su longitud en el
globo, causaban vientos de gran irregularidad, sobre todo fuera de la Zona Tórrida, donde
los vientos ecuatoriales se revuelven con los que se encuentran fuera de la Tórrida, "cuasi
en contrario, y causan los vendavales".52 Estos vientos, sobre todo al acercarse a las zonas
glaciales, son cada vez más inestables, con frecuencia tormentosos.
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21 En cuanto a las aguas de la Tierra, Acosta les recuerda a sus lectores que solo existía en
realidad un solo gran océano, como había demostrado el viaje de Magallanes y confirmado
después el paso de "Francisco Drac" por el Estrecho del Sur. El movimiento de las mareas
era igualmente universal, como experimentaron los que cruzaron el estrecho. Había esto
quedado establecido para la ciencia, escribía Acosta, "no tanto por las razones que para
esto dan los Filósofos que en sus Meteoros fundan esta opinión, cuanto por la experiencia
cierta que de este negocio se haya podido alcanzar".53
22 En cuanto a las tierras, su mejor clasificación le parecía la que era dada por su
elevación, dividiéndolas en altas, bajas y medias.54 La mejor tierra, era la tierra media, el
altiplano: lleno de sementeras, pastos, ganados y frutas. Lo mejor de Indias se encontraba
ahí, afirmaba Acosta, como la Ciudad de México, Arequipa, Cuzco, Quito, o Santa Fe. En
muchos de los llanos de las tierras medias no abundaba la lluvia. Esto era así, porque
montañas que los rodean no dejan pasar al viento, impidiendo así que vientos contrarios
se encuentren y “expriman” las nubes.55 Las tierras altas, en las cadenas montañas, eran
abundosas de minas y con tierra buena para los ganados, mas no eran particularmente
agradables para la vida humana. Al hablar de ellas, se detiene en explicar las nuevas
técnicas de minería y no deja de notar las contribuciones de los indios, particularmente en
los Andes. Entre ellas estaban las guayras, que eran hornos de leña y carbón que se
mantenían encendidos por la acción del viento y eran fundamentales para la purificación
de la plata. Usaban también los mineros del soroche, un metal plomizo que los indios
echaban para mejor purificar la plata. Menciona también que los indios sabían del azogue
o mercurio, indispensable para la purificación del oro y la planta.56 El azogue se mezclaba
en la naturaleza con el bermellón, "que los antiguos llamaban minio" y que los incas, al
igual que los romanos, usaban para teñirse el cuerpo. Y si hoy en día, escribe Acosta,
entran las personas por las minas de bermellón de los incas, pueden sin duda perderse en
su inmensidad.57 También de los indios habían tomado los españoles el combustible
principal para fundir la plata: una paja similar a esparto que los indios llamaban icho.58
Las tierras bajas, húmedas y calientes, le parecían poco aptas para la habitación humana.
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24 Otra fuente crucial de la Historia natural y moral fue la experiencia personal de Acosta,
sazonada por sus navegaciones transatlánticas, su trabajo como visitador, historiador y
teólogo en el Perú y su viaje a la Nueva España. Parece evidente que, en muchos
momentos de la vida de Acosta como viajero, hizo preguntas a diferentes expertos en los
temas que le interesaban. Entre estos expertos se encontraron, evidentemente, muchos
indios americanos. De hecho, Acosta indica que tuvo trato "muy intrínseco" con los indios,
y que para mejor conocerlos partió del conocimiento de su lengua y de la curiosidad por
sus antigüedades (historia). "Deseando, pues, yo tener alguna mas especial noticia de sus
cosas – escribe –, hice diligencia con hombres prácticos y muy versados en tales materias,
y de su pláticas y relaciones copiosas pude sacar lo que juzgué bastar para dar noticia". Da
a entender el filósofo natural jesuita que él mismo realizó pesquisas con informantes
indígenas cuando dice que: "Haciendo yo diligencia para entender de ellos de qué tierras,
y de qué gente pasaron a la tierra en que viven" encontró que sus historias no se extendían
a más de cuatrocientos años en el pasado, sugiriendo así que consultó con los
quipucamayos, o sabios incas.61
25 Además de los indios, Acosta señala que en lo relativo a la historia natural usó también
de "la diligencia de inquirir, discurrir y conferir con personas sabias y expertas".62 Entre
estos informantes se encontraban otros sacerdotes jesuitas, como el célebre padre Alonso
Sánchez, agente extraordinario de la Compañía de Jesús en Filipinas, Japón y China, y de
quien Acosta se informa en buena medida de las cosas de las Indias Orientales. Cabe
mencionar también al jesuita Juan de Tovar, quien informó a Acosta de la historia de los
mexicas, con la que concluye su historia moral.63 No desdeñó el autor de la Historia
natural y moral hablar con encomenderos o militares, como el general y conquistador de
Chile y Perú, Jerónimo de Costilla.64 Entre sus fuentes se encontraron también pláticas y
relaciones de los pilotos y marineros ibéricos como Hernando Lamero y Hernando Alonso.
Estos le informaron, por ejemplo, de los treinta y dos tipos de vientos que se utilizaban en
las navegaciones, o de los cuatro puntos en la tierra donde declinan al norte los imanes.65
Incluye Acosta una relación íntegra del piloto portugués que guio la nave de Francis Drake
cuando esta cruzó por vez primera el Estrecho del Sur.66
26 Como prácticamente todos los historiadores de Indias, no dejó de utilizar Acosta las
extensas redes de conocimiento tejidas por las autoridades políticas y religiosas en Indias.
Solicitó a través de ellas relación de diversas tierras, particularmente de los lugares donde
no estuvo en persona, como Florida, Nicaragua o Guatemala.67 Lógicamente, usó también
Acosta de narraciones informales, obtenidas presumiblemente en conversaciones con
gente diversa, como quienes le contaron de un clérigo codicioso que buscaba metales
preciosos dentro de un volcán activo, o las narraciones de recién llegados a Indias, los
"chapetones", que redescubrían una y otra vez cosas de todos sabidas, como las bondades
de plantas como el maguey.68 Hace también uso Acosta de registros oficiales de las flotas
de Indias para entender mejor la magnitud y los precios de las exportaciones de Indias a
Sevilla.69
27 Retóricamente, la Historia natural y moral es culminación y síntesis de la renovación
de la historia que acompaña la colonización de las Indias durante el siglo XVI. Los
letrados humanistas enfatizaron que la historia era parte de la retórica: una narración
verídica, basada en fuentes confiables y escrita con arte, haciéndola amena, didáctica y
precisa. En Indias, el modelo retórico más pulido de historia era el de la Historia General
de las Indias, de López de Gómara, quien enfatizaba al inicio de su obra esta maestría
retórica, haciendo notar que su historia: "es tan apacible cuanto nueva por la variedad de
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cosas [...]. El romance que lleva es llano. Y cual agora usan. La orden concertada e igual.
Los capítulos cortos por ahorrar palabras. Las sentencias claras, aunque breves".70 De
manera similar, la obra de Acosta es novedosa y amena, con un lenguaje claro, organizado,
uniforme, y que da preferencia a la concisión y la síntesis. Acompaña esta elegancia
retórica una organización epistemológica que parte de la actualización historiográfica de
la filosofía natural a partir del saber de Indias, dividiendo para este objeto a la nueva
historia/ciencia en dos grandes ramas, la historia natural, encargada de la descripción y
análisis de la naturaleza física y la historia moral, una historia etnográfica de Indias,
encargada de ubicar a los indios en la política de un mundo en implacable disputa
colonialista.
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Conclusión
33 Participó Acosta de una larga tradición, de gran vitalidad en el Renacimiento, que
intentó corregir y actualizar la filosofía natural desde la observación confiablemente
acumulada y la renovada especulación filosófica. La gran causalidad que trata su Historia
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Notes
1 Gerard Helferich, Humboldt's Cosmos: Alexander Von Humboldt and the Latin American
Journey That Changed the Way We See the World, New York, Gotham Books, 2004; Laura
Dassow Walls, The Passage to Cosmos: Alexander Von Humboldt and the Shaping of America,
Chicago, The University of Chicago Press, 2009.
2 Stephen T. Jackson, “Alexander Von Humboldt and the General Physics of the Earth," Science,
New Series, 2009, vol. 324-5927, p. 596-97.
3 Como señala Miguel de Asúa la ciencia jesuita fue siempre, a pesar de sus particularidades,
parte de la ciencia moderna, incluso en América. Miguel de Asúa, Science in the Vanished Arcadia
Knowledge of Nature in the Jesuit Missions of Paraguay and Río De La Plata, Leiden-Boston:
Brill, 2014, p. 2-7.
4 Acerca de la continuidad entre Acosta y Humboldt solo existe el estudio de Sandra Rebok,
"Alexander Von Humboldt Y El Modelo De La Historia Natural Y Moral", International Review
for Humboldtian Studies, 2001, vol. 2, 3. Sobre las redes de conocimiento jesuita y los inicios de
las modernas ciencias naturales ver Andrés I. Prieto, Missionary Scientists: Jesuit Science in
Spanish South America, 1570-1810, Nashville, Vanderbilt University Press, 2011, p. 6-7.
5 Acerca de la importancia de la historia, como género, para la acumulación de saberes científicos
en la primera globalización, ver Jaime Marroquín Arredondo, "Introducción,"Diálogos Con
Quetzalcóatl: Humanismo, Etnografía Y Ciencia (1492-1577), Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-
Vervuert, 2014.
6 Sobre los orígenes de la historia social de la ciencia, ver la obra clásica de Bruno Latour, We
Have Never Been Modern, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1993. Como nota
Margaret J. Osler, la nueva historiografía de la ciencia se caracteriza por la conciencia de la
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importancia de los contextos intelectuales y sociales de las ideas y los actores de la ciencia.
Margaret J. Osler, Rethinking the Scientific Revolution, Cambridge-New York, Cambridge
University Press, 2000, p. 6-8; Un estudio reciente acerca de la discriminación de la experiencia
ibérica en la historia canónica de la Revolución Científica es Ralph Bauer and Jaime Marroquín
Arredondo, "Introduction," en Translating Nature: Cross-Cultural Histories of Early Modern
Science, ed. Jaime Marroquín Arredond y Ralph Bauer, Philadelphia, University of Pennsylvania
Press, 2019, p. 1-23.
7 Jorge Cañizares-Esguerra, "José De Acosta, a Spanish Jesuit-Protestant Author: Print Culture,
Contingency, and Deliberate Silence in the Making of the Canon," in Encounters between Jesuits
and Protestants in Asia and the Americas, ed. Jorge Cañizares-Esguerra, Robert A. Maryks, y R.
Po-chia Hsia, serie Jesuit Studies, Modernity through the Prism of Jesuit History, Leiden-Boston,
Brill, 2018, p. 179-84; "Introduction: Jesuit Liminal Space in Liberal Protestant Modernity," in
Jesuit Studies, Modernity through the Prism of Jesuit History, ed. Jorge Cañizares-Esguerra,
Robert A. Maryks, y R. Po-chia Hsia, serie Encounters between Jesuits and Protestants in Asia
and the Americas, Leiden-Boston: Brill, 2018.
8 Bauer and Marroquín Arredondo, "Introduction".
9 Ibid.
10 Jaime Marroquín Arredondo, Diálogos Con Quetzalcóatl: Humanismo, Etnografía Y Ciencia
(1492-1577), Madid-Frankfurt Iberoamericana-Vervuert, 2014.
11 Ver Jaime Marroquín Arredondo and Ralph Bauer, “Introduction”.
12 José Antonio Maravall, Antiguos Y Modernos. La Idea De Progreso En El Desarrollo Inicial De
Una Sociedad, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1966.
13 José de Acosta, Historia Natural Y Moral De Las Indias, vol. 1, Madrid, 1894, p. 146.
14 José de Acosta, De Natura Noui Orbis, Salmanticae, Apud Guillelmum Foquel, 1589.
15 Acosta, Historia Natural Y Moral De Las Indias, 1, xi; Ibid.; "Dedicatoria a La Infanta Isabel De
Austria," en Historia Natural Y Moral De Las Indias, Madrid, Ramón Anglés, 1894.
16 Cañizares-Esguerra, "José De Acosta, a Spanish Jesuit-Protestant Author: Print Culture,
Contingency, and Deliberate Silence in the Making of the Canon", Encounters between Jesuits
and Protestants.
17 Jorge Olcina Cantos, "Referencias Atmosféricas y Avances Para La Ciencia Climática en la Obra
de José De Acosta", Scripta Nova, 2014 vol. 18,-478. URL: http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-
478.htm; Fermín del Pino-Díaz, "Estudio Introductorio", Historia Natural Y Moral De Las Indias,
ed. Fermín del Pino-Díaz, Madrid, CSIC, 2008; Mauro J. Caraccioli", The Learned Man of Good
Judgment: Nature, Narrative and Wonder in Jose De Acosta's Natural Philosophy", History of
Political Thought, 2017, vol. 38-1, p. 1-23.
18 Ver Walter Mignolo, "Introduction to José De Acosta’s Historia Natural Y Moral De Las
Indias", Natural and Moral History of the Indies, ed. Jane E. Mangan, Durham-London, Duke
University Press, 2002. Edmundo O'Gorman, "Prólogo", Historia Natural Y Moral De Las Indias,
México: Fondo de Cultura Económica, 1962; Thayne R. Ford, "Stranger in a Foreign Land: Jose
De Acosta's Scientific Realizations in Sixteenth-Century Peru", The Sixteenth Century Journal,
1998, vol. 29-1.
19 Paul F. Grendler, The Universities of the Italian Renaissance, Baltimore, The Johns Hopkins
University Press, 2002, p. 311-51.
20 Brian W. Ogilvie, The Science of Describing : Natural History in Renaissance Europe, Chicago,
University of Chicago Press, 2006, p. 1-17.
21 Francis Bacon and Michael Kiernan, The Advancement of Learning, Oxford-New York,
Clarendon Press-Oxford University Press, 2000), Lib. II, VII.
22 José de Acosta, "Proemio", Historia Natural Y Moral De Las Indias, Madrid, xv.
23 Ver Jesús Carrillo, "The ‘Historia General Y Natural De Las Indias’ by Gonzalo Fernández De
Oviedo", Huntington Library Quarterly, 2002, vol. 65-3-4.
24 Francisco López de Gómara, Historia General De Las Indias, Alicante, Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes, de Biblioteca Ayacucho, 1999. URL:
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25 Edmundo O'Gorman, "Prólogo", Historia Natural Y Moral De Las Indias De José De Acosta,
México: Fondo de Cultura Económica, 1962’ "Estudio Preliminar", Historia Natural y Moral De
Las Indias ed. Edmundo O'Gorman, México, Fondo de Cultura Económica, 1940. Mignolo,
"Introduction to José De Acosta’s Historia Natural Y Moral De Las Indias". Jorge Cañizares-
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New York, Routledge-Taylor & Francis Group, 2013, p. 23.
26 O'Gorman, "Prólogo," xiv-liv.
27 José de Acosta, Historia Natvrale, E Morale Delle Indie, Venetia: Presso Bernardo Basa, 1596;
Geographische Vnd Historische Beschreibung Der Vberauss Grosser Landtschafft America,
Welche Auch West India Vnd Jhrer GröSse Halben Die New Welt Genennet Wirt : Gar Artig Vnd
Nach Der Kunst in Xx Mappen Oder Landtaffeln Verfasset Vnd Jetzt Newlich in Kupffer
Gestochen Vnd an Tag Gegeben, Gedrückt zu Cölln, Bey Johann Christoffel, 1598; José de Acosta
y Robert Regnault, Histoire Natvrelle Et Moralle Des Indes, Tant Orientalles Qu'occidentalles: Où
Il Est Traitté Des Choses Remarquables Du Ciel, Des Elemens, Metaux, Plantes & Animaux Qui
Sont Propres De Ces PaïS, Paris, M. Orry, 1598; José de Acosta, The Natvrall and Morall Historie
of the East and West Indies: Intreating of the Remarkeable Things of Heaven, of the Elements,
Metalls Plants, and Beasts Which Are Proper to That Country. Together with the Manners,
Ceremonies, Lawes, Governements and Warres of the Indians, London, E. Blount and W. Aspley,
1604; José de Acosta and Jan Huygen van Linschoten, Historie Naturael Ende Morael Van De
Westersche Indien: Waer Inne Ghehandelt Wordt Van De Merckelijckste Dinghen Des Hemels,
Elementen, Metalen, Planten Ende Ghedierten Van Dien: Als Oock De Manieren, Ceremonien,
Wetten, Regeeringen Ende Oorloghen Der Indianen, Enchuysen, J.L. Meyn, 1598.
28 Claudio M. Burgaleta, José De Acosta, S.J., 1540-1600 : His Life and Thought, Chicago, Ill.:
Jesuit Way, 1999, p. 1-37.
29 Acosta, Historia, I, I, p. 19.
30 Acosta, Historia, I, I, p. 17-18.
31 Acosta, Historia, I, I, p. 4.
32 Acosta, Historia, I, IX, p. 46.
33 Acosta, Historia, I, I, p. 44-45.
34 Acosta, Historia, I, XVI, p. 72-79.
35 Acosta, Historia, I, XXI, p. 101.
36 Acosta, Historia, IV XXXVI, p. 430.
37 Acosta, Historia, I, XX, p. 96.
38 Acosta, Historia, I, III p. 121.
39 Acosta, Historia, II, IV, p. 126.
40 Acosta, Historia, II, VII, p. 135.
41 Olcina Cantos, "Referencias", p. 23.
42 El Imperio del Reino de Mutapa, también llamado Monomotapa, estuvo ubicado en el sur de
África entre 1430 y 1629, en territorios de Zimbabue y Mozambique.
43 Acosta, Historia, 1, II, XI, p. 151.
44 Acosta, Historia, II, XII, p. 156.
45 Bernardino de Sahagún, Historia General De Las Cosas De Nueva España, México: Porrúa,
1999, p. 578. Bartolomé de las Casas, Apologética Historia Sumaria. Cuanto a Las Cualidades,
Dispusición, Descripción, Cielo Y Suelo Destas Tierras, Y Condiciones Naturales, Policías,
Repúblicas, Manera De Vivir E Costumbres De Las Gentes Destas Indias Occidentales
Meridionales Cuyo Imperio Soberano Pertenece a Los Reyes De Castilla, vol. 1, México,
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La historia natural de José de Acosta y la física del globo de Alexander von Humboldt 10/9/19, 10'54 AM
Auteur
Jaime Marroquín Arredondo
Western Oregon University
Droits d’auteur
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