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La primera vez que escuchó los cascos de los caballos que resonaban en el potrero,
el chirrido de la silla de montar al ser desmontada y los pasos que recorrían el patio
hasta llegar a la casa, pensó que estaba soñando. Sin embargo, se dio cuenta de
que era la tercera noche consecutiva que escuchaba esos sonidos, sonidos que
endemoniado que llegaba a las afueras de su finca para robarle el alma. Recitó un
Despertó antes de las cinco de la mañana un tanto sobresaltado por esos incidentes
vieja llave de suministro pero de aquella boquilla oxidada solo aparecieron diminutas
y se dio cuenta que estaba vacío, se percató que nada salía del viejo tubo que
suministraba agua al depósito, se preparó entonces, sabía muy bien lo que debía
viejo tanque. En el fondo sabía lo que iba a encontrar, pero no quería aceptarlo
de caudalosas aguas que arrastraban piedras, troncos y arena se fue secando hasta
convertirse en una pequeña quebrada que lucía tímida un hilo de agua que la
por completo. Tenía entonces que alargar aquel entramado artesanal de tubos y
acoples cien metros más cuesta arriba por la montaña, hasta llegar al manantial, un
pequeño lago que alguna vez fue temido por sus aguas que rio abajo formaban un
majestuoso salto de agua bautizado por los lugareños como el salto de la loca, esto
debido a una mujer que sin motivo alguno salto desde allí y murió al instante. Era
una cascada hermosa, con una caída de agua de 40 metros que se estrellaba contra
gigantescas piedras, creando una refrescante brisa que los bañistas disfrutaban
mientras nadaban en el charco que se formaba después de las piedras, dando inicio
pasado tumultuoso. La escasa corriente que aún fluía descendía tímidamente por
los profundos surcos esculpidos por el caudal vigoroso años atrás. Al bajar el agua
casi en el centro del abismo desaparecía como por arte de magia, evaporándose en
Era necesario entonces alargar el tubo hasta llegar a la cima y aprovechar allí la
Allí iba subiendo Rafael por la ladera de aquel abismo, con cien pesados metros de
recordó las tardes de trabajo en la finca cuando aún era un niño. Se vio a sí mismo
arreando vacas, echándole maíz a las gallinas y concentrado a los cerdos. Cada
recuerdo se entrelazaba con otro, hasta que su cuerpo, sin él quererlo dejó de
avanzar. Soltó el racimo de tubos que aún le faltaba acoplar, se sentó a descansar
y siguió recordando. El medio día había pasado hace dos horas y la tarde empezaba
a llenarse de vientos, recordó que tardes como esta las pasaba con su abuela
comiendo naranjas y escuchando historias, las naranjas ella misma las pelaba con
un viejo cuchillo de mango de madera que era sostenido por dos oxidados tornillos,
las pelaba con excepcional pericia cortando la cascara en una delgada capa en
jugo, luego les cortaba un pedazo en la parte superior y después con la punta del
cuchillo chuzaba varias veces la parte descubierta para poderlas chupar con
quedaba gago. Su abuela pelaba las naranjas mientras le contaba cuentos, fabulas
y leyendas, entre ellas una que no había recordado antes, una historia de caballos
y jinetes que se sentían llegando de noche a la finca pero que nunca se veían, solo
se escuchaban.
Rafael se recostó contra una gran piedra que gracias a la posición del sol, le
lata de atún y una botella de jugo artificial. Mientras comía divisaba el paisaje: las
diferentes tonos de marrón. Terminó la última galleta untada de atún, vació su jugo
y se recostó, usó la mochila de almohada y se puso el sombrero en la cara, cerró
canoso pelo y sus grandes ojos claros, sus manos manchadas cubiertas de esa
frágil piel que parecía papel mantequilla. La recordó pelando hábilmente jugosas
escucharla: –ven Rafael, acá donde ves esta finca en un tiempo pasado guardó un
gran tesoro, algunos aseguran que era incalculable. Cuando mi abuelo “que en paz
descanse” compro estas tierras, acá no había casa, solo grandes potreros usados
por arrieros y comerciantes que llevaban toda clase de suministros al pueblo desde
que atravesaba el rio, así que decidió que unos metros más arriba construiría una
números viajeros, y así fue por varios años, pero la carretera facilitó las cosas y los
camiones y carros, el camino de herradura se usaba cada vez menos hasta que se
inclemencias del clima y tras años sin mantenimiento, su techo se cayó y su madera
a comer una aguapanela con queso para recobrar fuerzas y seguir su camino. La
atención continua cerró sus puertas y se convirtió en una finca olvidada que solo se
y solo se preocupaba por los potreros llenos de vacas, sembrados de caña y pasto,
dejó encargado a mi tío Albeiro de los trabajadores y de la casa, pero mi tío lo único
que hacía era dormir en ella. Una noche mi tío Albeiro sintió como un jinete llegaba
la tocaba, él se levantó para ver quién era pero afuera no halló a nadie. Pensó que
lo había soñado así que volvió a la cama a seguir durmiendo. Días más tarde ocurrió
y caminaba hasta la casa pero nunca tocaba la puerta, esta vez un trabajador
también lo escuchó pero tampoco vio nada. Aquellos sucesos al principio crearon
gran temor entre los trabajadores y el mismo tío Albeiro, pero con el transcurrir del
tiempo se hizo tan repetitivo que los habitantes de la finca se acostumbraron y hasta
hacían bromas con el jinete invisible que los visitaba de vez en vez. En alguna
ocasión un amigo del tío Albeiro que vivía en una finca vecina le había dicho que el
jueves y viernes santo que habían acabado de pasar vio una luz muy brillante que
bajaba desde el cielo y se posaba sobre la finca, que los más seguro era que allí
había una guaca, un entierro. Albeiro se rio y le dijo; -pues si es así me voy a volver
rico, pero la única luz que vi el jueves y el viernes santo fue la de mi vela antes que
la soplara para irme a dormir. -La verdad era que aunque Albeiro no había visto
ninguna luz si había escuchado el jinete invisible, decía la abuela mientras pelaba
otra naranja. - Así que al día siguiente despidió los seis trabajadores que tenía bajo
su mando y el mismo se encargó del ordeño y del cuidado de las vacas, descuidó
los cultivos de caña y en las tardes se dedicó a buscar por toda la casa paredes o
pisos huecos, con grietas o con cambios de color. Al principio fue muy cauteloso
golpeaba suavemente los muros y pisos esperando encontrar algún sonido que le
pudiera indicar donde debía romper o cavar, pero después de unos días empezó a
romper cuanto muro o piso le pareciera pudiera ocultar el gran tesoro que esperaba
por él. Los días pasaron y la obsesión de Albeiro se hizo enfermiza a tal punto que
las paredes de la casa se habían debilitado tanto que una de las habitaciones
colapso mientras él dormía, ese fue el detonante para que mi abuelo lo enviara a la
mientras chupaba ávidamente una de las jugosas naranjas -El albañil que realizaba
la reparación solo trabajó dos días y nunca volvió, al regresar el abuelo para verificar
habitación donde Albeiro dormía justo debajo de su cama y en una esquina un viejo
baúl con la cerradura destrozada y sin nada adentro. Del albañil nunca se supo su
paradero, aunque alguna vez llegó el rumor al pueblo que lo habían visto en
reconstruyó la casa que años más tarde heredé y que ahora le pertenece a tu padre
letargo que había refrescado su mente “estas tierras siempre han estado llenas de
magia” se dijo, mientras observaba las áridas montañas. “El jinete ha vuelto, debe
Años atrás los tesoros se componían de metales brillantes y piedras preciosas, pero
ahora las cosas eran diferentes, el mineral más costoso era el agua, y los artículos
más caros las plantas, las flores eran prácticamente una excentricidad, era ilegal
cultivarlas ya que los pocos sitios que eran aptos para cosechar solo podían cultivar
hortalizas o frutas, así que las únicas flores que se podían conseguir eran las de los
árboles frutales y aun esas era delito poseerlas. Por eso Rafael creía que si el jinete
había regresado debía traer un tesoro de este presente árido y estéril, un nacimiento
de agua, semillas que necesitaran poca agua para crecer o una planta que resistiera
las altas temperaturas y la tierra con pocos nutrientes. “Estas tierras siempre han
estado llenas de magia si el jinete regresó debo encontrar su tesoro” se decía así
mismo Rafael.
sabía porque las había olvidado, tal vez porque a medida que iba envejeciendo
también iba olvidando lo hermoso que es creer en lo fantástico, esa capacidad que
mujeres que volaban en escobas y que le hacían trenzas a los caballos en sus
crines, historias que lo hacían rejuvenecer a tal punto que su paso se hizo más firme
y rápido y cuando llegó a la finca sintió que tenía veinte años menos.
para crear una gruesa capa encima de cada cosa que había dentro de la finca. La
puerta estaba abierta y la luz del comedor estaba encendida, entró y vio a su hijo
que había viajado tres horas desde Medellín para convencerlo de regresar a la
ciudad. –papá todos piensan que estás loco, es imposible que algo crezca en estas
tierras, le decía mientras miraba las áridas montañas aferrado a las barandas del
cultivaba café y gran variedad de hortalizas además del pasto para las vacas y
caballos y el maíz para las gallinas, pero después del gran calentamiento la mayoría
que se evaporaban antes de culminar su recorrido en las lejanas vertientes que aún
quedaban.
del país tratando de obtener la visa de resguardo ecológico que les permitía entrar
a la selva, pero eran muy pocos los que lo lograban. La selva del país se fue
de extranjeros, era una de las pocas partes del mundo donde los ríos no se habían
secado y donde aún llovía constantemente, se crearon leyes internacionales para
cuidar la selva, leyes que obligan a cultivar solo en ciertas regiones, a no talar nunca
pos de proteger los ríos y la selva. Pero esta zona ya estaba sobrepoblada y estaba
círculos de vigilancia de hombres fuertemente armados, sin contar con las mallas
metros de altura, si alguien quería ingresar debía atravesar mínimo tres puestos de
control. La única manera era la vía legal, que consistía en una solicitud que se
enviaba al cuartel central del resguardo ecológico, dicha solicitud era estudiada y
reponer con otra que estuviera en lista de espera. Por esta razón cientos de
-hijo, usted sabe que es mi deber estar aquí, esta tierra siempre ha estado en la
-papá nos queda muy poco dinero y menos provisiones, esto que le traje es lo último
resguardo, hace dos años enviamos la solicitud igual que unos amigos y ellos
entraron hace una semana, estas tierras están muertas si sigue aquí también usted
lo estará.
-esta tierra siempre ha estado llena de magia. Hoy soñé con mi abuela y recordé de
repente todas las historias que me contaba y todas tenían algo mágico, yo creo que
miré, aún hay pequeños riachuelos, hoy fui hasta la loca es la última quebrada que
queda, pero aún hay agua, yo sé que debajo de estas tierras corre agua, corre vida
Los ojos de su hijo se empaparon al mismo tiempo que sus brazos rodeaban aquel
hombre de pelo escaso y cuerpo lánguido, y mientras lo abrazaba le dijo en voz muy
Ya habían pasado varias horas desde que su hijo se había ido, el paisaje seguía
siendo el mismo, el jinete no había llegado esa anoche, pensó que era porque su
hijo estaba en la casa, se levantó de la silla, miró el reloj que ya marcaba las 7 de
la mañana, tomo una bolsa de fique llena de semillas, un viejo azadón y un balde
con agua de la que llegaba por el tubo de suministro hasta el tanque que se llenaba
gota a gota con lo poco que suministraba el nacimiento de la loca, abrió la puerta
ritual era el mismo, sembrar semillas el primer día de la semana, tratar de regarlas
tres veces al día si podía conseguir el agua y esperar, desear que alguna semilla
creciera, que alguna le devolviera la esperanza de saber que aquella tierra era
“esta tierra es mágica”. Pensaba Rafael mientras removía la tierra con el azadón
plantas que sobrevivían tres o cuatros días para luego secarse lentamente.
hasta la entrada del corredor, el jinete desmontando y los pasos que recorrían el
pasillo hasta la esquina que daba a la cocina, pero los pasos no se detuvieron allí,
piso de aquel pequeño cuarto, llevaba más de dos horas en aquella labor excavando
con su pala, sacando tierra y piedras y entonces algo sonó, cavó a su alrededor y
después de unos minutos lo pudo sacar, era un pesado cofre lleno, repleto de
guepardo echa de oro con esmeraldas por ojos, tomó algunas monedas y las joyas
en sus manos y fue inevitable contener el llanto, se enjugó las lágrimas y en su cara
el polvo se hizo barro, tiró las joyas y el cofre a un lado, tomó nuevamente la pala y
semilla mágica que creciera en la tierra árida, una planta que necesitara poca agua