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All content following this page was uploaded by Maria Dolores Castillo on 02 April 2015.
adolescentes con ansiedad. En la población adulta normal y clínica ha sido investigado con
Los resultados con el paradigma Stroop emocional muestran que los niños y
adolescentes con ansiedad tienen una mayor latencia en el nombrado de estímulos de amenaza
con respecto a estímulos neutros. En la técnica de detección del punto también manifiestan
menor latencia cuando la señal visual (el punto) coincide con la localización de los estímulos
de amenaza que con los neutros. Por el contrario, en los niños con ansiedad baja no se
encuentran diferencias en las latencias a la señal cuando ésta se sitúa en cualquiera de ambas
posiciones o incluso presenta el patrón opuesto –menor latencia ante la señal que reemplaza a
las palabras neutras-. Esto indica que los niños con ansiedad elevada dirigen su atención hacia
un sesgo atencional de vigilancia hacia estímulos de amenaza. Por el contrario, los niños con
evitación atencional.
trabajo son: el curso temporal del sesgo, si su manifestación ocurre en todos los niños a
los sesgos de procesamiento y varios de los modelos teóricos más actuales que tratan de
explicarlo.
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Palabras clave: sesgo atencional en niños, sesgo atencional en adolescentes,
3
El sesgo atencional consiste en la tendencia a dirigir la atención de forma preferente
hacia estímulos que pueden representar un peligro o amenaza potencial. Los estudios sobre
(Castillo, 2003, 2004 y Williams et al., 1997 para revisiones) pero son más escasos en la
infantil y adolescente, si bien en las dos últimas décadas los trabajos sobre estas dos últimas
objetivo de este trabajo es revisar los estudios actuales sobre el sesgo atencional con niños y
adolescentes con síntomas de ansiedad, con el fin de exponer cuál es la situación actual de
este tema de investigación. Consideramos que éste es un aspecto importante porque interesa
elucidar cómo se adquiere el sesgo en la niñez y si una vez adquirido se transmite y persiste
en la edad adulta como sostienen algunos autores (Essau, Conradt, & Petermann, 2002; Roza,
Holstra, van der Ende, & Verhulst, 2003; Weems, 2008 para revisión). También abordamos
el curso temporal del sesgo y su manifestación en todos los niños a edades tempranas o sólo
en los de ansiedad elevada, el papel que juegan los padres con ansiedad en la transmisión del
Para investigar el sesgo atencional se han utilizado palabras con diferente contenido
Como estímulos más naturales, también se han utilizado fotografías de animales que inducen
principales resultados.
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1. EVIDENCIAS EXPERIMENTALES
Para estudiar del sesgo atencional en la población infantil y adolescente los dos
paradigmas clásicos son Stroop emocional y la tarea de detección del punto (dot-probe task).
Donnelly, French et al., 2003 y Pérez-Olivas, Stevenson, & Hadwin, 2008), mientras que en
adultos son más numerosas (véase Donnelly, Hadwin, Menneer, & Richards, 2010), ya que es
una herramienta básica en el estudio de atención. Una situación similar presenta la técnica de
movimientos oculares, donde el sesgo atencional en niños con este procedimiento sólo lo han
separación. Debido a la escasez de trabajos que han hecho uso de estas dos últimas técnicas,
El aspecto distinto en esta versión, con respecto a la original (Stroop, 1935), es el uso
frente a las de nombres de colores. La tarea del sujeto consiste en nombrar el color de la tinta
en el que dichas palabras están impresas e ignorar su significado. Por ejemplo, ante la palabra
sida impresa en color verde, la respuesta correcta es “verde”. La presencia del efecto Stroop
neutras, el sesgo de amenaza se infiere cuando nombrar el color de la cara de amenaza supone
más tiempo que el de una cara neutra (MacLeod, 1991). El efecto de interferencia se calcula
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correspondiente a los estímulos neutros. Una interferencia positiva indica que los estímulos
amenazantes interfirieron con la habilidad para nombrar el color, comparados con los
estímulos neutros.
investigar el sesgo atencional en adultos con ansiedad (Logan & Goetsch, 1993; Williams,
Mathews, & MacLeod, 1996 para revisiones) y también ha sido muy empleada en niños (ver
Nightingale, Field, & Kindt, 2010). Puede presentarse en formato de tarjeta o mediante la
misma tarjeta, mientras que en el segundo, los estímulos aparecen de forma independiente.
Además, cada formato parece tener un efecto interferidor diferente, siendo el de tarjeta el que
de estímulos de amenaza con respecto a estímulos neutros en niños “normales” con rasgo de
ansiedad elevado (v.gr., Martin & Cole, 2000 con niños de 8 a 12 años; Martin, Horder, &
Jones, 1992 en una nuestra de 6 a 13 años; Martin & Jones, 1995 en tres grupos con edades
entre 4-5 años, 6-7 y 8-9 años; Richards, French, Nash et al., 2007 con una muestra de 10 a 11
años). Hadwin, Donnelly, Richards et al. (2009) utilizaron imágenes que presentaron
mediante Stroop y comprobaron el efecto que la ansiedad rasgo (evaluada mediante auto-
ansiedad social está asociado con un decremento en la habilidad para inhibir la atención de las
caras de enfado y que esta relación no está modulada por la edad. En cuanto al estudio de
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Algunos estudios con muestras clínicas también son favorables al sesgo en niños con
distintas alteraciones (v.gr., Dubner & Motta, 1999 con tres muestras de 8 a 12 años, 13 a 15
y 16 a 19 años con estrés post-traumático; Moradi, Neshat-Doost, Taghavi et al., 1999 con
Moradi et al, 2003 con niños de 13-14 años y trastorno de ansiedad generalizada). Sin
embargo, también hay datos contrarios al sesgo. Por ejemplo, Kindt, Brosschot y Everaerd
(1997) presentaron a niños no-clínicos con ansiedad elevada y entre 8 y 9 años la tarea Stroop
en condiciones físicas estresantes. Tanto los niños con ansiedad elevada como los de ansiedad
baja mostraron una interferencia cognitiva específica ante la información de amenaza física,
estaba ausente), las niñas altas y bajas en ansiedad –pero no los varones- mostraron el sesgo
tarjeta).
niños entre 8 y 12 años que sufrían de fobia a las arañas. El material se presentó de forma
integrada (i.e., las palabras y los colores se presentan simultáneamente) y de forma no-
integrada (i.e., las palabras y las imágenes aparecen superpuestas en círculos de colores).
Consistente con estudios previos, los autores encontraron que las palabras integradas relativas
a arañas produjeron interferencia en las chicas con fobia y en el grupo de control. Las palabras
no-integradas (pero no las imágenes) produjeron alguna interferencia en las chicas, pero no en
el grupo de control. Sin embargo, este efecto no fue significativo y los autores creen que pudo
Kindt, van den Hout, de Jong y Hoekzema (2000) replicaron este estudio en dos
experimentos. En el primero, un grupo con fobia a las arañas y otro grupo sin fobia con
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edades entre 8 y 11 años fueron falsamente informados de que tendrían que enfrentarse a una
embargo, consistente con Kindt, Bierman y Brosschot (1997), la interferencia fue mayor con
la edad en las niñas fóbicas y decreció en las no-fóbicas. En el segundo experimento se utilizó
una muestra mayor y sólo palabras como estímulos que se presentaban mediante Stroop.
Todos los niños demostraron interferencia al nombrar el color de las palabras no-integradas
significativamente al sesgo.
Morren, Kindt, van den Hout y van Kasteren (2003) también utilizaron material
integrado y no-integrado con una muestra que comprendía de 7 a 11 años y con fobia elevada
a las arañas (n = 170) y fobia baja (n = 215). Observaron que los niños respondían más
rápidamente a las palabras relativas a las arañas que a las palabras de control, resultado que
fue interpretado como un efecto de evitación, según el cual los niños podrían haber tratado de
evitar procesar los estímulos de amenaza respondiendo a ellos más rápidamente. Este mismo
En cuanto a los niños con ansiedad clínica, también hay datos que revelan una
(2008) con niños entre 8 y 15 años diagnosticados con ataques de pánico y fobia animal. Así
mismo el trabajo de Schwartz, Snidman y Kagan (1996) con adolescentes con 12 y 13 años
que cuando tenían 2 años habían sido diagnosticados con conducta inhibitoria y no-
inhibitoria. De igual modo, los resultados de Freeman y Beck (2000) con niños entre 11 y 13
años con estrés post-traumático, y Dalgleish, Taghavi, Neshat-Doost et al. (2003) con una
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muestra de ansiedad generalizada. Ausencia del sesgo también lo corroboraron Kindt, Bögels
y Morren (2003) con niños entre 7 y 18 años con ansiedad de separación, fobia social y
ansiedad generalizada, al igual que Benoit, McNally, Rapee et al. (2007) con niños de 7 a 12
En suma, aunque los estudios referidos sólo son una muestra representativa de la
literatura que ha utilizado este paradigma, se puede observar que los resultados son mixtos, un
buen número de estudios ha hallado evidencias de la interferencia efecto Stroop, pero también
un importante volumen de trabajos muestra datos contrarios al sesgo. Los datos favorables al
sesgo se interpretan en el sentido de que en la ansiedad elevada existe dificultad para evitar
enlentecimiento en la respuesta. Ahora bien, una hipótesis alternativa (Mathews & MacLeod,
1994) es que el enlentecimiento podría deberse a un intento por evitar procesar estímulos de
amenaza en estas personas. Ello les llevaría a apartar la vista de estos estímulos (y del
cualquier caso, y de ser esto así, supone haber extraído el significado aversivo de los
experimental del material, características de la muestra o bien aduciendo a las críticas que la
propia tarea ha suscitado. Por ejemplo, algunos autores (v.gr., Algom, Chajut, & Lev, 2004;
MacLeod, Mathews, & Tata 1986) consideran que la respuesta retardada al estímulo de
amenaza puede ser el resultado de un proceso tardío no relacionado con la atención. MacLeod
et al. (1986) sugieren que los participantes con ansiedad podrían procesar ambos significados,
neutro y amenazante al mismo nivel, pero la presencia del último podría intensificar el afecto
Brosschot (1994) también sugieren que la interferencia que produce el estímulo de amenaza
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podría reflejar un esfuerzo por evitar procesar indicios de amenaza más que la captura
Para superar algunas de las críticas imputadas a la tarea Stroop emocional, MacLeod,
Mathews y Tata (1986) diseñaron la tarea de detección del punto. Consiste en presentar pares
período de tiempo. Los estímulos se disponen de modo que uno aparece en la parte superior
de la pantalla y el otro en la mitad inferior con una separación entre ambos que varía según
los estudios. Esta separación espacial permite procesar los estímulos independientemente y
registrar el grado en que cada uno de ellos capta la atención del sujeto. La tarea de éste
consiste en leer en voz alta sólo el estímulo situado en la parte superior de la pantalla. La
distribución de la atención visual se mide a través de una tarea secundaria que consiste en
detectar la presencia de un punto que sustituye a uno de los dos estímulos, y que puede
del estímulo al que reemplaza. Cuando esto ocurre, los sujetos deben presionar, lo más
rápidamente posible, una determinada tecla del ordenador, quedando registrada la latencia de
su respuesta. Se considera que esta medida es un índice de atención visual que se dedica a la
localización donde aparece el punto, en comparación con otras zonas de la pantalla (Navon &
Margalit, 1983). El sesgo atencional de amenaza se revela cuando los participantes responden
más rápidamente al punto que reemplaza al estímulo de amenaza (palabra o imagen) que al
neutro. Esta técnica actualmente es muy utilizada y presenta dos ventajas importantes con
respecto a Stroop emocional. La primera es que los sujetos tienen que responder a un estímulo
neutro (el punto), por tanto, el tiempo de reacción mayor cuando el punto aparece en la
arousal general (Taghavi, Neshat-Doost, Moradi, Yule, & Dalgleish, 1999). Y segundo, la
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técnica permite determinar la orientación de los recursos atencionales – en dirección hacia la
Los estudios con esta técnica (Dalgleish, Moradi, Taghavi et al., 2001; Dalgleish,
Taghavi, Moradi, Yule, & Canterbury, 1997; Dalgleish, Taghavi, Neshat-Doost et al., 2003;
Hunt, Keogh, & French, 2007; Taghavi, Dalgleish, Moradi, Neshat-Doost, & Yule, 2003;
Taghavi, Neshat-Doost, Moradi et al., 1999; Vasey, Daleiden, Williams, & Brown, 1995;
Vasey, El-Hag y Daleiden, 1996 ; ver Garner, 2010 para revisión) han mostrado que los
infantes y adolescentes con ansiedad elevada tienen latencias menores cuando el punto
coincide con la localización de los estímulos de amenaza que los neutros. Por el contrario, en
los niños con ansiedad baja no se encuentran diferencias en las latencias al punto cuando éste
latencia ante el punto que reemplaza a las palabras neutras-. Esto indica que los niños con
de amenaza. Por el contrario, los niños con baja ansiedad tienden a centrar su atención fuera
de la amenaza. Estos resultados coinciden con la propuesta teórica de Williams et al. (1988,
1997) y con los obtenidos en los estudios experimentales con población adulta (ver Ber-Haim
Pocos trabajos han utilizado simultáneamente los dos paradigmas descritos (Stroop
Burkdardt (2006) los han empleado y en cada uno han computado un índice que mostraba el
sesgo de amenaza, resultando ser mejor predictor que los índices originales de los
paradigmas. El dato relevante de este estudio es que no sólo se obtuvo un sesgo de vigilancia
hacia los estímulos de amenaza, sino también un sesgo de evitación cuando dichos estímulos
contenían una amenaza moderada. Ambos resultados coinciden con la idea de que vigilancia y
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evitación hacia la amenaza son indicadores de dos estrategias de afrontamiento ante estímulos
aversivos de intensidad moderada (ver Calvo & Eysenck, 2000; Hock & Krohne, 2004),
mostrando la evitación una tendencia a apartarse del estímulo amenazante cuanto antes, a fin
comparándose el procesamiento de los de amenaza con respecto a los neutros, como ya hemos
indicado. Sin embargo, este tipo de estímulos se ha criticado en varios sentidos. Por ejemplo,
es probable que las personas con ansiedad pasen más tiempo que las de menor ansiedad
resultado, las palabras de amenaza estén “primadas” o favorecidas en estas personas. Por
tanto, puede ser que los efectos observados con las palabras de amenaza reflejen una
familiaridad y una frecuencia subjetiva de uso alta más que un sesgo atencional de amenaza
Para superar esta crítica se han utilizado imágenes de amenaza, alegres y neutras,
siendo las correspondientes a caras humanas con expresiones emocionales las más empleadas
(v.gr., Ekman & Friesen, 1976; Tottenham, Tanaka, Leon et al., 2009). El reconocimiento de
Öhman, & Dolan, 1998) y es un fenómeno altamente adaptativo. Una cara de amenaza es una
señal clara de peligro y, por tanto, es previsible que capte fácilmente la atención de las
personas con ansiedad. Las caras de enfado y miedo entran en la categoría de estímulos
relacionados con amenaza, mientras que las alegres y las neutras se utilizan como estímulos
de control. Otros estudios también han utilizado imágenes de animales como arañas,
de estímulos neutros (v.gr., casa, mesa, coche, etc.). En cualquier caso, las imágenes, ya sean
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de animales o caras emocionales, son más apropiadas para los niños que las palabras porque
Hadwin, Donnelly, French et al. (2003) utilizaron la tarea de búsqueda visual para
explorar si la ansiedad elevada estaba asociada con un menor tiempo en la detección de caras
de enfado con respecto a caras alegres o neutras. Niños con edades entre 7 y 10 años tenían
que localizar caras de enfado entre un número de caras distractoras e indicar si dichas caras
estaban presentes o no. En dos experimentos la ansiedad elevada estuvo asociada con un
menor tiempo de reacción en decidir sobre la ausencia de caras de enfado, pero no de alegres
o neutras.
encontrado un sesgo hacia las caras de amenaza (v.gr., Bar-Haim et al., 2007; Bradley, Mogg,
White, Groom, & de Bono, 1999; Mogg, Philippot, & Bradley, 2004), los resultados con
niños han variado en términos de si el sesgo es hacia o fuera de la cara de amenaza, dando
Vasa, Bruck et al. (2008) encontraron un sesgo de vigilancia hacia caras de amenaza en
jóvenes con ansiedad que presentaban fobia social, ansiedad generalizada o ansiedad de
o severidad de la ansiedad, aunque todos los niños con ansiedad presentaban un nivel severo.
De la misma manera, Brotman, Rich, Schmajuk et al. (2007) hallaron un sesgo de vigilancia
en niños con desorden bipolar y ansiedad, pero no hallaron evidencias del sesgo en los que no
habían experimentado ansiedad. Waters, Mogg, Bradley y Pine (2008) encontraron que
cuando niños diagnosticados con ansiedad generalizada eran divididos en dos grupos (los más
y los menos severos), el sesgo atencional hacia las caras de amenaza sólo emergió en el grupo
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más severo, pero no en el menos severo ni en el de control. Estos dos últimos grupos no
Otros estudios más recientes (v.gr., Shafiee, Goodarzi, & Taghavi, 2009) también han
hallado un sesgo vigilancia de amenaza en niños con rasgo elevado de ansiedad, pero lo que
es más novedoso es el hallazgo de un sesgo de evitación, según el cual los niños con rasgo
bajo de ansiedad dirigen su atención fuera de la amenaza. Dicho sesgo también lo obtuvieron
Monk, Nelson, McClure et al. (2006) con niños con ansiedad generalizada, y Stirling, Eley y
Los sesgos de vigilancia y evitación también se han manifestado con material diferente
negativas, respecto a positivas, lo obtuvieron Waters, Lipp y Spence (2004); con palabras de
amenaza, Ehrenreich et al. (1998); con imágenes de animales asociados a amenaza, Field
(2006) y con caras de enfado presentadas fuera del nivel consciente, Monk, Nelson, McClure
et al. (2006). De igual modo, el sesgo de evitación también se ha encontrado con imágenes de
amenaza moderada (Legerstee, Tulen, Kallen et al., 2009) y palabras emocionales (Hunt,
Keogh, & French, 2007). En contraste, en otros estudios no se han hallado pruebas ni de sesgo
estudio, tiempo de exposición de los estímulos, etc. Tal variabilidad limita las conclusiones
que sobre este aspecto del sesgo pueden hacerse. Waters, Henry, Mogg, Bradley y Pine
(2010) trataron de arrojar alguna luz sobre la dirección del sesgo en un estudio con la tarea de
detección del punto y caras emocionales que presentaron durante 500 ms. La muestra estuvo
compuesta por un grupo de 53 niños entre 8 y 12 años de edad con ansiedad generalizada,
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ansiedad de separación y fobia específica. Los autores hipotetizaron que el sesgo de ansiedad
hacia las caras de amenaza se vería incrementado en los niños con ansiedad clínica,
comparados con los de control, y que este sesgo sería más pronunciado en los niños con
ansiedad más severa que en los menos severa y los de control. El estudio también examinó el
sesgo atencional ante caras alegres. Sin embargo, las predicciones específicas fueron menos
claras, dado que en algunos estudios se había encontrado sesgo hacia estas caras alegres
(Bradley, Mogg, White et al., 1999; Martin, Williams, & Clark, 1991; Waters, Mogg,
Bradley, Pine et al., 2008) y en otros no (Monk, Nelson, McClure et al., 2006; Pine, Mogg,
Bradley et al., 2005). En cualquier caso, y según los modelos cognitivos de la ansiedad (v.gr.,
Mogg & Bradley, 1998), no se esperaba sesgo hacia las caras alegres porque a éstas no se les
atribuye significado amenazante. Los resultados mostraron que los niños con trastorno de
ansiedad manifestaron un sesgo de vigilancia hacia las caras de amenaza comparados con el
grupo de control. Estos hallazgos son consistentes con las predicciones teóricas de Mogg y
Bradley (1998) y Williams et al. (1997) y con los estudios de adultos (v.gr., Bradley, Mogg,
White et al., 1999; Mogg, Bradley, Miles, & Dixon, 2004). Una posible explicación es que las
caras de amenaza sean evaluadas de forma más amenazante por los niños con ansiedad
elevada que por los de ansiedad baja, y ambos, a su vez, las consideren con más amenaza que
el grupo de control, pero el grupo más ansioso pudo tener dificultades para utilizar estrategias
de regulación emocional y controlar el sesgo. Esto significaría que los niños con ansiedad más
y menos severa son reactivos a las caras de amenaza, pero los de más ansiedad tienen mayor
dificultad de control atencional. Con respecto al sesgo para las caras alegres, éste se obtuvo en
todos los niños; sin embargo, dado que son pocos los estudios que han observado dicho sesgo
es necesario que nuevos estudios traten de replicar el efecto antes de extraer conclusiones
definitivas.
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En este aspecto del sesgo se trata de examinar si el tiempo de exposición de los
estímulos afecta a la ocurrencia del sesgo y qué dirección adopta éste, i.e., si se produce un
consistido en manipular la duración del SOA (Stimulus Onset Asyncrony) entre el inicio del
hecho de que en seis estudios con caras de amenaza expuestas durante 500 ms, cuatro
informaron de un sesgo de vigilancia hacia la amenaza (Roy, Vasa, Bruck et al., 2008; Telzer
et al., 2008; Waters, Mogg, Bradley, & Pine, 2008, Watts & Weems, 2006) y dos estudios
revelaron un sesgo de evitación (Monk, Nelson, McClure et al., 2006; Pine, Mogg, &
Bradley, 2005). Otros estudios han utilizado exposiciones más largas (en torno a 1000-1500
ms), observándose un sesgo de vigilancia para las palabras de amenaza en niños con ansiedad
clínica (Dalgleish et al., 2003; Hunt, Keogh & French, 2007; Taghavi, Neshat-Doost, Moradi,
Yule, & Dalgleish, 1999; Vasey, Daleiden, Williams, & Browon, 1995) y ansiedad de
evaluación (Vasey, El-Hag, & Daleiden, 1996). Por último, con una exposición intermedia
(i.e., 1250 ms) los resultados han sido mixtos: un sesgo atencional hacia las escenas de
amenaza en los niños con ansiedad elevada y ausencia de sesgo en los de ansiedad baja
(Waters, Wharton, Zimmer-Gembeck, & Craske, 2008), si bien ambos niveles de ansiedad
Con respecto a muestras no-clínicas, Waters, Kokkoris, Mogg, Bradley y Pine (2009)
realizaron un estudio con un SOA corto y otro largo (500 y 1250 ms, respectivamente) que
presentaron al mismo grupo de niños “normales” con diferente nivel en ansiedad. Los autores
baja. Según el meta-análisis de Frewen et al. (2008) el sesgo atencional se disiparía a través
de los dos SOAs, mientras que según el meta-análisis de Bar-Haim et al. (2007) y los estudios
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de Heim-Dreger et al. (2006) el sesgo no variaría a través de estas exposiciones. Otra
estudio era comprobar si se producía un sesgo atencional hacia las caras alegres. Los
resultados mostraron un sesgo de evitación de caras de amenaza en los niños con ansiedad
elevada, que no varió en las dos exposiciones (500 y 1250 ms) y ausencia de sesgo en los de
ansiedad baja. No hubo efecto de la ansiedad sobre el sesgo de caras alegres. Los autores
explican el sesgo de evitación en ambos intervalos aduciendo que al encontrarse dicho sesgo
en niños con ansiedad elevada, es posible que éstos manifestaran ansiedad generalizada
durante todo el transcurso de la prueba y esto pudo afectar a que la dirección del sesgo no se
concluyente. El hecho de que se hayan obtenido resultados mixtos sugiere plantear nuevos
ELEVADA?
debate entre los autores interesados en determinar el curso del desarrollo del sesgo. En estos
estudios las dos variables importantes son: la edad de los participantes y su nivel de ansiedad.
Kindt y cols. (Kindt, Bierman, & Brosschot, 1997; Kindt, Brosschot, 1999; Kindt, Brosschot,
& Everaerd, 1997; Kindt & van den Hout, 2001) han hallado evidencias de que el sesgo
atencional está presente en todos los niños y no sólo en los de mayor ansiedad. Para explicar
estos resultados se basan en su “hipótesis de la inhibición”, según la cual los niños no-
17
ansiosos aprenden a inhibir el sesgo de amenaza, a medida que aumenta la edad, cuando la
amenaza tiene una intensidad moderada, mientras que los niños con mayor ansiedad no lo
logran. Morren, Kindt, Van den Hout y Kasteren (2003) sugieren que esta capacidad
inhibitoria de los no-ansiosos se desarrolla entre los 7 y 11 años, por tanto, el sesgo puede no
estar presente en los niños con edad inferior (Hadwin, Garner, & Perez-Olivas (2006). Esta
idea es contraria a la hipótesis del “sesgo integral”, propuesta por Martin, Horder y Jones
(1992) y Martin y Jones (1995), que sostiene que el sesgo atencional de amenaza y la
ansiedad van de la mano de forma muy temprana en la vida del niño y los procesos cognitivos
imágenes de serpientes, arañas, tiburones, etc. como estímulos de amenaza, que presentaron a
niños con ansiedad clínica y a un grupo de control, con edades comprendidas entre los 9 y 12
años. Todos los niños de esta edad mostraron un sesgo atencional hacia los estímulos de
amenaza (Expto. 1). También observaron una mayor atención hacia dichos estímulos en un
grupo mixto de niños con ansiedad clínica (i.e., ansiedad generalizada, ansiedad social, fobia
social y fobia específica, Expto. 2), aunque el efecto no fue significativamente diferente del
grupo de control. Para explicar este sesgo de procesamiento de imágenes de amenaza en toda
la muestra, los autores sugieren que el emparejamiento de los miedos de los niños y las
estímulos apropiados para explorar los sesgos de procesamiento en niños y el uso de imágenes
del sesgo en una muestra de niños que dividieron en dos grupos: de 5 a 9 años y de 10 a 11.
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Mediante una técnica de detección de punto y dos intervalos temporales en la presentación de
los estímulos (1000 vs. 750 ms), hallaron que todos los participantes, independientemente de
su nivel de ansiedad, mostraron sesgo atencional hacia los estímulos de amenaza, aunque el
sesgo fue más pronunciado en los niños con mayor ansiedad en la exposición más corta.
En definitiva, aunque los datos presentados son favorables a un sesgo atencional en las
primeras etapas del desarrollo en todos los niños, independientemente de su nivel de ansiedad
(Nightingale, Field y Kindt, 2010), los estudios en esta línea aún son escasos y la falta de
investigación longitudinal no permite extraer conclusiones definitivas sobre este aspecto del
sesgo en la niñez.
familia (Turner, Beidel, & Costello, 1987) y mientras la asociación entre la ansiedad parental
e infantil puede ser parcialmente explicada por factores genéticos, la influencia ambiental que
los padres ejercen sobre sus hijos probablemente representa una contribución específica
importante en la transmisión del miedo. Field y Cartwright-Hatton (2008; citado por Lester,
Field, Oliver, & Cartwright-Hutton, 2008) proponen que alguna concordancia entre la
ansiedad de padres e hijos puede ser debida a que los primeros transmiten su estilo cognitivo a
los segundos. Si esto es así, cabría esperar una correlación entre los sesgos de ambos. Los
datos empíricos encajan con estas observaciones teóricas. Por ejemplo, Moradi, Taghavi,
Neshat-Doost, Yule y Dalgleish (1999) demostraron mediante el paradigma Stroop que niños
palabras relativas a traumas, comparados con niños cuyos padres no padecían este
diagnóstico. Los autores propusieron que los niños con estrés post-traumático estaban
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expuestos a niveles más altos de distrés emocional debido a la influencia de sus padres y que
el contagio emocional entre padres e hijos podía afectar a los procesos atencionales de los
niños. Del mismo modo, Pine, Klein et al. (2005) trabajaron con niños donde un padre (o
ambos) estaba diagnosticado con desorden de pánico, trastorno depresivo mayor o sin
trastorno. Los niños cuyos padres sufrían de trastorno de pánico o trastorno depresivo mayor
tuvieron mayores niveles de ansiedad comparados con los niños cuyos padres no sufrían estas
alteraciones. Más específicamente, los niños con padres con desorden de pánico manifestaron
más miedo ante las caras emocionales y tardaron más tiempo en llevar a término su decisión.
los miedos de los padres puede ejercer sobre el sesgo de sus hijos. Por ejemplo, Muris,
Steerneman, Merckelbach y Meesters (1996) encontraron que niños de madres que tendían a
verbalizar sus miedos presentaban un elevado miedo ante estímulos y situaciones específicas
y que dichos miedos estaban relacionados con los miedos de sus madres. También se ha
encontrado que el aprendizaje vicario en forma de información negativa aportada por los
adultos puede producir un incremento en el miedo de los niños (v.gr., Field, Argyris, &
Knowles, 2001). Similares resultados se han obtenido cuando se ha adquirido miedo mediante
condicionamiento vicario (v.gr., Gerull & Rapee, 2002; Olsson & Phelps, 2004).
estudiado el efecto diferencial que las madres (con respecto a los padres) con ansiedad
elevada tienen sobre el sesgo atencional en sus hijos. Los autores presentaron a niños de 7 y 8
años de edad estímulos de caras humanas mediante una tarea de detección del punto. Los
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resultados mostraron que la ansiedad de la madre (pero no la del padre) estaba asociada con
un sesgo de vigilancia atencional para caras de amenaza en los niños. Aunque este estudio es
prometedor para dilucidar el efecto diferenciado que ejerce cada uno de los padres, pocos
trabajos han tratado esta cuestión, por lo que no es posible extraer conclusiones definitivas
hasta contar con más apoyo experimental. En definitiva, los estudios referidos apoyan el
hecho de que la familia influye en el desarrollo de los sesgos de sus hijos, sin embargo, los
5. MODELOS TEÓRICOS
Se admite que los mismos mecanismos que pueden explicar el sesgo de amenaza en
los adultos pueden hacerlo también en los niños y adolescentes. La literatura más reciente
intervienen procesos de carácter automático. Las personas con rasgo de ansiedad bajo, en este
estadio de procesamiento temprano, asignan recursos fuera de los estímulos valorados como
mostrando un sesgo de evitación atencional. Sin embargo, las personas con rasgo de ansiedad
elevado dirigen sus recursos pre-atencionales de modo prioritario a los estímulos de amenaza,
con lo que focalizan su atención preferentemente en ellos, desambiguan los estímulos neutros
21
ansiedad afectaría al estadio más pasivo y automático del procesamiento, haciendo que las
representaciones mentales de amenaza estuviesen más accesibles a las personas con mayor
ansiedad. El estado de ansiedad afecta a este estadio, intensificando el valor de amenaza del
Asignación de Recursos- analiza el estímulo con mayor profundidad y determina los recursos
se dirigen fuera del material amenaza y, por ello, los estímulos de amenaza suponen un
Dos son las predicciones básicas de este modelo con respecto a la ansiedad: 1) Se
la atención hacia el estímulo o fuera de él. En la interacción entre ambos factores se predice
que en ausencia de estrés habrá poca diferencia en los sesgos atencionales en función de la
ansiedad. En cambio, cuando el estado de ansiedad o el nivel de estrés sean elevados, las
personas con mayor ansiedad dirigirán su atención hacia los estímulos de amenaza más que
los positivos o neutros, dando lugar a un sesgo de vigilancia atencional Por el contrario, las
personas con menor ansiedad, en las mismas condiciones, tenderán a evitar procesar dichos
22
5.2. Hipótesis Cognitiva-Motivacional de la Ansiedad (Mogg & Bradley, 1998)
funciones se corresponden, en gran medida, con los procesos de evaluación descritos por
LeDoux (1996) y con el Mecanismo de Decisión Afectiva de Williams et al. (1997). Tales
funciones consisten, de una parte, en realizar un análisis rápido y genérico del estímulo para
extraer información acerca de la posible peligrosidad del mismo. De otra, en integrar otro tipo
como “amenaza severa”, entonces este sistema automáticamente interrumpe las actividades en
curso y dirige sus recursos hacia él. Si, por el contrario, el estímulo es evaluado como
Los dos componentes referidos de este modelo tienen un importante valor adaptativo.
Ello se debe a que son sensibles a estímulos que pueden arriesgar el bienestar el organismo y,
distinguir ente los procesos implicados en la evaluación de la amenaza del estímulo y los
23
procesos conductuales. b) Puede ayudar a explicar las respuestas diferenciadas de las personas
Según esta la Hipótesis, la relación entre el valor sujetivo de amenaza del estímulo y
implica una “amenaza leve”, entonces la atención tenderá a desviarse del estímulo,
bien porque objetivamente la peligrosidad del estímulo ha aumentado y/o por efecto de un
El rasgo de ansiedad actúa sobre el SEV y puede ser el principal factor que subyace a
tales procesos evaluativos. Más aún se considera que el rasgo está asociado con umbrales
perceptivos diferenciados. Así, las personas con rasgo de ansiedad elevado podrían evaluar
como “amenazante” una señal inocua o con mínima amenaza, dirigir sus recursos de
procesamiento hacia ella y producir un sesgo de vigilancia. En cambio, las personas con rasgo
bajo podrían evaluar el mismo estímulo como “amenaza trivial”, desatenderlo a favor de otro
ésta de modo diferente en función del rasgo de ansiedad. Esto implica que las personas con
las personas con rasgo bajo pasarán a mostrar un sesgo de vigilancia en lugar del sesgo de
24
En estas condiciones de incremento del valor de la amenaza y rasgo de ansiedad bajo
a medida que el valor de la amenaza del estímulo se incrementa por encima de un cierto
umbral de severidad, las personas con rasgo bajo tienden a dirigir su atención hacia el foco de
amenaza, produciendo un sesgo de vigilancia. En cambio, para Williams et al. estas personas
sistema de detección de amenaza debe asegurar que la atención se dirige hacia los estímulos
con amenaza real o severa. Por tanto, es lógico que incluso las personas con rasgo bajo de
Esta propuesta, como los mismos autores señalan, es una adaptación del modelo de
Williams et al. (1997) al que han incorporado algunos elementos nuevos. Tres son las
A. Mathews y Mackintosh comparten con otros autores (v.gr., Öhman, 1993; Williams
et al., 1997) la idea de que el procesamiento del significado emocional de un estímulo ocurre
25
reconocimiento consciente. Los efectos de interferencia emocional, mayores en las personas
con ansiedad que en las de control, incluso cuando el enmascarado de los estímulos impide
amenaza de los estímulos y almacenar los atributos asociados con peligros. La evaluación del
los atributos de un nuevo estímulo encajan con las representaciones de peligro almacenados,
y no consciente. La vía tálamo-amígdala, descrita por LeDoux (1996), podría estar implicada
en este proceso. No obstante, los indicios de amenaza también pueden captar la atención
consciente del sujeto. En este caso debido a la vía tálamo-cortex-amígdala, más larga, lo que
se traduce en más tiempo e implica procesos más elaborados. De esta manera, el modelo
asume las dos vías neurológicas descritas por LeDoux (1996) para el procesamiento de
información de amenaza: la vía amigdalina, rápida e imprecisa, y la vía cortical, más lenta
indicios de amenaza que antes eran insuficientes para desencadenar la evaluación del SEA lo
de vigilancia. Este efecto será mayor en las personas con rasgo de ansiedad elevado por dos
26
razones: Primera, porque las diferencias constitucionales pueden hacer que el umbral de salida
del SEA sea permanentemente más bajo en unas personas (v.gr., rasgo de ansiedad elevado)
que en otras (v.gr., rasgo bajo). Y, segunda, porque las reacciones de vigilancia, más
El modelo plantea que el sesgo atencional en la ansiedad sólo es posible cuando dos o
presenta un solo estímulo es fácil acumular suficiente activación para captar la atención. Por
el contrario, cuando hay un estímulo o atributo crítico al que atender (v.gr., neutro
indicios de amenaza), los atributos de todos los estímulos son procesados en paralelo. En estas
En el caso de estímulos que pudieran implicar una amenaza potencial, los efectos
más notorios. La razón es que la activación de las representaciones asociadas con peligros se
incrementa por la evaluación procedente del SEA. La interferencia que esta activación
adicional produce puede contrarrestarse por un esfuerzo voluntario (o por efecto de las
27
3. Sesgo de vigilancia atencional en niveles bajos de ansiedad.
personas con rasgo bajo de ansiedad mostrarán un sesgo de evitación atencional ante indicios
Los indicios de amenaza grave en este modelo siempre activarán las representaciones
de ansiedad. Si tales representaciones son suficientemente firmes, entonces podrán inhibir las
de su nivel de ansiedad. En contraste, los indicios de amenaza leve captarán la atención sólo
en las personas con ansiedad elevada. Se asume que estas personas contienen más
sensibles a las señales asociadas con castigo (Gray, 1987) y, por tanto, podrían haber
acumulado más información de amenaza. El efecto del estado de ansiedad será captar la
atención involuntaria con menor ansiedad. El rasgo por si solo parece ser insuficiente para
En este trabajo hemos revisado la literatura más reciente sobre el sesgo atencional
1. Los estudios con los dos paradigmas experimentales clásicos para la detección
del sesgo constatan la existencia del mismo. En concreto, los datos con el paradigma Stroop
28
emocional muestran un mayor tiempo de reacción al nombrar el color de las caras de amenaza
De igual modo, en el caso de la tarea de detección del punto, la localización de éste cuando
los niños un sesgo de vigilancia o de evitación atencional, los resultados por el momento son
mixtos, habiéndose obtenido evidencias de un sesgo de vigilancia en niños con fobia social,
la amenaza en muestras con ansiedad generalizada y ansiedad social; también hay estudios
(v.gr., Waters, Mogg, Bradley, & Pine, 2008) donde no emergió ninguna de las dos
posible extraer conclusiones definitivas, debido a las evidencias del sesgo de evitación y
ausencia de sesgo.
3. La variable relativa al curso temporal del sesgo está relacionada con el punto
evitación atencional o, incluso, se pasa de una tendencia a otra según el intervalo de SOA. Los
estudios con un SOA corto (e.g., 500 ms) y ansiedad clínica han mostrado resultados mixtos,
evitación. Cuando las exposiciones de los estímulos han sido largas (e.g., 1000 ó 1500 ms), el
sesgo de vigilancia se ha mantenido, mientras que con un SOA intermedio de 1250 ms los
resultados vuelven a ser mixtos: sesgo de vigilancia en niños con ansiedad elevada y ausencia
29
En los estudios con muestras no clínicas, los resultados muestran un sesgo de evitación
tanto en un SOA corto como largo, si bien se apunta a que este resultado puede ser debido a
que los niños pueden manifestar ansiedad generalizada durante toda la prueba y este hecho
puede hacer que no haya variaciones en la tendencia del sesgo, independientemente del nivel
de SOA. En definitiva, los datos relativos al curso temporal del sesgo están pendientes de
mayor evidencia experimental y del empleo de intervalos de SOA más prolongados, a fin de
poder discernir con mayor exactitud en qué medida el sesgo en los infantes tiene un carácter
4. Los pocos estudios que han abordado si el sesgo se produce en todos los niños
a edades tempranas o sólo se manifiesta en los de ansiedad elevada, son favorables a un sesgo
atencional en todos los niños en las primeras etapas del desarrollo. En cualquier caso, este
padres sobre los sesgos de procesamiento en sus hijos, revelan que los entornos con riesgo
elevado incrementan el distrés y pueden desarrollar sesgos en los niños a través de un proceso
vicario. Sin embargo, los mecanismos que subyacen a la relación ansiedad parental-sesgos de
6. Finalmente hemos descrito varios modelos teóricos que tratan de explicar el sesgo
propias. Así, por ejemplo, un elemento distintivo que merece resaltar de la Hipótesis
al modelo de Williams et al. (1988, 1997), es que a medida que el valor de la amenaza
incrementa, las personas con rasgo bajo de ansiedad dirigen sus recursos hacia ella, dando
30
atencional, como propone Williams et al. La explicación que se aporta es que de no ser así, la
acometer, hay que señalar que aunque el sesgo ha experimentado un importante desarrollo en
las últimas dos décadas, aún están pendientes de confirmar varios aspectos del mismo, como
hemos señalado en los apartados correspondientes y también acabamos de hacer aquí. A esto
hay que añadir otras cuestiones que por el momento no han sido tratadas como, por ejemplo,
refinar la investigación sobre los distintos estadios de procesamiento en los que difieren los
niños y adolescentes con ansiedad elevada y ansiedad baja. También si la noción de sesgo de
apoyo experimental a esta relación causal. Con respecto a cuestiones metodológicas, hay que
magnética funcional pueden aportar datos muy valiosos, hasta ahora desconocidos. Por
que subyacen al sesgo. Del mismo modo parece relevante realizar estudios longitudinales para
establecer la relación entre padres con alteraciones ansiógenas y su influencia en los sesgos
cognitivos de sus hijos, como ya hemos señalado. El estudio de la magnitud del sesgo en
función del tipo de desorden de ansiedad también es un tema pendiente. Por último, echamos
en falta datos en niños sobre la confluencia entre rasgo y estado de ansiedad, aspecto del
sesgo sobre el que sí existen evidencias en adultos. A nuestro entender, sería deseable que
estas cuestiones fuesen temas de interés para próximos estudios, ya que supondrían un avance
31
Además, aportarían datos sobre las semejanzas y diferencias con respecto al sesgo en las
personas adultas.
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