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oducción genera
generall
Y si alg uie
ui en os dij er e algo
alg o, de
decid:
cid: El Se
Señor
ñor los ne
nece
cesi
si--
ta (Mateo 21:3)
Los eventos relacionados a la Semana Santa tienen por
centro a nuestro Señor Jesucristo. Él es su razón de ser y
su significado más profundo. A través de esos aconteci-
mientos la historia adquiere un nuevo sentido, y la vida
del ser
ser humano rre
ecibe una
una nueva
nueva esperanz
esperanza a.
Por lo general, cuando revisamos esos acontecimientos,
llama poderosamente nuestra atención la maldad de los
lideres religiosos, la indecisión de las autoridades roma-
nas y, sobre todo, la incomprensión cruel de sus propios
discíp
di scípul
ulos.
os. La gran ma
mayor
yoríía de los a
actor
ctorees y espectado-
spectado-
res de la Semana de Pasión dejan ciertamente mucho que
desear.
Sin embargo, en medio de ese ambiente tan sombrío y
deprimente se encuentran personas y objetos que el Se-
ñor utilizó para poder llevar a cabo su obra expiatoria.
Así sea un burrito humilde o unos jóvenes entusiastas,
un perfume caro o una tosca cruz, todos ellos se convir-
tieron en instrumentos útiles en las manos del redentor.
De esa forma, nos sirven de ejemplo a los seguidores de
Cristo, quienes a veces pudieran sentirse inservibles, o
actuar de manera indiferente en la obra del Señor. No
hay nada ni nadie que Dios en su gracia no pueda llegar
a usar para aportar algo valioso en el extendimiento de
su reino.
Dom in go de Ra
Ram os
El r abimóvil
abimóvil
(Mateo 21:1-11)
es dueño para
humildes del universo, utilizó
llevar a cabo suhasta
obra. los elementos más
II. No hay palabra, por muy antigua que sea, que no
v ay a a se
serr cum pl id a por el Se
Señor
“Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho
por el pr ofeta, cuan
cuando
do dij
di j o: D
Deeci
cidd a lla
a hi j a de Si
Sion:
on: He
He
aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una
asna, Sobre un pollino, hijo de animal de car-
ga.” (21:4-5)
Nada de lo que sucede el Domingo de Ramos es casua-
lidad, ni siquiera el pollino. Nada acontece que no esté
incluido desde la eternidad en el plan de Dios. Ni el al-
boroto ni la algarabía de la muchedumbre tomaron a
Dios por sorpresa ese domingo, como tampoco lo hi-
cieron la inquina y maldad de la multitud el Viernes
Santo. No hay accidentes en esta historia de la salva-
ción que tiene como centro la obra expiatoria de Jesús.
Esto es evidente a la luz del sinnúmero de profecías y
promesas que se encuentran a lo largo de las páginas
del Antiguo Testamento. Hay algunas de ellas bastante
claras, mientras que hay otras que van a hallar sentido
a la luz de su cumplimiento en Cristo Todo forma par-
te deun
este un
uni veplan
r so. para
iver salvar
Desde al mundo,
el momento en para
en que Areconstruir
dán y Ev
Evaa
comieron del fruto prohibido, apareció la sombra de la
cruz, la única manera posible de reparar el daño a la
creación.
Pero las palabras de la Escritura son algo más que eso:
Son un recordatorio de que, no importa la dificultad
que estemos pasando, si Dios cumplió sus promesas
en su Hijo, él cumplirá sus promesas en tu vida.
III. No hay pueblo, por muy reacio que sea, que pue-
cer in di f er en t e an t e el Señ or .
da perm an ecer
“Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se con-
movió, diciendo: ¿Quién es éste?” (21:10).
El lugar donde se dan citas los eventos de Semana San-
ta es
es J er usalén. El
El pueb
puebllo que
que se
se cconvi
onvieer te en
en te
t esti
stigo
go
del arribo del Mesías y de la realización de su obra re-
dentora es el pueblo judío. A lo largo de la historia, la
actitud de ambos ha dejado mucho que desear.
Sin embargo, a pesar de la dureza y rebeldía recurrente
de esta nación, este día los acontecimientos abrumado-
res la dejarán conmovida. Los canticos de la multitud
son un claro reconocimiento al Mesías. Su arribo en un
polll ino es
pol es cumplimie
cumpli miento
nto de la Escri
scritur
tura
a De allí que l a
pregunta esperada es: ¿Quién es este?
Seguramente el pueblo judío debió sentirse confundi-
do. Ellos querían un Mesías, es cierto, pero indepen-
dientemente de lo que las Escrituras dijeran, su inter-
pretación giraba en torno a un personaje distinto. Sus
expectativas solo tenían lugar para un conquistador
poderoso, capaz de derrocar al imperio romano, y co-
l ocar
ocar a Isra
Isr ael a la cabe
cabezz a de l as naci
naci ones. Ell
Ellos
os desea-
desea-
Introducción:
¿Qué pasa cuando la presencia de Cristo no es bienve-
nida en la iglesia? ¿Qué sucede cuando aquel que debe-
ría ocupar el lugar de honor entre su pueblo le resulta
incómodo, y, hasta un extraño? Más importante,
¿cuáles son las consecuencias que una iglesia experi-
menta cuando menosprecia, ignora o, incluso, ataca a
aquel a quien debería someterse?
Seguramente
guramente una acti
actitud
tud así hac
hacii a Je
J esús de
d e pa
parr te de su
iglesia nos parece lejana e improbable. Resulta difícil
de imaginar que una iglesia pudiera ofender de una
manera tan grosera a nuestro Señor. Después de todo,
la iglesia lleva su nombre, existe para proclamar su
obra redentora, y le reconoce como jefe y cabeza suya.
Sin embargo, el caso de Israel, que convirtió la “casa de
oración” en una cueva de ladrones, nos advierte de los
peligros
cristiana.latentes
¿De quéque pueden
forma existirel en
desvirtuó toda pueblo
antiguo iglesia
del pacto la relación con el Dios vivo y verdadero hasta
convertirse en el objeto del juicio y de la ira de Dios?
Un pu eblo q ue des
deshonr a el temp lo
“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a to-
dos los que vendían y compraban en el templo” (v.12).
La mayoría de las naciones han tenido lugares emble-
máticos y significativos
de Jerusalén, para
aparte de ser susconstrucción
una ciudadanos.muy
El templo
bella,
representaba para los judíos algo muy importante: la
presencia de Dios en medio de ellos. De allí que los Sal-
mos hablaran de la ciudad como la “hermosa provin-
cia, el gozo de toda la tierra”, no porque fuera una
gran ciudad, sino porque era la “ciudad del gran Rey”.
T odo eso contras
Todo contrasta
ta co
con
n la ima
imaggen que ofr
ofreece cua
cuando
ndo
J esús, el
el Mesía
Mesíass de Israel
Israel viene
viene a Su ca
casa
sa:: ve
vende
ndedore
doress
gritando, animales seguramente haciendo sus necesi-
dades, la gente regateando. ¡Qué espectáculo! Puede
compararse a una plaza o un mercado, menos a la casa
de oración para lo cuál este lugar había sido consagra-
do.
Aun para los creyentes del nuevo pacto, para quienes
el templo ha perdido algo de relevancia, ya que Jesús
es el verdadero templo (Juan 2:19), y nosotros como
iglesia somos el templo del Dios viviente (1 Corintios
3:16), un espectáculo así ería impensable. Sin embargo,
si un pueblo tan escrupuloso como el judío pudo llegar
a desvirtuar de tal forma su lugar de adoración, debe-
mos de ser cuidadosos de no caer en una situación se-
mejante.
Un p u ebl o q u e desa
desaf ía a Jesús
“Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo
las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando
en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se
indignaron“ (v. 15).
Una señal evidente de incredulidad y apostasía es
cuando la presencia misma del Señor resulta irritante
para gente que tanto esperaba su venida. En lugar de
haber sido recibido como lo que es, el ungido de Dios,
J esús se convie
convierte
rte e
en
n el blanco
blanco de la
l as protesta
protestass de
d e los
principales líderes religiosos. Su presencia los abruma,
su poder los atemoriza, su autoridad los desarma.
No se trata de gente ignorante, desprovista de recursos
para averiguar la verdad o examinar las evidencias que
prueban el cumplimiento de las Escrituras. Sin embar-
go, ellos son guardianes de los paños y odres viejos,
que no puede resistir el mensaje de gracia, salvación y
amor que el Señor Jesucristo ofrece. De allí que lo úni-
co que pue
pueden hace
hacerr es encar
encar ar a Je
J esús, re
r eprocharl
pr ocharle
e,
sin argumentos, acerca de lo que está sucediendo.
Así que, en lugar de someterse humildemente a la lim-
pieza y renovación que Cristo ha comenzado, los líde-
res religiosos se atreven a desafiar a Jesús. De esta for-
ma, anticipan el desafío extremo que harán en el mo-
mento de la crucifixión: “Su sangre sea sobre nosotros,
y sobre nuestros hijos” (Mat. 27:25). Prefirieron eso,
ante
ntes que
que humil
humil lar se y some
someterse
terse al
al Salvador
vador..
Un pu ebl o qu e desv
desv ir t úa las
las Esc
Escrr it ur as
“Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los
ni ños y de los los q
que
ue maman per
per f ecc
ccii onaste la
la alab
alaban-
an-
zza?
a? ((2
2 1 :16
:1 6 ).
¿Nunca leyeron? Si de algo se enorgullecían los escri-
bas era de conocer la Escritura al derecho y al revés. Se
sabían de memoria porciones extensas de ella. Eran,
además, sus intérpretes oficiales dentro del pueblo de
Israel y sus guardianes exclusivos.
Sin embargo, sus prejuicios eran más poderosos que
todo lo que pudieran saber. Tenían ojos para ver pero
no veían, oídos para oír pero sin entender. La clave pa-
blo.
poderSupara
presencia no es decorativa.
transformar, No proclamamos
sanar y limpiar solo como unsu
formalismo. Creemos que él sigue obrando de forma
poderosa y extraordinaria y cuando la iglesia cree esto,
entonces, los ciegos, los cojos, los indigentes, aquellos
que muchas veces no hayan cabida en nuestros tem-
plos, se acercarán, no al templo, sino a Jesús. Así la
iglesia proclamará la sanidad y la salvación que él vino
a traer como el mesías prometido.
Marr tes de c
Ma cont
ont r ov er sia
¡N o está
estáss llej
ej os d
del
el r ei
einn o de D i os
os!!
(Mar cos 12:28-
1 2:28-34
34))
Las
hemosexpresiones
estado deque se usan
lograr algo para indicar
abundan. Porloun
cerca que
poquiti-
to, por un pelito, por una milésima, caliente-caliente,
etc. En algunas ocasiones, el no haber quedado tan le-
jjos
os de algo nos llena
llena de satisf
satisfaacción.
cción. En
En otra
otras,
s, estar
star tan
tan
cerca de algo y no lograrlo, puede ser motivo de moles-
tia. Más si no tenemos otra oportunidad de lograrlo.
En el pasaje que tenemos para consideración, encon-
tramos una frase que puede parecerse a las ya mencio-
nadas: “No estás lejos del reino de Dios”. El Señor diri-
gió estas palabras a un escriba por su conocimiento
acertado de las Escrituras. Al igual que para el escriba,
para muchas personas unas palabras así podrían signi-
ficar un elogio. Pero si lo meditamos detenidamente,
cuando de nuestro destino eterno se trata, estar cerca
no es suficiente. A menos que demos el paso audaz de
abandonar nuestras falsas pretensiones de autosalva-
ción y depositemos totalmente nuestra confianza en
J esús, no importa cuá
cuán ce
cerca
rca podamos
podamos estar.
star. J amás
más
disfrutaremos la bendición de estar dentro de su reino.
Para ilustrar esta verdad vamos a examinar las contro-
versias que el Señor tuvo con los líderes religiosos de
Israel y que precedieron su diálogo con el escriba. Esas
controversias nos mostrarán a gente que puede decirse
que estaba cerca, pero no dentro del reino de Dios. Pe-
ro más importante, examinaremos los motivos por los
cuáles una persona tan religiosa puede quedarse tan
cerca y nunca entrar en el reino.
La indecisión de los sacerdotes, escribas y ancia-
nos. (11:27-33)
Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos,
dell ccii elo, di
de dirr á: ¿Por
¿Por qué
qué,, pues
pues,, no lle
e cr eí ste
steii s? ¿Y si de
deci-
ci-
mos,
mos, de llo
os hombr
hombrees...? Per
Per o te
temían
mí an a
all puebl
pueblo
o (11
(11:31
:31 -32
-32))
La primera comitiva que se acerca al Señor es un grupo
selecto, cada uno de ellos guardianes celosos de algún
aspecto de la vida del pueblo de Israel. Los sacerdotes
representan la autoridad religiosa, los ancianos la au-
toridad laica, y los escribas la autoridad de la Palabra
de Dios.
Como era de esperarse, el asunto que traen a colación
delante
T
Tie
iene deve
ne que Jesús
ver conno
con unes paraque
tema
tema qunada
e ha trivial
hasta
sta e o mezquino.
ell día de hoy si-
gue siendo de suma importancia como lo es la autori-
dad de Jesús. Sin duda que la purificación del templo
es una acción que demandaba una explicación, Nadie
se atrevería a una acción semejante a no ser que estu-
viera respaldado por una autoridad válida. De allí la
pregunta: ¿C on qué autor
au torii dad haces estas co cosas,
sas, y
quié
qui én te d
dii o a
auto
utorr i dad p
par
ar a hace
hacerr estas co
cosas?
do, políticos.
nombre Mientras
lo indica, queen
estaban losfavor
herodianos, como del
a la sumisión su
pueblo judío a Roma, los fariseos eran todo lo opuesto.
Sin embargo, en esta ocasión van a hacer una tregua y
se van a unir para venir a Jesús.
Sin embargo, el evangelista nos informa que esta coali-
ción no tiene intenciones honestas. Tiene la finalidad
de encont
encontrr ar alguna manera
manera de atr
atraapar a Je
J esús. Así
A sí que
diseñan un artilugio que ellos piensan Jesús no podrá
eludir. Cualquier respuesta lo meterá en problemas,
sea con el gobierno romano, o sea con el pueblo de Is-
rael. El dilema presentado e introducido con elogios a
J esús es el siguie
siguiente
nte:: ¿E
¿Ess lílíci
cito
to dar tr i buto a C ésar , o
no? ¿D ar emo
mos,
s, o no da
darr emos?.
mos?.
El asunto es, sin duda, de suma importancia. Las rela-
ciones iglesia-estado han sido motivo de largas discu-
siones a través de los siglos y los creyentes han toma-
do posturas distintas en relación a este asunto. Y aun-
que la respuesta de JJe
esús o
off r ece una a
ayuda
yuda para resol-
ver ese asunto, nuestro interés es en advertir la forma
en que la hipocresía impide a muchas personas cercar-
se ho
honestame
nestament
nte
e a J esús
sús.. Puede
Puede sucedernos
sucedernos a sus se-
guidores contemporáneos que a veces en el templo so-
mos una cosa y en el trabajo o en la vecindad otra.
La ignorancia de los saduceos
¿N o er r ái
áiss por esto, por
por que i g n or áis
ái s las Escr i tur as, y el
poderr de D i os? (12
pode (1 2 :1
:155 ).
El día
dí a no podía
podí a conclui
concluirr sin que e
ell otro grupo d
domina
ominan-
n-
te entre los judíos también se ofreciera para hacer un
intento más de atrapar a Jesús. Los saduceos eran el
grupo aristócrata de Israel y ellos presentan a Jesús un
problema hipotético
insoluble. Se que,
trata del desde
caso su perspectiva,
de una resulta
mujer que, siguien-
do la ley del levirato, tuvo siete maridos, y que, al lle-
gar a la eternidad, representaría un problema a la hora
de asignarle a uno de ellos como marido.
En realidad, los saduceos ni siquiera creían en la resu-
rrección por lo que presentan este problema solo para
dive
di verr tir
ti r se a costa
costa de Je
J esús. Estaba
Estaban mumuyy seguros
seguros que
que la
Escr
Es criitura
tur a apoyab
apoyaba a su punto
punto de vivi sta. Sin embargo,
embargo, J e-
sús fustiga su ignorancia de la Escritura y del poder de
Dios. Del poder de Dios porque son incapaces de ima-
ginar un mundo en el que las relaciones que experi-
mentamos ahora como el matrimonio serán innecesa-
rias en la eternidad. Y de las Escrituras porque Dios es
un Dios de vivos, no de muertos. Y prueba de esto es
que Dios sigue siendo el Dios de Abraham, de Isaac, y
de Ja
J acob. Él
Él no se aver
vergüenz
güenza a de llama
marr se Dios
Di os de
de
ellos, porque les ha preparado una ciudad, en la cual
morarán, no solo
fe sí entrarán en elellos,
reinosino todos aquellos que por la
de Dios.
Miércoles
Miércole s de r eti r o
En m
meemor i a de ella
lla
Mar cos 14:
1 4:1-
1-11
11
encontrarlos, incluso,
mostrarán cuánto puedeenvaler
nuestras
Cristo iglesias.
para unaEllos nos
persona.
La hosti li dad cri m in al d e los sa
sacer
cer dot es
“...y buscaban los principales sacerdotes y los escribas
cómo prenderle por engaño y matarle” (v. 1)
La acti
actitu
tud
d negati
negativa
va más
más extr
extre
ema hacia
hacia J esús
sús e
ess re
repre
pr e-
sentada por los líderes religiosos de Israel. Son perso-
nas que tienen
tienen en poco la
l a vi
vida de Je
J esús. No toman e esta
sta
postura porque Cristo no sea valioso, sino porque él
representa una amenaza a sus intereses y un peligro
para su posición de privilegio entre el pueblo. De allí
que han tomado una determinación criminal: acabar
con la vida de Jesús.
Sin embargo, tampoco quieren meterse en problemas.
Buscan cometer
do tipo de el crimen
alboroto. Lo quea resulta
escondidas para evitar
inesperado to-
es que
quienes perpetran este asesinato sean personas que se
precian de religiosidad y de moralidad. Esto nos dice
que los
los enem
enemiigos de Je J esús no
n o se encuentr
encuentraan so
soll ame
ment
ntee
entre los filósofos y científicos ateos, sino que pueden
estar incluso en las bancas de una iglesia. Son perso-
nas que van minando sus enseñanzas, suavizando sus
demandas, y distorsionando la figura del verdadero
J esús. Hay
Hay mu
mucchos libros
li bros de teolog
teología
ía que ha
hace
cenne evo
voca
carr
las palabras de María ante el sepulcro: “se han llevado
a mi Señor, y no sé dónde le han puesto” (Jn 20:13).
La h i pocr esía t r ai dor a de Jud
Jud as Isca
Iscarr iot e
“Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los
principales sacerdotes para entregárselo” (10)
Las intenciones criminales de los líderes del pueblo
van a encontrar una ayuda inesperada que acelerará el
desenlace:
dispuesto a uno de los mismos
entregárselos discípulos
por una suma dededinero.
Jesús está
Que haya sido uno de los discípulos de Jesús nos
muestra que tan cerca podemos estar de él y no tener
una relación personal con el maestro. Judas fue testigo
de los momentos más sublimas al lado de él, y, sin em-
bargo, permaneció solo como un observador.
Las treinta plazas de plata representan el precio conve-
nido por la vida de Jesús. En aquel tiempo era bastante
dinero. Hoy, sin embargo, muchos creyentes están dis-
puestos a traicionar al Señor por mucho menos que
eso. Treinta minutos de sexo, un ascenso en el trabajo,
un matrimonio por conveniencia. La historia se repite,
entre quienes nos decimos seguidores de Jesús.
Las
Las pr i or i dades
dades dese
desen f ocadas
ocadas de los di scípu
scípu l os
“Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron:
¿Para qué se ha hecho este
e ste desperdicio de perfume?” (4)
La siguiente actitud es la más peligrosa porque se viste
de un manto de espiritualidad y de preocupación ge-
nuina por los demás. Es el caso de los discípulos ante
el acto espontáneo de aquella mujer que vino con el
frasco de perfume carísimo en la cabeza del Señor. Su
reacción inmediata es criticar tal acción, la cual consi-
deran un desperdicio innecesario. Y para justificar su
indignación colocan este acto en el contexto de la po-
breza humana, una experiencia que toca las fibras más
profundas
prof undas del
del coraz
coraz ón.
Su actitud quizá pudiera justificarse en otro contexto
(cuando quiera les pueden hacer bien), pero no en éste.
Su problema fue el de no considerar el momento y el
significado de aquella acción. Si hubieran valorado
realmente a Cristo, y su sacrificio inminente, difícil-
mente hubieran considerado un desperdicio ese acto.
Sin embargo, ¿cuántos creyentes no se revisten de la
piedad calculadora de los discípulos? ¿Cuántos creyen-
tes consideran un desperdicio pasar demasiado tiempo
en la iglesia u ofrendar para determinadas causas de la
obra del Señor? ¿Cuántos no terminan desviando el
die
di ez mo que debe
deberí
ría
a ser
ser tra
tr aído
íd o al al f olí
ol í, pa
parr a ca
causas
usas que
consideran benéficas?
Un de
devv oc
oción
ión tot al
“De cierto os digo que dondequiera que se predique este
evan
vangg elio, en tod
todo
oeell mundo,
mun do, tambié
tambi én se cco
ontar á lo q
que
ue
ésta ha hecho, para memoria de ella” (9).
El Señor ofrece como ejemplo de una valoración ade-
cuada
el costodedel
superfume,
persona la acción
sino decosto
por el esta mujer. No es por
del sacrificio. Es
cierto que el perfume era sumamente costoso, pero lo
que resulta remarcable en su acción es que ella rompió
el frasco, no se guardó nada. Al igual que la viuda que
dio todo las únicas monedas que tenía, ella decidió
usarr todo
usa todo aquel
aquel per
per f ume en J esús.
Esta mujer supo valorar a Cristo lo suficiente en mo-
mentos en que nadie más lo hizo. Solo ella supo hacer
algo que podía considerarse apropiado ante la inmi-
nente muerte y sepultura del Señor. Así que, mientras
que otros maquinan contra él, y sus discípulos le me-
nosprecian, ella estuvo dispuesta a hacer de Jesús su
devoción suprema. Ella entendió que no hay adoración
que resulte extravagante cuando del Hijo de Dios se
trata. Por eso, su acción quedó registrada como recor-
datorio para nosotros, que a veces estaremos tentados
a medir y calcular nuestro compromiso con Cristo. O
J esús lo
l o vale
vale todo,
t odo, o puede
puede resulta
resultarr co
costá
stándonos
ndonos todo
aquello
quell o que
que consi
considera
deramos
mos más val
valioso que
que él
él .
Juev es de com
com un ión
El a
amor
mor no ac
acaba
aba
(Ju an 13:1-
13 :1-20
20))
El Señor
quiera Jesús se
cuando nunca deja deasorprendernos,
encontraba pocas horas deniquesi-
sus manos fueran clavadas en la cruz. Esas manos
que son lo suficientemente fuertes para sostener el
universo, pero tan tiernas que sirvieron para tocar a
los enfermos y a los niños, están a punto de enseñar-
nos una valiosa lección. En una escena cargada de
significado, el Señor va a usar sus manos puras y pre-
ciosas para lavar los pies sucios de sus discípulos.
me
menz
nnzó
con
co laótoall
a llavar
avar
toalla losque
a con pi
pieee
sstaba
de losce
estaba di
discípulo
ñscípulos,
ceñ (v.. s,4
i do (v yae
4-5)
-5) enj
nj ug ar lo
loss
T odo lo hiz
Todo hizoo él. Lo que hace
hace es
es consiste
consistente
nte con
con su
carácter. Él no vino para ser servido, sino para servir.
Cada acción fluye de ese amor que él tiene por los
suyos. Cuando un millonario de viaje en Asia, vio a
una joven misionera enfermera limpiar a un anciano
sucio, que acababa de salir del baño, dijo: “yo no ha-
ría esto por un millón de dólares.” La enfermera res-
pondió: “Tampoco yo”. Es solo el amor que nos per-
mite cruzar la barrera de lo que otras personas no
harí
haríaan ni por un millón
mil lón de dóla
dól ares.
res.
El amor de Jesús no es una cortesía, es una nece-
sidad.
“Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le
respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmi-
go.” (Juan 13:8)
“Pues
pi
pie si yo,
es, voso tr oseltambi
v osotr Señor
énydeb
también el éMaestro,
debé lavarr oshelo
i s lava losslavado
pi
pies osvuestros
es llos un
unos
os a
los otros.” (13:14).
El Señor culmina esta lección haciendo de ella una nor-
ma para su pueblo. Él no permite que esta acción que-
de simplemente en buenas intenciones. Sus acciones y
su carácter se convierte en el modelo para la conducta
de su pueblo. Nosotros debemos conducirnos como e
maestro lo hizo
Más tarde lo repetirá de esta forma: “Un mandamiento
nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os
he amado, que también os améis unos a otros. En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis
amor los unos con los otros.” (13:34-35)
No seremos bienaventurados solo por saber estas co-
sas, por sentir algo de emoción y de contrición en un
día como hoy. Como el Señor dijo: “Si sabéis estas co-
Las
Las si
si ete palabr as a l a cr u z
La semana de la pasión de Cristo llega su clímax en el
viernes santo. Es el día en que el pueblo de Israel debe-
ría estar de fiesta celebrando los grandes actos de Dios
en el pasado, que constituyen hasta ese momento, el
tiempo más glorioso de su historia. Sin embargo, el ac-
to más cruel de la historia humana de que se tenga me-
moria se va a gestar en medio de este ambiente festivo
que pre
pr eval
valecía
cía en J er usal
usaléén. La fi
fiesta de la pascua
pascua se
converr tir
conve tir á en la ocasión
ocasión para la crucif
crucifii xión de
dell Hi
Hijj o de
Dios, el Cordero sin mancha, hacia quien aquella festi-
vida
vid ad apunta
apuntaba.ba.
La descripción que nos hacen los cuatro evangelistas
de los sufrimientos del Salvador son bastante gráficos.
Durante su juicio se trajeron testigos falsos, cuyos tes-
timonios no pudieron soportar la evidencia. A pesar de
la inocencia de Jesús, reconocida por un tribunal ro-
mano, Jesús fue condenado a ser azotado con un látigo
cuyas puntas metálicas puntiagudas estaban diseñadas
para cortar la piel. 39 latigazos, que era lo estipulado
por la
l a ley j udí
udíaa, debieron
debieron ca
causar
usar un da
daño
ño prof
profund
undo
oeen
n
la espalda de Jesús.
El Señor soportó además la burla de ser disfrazado co-
mo rey, para convertirse en la mofa de la gente. La co-
rona de espinas que colocaron sobre su cabeza y los
golpes que le deban en ella debió producir igualmente
dolores indecibles. Y qué decir de los clavos que tras-
pasaron sus manos y sus pies, al ser levantado y colga-
do en la cruz.
Sin embargo, aunque el sufrimiento físico era terrible,
el tormento emocional al que fue sometido fue todavía
peor. Las burlas, las blasfemias, las falsas acusaciones,
todas el
el las tenían el
el obj
objeetivo
ti vo de doblega
doblegar su espí
espíri
ritu.
tu.
Nosotros nos preguntamos, ¿No era ya castigo sufi-
ciente? ¿Puede alguien después de tan brutales accio-
nes,
ne s, todaví
nas? todav ía senti
sentir
¿Es todavía r aser
el lguna miser
miser icordi
humano icor
capazdia
ade
por estas
algo per
peque
peor r so-
lo que ya hemos relatado? La respuesta es afirmativa.
Vamos a ace acer ca
carrnos al moment
momento o en que JeJ esús está
pendiendo en la cruz a escuchar las siete palabras. Sin
emba
mbarrgo, en esta
esta oca
ocasi
sión
ón no nosnos referi
referimos
mos a las si
sie
ete
palabras de la cruz, las que Jesús pronunció al estar
allí, que la tradición ya ha consagrado. Escucharemos
las si
sie
ete palabr
palabr as a lla uz . Las palabras que la gente
a cr uz.
que estuvo
ra fila en aquel
dirigieron momento,
a Jesús. espectadores
Palabras en prime-
que buscaban que-
brantar su espíritu. Porque quiero que recordemos,
que la cuent
cuentaa r egresi
gresiva
va no es tanto
tanto de
de J esús, sino
si no de
nosotros,
nosotr os, que podemos
podemos es estar,
tar, como los
los soldados,
sol dados, al
al pie
pi e
de la cruz, jugando a los dados. Tan cerca de la cruz, y
tan lejos de Cristo. ¿Cuál de estas palabras o reaccio-
nes representa nuestra respuesta a la cruz? Veamos,
pues, estas siete palabras:
1. La palabr
palabr a de la di v er sión in opor t un a
Y lo
loss que pasaban
pasaban le i nj ur i aba
aban, n, me
meneando
neando la cab cabeeza, y
diciendo
di ciendo:: T Tú
ú que deder r i bas e
ell tte
empl
mploo, y en tr es días lo rre e-
edi
diff i cas,
cas, sál
sálvate
vate a ti mismo
mi smo;; si er es H Hii j o de D i os, de
descien-
scien-
de de la cr uz uz.. (Mate
(Mateo
o 27
27:3:39,
9, 440 0)
La primera palabra representa un ataque a la veracidad
de Jesús. No llevan la intención de corroborar hechos,
sino de divertirse con el Señor. La incredulidad respira
en el hecho de que al decirlas y frasearlas lo hacían
menando la cabeza.
Así que buscan un momento de diversión a costa de
J esús. Encue
Encuentra
ntran
n algo que crecree
en es una incong
incongrue
ruen-
n-
cia
ci a en el mensaj
mensajee de JJe
esús.
sús. Son
Son perso
personas
nas que
que sabe
saben
n de
de
la Biblia y recuerdan exactamente lo que Jesús ha di-
cho. Estas palabras Cristo las había pronunciado tres
años antes cuando entró al templo al inicio de su mi-
nisterio y llevó a cabo una purificación de ese recinto.
Seguramente las recordaron porque Jesús volvió a en-
trar al templo a hacer lo mismo durante esta semana.
En todo caso, hemos escuchado a este tipo de perso-
nas cuando nos preguntan ¿Con quién se casó Caín?
¿Dónde está el infierno? Creen encontrar en estos
asuntos incongruencias en la Palabra de Dios, pero al
igual que aquellos, sus objeciones no van a funcionar.
2. La palabr
palabr a del of r ecim ient o equ
equ iv ocado
ocado
De eesta
sta maner a también lo loss pr i nci
ncipal
pale
es sacer
sacer do
dote
tes,
s, es
es--
carneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancia-
nos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede sal-
var ; si es el
el R
Reey de Isr
I sr ael
ael, de
descscii enda ahor
ahor a de la cr uz
uz,, y
cr eer emo
moss e
enn él
él.. (Mate
( Mateo o 27
27:4:41-4
1-42) 2)
Esta palabra representa un ataque malogrado a su mi-
sión. Proviene de los máximos líderes de Israel, quie-
nes
que tienen
no puedeun responder.
ofrecimientoPara
queellos,
hacer, peroestá
Cristo queen
creen
sus
manos, pero si fuera capaz de zafarse, creerían en él.
La oferta es diabólica. Describe de manera clara lo que
sería la salvación desde un punto de vista humano. Se
presenta atractiva porque ofrece fe a cambio de que
Cristo baje de la cruz. Solo eso, ¡pero qué condición!
Quieren eliminar del cristianismo algo que pertenece a
su esencia: el sacrificio expiatorio de Cristo.
Sin embargo, la tentación persiste hasta nuestro tiem-
po, y muchas iglesias han caído en la tentación. Han
removido, minimizado o menospreciado la cruz de
Cristo. Prefieren un cristianismo sin cruz, una vida
cristiana sin sacrificio, un mensaje que no ofenda a la
gente. Diluimos conceptos como el pecado, y, al hacer-
lo, la gente no ve la necesidad de un Salvador. Pero,
¿por qué no hacerlo? Al fin y al cabo, mucha más gente
vendría a nuestras iglesias. Sin embargo, aun cuando
Cristo podía llamar a una legión de ángeles no sucum-
bió a la tentación, y tampoco sus seguidores debemos
hacerlo.
3. La
La palabr a de l a mali cia bl asf em a
Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha di-
cho:: So
cho Soyy H i j o de D i os. (Mat
(Mate
eo 27
27:43
:43))
A
ll lgun
lg unos
llama
ama os de. Ylosalque
éste.
éste es
estaban
taban
iinstan
nstante corallí
te,, co dec
decíí an,
r r i endo an
un
uno, oalde
deoírelo
lo:
: A to
llos,
llos, Elí
Elías
tomó
móas
una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en
una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja,
veamo
veamoss si vi
vieene El
Elíí as a llii br ar le. (Mateo
(Mateo 27:4
27:477 -49
49))
El momento climático de la expiación efectuada en la
cruz
paro por Jesucristo
del Padre. se alcanza
Él mismo cuandocon
lo identifica sufre
laselpalabras
desam-
del Salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” Es el momento de su mayor dolor.
Algunas personas alcanzaron a escuchar su lamento,
pero ¡vaya error! No entendieron las palabras. Confun-
dieron, El ioss mío), por Elías. Todavía algunos van a
Elíí (D io
aprovechar el momento para divertirse. V emos mos si vie
vi ene
Elías a librarle. Como sucede con muchas personas, el
destino
desti
to enno e
etern
terno
juego, yoellos
de l ano
huma
hualcanzan
mani
nidad
dadaecomprenderlo.
staba en ese
ese momen-
7. La palabr a de la conf esión i n espe
sperr ada
El centurión, y los que estaban con él guardando a Je-
sús,
sú s, vi sto el ter
ter r emoto,
moto, y las cosas
cosas que habían
habí an sido
si do he-
chas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdadera-
mente
me nte éste er a H Hii j o de D i os. (Mate
(Mateo
o 27
27:54
:54))
Sin embargo, Dios no permite que la muerte de su Hijo
termine en una nota triste. Al final, la última palabra
que se dirige a la cruz representa el reconocimiento
pleno de la identidad de Jesús. No viene de parte de
los judíos, mucho menos de sus líderes. Tampoco lo
hacen los discípulos de Jesús, quienes, aparte de Juan,
han
ha n pue
puesto
sto tie
ti err
rraa de por medi
medio.
o.
Se trata de un gentil, junto con sus compañeros, quie-
nes, al pie de la cruz, y observar los acontecimientos
durante horas, confiesan a Jesús como el Hijo de Dios.
Eso es lo que Dios espera de cada uno de nosotros que
hoy revivimos esos momentos trascendentales.
Dom in go de resur
resur r ección
cción
N o ha
hayy ot
otrr o e
evang
vang elio
1 Cor
Cor in t i os 15:1-
15:1-11
11
Losiglesia
la tiempos puedenincólumes.
seguirán cambiar, pero los fundamentos
Mientras de
que Pablo de-
fiende el mensaje de la cruz en el capítulo 2 de esta
carta, su defensa de la resurrección la va a realizar en
el capítulo 15. En este capítulo va él a mostrarnos la
vigencia y relevancia de estas doctrinas.
La m uert e y la resur
resur r ección
cción de Cr Cr isto son las v er da-
des cen
cen t r ales de la f e cr i sti an a
importantes, el corazóndedelCristo
el sacrificio expiatorio evangelio se encuentravin-
y su resurrección en
dicatoria. “Creemos que Jesús murió y resucitó” (1 Tes.
4:14) es el resumen de la fe cristiana. Pablo reafirma
esto al mostrarles a los corintios que este es:
Es el evangelio predicado por los apóstoles. “sea
yo o sean ellos, así predicamos” (v.11)
y que
qu e f ue se
sepultado,
pultado, y que r esuci
sucitó
tó al te
terr ce
cerr dí
díaa (1
(155 :4
:4))
Qu e C r i sto mur i ó p
Que po
or nuestr
nuestroos pec
pecados,
ados, cco
onf
nfoor me a la
lass
Esccr itur as (15:3)
Es (15:3)
La muerte y resurrección de Cristo dieron cumplimien-
to a las Escrituras y, de esa forma, atestiguan su veraci-
dad. A esto se añade el testimonio apostólico, ya que
para ser apóstol, se requería, no el tener una megaigle-
sia, sino haber visto a Cristo resucitado. Pedro dice: A
este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros so-
mos testigos (Hech. 2:32) Pablo le dice a los Corintios:
“¿No soy apóstol? ¿No he visto al Señor?” (I Cor. 9:1)