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Capítulo 27

LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO

por M.a Dolores Algora Weber


Profesora Agregada de Historia Contemporánea
Universidad CEU San Pablo

En este capítulo analizaremos la descolonización como uno de los gran


des procesos de la historia de las relaciones internacionales contemporáneas.
Quedan aquí recogidos los orígenes ideológicos de los nacionalismos indepen-
dentistas, que condujeron al fin de los imperios coloniales. Mientras que, al
término de la Segunda Guerra Mundial, las superpotencias directoras del
mundo dieron una respuesta a este proceso amparándose en los grandes pos
tulados de las Naciones Unidas, los países europeos configuraron sus propios
modelos descolonizadores. Los países de Asia y de África accedieron a sus in
dependencias en diferentes fases, que fueron exponente del nacimiento del
Tercer Mundo en pleno contexto de la Guerra Fría. Estos países afroasiáticos
intentaron tener una voz propia en el orden internacional, promoviendo el
Movimiento de los Países No Alineados. Otro proceso, como fue el neocolo-
nialismo, ofuscó sus aspiraciones, habiéndose traducido sus independencias
en la situación de subdesarrollo que actualmente caracteriza a muchos de es
tos Estados.

1. Antecedentes históricos: el origen de los movimientos nacionalistas

De los efectos que tuvo el imperialismo sobre los pueblos colonizados, el


impacto psicológico es el que mejor nos permite comprender la aparición de
los movimientos nacionalistas que llevaron a las independencias y a la confor
mación del Tercer Mundo. Las grandes potencias contemporáneas llegaron al
convencimiento de que su prestigio internacional y su capacidad para influir
en los asuntos mundiales radicaban en la posesión de colonias. La justifica
ción de esta dominación estuvo amparada por las teorías que autores como
R. Kipling difundieron para argumentar la «misión civilizadora del hombre
blanco», al cual se le atribuía la responsabilidad histórica de trasladar a las
sociedades subdesarrolladas no sólo los adelantos técnicos y materiales alean-
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zados en Occidente, s i n o también las instituciones políticas, la educación, la


sanidad, etc. La transformación social de aquellas regiones fue completa, ge
nerándose en la mayoría de las ocasiones un modelo superpuesto a las con
cepciones y estructuras locales originales.
La creación de Estados-nación, limitados por fronteras artificiales, no lo
gró borrar el entramado étnico de clanes sobre el que se establecieron los
nuevos países. La población nativa mantuvo los vínculos existentes en los rei
nos e imperios originales que soterró la ocupación europea, sustituyéndolos
por instituciones y Gobiernos ajenos a aquellas sociedades. La m i s m a trans
formación ocasionó la implementación de una economía monetaria que alte
ró el patrón de riqueza y el modo de producción.
En el m u n d o colonial, la sociedad de clases se tradujo en una división
entre las familias oligárquicas europeas frente a la gran mayoría que repre
sentaban las clases nativas. Entre éstas siempre existieron elites que se sin
tieron atraídas por el poder político, económico y educativo ostentado por
los colonizadores extranjeros, para quienes la población local representaba
a los «pueblos sin cultura», «los pueblos sin historia». Este sector indígena
de educación occidental propició la extensión de una formación técnica y
universitaria que acabó por estratificar las sociedades indígenas según el mo
delo europeo. Las lenguas metropolitanas sustituyeron a las lenguas verná
culas, no sólo homogeneizando los rasgos diferenciadores de las culturas
africanas y asiáticas, sino, además, favoreciendo la aparición de una brecha
social entre los sectores formados y los que permanecieron en el analfabetis
mo y sujetos a las tradiciones autóctonas. El olvido y desprecio de las pro
pias culturas asiáticas y africanas fue una de las secuelas más perniciosas del
imperialismo. Durante la Primera Guerra Mundial, el malestar suscitado por
el reclutamiento de la población indígena sirvió de acicate para las reivindi
caciones nativas, que se vieron amparadas por los nuevos postulados lanza
dos desde la Sociedad de Naciones al término del conflicto.
En el período de entreguerras, distintos factores hicieron reaccionar a
aquellas mismas elites que habían abrazado las trasformaciones imperialistas.
Fueron ellos mismos los responsables del «despertar» de las sociedades colo
nizadas, promoviendo una fuerte crítica anticolonial en la que con el paso del
tiempo se gestaron los movimientos nacionalistas. De aquellos grupos profe
sionales, así como de los núcleos intelectuales originados en Europa, Estados
Unidos o Japón surgieron los primeros líderes que condujeron los movimien
tos ideológicos contra la dominación extranjera.
La aparición de las corrientes contrarias al imperialismo conllevó un in
cremento del autoritarismo colonial en los territorios dominados, ante el pro
gresivo temor a la pérdida del control imperial en manos de clases nativas
cada vez más instruidas. Éstas, por su parte, fueron subiendo el tono de sus
reclamaciones y activaron su organización progresivamente. En muchos ca
sos, lo que se inició como un movimiento en reconocimiento de la igualdad
de derechos entre extranjeros y colonizados terminó en un proceso emancipa
dor que no paró hasta alcanzar la plena independencia. Las respuestas que las
potencias imperialistas dieron a estos movimientos, cuando se mostraron i m
parables, fueron m u y diferentes. Como luego veremos, de la distinta manera
de afrontar el nacionalismo revolucionario emergente dependió la creación de
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modelos de descolonización, que con mayor o menor éxito, permitieron a las


metrópolis mantener sus lazos y conservar los beneficios que para ellas había
significado la ocupación imperialista.
Las manifestaciones nacionalistas tuvieron rasgos propios vinculados a la
naturaleza africana o asiática. No obstante, ello no impidió que se generasen
amplias corrientes unificadoras, que pretendieron reunir bajo su enunciado a
pueblos muy distintos en torno a un elemento común. De este modo, movi
mientos difusos como el panasiatismo, el panislamismo, el panarabismo o el
panafricanismo se organizaron en los años de entreguerras, contribuyendo a
la creación de nuevas identidades. En gran medida se fueron diluyendo al ter
minar la Segunda Guerra Mundial, cuando los nacionalismos concretos ejer
cieron una fuerza muy superior.
Estos movimientos fueron el semillero en el cual se hundieron las raíces
ideológicas que condujeron a la descolonización. Ésta no hubiera tenido lugar
sin la acción de líderes como Marcus Garvey, Aimé Césaire, Leopold Senghor y
Kwame N’Krumah en Africa, o Mahatma Gandhi y Ahmed Sukamo en Asia.

2. La descolonización

Es imposible entender la evolución de los pueblos colonizados de África y


de Asia sin recordar el impacto que el imperialismo tuvo sobre ellos. En esen
cia, la descolonización representó la lucha de los pueblos dependientes por
deshacerse del predominio de las metrópolis. No podemos saber cuál hubiera
sido el devenir de estas sociedades sin los efectos de la dominación extranjera,
en la que algunos historiadores han argumentado efectos positivos en lo relati
vo a la modernización y culturización. La realidad que hoy podemos observar
es que estos pueblos no han logrado reconstruir sus propios modelos sociales,
una vez que quedaron profundamente dañados por la acción colonial. En el si
glo xxi, entre los rasgos que perfilan el panorama internacional, nos encontra
mos con la existencia de numerosos «Estados fallidos» africanos y asiáticos,
antiguas colonias, que no han alcanzado la estabilidad necesaria, ni siquiera su
viabilidad como Estados. Las elites gobernantes permanecen condenadas, muy
especialmente en el caso africano, a sufrir golpes de Estado que se han conver
tido en una fórmula sistemática de actuación política; las minorías coloniales
fueron sustituidas por clases oligárquicas nativas, que mantienen a sus socie
dades en unos niveles elevados de subdesarrollo, habiéndose extendido consi
derablemente la pobreza; los conflictos tribales, que dan lugar a auténticos ge
nocidios étnicos, siguen produciéndose al margen de las fronteras nacionales.
En definitiva, en el presente, la alteración completa de los modelos originales
sigue estando entre las causas de aquellas situaciones que percibimos como los
riesgos y amenazas más importantes al orden mundial.
Los pueblos afroasiáticos quedaron definitivamente marcados por el im
perialismo, sin embargo no podemos atribuir su incapacidad a la hora de su
perar este impacto únicamente a su responsabilidad. La mayoría de aquellos
nuevos Estados vieron la luz en unos momentos en los que se estaba produ
ciendo otro reparto del mundo, de características muy distintas aunque igual
mente impactantes, que esta vez respondía al nombre de Guerra Fría. Éste fue
610 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

el contexto internacional en el que se enmarcó la descolonización. Estos dos


procesos transcurrieron de forma paralela en la segunda mitad del siglo xx,
constituyendo el núcleo central de las relaciones internacionales en la histo
ria contemporánea.

2.1. La Organización de Naciones Unidas: el planteamiento


DE LAS SUPERPOTENCIAS

Es necesario incidir en las distintas posiciones que mostraron las grandes


potencias de cara a la descolonización, en aquellos momentos en los que se
estaba produciendo el relevo mundial de éstas. Este proceso tuvo consecuen
cias diferentes para los países europeos de las que tuvo para Estados Unidos
y la Unión Soviética. Para los primeros, la descolonización significó una pér
dida territorial, económica y política, mientras que las superpotencias acaba
ron entendiendo los movimientos de emancipación como una vía para forta
lecer y expandir sus zonas de influencia mundial. Debemos entender, por tan
to, que las potencias europeas se resistiesen a la promoción del autogobierno
de los pueblos, a pesar de estar recogida esta aspiración en los principios rec
tores del nuevo orden internacional.
La política descolonizadora decididamente emprendida después de la Se
gunda Guerra Mundial se basó en una serie de antecedentes que habían ins
pirado la política exterior norteamericana desde la Doctrina Monroe de 1823.
Sin embargo, los postulados más inmediatos, en los que se asentó el llamado
«derecho internacional de la descolonización», procedieron de los Catorce
Puntos del Presidente Wilson en 1918, la Carta del Atlántico firmada por F. D.
Roosevelt y W. Churchill en 1941 y la Declaración de las Naciones Unidas de
los aliados en 1942. Estas fuentes doctrinales estuvieron detrás de muchas
de las resoluciones emitidas por la Organización de las Naciones Unidas en
los años de la posguerra.
En junio de 1945, en la Conferencia de San Francisco, se clasificaron las
zonas a descolonizar en dos grandes conjuntos: «territorios no autónomos»
—capítulo XI de la Carta de Naciones Unidas— y «territorios fideicometi
dos» —capítulos XII y XIII—. En este mismo apartado también se aludía a
una serie de enclaves aislados, los llamados «espacios estratégicos».
La situación de los «territorios no autónomos», como pasaron a denomi
narse las antiguas colonias, quedó determinada por la metrópoli, desde enton
ces la «autoridad administradora». Las obligaciones de éstas eran de carácter
general y aunque se aceptó el compromiso de informar regularmente a las
Naciones Unidas, no se estableció ningún medio de control para que se cum
pliera tal propósito. Por tanto, aunque la Secretaría General se preocupara
por la situación de los colonizados, no tenía ninguna competencia en los
asuntos coloniales. En 1961 se creó un Comité de Descolonización, cuya fun
ción era impedir los abusos de las potencias sobre los pueblos dependientes y
asegurar el cumplimiento de los principios de descolonización. De los ochen
ta países que se encontraban bajo régimen colonial al crearse las Naciones
Unidas, actualmente sólo quedan pendientes unos dieciséis territorios.
Los «fideicomisos» eran los territorios tutelados correspondientes a los an-
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tiguos mandatos. A los existentes, se añadió uno más: Somalia Italiana. Hoy en
día todos se han emancipado. Las Naciones Unidas consideran concluida la
misión del Consejo de Administración Fiduciaria, creado para la supervisión
de aquellos procesos en 1945, aunque este órgano no ha sido disuelto.
La Unión Soviética también se mantuvo contraria a los imperios colonia
les. A partir de 1947, con el inicio de la Guerra Fría, el Kremlin pasó a inter
pretar las cuestiones coloniales como el resultado de los intereses económicos
de Occidente, entendiendo la política descolonizadora como una nueva forma
de imperialismo. La corriente soviética fue bien acogida entre las elites bur
guesas nativas, las cuales crearon los primeros partidos nacionalistas con el
apoyo de los partidos comunistas europeos. De este modo, la descolonización
de estos territorios se convirtió en uno de los principales ejes del enfrentamien
to entre la ideología marxista y la capitalista.
La evolución de las relaciones entre las superpotencias directoras del
mundo obligó a introducir modificaciones en la política anticolonial, que aun
manteniendo los principios básicos de ésta, fueron matizándola a la hora de
sus ejecuciones concretas. La relevancia que adquirieron los planteamientos
geopolíticos complicó notablemente la aplicación de las resoluciones de las
Naciones Unidas. El apoyo norteamericano al anticolonialismo comenzó a ser
pendular. Los líderes nacionalistas de Africa y de Asia vieron en este cambio
de actitud una posición de evasión, cuando no de traición a sus ideales. Por
el contrario, las potencias administradoras, especialmente Francia y Gran
Bretaña, se beneficiaron de las circunstancias. Estas naciones aprovecharon
tales oscilaciones políticas como un último resquicio para amparar sus ya po
cos derechos coloniales, frente a la influencia cada vez mayor que en esta ma
teria tenía el grupo asiático-árabe y el latinoamericano en el seno de las Na
ciones Unidas. La política descolonizadora, recogida en los textos de la orga
nización, dejó una puerta abierta al condicionar la promoción de medidas an
ticolonialistas al hecho de que éstas no fueran en contra del «sistema de paz
y de seguridad internacionales». De esta manera, mientras que teóricamente
en las Naciones Unidas se defendió el «autogobierno» de todos los pueblos del
mundo, en la práctica, esta ambigüedad condujo a la larga a una nueva for
ma de dependencia: el neocolonialismo.

2.2. Las potencias coloniales: los modelos de descolonización


Al terminar la Primera Guerra Mundial, las potencias europeas todavía
eran favorables al mantenimiento del imperialismo. El «sistema de manda
tos» permitió prolongar la situación anterior con una fórmula modernizada.
No obstante, ya reconocía el derecho a la libre disposición de estos pueblos
colonizados, en el momento en que estuviesen preparados para desenvolverse
en la sociedad mundial por sí mismos. Por tanto, los mandatos tuvieron como
objetivo preparar el camino hacia la independencia de algunos pueblos afro
asiáticos, pero no afectaba al gran conjunto colonial de los imperios.
En los años de entreguerras, como hemos señalado anteriormente, fue
forjándose entre los colonizados una conciencia nacional, que se vio respal
dada por los principios de autodeterminación aparecidos en los textos men-
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clonados durante la Segunda Guerra Mundial. Después del conflicto, las m e


trópolis europeas sólo podían conservar sus posesiones coloniales con un cos
te militar prohibitivo y en contradicción abierta con las declaradas ideas de
autogobierno que profesaban estos pueblos. La idealización del hombre blan
co se derrumbó por completo. En todas partes, el fin del imperialismo sobre
vino como resultado de estas circunstancias. Los imperios británico, francés,
holandés y belga desaparecieron con una asombrosa rapidez, prácticamente
en quince años, desde 1947 a 1962. Posteriormente, quedaron pendientes po
cas colonias, como fue el caso de las portuguesas y españolas.
Gran Bretaña y Francia llevaron la iniciativa en el proceso descoloniza
dor, creando un modelo nuevo de estructura imperial. Ante una realidad ine
vitable, cada una de las potencias intentó obtener el máximo beneficio de su
pasado colonial con fórmulas que prolongasen el mantenimiento de relacio
nes entre la metrópoli y las colonias. Los británicos, mucho más precursores
que el resto, constituyeron la Commonwealth o Comunidad Británica; los
franceses, tras una larga resistencia a asumir esta pérdida, crearon la Unión
Francesa. En otros casos, como los de Holanda y Bélgica, intentaron imitar el
modelo anterior, pero no lo consiguieron. Por último, España y Portugal ni si
quiera se plantearon estas posibilidades; estos países se basaron en u n a polí
tica de «provincialización» que acabó en conflicto.
Los británicos establecieron su modelo bajo la fórmula de «asociación»,
la cual preveía una evolución de los territorios hacia una autonomía interna
y, a más largo plazo, una independencia. Requería una estructura confederal,
lo que fue la clave de su éxito. Los franceses se basaron en la «integración»,
que permitía garantizar la preeminencia de la metrópoli sobre los territorios
coloniales. Esta concepción respondía al característico centralismo de la Ad
ministración francesa consolidado en el siglo xix. Resultó un fracaso. Veamos
estos dos modelos de descolonización.

— La Comunidad Británica de Naciones o Commonwealth of Nations

Gran Bretaña comenzó a otorgar la independencia a sus colonias mucho


antes de la Segunda Guerra Mundial, lo que le permitió adquirir experiencia.
Tras la pérdida de las Trece Colonias americanas en 1776, los británicos ha
bían aprendido que la acción represora de la metrópoli conducía a la revolu
ción, a la guerra y al riesgo de la humillación. Esto explica que, en 1907, el
Gobierno londinense acordara el uso del término «dominio» para aquellas
posesiones de población blanca con gobiernos responsables. Éstos eran Ca
nadá, Australia, Nueva Zelanda, Unión d e África del Sur, Irlanda y Terrano-
va. En los años de entreguerras, concretamente en la Conferencia Imperial
de 1926, los dominios alcanzaron una independencia virtual. Pero mucho
más importante fue la decisión tomada desde entonces para transformar el
imperio en una comunidad. En diciembre d e 1931, el Estatuto de Westmins
ter legalizó los nuevos principios, constituyéndose en el Acta fundacional de
la Comunidad Británica o Commonwealth de naciones independientes. Los
Estados emancipados establecieron u n vínculo económico preferencial con
la antigua metrópoli, al tiempo que compartían el reconocimiento c o m ú n de
la Corona británica. Por tanto, en vísperas d e la Segunda Guerra Mundial, el
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Imperio británico representaba una gran variedad de territorios: los de la Co


munidad. las colonias, los protectorados, los mandatos y otras ocupaciones
diversas.
Después de la guerra, se aplicó este modelo de relaciones comunitarias a
los Estados afroasiáticos a medida que fueron adquiriendo la independencia.
A pesar de haber promovido un sistema de descolonización más flexible que
el francés, Gran Bretaña experimentó importantes problemas internos en sus
posesiones. Los primeros territorios en alcanzar el autogobierno fueron los
mandatos de Oriente Próximo: Iraq, Transjordania y Palestina. Ninguno de
ellos se adhirió a la Commonwealth. En esta región del Mediterráneo oriental
los británicos intentaron conservar su influencia, utilizando todos los medios
políticos posibles o recurriendo al uso de la fuerza. En cuanto sobrevino la
Guerra Fría, su tradicional sistema colonial de adaptación a los movimientos
nacionalistas sucumbió ante los intereses estratégicos de la zona. Por lo tan
to, actuaron al margen de los sentimientos de las poblaciones árabes, some
tiendo siempre la evolución de los acontecimientos a sus necesidades. Estas
circunstancias desacreditaron a Gran Bretaña como potencia progresista y
conciliadora en el proceso de descolonización. Esta reputación fue contrarres
tada por los ejemplos de la India, Ceilán, Sudán, Ghana, Nigeria, etc. La ad
ministración británica logró que, con excepción de Birmania —así como los
árabes de Oriente Próximo—, todo su antiguo imperio se incluyera en esta or
ganización.
La Commonwealth no ha quedado exenta de conflictos internos entre
sus miembros, originados en su mayoría por la inestabilidad de los nuevos
Gobiernos después de las independencias. No obstante, también supone un
ejemplo de cooperación técnica y económica. Actualmente está compuesta
por 53 Estados miembros y su existencia ha condicionado notablemente las
relaciones de Londres con el resto de la Unión Europea.

— La Unión Francesa

La política francesa de descolonización fue más tardía que la británica.


La acción colonial francesa estuvo muy ligada a la evolución política del Go
bierno central de París. Después de la Segunda Guerra Mundial, Francia vio
en el mantenimiento de su imperio la posibilidad de contrarrestar la situación
de debilidad internacional en la que había caído en el conflicto; la reconstruc
ción económica posbélica dependía de las materias primas de sus colonias; y,
finalmente, el norte de África constituía un territorio de repliegue para el Go
bierno francés en el caso de producirse la temida invasión soviética de Euro
pa. Para la nueva República todo ello parecía tener una solución en el marco
colonial.
Esto nos permite entender que fuera en la Constitución de 1946, la cual
inauguró la IV República, donde quedara recogida la creación de la Unión
Francesa. El texto del Preámbulo incluía una declaración de principios en un
tono anticolonial, mientras que en el Título VIII se limitaba el acceso a la au
tonomía política de los territorios del Imperio. Francia, en realidad, estaba
dispuesta a adoptar una política de firmeza frente al nacionalismo que se ex
tendió por sus colonias. Sin embargo, esta posición se alejaba de la corriente
6 14 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

emergente en las Naciones Unidas. Este hecho se reveló a través de profundas


contradicciones en la ejecución de sus procesos de descolonización.
El antiguo Imperio francés fue reestructurado, pasando todos sus territo
rios a estar sometidos a la soberanía francesa. Bajo la inspiración de la Decla
ración de Derechos de 1789 y los principios fundamentales reconocidos por
¡as leyes de la República, Francia se convirtió en un Estado único donde se
aplicaba la legislación nacional a todas sus colonias. Los «Departamentos y
Territorios de Ultramar» formaban parte de la administración territorial en
igualdad con la Francia metropolitana, aunque poseían unos estatutos parti
culares. Los «Estados y Territorios Asociados» estaban ligados por acuerdos.
Existían órganos comunes entre ellos, pero en cualquier caso, se preservaba
la preponderancia del Gobierno central con competencias en política de de
fensa nacional, política exterior o política general, frente a las competencias
internas muy limitadas del resto.
El resultado fue una descolonización dura y sangrienta como se deduce
de los casos de Indochina y de Argelia. El escenario posbélico del Asia sud
orienta! fue el que agravó la situación del Imperio francés. Los problemas de
rivados del control de Indochina acapararon las decisiones más importantes
tomadas por el Gobierno en materia colonial. Una guerra de desgaste, entre
1945 y 1954, concentró toda la atención del Gobierno de París. En realidad,
a quien interesaba este conflicto era a Washington, pues veía en el dominio
francés de la región el medio para impedir la expansión comunista al iniciar
se la Guerra Fría. Estas circunstancias tuvieron un doble efecto. Por una par
te, estos acontecimientos incitaron a los franceses a aferrarse cada vez más
a sus territorios en África, puesto que eran los últimos vestigios de su I m p e
rio. Por otra, la guerra de Indochina requirió enormes recursos materiales y
humanos de una Francia asolada. Posteriormente, el escenario norteafricano
también se incendió. Marruecos y Túnez, antiguos protectorados convertidos
en Estados asociados, alcanzaron su independencia en 1956. Sin embargo, la
vinculación de Argelia era superior al tratarse de un Departamento de Ultra
mar con representación parlamentaria. Las divisiones entre comunistas y na
cionalistas franceses argelinos (los primeros deseaban mayor autonomía en
la Unión Francesa y los segundos, la independencia completa) fueron com
plicando las decisiones del Gobierno francés. A esta dicotomía se sumó la ac
ción de los árabes argelinos no identificados con aquella política. Estos he
chos desencadenaron una guerra civil entre 1958 y 1962. La V República,
presidida por el general De Gaulle, intentó flexibilizar el sistema colonial
transformándolo en una Comunidad Francesa al estilo británico, pero el
cambio llegó demasiado tarde y, en mayo de 1961, a la luz del fracaso arge
lino, q u e d ó disuelta.

2.3. Las fases de la descolonización

Aunque los orígenes del proceso de descolonización se encuentran en el


período de entreguerras, su desarrollo transcurrió a lo largo de la segunda m i
tad del siglo xx en distintas fases y con diversas características:
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 615

a) Entre 1945 y 1955: Es la primera ola descolonizadora, fruto de los


movimientos nacionalistas independentistas, que se extendió de for
ma revolucionaria en los años de la inmediata posguerra. Afectó
esencialmente al Oriente Próximo, Asia oriental, meridional y del su
reste.
b) Entre 1955 y 1975: Esta fase se inició a raíz de la Conferencia de
Bandung, que marcó un punto de inflexión. Fue el momento del na
cimiento del llamado «Tercer Mundo». Afectó a los países de África
subsahariana, los cuales se organizaron intemacionalmente. Tam
bién culminaron las independencias de los países árabes del Magreb
y la de los restantes países asiáticos.
c) Entre 1975 y 1995: Es la fase en la que culminó el proceso al comple
tarse las independencias del África austral, territorios de Oceania y
del Caribe, así como de los países ex soviéticos de Asia central. Esta
etapa coincidió con el final de la Guerra Fría, que agravó muchas de
las circunstancias contenidas en los países afroasiáticos, al perderse
el equilibrio de poder mundial. Con posterioridad, los atentados del
11-S han suscitado reacciones internacionales, que han afectado di
rectamente a los escenarios del Tercer Mundo.

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ÍNDICO • MYANMAR
Antes de 1950 • CAMBO YA
• SRI LANKA
' De '.950 a 1959 • BENIN
• BURKINA FASO
C~Z ! De I960 a 1969
SUPAI • REPÚBLICA MALGACHE
SMSS Despuesde 1970
• TANZANIA
' Estaco no reconocido • ZIM8A8UE
........ inteínacionaimentip • Bangladesh a partir de 1971

Mapa 27.1. El proceso de descolonización.


616 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

2.4. L O S PROCESOS DE DESCOLONIZACIÓN

A la luz de estas fases, podemos abordar el desarrollo que siguió la des


colonización desde los primeros momentos en los que se produjo el despertar
de los pueblos colonizados.

Primera fase (1945-1955)

Las primeras independencias afectaron a los territorios del Oriente Pró


ximo, que habían pertenecido al Imperio otomano. Tras la Gran Guerra, a
partir de 1920, el Tratado de Sevres distribuyó estos territorios entre Francia
y Gran Bretaña, quedando sujetos al «sistema de mandatos» de la recién
creada Sociedad de Naciones. Líbano y Siria quedaron bajo administración
francesa, mientras que Palestina, Transjordania e Iraq, bajo la británica. En
1923, Kamal Atatuk proclamó la primera República de Turquía, quedando su
territorio reducido a la parte europea y la península de Anatolia. El régimen
turco se convirtió entonces en una democracia parlamentaria laica, cuyo es
tamento militar prooccidental dominó el escenario político durante ocho dé
cadas. En 1952, poco después del inicio de la Guerra Fría, se adhirió al Tra
tado del Atlántico Norte (OTAN). En 2002, por primera vez un partido islámi
co demócrata —Justicia y Desarrollo— ha alcanzado el poder al ser elegido
primer ministro R. Erdogan.
Tras la Primera Guerra Mundial, Yemen se declaró reino independiente.
En 1922 lo hizo Egipto. Diez años más tarde, en 1932, Iraq. Paralelamente se
proclamó el reino de Arabia Saudi. En 1945 los Estados independientes cons
tituyeron la Liga Arabe, cuyo objetivo principal era impulsar las independen
cias pendientes del resto de los países árabes. En 1943 se había independiza
do la república del Líbano, Siria lo hizo en 1946, a la vez que el reino de
Transjordania, el cual tres años más tarde se convertía en Jordania. En 1951
se independizó Omán.
De todos estos procesos, el caso de Palestina fue el más complejo y con
flictivo, quedando pendiente de solución aun hoy en día. Las contradicciones
de la Administración británica durante la Primera Guerra Mundial se encuen
tran entre las causas que ocasionaron la situación. En 1916, los franceses e
ingleses se repartieron los territorios de Oriente Próximo en los acuerdos se
cretos de Sykes-Picot, mientras que a su vez eran prometidos al rey Husavn
de la Meca, a cambio de asegurar la derrota otomana. Un año después, la de
claración Balfour concedió el establecimiento de un Hogar Nacional Judío
en Palestina. En 1920, ésta se convirtió en un mandato británico. En el perío
do de entreguerras, la convivencia en el mandato pasó por momentos difíci
les, que se agudizaron con la llegada masiva de judíos al territorio en tomo
a la Segunda Guerra Mundial. En 1947 el Gobierno de Londres decidió de
volver la administración mandataria a las Naciones Unidas, la cual aprobó un
Plan de Partición recogido en la resolución 181 de la Asamblea General. El
plan consistió en la creación de dos Estados, uno palestino y otro judío, man
teniendo Jerusalén un estatuto internacional. En mayo de 1948, de su aplica
ción, nació el Estado de Israel, siendo rechazado por los árabes. Este fue el
origen de la guerra árabe-israelí de 1948-1949.
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 617

El resultado fue la ampliación del territorio israelí; la ocupación de los te


rritorios palestinos de la franja de Gaza por los egipcios, y de Cisjordania y
Jerusalén Este por los jordanos. Esta guerra ocasionó la primera oleada de re
fugiados palestinos. Entendemos que fuera considerada como la Guerra de
Independencia por los israelíes y la Nakba —el desastre— por los árabes. Fue
la primera de una serie de guerras que se han prolongado hasta el presente.
En Oriente Medio, en 1922, Afganistán fue el primer país en independi
zarse de Gran Bretaña. No fue hasta años más tarde, coincidiendo con la ola
inicial de descolonizaciones, cuando se sucedieron las revoluciones en el
subcontinente asiático. En 1947 se independizó la conocida como la «Joya de
la Corona» inglesa. También en esta ocasión quedó el país dividido en dos
Estados. Por un lado, la India de mayoría hindú y, por otro, Pakistán de ma
yoría musulmana (del que a su vez se escindió la República de Bangladés en
1971). En 1948 siguieron los mismos pasos Birmania (Myanmar desde 1989)
y Ceilán (República de Sri Lanka desde 1972); Bhután lo hizo en 1949 y Ne
pal en 1951.
De las independencias francesas en el Extremo Oriente, ya hemos men
cionado la guerra de Indochina entre 1945 y 1954. Francia se retiró de su an
tigua colonia, dejándola fraccionada en varios Estados. A raíz de los Acuerdos
de Ginebra, Vietnam se dividió en dos, el norte comunista, apoyado por Chi
na y la Unión Soviética, y el sur prooccidental, por Estados Unidos. Desde en
tonces, una guerra de guerrillas asoló el país durante años. En 1973 se retira
ron las tropas norteamericanas, que se vieron envueltas en un conflicto inaca
bable. El ejército sudvietnamita, en clara situación de debilidad frente al nor
te, no pudo impedir la toma de Saigón. Finalmente, en 1976, se reunificó el
país, convirtiéndose en la República Socialista de Vietnam. Laos y Camboya
también habían pasado a convertirse en repúblicas comunistas. En ambos ca
sos, se iniciaron procesos de pacificación y despegue económico, pero fueron
interrumpidos por golpes militares y enfrentamientos civiles. En Camboya
hay que destacar la nociva presencia de la guerrilla radical de los jemeres ro
jos de Pol Pot, responsable de un genocidio y que llegó a imponer una dicta
dura en 1975.
Filipinas obtuvo la independencia de Estados Unidos en 1946. Indonesia
atravesó por una guerra de independencia de cuatro años contra Holanda an
tes de 1949. Siguieron el proceso Malasia en 1957 (Federación Malaya desde
1963), Singapur en 1965 y Brunei en 1984.
Las potencias asiáticas también tuvieron que descolonizar sus territorios.
Japón, con la Revolución Meiji en 1868, y China con la de 1911, fueron los paí
ses precursores en la utilización de revoluciones nacionalistas contra la pre
sencia colonial occidental. Mongolia también alcanzó entonces la independen
cia. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, en China se produce una guerra ci
vil que enfrentó a los comunistas de Mao Tse-Tung contra los prooccidentales
de Chiang Kai-Chek. La victoria de los primeros permitió la proclamación de
la República Popular China en 1949. Japón, ocupado por los aliados después
de la guerra, inició un proceso de occidentalización y democratización a
partir de 1951. Corea, tras la retirada japonesa al perder la guerra, quedó di
vidida en dos: Corea del Norte, bajo influencia soviética, y Corea del Sur, bajo
la norteamericana. Entre 1950 y 1953 se desencadenó una guerra, que escon-
Unión Soviética

tCázaji’stán
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1991

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Saudita' )5 1947 1949
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OCÉANO PACÍFICO

>1946
1 Bahréin 1971 13 Laos 1954 Sri Lanka
2 Bangladés 1971 1 4 Líbano 1946 1948
3 Bután 1949 15 Omán 1951 alafia- • -
4 Brunei 1984 16 Qatar 1971
0
/ 2 - p
5 Corea del N. 1948 17 Singapur 1965 Maldivas 7 SáTSwák
6 Corea del S. 1948 18 Tailandia
7 Chipre 1960 19 Vietnam 1945
1965
'‘■■--■’>3 o y Islas c> .0°
8 Emiratos A. U. 1971 20 Yemen 1934 - 9 0 Borneo o Célebes
9 Israel 1 948 21 Turkmenistán 1991 OCÉANO ÍNDICO Irian
Indonesia Jaya
1 0 Jordania 1946 22 Uzbekistán 1991 Jgv a 1 949 Timor
1 1 Camboya 1954 23 Tajikistan 1991
1 2 Kuwait 1981 24 Kirguistán 1991

Mapa 27.2. //; descolonización de Asia.


LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 619

día tras de sí un conflicto imperialista. Actualmente, aun con Gobiernos inde


pendientes, sigue siendo una de las últimas herencias de la Guerra Fría.

Segunda fase (1955-1975)

En la segunda fase de la descolonización se contaba ya con un número


considerable de nuevos Estados, a los que unía el rechazo a una nueva domi
nación extranjera. Estos Estados eran conscientes de que las grandes líneas
que trazaban las relaciones internacionales del momento eran ajenas a sus in
tereses nacionales. En otras palabras, es la fase en la que la aspiración de es
tos países es perfilarse con una identidad propia en la escena mundial, al
margen de las influencias de las superpotencias en la Guerra Fría. De ahí, la
celebración de la Conferencia de Bandung en 1955, que será tratada en otro
epígrafe posterior.
Tras la primera etapa, proliferaron las revoluciones independentistas. En
1952, en Egipto, la revolución nacionalista del coronel Gamal Abdel Nasser,
que derrocó al rey Faruq y proclamó una república; fue el punto de partida
del movimiento de unidad árabe. Su liderazgo y creciente influencia regional
le llevó a nacionalizar el Canal de Suez en 1956, en contra de los intereses bri
tánicos. Este hecho desencadenó la Guerra del Sinaí ese mismo año. Los ecos
revolucionarios alcanzaron a Siria, en donde se instaló el Partido Baas socia
lista en 1957, proclamándose una República Popular en 1964; en Iraq se creó
una república en 1958; otra revolución, en 1962, derrocó al rey yemení, trans
formándose en una república que, tras años de guerra civil, terminó dividida
en dos: la del norte y la del sur (unificada desde 1990). En aquellos años se
completaron las independencias árabes asiáticas con Kuwait en 1961 y en
1971 las de Qatar, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos.
La cuestión árabe-israelí ocasionó nuevas guerras en Oriente Próximo, en
las que se vieron envueltos todos los Estados de la región. En 1967, la Guerra
de los Seis Días fue una demostración de la potencia militar en la que se ha
bía convertido Israel, fruto de la carrera armamentística de la Guerra Fría. En
menos de una semana, las Fuerzas de Defensa Israelíes ocuparon los territo
rios egipcios del Sinaí y Gaza, los Altos del Golán sirios y arrebataron a Jorda
nia el territorio de Cisjordania y el lado Este de Jerusalén. Además de la ocu
pación de los territorios, el conflicto provocó la segunda oleada de refugiados
palestinos. La mayoría de éstos se asentaron en Jordania, contribuyendo a la
inestabilidad y crisis internas en este país. En 1969, Yasser Arafat ocupó la Pre
sidencia de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En 1970,
tras el trágico episodio de «septiembre negro» fueron expulsados los palestinos
de Jordania, trasladándose a Siria y sobre todo al sur del Líbano. Allí estable
cieron su cuartel general, pudiendo utilizar esta zona para efectuar ataques
contra Israel. Las reformas internas en los países árabes fueron aproximándo
los al socialismo revolucionario. En 1973, por primera vez, la Guerra del Yom
Kippur se valió del suministro del petróleo como arma contra Occidente. La
presencia de Anuar el-Sadat en el Gobierno egipcio propició una época de es
tabilidad y acercamiento a Estados Unidos. En 1979 se firmaron los Acuerdos
de Camp David, que si bien ocasionaron el reconocimiento egipcio del Esta
do de Israel, a su vez le costaron la vida al presidente Sadat, que murió asesi-
620 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

nado dos años después. Desde entonces hasta el presente, el presidente Hosni
Mubarak mantiene una política equilibrada que le ha permitido mantenerse en
el poder de un régimen aparentemente democrático.
Las independencias árabes se fueron extendiendo hacia el norte de Afri
ca. La colonia italiana de Libia, al terminar la Segunda Guerra Mundial, pasó
a ser administrada por las Naciones Unidas, que le otorgó su independencia
definitiva en 1951. En 1969 una revolución llevó al actual presidente Gadafi
al poder. En Egipto, en 1956, tras la retirada de las tropas británicas, se disol
vió el condominio anglo-egipcio sobre el Sudán. Éste pasó a independizarse,
evolucionando hacia una república islámica radical. En ese mismo año, al
canzaron la independencia xMarruecos y Túnez, permaneciendo Argelia ane
xionada a Francia. Tras una cruenta guerra de siete años, en los que el ejérci
to francés se enfrentó, por una parte, a la acción terrorista de la Organisation
de l’Armée Secrete (OAS), y por otra, al Frente de Liberación Nacional (FLN),
finalmente se firmaron los Acuerdos de Evian en 1962. Los presidentes Ben
Bella, Bumedian y Benjedid se sucedieron a lo largo de una actividad política
turbulenta.
Mientras los países asiáticos independizados siguieron su curso, esta fase
descolonizadora fue especialmente significativa por las revoluciones naciona
listas del África negra. En sólo una década, desde 1957, quedó prácticamente
abolido el imperialismo a una velocidad vertiginosa, dejando a los nuevos Es
tados a merced de los intereses nuevamente de sus antiguos colonizadores o
de las superpotencias internacionales. Posteriormente, hasta mitad de los
años setenta, se fueron concluyendo los ya escasos procesos pendientes.
Gran Bretaña liquidó su imperio en África subsahariana otorgando la in
dependencia, en la región occidental, a Ghana, a Nigeria, a Sierra Leona y a
Gambia; en la oriental, a Somalia (resultante de la unificación de la Somali
land inglesa y la Somalia italiana), a Tanzania (Tanganica y Zanzíbar unidos),
a Uganda y a Kenia; en la central, a Malaui y a Zambia (Rodesia del norte);
y, en la austral, a Botsuana, a Lesoto, a Swazi-Ngwane (Suazilandia), a las Is
las Mauricio y Seychelles.
Francia, por su parte, para entonces, ofreció acuerdos similares a los de
la Comunidad Británica, en la región occidental, se desvinculó de Guinea-Co
nakry, de Malí (antiguo Sudán francés), de Senegal, de Costa de Marfil, de Da
homey (Benin desde 1975), de Niger, de Alto Volta (Burkina Faso desde 1984),
de Mauritania y de Togo; en la región ecuatorial, de Chad, de República Cen-
troafricana, de Congo, de Gabón y de Camerún; y en la oriental, de Madagas
car, de las Islas Comores y de Yibuti (antigua Somalia francesa).
En la mayor parte de los casos, las independencias africanas desembo
caron en conflictos internos marcados por sucesivos golpes de Estado. Entre
ellas, en aquellos años, las descolonizaciones belgas y portuguesas fueron las
más complicadas. En 1960, el Congo belga accedió a la independencia, de
sencadenándose una guerra civil a raíz del asesinato del presidente P. Lu
mumba. Desde 1965, Zaire, como pasó a llamarse el país, vivió bajo una dic
tadura impuesta por el general Mobutu Sese Seko, que se prolongó hasta
1997. Los mandatos belgas, a los que nos referiremos en la siguiente fase, de
Ruanda-Urundi (posteriormente Burundi) obtuvieron la independencia en
1961 y 1962.
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 621

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1962
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OCEANO ÍNDICO

Mapa 27.3. La descolonización de África.

Angola y Mozambique permanecieron bajo dominio portugués hasta


1974. El gobierno de Lisboa se resistió a perder su imperio y no fue hasta el
triunfo de la Revolución de los Claveles cuando estos países se hicieron in
dependientes con el cambio de régimen en la metrópoli. Desde los años se
senta, la región del África austral se vio envuelta en conflictos que afectaron
a varios Estados. En ese contexto, las colonias portuguesas no se libraron de
terminar en guerras civiles con implicaciones exteriores en la zona. En An
gola, todavía bajo dominio portugués, se constituyeron tres fuerzas políticas,
procedentes de agrupaciones tribales artificiales. Éstas fueron el Frente Na
cional de Liberación de Angola (FNLA), el Movimiento Popular para la Libe
ración de Angola (MPLA) y la Unión Nacional para la Independencia Total
de Angola (UNITA). La diversidad étnica impidió la unidad del nacionalismo
angoleño, que acabó en luchas fratricidas por hacerse con el poder. Al pro
ducirse la emancipación, se mantuvo la acción guerrillera, implicando a Na
mibia, Sudáfrica y Zaire. Tras un largo proceso negociador, auspiciado por
622 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

las Naciones Unidas, se logró la celebración de unas elecciones en 1992. En


éstas, resultó vencedor Dos Santos, del MPLA, pero los resultados no fueron
aceptados por Savimbi, de UNITA. El pueblo angoleño, al igual que otros
africanos, ha sido víctima de hambrunas permanentes ocasionadas por la
guerra civil. Similar fue el caso de Mozambique, en el que las fuerzas autóc
tonas cerraron filas en tomo al Frente de Liberación de Mozambique (FRE-
LIMO), el cual emprendió la resistencia contra la colonización en 1962. Tam
bién obtuvo la independencia en 1974, sin que ello pusiera fin a los enfren
tamientos civiles. Ese mismo año, dejaron de ser colonias Guinea Bissau,
Cabo Verde, y Santo Tomé y Príncipe.
La descolonización española fue gradual. España aplicó a sus ya escasas
colonias un régimen de «provincialización». Guinea Ecuatorial fue la prime
ra en independizarse, en 1968, quedando sujeta a una fuerte inestabilidad in
terna. Aunque un proceso de elecciones democráticas, supervisado por las Na
ciones Unidas, llevó al Gobierno al presidente Francisco Macías, éste pronto
lo transformó en una dictadura en la que no permitió oposición. En 1979 fue
derrocado por su propio sobrino, Teodoro Obiang, quien siguió sus mismos
pasos. Desde 2003 Severo Moto, líder de la oposición, encabeza un Gobierno
en el exilio.
El territorio de Sidi Ifni, reclamado por Marruecos desde 1956, provocó
el enfrentamiento de éste contra España y Francia entre 1957 y 1958. No fue
hasta 1969 cuando, en virtud de un tratado de retrocesión, quedó integrado el
territorio en el reino magrebí. La provincia del Sahara Occidental, a día de
hoy, es uno de los procesos de descolonización inacabados. En 1975, el rey
Hassan II de Marruecos lanzó sobre la provincia española la Marcha Verde. En
aquellos momentos, el general Franco se encontraba agonizante, lo que llevó
al Gobierno de Madrid a deshacerse del problema ante los cambios que se ave
cinaban en España. En estas circunstancias, en noviembre de ese mismo año,
se firmaron unos Acuerdos Tripartitos que repartieron el territorio entre Mau
ritania y Marruecos, sin haberse celebrado un referéndum de autodetermina
ción, pendiente desde el año anterior. Con ello, las aspiraciones del pueblo sa-
haraui fueron ignoradas. Un fuerte movimiento nacionalista saharaui, el
Frente POLISARIO, mantuvo una guerra de liberación hasta la década de los
noventa. Mauritania se retiró del conflicto; sin embargo, Argelia se ha visto
envuelta en él. En 1991 las Naciones Unidas desplegaron una misión para es
tablecer las bases de la celebración del referéndum (MINURSO). Esta inter
vención internacional logró poner fin a los enfrentamientos, pero no se ha al
canzado una solución definitiva a la situación. Durante todos estos años, la
inestabilidad y la enemistad entre los Gobiernos del África Occidental ha im
pedido que prosperen otras iniciativas regionales, tales como la Unidad del
Magreb Árabe (UMA).

Tercera fase (1975-1995) y «epílogo actual»

En la última etapa de la descolonización, los nacionalismos pendientes de


solución hicieron estallar nuevos conflictos en Oriente Próximo. En el Líba
no, a las diferentes facciones político-religiosas se sumó la presencia palesti
na en campos de refugiados, lo que terminó en una guerra civil en 1975. En
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 623

1982, el país fue ocupado por el ejército israelí, siendo necesaria una fuerza
internacional integrada por norteamericanos, británicos, franceses e italianos
para poner fin a las hostilidades. En 1985, las Naciones Unidas establecieron
una misión internacional conocida como la FINUL, mientras los israelíes con
servaron un contingente militar al sur del país. Tras la firma de los Acuerdos
de Taif de 1989, se puso fin a la guerra civil. En 1990 se proclamó la Nueva
República Libanesa. La política interna libanesa no ha dejado en ningún mo
mento de verse sometida a influencias externas por los intereses regionales,
como los de Siria, así como a la acción de grupos fundamentalistas como
Hezbolá. En 2006, se produjo un nuevo ataque israelí sobre el Líbano, obli
gando a las Naciones Unidas a reforzar la misión internacional de FINUL,
que se prolonga hasta el presente.
Paralelamente, la cuestión palestina ha seguido su propio ritmo. En di
ciembre de 1987, una revuelta popular en los territorios ocupados, conocida
como la Intifada, despertó la conciencia mundial sobre la situación de los pa
lestinos. Las consecuencias de esta acción resultaron trascendentales, pues un
año después, las Naciones Unidas reconocieron a la OLP como la represen
tante legítima del pueblo palestino y se proclamó en Argel un gobierno.
Otros hechos sucedidos en la región de Oriente Medio acabaron interfi
riendo en los procesos anteriores. La potencia que en mayor medida reflejó
los litigios pendientes de la descolonización ha sido Iraq. En 1980, el presi
dente Saddam Husein lanzó sus tropas contra la República Islámica de Irán,
presidida por el ayatolá Jomeini. En aquellos momentos, el Gobierno de Tehe
rán atravesaba una fase de fortalecimiento y expansión revolucionaria, tras el
derrocamiento del sha Reza Pahlevi el año anterior. Este conflicto se convirtió
en una guerra de desgaste, que no terminó hasta que en 1988 se produjo la
mediación de las Naciones Unidas. Dos años después, argumentando la re
construcción del territorio histórico de Iraq, el presidente Husein emprendió
otra guerra al invadir el reino de Kuwait. En esta ocasión, la respuesta inter
nacional fue inmediata. Estados Unidos, junto con otros países europeos y
árabes del Golfo, lideró una coalición, que obligó a Iraq a retroceder. En
1991 las Naciones Unidas impusieron al país un embargo sobre el petróleo,
lo que provocó su declive económico. La mayor víctima ha sido la sociedad
iraquí castigada no sólo por la guerra, sino, además, por crisis humanitaria
a la que llevó esta sanción internacional. En Irán, una de las potencias emer
gentes de la región, se ha mantenido una republica fundamentalista hasta la
actualidad.
Tras la anterior Guerra del Golfo, quedó demostrada la necesidad de al
canzar acuerdos políticos para resolver los conflictos regionales, que podían
extenderse y afectar al nuevo orden mundial de la posguerra fría. Bajo este
prisma se celebró la Conferencia de Madrid en 1991, en la que se inauguró
el Proceso de Paz para Oriente Próximo. Éste fue el punto de partida de unas
negociaciones que no sólo deberían haber llevado a la creación de un Esta
do palestino, sino además a la firma de acuerdos de paz de todos los Es
tados árabes con Israel. En 1993, en los Acuerdos de Washington, palestinos
e israelíes se profesaron un reconocimiento mutuo. Este hecho motivó la
concesión del Premio Nobel de la Paz al primer ministro Isaac Rabin y al
presidente Yasser Arafat. A partir de ese momento, se inició el proceso con
624 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

los Acuerdos de Oslo, que establecieron los criterios para la devolución de los
territorios palestinos. Otras cuestiones como la situación de los refugiados,
el levantamiento de los asentamientos judíos en Gaza y Cisjordania y el esta
tuto de Jerusalén deberían haberse resuelto progresivamente. A partir de
1994, el retraso en la cesión de los territorios por parte israelí y la propaga
ción de atentados terroristas por parte de los grupos radicales palestinos,
como Hamas o Yihad Islámica, condujeron a un estancamiento. Desde enton
ces, la seguridad israelí se estableció como condición para el progreso en el
proceso. En 1996, se celebraron las primeras elecciones democráticas palesti
nas, resultando Arafat el presidente electo de la Autoridad Nacional Palestina.
En 2000, en los últimos meses de la presidencia de Clinton, se estuvo muy
cerca de alcanzar un acuerdo final entre el primer ministro Ehud Barak y
Arafat. Sin embargo, la presencia del entonces jefe del Likud, Ariel Sharon, en
la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén hizo estallar la llamada Intifada
al-Aqsa, de tintes mucho más violentos que la de los años ochenta. Los aten
tados del 11-S desviaron la atención mundial hacia Oriente Medio. A pesar
de ello, en 2003, un nuevo impulso internacional promovió la creación del
Cuarteto de Madrid, integrado por Estados Unidos, Rusia, las Naciones Uni
das y la Unión Europea. Se elaboró un plan, conocido como la Hoja de Ruta,
en el que se estableció un calendario para la aplicación de unos puntos con
cretos que debían llevar a la solución de los principales obstáculos en el pro
ceso. No se cumplió.
En Asia Central, el final de la Guerra Fría también ha vertido sus efectos
sobre el proceso descolonizador, permitiendo cerrar su ciclo. En 1991, la de
sintegración de la Unión Soviética propició la independencia de Kazajistán,
Kirguistán, Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán. En todas estas nuevas re
públicas se han instalado regímenes democráticos, pero varían en su grado
de estabilidad y desarrollo económico. La región se ha convertido en centro de
atracción internacional debido a los recursos energéticos.
En Afganistán, en 1973, una república puso fin a la monarquía. En 1979,
Estados Unidos alentó una guerrilla, los muyahidin, con el fin de derrocar al
presidente prosoviético K. Barbak, lo que incitó la intervención del ejército
rojo. El país se sumergió en una guerra civil hasta que las tropas rusas aban
donaron el territorio en 1989. En 1996 un Gobierno integrista en manos de
los talibanes instauró una República Islámica, reanudándose los enfrenta
mientos internos. En 2001, la protección que el gobierno de Kabul brindó al
terrorista Osama Bin Laden tras el 11-S motivó los bombardeos de una coali
ción internacional integrada por Estados Unidos y Gran Bretaña. Simultánea
mente, las Naciones Unidas aprobaron una operación de reconstrucción, bajo
el mando de la OTAN, que hasta hoy se desarrolla en el país. Unas elecciones
democráticas han permitido la proclamación de una república presidida por
H. Karzai, pero no se ha logrado la pacificación.
Tras los atentados del 11-S, el presidente Bush consideró la seguridad in
ternacional amenazada por la existencia de un «eje del mal» integrado por
Iraq, Irán y Corea del Norte. En marzo de 2003, lanzó un ataque contra Iraq,
cuya justificación se centró en la posesión de armas de destrucción masiva
por parte del régimen de Bagdad. Las tropas norteamericanas permanecen
implicadas en un «conflicto asimétrico», golpeado por el terrorismo interna-
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 625

cional. En este contexto, capturado, el presidente Husein fue juzgado y ejecu


tado en 2007. Una nueva constitución y una república democrática han per
mitido el ascenso del presidente kurdo Yalal Talabani. A pesar de ello, en el
presente, Iraq se encuentra muy lejos de la recuperación económica y la esta
bilidad política.
Por su parte, desde 2005, el presidente iraní Ahmadineyad viene anun
ciando la realización de un programa nuclear con fines pacíficos, que es cues
tionado por la comunidad internacional. Algunos países de la Unión Europea
mantienen un diálogo con el régimen de Teherán, encaminado a descartar el
uso militar del programa. Estados Unidos e Israel amenazan con una inter
vención militar sobre el país.
Mientras que. desde los años cincuenta, en Corea del Sur se instaló un
sistema democrático, cuya industria tecnológica permite definirlo como uno
de los «dragones asiáticos», en la República de Corea del Norte se ha mante
nido un régimen comunista hasta el presente. En los años noventa, se produ
jeron algunos progresos hacia el mantenimiento de relaciones entre los dos
Estados. Recientemente se ha abierto la frontera para el paso de mercancías.
Aunque el Gobierno comunista de Pyongyang ha amenazado con el uso béli
co de su programa nuclear en varias ocasiones, la presión ejercida por el pre
sidente Bush parece haber conseguido su disposición a desmantelar el siste
ma de misiles.
En esta última etapa, en cuanto a los Gobiernos africanos, podemos de
cir que en muchos se han seguido sufriendo conflictos internos. La región del
Cuerno de África ha sufrido auténticos genocidios tribales y crisis humanita
rias que, arrastradas desde años atrás, se recrudecieron con el fin de la Gue
rra Fría. En Somalia, en 1969, el general Siad Barre dio un golpe de Estado,
quedando dominada la escena política por el clan de los Marehan. Desapare
cida la Unión Soviética, la fuerzas políticas de la oposición emergieron, coa
ligándose en un Frente Nacional de Salvación. En 1991 el Congreso Unido de
Somalia (CUS), a las órdenes del general Mohamad Farah Aidid, ocupó Mo
gadiscio. Desde entonces, una guerra civil entre clanes étnicos desoló el país,
provocando una situación de hambruna permanente. La incapacidad de las
organizaciones de ayuda humanitarias para salvar la situación ocasionó una
intervención norteamericana al amparo de las Naciones Unidas (ONUSOM) a
partir de diciembre de 1992. Las dificultades encontradas por esta fuerza en
la ejecución de sus operaciones motivaron una ampliación del mandato a par
tir de 1993 (ONUSOM 2). La desintegración del Gobierno somalí se tradujo
en la multiplicación de interlocutores, que fueron convocados por las Nacio
nes Unidas en una Conferencia en Addis Abeba (Etiopía) en un intento de re
construir el Estado. Las divergencias entre los grupos étnicos dejaron la situa
ción sin resolver.
Burundi fue igualmente escenario de matanzas tribales entre los hutu y
los tutsi. En 1966, un golpe de Estado terminó con la monarquía democráti
ca instaurada por los belgas antes de conceder la independencia a su manda
to. Desde entonces, el Consejo Nacional de la Revolución, presidido por Mi-
combero, se hizo cargo de una república que favoreció a la minoría proocci
dental de los tutsi. En los años setenta, los ataques de los hutu provocaron un
genocidio de más de 300.000 víctimas, en medio de una serie de golpes de Es-
626 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

tado. A finales de los ochenta, la respuesta de los tutsi provocó una huida ma
siva de hutus hacia Ruanda. En este país, igualmente sometido a la violencia
interétnica, fueron perseguidos y masacrados impunemente los refugiados.
En 1991, en Burundi se aprobó una Carta de Unidad Nacional, que posibilitó
la celebración de elecciones. El asesinato del presidente electo Ndadaya origi
nó una nueva guerra civil. En la vecina Ruanda, las Naciones Unidas (MI-
NU AR) desplegaron una misión en 1993, que no logró controlar la situación.
En junio de 1994, el Consejo de Seguridad aprobó la intervención de una
fuerza francesa con carácter humanitario. Posteriormente, las Naciones han
aprobado un Tribunal Penal Internacional para juzgar los crímenes contra la
humanidad cometidos en Ruanda. Este tribunal, junto con otro similar para
Yugoslavia, ha constituido las bases para la creación de la Corte Penal Inter
nacional, recogida en el Estatuto de Roma de 1998.
En 1993, Eritrea se independizó de Etiopía, a la cual había sido anexio
nada en 1952. Después de años de luchas internas, la Alianza del Frente Na
cional Eritreo logró integrar a las distintas facciones de la guerrilla naciona
lista enfrentadas al Gobierno etíope. Este hecho facilitó que las Naciones Uni
das promovieran un referéndum por la independencia, cuyo resultado llevó a
que Issaias Afewerki fuera nombrado primer presidente del país.
Liberia no fue sometida a la colonización imperialista. En 1847 nació
como república independiente, sirviendo de territorio para la liberación de
aquellos africanos apresados en la trata de esclavos, ya en la década de los se
tenta del siglo xx, el Gobierno de William Tolbert se enfrentó a importantes
agitaciones en Monrovia, ocasionadas por la subida de precios de productos
básicos. En 1980, Samuel K. Doe protagonizó un golpe de Estado tras la ne
gativa del presidente a dimitir por petición popular. Se instaló entonces un ré
gimen de apariencia democrática, que progresivamente recortó los derechos
ciudadanos. En los años noventa, un movimiento de oposición tribal depuso
a Doe e inició un proceso de paz, interrumpido por guerrillas procedentes de
Sierra Leona. En 1995, una misión de observación de las Naciones Unidas
(UNOMIL) denunció las matanzas de miles de civiles en los combates.
En el África Austral se consumaron las independencias pendientes. Zim-
babue nació como Estado en 1980 al desaparecer la República de Rodesia
del Sur. La oposición africana, reunida en el Frente Patriótico, se enfrentó al
régimen racista blanco instalado por Jan Smith en 1967. La segregación po
lítica se tradujo en una división de tierras blancas y negras, prohibiendo a es
tas últimas el acceso de los extranjeros. El fracaso político y deterioro eco
nómico acabaron por agotar el sistema, lo que dio lugar a un traspaso del po
der a la mayoría africana, recogido en los Acuerdos de Salisbury en 1978.
Tras unas primeras elecciones, anuladas por el Comité de Descolonización de
las Naciones Unidas, en 1980, otras otorgaron el poder a Robert Mugabe. En
1989 tuvo que hacer frente a importantes agitaciones procedentes de movi
mientos estudiantiles. Poco después, una nueva ley laboral prohibió las huel
gas y una polémica reforma constitucional puso en marcha un proceso de
confiscación de tierras, negando el derecho a los propietarios de recurrir a
los tribunales.
El mandato de Namibia fue anexionado a su territorio por el Gobierno de
Sudáfrica en 1946. Tras años de negociaciones auspiciadas por las Naciones
ESTADOS UNIDOS
CHINA

(JAPÓN

MÉXICO

Midway

Wake
.’Com. Marianas Hawaii
Filipinas . . d e l Norte 1975 1959
•'Guam Johnston
1896
Estados ' Islas Marshall
• F.ederados ’• 1991
Belaú ’ •• die •
1946 Micronesia
1991
í Kiribati
Nauru .1979 . Christmas
1968

I Salomón Tuvalu *.• Tokelau


® Papúa-Nuev! Guinea
1978 '
Indtyiesia 1975 1978 •-.1907
X* - Marquesas
1
. . . Samoa amer.
Vanuatu
" S a m o a occid. 1904
V-1980 .¿
Mar de Coral 1962
\ Fiyi »> - I . Cook ... Tahiti
1970 Niue - 1965. 1958
Polinesia Francesa
* / 1974
Nueva Caledonia
1958
AUSTRALIA 1901 1 .000 km Pitcairn
1887

Mapa 27.4. La descolonización de Oceania.


628 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

Unidas alcanzó su independencia en 1990. Los logros nacionalistas no estu


vieron al margen del proceso que vivió la política sudafricana durante años.
La Unión Sudafricana estuvo dominada por el régimen del apartheid desde
1948. Las Naciones Unidas promovieron una política general contra la segre
gación racial desde los años sesenta, pero fue en 1973 cuando la Asamblea
General decidió adoptar una resolución para la supresión y condena del caso
sudafricano concretamente y se abrió un Fondo Económico para publicidad
contraria al apartheid. Se permitió la presencia en las reuniones de la Asam
blea General de observadores pertenecientes a los movimientos de liberación
como fue el caso del Congreso Nacional Africano (CNA), fundado por Nelson
Mandela. Este fue el inicio de un largo proceso de presiones provenientes de
las Naciones Unidas, que culminaron al obligar al Gobierno de Pretoria a ne
gociar una Constitución con la mayoría negra en 1989. El presidente Frede-
rik De Klerk autorizó la excarcelación de líder nacionalista africano, con
quien negoció una transición política. En 1994, tras unas elecciones supervi
sadas por las Naciones Unidas, Nelson Mandela se hizo con la presidencia de
la República de Sudáfrica.
La descolonización de Oceania se produjo en esta última fase. Las colo
nias británicas de Tonga, Islas Fiyi, Papúa Nueva Guinea, Salomón, Tavalu,
Kiribati y Nuevas Hébridas se integraron en la Commonwealth. Mientras, Es
tados Unidos acordó diferentes estatutos con Hawái, Islas Marianas, Palaos,
Carolinas e Islas Marshall.
Lo mismo sucedió con los últimos restos coloniales en América del Sur.
Gran Bretaña concedió la independencia, en el Caribe y las Antillas, a Jamai
ca, a Isla Barbados, a las Bahamas, a Granada, a República Dominicana, a
Santa Lucía, a San Vicente, a Granadinas, a Antigua, a San Cristóbal y Nevis;
en Centroamérica, al Estado de Belice (antes Honduras Británica); y, en el sur,
al Estado de Guyana, a Trinidad y Tobago. La Guayana Holandesa pasó a con
vertirse en la República de Surinam.
En la actualidad, los últimos territorios bajo dependencia colonial son
los siguientes. Por parte de Gran Bretaña quedan Gibraltar, Anguila, Bermu
das, Islas Caimán, Islas Malvinas, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Bri
tánicas, Islas Pitcairn, Santa Helena y Montserrat. Entre las posesiones fran
cesas, los territorios no autónomos de Ultramar son la República Nueva Ca
ledonia y otras colectividades son Islas Wallis y Futuna, Islas San Pedro y
Miguelón, San Bartolomé, San Martín y Mayotte y la Polinesia Francesa. Si
guen teniendo categoría de Departamento de Ultramar: Guadalupe, Martini
ca, Guayana francesa y Reunión. Todavía dependen de Estados Unidos:
Guam, Samoa Americana e Islas Vírgenes Americanas. Nueva Zelanda man
tiene Tokelau. Marruecos retiene el territorio del Sahara Occidental, como
hemos dicho, pendiente de la celebración de un referéndum de autodetermi
nación, según las resoluciones de las Naciones Unidas. Restan otras depen
dencias por el mundo, pero de carácter menor, muchas son territorios desha
bitados.
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 629

3. Las relaciones internacionales de los Estados independizados:


el nacimiento del Tercer Mundo

3.1. De la Conferencia de Bandung al Movimiento de los Países


No Alineados

El mundo de la Sociedad de Naciones estaba integrado por tan sólo diez


países pertenecientes a Asia y a Africa. Actualmente bastante más de la mitad
de los Estados de las Naciones Unidas son países afroasiáticos. Esto es lo que
en su momento se denominó la «mundialización de la sociedad internacio
nal», aunque en el presente este término haya quedado superado por otros
procesos vinculados a lo que entendemos por «globalización».
La descolonización dio lugar a un mundo sumamente heterogéneo en
pleno contexto de la Guerra Fría. Los Estados independizados buscaron la de
fensa de sus intereses comunes, organizándose y estrechando sus relaciones.
De ahí que se multiplicaran las organizaciones internacionales, que como la
Liga Árabe o la Organización para la Unidad Africana (OUA) — hoy en día
Unión Africana (UA)—, reunieron a países culturalmente afines, pero sobre
todo con el objetivo de perfilar una identidad propia y luchar contra el impe
rialismo colonial como denominador común. Por otra parte, debemos añadir
que, a diferencia de las organizaciones de otros países, los afroasiáticos bus
caban una solidaridad entre ellos que les permitiera salir del subdesarrollo.
Podemos entender, por ello, las palabras del presidente Nkrumah de Ghana al
señalar que cada movimiento nacional por la independencia poseía dos com
ponentes: la exigencia de libertad política y la lucha contra la pobreza y la ex
plotación.
Estas circunstancias dieron lugar al nacimiento del llamado «Tercer
Mundo». Esta expresión no responde a la aparición de un tercer bloque alter
nativo a los de las dos superpotencias: Estados Unidos y la Unión Soviética.
Aunque A. Sauvy ya utilizó esta definición en los años cincuenta, fue el geo-
político francés Yves Lacoste quien mejor nos permitió entender su conteni
do al equiparlo con la lucha por el poder de esa mayoría popular relegada que
fue el «Tercer Estado» en la época revolucionaria liberal.
El punto de partida de la acción internacional del Tercer Mundo fue la
Conferencia de Bandung de abril de 1955. Aquí, por primera vez, los Estados
afroasiáticos aparecen como un bloque organizado ante el resto del mundo.
Significó el testimonio más claro de la toma de conciencia de los nuevos Es
tados independientes. Para entender su actitud hay que tener presente que se
habían emancipado del bloque capitalista, según la división de la Guerra Fría,
con lo cual compartían un rechazo común hacia los países occidentales. La
Unión Soviética aprovechó esta animadversión para sustituir el anterior en
tramado de relaciones por el suyo propio, alentando los procesos revoluciona
rios de los países afroasiáticos.
En un intento de huir de las influencias y tensiones internacionales entre
las superpotencias, estos Estados se unieron para iniciar y desarrollar una po
lítica internacional de neutralismo, que evolucionó de la pasividad a una ac
titud activa de «no alineación». En esta posición, los países de África y de Asia
coincidieron en sus aspiraciones con los de América del Sur. La formulación
630 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

y consolidación de esta política se produjo a lo largo de un proceso iniciado


desde las primeras independencias, al término de la Segunda Guerra Mun
dial, hasta nuestros días. Los dos acontecimientos centrales fueron la propia
Conferencia de Bandung y el Movimiento de los Países No Alineados.
La coincidencia de unos líderes históricos excepcionales en el momento
álgido de la descolonización, como fueron Nasser, Nehru y Sukamo, fue un
elemento esencial para la convocatoria de la conferencia internacional. Se tra
zaron cuatro grandes objetivos: 1) fomentar la comprensión y las relaciones
entre las naciones de Asia y de África; 2) examinar los problemas económicos,
sociales y culturales entre tales países; 3) examinar las cuestiones de soberanía
nacional, el racismo y el colonialismo; y 4) considerar la posición de Asia y de
África en el mundo y su contribución a la paz y cooperación internacionales.
Roberto Mesa señalaba que entre los logros fundamentales de Bandung
había dos destacadles: el primero, la condena absoluta del sistema colonial y,
el segundo, la determinación de los pueblos del Tercer Mundo por ocupar un
puesto, proporcional a su importancia, en el sistema internacional. Otro de
los resultados de la conferencia se tradujo en la evolución hacia un neutralis
mo activo o positivo. En otras palabras: neutrales sí, pero desempeñando una
función pacificadora entre los bloques. Esto quedó perpetuado en una de las
asociaciones más significativas de la historia contemporánea de las relaciones
internacionales: el Movimiento de los Países No Alineados. La ideología reco
gida en el «espíritu de Bandung» se fue extendiendo geográficamente a través
del Movimiento. La adhesión de numerosos países de Sudamérica y de Euro
pa transformó los principios inspiradores de la conferencia original.
En 1956 el presidente Tito, de la República de Yugoslavia, convocó una
Conferencia en Brioni. En aquel momento ya se perfiló el papel que podrían
desempeñar estos Estados en el orden internacional. Fue en 1960, en la sesión
de la Asamblea General de la ONU, cuando por primera vez se utilizó el Mo
vimiento de los No Alineados como plataforma para una reivindicación inter
nacional. Estos Estados hicieron un llamamiento, pidiendo la reanudación de
las conversaciones americano-soviéticas.
Estas iniciativas permitieron el nacimiento definitivo del Movimiento en
la Primera Conferencia de Belgrado de septiembre de 1961. En este foro se
definieron los principios de la No Alineación: 1) seguir una política indepen
diente fundada sobre la coexistencia pacífica y no alineación; 2) apoyar los
movimientos de liberación nacional; 3) no pertenecer a ningún pacto militar
colectivo que pueda implicar al país en el conflicto entre las grandes poten
cias; 4) no formar parte de ninguna alianza unilateral con una gran potencia;
y 5) no aceptar el establecimiento sobre su territorio de bases militares perte
necientes a una potencia extranjera.
En el transcurso de la Conferencia de Belgrado se manifestaron dos co
rrientes entre los Estados participantes. La radical, en su mayoría países afri
canos apoyados por Indonesia y Cuba, que dieron prioridad a la lucha contra
el imperialismo y el conflicto Norte-Sur. La moderada, animados por India,
Etiopía v Birmania, se centraron en la solución del conflicto Este-Oeste. En
cualquier caso, el éxito de la convocatoria animó al Movimiento a la celebra
ción de conferencias periódicas con el fin de ir profundizando en sus princi
pios y actitud política en la esfera internacional.
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 631

Desde 1961 hasta 2006 se han convocado un total de catorce conferencias


—la última en La Habana— con una periodicidad de tres o cuatro años entre
cada una de ellas. Se han reunido en capitales como El Cairo, Lusaka, Argel,
Colombo, La Habana, Nueva Delhi, etc. En la primera de Belgrado los países
asistentes fueron veintiuno, mientras que tres décadas más tarde, el Movi
miento supera la centena de Estados miembros. En la evolución de este pro
ceso hay que señalar cómo el carácter de las conferencias ha ido cambiando
desde el enunciado de postulados políticos a otros de carácter económico. En
este ámbito ha existido mejor conexión que en lo referente a las cuestiones
políticas. Desde los primeros momentos de su organización fueron capaces de
elevar sus reivindicaciones de cara a superar el subdesarrollo, las cuales fue
ron impulsadas y formalizadas por las Naciones Unidas. A partir de la presión
de estos países, en 1964, se reunió en Ginebra la primera conferencia sobre
comercio mundial: la UNTAC I (United Nations Conference on Trade and Deve
lopment o Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo),
que sigue manteniendo convocatorias hasta el presente. En el seno del Movi
miento de los No Alineados, en la VI Conferencia en La Habana en 1979, se
enunció el Nuevo Orden Económico Internacional.
A partir de los años noventa, con el final de la Guerra Fría, podría haber
perdido sentido el Movimiento. Sin embargo, buena muestra de la trasforma
ción y la evolución que han experimentado sus reivindicaciones es el hecho
de que haya seguido manteniéndose como tal, una vez cerrado aquel ciclo his
tórico. Las intervenciones del secretario del Movimiento son frecuentes en la
Asamblea General de las Naciones Unidas.
Los países del Movimiento de los No Alineados no se pudieron librar de
las tensiones y el reparto internacional del mundo. El deseo de estos Estados
por ser considerados a escala internacional como una fuerza operante les lle
vó a un excesivo idealismo. No han sido ajenos a las influencias de las gran
des potencias, ni se han mantenido unidos entre ellos, fieles a sus compro
misos. A pesar de todo, se han convertido en un símbolo característico de las
relaciones internacionales del siglo xx, que les ha permitido alcanzar objeti
vos colectivos concretos y mantener el espíritu de una ideología a escala
mundial, que parece resucitar en los tiempos presentes a través de las aspi
raciones de las llamadas «potencias emergentes», todas ellas pertenecientes al
Tercer Mundo.

3.2. Neocolonialismo y subdesarrollo


La descolonización no supuso la aparición de un mundo homogéneo con
países que se relacionan con plena igualdad. Todo lo contrario: la descoloni
zación va unida al neocolonialismo. Este proceso fue el origen de un fuerte
contraste entre desarrollo y subdesarrollo. Estos dos factores están unidos,
porque el fin del sistema imperialista obligó a replantear las relaciones entre
colonias y metrópolis, en las que la concesión de la independencia política fue
una condición indispensable para la supervivencia del sistema. No fue un
plan orquestado, sino una necesidad. En realidad se mantuvo la dominación,
pero desde el exterior. La política descolonizadora de las potencias europeas
632 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

ya traía en sí misma la semilla del neocolonialismo. Sólo con este plantea


miento se puede comprender la lógica del proceso posterior.
Por lo dicho, podemos definir el neocolonialismo como el dominio o in
fluencia de las grandes potencias sobre los países políticamente independien
tes, para asegurarse la explotación de sus recursos económicos y su fidelidad
diplomática. En otras palabras, todo indica que estamos ante una forma dis
tinta de imperialismo.
Dentro de las potencias neocolonialistas encontramos las antiguas posee
doras de imperios coloniales como Francia y Gran Bretaña, pero también
otras nuevas como Japón y Estados Unidos. Las relaciones entre la nueva na
ción independiente y la potencia exterior corresponden a tres tipos según la
forma de ejercer el poder neocolonial: a) el poder es ejercido por el mismo
país que detentaba la colonia. Por ejemplo, Gran Bretaña respecto a Sudáfri-
ca, Portugal respecto a Mozambique, etc.; b) el poder es ejercido por una nue
va potencia, que sustituye a la anterior o colabora con ella participando en la
intervención económica. Por ejemplo, Francia está sustituyendo a España en
Guinea Ecuatorial, Estados Unidos en Oriente Medio, etc.; c) el poder es ejer
cido por monopolios internacionales, multinacionales, detrás de los cuales es
tán las antiguas potencias colonialistas o nuevas potencias. Por ejemplo, el
Congo, donde existen intereses belgas y norteamericanos.
El método y los mecanismos de actuación de las potencias neocolonialis
tas se centran en tres planos: 1) control económico por medio de la inversión
de capitales. Es lo que se ha denominado la «ayuda ligada», que no sólo ge
nera una nueva dependencia, sino que además facilita indirectamente las ex
portaciones del donante. Por tanto, desde la descolonización asistimos a un
crecimiento galopante de la deuda exterior de los países subdesarrollados.
Hasta el punto de que entre un 10 % y un 15 % del valor total de las exporta
ciones de estos países se dedica a pagar las amortizaciones y los intereses de
la ayuda internacional. 2) Control político y social, con la manipulación de la
opinión pública o la desestabilización interna. Los intereses internacionales
de las potencias directoras del mundo en muchas ocasiones han llevado a sus
gobiernos a respaldar golpes de Estado o promover guerrillas para derrocar
regímenes no sumisos a su sistema. 3) Control militar a través de una inter
vención directa o indirecta con fines económicos, políticos o estratégicos.
El resultado de este proceso neocolonial ha sido en una situación de per
sistente subdesarrollo para la mayor parte de los países del Tercer Mundo. Este
fenómeno es sumamente complejo. Los procesos históricos como el imperia
lismo y la descolonización son fundamentales para entender sus causas, pero
no son suficientes. Existe una tendencia muy habitual a asociar el subdesarro-
11o con una fase previa al desarrollo, asimilando, una vez más, la evolución oc
cidental a la de otras culturas. Sin embargo, se olvida que las condiciones de
los países subdesarrollados difieren notablemente de aquellas de la Europa
preindustrial. Y por ello no es correcto identificarlos e incluso establecer simi
litudes entre ambos, ni mucho menos deducir que los actuales países preindus
triales van a seguir necesariamente el mismo ritmo de evolución económica
que los europeos siguieron en su día. Este modelo de evolución occidental,
unido a circunstancias históricas muy concretas y muy diferentes, sólo se ha
repetido en dos ocasiones, en el caso de Estados Unidos y el de Japón.
LA DESCOLONIZACIÓN Y EL TERCER MUNDO 633

Por tanto, dado que se trata de una situación nueva en la historia, habrá
que analizar los elementos que la caracterizan por sí misma. Lacoste los de
finió a través de catorce puntos:

1. Insuficiencia alimentaria.
2. Deficiencias demográficas, analfabetismo, mortalidad infantil eleva
da, insuficiencia sanitaria, etc.
3. Recursos desaprovechados o despilfarrados.
4. Alto porcentaje de agricultores, pero baja productividad de las acti
vidades agropecuarias.
5. Escaso porcentaje de población urbana y, en consecuencia, debili
dad de las clases medias.
6. Industrialización restringida e incompleta.
7. Hipertrofia y parasitismo del sector terciario. (Paralización del sec
tor servicios.)
8. Debilidad de la renta per cápita.
9. Paro, subempleo y empleo infantil.
10. Subordinación y dependencia económica.
11. Fuertes desigualdades sociales.
12. Dualismo de sectores económicos, desarticulación entre ellos y dis
locación de estructuras económicas y sociales. (Dependencia econó
mica de la antigua metrópoli o nueva potencia neocolonial, produ
ciendo en el país únicamente aquellos productos que al primero le
interesan y no en función de las necesidades reales de la nación pro
ductora.)
13. Fuerte crecimiento demográfico.
14. Toma de conciencia y situación en plena evolución.

A pesar de que el fenómeno del subdesarrollo pueda compartir todos es


tos elementos comunes, hay que tener en consideración que adquiere carac
terísticas propias dependiendo del área geográfica en la que se encuentre. A
la hora de responder a estas circunstancias existe un factor cultural insosla
yable. De la misma forma que es necesario diferenciar niveles. No podemos
basar la solución al subdesarrollo tratándolo bajo una visión monolítica, pues
no es igual en el subcontinente asiático que en el mundo árabe, en Sudamé-
rica o en el continente africano, siendo este último el mayor exponente de
esta situación en la actualidad.
La respuesta al subdesarrollo no podrá venir de los propios países desa
rrollados, sino a través del compromiso que adquieran en un nuevo orden
mundial en el seno de las Naciones Unidas. El cumplimiento de «Los Objeti
vos de Desarrollo del Milenio», enunciados en dicho foro en el año 2000, ad
quiere una trascendencia fundamental de cara al orden mundial futuro.
En conclusión, en lo que a territorios se refiere, la descolonización está
prácticamente finalizada. Quedan pocos casos por resolver, que plantean con
diciones particulares asociadas a la extensión limitada de territorios, al esca
so número de habitantes o a los litigios relacionados con los recursos natura
les. Como proceso, prácticamente se ha completado. Su balance es difícil de
calibrar. Los pueblos afroasiáticos han logrado su ansiada independencia,
634 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS

pero no les ha proporcionado la prosperidad esperada. Las relaciones inter


nacionales dirigidas por las grandes potencias no han contribuido al desarro
llo del Tercer Mundo, pero los líderes de estos Estados tampoco han sabido
crear modelos propios que respondieran a los intereses de aquellas socieda
des. Las responsabilidades históricas no pueden ser omitidas, pero ya no se
puede volver al pasado. Ahora sólo queda aprender de sus enseñanzas para
evitarlas en un futuro orden mundial.

Lecturas recomendadas

Cortés, J. L. (1995): Historia Contemporánea de África. Desde 1940 hasta nuestros


días. De Nkrumah a Mandela, Mundo Negro, Madrid. La obra es muy didáctica, resul
tando fácil de manejar para una aproximación tanto temática como por países.
Chamberlain, M. E. (1997): La descolonización. La caída de los imperios europeos,
Ariel, Barcelona. Como todos los libros del autor, es una monografía como síntesis de
la materia. Permite reflexionar sobre las situaciones actuales, partiendo de los resulta
dos de los procesos históricos.
Fuente, Cobo I. y Mariño Menéndez, F. (2006): El conflicto del Sahara Occidental,
Ministerio de Defensa, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Madrid. La obra
responde al trabajo de importantes especialistas conocedores de la región. Un estudio
geopolítico metodológico y con cartografía bien elaborada.
Grimal, H. (1989): Historia de las descolonizaciones del siglo xx, lépala, Madrid. Es
una de las obras más completas sobre la descolonización. Ofrece una visión de las re
laciones entre las potencias colonizadoras, así como de la base ideológica de los na
cionalismos, llegando a importantes conclusiones que explican el proceso.
Lapping, B. (1985): End of Empire, St. Martin’s Press, Nueva York. Está centrado
en el fin del Imperio británico.
Martínez Carreras, J. U. (1987): Historia de la descolonización, 1919-1986. Las in
dependencias de Asia y de África, Istmo, Madrid.
— (2003): Historia del colonialismo y la descolonización , Universidad Compluten
se, Madrid. Las dos obras representan un clásico en el estudio de estos temas, ofre
ciendo un minucioso repaso de los datos históricos. Sintetizan bien las aportaciones
más destacadas en la historiografía sobre esta materia.
Sánchez, Cervelló J. (1997): La descolonización y el surgimiento del Tercer Mundo,
Hipótesis, Barcelona. Es buena muestra de los estudios de este autor, cuya especiali
dad se centra en la descolonización portuguesa. Su análisis va desde la descomposi
ción imperial hasta las condiciones de surgimiento del subdesarrollo característico del
Tercer Mundo.

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