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ENVIADOS

GUÍA PRÁCTICA PARA COMPARTIR EL EVANGELIO


AL ESTILO DE JESÚS

ENVIADOS
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
Día 1: Dile adiós al prejuicio
Día 2: ¿A quién estás invitando a tu mesa?
Día 3: ¿Soy yo la persona que Jesús quiere usar?
Día 4: No des a nadie por perdido
Día 5: La cosecha aguarda
Día 6: Una esperanza segura
Día 7: ¡Buenas noticias!
Día 8: Sus palabras siguen vivas
Día 9: ¿Quién es Jesús?
Día 10: El secreto de la intimidad
Día 11: A nadie le gusta que lo llamen pecador
Día 12: Sé un milagro esperando suceder
Día 13: Él te quiere a ti
Día 14: Gracia suficiente
Día 15: Llaman a la puerta

ENVIADOS
LINKS DE VIDEOS

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Día 16: Jesús se ocupa de tus asuntos


Día 17: ¿Cómo sé si su Espíritu está en mí?
Día 18: Rechazados por la fe
Día 19: Arrepentirse o perecer
Día 20: La oración es el principio
Día 21: “Si tú quieres”
Día 22: Alguien salió a buscarte
Día 23: Cosas mayores
Día 24: El amor no es opcional
Día 25: Jesús no necesita abogados defensores
Día 26: No podemos ser santos sin él
Día 27: Hazlo simple
Día 28: Haz algo
Día 29: ¿Qué estás haciendo por tus amigos?
Día 30: Uno trae al otro
Día 31: Él fue como tú y como yo

ENVIADOS
INTRODUCCIÓN

Lo entendemos. Evangelizar puede parecer una palabra abrumadora


e intimidante…

En el contexto de una sociedad polarizada, podemos percibir


el evangelismo como algo invasivo e incómodo. Pero no tiene que
ser así.

En términos simples, evangelizar es compartir a Jesús.

Si lo piensas, hablar de Jesús es una respuesta natural de nuestra


relación con él. Tal como hablamos de un amigo con alguien más.

Quizás creas que este es un llamado solo para personas extraordinarias,


con liderazgos activos, dones prominentes y formación teológica, pero
no es así. Si sigues a Jesús, estás llamado a testificar de él; y ¿qué mejor
forma de aprender a hacerlo que siguiendo su propio ejemplo?

Mayo es el mes del evangelismo global y en CV, nos hemos aliado con los
creadores de The Chosen y Go Movement para crear un calendario con
videos de esta serie que puedes descargar y compartir.
También hemos diseñado esta guía que pretende invitarte a ti y a tu
comunidad a una comprensión del evangelismo en el contexto de las
relaciones. Lo haremos a partir de lecciones prácticas que Jesús dejó a
su paso para que, juntos, asumamos un rol activo en la misión a la cual
fuimos enviados.

¿Qué dices? ¿Estás listo para unirte a este gran movimiento de personas
alcanzando a personas? ¡Empecemos!

ENVIADOS
Dile adiós al prejuicio

“Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo:


—¡Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas
escribieron! Se llama Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
—¡Nazaret! —exclamó Natanael—.
¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?
—Ven y compruébalo tú mismo —le respondió Felipe”

Juan 1:45-46 (NTV)

¡Tiempo de sincerarnos! En algún momento, todos —sí, TODOS— hemos caído en pre-
juicios producto de nuestro entorno cultural, lo aprendido y las experiencias que nos
formaron. El problema de los prejuicios al compartir a Jesús es que nos hacen olvidar una
verdad tan esencial como irrefutable: que él —a diferencia de nosotros— no hace dis-
tinción de personas.

A pesar de ser una persona íntegra, Natanael —como todos— tenía prejuicios.

En ese entonces, Nazaret era un pequeño poblado que carecía de relevancia alguna. Los
judíos de la época no tenían una buena percepción de Nazaret, por ende, nadie esperaba
que fuera el lugar del que viniera el Mesías.

En una sociedad que se deja llevar por ideas preconcebidas, Dios es especialista en actu-
ar de formas disruptivas y poco convencionales; el mayor ejemplo lo vemos en Jesús, en
su forma de venir al mundo, de relacionarse con grupos menospreciados y de morir para
darnos vida.
Aunque Natanael se apresuró a objetar y a emitir un juicio de valor sobre Jesús por su
lugar de procedencia, Felipe supo manejar la situación con sabiduría y le dio una buena
respuesta: “ven y verás”.

Felipe no cayó en discusiones sobre si pudiese o no salir “algo bueno” de Nazaret, tampo-
co intentó convencerlo de lo contrario ni se sintió ofendido ante las palabras despectivas
de Natanael. Simplemente lo invitó, como amigo, a dejar de lado sus prejuicios para tener
una experiencia personal.

Ellos eran buenos amigos y quizás por eso, Natanael se dio la oportunidad de formarse un
criterio propio acerca de aquél que Felipe le habló.

ENVIADOS
Cuando compartas a Jesús y te topes con objeciones, asegúrate de que siempre gane la
amistad y no la discusión.

Al ser un portavoz del mensaje de salvación, recuerda que no estás llamado a convencer a
nadie de Jesús, sino a tender puentes para que los demás deseen conocer, por sí mismos,
a ese Jesús del que les has hablado.

Ponlo en práctica:

· Medita en tus propias limitantes. Piensa en alguien con quien no te relacionarías nor-
malmente y en tus motivos para hacerlo. Luego pídele a Dios que trabaje tanto en el
cora-zón de esa persona como en el tuyo, para poder responder en amor y hablarle de
Jesús

· Al compartir la fe, escucha para entender y no para contender.

· Ora por sabiduría para responder a las personas con prejuicios contra el cristianismo
des-de una postura compasiva y amorosa, no de juicio.

ENVIADOS
¿A quién estás invitando a
tu mesa?
Así que los fariseos y los maestros de la ley religiosa les reclamaron
severamente a los discípulos de Jesús diciéndoles: «¿Por qué comen y
beben con semejante escoria?».
Jesús les contestó: «La gente sana no necesita médico, los enfermos
sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que sa-
ben que son pecadores y necesitan arrepentirse».

Lucas 5:30-32 (NTV)

Cuando se trata de relacionarnos con quienes nos rodean, es natural inclinarnos por las
personas con las que tenemos cosas en común, ya sean aficiones, actividades, valores o
sistema de creencias.

Sin embargo, al conocer a Jesús, nuestra vida cambia y se vuelve común levantar barre-
ras relacionales ante quienes no comparten nuestras convicciones, o bien, cuestionar si
debemos mantener nuestra amistad con personas no cristianas.

Así, sin darnos cuenta, hacemos de la fe nuestra burbuja personal y dejamos de lado una
de las principales enseñanzas de Jesús: no podemos alcanzar a los perdidos si no estamos
dispuestos a compartir con ellos.

Jesús vino a nosotros por nuestra incapacidad de ir a él. Por esa razón, el plan para com-
partir el evangelio no es esperar a que los demás vengan a la iglesia, más bien es ir a los
demás para hacer discípulos suyos.

El discipulado solo se da en el contexto de las relaciones, y es en la mesa donde a Jesús le


gustaba mostrar su corazón para conectar con los demás.

Si lo piensas, ir a comer con alguien es un gesto de cercanía, confianza y amistad. Lo hac-


emos regularmente con nuestros amigos para ponernos al día, cuando salimos en plan
romántico para conocer mejor a alguien y como una forma de compartir —o celebrar– en
familia.

Es en la mesa donde Jesús incluyó a las personas despreciadas por su comunidad. Es en


la mesa, junto a sus íntimos, donde anunció el nuevo pacto de Dios con los hombres, y es
en la mesa donde prometió sentarse nuevamente con nosotros cuando regrese.
Solo basta con prestar atención a tu entorno para saber que estás rodeado de personas

ENVIADOS
con las que nunca has compartido. Personas que necesitan de alguien dispuesto a invi-
tarlos a su mesa para hacerles saber que Jesús no se olvidó de ellos… Y ese gesto puede
ser el inicio de algo maravilloso.

Ponlo en práctica:

· Este mes, sé intencional en conectar con alguien de tu entorno con quien nunca hayas
hablado. Puede ser un vecino nuevo, un compañero de trabajo o alguien que practique el
mismo deporte que tú.

· Piensa en esos amigos no cristianos con los que tienes tiempo sin compartir. Invita a
alguno de ellos a tomar un café para ponerse al día.

· Retoma el contacto con esos amigos que fueron heridos por la iglesia. Invítalos a tu casa
o visítalos.

ENVIADOS
¿Soy yo la persona que
Jesús quiere usar?

pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir
por nosotros cuando todavía éramos pecadores.

Romanos 5:8 (NTV)

¿Alguna vez has sentido que no eres suficiente? Si a diario dudas de que Dios pueda usar-
te sólo porque crees que no eres “tan buen cristiano” ni estás lo “suficientemente prepa-
rado” para hablar de él, pues… ¡Bienvenido al club!

En algún punto de nuestro caminar con Jesús, todos nos hemos sentido descalificados
para compartir el evangelio por dos cosas: nuestros pecados y nuestras limitaciones. De
esto, Pedro sabía bien…

Nadie quiere ser recordado por sus errores, pero a Pedro lo conocemos por su temper-
amento colérico y carácter impulsivo que, a menudo, requerían corrección. Además, no
contaba con la formación que tenían otros discípulos; ¡él era un simple pescador! Pero eso
no impidió que Jesús llevara a cabo los grandes planes que tenía para él.

Si esperas a sentirte calificado para compartir el evangelio, nunca lo harás.

La gran virtud de Pedro es que era consciente de su condición: él sabía que era un peca-
dor. Eso lo llevó a reconocer su absoluta dependencia de Jesús (Juan 6:68) e hizo que un
simple pescador no pudiera dejar de contarle a los demás todo lo que había visto y oído
(lee Hechos 4:20).

A veces es más fácil creer en el llamado de Jesús cuando involucra a otras personas, pero
la gran comisión es para cada uno de sus seguidores, y eso te incluye.

Jesús no toma en cuenta tus limitaciones, él quiere usarte a pesar de ellas.

La próxima vez que tus luchas personales quieran convencerte de que no eres la persona
ideal para hablar de Jesús, recuerda que el mensaje del evangelio también es para ti.

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Ponlo en práctica:

· Anota en una hoja todas las inseguridades, falsas creencias o pecados que te impiden
compartir a Jesús y ora para que Dios te ayude a superarlas.

· Sé tú mismo al compartir a Jesús; no necesitas mostrarte como alguien que tiene su


vida resuelta.

· La inacción se vence con intención. Empieza esta semana por contarle a una persona,
algo que Jesús haya hecho en tu vida.

ENVIADOS
No des a nadie
por perdido

Jesús le contestó: ¿Tú eres un respetado maestro judío y aún no en-


tiendes estas cosas? Te aseguro que les contamos lo que sabemos
y hemos visto, y ustedes todavía se niegan a creer nuestro testimo-
nio. Ahora bien, si no me creen cuando les hablo de cosas terrenales,
¿cómo creerán si les hablo de cosas celestiales?... Así como Moisés
levantó la serpiente de bronce en un poste en el desierto, así deberá
ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él ten-
ga vida eterna.

Juan 3:10-15 (NTV)

En tu caminar con Jesús te toparás con tres tipos de personas: los que no conocen el
evangelio; los que han escuchado de él, pero son escépticos; y los que están familiarizados
con el evangelio, pero no han entendido su trasfondo espiritual. Este último era el caso de
Nicodemo.

Nicodemo era un líder religioso que conocía bien las escrituras. A pesar de ello, le costó
trabajo entender lo que Jesús le decía.

Quizás uno de los mayores desafíos que enfrentamos como cristianos es compartir el
evangelio con personas que tienen conocimiento bíblico o practican una religión distinta.
En tal sentido, Jesús sabía que estaba hablando con un fariseo —un representante del
grupo religioso más estricto de Israel— pero eso no le impidió darse a la tarea de escucha-
rlo y responder a sus preguntas con paciencia.

¿La razón? Jesús sabía que la religión de Nicodemo no podía salvarlo. Él necesitaba del
Mesías tanto como cualquier otra persona.

Jesús buscó un terreno en común para exponer su mensaje. Usó una historia que Nico-
demo conocía —la serpiente de bronce que Moisés levantó en el desierto— y la empleó
como una analogía para presentarle la verdad: el hijo del hombre es la única provisión de
Dios que salva a la humanidad del pecado.

La Biblia no dice si Nicodemo creyó en Jesús en ese momento, pero ese fue el inicio de su
viaje en la fe. Más adelante, lo vemos abogar por Jesús ante los fariseos e incluso, partici-
par de su sepultura cuando todos los discípulos se habían dispersado.

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No tengas en poco las conversaciones que inicias sobre la fe ni te des por vencido con las
personas al no ver resultados inmediatos. Aunque el viaje con Jesús sea lento y titubeante
para algunos, descansa en la certeza de que Dios está trabajando tras bastidores.

Ponlo en práctica:

· Busca un punto en común cuando compartas a Jesús con personas que tienen ideas
preconcebidas de él.

· Sé práctico. Usa referencias con las que puedan sentirse familiarizados para conectarlos
con lo que dice la Biblia.

· Pídele a Dios que abra los ojos de las personas a las verdades espirituales, para que
puedan conocer y recibir a Jesús.

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Una esperanza segura

Y si nuestra esperanza en Cristo es solo para esta vida, somos los más
dignos de lástima de todo el mundo.

1 Corintios 15:19 (NTV)

Ante las adversidades, crisis y pruebas de la vida, todos necesitamos aferrarnos a algo que
nos ayude a permanecer de pie en medio de nuestros sufrimientos. Esa expectativa de
que las cosas mejoren es lo que conocemos como esperanza.

Cuando la esperanza es solo un deseo que carece de fundamento, es una esperanza


vacía. Eso es lo que el mundo conoce. Pero Jesús vino a ofrecer algo más: la garantía de
una esperanza que no es solo para las vicisitudes de esta vida.

El pueblo que esperaba la venida del Hijo de Dios creía que él vendría como una figura
política que los liberaría del Imperio Romano. En otras palabras, la esperanza de las per-
sonas estaba en ver la solución a sus problemas de hoy, sin saber que tenían un problema
mayor que la opresión de Roma.

Todos tenemos un deseo natural de sentirnos comprendidos y Jesús lo sabía. Por esa
razón, cuando compartía con los demás las verdades espirituales de “un reino que no es
de este mundo”, lo hacía sin desestimar sus necesidades terrenales.

Más bien, Jesús se encontraba con las necesidades de las personas y las apuntaba hacia el
único que realmente podía suplirlas: él mismo. Podemos verlo cuando se refiere a sí mis-
mo como el “agua que quita la sed” y el “pan de vida” que sacia el hambre. De esa forma
introducía el mensaje del evangelio y sembraba en los corazones una esperanza segura.
Cuando inicies conversaciones sobre la fe, un buen punto de partida para conectar con
alguien es encontrar la necesidad específica que tiene de Jesús.

¿Necesita esperanza para el futuro? ¿Necesita perdón? ¿Necesitan sanidad? ¿Necesita


volver a Dios? Sé de los que siembran la plenitud de vida en los corazones en necesidad.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Haz preguntas abiertas que te permitan conocer la historia de cada persona, saber cómo
se siente e identificar sus necesidades. Por ejemplo: “si pudieras volver al pasado, ¿qué
harías diferente?”, “¿cuál es tu mayor esperanza?”, “¿qué es lo que más deseas en estos
momentos?”

· Comparte el evangelio y explícale cómo Jesús puede suplir sus necesidades más
profundas.

ENVIADOS
¡Buenas noticias!

El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí, porque el Señor me ha


ungido para llevar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado para
consolar a los de corazón quebrantado y a proclamar que los cauti-
vos serán liberados y que los prisioneros serán puestos en libertad. Él
me ha enviado para anunciar a los que se lamentan que ha llegado el
tiempo del favor del Señor junto con el día de la ira de
Dios contra sus enemigos.

Isaías 61:1-2 (NTV)

La palabra evangelio literalmente significa “buenas noticias”. Partiendo de este punto, al-
gunos consideran las profecías de Isaías como el quinto evangelio porque es el único libro
del Antiguo Testamento en anunciar, con gran detalle, un mensaje de esperanza para el
pueblo de Israel.

700 años antes del nacimiento de Jesús, Isaías vaticinó con una precisión asombrosa la
obra redentora en la cruz de la que, más adelante, Mateo, Marcos, Lucas y Juan testific-
aron en sus relatos. De esa forma, Dios se encargó de que no existieran dudas sobre la
identidad del Mesías.

Los judíos conocían bien estas profecías. Las leían a menudo porque trajeron alegría, ya
que hablaban de un rey que sería como David y salvaría a su pueblo. Pero no lograban
comprender la relación existente entre ese mensaje y los textos que hablan de un siervo
de Dios que sufriría y moriría. Por eso no lo reconocieron.

El día que Jesús entró a la sinagoga en Nazaret y leyó esta porción del libro del profeta
Isaías, estaba anunciando su razón de estar aquí y se confirmó a sí mismo como el salva-
dor esperado. Aun así, no lo reconocieron.

Entender el evangelio es fundamental para poder compartirlo. Afortunadamente, hoy


tenemos el privilegio de contar con una mejor comprensión de quién es Jesús, su historia
y lo que hizo. Pero no es así para todos.

Proclamar la cruz sin explicarla a los demás es como ser voceros de un mensaje sin
fundamento.

ENVIADOS
Sí, tu historia con Jesús puede ser una excelente forma de empezar la conversación, pero
no te quedes ahí. Para que los demás puedan reconocer a Jesús como su salvador per-
sonal y fundamentar su fe en él, necesitas explicarles de una forma simple en qué con-
siste el plan de salvación que Dios puso en marcha, a través de Jesús, para reconciliarlos
consigo.

Ponlo en práctica:

Usa términos simples para explicar el evangelio y hazlo de una forma concisa. Puedes em-
plear la fórmula de las 4P para hacerlo:

· POSICIÓN:
El amor es la posición de Dios hacia nosotros. Explica que su diseño perfecto siempre ha
sido relacionarse con nosotros para darnos vida, plenitud, satisfacción y la capacidad de
vivir en armonía.

· PROBLEMA:
Nuestro problema es el pecado. Explica cómo nos separa de Dios esa actitud de vivir “a
nuestra manera” que va en contra de su hermoso diseño.

· PROVISIÓN:
Explica que la provisión de Dios para el pecado del hombre es Jesús. Él vino al mundo
para restaurar nuestra relación con Dios; vivió de una forma que nosotros no pudimos
vivir y pagó el precio de nuestra maldad al tener una muerte que solo nosotros merecía-
mos. Luego resucitó para demostrar que era el hijo de Dios y vencer el poder de la muerte
sobre nosotros.

· PARTE:
Nuestra parte en este gran plan es reconocer a Jesús, volvernos a él y confiar. Explica que
para ello es necesario reconocer nuestra condición y alejarnos del pecado (algo que requi-
ere más que repetir palabras o cambiar de comportamiento). Esto solo es posible al creer
y confiar en lo que Dios hizo por nosotros.

ENVIADOS
Sus palabras siguen vivas
El cielo y la tierra desaparecerán, pero mis palabras
no desaparecerán jamás.

Mateo 24:35 (NTV)

La vida, como la conocemos, es un ciclo incesante de cambios. Tanto la sociedad como


nuestro entorno también se reinventan constantemente. Si a eso le sumamos el ritmo al
que nos movemos, no es de extrañarse lo fácil que es para nuestras mentes dejarse llevar
por los problemas que enfrentamos, las circunstancias que vivimos o el panorama actual.
Sin embargo, Jesús tiene la particularidad de elevar nuestra percepción del mundo y
sembrar certeza en la incertidumbre a través de sus palabras. Esta declaración que hizo
desde el Monte de los Olivos es su forma de ilustrarlo.

La palabra de Dios nunca cambia y el Espíritu Santo se encarga de vivificar a través de


ella. Por lo tanto, es una fuente de autoridad que no podemos dejar de lado al hablar de
Jesús con los demás.

En la prisa por llevar a cabo las tareas que tenemos por delante cada día, a veces podem-
os descuidar las necesidades más profundas de las personas que nos rodean.
La gente a tu alrededor necesita saber que, aunque su mundo fluctúe, Jesús no lo hace.

Nuestra salvación se fundamenta en sus promesas y por eso necesitamos compartir sus
palabras de vida.

“Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que
yo deseo y cumplirá con mis propósitos”, Isaías 55:11.

Ponlo en práctica:

· Cuéntale a la gente lo que Jesús hizo por ellos sin dejar de lado la palabra de Dios. Apun-
ta algunos versos bíblicos que condensen el plan de Dios en los que puedas apoyarte
(Juan 3:16-17, Juan 14:6, Romanos 5:8, Romanos 6:23, Romanos 3:23-24, Colosenses 1:20,
Tito 3:5).

ENVIADOS
¿Quién es Jesús?

¿Cómo es que me conoces? —le preguntó Natanael.


—Pude verte debajo de la higuera antes de que Felipe te encontrara—
contestó Jesús.
Entonces Natanael exclamó: —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios,
el Rey de Israel!

Juan 1:48-49 (NTV)

¿Quién es Jesús? Aunque la respuesta a esta pregunta sea una obviedad para cualqui-
er creyente, la certeza que tengas de él es tu fundamento —y el punto de partida— para
compartirlo con los demás. Hay una buena razón para que sea así.

Hablar de Jesús implica exponerse a la perspectiva que el mundo tiene del cristianismo,
y a veces eso te pondrá en escenarios que te enfrentarán, cara a cara, con tus verdaderas
convicciones.

Cada persona tiene un concepto subjetivo de Jesús. Para algunos fariseos, era un predica-
dor subversivo; para el pueblo judío, un emancipador; para las autoridades religiosas, un
blasfemo; y para quienes creyeron en su mensaje, el Mesías prometido. Esta tendencia,
que se remonta a los tiempos bíblicos, no está muy alejada de nuestra realidad.

En el contexto actual, Jesús es solo un mito o un referente histórico para algunas perso-
nas; para otros, es el protagonista de uno de los musicales más famosos de la historia… En
el mejor de los casos, la gente lo percibe como un personaje religioso más.

Solo hay una forma de estar preparado para hacerle frente a las distintas opiniones que el
mundo tiene sobre Jesús sin verte tentado a diluir las verdades bíblicas para ganar cred-
ibilidad: tener la certeza de quién es él, y esto solo es posible en el contexto de una rel-
ación personal e íntima.

Si lo piensas, nadie puede hablar con propiedad de algo —o alguien— que no conoce. En
ese sentido, Natanael era un Israelita con una reputación intachable que amaba a Dios,
pero precisaba algo más para convertirse en un verdadero discípulo de Jesús: la convic-
ción de que era el hijo de Dios, y un encuentro cara a cara le bastó para saberlo.

La respuesta de Natanael al conocerlo, más que una declaración, fue una confesión de fe.
Compartir a Jesús empieza con tu propia historia de redención y depende de tu comu-
nión con el redentor. Solo cuando lo conoces realmente puedes testificar de él como una
respuesta natural a su amor por ti.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Así como Jesús vio a Natanael debajo de la higuera antes de que Felipe lo encontrara,
vuelve a ese momento en tu vida en el que Jesús “te vio” y salió a tu encuentro.

· Toma una hoja, escribe en el centro “¿quién es Jesús para mí?” y responde a esa pregun-
ta basándote en los versos bíblicos que Dios usó para afirmar tu fe en él.

· Por último, ora por el corazón de las personas que te rodean. Pídele a Dios que su Espíri-
tu les muestre quién es Jesús realmente y te dé la oportunidad de acercarlos a él con el
mismo amor que te mostró.

ENVIADOS
El secreto de la intimidad

¡Tengan cuidado! No hagan sus buenas acciones en público para que


los demás los admiren, porque perderán la recompensa de su Padre,
que está en el cielo.

Mateo 6:1 (NTV)

Si hay algo que va de la mano con una sociedad hiperconectada es la necesidad de ex-
posición. Basta con echarle un vistazo a TikTok o a Instagram para comprobar que la
gente documenta desde sus comidas y la forma de armar sus atuendos, hasta sus rutinas
de ejercicios. Cosas que, para ser honestos, no eran relevantes antes de la revolución tec-
nológica.

El mensaje es claro: a como dé lugar, el mundo quiere ser visto. Sin embargo, la Biblia nos
habla de la belleza que encierra la privacidad en el contexto divino. Este es el sentido de
las enseñanzas de Jesús sobre la generosidad y la oración secreta: lo que Dios pesa es la
motivación que nos mueve a actuar.

Cuando la Biblia habla de motivación, habla de algo que nadie ve. Ni el público, ni tus se-
guidores en las redes sociales, ni la gente de la iglesia, ni tu familia o amigos. En pocas pa-
labras, nadie a nuestro alrededor puede llegar a la profundidad de nuestras motivaciones
e intenciones. Pero Dios las ve desde siempre y eso es lo que cuenta.

No es casualidad que, en el contexto de esta escena, Jesús mencione la hipocresía de los


religiosos que actúan bajo su interés de impresionar para exponer la importancia de la
intimidad. A Dios le importa tus motivaciones y en el secreto es donde se encuentra con
ellas.

La carta de Pablo a los Corintios nos recuerda que el verdadero amor no busca méritos y
que todas nuestras buenas acciones son obras vacías cuando carecen de él (1 Corintios 13).
Por esa razón, compartir el evangelio comienza “a puerta cerrada”.
En el secreto Dios ve nuestro corazón, damos lo mejor que tenemos y recibimos lo mejor
que podemos dar.

Empieza a hablarle a Jesús de tus amigos antes de hablar a tus amigos de Jesús y, sin
duda, verás la respuesta a tu oración por ellos.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Evita la “tendencia del fariseo” en tu forma de comunicar el evangelio. A nadie le gusta


un creyente que alardea de lo que sabe, presiona a los demás o busca figurar; en vez de
eso, asegúrate de conectar con las personas desde la empatía, el respeto y la humildad.

· Antes de hablar a los demás de Jesús, háblale a Jesús de esas personas. Así como Dios
ve tu corazón y trabaja en él, también lo hace en el de los demás.

ENVIADOS
A nadie le gusta que
lo llamen pecador

La mujer se sorprendió, ya que los judíos rechazan todo trato con los
samaritanos. Entonces le dijo a Jesús: —Usted es judío, y yo soy una
mujer samaritana. ¿Por qué me pide agua para beber? Jesús contestó:
—Si tan solo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás
hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva.

Juan 4:9-10 (NTV)

Para nadie era un secreto que los judíos y los samaritanos no se llevaban bien. Cuando
viajaban entre Galilea y Judea, muchos de ellos preferían tomar un camino más largo solo
para no tener que pasar por Samaria. Sin embargo, la Biblia narra que Jesús “tenía” que
pasar por ahí.

A su paso, Jesús se encuentra con esta mujer en el pozo; una samaritana rechazada por
todos a causa de su historia de vida. Ninguna persona quería ser vista con ella porque la
consideraban una mujer impura. Había cometido errores que le habían salido caro y lo
sabía.

Nadie estaba en una mejor posición para señalar sus pecados que el único capaz de bor-
rarlos. Sin embargo, Jesús no hizo eso. Más bien se conectó con ella y en vez de señalar lo
que era, le habló de lo que podía darle.

En esta escena, Jesús nos enseña que a las personas se les aborda desde el amor y no
desde la condenación.

¿Te gustaría ser amigo de alguien que solo te recuerda todo lo que está mal en ti? Prob-
ablemente no… La misma impresión se llevan los demás de Jesús cuando solo sabemos
apuntar a lo que no está bien en sus vidas y necesitan cambiar.

Piensa en lo que habría pasado si Jesús hubiese iniciado la conversación preguntándole


por su marido… Al ser una mujer desconfiada, incrédula y dolida, seguramente se habría
mostrado más predispuesta de lo que estaba.

Jesús tenía en cuenta su condición, pero nunca la hizo sentir señalada. A lo largo de su
conversación, eventualmente le hizo preguntas que la llevaron por sí misma a reconocer
su situación y a ser abierta al respecto.

ENVIADOS
A diferencia de una condena cruel y vacía, le mostró compasión, gracia, misericordia y
bondad.

Aunque el pecado sea una parte fundamental del evangelio que no debemos omitir,
asegúrate de no usarlo como tu carta inicial al momento de presentarle a Jesús a alguien
más.

Ponlo en práctica:

· Pregúntate hoy: ¿estás siendo intencional en tener conversaciones oportunas para pre-
sentar las buenas nuevas de salvación?

· Todos tenemos historias manchadas por el pecado. Explora este punto desde la compa-
sión y la bondad.

· Procura que la amabilidad, el amor, la gentileza, la paciencia y misericordia sean tu for-


ma de conectar con las personas antes de compartir el evangelio.

ENVIADOS
Sé un milagro
esperando suceder

—Maestro—respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda


la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo dices, echaré
las redes nuevamente.

Lucas 5:5 (NTV)

¿Alguna vez has sentido que nada te sale bien y que, por más que lo intentas, tus esfuer-
zos no son suficientes? Muchas personas se sienten así. De hecho, cuando Jesús llamó a
los primeros discípulos, los encontró en una situación un tanto desalentadora.

Aquel día, cuatro pescadores habían pasado la noche en el mar de Galilea solo para volver
con sus redes vacías por la mañana. Pero Jesús tenía planeado algo maravilloso para ellos:
él quería enseñarles una nueva forma de hacer las cosas.

Cuando Jesús le dijo a Pedro que fuera a aguas más profundas y echara sus redes nueva-
mente, lo estaba desafiando a salir de su zona de confort.

Como pescador experimentado, fue difícil para él que alguien ajeno a su oficio le dijera
cómo hacer su trabajo; sobre todo cuando había pasado la noche entera intentándolo,
¿qué podría cambiar esta vez?

Aun así —sin entender ni creer en la palabra de Jesús— Pedro echó la red; entonces
sucedió el milagro que lo llevó a caer de rodillas a sus pies.

¿Sabes por qué tenía que suceder de esa forma? Porque Dios se vale de los milagros para
que, quienes no creen en Jesús por su palabra, puedan creer en él por los hechos
(lee Juan 14:11).

Tú también eres un referente de Jesús. La forma en la que vives y te relacionas con otros
les demuestra a los demás una manera distinta de hacer las cosas. Así es como te con-
viertes en un milagro andante: cuando alguien decide acercarse a Jesús por lo que
ve en ti.

Sé el milagro que alguien más necesita para venir a él.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Cuando estás lleno del Espíritu Santo, eres un milagro esperando suceder. Piensa en las
personas con quienes quieres compartir a Jesús, haz una lista con sus nombres, empieza
a orar por ellos y pídele a Dios que te llene de su presencia para responder con valor a las
oportunidades de compartirlo.

· Hay muchas formas de convertirte en un milagro para alguien más en tu día a día. ¡Toma
acción! Disponte a orar por las necesidades de una persona en ese preciso momento, sé
ese oído presto a escuchar a alguien que se siente incomprendido, sirve de apoyo en ti-
empos de debilidad o sé esa provisión inesperada en tiempos de necesidad.

ENVIADOS
Él te quiere a ti

Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los


ojos del mundo o poderosos o ricos cuando Dios los llamó. En cambio,
Dios eligió lo que el mundo considera ridículo para avergonzar a los
que se creen sabios. Y escogió cosas que no tienen poder
para avergonzar a los poderosos.

1 Corintios 1:26-27 (NTV)

El grupo que Jesús escogió como sus discípulos y círculo más cercano era bastante het-
erogéneo, pero compartían ciertas características. La mayoría de ellos eran hombres co-
munes y corrientes, sin ninguna posición social y con un bajo nivel de instrucción.

Sin embargo, tener en el grupo a personas como Mateo y Simón el Zelote ya rozaba en lo
ofensivo para algunos de ellos. En el caso particular de Simón, por pertenecer a un grupo
subversivo y extremista que ofrecía resistencia a la autoridad romana.

En esta escena, Simón quedó consternado cuando Jesús tomó su daga y la arrojó al río.
Mientras a Pedro le dijo que lo haría “pescador de hombres”, a él lo despojó de lo único
que sabía hacer, de aquello para lo que se había preparado, de lo que le brindaba seguri-
dad, propósito e identidad ¡y no tenía idea del porqué! Sin nada de eso, ¿qué podría apor-
tar al grupo?

Simón no había entendido que Jesús no lo escogió por lo que podía darle, simplemente lo
quería a él. Lo que nos recuerda que la gracia de Dios va más allá de lo que el hombre ve.
Cuando nos dejamos discipular por el mundo, podemos sentirnos como Simón.

Es fácil poner nuestra identidad en nuestra profesión, en nuestro conocimiento o en


nuestros recursos y presentarlos como nuestra propuesta de valor para el reino de los
cielos. Pero Jesús nos llama a dejarnos discipular por él y a recordar que nos escogió sim-
plemente porque nos ama.

El hecho de que Dios no te use de la manera que esperas, no significa que no pueda usar-
te. Si Dios pudo valerse de un grupo así para la extensión de su ministerio en la tierra, no
dudes de lo que puede hacer a través de ti en tu entorno.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· ¿Alguna vez has sentido que lo que haces para Jesús parece insignificante? No cre-
as que tu influencia es pequeña. Tú puedes ser lo más cerca que una persona estará de
Jesús en su vida.

· Recuerda que tu identidad no está en tu profesión, recursos ni conocimientos. Tu identi-


dad es ser salvo. Comparte a Jesús con gozo y humildad desde ese amor inmerecido que
te mostró.

ENVIADOS
Gracia suficiente

Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque en-


frentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin
embargo, él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza al
trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y
encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más
la necesitemos.

Hebreos 4:15-16 (NTV)

¿Últimamente has sentido que no puedes compartir el evangelio porque no estás en tu


mejor momento? Cuando pasamos por crisis de fe o volvemos a fallarle a Jesús en cosas
que creíamos haber superado, la culpa y la vergüenza tienden a hacernos correr lejos de
él. La verdad es esta: Jesús no se enfada contigo por las batallas que libras.

La invitación del evangelio no es a esforzarnos por cumplir con una estándar moral im-
posible. Si así fuera, ¿qué mérito tendría la cruz en tu vida?

Jesús llevó la vida perfecta que nosotros no pudimos tener para cumplir con la Ley por
nosotros. De esa forma le dio fin al antiguo pacto —que era insostenible— y edificó uno
nuevo sobre él.

La perfección no es un fruto del Espíritu Santo, por eso tus pecados no te descalifican
para compartir el evangelio.

Al recibir a María en su condición, Jesús nos recuerda que hay más gracia en él que peca-
do en nosotros.

Solo porque no te sientas calificado para compartir a Jesús, no significa que estés des-
calificado. Recuerda que ya no hay condenación para ti porque Jesús se aseguró de eso.
¡Abraza hoy su verdad!

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

Jesús no espera que seas perfecto. Vuelve a Dios en oración y sustituye las mentiras del
pecado por estas verdades bíblicas:

· Jesús se fortalece en medio de tu debilidad (lee 2 Corintios 12:9)

· Jesús sigue trabajando en ti y te perfecciona en su amor (lee Filipenses 1:6)

· Ya no hay condenación para quienes viven en Jesús (Romanos 8:1)

ENVIADOS
Llaman a la puerta

¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo


entraré y cenaremos juntos como amigos.

Apocalipsis 3:20 (NTV)

Si Jesús hubiese caminado por el mundo en nuestros días, probablemente cada persona
que aún no lo conoce tendría su solicitud de amistad “pendiente por aprobar” en todas
sus redes sociales.

Jesús no hace entradas forzosas, pero se hace notar. Él llama sutilmente a la puerta, como
quien espera ser invitado. En palabras de Albert Barnes, “si es admitido, él viene y habita
con nosotros; si es rechazado, se da la vuelta en silencio, tal vez para regresar y llamar de
nuevo”.

María ya había tenido un encuentro con Jesús, pero aún no tenía idea de quién era él.
Jesús estaba cerca, aguardando el momento oportuno de llamar a su puerta.
Si bien es cierto que seguir a Jesús es una decisión personal, la Biblia nos enseña que na-
die puede venir a él si primero Dios no lo atrae (Juan 6:44). Esto significa que la salvación
de los demás no depende de ti, sino que descansa en la soberanía de Dios, lo que nos
quita un gran peso de encima al compartir el evangelio.

También significa que el mayor milagro del que podemos ser espectadores es el
que Dios gesta en el corazón de las personas. Y es en esta parte donde entra nuestra
responsabilidad.

No importa cuán perdida esté una persona; si la salvación depende de Dios, él es podero-
so para hacerlo nacer de nuevo y abrir sus ojos a Jesús. Por lo tanto, compartir el evange-
lio es nuestro deber y privilegio.

Debemos hablarle a Dios de nuestros amigos antes de hablarle a nuestros amigos de


Jesús. De manera que cuando él llame a su puerta, sus corazones estén preparados —
como el de María— para dejarlo entrar.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Pídele a Dios que te use para llevar a Jesús a otros y dile al Espíritu Santo que ponga en
tu corazón a las personas por las que debes orar.

· Mantente conectado con Dios a lo largo del día. Reconoce su presencia en cada situ-
ación y ora por las personas que te rodean para saber reconocer el momento de iniciar
una conversación sobre la fe con ellos.

ENVIADOS
Jesús se ocupa de tus asuntos

Después de salir de la sinagoga ese día, Jesús fue a la casa de Simón,


donde encontró a la suegra de Simón muy enferma, con mucha fiebre.
«Por favor, sánala», le suplicaron todos. De pie junto a su cama, Jesús
reprendió a la fiebre y la fiebre se fue de la mujer. Ella se levantó de
inmediato y les preparó una comida.

Lucas 4:38-39 (NTV)

¿Estás demasiado ocupado en tus propios asuntos? Es común que nuestras agendas
apretadas nos lleven a priorizar lo urgente sobre lo importante. Lo urgente es eso que no
puede esperar (familia, trabajo, proyectos). En cambio, lo importante es la razón por la
cual Dios nos llamó.

En esta escena, Jesús nos enseña que al priorizar lo importante (nuestro propósito) se
hace más fácil cumplir con lo urgente (todos los aspectos de nuestra vida cotidiana).
Este es el escenario: de todos los discípulos, sabemos que Pedro estaba casado. Él tenía
una esposa que atender y, aunque había sido llamado a ser un “pescador de hombres”,
Jesús no era ajeno a sus necesidades.

A veces tendemos a pensar que Jesús está tan preocupado por los grandes problemas
de la humanidad que no tiene tiempo para preocuparse por las cosas que nos afectan o
necesitamos resolver. Pero la Biblia nos dice que Jesús también cuida de los suyos.
La relación que Pedro estaba cultivando con Jesús trajo bendición a su familia. En este
sentido, Mateo 6 nos enseña que Dios nos da, en su tiempo, todo lo que necesitamos
cuando lo reconocemos como único Rey y hacemos lo que Él nos pide (v. 33)

Cuando Jesús te salvó, también te llamó. Él se ocupa de tus asuntos cuando tú te ocupas
de los suyos. ¡Ten la certeza de eso!

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Abraza el propósito que Dios te dio: compartir el evangelio desde donde estás (lee 1 Pe-
dro 2:9 y Mateo 28:19-20).

· No postergar lo que Dios quiere que hagas —a pesar de tus ocupaciones diarias— tam-
bién es un acto de fe. Piensa en esa persona que ha estado últimamente en tu mente o
en alguien de tu entorno que necesite a Jesús y empieza a priorizar lo importante sobre lo
urgente.

· Confía en que Dios suple tus necesidades cuando te encargas de responder con obedi-
encia a su llamado.

ENVIADOS
¿Cómo sé si su
Espíritu está en mí?

Es Dios quien nos capacita, junto con ustedes, para estar firmes por
Cristo. Él nos comisionó y nos identificó como suyos al poner al Espíri-
tu Santo en nuestro corazón como un anticipo que garantiza todo lo
que él nos prometió.

2 Corintios 1:21-22 (NTV)

Al ver cómo Dios usa a tu pastor, líder, algún mentor o a cualquier persona cristiana que
admiras, ¿has tenido ese incómodo momento en el que piensas: “¡si tan solo Jesús me
usara a mí de esa manera!”?

Cuando eso pasa, tendemos a cuestionarnos si su Espíritu está en nosotros. Lo hacemos


porque “no lo escuchamos”, “no nos usa” como al resto o simplemente porque “no lo sen-
timos”.

Si te fijas, llegamos a estas conclusiones cuando comparamos las experiencias de los


demás con las nuestras, en lugar de enfocarnos en las palabras de Jesús para nosotros.
Luego de darle a sus discípulos la gran comisión, él se aseguró de que supieran que es-
taría con ellos siempre, hasta el fin de los tiempos (Mateo 28:29).

Por algo Jesús consideró necesario enfatizar cuán dichosos son los que confían en Él sin
haberlo visto (Juan 20:29). Algo que Pablo reforzaría más adelante al afirmar que vivimos
por la fe y no por lo que vemos (2 Corintios 5:7)
.
La vida cristiana no se trata de lo que sientes, se trata de lo que crees. Si ya le entregaste
tu vida a Jesús, puedes confiar en que su Espíritu vive en ti, te guía y te capacita.

Que no lo veas, no lo sientas o no se mueva a través de ti como tú lo esperas, no significa


que no te hable, no te use o no esté ahí. Solo necesitas pasar más tiempo con Jesús para
aprender a sintonizar con él y reconocer su voz.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Cuando ores, invita al Espíritu Santo a tus tiempos de devoción y dale la libertad de
manifestarse como él quiere, no como tú esperas. Aún si no “sientes” nada, él está ahí
contigo.

· ¿Cómo reconocerás su voz en tu vida si no estás familiarizado con ella? Lee los evange-
lios y el libro de los Hechos para descubrir lo que Jesús dice sobre el Espíritu Santo.

ENVIADOS
Rechazados por la fe

Dios los bendice a ustedes cuando la gente les hace burla y los per-
sigue y miente acerca de ustedes y dice toda clase de cosas malas en
su contra porque son mis seguidores. ¡Alégrense! ¡Estén contentos,
porque les espera una gran recompensa en el cielo! Y recuerden que a
los antiguos profetas los persiguieron de la misma manera.

Mateo 5:11:12 (NTV)

Encontrar resistencia cuando compartimos el evangelio es algo que no debería sorpren-


dernos, pero eso no hace que lidiar con las objeciones a nuestra fe sea sencillo. A nadie le
gusta ser un blanco de ataques o burlas, y más cuando te han hecho sentir que tu fe es
un mal chiste. ¿Cómo podríamos alegrarnos por eso?

Esto es parte del mensaje que nos presentan las bienaventuranzas. Mientras el concepto
de “bienestar” que la sociedad promueve está asociado al dinero, la fama, las posesiones
y los ‘likes’; las bienaventuranzas nos muestran un claro contraste entre la dicha desde la
perspectiva divina y la dicha según el mundo.

Si alguien entendía lo que se siente ser atacado, perseguido y humillado —aún por los
suyos— era Mateo. Al ser un publicano, era algo que experimentaba a diario; salvo que
esta vez, seguir a Jesús se sumaría a la lista de motivos para ser vituperado. Pero el escar-
nio que recibiría a causa de su fe traería gozo y recompensa.

Algunos creyentes se sienten inseguros al momento de compartir el evangelio por tem-


or a ser señalados o humillados. Sin embargo, Jesús no nos enseña a retroceder en esos
casos, más bien nos llama a mostrar compasión y a no tomarlo como algo personal; ya
que no te están rechazando a ti, rechazan el amor redentor que tanta falta les hace.

De Jesús se burlaron hasta en sus últimos minutos de vida en la cruz. Aun así, mostró
compasión por ellos al exclamar: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lu-
cas 23:34).

Cuando la cultura de la cancelación quiere disuadirte de dejar de compartir el evangelio,


recuerda que estás justo donde Dios te ha puesto por una razón: para acercar a Jesús a las
personas que piensan distinto a ti, a los escépticos, a quienes buscan lo espiritual en prác-
ticas ajenas a Dios, a los heridos por la religión y a todo aquel que necesita ser encontrado.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Ora antes de compartir el evangelio con personas con una cosmovisión distinta a la tuya
(como ateos, pro-abortistas, feministas, defensores de la diversidad sexual…) y actúa con-
forme a lo que el Espíritu Santo te indica.

· El rechazo es un recordatorio de que Dios es quien salva y no tú, por lo que no debes
sentirte presionado para convencer a las personas.

ENVIADOS
Arrepentirse o perecer

Jesús les respondió: «¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber
sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Les digo que
no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se
arrepientan. ¿O piensan que aquellos dieciocho que fueron aplasta-
dos por la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás ha-
bitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos
ustedes perecerán, a menos que se arrepientan».

Lucas 13:2-5 (NTV)

El sistema judicial, como lo conocemos, cuenta con un código penal que clasifica los deli-
tos con base en varios criterios; uno de ellos es la gravedad. Por ejemplo, la ley no condena
de la misma manera a un difamador que a un homicida, ni a un evasor de impuestos que
a un agresor sexual.

Sabemos que estos conceptos han permeado nuestra manera de percibir la justicia de
Dios cuando creemos que hay pecados más graves que otros. Sin embargo, las escrituras
nos enseñan que todos hemos sido destituidos de su gloria por causa de un mismo delito
(Romanos 3:23).

En este verso, Jesús se vale del conocimiento que la gente tenía de una catástrofe reci-
ente para enseñar que no hay personas más culpables que otras, ya que todos somos
igual de pecadores ante Dios. Incluso nuestras mejores actitudes e intenciones están
contaminadas por el pecado. Por lo tanto, todos debemos arrepentirnos si no queremos
perecer.

El pecado puede lucir como algo abstracto para quienes no están familiarizados con
el concepto. Por esa razón, si alguien no tiene clara la pena que conlleva su delito (la
muerte), le costará trabajo reconocer a Jesús como el salvador que necesita.

Para muchos de nosotros, la condenación eterna puede parecer un mensaje difícil de


comunicar y digerir. La buena noticia es que puedes abordar el tema como una invitación
llena de gracia a la salvación, porque hay perdón para quienes se arrepienten de su vana
manera de vivir y corren a los brazos de Jesús en busca de redención.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Misericordia es que Dios no te dé lo que mereces y gracia es que Dios te dé lo que no te


mereces. Cuando le expliques a los demás por qué necesitan de Jesús, hazlo enfatizando
el amor que Dios nos mostró al enviar a su hijo a morir en la cruz por nuestros pecados;
de manera que nunca más tengamos que vivir apartados de Él
(apóyate en Romanos 6:23).

ENVIADOS
La oración es el principio

Una vez, Jesús estaba orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de
sus discípulos se le acercó y le dijo:
—Señor, enséñanos a orar, así como Juan les enseñó a sus discípulos.

Lucas 11:1 (NTV)

Una palabra o interacción direccionada por Dios vale más que el mejor de los discursos
evangelísticos que tengas bajo la manga. Por esa razón, si quieres ser capaz de hablarle a
la gente sobre Jesús, todo empieza por aprender a escuchar su voz a través de la oración.
El tema es que a veces subestimamos nuestro tiempo con Dios porque lo manejamos
como un monólogo o buzón de peticiones. No en vano, lo primero que Jesús les enseñó a
sus discípulos sobre la oración es saber cómo dirigirse a Dios cuando lo hacemos: recono-
ciendo quién es Él.

Una relación padre-hijo implica confianza y cercanía. Lo reconocemos porque necesi-


tamos de Su presencia. Pero Él no es solo nuestro Padre, también es el Rey de nuestras
vidas y buscamos hacer Su voluntad, por eso clamamos: “venga tu reino”, petición en la
que somos una parte activa.

Hay tres partes importantes en la oración cuando se trata de llevar a Jesús a los demás, y
todas trabajan juntas. Además de orar porque lo amamos, dependemos de Él y deseamos
hacer Su voluntad; también lo hacemos para poder llevar a cabo su plan. Por eso oramos
por las personas y las circunstancias que nos rodean, siempre con la disposición de ser
usados.

Por último, permanecemos conectados con Él para aprender a escucharlo a través del Es-
píritu Santo. Así es como reconocemos los momentos oportunos para compartir a Jesús,
las palabras exactas que decir y cómo responder ante la necesidad de los demás.
Si quieres saber cómo hablar a la gente de Jesús, empieza por entrar cada día en la pres-
encia de Dios —a través de la oración— y busca ser lleno de su Espíritu.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Dios no quiere todo de ti, solo quiere ser lo más importante para ti. Dedica unos minutos
todos los días a orar, busca la presencia de Dios a través de la adoración y la lectura de la
palabra, y pídele que te use.

· Ora por la gente a tu alrededor (pueden ser personas que acabas de conocer, amigos o
familiares) y pide oportunidades que puedas identificar para compartir el evangelio.

· La Biblia dice que oremos sin cesar. Mantente en una conversación continua con Dios a
lo largo del día.

ENVIADOS
“Si tú quieres”

Un hombre con lepra se acercó, se arrodilló ante Jesús y le suplicó


que lo sanara.
—Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio—dijo.
Movido a compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó.
—Sí quiero—dijo—. ¡Queda sano!
Al instante, la lepra desapareció y el hombre quedó sano.

Marcos 1:40-42 (NTV)

Los milagros de sanidad que Jesús llevaba a cabo siempre dejaban grandes lecciones a su
paso. Mientras una persona tenía un encuentro personal con Jesús y recibía sanidad, los
demás quedaban impactados con su ejemplo y enseñanza.

En esta escena, un hombre que tenía una lepra muy avanzada había oído de Jesús, sabía
lo que podía hacer por él y estaba dispuesto a conseguirlo; así que va tras él y se produce
el tan esperado encuentro. Al verse de pie frente a su única esperanza, hace la súplica de
su vida: “Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio”.

Jesús siempre sintió compasión por los demás, pero este hombre dijo algo clave en su
petición: “si tú quieres”. A pesar de su anhelo por ser sanado, no buscó lo suyo; sino que
apeló a la voluntad de Jesús.

Cuando hay un corazón que se dispone a lo que el Rey quiere hacer, ¡grandes
cosas pasan!

Al mismo tiempo, Jesús responde ¡sí quiero! Y nos muestra que la voluntad es un camino
de doble vía. Escuchar esa frase debió ser la muestra de amor más impactante en la vida
de aquel hombre.

Jesús no solo salía a buscar a los perdidos, también estaba dispuesto a recibir en amor a
las personas para sanarlas y guiarlas. Esa misma disposición es la que espera de sus hijos.

Alguien ahí afuera necesita saber que Jesús quiere hacer algo en su vida, y tú eres la
mejor persona para demostrárselo.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· En oración, pídele a Dios que llene tu corazón de compasión, disposición y fe por


quienes no lo conocen, para que puedas llevar las buenas nuevas con valentía.

· ¡Jesús quiere hacer algo! En vez de decirle a alguien que estarás orando por sus necesi-
dades, ora por las personas en ese mismo momento y cree con todo tu corazón que verás
su respaldo.

ENVIADOS
Alguien salió a buscarte

Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, ¿qué hará?


¿No dejará las otras noventa y nueve en el desierto y saldrá a buscar
la perdida hasta que la encuentre? Y, cuando la encuentre, la cargará
con alegría en sus hombros y la llevará a su casa. Cuando llegue, lla-
mará a sus amigos y vecinos y les dirá: “Alégrense conmigo porque
encontré mi oveja perdida”. De la misma manera, ¡hay más alegría en
el cielo por un pecador perdido que se arrepiente y regresa a Dios que
por noventa y nueve justos que no se extraviaron!

Lucas 15:4-7 (NTV)

La paradoja del mundo moderno es que las personas se sienten cada vez más solas en
una sociedad hiperconectada. Como náufragos en un mar de ‘likes’ y ‘swipes’, anhelan
conexiones genuinas que le den significado a su vida. Quieren ser rescatados. Esperan
ser encontrados.

La historia de la oveja perdida es una de las tres parábolas exclusivas del evangelio de Lu-
cas. Las otras dos nos hablan de una moneda perdida y de un hijo perdido.
Lo maravilloso de estas historias — conocidas como las parábolas de la gracia—es que
no se centran en lo que se extravió, sino en la diligencia de quien busca y en la alegría de
haberlo hallado.

Para una oveja es común perderse del rebaño. Lo cautivante es, en realidad, la disposición
del Pastor a dejar al resto para cruzar un terreno inhóspito en búsqueda de la que
se perdió.

Esto nos habla de un amor misericordioso que tiende la mano a los pecadores: un amor
leal que acoge a las personas, sale a buscarlas y lucha por ellas, incluso antes de que
se arrepientan.

Jesús es ese buen pastor que da la vida por sus ovejas y las personas que te rodean
necesitan saber que él las está buscando.

Las parábolas de la gracia son un excelente medio para explicar, con acontecimientos
cotidianos, el amor compasivo de Jesús por los que están perdidos.

Comparte hoy con alguien la historia de la oveja perdida y del buen pastor que sale a su
encuentro.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Enséñales a los demás que nada impide que Jesús los encuentre, y enfatiza que él no se
fija en lo que podemos darle a cambio. Nuestra única respuesta a su amor misericordioso
es el arrepentimiento.

· Recuérdales que el Buen Pastor nos restaura reinsertándonos en una familia. Invítalos a
formar parte de una comunidad cristiana.

ENVIADOS
Cosas mayores

Les aseguro que el que confía en mí hará lo mismo que yo hago. Y,


como yo voy a donde está mi Padre, ustedes harán cosas todavía
mayores de las que yo he hecho.

Juan 14:12 (TLA)

Al acercarse la hora de Jesús, había mucha tristeza, confusión e incertidumbre entre sus
discípulos. Todo lo que conocían giraba en torno a su maestro y aún no tenían muy claro
lo que estaba por suceder, ¿cómo se las arreglarían cuando él ya no estuviera?

Una vez más, Jesús los afirma y les asegura que ellos harán mayores cosas en él. Esta
promesa también aplica para ti y el instrumento que tienes para ponerla en acción es su
palabra.

Todo lo que Jesús hacía, no lo hacía por cuenta propia. Él nos hizo saber que vivía para
hacer la voluntad de Dios y que su Padre es quien actuaba a través de sus palabras (lee
Juan 14:10). Por esa razón, compartir el evangelio es clave si queremos que Dios obre en la
vida de los demás.

Hacer “mayores cosas” no necesariamente significa hacer milagros más extraordinarios


de los que Jesús hizo. Piénsalo, ¿qué podría ser mayor que convertir el agua en vino o
resucitar al tercer día?

Jesús vino a establecer el reino del cielo con milagros y prodigios para demostrarle a la
gente que él era el Hijo de Dios; de manera que, cuando ya no estuviera físicamente
con nosotros, hiciéramos mayores cosas a través de la predicación de su muerte
y resurrección.

En otras palabras, esas “mayores cosas” de las que Jesús nos habla hacen referencia a
compartir el evangelio y al poder que nos dio —en su nombre— de llevar la eternidad a los
corazones muertos a causa del pecado. Los hechos posteriores lo demuestran.

Luego de que los discípulos fueran enviados a proclamar las buenas noticias, el evangelio
se extendió como pólvora. Bastó un discurso de Pedro para que tres mil personas —y lu-
ego cinco mil— se convirtieran. Bastó la predicación de un hombre como Pablo para que
generaciones de gentiles fueran salvos.

ENVIADOS
Tú también fuiste enviado en esa misión. Si conoces el evangelio, ¡ya tienes todo lo que
necesitas para alcanzar a tu comunidad!

Ponlo en práctica:

Practica tu forma de explicar el evangelio. Comparte su esencia en tres puntos clave:

· El diseño de Dios: el plan original (Lee: Génesis 1:31; Salmos 19:1 y Efesios 2:10)

· Nuestro quebrantamiento: el pecado (Lee: Romanos 1:25; Romanos 3:23; Romanos 6:23 y
Proverbios 14:12)

· La solución: Jesús (Lee: Juan 3:16; Colosenses 2:14; Marcos 1:15 y Efesios 2:8–9).

ENVIADOS
El amor no es opcional

Jesús contestó: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda
tu alma y con toda tu mente”. Este es el primer mandamiento y el más
importante. Hay un segundo mandamiento que es igualmente
importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Toda la ley y
las exigencias de los profetas se basan en estos dos mandamientos.

Mateo 22:37-40 (NTV)

Para Gary Chapman —el reconocido autor de la serie Los 5 lenguajes del amor— Cada
persona tiende a expresar y a recibir amor de manera diferente. Si seguimos esta premi-
sa con base en lo que nos revela la Biblia acerca del carácter de Dios, podríamos concluir
que la obediencia es el lenguaje del amor de Dios.

Dios dispuso nuestro amor por Él a la cabeza de todos los mandamientos porque todo lo
demás fluye desde ese principio, incluyendo nuestra capacidad de obedecerlo. En tal sen-
tido, es imposible que pueda coexistir en nosotros una devoción genuina y la indolencia
ante el destino de quienes no lo conocen.

El verdadero amor demanda una respuesta a la iniciativa salvadora de Dios. Por esa razón,
compartir a Jesús no depende de tener un don espiritual o llamado específico. Es el mis-
mo contexto de la gracia que recibimos lo que nos motiva a responder ante lo que mueve
su corazón: las almas.

De esa forma, cuando vamos por el mundo sirviéndolo en nuestro hogar, en nuestro ofi-
cio, con nuestras profesiones y en cada ámbito de nuestra vida, nos encontramos hacien-
do el trabajo —de la gran comisión— en muchos lugares y a donde sea que vayamos.

Ponlo en práctica:

· Ora para que Dios mueva tu corazón a compasión por quienes no lo conocen todavía.
“Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le
agrada”, Filipenses 2:13.

· Si te sientes desmotivado sobre compartir a Jesús, recuerda que formas parte de una
comunidad. Empieza por ser honesto y abierto sobre tu fe con quienes te rodean, y ex-
plora nuevas formas de compartir a Jesús (en tus redes sociales, escribiendo un blog o a
través de una afición que tengas).

ENVIADOS
Jesús no necesita
abogados defensores
Cuando los arresten y los sometan a juicio, no se preocupen de an-
temano por lo que van a decir. Solo hablen lo que Dios les diga en ese
momento, porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu
Santo.

Marcos 13:11 (NTV)

La palabra de Dios tiene la característica de ser naturalmente contracultural, por ende, es


común que dé pie a controversias. La razón es simple, a nadie le gusta sentirse confronta-
do; pero no todos manejan la confrontación de la misma manera.

Mientras algunos se sienten aludidos por el mensaje del evangelio y evidencian su re-
chazo, hay personas que apuestan por la ofensiva en un intento de silenciarnos.

Pasa en los países de la ventana 10/40, donde no hay apertura al evangelio y los misioner-
os son perseguidos a causa de su fe. Pero no tienes que estar al otro lado del mundo para
experimentar este tipo de amenazas.

Por ejemplo, puedes vivirlo en tu ambiente laboral, cuando sufres algún tipo de acoso o
discriminación por ser creyente. También pasa en los grupos familiares, cuando tu cam-
bio de vida amenaza la comodidad de los demás.

Pero esto no debería de extrañarnos. Jesús nos advirtió que el mundo nos odiaría porque
primero lo odió a él. También nos recuerda que esto pasa porque no conocen a Dios (lee
Juan 15:18-16:3).

Cuando te encuentres en problemas por compartir a Jesús y te veas amenazado por per-
sonas malintencionadas, recuerda que él no necesita abogados defensores. ¡Al contrario!
Su Espíritu sale en tu defensa y te guía en tu forma de responder, lo que debes decir y
cómo actuar; tal como Jesús lo hizo cada vez que los fariseos lo pusieron a prueba o lo
llevaron a comparecer ante las autoridades romanas.

Jesús no te llamó a actuar como un abogado —porque ya te dio uno—, Jesús te llamó a
actuar como un testigo de él; y los testigos no manipulan ni discuten, simplemente
TESTIFICAN.

ENVIADOS
“A ustedes yo les enviaré al Abogado Defensor, el Espíritu de verdad. Él vendrá del Padre y
dará testimonio acerca de mí, y también ustedes deben dar testimonio de mí porque han
estado conmigo desde el principio de mi ministerio”, Juan 15:26.

Ponlo en práctica:

· Si estás frente a un conflicto potencial por compartir tu fe, evita ponerte a la defensiva y
actúa como un pacificador. Jesús no te llamó a ser un abogado defensor, sino a testificar
de su amor.

· Mantente firme en tus convicciones y confía en que el Espíritu Santo te dará una salida
oportuna ante cada situación en la que tengas que comparecer a causa de tu fe.

ENVIADOS
No podemos ser santos sin él

Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo


nos hiciera santos, una vez y para siempre.

Hebreos 10:10 (NTV)

Hay personas que quieren acercarse a Jesús, pero no lo hacen porque se consideran tan
pecadoras, que no creen en la posibilidad de ser perdonadas y redimidas. Algo similar
ocurre en el contexto de la iglesia en torno a la santidad.

Es fácil sentirnos indignos y creer que somos las personas menos indicadas para
compartir a Jesús cuando contrastamos lo que se espera de nosotros con lo que
realmente somos.

Al esperar ser transformados por la autodeterminación y ver que es imposible cumplir


con ese “estándar” por cuenta propia, olvidamos por completo que la santidad también
es progresiva y que no podemos ser santos sin él.

Este es el panorama: vivimos en un mundo caído y mientras estemos aquí, nunca llegare-
mos a la santidad perfecta. Sin embargo, cuando echamos un vistazo a la vida de cada
discípulo de Jesús, podemos entender que, mientras vivamos consagrados a él cada día,
contamos con un Dios dispuesto a salvar a las personas a pesar de la pecaminosidad de
sus mensajeros.

En Jesús, ¡somos santos por gracia!

Ponlo en práctica:

· Tu vida no se trata de ti, se trata de Jesús en ti. Ora para ponerte a cuentas con Dios y
pídele que te ayude a quitar tu enfoque del pecado para ponerlo sobre su gracia y miseri-
cordia. Saber que Dios está perfeccionando la obra que empezó en ti, a pesar de tus
errores, te ayuda a compartir las buenas nuevas con libertad.

ENVIADOS
Hazlo simple

Cierto día, al ver que las multitudes se reunían, Jesús subió a la ladera
de la montaña y se sentó. Sus discípulos se juntaron a su alrededor,
y él comenzó a enseñarles.

Mateo 5:1-2 (NTV)

Cuando Jesús les habló a las multitudes en el sermón del Monte, supo revelar la sabiduría
de Dios a personas reales. Él tomó en cuenta el contexto cultural y empleó un lenguaje
sencillo para que todos pudieran recibir el mensaje por igual.

En términos generales, Jesús explicó en qué consiste vivir conforme al reino de Dios a
través de uno de sus discursos más significativos.

Los judíos solo estaban familiarizados con la ley en ese entonces, por lo que este mensaje
pudo haber sido interpretado por muchos como una serie de restricciones imposibles de
cumplir, pero no fue así. Lo que Jesús estaba haciendo era mostrando una nueva forma
de hacer las cosas, un mejor camino; una invitación personal a la reformación.

En otras palabras, cuando Jesús nos invita a seguirlo, también nos llama a deconstruir
nuestros valores, métodos, visión, hábitos y manera de vivir para abrazar las formas de
Dios. ¡Eso es el evangelio!

Pero ¿qué relevancia tiene en nuestros tiempos la forma en que Jesús comunicó este
mensaje?

En nuestro contexto cultural, la religión es percibida como un estilo de vida marcado por
las imposiciones y sujeto a reglas. Por tal motivo, cuando solo sabemos compartir a un
Dios de restricciones, es común que la gente corra lejos de Jesús.

La verdad es esta: Dios no nos impone su amor y la cruz es una invitación abierta tanto a
la vida eterna, como a una mejor vida terrenal.

Cuando compartas el evangelio, no temas valerte del contexto cultural, de un lenguaje


simple y de analogías con las que los demás puedan familiarizarse para explicar la verdad
a la que Dios nos está llamando.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· La conversación cultural de nuestra generación gira en torno a la libertad de elección.


Al compartir el evangelio, evita imponer la verdad y demuéstrales a los demás que la ver-
dadera libertad que Jesús nos ofrece no tiene que ver con las restricciones, sino con las
decisiones (lee Gálatas 5:13).

· Únete hoy al GO Day, ve a donde están las personas que necesitan a Jesús y comparte
el evangelio con al menos una de ellas. Puedes hacerlo solo, pero te recomendamos ir en
pareja o en grupo.

ENVIADOS
Haz algo

Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para


hacer bien determinadas cosas.

Romanos 12-6 (DHH)

¿Alguna vez te has preguntado para qué estás aquí? Todos necesitamos encontrar una
razón de ser que le dé sentido a nuestra existencia: eso que llamamos propósito.

Vivir sin conocer nuestro “para qué” puede conducirnos a un vacío existencial y es im-
posible compartir el evangelio de una manera significativa cuando nos sentimos así.

La buena noticia es que no necesitas invertir años en la búsqueda de tu propósito porque


ya Jesús te dio uno. Solo que quizás no lo sabías porque, en palabras de Kevin DeYoung,
“pasamos muy poco tiempo en las cosas que Dios ya ha revelado en la Biblia”. Así que en
vez de enfocarte en lo que aún no tienes claro para evangelizar, ¿qué tal si empiezas por
lo que sí sabes?

Esta es la cuestión: cuando Jesús te llamó, te dio un propósito como creyente —hacer
discípulos de Jesús (Mateo 28:19-20)— y al hacerte parte de su cuerpo —es decir, la igle-
sia— también te dio dones para que los uses al servicio de la gracia. En este sentido, la
pasividad no es opcional.

El hecho de que algunas prácticas hagan parecer el evangelismo como algo forzado, in-
cómodo o invasivo, no quiere decir que sea así. Cuando Dios te creó, también te dotó con
una personalidad, habilidades y pasiones que puedes usar para conectar naturalmente
con la gente y dirigirlos hacia Jesús. Solo tienes que explorarlos a la par de tu caminar
con él.

Piensa por un momento en la parábola de los talentos y en cómo respondió cada uno de
los siervos en los que el amo confió. Si esperas siempre el momento oportuno para hacer
algo para Dios, cuando llegue el día de rendir cuentas, no tendrás nada que presentarle.
Así que confía en lo que tienes hoy, haz algo al respecto y ¡sal de la pasividad!

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

La fe y la pasividad no van de la mano. Para descubrir una forma natural de dirigir a las
personas hacia Jesús, toma una hoja y responde a estas cuatro preguntas:

· ¿Para qué soy bueno? (esos atributos que se te dan naturalmente. No tienen que ser
cosas espirituales)

· ¿Qué me apasiona hacer?

· ¿Cuáles son mis dones espirituales? (lee 1 Corintios 1:12)

· ¿Por qué razones quiero que los demás me conozcan?

ENVIADOS
¿Qué estás haciendo
por tus amigos?

Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al paralítico:


«Hijo mío, tus pecados son perdonados».

Marcos 2:1-5 (NTV)

La vida en misión no es un camino solitario. Aún Jesús contó con un grupo de amigos que
mantuvo cerca y entre ellos, se fortalecían en la fe. Ahora bien, ¿qué hay de esos amigos
que forman parte de tu vida, pero no de tu fe?

Todos tenemos a un lisiado cerca; alguien que necesita de Jesús para ser sanado; alguien
a quien su estado le impide llegar al Maestro por sus propios medios; alguien que necesi-
ta de personas que lo amen, dispuestas a romper las estructuras que lo separan del único
que puede hacer algo por él.

Aunque la salvación sea personal, tu fe puede tener una influencia indirecta en la eterni-
dad de quienes te rodean.

La perseverancia en nuestra fe por las personas en nuestra esfera de influencia siempre


será una clara demostración del valor que tienen para nosotros. Sé para alguien ese ami-
go incondicional que lo lleve hasta Jesús.

Ponlo en práctica:

· Todos tenemos a un lisiado cerca, puede ser alguien con problemas de salud mental,
que esté viviendo un duelo, o una persona tan lastimada que solo sabe levantar barreras.
Pídele a Dios que su Espíritu te enseñe a perseverar en la fe por esa persona, a abordar
—desde la empatía— el trasfondo espiritual de su situación y a ofrecer acompañamiento
oportuno.

ENVIADOS
Uno trae al otro

Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea. Encontró a Felipe y le dijo:


«Ven, sígueme».

Juan 1:43 (NTV)

En este punto, ya sabemos que Jesús recluta personas ordinarias para hacer cosas ex-
traordinarias. Al igual que Mateo, en esta escena vemos que fue suficiente una palabra
para que Felipe respondiera de inmediato al llamado de Jesús. Pero eso no es todo.

Inmediatamente la Biblia relata que Felipe fue el instrumento que Dios usó para traer a
Natanael al grupo de los doce, tal como sucedió entre Andrés y Pedro (Juan 1:41).

Tanto de Felipe como Andrés aprendemos un principio valioso: el poder de la experiencia


personal para traer a otros al redil.

Está comprobado que el testimonio es una de las formas más efectivas que tenemos de
compartir el evangelio y por la que su mensaje se extiende alrededor del mundo.

Piénsalo, es menos probable que las personas cuestionen una experiencia personal y
no necesitas ser un elocuente predicador ni alguien con una historia sobrenatural para
hablar de lo que Jesús está haciendo en ti. De hecho, en el caso de Felipe y Andrés bastó
con un “hemos hallado el Mesías” para despertar la curiosidad.

Cuando creas que tu influencia es pequeña o que no cuentas con un gran testimonio, pi-
ensa en cómo Dios usó a Felipe y Andrés para ganar a otros discípulos, y empieza a com-
partir tu historia de redención.

Ponlo en práctica:

· Toda historia con Jesús, por pequeña que parezca, ¡es digna de contar! Comparte cómo
Jesús ha satisfecho tus necesidades físicas, emocionales y espirituales con los demás.

ENVIADOS
Él fue como tú y como yo

Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contem-


plado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

Juan 1:14 (NVI)

A nivel gramatical, el verbo es el eje central de la oración; el núcleo del predicado; la ac-
ción, movimiento, existencia, condición, o estado del sujeto. Sin el verbo, una oración no
se considera completa; pero es tan importante por sí mismo que es suficiente para con-
stituirse en una oración funcional.

Partiendo de su significado, no es casualidad que Juan empleara esta palabra para refer-
irse a Jesús. Hablar del “Verbo hecho hombre” es la declaración más extraordinaria que
una persona puede escuchar.

Literalmente, es Dios diciéndonos que no envió a un simple mártir a morir por la humani-
dad, sino que Él mismo se encarnó voluntariamente para vivir como uno de nosotros y
librar nuestras mismas batallas en nuestro campo de juego.

Gracias a Jesús, entendemos que nuestro Padre no es ajeno a nosotros.

Quizás no sea fácil explicar cómo la segunda persona de la Trinidad se hizo hombre sin
dejar de ser Dios, pero nos brinda lo necesario para saber que Jesús comprende a cabali-
dad todo lo que vivimos porque se identificó completamente con nuestra humanidad.

Pero no solo fue como nosotros, también caminó entre nosotros y eso nos habla de su
cercanía.

Lo más cautivante que una persona puede experimentar hoy es saber que, gracias al
sacrificio de Jesús, tiene acceso directo al amor irresistible de un Padre que conoce sus
sufrimientos y está más cerca de lo que parece. Difunde esa esperanza hoy.

“Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios”, Juan 1:12.

ENVIADOS
Ponlo en práctica:

· Jesús compartió nuestra miseria para darnos vida en él. Al compartir el evangelio, ex-
plica que Jesús puede brindarnos un consuelo oportuno en todas nuestras tribulaciones
porque asumió la naturaleza humana sin dejar de ser Dios.

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