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20/02/24.

pedrogreco_

Una sociedad estresada


Noticias absurdas como que Javier Milei y Mauricio Macri querrían
crear una fuerza de centroderecha. Insólitas notas de opinión
anonadadas porque hay actitudes del presidente que indican que sigue
de campaña electoral y prioriza la escena más que el gris del gobierno y
la gestión. Una sorpresa sin sentido ante la caída estrepitosa de los
ingresos de asalariados, jubilados y clases medias. Prometió tarifazos:
con exuberancia cumple. ¿Cómo conceptualizamos a este gobierno?

Pareciera que algunos analistas políticos catalogan a los fenómenos


políticos como la brillante enciclopedia china de Borges que clasificaba
a los animales en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados,
(c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros
sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos,
(j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de
camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de
lejos parecen moscas.

La política está opaca y enrevesada. Países comunistas encabezan la


lista de potencias capitalistas. Socialistas privatizan, comunistas
apoyan guerras imperiales, megamillonarios piden pagar más
impuestos, empresarios emigran para pagar menos, peronistas o
radicales le votan leyes o se ríen junto a Milei. Saudades de la colección
de ismos: comunismo, liberalismo, fascismo, socialismo,
desarrollismo. Qué ordenado estaba el mundo en la guerra fría.

En paráfrasis de Borges, los fenómenos políticos serían: a)


pertenecientes a la casta; b) embalsamados; c) amaestrados; d) cerdos
burgueses; e) diosas; f) triunfantes; g) se quedaron con un vuelto; h)
excluidos de toda clasificación; i) psicóticos y psicópatas; j) millones
(volveré); k) caricaturas políticas; l) innombrables; m) jarrones chinos
(no se sabe dónde ponerlos); n) las masas.

Pero no. Milei y Macri no pueden formar una fuerza de centroderecha.


Ni Milei abandonará la escena de “campaña” y se replegará sobre la
gestión.

En la mayoría de los países de América y Europa pasó alguna


una de estas dos cosas: o el tradicional partido de derecha se
convirtió en uno de derecha extrema, o surgió una nueva
fuerza de extrema derecha. Argentina es una excepción:
pasaron las dos.

El gobierno argentino pertenece a una especie política bien definida:


una nueva extrema derecha que llegó a varias presidencias y a casi
todos los parlamentos. En la mayoría de los países de América y Europa
pasó alguna una de estas dos cosas: o el tradicional partido de derecha
se convirtió en uno de derecha extrema, o surgió una nueva fuerza de
extrema derecha. Argentina es una excepción: pasaron las dos. Surgió
una nueva fuerza de derecha extrema y el PRO (después de una interna)
se alió a ella. Veamos algunas claves del gobierno:

1) Nadie le tomó el juramento como presidente: se lo tomó él mismo.


Nadie le dijo “si así no lo hicieres…”.

2) Se negó a dirigirse a la Asamblea Legislativa el día de su asunción.

3) Firmó el DNU más abarcativo y extenso de la historia argentina.


Cuando le toque su hora el Poder Judicial lo declarará inconstitucional.
Antes no.

4) Envió una Ley de más de 600 artículos al Congreso y fue rechazada.

5) Su plan de ajuste es un elefante en un bazar: cancela transferencias


docentes, de seguridad social y de transporte público. Un dato: la casta
no usa colectivo ni manda a los chicos a escuela pública.

Estas nuevas fuerzas se caracterizan por una fuerte polarización y


buscan remodelar el sistema político a su favor. No pueden aceptar
grandes consensos porque su razón de ser es anti statu quo. Sería ir en
contra de su identidad y sus intereses.

En América Latina tienen un programa económico neoliberal


radicalizado: pueden aceptar una cuota de cash transfer combinada con
todo el conservadurismo cultural que la sociedad le permita. La lucha
cultural la conciben como una guerra con enemigos a doblegar. Sólo
hay ganadores y perdedores. “La versión neoliberal de una visión
maniquea del mundo es la división entre trabajadores y perezosos”,
escribe la politóloga austríaca Natascha Strobl en La nueva derecha.
Todos sus enemigos son parte de una narrativa conspiradora. Los
líderes de extrema derecha buscan no cumplir con reglas propias de la
política. Parten de la idea de que es mejor ser rebelde que parte del
establishment.

Donald Trump fue un caso extremo de ruptura de reglas formales e


informales. Los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt lo llamaron
“rompedor serial de normas”. El republicano captaba el significado de
lo noticiable y despreciaba las consecuencias de esas rupturas. Ante
estas situaciones muchas veces sus adversarios apelan a la moral y la
decencia. Pero en el ambiente que se genera las mentiras no tienen
costos para quienes las difunden. Porque lamentablemente la
polarización ha destruido el espacio común, moral y perceptivo.

Los líderes de extrema derecha buscan no cumplir con reglas


propias de la política. Parten de la idea de que es mejor ser
rebelde que parte del establishment.

Los líderes de la ultraderecha construyen para sí mismos el lugar de


“salvadores” y, a la vez, de “víctimas” de las conspiraciones de la vieja
política y los medios. Vieja política como todo aquello que no se
convierta en ministro, asesor, diputado o aliado del gobierno de
extrema derecha, mientras los políticos con medio siglo de trayectoria,
ex candidatos presidenciales derrotados o ex gobernadores son nuevos
si los toca la varita mágica de las fake news a la vista de todos.
Las etapas clásicas de la política —fase electoral y fase de gobierno—
son borradas porque para estos líderes la resolución de problemas
reales está en un segundo plano y actúan como si todavía estuvieran en
campaña electoral. Mejorar en las encuestas es el día a día. ¿Y mejorar
los ingresos? En fin.

Y esto se suma a la nueva “industria del escándalo”. Strobl dice:


“Mantener la escalada, producir nuevos escándalos, agigantar las
banalidades y lanzar historias para distraer, todo esto forma parte de
una estrategia a la que se dirigía el dictum de Steve Banon: ‘Inundar la
zona con mierda’”. Con esto vienen tres instrumentos ayudados por las
nuevas formas de comunicación: la posverdad, las fake news y las
teorías del complot. Así buscan, entre otras cosas, generar un estado de
ansiedad sin precedentes, pero también crear una realidad paralela.
Buscan que la mayoría de sus electores habite mentalmente una
“realidad” que sea inmune a los datos, a los argumentos y a los hechos.
Las condiciones básicas del debate público quedan erosionadas.
Steven Forti, en su libro Extrema derecha 2.0, muestra que hay temas
en los que existen importantes diferencias entre estas fuerzas. Pero lo
que tienen en común es que no niegan formalmente la democracia, sino
que critican la democracia liberal tachándola de no democrática, es
decir, como desconectada de la voluntad del pueblo. Y aquí entran
Levitsky y Ziblatt en Cómo mueren las democracias porque explican
que hoy no es frecuente que haya un golpe de Estado que liquide esos
sistemas en un día, sino que “los asesinos de la democracia utilizan las
propias instituciones de la democracia de manera gradual, sutil e
incluso legal para liquidarla”. Pero no siempre tienen éxito: Trump,
Bolsonaro y otros perdieron las elecciones.

Las extremas derechas ya pueden anotarse algunos triunfos. El primero


es que se han constituido en una opción política, con simpatías y
antipatías. Se han normalizado. El segundo es que cada vez se aplica
menos el “cordón sanitario”. Regla de oro: las fuerzas democráticas
nunca deben acordar con las fuerzas de extrema derecha. Cuando lo
hacen, habilitan su acceso al poder. En Alemania, hasta hoy, el cordón
sanitario funciona; en la Argentina no.

El híper estrés
La estrategia del gobierno de Milei es que las provocaciones contra los
diversos sectores de la oposición, tanto de la política como de
movimientos sociales, sean permanentes. Es necesario mantener a toda
la oposición en estado de agitación, en un híper estrés, por distintos
motivos:

1) La oposición ya ha sido categorizada como enemiga y su indignación


confirma el lugar predefinido.

2) Aumenta la polarización.

3) Al interior de la oposición surgen sectores que consideran que la


mejor manera de ser consecuentes consiste en exagerar los planes o
medidas del gobierno.
4) Esto genera una desinformación por exageración que es muy
beneficiosa para el gobierno, ya que después se muestra como
moderado. Lo podemos llamar “izquierdismo informativo” apelando al
mismo término que Lenin denominó “enfermedad infantil”.

Ya fueron por el precio del transporte en las provincias. Esperan


protestas aisladas. Van por la electricidad, aguardan algunas decenas de
cortes de calles. Detendrán la paritaria en un sector, lo empujarán a su
huelga sectorial. Van por cada movimiento social, por cada sindicato,
por cada gobernación, irán por cada universidad. Necesitan que la
sociedad esté fuera de quicio. Que el día a día esté colmado por
comentarios y lamentaciones de su última medida, de su imposición, de
la incapacidad de resistencia. Una televisión con canales 24 horas
centrados en Milei y sus controversias, tuiter y todas las redes girando
sobre lo mismo. Una sociedad mileicéntrica es su triunfo en la
coyuntura.
Regla de oro: las fuerzas democráticas nunca deben acordar
con las fuerzas de extrema derecha. Cuando lo hacen,
habilitan su acceso al poder. En Alemania, hasta hoy, el
cordón sanitario funciona; en la Argentina no.

Si a esto sumamos una exacerbación de la inflación, una reducción


drástica del poder de compra y una total incertidumbre sobre precios
elementales de la vida cotidiana, ya tenemos a la sociedad estresada.
Una sociedad que aguarda cada día las noticias, los anuncios, las
declaraciones, el devenir de la guerra. Una sociedad que cree que se
acerca el fin del mundo. Se hace muy difícil, sino imposible, en un
contexto crítico tan agudo poder visualizar la inexorable temporalidad
de todos los fenómenos políticos y los errores que habría que evitar
para no fortalecer la estrategia hegemónica.

“El mundo está fuera de quicio”, dijo Hamlet en un pasaje famoso, de


polémica traducción. The time is out of joint fue también traducido
como “El presente está desquiciado”. Eduardo Rinesi explica que esta
idea de un tiempo extraviado, trastornado, delirante, loco, un mundo
patas para arriba o “cabeza abajo” atraviesa toda la obra de
Shakespeare. En una traducción que enfatiza la dimensión moral de la
frase original, el filósofo Derrida prefiere esta traducción de la frase de
Hamlet: “El mundo ha sido deshonrado”.

La inflación no es, como creen los economistas heterodoxos, un


problema distributivo que, en caso de tener la botonera de las políticas
públicas, se resuelve con una pauta salarial que empate o le gane a la
inflación mensual. Es, en realidad, un problema multidimensional que
desorganiza la vida, destruye la planificación familiar, impide ahorrar,
impide prever, provoca que las personas vayan a varios supermercados
para una compra semanal, que no haya precios de referencia. La
inflación ya produjo desastres en el mundo. Conociendo la historia,
había una obligación ética de evitarlo. Pero la negación del problema
fue más fuerte. Y ahora la inflación, el desmanejo, nos trajo hasta aquí.
Nada de esto niega las responsabilidades previas que tengan dirigentes,
funcionarios o partidos en cada tema que se analice. Lo que estamos
mostrando es cómo la ultraderecha utiliza tanto hechos ciertos como
inventos completos para denigrar, polarizar y dividir a la sociedad.

Seguimos creyendo en la información y la libre opinión. Así como


creemos en la necesidad de un debate entre las fuerzas democráticas
sobre un balance que pueda hacerse de cara a la sociedad y que pueda
ofrecer una alternativa económica y política que recoja la experiencia
reciente. Los dogmas y los lugares comunes sólo fortalecerán un ajuste
que no se podrá enfrentar exitosamente sin ofrecer un camino realista
que se haga cargo de una sociedad que le dijo nunca más a la inflación.

Quienes sabemos que la dolarización sería una condena definitiva sobre


las posibilidades de la Argentina no deberíamos creer que el parlamento
no puede ser domesticado. Para evitarlo y para que esa heterogeneidad
de conflictos y luchas instituya una multitud que abra nuevos
horizontes, la tarea de la hora es elaborar un plan y un proyecto
económico-social de país que, lejos de la enunciación de lo ya hecho, se
concentre en cómo se resuelven los problemas concretos que gran parte
de la sociedad demanda resolver. Hasta tanto ese punto instituyente sea
creado, la atomización, el estrés y la deshonra serán el pan nuestro de
cada día.

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